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Tercermundismo en América Latina (ideología)[editar]

El tercermundismo es un proyecto político y económico que surgió en medio de las experiencias internacionales de las conferencias afro-asiáticas de Bandung (1955) y el Cairo (1961); Belgrado (1961) y, en América Latina, la Conferencia Tricontinental de La Habana en 1966. Al formar parte de las distintas luchas y movimientos sociales que se enmarcaron en el escenario geopolítico de la Guerra Fría, el tercermundismo incorporó conceptos ideológicos e instituciones. Las fundaciones del Movimiento de los Países No-Alineados, la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development, por sus siglas en inglés) y el Grupo de los 77 pueden situarse en la esfera de influencia tercermundista.[1]

Este proyecto se caracterizó por los reclamos internacionales de la solidaridad, el autogobierno, el multilateralismo, el diálogo “Sur-Sur” y el anti-imperialismo. Sus reclamos, además de funcionar como marcos de acción para la cooperación y ayuda internacionales entre países de las llamadas periferias,[2]​ formaron parte de la imaginación y la cultura política de trabajadores culturales e intelectuales en el “Sur Global”.

En los procesos nacionalistas y la posterior lógica de la Guerra Fría en América Latina, el desarrollo ideológico del tercermundismo favoreció el desarrollo de conceptos como dependencia, substitución de importaciones y planificación central en el camino hacia la modernización. Generaciones de intelectuales y miembros de instituciones educativas, así como las élites gobernantes en las naciones del Tercer Mundo, participaron activamente del proyecto ideológico tercermundista entre 1960 y 1970.[2]

Principios y características[editar]

En 1952, Alfred Sauvy, demógrafo francés, acuñó el término "Tercer Mundo"  en L’Observateur como una manera de desginar a los países “ignorados, explotados y despreciados” por los dos grandes proyectos de modernidad y sociedad, socialismo y capitalismo, encabezados por los Estados Unidos y la Unión Soviética que dieron lugar al enfrentamiento conocido como Guerra Fría.[3]

Inspirado en el “Tercer Estado” de la Revolución Francesa, el Tercermundismo fue empleado en los discursos críticos del bipolarismo y las narrativas de la Guerra Fría. Una vez consolidado, formó parte de las agendas diplomáticas de los países latinoamericanos, asiáticos y africanos, así como de las nuevas naciones emergentes de los procesos de descolonización durante el siglo XX.[4]

Aunque se considera que uno de los puntos álgidos del tercermundismo se ubicó entre la Conferencia de Bandung (1955) y la constitución oficial del Movimiento de Países No Alineados en Belgrado (1961), su apropiación y puesta en práctica hizo que adquiriera matices singulares en función de los contextos regionales y los procesos de descolonización en Asia y África. En Argentina, por ejemplo, la sensibilidad al “Oriente” como “contramodelo civilizatorio” al del Occidente condujo las demandas del tercermundismo hacia una interpretación de carácter tricontinental.[5]​ Por otro lado, en China, sus contenidos pasaron por el antecedente de la obra de Mao Tsé Tung y la noción de la solidaridad afro-asiática. Sin embargo, los reiterados esfuerzos del país asiático por liderar el Tercer Mundo complicaron su inclusión en el conjunto de países tercermundistas desde 1950.[4]

De ahí que las características del tercermundismo como ideología no tuvieran un carácter homogéneo y único. La pluralidad de interpretaciones, tensiones y experiencias en su interior permite hablar de distintos tercermundismos. Como en su momento lo afirmara la revista Tercer Mundo en 1974:

[…] el antagonismo principal de nuestro tiempo se manifiesta en el designio de los centros de poder mundial para afianzar su dominio, de un lado, y en la lucha de los pueblos marginados y subdesarrollados por eliminar las causas de explotación y dependencia que los someten aquellos, por el otro. En este antagonismo bipolar, nuestra opción por los últimos, por el Tercer Mundo del que formamos parte, exige el respeto de las diversidades que muestran entre sí los movimientos de liberación, tanto en lo ideológico como en lo estratégico. Lo contrario, mirar al Tercer Mundo a través de un enfoque doctrinario único, además de una exhibición de sectarismo, equivaldría a incurrir en la modalidad menos representativa de la rica diversidad tercermundista.[6]

Algunas de las recepciones y adecuaciones de la ideología tercermundista fueron críticas de las interpretaciones rígidas y las variantes partidistas del socialismo y comunismo. En otros casos, los reclamos de solidaridad y anti-imperialismo fueron empleados a la par que la vía armada y la lucha de guerrillas.[7]​ Es importante señalar que los países que compartieron la ideología tercermundista en sus programas políticos y diplomáticos no siempre se distinguieron por poseer características similares en términos de desarrollo y modernización.[4]

La pluralidad de expresiones del tercermundismo permitió la existencia de distintas ventanas de interlocución entre los países que esgrimían una ideología tercermundista y los países con mayor desarrollo económico como el denominado Primer Mundo y las entidades englobadas bajo la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte): Estados Unidos, Francia, Inglaterra, entre otros. Al mismo tiempo, la apertura de foros y conferencias internacionales permitieron el diálogo con los países situados en el Pacto de Varsovia o el Segundo Mundo: Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, República Democrática Alemana o la República Socialista de Checolosvaquia.

Algunos de los organismos internacionales conformados con la intención de fomentar cambios en el sistema de reglas en el orden internacional fueron los proyectos del Nuevo Orden Económico Internacional (NIEO, por sus siglas en inglés). La conformación de la UNCTAD (United Nations Conference on Trade and Development) en 1964 como respuesta a la formación del GATT (General Agreement on Tariffs and Trade) es un ejemplo de la nueva relación global que los países periféricos intentaban introducir desde el tercermundismo en el orden geopolítico de la Guerra Fría.[8][9]

Tradicionalmente se acepta que los participantes de la Conferencia de Bandung conformaron la primera generación de difusores y defensores del tercermundismo (la “Era de Bandung”, 1950-1960) como ideología de unidad entre el Movimiento de Países No Alineados. El intento de desplazar la centralidad de la geopolítica, comprendida en la diferencia del Este y el Oeste, hacia los problemas sociales y económicos de los países del Norte y el Sur fue impulsado por los integrantes de esta primera generación.  

Una segunda generación, la de los “años dorados” del tercermundismo (1960-1970) se caracterizó por una progresiva radicalización de los proyectos socialistas y por sus declaraciones en favor del proyecto del Nuevo Orden Económico Internacional y, al mismo tiempo, por su apoyo a los proyectos de liberación nacional en Asia (Vietnam) y África (Argelia, 1962).[10]​ Entre sus integrantes pueden considerarse las experiencias revolucionarias y los gobiernos latinoamericanos, asiáticos y africanos del Movimiento Popular de Liberación de Angola (1956), Fidel Castro en Cuba (1959), la Revolución Sandinista (1961) en Nicaragua, Julius Nyerere en Tanzania (1964), Muammar Qaddafi en Libia (1969), Salvador Allende en Chile (1970) y Michael Manley en Jamaica (1972).

Contexto latinoamericano[editar]

En América Latina, la ideología tercermundista se adaptó a partir de su relación con los procesos nacionales e internacionales que los países latinoamericanos experimentaron entre el denominado “orden poscolonial” y la entrada de las tensiones globales derivadas de la convivencia entre la Unión Soviética y los Estados Unidos.

Entre las múltiples consecuencias de la entrada latinoamericana en la Guerra Fría[11]​ destaca la inestabilidad de la región. La injerencia norteamericana en los procesos de cambio en los países latinoamericanos se vio acompañada por el giro en las relaciones diplomáticas y estratégicas. Hacia 1946, la política de la buena vecindad cambió en gran medida por el comienzo del enfrentamiento con la Unión Soviética. Las políticas anticomunistas y el Containment fueron productos de este proceso que afectó, en el mediano plazo, a la ayuda económica norteamericana en la región latinoamericana, que sería redirigida posteriormente hacia otras partes del mundo. La política económica exterior de Estados Unidos siguió la pauta del trade not aid, propuesta por Dwight D. Eisenhower; y el intervencionismo norteamericano hizo su entrada en América Latina en los golpes contra los gobiernos de Jacobo Arbenz en Guatemala (1954) y de Salvador Allende en Chile (1973).[12]

La política exterior norteamericana facilitó la emergencia de grupos y élites conservadoras que rompieron con los intentos previos de democratización y los proyectos de las reformas sociales y políticas. [13]​ El lenguaje anticomunista de la Guerra Fría y el orden económico liberal estadounidense como modelo de modernidad sirvieron para asentar el avance de los grupos conservadores frente al nacionalismo y la reafirmación de los Estados latinoamericanos.[14][15]

La difusión del tercermundismo en América Latina[editar]

La sensibilidad hacia el tercermundismo favoreció la difusión de la ideología a lo largo de América Latina. Esta expansión no fue de carácter uniforme, pues siguió ritmos distintos conforme se suscitaban los procesos políticos internos en los países latinoamericanos. La aparición de la noción del Tercer Mundo y el tercermundismo ideológico puede notarse de forma temprana en Uruguay bajo la noción de tercerismo.[16]​ En Brasil, la recepción del también denominado “Terceiro Mundo” fue efectuada por miembros de los círculos de intelectuales y diplomáticos en el intento de colocar a Brasil en una posición favorable al interior de la comunidad con las naciones asiáticas y africanas.[17]

En Argentina, el tercermundismo se encontró con un contexto receptivo entre 1960 y 1970 que le confirió un espacio en la “geografía de la rebelión” y le otorgaba un lugar de diálogo con otros movimientos de izquierda en Francia o Italia. La indignación creciente en el país por la violencia de los regímenes militares y la formación de una Nueva Izquierda fueron parte de su proceso de recepción,[18]​ que posteriormente se canalizó en la búsqueda del apoyo del Movimiento de Países No-Alineados por parte de la junta militar Argentina durante el conflicto de las Islas Malvinas.[19]

Por otro lado, hacia la década de 1960, el tercermundismo formó una parte importante de los ámbitos políticos y culturales en América de Sur. La producción de revistas como Tercer Mundo fue acompañada de un impulso a los estudios sobre las regiones de Asia y África. La fundación de instituciones como la CEPAL (Comisión Económica para América Latina y el Caribe), FLACSO (Facultad Latinoamericana de Ciencias Sociales), CLACSO (Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales) o CLAPCS (Centro Latinoamericano de Investigación en Ciencias Sociales) respondieron en parte a la sensibilidad tercermundista en América Latina y favorecieron la unión de las “reflexiones sobre desarrollo, Tercer Mundo, integración y dependencia en un discurso totalizador”.[20]

La difusión de las noticias provenientes del resto de países tercermundistas no se explica sin la fundación de revistas como Tercer Mundo por un grupo de periodistas en 1973 durante la Cumbre de Argel o publicaciones como Revista Tricontinental, producto de la Conferencia de 1966. Publicaciones como Marcha y Casa de las Américas proveyeron de espacios de diálogo y debate intelectual[21]​ a escritores como Carlos Fuentes o Julio Cortázar, quienes llamaron a la integración de un “nosotros tercermundista” basándose en las similitudes de los países latinoamericanos, asiáticos y africanos. Por su parte, intelectuales como Alfredo Varela, Roberto Sánchez Retamar u Octavio Paz fueron escépticos de la noción del Tercer Mundo como proyecto e ideología integradora que hiciera justicia a la heterogeneidad de realidades.[22]

Los Libros para el Tercer Mundo, la colección Biblioteca de Asia y África de Eudeba y Tercer Mundo de Editorial Sur se colocaron como proyectos editoriales que, en Argentina, apoyaron la difusión de la sensibilidad ideológica del tercermundismo.[23]

En los también denominados Cuadernos del Tercer Mundo es posible apreciar el interés por los problemas globales y los movimientos de liberación nacional. El itinerario mismo de la revista entre Buenos Aires y la Ciudad de México, donde llegó en 1976 a causa de la dictadura militar en Argentina que la declaró ilegal, es parte de la configuración regional del tercermundismo y la circulación de ideologías en el espacio latinoamericano.[24]

Un caso singular en la historia de la difusión del tercermundismo fue Chile. Tradicionalmente se consideraba que la ausencia de títulos con el término “Tercer Mundo” en las producciones editoriales era un claro ejemplo de la poca discusión intelectual sobre la sensibilidad hacia las regiones periféricas. No obstante, historiadores como Eduardo Devés han mostrado que el tercermundismo fue parte sustancial del “clima de ideas chileno” entre 1960 y 1973 en la producción científica de Organizaciones No Gubernamentales y centros universitarios.[25]

Por otro lado, los vínculos del gobierno de Salvador Allende con la UNCTAD fueron ostensiblemente visibles en la Tercera Conferencia acaecida en Santiago de Chile (1972). La preparación del foro Tercer Mundo, también en Santiago (1973), fue la oportunidad para que las demandas de los países tercermundistas pudieran aglutinarse por medio de la planificación de “fórmulas de mejoramiento y de transformación de la economía global”.[26]

La “década dorada del tercermundismo” latinoamericano se ubicó entre 1960 y 1970. No obstante, con la llegada de los autoritarismos y los golpes de estado en Uruguay (1973), Chile (1973) Argentina (1976), la sensibilidad tercermundista entró en un estado de crisis al disminuir la actividad intelectual. En estos dos últimos países, el Tercer Mundo sufrió un proceso de conversión que le llevó de ser una expresión de las demandas periféricas a ser un “objeto de estudio” en los ámbitos académicos e intelectuales. No obstante, en Brasil el tercermundismo siguió permeando las posiciones políticas y científicas. En el ámbito académico fueron Celso Furtado y Milton Santos quienes continuarían con las reflexiones desde el tercermundismo. Y, en el espacio editorial, la revista Tiers Monde dio cabida a las elaboraciones intelectuales provenientes de distintos países durante estos años.[27]

El tercermundismo en los nacionalismos latinoamericanos[editar]

Durante los años “dorados” del tercermundismo global, los gobiernos de Bolivia, Brasil, México, Argentina y Cuba compartieron los espacios del escenario diplomático internacional a partir del diálogo tercermundista con el Movimiento de Países No-Alineados. Parte sustancial de este diálogo se efectuó por medio del uso que los países latinoamericanos hicieron de la ideología y el proyecto tercermundista para la estructuración de sus propios procesos políticos y económicos.Por otro lado, los países latinoamericanos tuvieron distintas actuaciones dentro de la Guerra Fría gracias a las negociaciones en el sistema internacional y sus diálogos con las naciones del Sur Global.[28]

Producto de los diferentes objetivos y de los nacionalismos latinoamericanos, las expresiones tercermundistas de México, Brasil, Argentina, Cuba, Venezuela, Chile, Uruguay y Bolivia se caracterizaron por adquirir actitudes ambiguas con el conjunto de Países No-Alineados e, incluso, entre ellas mismas. Esto se explica, en parte, por su inclusión en el Sistema Interamericano que dificultó la identificación plena en su definición como ideología caracterizada por lo “no-blanco” y “poscolonial”.[29]​ En el caso del Movimiento Nacional Revolucionario en Bolivia, la injerencia estadounidense mediante una serie de apoyos financieros como parte de su política de contención significó un cúmulo de contradicciones para su postura nacionalista hasta 1964, año en que los militares tomaron el gobierno boliviano. La actividad diplomática de Bolivia que había encontrado un relativo marco de acción al cooperar con Cuba en el apoyo de la guerrilla en contra de la dictadura militar en Perú y participar de negociaciones con la Unión Soviética, sería dejada de lado con la entrada a la escena latinoamericana de la Alianza para el Progreso estadounidense.[30]

Las tensiones de Brasil con las intenciones cubanas de liderar el Movimiento de Países No Alineados y la defensa de la Revolución Cubana por parte de México como camino a defender su soberanía, fueron dos ejemplos de estas ambigüedades. Al mismo tiempo, la búsqueda mexicana de una política exterior más autónoma y ligada a los Países No-Alineados (Belgrado, 1961) durante el mandato de Adolfo López Mateos (1958-1964), se enmarcó en el intento de conseguir un “escenario favorable” para los proyectos de desarrollo económico mexicanos. La premisa de la desigualdad y la injusticia de la estructura del comercio internacional que limitaba la capacidad de los países del Tercer Mundo era compartida por los líderes de India (Nehru), Indonesia (Sukarno) y Yugoslavia (Tito), siendo considerada como una amenaza a la estabilidad y paz internacionales. Para López Mateos, el camino de la cooperación internacional constituía la base para solucionar la asimetría económica.[31][32]

Las tensiones de la región latinoamericana con el liderazgo cubano en el espacio tercermundista se observaron de otro modo a partir de la búsqueda de relaciones diplomáticas con los países al otro lado de la “Cortina de Hierro” como Checoslovaquia.  En la participación latinoamericana en el encuentro de los Países No-Alineados de Belgrado (1961), La Habana impulsó una política centrada en el apoyo a los movimientos sociales e insurrecciones en contra de los regímenes burgueses y nacionalistas. Por su parte, los intentos de Praga por establecer canales de comunicación con América Latina pasaron por dialogar de manera neutral con las “estructuras políticas oficiales”[33]​ de los gobiernos. Ambas posturas muestran la diversidad de expresiones y experiencias del tercermundismo latinoamericano y global.

La experiencia de Argentina en el conflicto de las Islas Malvinas con Inglaterra ilustra otra faceta de la ambigüedad y pragmatismo en las relaciones nacionalistas con el tercermundismo. En Argentina, las expresiones nacionales no continuaron los reclamos de América Latina como parte del Tercer Mundo y sus narrativas insistieron en la proximidad de la nación “blanca” con la cultura “europea”. Las tensas relaciones con el gobierno cubano encabezado por Fidel Castro y el voto argentino a favor del embargo económico propuesto por Estados Unidos en la OEA (Organización de Estados Americanos), o la declinación a participar en la conferencia de los Países No-Alineados de La Habana en 1979 manifiestan los primeros momentos en la relación de Argentina con el tercermundismo. El régimen de la junta militar prefirió promover distintos diálogos con la dictadura en Brasil y Sudáfrica en camino a establecer una organización del Atlántico Sur para la seguridad nacional. Sin embargo, al fallar la coordinación con estos, el régimen militar argentino prefirió buscar el apoyo del Movimiento de Países No-Alineados para la operación de las Islas Malvinas/Falklands.

El caso de las Malvinas fue aprovechado por Cuba. Las relaciones del gobierno cubano con el resto de los países No-Alineados y el interés por ocupar una posición de liderazgo, además de salir de la zona de opacidad con relación al resto de América Latina, impulsaron una agenda internacional en donde la “descolonización territorial” fue considerada como parte de los proyectos de solidaridad y cooperación internacional. En ella, la “Operación Rosario” fue inserta en las luchas tercermundistas y el propio régimen de Castro expresó la necesidad de apoyar a Argentina en su intento por expandir la influencia cubana en las relaciones con América Latina. Por su parte, la junta militar en Argentina observó en los reclamos y la retórica cubana una oportunidad para solicitar ayuda apelando a la solidaridad tercermundista.[34]

El tercermundismo en los internacionalismos latinoamericanos[editar]

El hecho de que la Revolución Cubana de 1959 exacerbara la sensibilidad de los reclamos en contra del imperialismo y la política exterior de los Estados Unidos fue un factor primordial en la elaboración del tercermundismo latinoamericano y la búsqueda del multilateralismo en las conferencias internacionales. La Primera Cumbre de los Países No Alineados (Belgrado, 1961) y la Primera Conferencia Tricontinental de La Habana (1966) se entienden en la adaptación de la ideología tercermundista como producto de los procesos antes señalados. Por otro lado, las propuestas de proyectos económicos (UNCTAD, 1964) y las misiones a los países emergentes (Angola, 1975) en medio de los procesos de descolonización en el siglo XX pueden ser consideradas también como acciones que formaron parte de los reclamos tercermundistas en torno a la solidaridad de carácter internacional.[35]

La relación de América Latina con el Movimiento de Países No-Alineados y el alcance de las nociones de solidaridad y solidaridad racial, resistencia, soberanía e inclusión[36]​ tuvo otra expresión en las posturas internacionales que a partir de 1970 promovieron los temas de política, raza, negritud, economía y descolonización. Las intervenciones en las conferencias y encuentros multilaterales se concentraron en las propuestas económicas y políticas dirigidas a modificar las estructuras y reglas del juego internacional. La formación de un contexto internacional en el cual el Tercer Mundo puede ser considerado un “espacio político significativo” o una “comunidad transnacional” es una dimensión del internacionalismo latinoamericano formada al calor de “redes globales militantes”. [37]

Una manera de observar el internacionalismo latinoamericano es la influencia de Cuba en la región latinoamericana por medio de los proyectos de “solidaridad internacional” y los canales diplomáticos que acercaron el tercermundismo global al resto de América Latina. La Revolución Cubana apoyó a los movimientos guerrilleros y de liberación nacional como forma de exportar la “receta” de la Revolución al resto de países tercermundistas.[38]​ Al mismo tiempo, los contenidos ideológicos del proyecto tercermundista fueron empleados para rebasar la exclusión internacional producida por el embargo norteamericano. En el intento cubano de ampliar su influencia, la experiencia latinoamericana del tercermundismo y el internacionalismo se centró en los compromisos antiimperialistas.[39]​ El trabajo de diplomáticos como el embajador Raúl Roa Kourí en las Naciones Unidas y algunas delegaciones cubanas encabezadas por Carlos Lechuga y Leví Marrero en países del Tercer Mundo (Marruecos, Túnez, Grecia, Egipto y Yugoslavia, entre ellos) buscaron expandir la imagen de Cuba como modelo revolucionario a través de conferencias y el propósito, fallido, de organizar el Congreso de Naciones Subdesarrolladas con el objetivo de impulsar una “tercera fuerza global”.[40]

Un segundo tipo de articulación entre el tercermundismo latinoamericano y el orden internacional fue el intento mexicano por formar un Nuevo Orden Económico Internacional bajo el gobierno de Luis Echeverría Álvarez (1970-1976)  y la propuesta de una Carta de Derechos Económicos y Obligaciones de los Estados que, posteriormente, sería integrada por la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1974.[41]​ Los argumentos de Echeverría emplearon las similitudes entre las experiencias de México en su proceso de independencia con las luchas anticoloniales, al mismo tiempo que insistía en la “insuficiencia” de la “independencia formal y la soberanía política” en América Latina como medio para abogar por la reformulación de las relaciones económicas entre las naciones a partir de la “descolonización económica”, complemento de los procesos de autodeterminación nacionales.[42]​ Estas nociones, expuestas por vez primera en las conferencias del Cairo en 1962 y Argelia, en 1967, no estuvieron exentas de discusiones y debates. En el encuentro de Países No-Alineados de Guyana, posterior a la conferencia de la UNCTAD en Santiago de Chile, algunos miembros de los países en desarrollo y tercermundistas manifestaron su desacuerdo en que la “emancipación económica” corriera a la par de los proyectos de la UNCTAD.[43]

El internacionalismo tercermundista intentó modificar la cooperación económica a partir de la necesidad de una “representación equitativa en las instituciones internacionales”.[44]​ Las propuestas mexicanas sobre el orden internacional consistían en diseñar una estructura económica internacional que garantizara la distribución de las “ganancias del capitalismo global”.[45]​  La también denominada “Carta Echeverría” fue producto de una serie de negociaciones e intercambios diplomáticos efectuados en foros internacionales: la Conferencia de Paz en París (1919), la Unión Panamericana (1923), la Conferencia Interamericana de Montevideo (1933), Bretton Woods (1944) y la conferencia de las Naciones Unidas en La Habana (1948). La tensión entre los contextos nacional e internacional marcó su impronta en la interpretación del tercermundismo latinoamericano y puede observarse en las condiciones internas del México posrevolucionario que impulsaron la búsqueda de un camino de desarrollo a través de la apertura con el contexto internacional y no se redujera a las opciones económicas del desarrollo agrícola e industrial. Al mismo tiempo, los procesos políticos de la Revolución Mexicana y la configuración del Estado posrevolucionario coadyuvaron a la elaboración de una política económica exterior con matices importantes en cuanto a nociones como “propiedad privada”, “liberalismo”, “economía colectiva” y “derechos sociales”.[46]​ La labor añadida de los diplomáticos como Alberto J. Pani durante la Conferencia Económica Mundial de Londres, en 1933, allanó el camino a la propuesta de un orden económico más justo y el acercamiento al Tercer Mundo desde la propuesta, expuesta en 1971 durante la Asamblea General de las Naciones Unidas, de los “derechos de los países en desarrollo” y la “responsabilidad de los países ricos”.[47]

El tercermundismo latinoamericano en la actualidad global[editar]

Algunas interpretaciones historiográficas de la Guerra Fría sostienen que entre las décadas de 1970 y 1980 el proyecto ideológico del tercemundismo entró en declive a causa del fin de la Guerra Fría y el ascenso del neoliberalismo. Sin embargo, historiadoras como Anne Garland Mahler han señalado que la herencia de los reclamos sobre la justicia racial, la desigualdad o las críticas al capitalismo global fueron recuperados de forma similar por las visiones transnacionales y anti-imperiales de los movimientos y activismos contemporáneos.

Las premisas del tercermundismo sobre la solidaridad y la horizontalidad, expresadas en la Conferencia Tricontinental de La Habana, han sido recuperadas en los diversos planteamientos e interpretaciones sobre los espacios o estrategias de resistencia actuales. La formación de algunos movimientos de izquierda con características tercermundistas en los Estados Unidos se ha inspirado en las formas culturales empleadas a lo largo de las luchas por la descolonización, la Revolución Cubana de 1959 y la difusión de los contenidos ideológicos del Tercer Mundo a lo largo de la cultura global.[48]

Si bien las posturas poscoloniales que substituyeron a las demandas del proyecto tercermundista ocultaron parte de la influencia del tricontinentalismo latinoamericano,[49]​ la presencia de elementos estéticos y nociones ideológicas pueden localizarse en las producciones culturales como el Tercer Cine. En tiempos recientes, la presencia del “tricontinentalismo” puede observarse en movimientos contemporáneos como Black Lives Matter y sus críticas hacia el “capitalismo racial”, así como la intención de formar redes de colaboración transnacional basadas en la solidaridad.[50]​ La noción de horizontalidad fue empleada en las protestas sociales de Argentina, en 2001, como parte de las manifestaciones en contra del neoliberalismo y la búsqueda de nuevas relaciones sociales basadas en la equidad.[50]

En términos de Anne Mahler, es posible entender la recuperación de la memoria del tercermundismo y el tricontinentalismo en la producción cultural de los movimientos contra el racismo y el capitalismo ,[51]​ tales como la presencia actual de patrones estéticos empleados en la propaganda elaborada por la OSPAAAL (Organización de Solidaridad de los Pueblos de África, Asia y América Latina) y el “resurgimiento del lenguaje gráfico tricontinentalista”.[52]​A estas producciones debe añadirse la elaboración de “remixes” en vídeos con contenidos políticos, empleados en movimientos como Occupy Wall Street inspirados en los movimientos de la Nueva Izquierda, particularmente en el Tercer Cine.

Después del final de la Guerra Fría, los conceptos asociados o alternos al tercermundismo, tales como “Sur Global”, pasaron por un proceso de transformación. Estos ya no designaron al conjunto de los países en dificultades económicas, sino aquellos “espacios y pueblos” que fueron afectados de forma negativa por la “globalización capitalista”.[53]​ La definición de identidades colectivas en el Sur Global son también cercanas al lenguaje tercermundista y su carácter internacionalista como parte de la lucha contra el imperialismo.

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