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Chiapas bajo el dominio español (siglos XVI a XIX).[editar]

Gobierno y estructura administrativa[editar]

En el caso del territorio chiapaneco y sus habitantes, el proceso de incorporación a la Monarquía Hispánica cobró fuerza a mediados del siglo XVI. Este proceso estuvo marcado por dos acontecimientos. La creación de la Audiencia de los Confines (en 1543) que a partir de entonces funcionó como el tribunal de justicia más importante para toda la región de la actual Centroamérica [1][2]​ y la organizaron del obispado por parte de los frailes dominicos en 1545, siendo fray Bartolomé de las Casas su primer obispo.

La administración civil[editar]

Diferentes instancias conformaron la estructura del gobierno civil, siendo su máxima autoridad el rey español y en seguida, para la particular administración de los reinos americanos, el Consejo de Indias.  

La Audiencia de los Confines y la Capitanía General de Guatemala.[editar]

A partir de 1543 la máxima autoridad en la provincia de Chiapa fue la Audiencia de los Confines, cuyas primeras sedes fueron Comayagua y luego Gracias a Dios en 1544, ambas ciudades de Honduras.[3][4]​ El Soconusco, en cambio, siguió dependiendo de la Audiencia de México hasta 1556, año en que pasó a formar parte de la Audiencia de los Confines, cuya sede se había trasladado a Santiago de los Caballeros de Guatemala, en 1549.[5]​ En 1564, la Audiencia de los Confines fue disuelta, y Chiapa regresó a formar parte de la Audiencia de México.[1]​ Con la restauración de la Audiencia en la ciudad de Guatemala en 1570, la provincia de Chiapa y el Soconusco volvieron a depender de ésta.

La provincia de Chiapas y las jurisdicciones vecinales. Basado en mapa del "Arte de contar tributarios" p. 16-17

A pesar de pertenecer a una misma jurisdicción, la provincia de Chiapa y Soconusco tuvieron organizaciones político-administrativas distintas. Cada una de éstas estuvo dividida informalmente en distintos partidos.[6]

La alcaldía mayor de Chiapa.[editar]

Entre 1520-1530 Chiapa formó parte del gobierno de la Nueva España. El entonces gobernador de la Ciudad de México, Alonso de Estrada, nombró a Diego de Mazariegos teniente para que administrara la zona, cargo que mantuvo de 1527 a 1529. Dicho teniente fue reemplazado por Juan Enríquez de Guzmán, alcalde mayor teniente de capitán general de Chiapa, que fue nombrado por su pariente, Nuño de Guzmán, entonces presidente de la Audiencia de México.[7]​ El gobierno de Enríquez duró poco, ya que Pedro de Alvarado logró que el rey le nombrara gobernador de Guatemala, incluyendo a Chiapa bajo su jurisdicción. A su regreso de España (1530), Alvarado nombró a un teniente de gobernador para la administración de esta región. El cabildo de Ciudad Real (ver adelante), después de quejarse directamente con el monarca, logró que éste prohibiera en 1535 la designación de tenientes por parte de los gobernadores. Con esta orden la administración de la provincia recayó por unos años en el gobierno municipal.[8]​ Sin embargo, en 1539, un acuerdo entre Pedro de Alvarado y Francisco de Montejo permitió a este último ser nombrado gobernador de Chiapa a cambio de ceder al primero la provincia de Honduras

En los años siguientes, en los que el asiento del juzgado superior (la audiencia) estaba por definirse, surgió una discusión sobre la mejor forma en que la provincia de Chiapa sería administrada. Para 1577 se determinó que sería gestionada por alcaldes mayores (ya no habría un gobernador), subordinados a la autoridad de Guatemala.[9]​ Por un breve periodo la facultad de nombrar al alcalde mayor recayó en el presidente de la Audiencia guatemalteca. No obstante, a finales de esta década del siglo XVI, comenzaron a nombrarse delegados reales para ocupar este cargo (el primero fue Juan de Mesa Altamirano), los cuales eran electos por el Consejo de Indias a intervalos de cuatro años. Pese a ser nombrados por el Consejo debían seguir actuando como subordinados de la Audiencia y del capitán general de Guatemala.[1]​ Esta situación provocó serios conflictos en el gobierno local, en la medida en que la actuación de alcaldes mayores –nombrados por el Consejo– no siempre fue del agrado de las autoridades que presidieron el tribunal (y viceversa). La inconformidad también la expresaron los frailes dominicos, pues entraron en serias disputas legales con los alcaldes, las cuales debieron resolverse en el juzgado de Santiago de Guatemala.[10]

Los partidos de la provincia de Chiapas (siglo XVII) basado en El arte de contar tributarios p. 70

Chiapa estuvo dividida informalmente en distintas sub-regiones, normalmente referidas como partidos.[6]​ El primero de ellos correspondió al partido de Ciudad Real (actualmente San Cristóbal de las Casas) y sus alrededores. Al Norte de ésta se encontraba el partido de Coronas y Chinampas en las cimas montañosas. Al Noreste de Ciudad Real el partido de Los Zendales se extendió hasta Palenque. El partido de Los Zoques se ubicaba al noroeste y sus límites llegaban hasta la jurisdicción de Tabasco. Dos sub-regiones hacían referencia a la administración religiosa que prevaleció en esos espacios, a saber: la Guardianía de Huitiupán (al Norte de Coronas y Chinampas) y el Priorato de Chiapa (al suroeste de Ciudad Real). Al Sureste de Ciudad Real, el partido de Los Llanos se extendió hacia Guatemala. Por último, el partido del Valle de Jiquipilas se encontraba en el extremo poniente y colindaba con la provincia de Tehuantepec.

La gobernación de Soconusco[editar]

Tras la Conquista, Hernán Cortés se adjudicó el control de esta provincia y, muy particularmente, de su producción cacaotera. Sin embargo, a diferencia de Chiapa, desde muy temprano (entre 1527-1529) la región del Soconusco pasó a tributar directamente a la Corona. Sus autoridades (en principio un corregidor) pasaron a ser electas por la Audiencia de México y su nombramiento recayó en el virrey de Nueva España.[11][12]​ Después, en 1551 el cargo de corregidor fue sustituido por el de alcalde mayor, y en 1556 la región quedó incorporada a la jurisdicción de la Audiencia de los Confines. Cinco años más tarde su principal autoridad pasó a ser un gobernador, el cual era designado por el rey de España. Durante el lustro en que la Audiencia de Panamá estuvo en funciones, las apelaciones en Soconusco se redirigieron al juzgado de México, pero con el establecimiento definitivo del tribunal guatemalteco en la ciudad de Santiago de los Caballeros, la administración militar y fiscal volvió a recaer en manos del presidente de la Audiencia de Guatemala.[11]​ Ahora bien, los constantes cambios de adscripción jurisdiccional, la lejanía respecto al tribunal y particularmente que la provincia fuera (en principio) un territorio directamente manejado por la Corona, hicieron que, como en Chiapa, las diferencias entre las autoridades resultaran en una administración llena de conflictos, siendo los más importantes aquellos entre obispos y los gobernadores de la región.[11]​ En Soconusco, sin embargo, los gobernadores lograron concentrar mayores capacidades administrativas que sus homólogos (los alcaldes mayores) en Chiapa.[11]

La división territorial en Soconusco fue menos fragmentada que aquella en Chiapa. Las sub-regiones del territorio se limitaron a dos: el partido del Soconusco y el conocido como el Despoblado, ambas entre los litorales del Pacífico y la Sierra Madre. El primero correspondía a la zona previamente controlada por la Triple Alianza. El segundo debe su nombre precisamente a su baja densidad demográfica, al menos durante los siglos XVI y XVII.[13]

Gobierno local: cabildos y pueblos[editar]

Dentro de los distintos niveles de gobierno civil, aquél de menor escala correspondía a los cabildos locales. Estos cuerpos se fundaban en las principales villas y ciudades de cada provincia, sus miembros también tuvieron labores de gobierno, hacienda y justicia. En el caso de la provincia de Chiapa, las primeras villas españolas de San Cristóbal de los Llanos y Villa Real llegaron a tener su propio cabildo. Unos meses después, ambas se reunieron en el asentamiento de la segunda en 1528. Cuando la Villa Real obtuvo la categoría de ciudad en 1536, el cabildo de ésta, ahora denominada Ciudad Real, acrecentó su importancia.[14]​ Rápidamente los encomenderos usaron este cuerpo político para defender sus intereses, pero en pocos años encontraron oposición, primero por parte del gobernador Montejo, luego de los frailes dominicos y, más adelante, de los alcaldes mayores, que eran representantes directos de los intereses monárquicos.[15]​ El caso de Soconusco resalta por la ausencia de un cabildo español, pues fue hasta 1813 cuando Tapachula y Tonalá alcanzaron el estatuto de villa.[11]​ Previo al siglo XIX, el asiento del gobierno en la región cambió de lugar varias veces, primero estuvo en Cacaluta y luego pasó a Huehuetlan en la cuarta década del XVI. A finales del XVII el gobernador vivía en Escuintla, y sólo a partir de 1794 la capital del territorio estableció su asentamiento en Tapachula.[11]

Después de que los dominicos congregaran a los naturales en pueblos de indios, se dotó a éstos de un autogobierno: los cabildos o repúblicas de indios, que cada año elegía a sus autoridades, por lo general dos alcaldes ordinarios, cuatro regidores y distintos cargos menores.[1]​ La política de congregación de indios fue implementada con mayor firmeza en Chiapa.[16]​ En cambio, en el Soconusco, en donde el cultivo de cacao requería de una atención y cuidado casi permanente (por el riego o para eliminar depredarores),[17][18]​ se permitió que muchos indios siguieran viviendo dispersos cerca de sus cacaotales. No obstante, aquí también se crearon pueblos de indios con sus respectivos cabildos.

Cambios en la segunda mitad del siglo XVIII.[editar]

La organización política del territorio no sufrió cambios importantes hasta la segunda mitad del siglo XVIII. En un primer momento, la provincia de Chiapa fue dividida en dos alcaldías mayores en 1769, siendo la residencia de sus respectivos alcaldes los asentamientos de Tuxtla y Ciudad Real, ambas autoridades subordinadas al capitán general de Guatemala. El siguiente cambio se produjo en 1786 con la creación de la Intendencia de Chiapa, la cual agrupó a las dos alcaldías referidas y a la gobernación de Soconusco. A su vez, esta intendencia primero se subdividió en tres partidos (uno por alcaldía y gobernación). No obstante, a principios del siglo XIX, el número de partidos aumentó hasta un total de 12. Estos cambios buscaban mejorar el control del territorio y su población, particularmente en cuanto a la organización y recaudación del tributo pagado por los indios.[19]

Economía y Sociedad[editar]

La organización política del territorio chiapaneco estuvo acompañada por la explotación de sus recursos naturales y de la población local que lo habitaba. Fueran encomenderos, frailes, mercaderes o autoridades, todos buscaron obtener algún beneficio de las nuevas posesiones ultramarinas. Por ello en esta sección se ofrece un esbozo de las formas de explotación, un panorama demográfico del territorio y, después, un recuento de las principales actividades económicas realizadas en ambas provincias.

Formas de explotación[editar]

La política de congregaciones permitió concentrar la mano de obra indígena en pueblos compactos, articulando así trabajo y producción. En este sentido, las congregaciones fueron esenciales para el real erario, en la medida en que los ingresos pagados por los indios como tributo siempre fueron de gran importancia para las arcas del rey español.[20]​ El tributo que debían cubrir los habitantes de los pueblos de indios consistió en una cantidad de dinero y mercancías (incluyendo, pero sin limitarse a: maíz, mantas, gallinas, frijol, etc). Desde 1560 comenzaron a elaborarse tasaciones y cálculos del monto que cada pueblo debía pagar en función de su número de tributarios, sin embargo, las cantidades y tipo de mercancías variaron según las posibilidades de cada lugar.[21]​ La participación de los indios en la fabricación de bienes estaba asegurada a través de algunos métodos legales e ilegales; siendo estos últimos ampliamente tolerados.

Por una parte estaban las encomiendas, a través de las cuales se recompensó a los conquistadores (y sus sucesores) con el trabajo y tributo de los indios que le fueron encomendados a cada uno. A cambio el encomendero debía garantizar la evangelización y buen trato de los indios.[22]​ Poco a poco la corona intentó reducir el poder y los beneficios económicos de los encomenderos, limitando las veces en que se podían heredar sus encomiendas (el número de "vidas" que tenían). Una vez que los hijos (en otras ocasiones los nietos) de los encomenderos fallecieran, las encomiendas serían restituidas al patrimonio de la Corona.[23]​ Por otra parte, con frecuencia se asignaron “jueces de milpas” a los partidos, un cargo no reconocido por la Corona, pero cuya función era aumentar la producción indígena para asegurar el sustento de los asentamientos españoles.[24]

Otro método consistió en los distintos “repartimientos”. Una de estas prácticas consistió en obligar a los indios a comprar las mercancías “repartidas” a crédito por los alcaldes mayores. Del mismo modo, los alcaldes también repartían materias primas para la confección de manufacturas de su interés, mismas que después recuperaban para su comercialización y beneficio personal. Finalmente existió el repartimiento de dinero, el cual consistía en un adelanto de dinero a cambio de que la próxima cosecha quedara comprometida como forma de pago.[25]​ Los repartimientos no siempre fueron forzosos,[26]​ ya que los indios también tuvieron interés en obtener préstamos o un ingreso extra por el excedente de una buena cosecha o por su trabajo, por lo que llegaron a participar de forma activa en tales intercambios.[27]​ Estos mecanismos sirvieron, por un lado, para que los indios obtuviesen un sustento básico y, por otro, para que los españoles que los gobernaban se hiciesen de textiles, tintes y cacao para su comercialización en el mercado internacional.


Las haciendas fueron otra forma de explotación económica en Chiapas. Consistían en unidades de producción agrícola o ganadera que dependían de mano de obra india y en algunos casos de esclavos africanos.[28]​ Las haciendas abarcaban grandes extensiones de tierra que se obtenían por mercedes reales, compras, donaciones o regularizando los predios obtenidos ilegalmente ante la Corona mediante un pago, por medio de las llamadas "composiciones de tierras".

Por otra parte, aunque cada una llegó a concentrarse en algún bien particular (añil, azúcar, ganado o cacao), su producción fue diversa con el fin de lograr cierta autosuficiencia.[29]​ Las haciendas se desarrollaron, principalmente, en ciertas regiones de Chiapa: el partido de Los Llanos, la Rivera de Ixtacomitán, la gobernación del Soconusco y en Los Cuxtepeques y la Frailesca.[28]​ El desarrollo de las haciendas durante el siglo XVIII las convirtió en importantes focos de concentración poblacional, alcanzando un momento de esplendor a partir del último tercio de dicha centuria y durante gran parte del siglo XIX.[28]

Demografía[editar]

Un efecto indeseado de las congregaciones para la población fue facilitar la propagación de las enfermedades traídas desde Europa: la viruela, el sarampión, la malaria y la fiebre amarilla estuvieron entre los padecimientos más importantes que mermaron la población india.[30]​ El impacto demográfico causado por el proceso de Conquista fue enorme. En términos generales, en Mesoamérica la población disminuyó -aproximadamente- a un tercio de su total para finales del XVI y principios del XVII.[31]​ En el obispado de Chiapas y Soconusco, un derrumbe de estas proporciones redujo el total de la población a unos 80 mil individuos.[32]​ No obstante, la caída demográfica tuvo variaciones en el espacio y en el tiempo. A diferencia de Nueva España, donde los niveles de población comenzaron a recuperarse desde la primera mitad del XVII, la tendencia a la baja en Chiapas continuó hasta el primer tercio del XVIII.[31]​ La disminución de la población fue todavía más brutal en el Soconusco, en donde un 93% de sus habitantes habían fallecido para 1570.[32]

Las hambrunas también contribuyeron a la disminución de la población. Una serie de malas cosechas comenzaron en 1691 y que se alargaron por 20 años.[33]​ En esos años se produjeron un motín y dos rebeliones, todas con repercusiones demográficas importantes (ver más adelante)[33]​ En cuanto a las plagas, la más importante fue de chapulin(o langostas), durante los años de 1769 a 1771. Tanto la región de Chiapa de Indios, como la cabecera de la recientemente fundada alcaldía de Tuxtla, vieron gravemente mermada su población, pues perdieron al menos la mitad de sus tributarios.[34]

Otro factor demográfico importante fue la movilidad de los indios. A pesar de la política de congregaciones, el abandono (la “fuga” o “huida” de personas) de naturales de estos pueblos fue constante, a pesar de los esfuerzos de las autoridades que veían con recelo la disminución de los tributarios/trabajadores que estaban bajo su control.[35]​ Frente a las enfermedades y las excesivas cargas impositivas, los indios del territorio chiapaneco no dudaron en cambiar su residencia momentánea o definitivamente. Todo esto dificultó un recuento demográfico preciso de la provincia. En el último tercio del siglo XVIII, las autoridades de la región redoblaron esfuerzos para solucionar el problema que suponían estos asentamientos “informales”, fundando nuevos pueblos o registrando en los padrones de tributarios a los indios que radicaban en los llamados "parajes".[35]

El Camino Real desempeñó un papel muy importante en la organización socioeconómica de la región, pero también en su demografía. Este camino fue la principal vía de comunicación entre Nueva España y Guatemala.[36]​ Desde la ciudad de Santiago hasta el Golfo de México, muchos pueblos de indios se ubicaron sobre dicho camino, por el cual transitaban frailes, autoridades, noticias, órdenes reales y, claro está, mercancías.[37]​ El camino atravesaba el valle del Río Grande a lo largo de su rivera norte. Conectaba las poblaciones de Aquespala, Escuintenango, Coapa, Copanaguastla, San Bartolomé de los Llanos (ahora Venustiano Carranza), Ostuta, Acalá, Chiapa de Indios, Tuxtla, Osumacinta, Chicoasén, Copainalá, Tecpatán y Quechula. En este último pueblo, los viajeros y mercancías se embarcaban en canoas hasta llegar al Golfo de México.Este camino fue la principal vía de propagación de las enfermedades que llegaron con la Conquista, coadyuvando así al descenso poblacional.[38]

A partir del segundo tercio del siglo XVIII, la población comenzó recuperarse. Este proceso se produjo de manera diferenciada en las distintas regiones de Chiapas.El hecho de que el Camino Real atravesara el valle del Grijalva explica por qué esta región fue, en un principio, la más poblada, pero también explica que se viera más rápidamente afectada por las enfermedades, de manera que la disminución poblacional se prolongó hasta finales de esa centuria. En cambio, en las zonas montañosas la caída demográfica fue menos dramática y la población empezó a recuperarse más pronto. Por ello, hacia el último tercio del siglo XVIII, la mayor parte de la población se ubicaba en esas zonas.[39]​ Esto trajo como consecuencia el prograsivo abandono del viejo Camino Real. En su lugar, el camino ascendió a las montañas, pasando por Comitán, Teopisca, Ciudad Real, Zinacantán, San Gabriel (ahora El Palmar, municipio de Chiapa de Corzo), Ixtapa, Chicoasén, donde conectaba con la región Zoque.[40]​ En la región de Los Zoques la caída demográfica comenzó a revertirse ligeramente en el segundo tercio del XVIII, en buena medida gracias al desarrollo cacaotero de la Rivera de Ixtacomitán.[41]

A partir de 1776 inició un crecimiento demográfico rápido y extenso. La región del valle del Grijalva por fin comenzó a recuperarse, mientras que el continuo crecimiento en Los Zendales se manifestó con la fundación de nuevos pueblos al norte o hacia la selva Lacandona. Asimismo, el crecimiento también incluyó a la región de Los Zoques y contribuyó a su crecimiento económico.[42]

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