Usuario:Airamarasine/Los misterios de París

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Airamarasine/Los misterios de París
de Eugène Sue
Editor(es) Charles Gosselin
Género Novela
Subgénero Novela social, novela río
Edición original en francés
Título original Les Mystères de Paris
Publicado en Journal de Débats
Tipo de publicación Periódico
Ciudad París
País Francia
Fecha de publicación 1842-1843
Formato Publicación serial

Los Misterios de París es una novela francesa publicada por entregas por Eugène Sue en el Journal des débats entre el 19 de junio de 1842 y el 15 de octubre de 1843. Al mostrar la miseria en París y algunos personajes que se empeñan en restablecer la justicia, esta novela río[1]​, a medio camino entre la novela social y la novela por entregas[2]​, inaugura la literatura de masas[3]​.

Origen de la obra[editar]

Un escritor burgués[editar]

Procedente de una de las familias de médicos más célebres de la época[4]​, hijo de un médico del Emperador, luego de Luis XVIII[5]​, ahijado de la emperatriz Josefina[6]​, Eugène Sue formaba parte de la juventud dorada parisina[7]​ de la barriada de Saint-Germain[5]​. En la energía que emplea en relacionarse con la nobleza de la época de la Restauración se percibe una pizca de envidia en este burgués, que quiere ser dandi a cualquier precio[8]​: anglófilo, miembro del Jockey Club, que le cuesta una fortuna[9]​, «jugando al lujo para hacer de gran señor», dijo Balzac en su momento[10]​. Sus novelas marinas no son inolvidables[11]​, sus novelas sobre la alta sociedad, luego Matilde, memorias de una joven, ―que Dumas, entre otros[12]​, considera la obra maestra de Sue[13]​― lo alejan de los salones elegantes.

Inicios[editar]

Es tal vez una necesidad de desquitarse lo que da a luz a los Misterios de París[14]​. En un primer momento, el proyecto que le presenta su amigo Goubaux no convence a Sue: narrar, no ya a la buena sociedad, sino al pueblo, tal como es, conocer el mundo y dejar de limitarse a ver solo la superficie. La respuesta de Sue fue: «Querido amigo, no me gusta lo que está sucio y huele mal[15]​».

La taberna (en francés, tapis-franc[nota 1]​), lugar de encuentro del Churiador, de la Guillbaora, del Maestro de Escuela, del Esqueleto y los demás.

Luego, Sue se decide. Se procura una bata remendada, se cubre con una gorra y baja de incógnito a una taberna de mala fama de las zonas más miserables de París[16]​.

Allí, presencia una reyerta entre dos personas que serán Flor de María y el Churiador del primer capítulo de los Misterios de París[17][18]​, que redacta tan pronto como regresa de su expedición[19]​. Luego redacta un segundo capítulo, un tercero, y hace leerlo todo a su amigo Goubaux, lector y asesor, que ya lo había salvado de un bloqueo de escritor cuando estaba escribiendo Arturo[20]​.

A Goubaux le gustan los dos primeros capítulos[21]​, no el tercero, que Sue sacrifica de inmediato[22]​, y discute la planificación de los tres o cuatro siguientes, donde se detiene[23]​. Ese mismo día, Eugène Sue escribe a su editor[24]​. La novela toma forma, y Sue entrega a su editor los primeros capítulos[25]​. Se acuerda que el libro ocupará dos volúmenes, y no deberá publicarse en un periódico[26]​.

Publicación serial[editar]

El Maestro de Escuela cegado por sus numerosos crímenes, de Staal grabado de Lavieille en las Œuvres ilustrées de Eugène Sue, 1850.

Desde su publicación, el éxito fue tal que no se mantuvo nada de esto. Se acordó que, en lugar de dos volúmenes, se harían cuatro, luego seis, luego ocho[27]​. En total, Los misterios de París estarán conformados por diez volúmenes[28]​, y se difundirán en el Journal de débats, que pagará a Sue 26 500 francos[29]​. Da ahí vienen el hastío y el decaimiento de los cuatro últimos volúmenes anotados por Dumas[30]​.

El éxito es inmediato y, rápidamente, universal[31]​, al llegar a todos los estratos de la sociedad y a todos los países. Los Misterios desatan pasiones, y su autor recibe una abundante correspondencia que atestigua la importancia del fenómeno suscitado por la novela[32]​. No es sino con este éxito cuando Sue comprende que su propia novela trata un asunto grave, fundamental, universal y, de la novela sobre las clases peligrosas que era en un principio, pasa a ser, en el transcurso de su redacción, la novela sobre las clases trabajadoras[33]​ que inaugura la novela social de los bajos fondos[34]​. Sue, que había empezado disculpándose con sus lectores burgueses y nobles por sumergirlos en los sórdidos horrores del París de los bajos fondos[35]​, va desde entonces a desviarse, a raíz de los miles de cartas de desconocidos que va a recibir[36]​, de la primera línea de su novela, para hacer de ella una tribuna abierta a los lectores descontentos con la sociedad[37]​.

L’écrivain Félix Pyat emmène un jour Eugène chez un ouvrier : « Eugène Sue était descendu de son coupé, avec toutes les élégances dont il était encore l’arbitre, ganté, verni, lustré, un parfait dandy, quoiqu’un peu gras déjà, par son âge, et surtout par sa vie assise de romancier-feuilleton. Il se trouva en face d’une blouse aux manches retroussées sur deux bras nus et deux mains salies, ou plutôt noircies par la poudre des métaux… L’ouvrier avait le verbe et donnait la lumière. Discutant théorie et pratique, les divers systèmes à la mode, saint-simonisme, fouriérisme, comtisme, tous les « ismes » du jour, il traita à fond les questions économiques les plus ardues, matière première, main-d’œuvre, crédit, produit, salaire, échange, circulation et distribution, capital et travail associés ou opposés, tous les problèmes de la science sociale, sans esprit de secte, avec le génie du philosophe, la passion du tribun, la raison de l’homme d’État et le bon sens de l’ouvrier, terminant par la misère du peuple avec une charité d’apôtre, une foi de prophète et une espérance de martyr – si bien qu’à la fin de ce prodigieux discours, Eugène Sue, comme illuminé de rayons et d’éclairs, se leva et s’écria : je suis socialiste»[38]​.

(El escritor Félix Pyat lleva un día a Eugène a donde un obrero: «Eugène Sue había bajado de su berlina, con todas las finuras de las que todavía era árbitro, enguantado, acharolado, lustrado, un perfecto dandi, aunque un poco gordo ya, por su edad y, sobre todo, por su vida sedentaria de autor de seriales. Se encontró frente a una bata de mangas arremagadas sobre dos brazos desnudos y dos manos sucias, o más bien enegrecidas por el polvo de los metales... El obrero poseía elocuencia y desprendía luz. Discutiendo teoría y práctica, los diversos sistemas que estaban a la moda, el sansimonismo, el fourierismo, el comtismo, todos los «ismos» del momento, trató a fondo las cuestiones económicas más arduas, materia prima, mano de obra, crédito, producto, salario, intercambio, circulación y distribución, capital y trabajo asociados u opuestos, todos los problemas de la ciencia social, sin espíritu de secta, con el genio de un filósofo, la pasión de un tribuno, la razón de un hombre de Estado y el sentido común de un obrero, acabando por la miseria del pueblo con la caridad de un apóstol, la fe de un profeta y la esperanza de un mártir – de tal manera que, terminado este discurso prodigioso, Eugène Sue, como iluminado por rayos y relámpagos, se levantó y exclamó: soy socialista.»)

Sue no duda en tomar posiciones, en su novela, respecto a diversos asuntos sociales, sobre todo la carestía de la justicia[39]​, las condiciones de encarcelamiento en las prisiones[40][41]​ y las condiciones de los cuidados en los hospitales[42]​.

Resumen[editar]

Rodolfo vestido de obrero, el Churiador (medallón arriba a derecha), la Lechuza (medallón en el centro) y la Guillabaora.
Cartel publicitario para la reedición de la novela por Rouff, finales del XIX.

Rodolfo, personaje misterioso al inicio de la novela, se dispone a restablecer cierta forma de justicia social en el París del siglo XIX. Se cruza, por lo tanto, con trabajadores pobres, tanto como con criminales, deseando recompensar a los bondadosos y castigar a los malvados. Las peripecias de los héroes los hacen recorrer París y sus alrededores, describiendo así unos lugares típicos del pueblo: la granja, el edificio del Viejo París y las calles.

La historia empieza en los callejones de la Isla de la Cité del siglo XIX; Rodolfo, que parece ser un obrero, presencia una disputa entre una joven vestida de prostituta y un hombre. Él pone al hombre en su sitio y, a continuación, se produce una trifulca; Rodolfo supera a su adversario a pesar de su fuerza física.

Entonces, Rodolfo propone entonces a su adversario tomar un trago para demostrarle que no está resentido. Es su oportunidad para oír la historia de la vida de su adversario. Se le apoda el Churiado, porque era aprendiz de carnicero y degollaba a los animales. Estando en el ejército, se encolerizó contra un sargento y lo mató. Pasó 15 años en el presidio por esto; no obstante, Rodolfo siente que, en el fondo, es bueno, y le va a dar una oportunidad pidiéndole ayuda.

Flor de María, cubierta ilustrada por Gino Starace para la edición de la Librería Arthème Fayard, colección «Le livre populaire», nº 28 bis, entorno a 1907.

La joven en cuya ayuda ha acudido tiene a penas 16 años. A pesar de su historia difícil, canta con una bella voz, es la razón por la que la apodan la Guillabaora. Siendo huérfana, ni siquiera ha conocido nunca a sus padres. Estuvo al servicio de una vieja gruñona para la que debía vender bastones de caramelo [nota 2]​, y que le pegaba. Un día, le arrancó un diente para castigarla, y la joven huyó. Fue entonces cuando fue arrestada y encarcelada, por ser considerada una vagabunda. Pasó allí casi diez años, y salió a los 16, con unos pequeños ahorros correspondientes a su salario por sus trabajos durante los años de prisión. Una de sus amigas de la cárcel, Alegría, se sirvió (con su consentimiento) de esta suma para comprar algunos muebles, alquilar una habitación minúscula y hacer trabajos de costura para vivir. Ella se encontró rápidamente sin un céntimo porque, olvidando su pobreza, ayudó a una mujer que acababa de dar a luz en un sótano insalubre. Completamente desamparada, sin nada para subsistir, se convirtió en presa de la encargada de un bar que intentó forzarla a hacer la calle.

Rodolfo paga las deudas de la Guillabaora y la hace salir de París. La ubica en una granja, dirigida por una buena mujer, y estos son los mejores días de la Guillabaora.

Rodolfo no es lo que su indumentaria de obrero hace ver, y solo ha venido a los peores barrios de París porque está buscando información sobre François Germain, el hijo de la granjera con quien ha ubicado a la Guillabaora. Sus investigaciones lo llevan a encontrarse con gente dudosa, y termina siendo raptado: le deberá su salvación al Churiador. Rodolfo no es avaricioso, y compra una carnicería par ubicar a su salvador. Este último se da cuenta de que ya no podrá degollar a los animales como antes; entonces, Rodolfo lo envía a Argelia para comprar allí una granja.

Durante este tiempo, para encontrar a François Germain, alquila la antigua habitación que este ha abandonado precipitadamente. Rodolfo piensa que así podrá recopilar información mejor. Así es como conoce a Alegría, que le explica sus principios del ahorro, le muestra que, de segunda mano, se puede comprar barato todo lo que un obrero necesita, y que elle no pide nada más que el escaso salario que obtiene de sus labores de costurera. Al escucharla, él la admira, pero también teme por ella: su presupuesto está tan ajustado que la menor enfermedad, el menor descenso en de los encargos, hará que vuelva a encontrarse en la calle.

Sin embargo, a pesar de esta situación precaria, Alegría deja de lado sus propias necesidades para ayudar a una familia obrera que pasa aún más necesidad que ella. El padre talla piedras preciosas y, a raíz un accidente, ha perdido una. Para reembolsarla, ha debido tomar prestada a usura una gran suma a un notario corrupto. El notario se aprovecha de esta deuda para obligar a su hija a acostarse con él. La joven se resiste, y él quiere hacer arrestar al padre por deudas: le debe a la intervención de Rodolfo, que paga a los acreedores, el no dormir en prisión. Sin embargo, su hija llega en el último minuto, con la suma que acaba de entregarle François Germain, que trabaja en el despacho del notario y ha oído que se iba a arrestar al obrero. Entonces, él ha sustraído el dinero de la caja del estudio pensando en devolverlo al día siguiente, porque tiene tantos ahorros que la va a reunir. Desgraciadamente para él, el robo es detectado por el notario, que se aprovecha para denunciarlo refiriendo una suma mucho más alta, lo que hace que acabe en prisión, donde Alegría va a visitarlo regularmente y toma conciencia poco a poco de su amor por él.

Rodolfo encuentra, así, a François Germain: no le queda más que hacerlo salir de la cárcel. Para esto, hace que el notario retire su denuncia. Es necesario también que le haga pagar por haber mandado a prisión al obrero y por otros expolios de los que es responsable. Entonces averiguará que el notario es culpable, además, de delitos aún mayores. En efecto, hace 17 años, Rodolfo tuvo una hija con una joven que intrigó para que la desposara; cuando el padre de Rodolfo la alejó, le confió la niña al notario para que la criara, esperando servirse de ella más tarde para presionar a Rodolfo. Ella quería hacerse casar a cualquier precio, puesto que Rodolfo, detrás de sus ropas de obrero deshacedor de entuertos, es el Gran Duque de un Estado alemán (estamos a mediados del siglo XIX, antes de la creación del imperio de Guillermo I). Posee miles de millones, y es casi el equivalente de un rey.

El notario hizo pasar a la niña por muerta cuando tenía seis años, para conservar en su beneficio la renta que se le había confiado para asegurar la educación de la pequeña. La vendió a la Lechuza, de donde ella escapó. No ha encontrado su rastro más que recientemente y, para evitar que se descubriera su delito, le pidió a sus cómplices que raptaran a la joven y la ahogaran. Esta muchacha no es otra que la Guillabaora, salvada in extremis por una de sus antiguas compañeras de presidio, que arriesgó su vida para rescatarla del agua y la hizo cuidar por un médico del pueblo vecino.

En el transcurso de estas aventuras, Rodolfo acude también en auxilio de una mujer de su esfera, a quien explica que, antes que querer tomar un amante para colmar el vacío que tiene en su dida (su madrastra la ha forzado a casarse con un epiléptico), puede, como él, hacer el bien a su alrededor. Cuando ella enviuda unos meses más tarde, a los 22 años, él acabará por confesarle su amor y casarse con ella.

Cuando vuelve a encontrar a la joven sana y salva, no tiene más afán que regresar a su país y recuperar su rango, para que su hija pueda disfrutar todos los privilegios que nunca ha tenido.

Sin embargo, esto no favorece a la joven, no solo porque ella se siente fuera de lugar, sino porque, además, no se siente digna de todos los grandes personajes con los que se codea. Así que, cuando un joven noble se enamora de ella, lo rechaza. Piensa que nunca será digna de ningún hombre, sobre todo tras haber sido durante un tiempo una mujer pública. En suma, era mucho más feliz en la granja, cuando creía ser solamente una protegida de Rodolfo, y no una princesa.

Entonces, entra en un convento, donde, tras un año de noviciado, pronuncia los votos. Su gran corazón hace que se elegida por sus compañeras como abadesa, pero no disfrutará este título, puesto que muere ese mismo día de una enfermedad del corazón, contraída a causa de las duras privaciones que rigen el convento.

Personajes[editar]

Rodolfo[editar]

El héroe de los Misterios es el misterioso Rodolfo, un hombre de una perfecta distinción del que no tardarán en adivinarse los orígenes principescos (en realidad, es el Gran Duque de Gerolstein, un país imaginario que pertenence, probablemente, a la Confederación Germánica), pero que puede, cuando lo desea, disfrazarse de modesto obrero.

Al poder comprender los usos del hampa de la Cité, saber hablar argot, estar dotado de una fuerza extrema y de un gran talento para pelear, Rodolfo es casi perfecto. Su compasión hacia la plebe es total; su juicio, infalible; sus ideas, brillantes. Rodolfo no tiene ningún defecto; como mucho, algunos errores pasados que reparar.

Rodolfo cuenta con la compañía de preciados cómplices: Sir Walter Murph, un británico, y David, un médico negro superdotado, antiguo esclavo.

Antes de convertirse en un héroe, Rodolfo encarna el proyecto del libro mismo: navega sin dificultades por todos los estratos sociales, consigue comprenderlos y comprender sus respectivos problemas y cómo están relacionados.

Gente del pueblo[editar]

La prisión, de Beaucé, grabado por Lavieille en las Œuvres illustrées d' Eugène Sue, 1850.
La Lechuza castiga a Flor de María arrancándole un diente.
Flor de María, apodada «la Guillabaora», hija secreta del príncipe Rodolfo, de Staal, grabado de Lavieille en los Œuvres illustrées de Eugène Sue, 1850.

Los dos primeros personajes que Rodolfo se encuentra son el Churiador y la Guillabaora. El Churiador[nota 3]​ era un antiguo aprendiz de carnicero que, a fuerza de matar animales, había acabado por matar a un hombre y pasado quince años en el presidio. Rodolfo salva a la Guillabaora de la brutalidad del Churiador, y salva al Churiador de sí mismo dominándolo físicamente, mostrándose como un adversario respetuoso y percibiendo que hay algo bueno en el Churiador.

A partir de este encuentro, el Churiador y la Guillabaora le profesarán un agradecimiento inquebrantable a su bienhechor Rodolfo, como la mayoría de los otros protagonistas de la novela, de hecho.

La novela presenta una galería de personajes :

  • Alegría, una griseta siempre alegre, pero seria y digna;
  • El Maestro de escuela, un ex presidiario brutal y peligroso de francés correcto que esconde un terrible secreto;
  • Ferrand, el notario corrupto que, por codicia, sumirá familias enteras en la miseria;
  • La Loba, una compañera de Flor de María de la prisión para mujeres de Saint-Lazare;
  • La Lechuza, una vieja tuerta con diabólicos proyectos;
  • Morel, un virtuoso obrero lapidario, y su familia;
  • Polidori, un abad y dentista con un pasado oscuro;
  • Cecily, la ex-mujer del doctor David, una mulata tan hermosa como fundamentalmente malvada;
  • La condesa McGregor, mujer fatal, ambiciosa y maquinadora;
  • El señor y la señora Pipelet, porteros[nota 4]​;
  • Brazo Rojo, un cabecilla parisino;
  • Tortillard, su hijo, cojo, astuto y malvado;
  • El Esqueleto, asesino completamente insensible a la influencia positiva de Rodolfo;
  • Marcial y su familia, en una isla aterradora en el Sena;
  • Flor de María, la Guillabaora, heroína frágil, hija secreta de Rodolfo.

Excepto Rodolphe, que está muy por encima de la cuestión de las clases sociales, la nobleza parisina es representada como sorda a las desgracias del pueblo, o incluso de los suyos, centrada en actividades e intrigas más bien vanas.

Posteridad y consecuencias[editar]

Cubierta de la edición prínceps de los Misterios de Marsella, de Émile Zola (1867).

Se ha hablado mucho de la invención de la novela en el siglo XIX:Stendhal, Balzac, Dumas, Flaubert, Gautier, Sand o Hugo. Se olvida a menudo a Eugène Sue. Théophile Gautier dijo de la novela: «Todo el mundo ha devorado Los misterios de París, incluso la gente que no sabe leer: estos se la hacen recitar por algún portero erudito y de buena voluntad[43]​». Los misterios de París ocupa un lugar único en el nacimiento de este género literario[44]​: no se trata solamente de una novela río que mantuvo en ascuas a cientos de miles de lectores durante más de un año (hasta a iletrados que se hacían leer los episodios, o sus lectores, que hacía cola delante del Journal des débats para conocer la continuación de las aventuras[45]​), es también una obra mayor en el surgimiento de una cierta forma de conciencia social que impulsó la Revolución de 1848[46]​.

Los mesterios de París es percibida en Francia, y en otros lugares, como una novela socialista[47]​, y el mismo Sue se convirtió a esta doctrina, a pesar de estar tan alejada de su esfera. Elegido diputado del Sena en 1850, con 130 000 votos de obreros[48]​, sus posiciones lo llevan a elegir el exilio durante el golpe de Estado de Napoleón III[49]​.

El interés de los Misterios de París no se limita a su destino político. El libro inaugura también un género que se convertirá más tarde en la radionovela y la telenovela, una obra de ficción destinada a las masas, que estimula la mente mediante temas sobre los que el mismo autor ha perdido el dominio, por la exposición de las pasiones humanas más fuertes y las más reprimidas.

Los misterios de París inspiraron decenas de novelas en varios países: Los misterios de Marsella, de Émile Zola; The Mysteries of London, de George W. M. Reynolds; Los misterios de Londres, de Paul Féval; Los misterios de Lisboa, de Camilo Castelo Branco; pero también Los misterios de Nápoles, de Francesco Mastriani, los Misterios de Florencia, de Carlo Collodi[50]​; los Misterios de Berlín, los Los misterios de Munich, los Misterios de Bruselas[51]​, Los nuevos misterios de París, de Léo Malet; Los futuros misterios de París,de Roland C. Wagner, Los misterios fantásticos de París, de Thomas Andrew y Sebastian Bernadotte, etc.

Al menos catorce imitaciones aparecen entre 1849 y 1870[52]​. Además, la novela es traducida y reeditada durante varias décadas en numerosos países[53]​, y ha servido de modelo a un nuevo tipo de literatura popular y, a veces, nacional[54]​.

Alejandro Dumas contaba que, hasta su muerte, Sue recibió cartas anónimas acompañadas de dinero en las que se le pedía que lo emplease en alguna buena obra. Recibía también de vez en cuando peticiones que se le encargaba que transmitiera a Rodolfo, el héroe de la novela, porque muchos estaban convencidos de que este nombre escondía, de hecho, a una persona real, algún gran príncipe, «y se arruinaba respondiendo positivamente a las solicitudes financieras de sus lectores más miserables, que lo asimilaban en sus cartas al príncipe Rodolfo[55]​.

Adaptaciones[editar]

La novela dio lugar a una obra de teatro, en febrero de 1844[56]​, antes de ser adaptada reiteradamente a la gran pantalla, sobre todo por Jacques de Baroncelli, en 1943, y por André Hunebelle, con Jean Marais en el papel de Rodolfo, en Les Mystères de Paris (film, 1962). En televisión, la adaptación de Claude Santelli, dirigida por Marcel Cravenne, con Denise Gence, asociada de la Comédie-Française, en el papel de la Lechuza, se emitió durante la Nochebuena de 1961[57]​. François Mauriac le consagró su crónica en el Figaro littéraire del 6 de enero de 1962[58]​. En 1980, André Michel realizó una adaptación de seis episodios[59][nota 5]​.

Galería de los personajes[editar]

Notas y referencias[editar]

Notas[editar]

  1. «Una "alfombra franca" (del francés tapis franc), en argot de los ladrones, significaba una taberna, una habitación de la más vaja estofa donde se reunían.» Eugène-François Vidocq, Dictionnaire argot-français, Éditions du Boucher, 2002, 169 p., p. 155
  2. Nota del traductor: En francés sucre d'orge, hace referencia a un tipo de caramelo fabricado con azúcar de cebada. Por lo tanto, a pesar de que tenía la misma forma que lo que hoy llamamos "bastones de caramelo", ese detalle es lo único que realmente tiene en común con la golosina que se consume actualmente.
  3. «Matarife», en argot.
  4. Su nombre ha originado el sustantivo pipelet/pipelette (en francés, chismoso, chismosa) (online)
  5. Titulos de los episodios: 1. Fleur de Marie (Flor de María) ; 2. Gerolstein (Gerolstein); 3. Le Coeur saignant (El corazón sangrante); 4. La Ferme de Bouqueval (La granja de Bouqueval); 5. Les Châtiments (Los castigos); 6. La Princesse Amélie (La princesa Amelia).

Referencias[editar]

  1. Yves Olivier-Martin, Histoire du roman populaire en France : de 1840 à 1980, Paris, Albin-Michel, 1979, 301 p. (ISBN 2-226-00869-1), p. 46.
  2. Maria Ley-Piscator, Le Gueux chez Victor Hugo, Paris, E. Droz, 1936, t. 4, 1936, p. 203.
  3. Dominique Jullien, Les Amoureux de Schéhérazade : variations modernes sur les Mille et une nuits, Ginebra, Droz, 2009, 219 p., (ISBN 978-2-60001-253-9), p. 35 y siguientes.
  4. Jacques Léonard, Les Officiers de santé de la marine française de 1814 à 1835, París, C. Klincksieck, 1967, 335 p. (OCLC 888308), p. 165.
  5. a b Pierre Chaunu, « Eugène Sue, témoin de son temps », Économies, Sociétés, Civilisations, vol. 3, no 3,‎ 1948, p. 302-303 (online).
  6. Édouard Bornecque-Winandy, Napoléon III, empereur social, París, Téqui, 1980, 119 p. (ISBN 978-2-85244-396-9), p. 22.
  7. Jean Mayet, 365 jours ou Les Éphémérides allant du XVIe au XXe siècle, París, Mon Petit Éditeur, 2013, 716 p. (ISBN 978-2-34201-183-8), p. 424.
  8. Jean-Louis Bory, Eugène Sue : Dandy mais socialiste, Hachette littérature, 1973, 448 p.
  9. Joseph Antoine Roy, Histoire du Jockey Club de Paris, París, M. Rivière, 1958, 154 p., p. 34.
  10. André Billy, Balzac, París, Club des éditeurs, 1959, 380p., p. 33: «Eugène Sue es un joven bueno y amable, fanfarrón por vicio, despesperado por llamarse Sue, que juega al lujo para hacer de gran señor; vale más que sus obras a pesar de eso, aunque esté un poco desgastado.»
  11. Louis Désiré Véron escribe, en 1834, en la Revue de Paris que «no son sino el prefacio de su historia», Bureau de la Revue de Paris, p. 60.
  12. Jules Brisson, Les Grands Journaux de France, París, Jouaust père et fils, 1863, 500 p.
  13. Alexandre Dumas, Théâtre complet, vol. 23-25 París, Calmann Lévy, 1889, p. 220.
  14. Louis Gabriel Michaud, Biographie universelle ancienne et moderne : ou histoire, par ordre alphabétique, de la vie publique et privée de tous les hommes qui se sont fait remarquer par leurs écrits, leurs talents, leurs vertus ou leurs crimes, t. 40, París, C. Desplaces, 1864, 688 p. (online), p. 395.
  15. Alexandre Dumas (préf. Francis Lacassin), Les morts vont vite, Monaco, Éd. du Rocher, 2002, 437 p. (ISBN 978-2-26804-264-0).
  16. Anaïs Goudmand, Ethos et posture du feuilletoniste : interventions d’auteur dans Les Mystères de Paris », Fabula / Les colloques, Posture d’auteurs : du Moyen Âge à la modernité, 11 de junio de 2014 (consultado el 17 de septiembre de 2015), ¶ 11.
  17. Louis Gabriel Michaud, Biographie universelle ancienne et moderne : ou histoire, par ordre alphabétique, de la vie publique et privée de tous les hommes qui se sont fait remarquer par leurs écrits, leurs talents, leurs vertus ou leurs crimes, t. 40, París, C. Desplaces, 1864, 688 p. (online), p. 395.
  18. Anna Lushenkova Foscolo (Russie, Publications, Marie-Ève Thérenty (dir.), Les Mystères urbains au prisme de l’identité nationale), « Entre l’« école naturelle » et les mystères de la capitale : la croisée des genres et des traditions littéraires dans Les Bas-fonds de Saint-Pétersbourg de Vsevolod Krestovski et sa version française », Médias 19,‎ 05 de enero de 2014, (online).
  19. Louis Gabriel Michaud, Biographie universelle ancienne et moderne : ou histoire, par ordre alphabétique, de la vie publique et privée de tous les hommes qui se sont fait remarquer par leurs écrits, leurs talents, leurs vertus ou leurs crimes, t. 40, París, C. Desplaces, 1864, 688 p. (online), p. 395.
  20. Alexandre Dumas, Le Monte-Cristo : journal hebdomadaire de romans, d’Histoire, de voyages et de poésie, Paris, Delavier, 1857 (online), p. 268
  21. Georges Jarbinet, Les Mystères de Paris d’Eugène Sue, París, Société Française d’Éditions Littéraires et Techniques, 1932, 231 p., p. 97.
  22. Alexandre Dumas illustré, vol. 24, París, A. Le Vasseur, 1905, p. 60.
  23. Georges Jarbinet, Les Mystères de Paris d’Eugène Sue, París, Société Française d’Éditions Littéraires et Techniques, 1932, 231 p., p. 97.
  24. Georges Jarbinet, Les Mystères de Paris d’Eugène Sue, París, Société Française d’Éditions Littéraires et Techniques, 1932, 231 p., p. 97.
  25. Georges Jarbinet, Les Mystères de Paris d’Eugène Sue, París, Société Française d’Éditions Littéraires et Techniques, 1932, 231 p., p. 97.
  26. Alexandre Dumas illustré, vol. 24, París, A. Le Vasseur, 1905, p. 60.
  27. Alexandre Dumas illustré, vol. 24, París, A. Le Vasseur, 1905, p. 60.
  28. Karlheinz Stierle, La Capitale des signes : Paris et son discours, 630 p. (ISBN 978-2-73510-873-2), p. 303.
  29. Isabelle Diu et Élisabeth Parinet, Histoire des auteurs, París, Perrin, 2013, 530 p. (ISBN 978-2-26203-377-4,online).
  30. Alexandre Dumas illustré, vol. 24, París, A. Le Vasseur, 1905, p. 60.
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Enlaces externos[editar]