Urbano VIII

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Urbano VIII


Papa de la Iglesia católica
6 de agosto de 1623-29 de julio de 1644
Predecesor Gregorio XV
Sucesor Inocencio X
Información religiosa
Ordenación episcopal 28 de octubre de 1604 por Fabio Biondi Blondus de Montealto
Proclamación cardenalicia 11 de septiembre de 1606 por Paulo V
Información personal
Nombre Maffeo Barberini
Nacimiento Florencia, Italia, abril de 1568
Fallecimiento 29 de julio de 1644
Roma (Italia)
Padres Antonio Barberini y Camilla Barbadori
Alma máter Universidad de Pisa
Pontificia Universidad Gregoriana

Escudo de Urbano VIII

Urbano VIII, (* Florencia, Abril de 1568 – † Roma, 29 de julio de 1644). Papa n.º 235 de la Iglesia católica entre 1623 y 1644.

Orígenes y formación

Nacido Maffeo Barberini en el seno de una noble familia florentina al quedar huérfano de padre, fue enviado por su madre a Roma bajo la protección de su tío Francesco Barberini que ocupaba el cargo de protonotario apostólico. Educado por los jesuitas en el Colegio Romano pasó a la universidad de Pisa donde, en 1589, se doctoró en leyes.

Carrera eclesiástica

Tras volver a Roma, comenzó a trabajar para la administración pontificia como abreviador apostólico y refrendario del Tribunal Supremo de la Signatura Apostólica. En 1592, el papa Clemente VIII le nombró gobernador de Fano y después protonotario apostólico hasta que, en 1601 fue nombrado legado papal y enviado a Francia para entregar a los reyes Enrique IV y María de Médici la fascie benedette con ocasión del nacimiento del delfín Luis XIII.

En 1604 fue nombrado arzobispo de Nazaret y enviado a París como nuncio apostólico hasta que en 1606 el papa Paulo V lo nombró cardenal presbítero, y en 1608 arzobispo de Spoleto.

Papado

Elección

Tras la muerte de Gregorio XV, el Colegio cardenalicio estaba compuesto por sesenta y seis miembros de los que sólo cincuenta y cuatro se reunieron en cónclave para designar al sucesor de San Pedro.

Dividido en dos facciones, la española y la francesa, el cónclave no conseguía decantarse por un sucesor y sólo tras varias sesiones, y ante el peligro que supuso una epidemia de malaria que se desató sobre Roma, logró que finalmente cincuenta de los cardenales reunidos eligieran al cardenal Barberini como nuevo pontífice.

Una de sus primeras medidas como pontífice fue la canonización de San Felipe Neri estableciendo además que los procesos de beatificación eran exclusivos de la Santa Sede y prohibiendo el uso en las representaciones artísticas de la aureola en personas no beatificadas o canonizadas. Posteriormente también elevó a los altares a Isabel de Portugal (1625) y Andrés Corsini (1629) y también beatificó a Cayetano de Thiene (1629). En 1639 reafirmó la prohibición de esclavizar a los indígenas.

El papa Urbano VIII, pintado por Gian Lorenzo Bernini (1625).

Los Estados Pontificios se vieron incrementados durante su mandato con la incorporación del condado de Urbino. Esta anexión territorial se logró sin mediar una acción militar ya que el papa persuadió al anciano duque Francesco Maria II Della Rovere para que le cediera sus posesiones que pasaron a engrosar las de la iglesia. De esta forma se alcanzó la mayor extensión de que habían gozado nunca los territorios civilmente jurisdiccionales de la iglesia.

Nepotismo

Urbano VIII,1643

Urbano VIII nombró, a los pocos días de su nombramiento papal, cardenal a su sobrino Francesco Barberini, poniéndolo al frente de la Biblioteca Vaticana; a su también sobrino Antonio Barberini lo hizo igualmente cardenal nombrándolo camarlengo y comandante en jefe de las tropas pontificias; a un tercer sobrino, Tadeo Barberini, también alcanzó el cardenalato y nombrado prefecto de Roma y general de las tropas papales. Por último, a su hermano Antonio Marcelo tras nombrarlo cardenal lo hizo gran penitenciario.

Este comportamiento hizo sentenciar al pueblo romano: quod non fecerunt barbari, fecerunt Barberini (Lo que no hicieron los bárbaros, lo hicieron los Barberini).

Inducido por sus parientes, que querían hacerse con los ducados de Castro y Ronciglione, Urbano VIII entabló una indecorosa guerra contra el señor de estos territorios, el duque de Parma, Odoardo I Farnesio. Tras intentar la quiebra económica del Farnesio mediante la prohibición de la importación a Roma del grano procedente del ducado de Castro, en octubre de 1641, las tropas papales invadieron el territorio ducal, a la par que excomulgaba a Odoardo y le privaba nominalmente de todas sus posesiones.

El duque de Parma reaccionó formando una coalición contra el papa a la que se adhirieron Toscana, Módena y Venecia, logrando derrotar a las fuerzas pontificias y proponiendo negociaciones de paz que no fueron aceptadas por Urbano VIII. Continuó la lucha y, por fin, ante la superioridad bélica de los coligados, el papa se vio forzado a capitular de forma humillante en marzo de 1644.

De no haber sido por el apoyo recibido de Francia, Roma hubiera sido conquistada por sus adversarios, por ello, y quizás consciente de su debilidad militar, Urbano VIII se consagró a la creación de un potente ejército y a la fortificación de sus territorios. Fundó una fábrica de armas en Tívoli, reforzó todas las estructuras defensivas de sus plazas de soberanía y levantó baluartes en torno a Sant’Angelo y Civitavecchia, empleando en todo ello enormes sumas sustraídas del erario de san Pedro.

Galileo Galilei

En los primeros años de su pontificado se proclamó como protector de las ciencias y el arte, esto significó un estallido de eufória entre la comunidad de los Linces. Urbano VIII fue un gran amigo de Galileo, incluso antes de subir al trono pontificio le escribió un poema en su honor titulado Adulatio Perniciosa. Galileo le retribuyó este acto con la dedicación de su libro Il Saggiatore. Sin embargo en 1630, después de la difusión de la obra magna de Galileo Diálogos sobre los dos máximos sistemas del mundo, Urbano VIII cambió radicalmente su postura hacia el sistema copernicano (defendido por Galileo), debido a que algunos de sus consejeros apelaban a la idea de que «Simplicio», el personaje necio e ignorante de la obra, defensor de las ideas aristotélicas, fue creado por Galileo para ridiculizarlo a él mismo. Urbano VIII estuvo presente en el juicio que se siguió contra Galileo el 23 de septiembre de 1632 y el 22 de junio de 1633, en el que éste se vio obligado a retractarse de sus tesis sobre el heliocentrismo.

El 31 de octubre de 1992 Juan Pablo II reconoció los errores de la iglesia en el caso de Galileo. En su discurso, mencionó los errores cometidos por la mayoría de los teólogos de la época, pero no mencionaba la responsabilidad personal de Urbano VIII.

La Guerra de los Treinta Años

Estatua de Urbano VIII por Gian Lorenzo Bernini y sus estudiantes entre 1635 y 1640.

A Urbano VIII le tocó representar un difícil papel en el drama político de la Guerra de los Treinta Años, toda una sucesión de guerras mal llamadas «de religión».

Francia, la monarquía del cristianísimo Luis XIII, la nación regida por cardenales como Richelieu y Mazarino, el país cuya diplomacia estaba encomendada a un fraile capuchino (el padre José, la «eminencia gris»), se alineó en la campaña con los protestantes alemanes y con los suecos de Gustavo II Adolfo contra los Habsburgo españoles y austriacos.

Felipe IV pidió al papa en reciprocidad con su incuestionada fidelidad la ayuda económica del Vaticano y la condena espiritual de la desleal política francesa. Protestó enérgicamente por medio de sus cardenales ante el consistorio romano denunciando que el papa obrara en connivencia con Francia, cómplice, a su vez, de los protestantes cuando luchaban contra las monarquías verdaderamente católicas.

Mas el papa no respondió. Pesaban demasiado las lecciones del pasado, de forma que Urbano VIII temía tanto el excesivo poder del eje imperial hispano-alemán del que Italia nunca se había visto libre, como que Francia se orientase hacia posiciones cismáticas como las adoptadas por Inglaterra. Quiso mantener una aparente neutralidad no comprendida por el bando católico y arriesgó que Roma se viera expuesta a la ofensiva de las tropas imperiales con la que amenazaba seriamente Albrecht von Wallenstein.

Se evitó en última instancia cuando el papa, en un gesto compensatorio de su negativa a reprobar la actuación francesa, quiso complacer a Felipe IV con otra negativa: en este caso, la del reconocimiento de la independencia de Portugal, que lograba desgajarse de España en 1640, y de la legitimación de la casa de Braganza en la persona de Juan IV.

Mecenazgo

Durante su pontificado Urbano VIII patrocinó las artes y se convirtió en mecenas de varios artistas, entre los que destaca Gian Lorenzo Bernini, al que le encargó el célebre baldaquino de San Pedro sobre el altar de la Basílica de San Pedro. Al camarero Antonio Latini.

A su política de mecenazgo se debe también la construcción del Palacio Barberini en Roma, la iglesia de Santa Maria della Concezione dei Cappuccini y la villa de Castel Gandolfo, lugar de vacaciones de los papas.

Las profecías de San Malaquías se refieren a este papa como Lilium et rosa (El lirio y la rosa), cita que al parecer hace referencia a su lugar de nacimiento, Florencia, cuyo símbolo es la flor de lis (lirio) y que comparte con Francia, país que durante su pontificado tuvo graves conflictos con Inglaterra, simbolizada por una rosa.

Véase también

Enlaces externos

  • Ficha en Catholic hierarchy.


Predecesor:
Gregorio XV
Papa

6 de agosto de 1623 - 29 de julio de 1644
Sucesor:
Inocencio X