Parábola de la oveja perdida
La parábola de la oveja perdida, llamada a veces parábola de la oveja extraviada,[1][2] o parábola de la oveja descarriada,[3] es una comparación (mashal) contenida en el Evangelio de Lucas (15, 3-7) que tiene en un pasaje del Evangelio de Mateo (18, 12-14) un texto con paralelismos evidentes que ilustra la misma idea general. En ambos casos la parábola se presenta puesta en labios de Jesús de Nazaret. Si bien esos dos pasajes del Nuevo Testamento tienen marcos diferentes y algunas características propias, presentan un núcleo central con tres elementos en común:
- Un hombre que tiene cien ovejas pierde una.
- Al darse cuenta, deja las otras noventa y nueve para ir en busca de la oveja perdida.
- Al encontrarla siente alegría por ella, con mayor gozo que por las noventa y nueve que no se extraviaron.
En el Evangelio de Lucas, la parábola de la oveja perdida es una de las parábolas de la misericordia —también llamadas parábolas de la alegría—,[4][5] junto con la parábola de la moneda perdida y la del hijo pródigo. El conjunto de esas tres parábolas caracteriza la figura y el mensaje misericordioso de Jesús de Nazaret tal como lo muestra el evangelista Lucas, a punto tal que llegó a considerárselas «el corazón del tercer evangelio».[6] En el Evangelio de Mateo, la parábola es más breve y forma parte de una regla de vida que tiene por objeto mostrar a los pastores de la Iglesia el espíritu con el que deben ejercer su ministerio, particularmente hacia los más pequeños y desprotegidos.[7]
También existe una versión en el extracanónico Evangelio de Tomás –el logion 107–[8] que, por los cambios que presenta, se diferencia del carácter más novedoso del mensaje de la parábola tal como lo transmiten las versiones de Lucas y de Mateo: que se ha de buscar a quien está extraviado, no porque sea bueno sino porque se ha perdido.[9] Una cuarta versión de la parábola, con formato de comentario y lenguaje manifiestamente gnóstico, aparece en el Evangelio de la Verdad.[10]
El cuidado individual de que es objeto la oveja perdida por parte del pastor tiene su correlato en el Evangelio de Juan, donde Jesús se presenta como el Buen Pastor que llama una por una a sus ovejas por su nombre (Juan 10, 3b). Así, suele asociarse la parábola de la oveja perdida con la advocación de Jesucristo como Buen Pastor:[11] «Yo soy el buen pastor. El buen pastor da su vida por las ovejas» (Juan 10, 11). Joseph A. Fitzmyer sugirió que la atención del pastor por la oveja perdida depende de la tradición del Evangelio de Juan.[12]
En palabras de otro teólogo y biblista contemporáneo:
No se debe del todo a confusión de ideas el que, desde el comienzo de la tradición cristiana, se identifique al Buen Pastor con la figura que lleva un cordero a hombros, que procede de la parábola de la oveja perdida.[13]
Entre las expresiones artísticas que en número considerable aluden a la parábola de la oveja perdida destacan las referencias que a ella hicieron varios literatos de primer orden del Siglo de Oro español: Miguel de Cervantes, Lope de Vega, Tirso de Molina, Calderón de la Barca y Francisco de Quevedo, entre otros, encontraron en esta parábola una fuente de inspiración.
La parábola en el Evangelio de Lucas y en el de Mateo
[editar]La parábola de la oveja perdida se encuentra en dos evangelios del Nuevo Testamento, el de Lucas (15, 3-7) y el de Mateo (18, 12-14), cuyos textos originales se escribieron en griego koiné. Existen papiros y códices muy antiguos que contienen la parábola, entre los que destacan particularmente los siguientes, catalogados según la clasificación de Aland y Aland en la Categoría I:
- Papiro 75 (datado de 175-225), contiene la versión lucana de la parábola y constituye, entre los papiros del Nuevo Testamento que han llegado hasta el presente, el más antiguo que la incluye.[14]
- Los cuatro grandes códices unciales de la Biblia en griego contienen ambas versiones, mateana y lucana: el Codex Vaticanus (c. 325-350), el Codex Sinaiticus (c. 330-360), el Codex Alexandrinus (c. 400-440), y el Codex Ephraemi Rescriptus (siglo V).[Nota 1]
Esta parábola —o, en palabras de Bultmann, «semejanza»—[15] es un relato que describe breve pero vivamente el interés que muestra una persona que al perder una oveja —considerada quizá por otros como insignificante en comparación con el conjunto del rebaño— sale en su búsqueda, y la alegría que siente al encontrarla. Las dos versiones canónicas de la parábola son las siguientes:
Originalidad y origen
[editar]No existe unanimidad de criterios sobre cuál de las dos versiones canónicas de la parábola es la más próxima a la versión inicial. Rudolf Karl Bultmann,[15] Eta Linnemann,[16] y Joseph A. Fitzmyer[17] sugirieron que la versión mateana es la más cercana a la original. Por su parte, Joachim Jeremias y Josef Schmid señalaron que la forma más próxima a la original es la del Evangelio de Lucas.[18] Claude Montefiore comentó que la forma original de la parábola podría conservarse de manera compartida: en algunos puntos el Evangelio de Mateo y en otros el de Lucas podrían preservar el material original de forma más precisa.[19] Por su parte, Charles Harold Dodd y François Bovon consideraron que posiblemente ninguna de las versiones que llegaron hasta nosotros sea la original,[20] aunque Dodd sugiere que la versión lucana parece ajustarse mejor a los términos de la parábola.[21]
La mayoría de los especialistas actuales acepta que la parábola de la oveja perdida tendría por origen la fuente Q,[22][23][24][25][26][27] una fuente hipotética común al Evangelio de Mateo y al de Lucas.
Auditorio, motivo y características de la parábola en Mateo y Lucas
[editar]En el Evangelio de Lucas, Jesús formula la parábola de la oveja perdida como respuesta a la murmuración indignada de los fariseos y escribas, quienes cuestionaban su conducta de recibir a los pecadores y admitirlos a su mesa.[28] Se trata del escenario y del motivo de la parábola,[29] es decir, en el Evangelio de Lucas la parábola está dirigida a los enemigos y críticos de Jesús.[30] Es una respuesta a los rabinos fariseos que mantenían un principio de no relación con aquellas personas consideradas pecadoras por su oficio o condición: «El hombre no debe relacionarse con el impío ni para enseñarle la Ley».[31]
En el Evangelio de Mateo la parábola presenta un auditorio diferente, puesto que Jesús no la dirige a los fariseos adversos a él sino a sus propios discípulos. En el marco histórico en el que se escribe ese evangelio, datado de los años 80 a 90 por la mayoría de los biblistas,[32][33][34] «los discípulos» significan los jefes de la comunidad cristiana.[35] Según Joachim Jeremias y Josef Schmid, la situación real que dio origen a la parábola se aproxima más a la descripta en el Evangelio de Lucas.[36][18]
Ambos relatos tienen un punto llamativo en común: ninguno de los dos nombra explícitamente el término «pastor» o «buen pastor», lo que sí hace el Evangelio de Juan (10, 11-14). Por otra parte, existen otros detalles diferentes en ambas versiones de la parábola. En Mateo, el pastor deja a sus ovejas en la montaña, mientras que en Lucas lo hace en el desierto. El Evangelio de Lucas es el único que presenta al dueño llevando a la oveja descarriada en sus hombros. Los autores cristianos de los primeros siglos tendieron a aunar las dos versiones para crear una nueva versión de la parábola con elementos obtenidos, en distinta proporción, tanto de los textos de Mateo y de Lucas como del Evangelio de Juan. Los relatos de Mateo y de Lucas se impusieron en los primeros siglos del cristianismo, mientras que el pasaje del Evangelio de Juan empezó a tener más notoriedad a finales del siglo IV y comienzos del siglo V.[37]
La parábola en el Evangelio de Tomás y en el de la Verdad
[editar]La parábola de la oveja perdida está también presente en el extracanónico Evangelio de Tomás (logión 107),[8] y existe consenso en que ese pasaje del evangelio apócrifo guarda cierto paralelismo con las parábolas de los evangelios sinópticos de Lucas y de Mateo. Podría haberse generado en una tradición independiente de la de los sinópticos.[38] Algunos autores han supuesto que este pasaje es más antiguo que los de Lucas y de Mateo,[38][39] pero Joseph A. Fitzmyer desestima esa opinión.[12] Otros autores consideraron este pasaje del Evangelio de Tomás, como derivado de los de Lucas y de Mateo,[40] y hasta como una distorsión de aquellos.[41]
La versión del Evangelio de Tomás presenta varias diferencias respecto de la parábola de los evangelios sinópticos de Lucas y de Mateo.
Jesús dijo: «El Reino es como un pastor que tenía cien ovejas. Una de ellas, la mayor (*), se perdió. Dejó a las noventa y nueve y fue a buscar esa una hasta que la halló. Tras haberse esforzado, dijo a la oveja: "Te quiero más que a las noventa y nueve".»[42]
(*) En otras traducciones: "la más grande", "la más gorda".[9][43]Evangelio de Tomás, 107
En primer lugar, no se trata tanto de una parábola apologética signada por la misericordia como en el Evangelio de Lucas, ni una parábola de carácter eclesial como en el Evangelio de Mateo, sino de un pasaje kerigmático,[10] con el formato de una parábola del Reino: «El Reino se asemeja a un pastor...».[8]
Además, añade que la oveja perdida era la más gorda,[44][43] y la más amada,[45] con lo que encuentra una justificación diferente para la búsqueda de la oveja: era la más apreciada por el pastor, la mejor.[9][45] Esa aclaración elimina el aspecto más original, paradójico y hasta escandaloso de la parábola de Jesús tal como la presentan los evangelios de Mateo y Lucas, en los cuales el pastor buscaba la oveja, no porque fuera buena o valiosa sino porque estaba perdida.[9][45]
Existe una cuarta versión, que aparece en el Evangelio de la Verdad,[46][47] atribuido a Valentín el gnóstico. En palabras de François Bovon, esta versión «parece más un comentario que una cita».[10]
La imagen del pastor y las ovejas en tiempos de Jesús
[editar]En la época de Jesús de Nazaret se conceptuaba a los pastores de forma muy dispar.[48] Se los mencionaba en varias listas de trabajos considerados despreciables: se trataba de uno de los oficios que un padre no debería enseñar a sus hijos por ser «oficios de ladrones».[49]
Si bien en varios pasajes de la Biblia hebrea se presentaba a Moisés, a David y al propio Yavé como pastores, la literatura rabínica en general contenía juicios desfavorables sobre quienes ejercían ese oficio.[49] De hecho, se igualaba a los pastores con los publicanos y recaudadores de impuestos. Se decía: «A los pastores, a los recaudadores de impuestos y a los publicanos les es difícil la penitencia», debido a que supuestamente no podían conocer a todos aquellos a quienes habían dañado o engañado como para hacer una reparación.[49] En el Evangelio de Lucas Jesús se presenta criticado por los escribas y fariseos en razón de que acoge a los publicanos. En respuesta, pronuncia una parábola en la que el protagonista misericordioso es un pastor, figura igualmente menospreciada. De allí que se haya llamado a este conjunto el «Evangelio de los marginados», ya que parece tener como uno de sus objetivos mostrar la cercanía de Dios y su misericordia para con quienes viven agobiados por el desdén y el rechazo de los demás.[50]
Temas y significados de la parábola
[editar]Comprendamos, pues, la realidad escondida bajo estas imágenes. Esta oveja no era realmente una oveja, y este pastor es diferente a un pastor.[51]
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La parábola de la oveja perdida fue objeto de variadas interpretaciones desde el cristianismo primitivo hasta el presente. Entre los significados más atribuidos y los matices más comentados destacan los siguientes.
El perdón y la misericordia de Dios
[editar]Tradicionalmente se considera que la parábola de la oveja perdida –particularmente en la versión del Evangelio de Lucas– constituye un pasaje que tiene por nota la misericordia de Dios para con los pecadores,[52] y una referencia directa al carácter positivo del perdón, en el marco de una enseñanza que diferencia el pecado del pecador.[53]
Según Agustín de Hipona, la misericordia es la compasión que experimenta el corazón humano ante la miseria del otro, sentimiento que compele a socorrer si está a nuestro alcance.[54] En la teología cristiana, se considera la misericordia como el atributo de Dios por excelencia: la misma misericordia está presente en todo su actuar.[55] Cuando Tomás de Aquino se preguntó cuál es la virtud más eminente, concluyó que en el ser humano es la caridad teologal porque es la que une al alma con Dios, el ser supremo; pero en Dios, que no tiene superior, la virtud más eminente es la misericordia (Suma Teol. II-II, q. 30, a.4).[56] Hans Urs von Balthasar hace referencia a Karl Barth al decir que «el Dios de Jesucristo es, en su esencia, misericordioso» y «que en su propio y libre poder (es), en su esencia más íntima, abierto, dispuesto, inclinado (propensus) a la compasión por el dolor ajeno y, por lo tanto, al apoyo, a la propia intervención ante este dolor ajeno».[57]
Este aspecto supone una subversión de ciertos procederes establecidos. En palabras de José María Cabodevilla, entre los hombres suele practicarse una variante de la parábola que no es trivial, la de «la oveja sarnosa»,[Nota 2] que manifiesta que para evitar el contagio debe arrojarse tal oveja fuera del aprisco.[58] Cabodevilla sugiere con sutileza el aire de superioridad de quien así opera, «el celoso guardián de las ovejas sanas y robustas, orgullo de su redil». Tal principio de intransigencia no halla respaldo alguno en las páginas del evangelio, sino que entra en abierta oposición con la enseñanza de Jesús de Nazaret,[58] expresada en parábolas como la de la oveja perdida.
La búsqueda de lo perdido y la alegría por lo encontrado
[editar][…] el perdón es la más alta expresión del amor y la más genuina. Pero lo que asombra en el perdón evangélico es otra cosa: que más alegría siente el que perdona que el que es perdonado. […] Si se pierde una oveja entre los riscos, el Padre no se desentiende de ella […][59] —Ignacio Larrañaga, Del sufrimiento a la paz
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La parábola no se interesa tanto por la historia de la oveja, que según el propio relato simboliza al hombre pecador caído en desgracia («Os digo que, de igual modo, habrá más alegría en el cielo por un solo pecador que se convierta...»). El personaje central de la parábola es el pastor, con el que se representa a Dios Padre («De la misma manera, no es voluntad de vuestro Padre celestial que se pierda uno solo de estos pequeños») o por extensión al propio Jesucristo. La psicología del pastor se manifiesta en dos cuadros:[60]
- en el primero se pone en evidencia su afán por buscar lo perdido, y
- en el segundo, su alegría por haberlo encontrado.
[…] el relato (y la otra parábola de la moneda perdida sigue la misma línea) describe con vivos colores el interés de una persona cuando pierde algo que un tercero podría juzgar relativamente insignificante, así como su correspondiente gozo cuando lo encuentra. […] las parábolas se refieren al extraño interés (así lo estimaban algunos) que Jesús mostraba por las clases deprimidas de la comunidad judía. Y posiblemente por algunos habitantes de Galilea que no eran judíos. No necesitamos preguntar si el que busca lo perdido es Jesús mismo o Dios. El reino de Dios ha llegado en el ministerio de Jesús, y uno de los rasgos de esa llegada era este inédito interés por lo «perdido».[61]
Al percibir la pérdida de la oveja, el pastor no manifiesta sentimientos de cólera, simplemente la preocupación por encontrarla. La pena y el dolor lo obligan a entrar en acción, a buscar afanosamente.[62] Charles Péguy enfatizó el tema en estos términos: «El pecador, que se apartó y estaba a punto de perderse, ha provocado la angustia en el corazón de Dios» [...] «La angustia de no encontrar la oveja perdida. De no estar seguro.»[63]
Si bien la búsqueda en el primer cuadro de la parábola refiere el amor del pastor por lo extraviado, la alegría por haber encontrado lo perdido constituye el núcleo central del relato.[64] En la bula Misericordiae Vultus con la que se convocó el Jubileo extraordinario de la misericordia, el papa Francisco hizo referencia a la alegría como aspecto fundamental de la parábola de la oveja perdida:
En las parábolas dedicadas a la misericordia, Jesús revela la naturaleza de Dios como la de un Padre que jamás se da por vencido hasta tanto no haya disuelto el pecado y superado el rechazo con la compasión y la misericordia. Conocemos estas parábolas; tres en particular: la de la oveja perdida y de la moneda extraviada, y la del padre y los dos hijos (cfr Lc 15,1-32). En estas parábolas, Dios es presentado siempre lleno de alegría, sobre todo cuando perdona. En ellas encontramos el núcleo del Evangelio y de nuestra fe, porque la misericordia se muestra como la fuerza que todo vence, que llena de amor el corazón y que consuela con el perdón.[66]Francisco, Misericordiae Vultus, 9
José María Cabodevilla enfatiza aún más los alcances interpretativos de las parábolas de la misericordia, en particular la de la oveja perdida y la de la moneda perdida.
[…] me sorprende mucho que tanto los comentaristas que he leído como los predicadores que he escuchado se detengan todos ahí, en la ponderación de la misericordia divina, y no digan nada sobre ese otro punto que para mí es mucho más asombroso y maravilloso: la alegría de Dios cuando recupera a un pecador. Y la verdad es que en las dos primeras parábolas (la de la oveja perdida y la de la moneda perdida) es eso precisamente lo único que cabría resaltar. Aun admitiendo que una oveja puede ser responsable de su extravío, cosa que me parece improbable, convendrá usted conmigo en que una moneda no tiene ninguna culpa de haber ido a caer debajo de la cama; lo único que ahí se pone de manifiesto es la alegría, la felicidad de la mujer al recobrar su moneda perdida. En cualquier caso, aunque la alegría de Dios suponga el ejercicio de su misericordia, ciertamente añade otra cosa más, añade algo que la simple noción de misericordia no implica, algo que no es menos admirable sino más admirable: el hecho de que Dios se alegre tanto cuando un hombre vuelve sus ojos a Él, el hecho de que una criatura pueda dar alegría a su Creador.[67]José María Cabodevilla
Figura del «descenso de Jesucristo»
[editar]Los padres de la Iglesia consideraron con frecuencia la parábola como una figura del «descenso de Cristo»,[Nota 3] es decir, como una figura de su encarnación,[68][69] de su pasión y de su descenso a los infiernos.[70][71] Así como en el Evangelio de Mateo el pastor deja los montes y desciende para buscar la oveja perdida, Jesucristo descendió en su encarnación y se anonadó en su pasión para salvar a cada hombre, al género humano. Algunos ejemplos son los siguientes:
El Señor ha venido a buscar a la oveja que había perecido y es el hombre el que había perecido.[72]Ireneo de Lyon, Demostración de la predicación apostólica, 22
Una oveja había perecido pero el buen pastor, dejando las noventa y nueve restantes en la montaña, descendió a nuestro valle de lágrimas, la buscó, y al encontrarla la puso sobre sus hombros.[72]Orígenes, Homilías sobre los números 19, 4
(Cristo) «aunque de condición divina no hizo alarde de su categoría de Dios, sino que se anonadó, tomando la condición de esclavo, haciéndose obediente hasta la muerte e incluso la muerte de cruz» (Filipenses 2, 6-8). Descendió a la tierra precisamente para salvar a la única sola ovejita perdida, es decir, al género humano.[73]Jerónimo de Estridón, Comentario a Mateo 18, 12
Descendió porque nosotros estábamos abajo y subió para que nosotros no nos quedáramos abajo.[74]Agustín de Hipona, Sermón Dolbeau 26, 48
Llamado a la atención pastoral
[editar]Entre los padres de la Iglesia, la parábola también fue ocasión de prédica para instar a no dejar en el desamparo a los demás ni desentenderse de su suerte.[51] En el Evangelio de Mateo la parábola se dirige a los discípulos como parte de una «regla de vida» de las primeras comunidades cristianas y una de las obligaciones de los pastores de la Iglesia. La parábola evoca que los responsables de las comunidades cristianas deben cuidar de los más desprotegidos, de igual forma que Dios cuida de esos «pequeños».[7]
En la Iglesia católica, el cuidado de los máximos pastores hacia los destinatarios de su ministerio se simboliza con el uso del palio, una faja o banda circular tradicionalmente hecha con lana de cordero. Se coloca sobre los hombros del sumo pontífice y de los arzobispos como símbolo del pastoreo y recordatorio de que deben cargar con las ovejas como el pastor lo hizo en la parábola de la oveja perdida.[75]
Así lo recordó Benedicto XVI, en la misa de inicio de su ministerio petrino, al asociar la imposición del palio con la invitación de llevarnos unos a otros sobre los hombros:
La parábola de la oveja perdida, que el pastor busca en el desierto, fue para los padres de la Iglesia una imagen del misterio de Cristo y de la Iglesia. La humanidad —todos nosotros— es la oveja descarriada en el desierto que ya no puede encontrar la senda. El Hijo de Dios […] la pone sobre sus hombros, carga con nuestra humanidad, nos lleva a nosotros mismos, pues Él es el Buen Pastor, que ofrece su vida por las ovejas. El palio indica primeramente que Cristo nos lleva a todos nosotros. Pero, al mismo tiempo, nos invita a llevarnos unos a otros.[76]Benedicto XVI
La parábola en las artes plásticas y literarias
[editar]Junto con los numerosos análisis que se hicieron de la parábola de la oveja perdida, se puso de manifiesto su profundidad, que supera el marco estrictamente religioso y que, a través del tiempo, alcanzó diversos campos de la cultura y de las artes.
Desde los tiempos del cristianismo primitivo se asoció la imagen del pastor que sale en busca de la oveja perdida con la de Cristo como Buen Pastor.[13] La profusión de representaciones escultóricas y pictóricas del tema del pastor y la oveja en el arte paleocristiano es notable:[77] se identificaron hasta 892 representaciones,[78] datadas en su mayoría de los siglos III y IV. La representación del Buen Pastor comenzó a menguar en su frecuencia hacia fines del siglo IV y prácticamente desapareció en el siglo V.[79]
Más tarde, el tema del Buen Pastor y de la oveja perdida se entrecruzaron nuevamente en representaciones pictóricas como El Buen Pastor de Bartolomé Esteban Murillo. Tiene su inspiración en el Evangelio de Juan (10, 11-14) donde Jesucristo se identifica con el Buen Pastor que da su vida por sus ovejas. En el primer plano de esa obra, Jesús niño apoya su mano izquierda sobre una oveja. Madrazo sugirió que esa oveja haría referencia a la oveja perdida del Evangelio de Mateo (18, 12).[80][81]
En la literatura, distintos elementos de la parábola sirvieron de modelo a varios autores de primer orden del Siglo de Oro español. La parábola de la oveja perdida facilitó la incorporación de elementos dramáticos a un subgénero pastoril ya popularizado por las églogas de Gómez Manrique, Juan del Encina, y Garcilaso de la Vega.[82]
Miguel de Cervantes aludió a la parábola de la oveja perdida en el final de la jornada primera de su obra La Gran Sultana, Doña Catalina de Oviedo (1615), en la que Sultana se asimila a una cordera alejada del aprisco que puede ser presa fácil de la «infernal serpiente».[83][84] En el romance A la oveja perdida, Lope de Vega presentó a Cristo como un pastor enamorado en busca de su oveja extraviada, que es el alma.[85] Lope era un poeta de una espiritualidad intensa, razón por la que el tema de la oveja perdida aparece además como central en El pastor lobo y cabaña celestial,[86] y como tema de segundo orden en La venta de la zarzuela, La fianza satisfecha y La buena guarda.[87] Tirso de Molina se inspiró en la parábola del buen pastor para la composición de algunos pasajes de la obra El condenado por desconfiado.[88] También Calderón de la Barca destacó por los varios autos sacramentales en los que hizo referencia a la parábola de la oveja perdida,[89] entre ellos, El pastor Fido.[90]
En uno de sus Salmos del Heráclito cristiano, Francisco de Quevedo utilizó el «yo poético» a través de pronombres, verbos y posesivos para presentarse como la oveja perdida que se aleja del rebaño:[91]
¡Cuán fuera voy, Señor, de tu rebaño,
llevado del antojo y gusto mío!
Llévame mi esperanza el tiempo frío,
y a mí con ella un disfrazado engaño.[92]
Entre los pensadores modernos destaca en este tema Charles Péguy, apodado «el poeta de la esperanza»,[93][94] quien describió en su obra El pórtico del misterio de la segunda virtud, lo que la oveja perdida produjo en el Buen Pastor,[95] antes de que en torno del cuello como una media corona, como una bufanda de lana que da calor, la oveja misma diera calor a su propio pastor.[96]
Hizo temblar el corazón mismo de Dios.
Un temblor de temor y un temblor de espera.
Un temblor también de miedo.
Un temblor de una inquietud
mortal.
Y después, y así, y además
de aquello que está ligado al temor, al miedo, a la inquietud.
Con una unión que no se rompe, con una unión que no se deshace,
temporal, eterno, con una indestructible unión
ha hecho temblar el corazón de Dios
con el temblor mismo de la esperanza.
Ha introducido en el corazón mismo de Dios la teologal
esperanza.[96]
Notas
[editar]- ↑ Las dos versiones canónicas de la parábola se encuentran también presentes en otros códices antiguos no alejandrinos: en el Códice de Beza (c. 400; categoría IV), en el Códice Washingtoniano (siglo V; categoría III), etc.
- ↑ San Jerónimo de Estridón utilizó la expresión «oveja sarnosa» en Commentariorum in Epistolam ad Galatas Libri 3,5.9 (ML 26,430): «[…] a la oveja sarnosa hay que separarla del aprisco, no sea que toda la casa arda, la masa se corrompa, la carne se pudra y el ganado se pierda.» Santo Tomás de Aquino utilizó la misma expresión en su Suma Teológica (II-II, q. 11, a.3) al referirse a los herejes. Sin citar, Cabodevilla hizo uso de esta expresión como contraria a los valores evangélicos.
- ↑ La contemplación de la vida de Jesús como un continuo «descenso» se presentó en diferentes teólogos y místicos a través de la Historia del cristianismo, hasta las reflexiones contemporáneas de san Carlos de Foucauld:
«Jesús no hizo otra cosa que bajar: bajar en la encarnación, bajar haciéndose criatura, bajar obedeciendo, bajar haciéndose pobre, abandonado, desterrado, perseguido, ejecutado, poniéndose siempre en el último lugar.»
Ver: Six, Jean-François (1988). Carlos de Foucauld. Itinerario espiritual (4ª edición). Barcelona: Editorial Herder. p. 76. ISBN 978-84-254-0048-3. Consultado el 28 de enero de 2016.
Citas bíblicas
[editar]- ↑ Escuela bíblica de Jerusalén (febrero de 2009). Biblia de Jerusalén (Edición Española) (4ª edición). Bilbao: Desclée de Brouwer. pp. 1457-1458. ISBN 978-84-330-2322-3.
- ↑ Escuela bíblica de Jerusalén (febrero de 2009). Biblia de Jerusalén (Edición Española) (4ª edición). Bilbao: Desclée de Brouwer. pp. 1414-1415. ISBN 978-84-330-2322-3.
Referencias
[editar]- ↑ Mateo-Seco, Lucas F. (2003). Teología trinitaria: Dios Padre. Madrid: Rialp. p. 126. ISBN 978-84-321-3464-7. Consultado el 28 de enero de 2016.
- ↑ Sheed, Francis Joseph (2003). Conocer a Jesucristo (12ª edición). Madrid: Ediciones Palabra. p. 296. ISBN 978-84-8239-767-2. Consultado el 28 de enero de 2016.
- ↑ Fernández-Carvajal, Francisco (2013). El misterio de Jesús de Nazaret. Madrid: Ediciones Palabra. p. 108. ISBN 978-84-9840-960-4. Consultado el 28 de enero de 2016.
- ↑ Segundo, Juan Luis (1984). Teología abierta. Vol. III. Reflexiones críticas. Madrid: Ediciones Cristiandad. p. 85. Consultado el 28 de enero de 2016. «[…] "parábolas de la alegría" que trae Lucas a continuación una de otra. Se llaman con justicia "de la alegría", porque este término figura como central en las tres. Se trata de la oveja perdida, la dracma perdida y del hijo perdido (o pródigo).»
- ↑ Fitzmyer, 1987, p. 650. «[…] todas tienen en común la centralidad del clima de "alegría" por la recuperación del objeto perdido.»
- ↑ Ramaroson, Léonard (1979). «Le coeur du Troisième Évangile: Lc 15». Biblica (en francés) 60 (3): 348-360. Consultado el 28 de enero de 2016.
- ↑ a b Schmid, Josef (1981). El Evangelio según san Mateo. Barcelona: Herder. pp. 389-390. ISBN 84-254-0080-5. «[…] tiene que ser entendida como una instrucción para mostrar la solicitud pastoral como algo querido por Dios. […] destaca el aprecio que a los ojos de Dios tienen los pequeños, esto es, los más insignificantes […] a los ojos del mundo y de la comunidad.»
- ↑ a b c Jeremias, 1974, p. 127. «[…] el Evangelio de Tomás (107), donde la parábola de la oveja perdida (Mt 18, 12-14; Lc 15, 4-7) se ha convertido en una parábola de la βασιλεία =«reino»: "El Reino se asemeja a un pastor..." […]»
- ↑ a b c d Aguirre, Rafael (1999). «Jesús, parábola de Dios Padre». En Aguirre, Rafael; Armendáriz, L.M.; del Cura, S., ed. Dios Padre de Jesucristo. Cuadernos de Teología Deusto, número 22. Bilbao: Universidad de Deusto, Facultad de Teología. p. 16. ISBN 978-84-9830-926-3. Consultado el 28 de enero de 2016. «El Evangelio de Tomás […] dice que el pastor deja las noventa y nueve y busca con todo su afán a la oveja perdida porque era la mejor y más gorda. Esta lectura recupera la parábola para los convencionalismos dominantes […] Lo que dice Jesús es muy diferente: se remite al amor escandaloso de Dios, que va en busca de lo perdido, precisamente porque es lo perdido […]».
- ↑ a b c Bovon, 2004, p. 37. «Lucas no es el único que transmite esta parábola. Los evangelios de Mateo y de Tomás, así como el Evangelio de la Verdad, la conocen también. Puesto que esta última versión es más un comentario que una cita, basta con comparar las tres recensiones de Lucas, de Mateo y de Tomás. Cada una de ellas sitúa la parábola en un cuadro diferente: kerigmático en Tomás, en el que una introducción evoca el Reino; eclesial en Mateo, en el que el capítulo 18 pone de relieve la disciplina; y apologético en Lucas.»
- ↑ Brown, Raymond E. (1999). El Evangelio según Juan. vol. 1. Madrid: Ediciones Cristiandad. p. 704. ISBN 84-7057-426-4. Consultado el 28 de enero de 2016.
- ↑ a b Fitzmyer, 1987, p. 654. «W. L. Petersen […] apura su argumentación para imponer la prioridad de la forma apócrifa sobre las dos recensiones evangélicas, no puedo aceptar su teoría. A mi juicio, la predilección del pastor por la extraviada depende de la tradición del cuarto Evangelio, que presenta directamente a Jesús como «el Buen Pastor» (cf. Jn 10,11-17) […]»
- ↑ a b Dodd, C. H. (1978). La Tradición histórica en el cuarto Evangelio. Madrid: Ediciones Cristiandad. p. 382. ISBN 978-84-7057-216-6. Consultado el 28 de enero de 2016.
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- ↑ Bovon, 2004, p. 38. «Las diferencias de contenido prueban también que ninguna de las formas de la parábola corresponde exactamente al original.»
- ↑ Dodd, 1974, pp. 117-118. «[…] La situación que señala Lucas es seguramente correcta […]
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- ↑ Jeremias, 1974, p. 49. «[…] Según Lucas, la parábola de la oveja perdida tiene por motivo la pregunta indignada de los fariseos: "¿Por qué (ὂτι — τί ὂτι) recibe este a los pecadores (en su casa) y los admite a su mesa?" (Lc 15,2) y termina con estas palabras: "Así Dios (en el juicio final) se alegrará más por un pecador que hace penitencia que por 99 hombres justos que no necesitan penitencia" (15, 7). El fin de Jesús es la justificación de la Buena Nueva frente a sus críticos. Cuando explica en la parábola cómo el pastor, cuando conduce su rebaño al redil, es feliz por la oveja que ha sido encontrada de nuevo; del mismo modo se alegra Dios por el pecador que se arrepiente. Se alegra de poder perdonar.»
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- ↑ Dodd, C. H. (1977). El fundador del cristianismo. Barcelona: Herder. p. 76. ISBN 84-254-0939-X. ««Va en busca de la que se le ha perdido hasta que la encuentra». [...] Jesús era censurado por hacer esto mismo. La parábola de la oveja perdida era de hecho (así nos dice Lucas) su réplica a tales censuras. La imagen tradicional del pastor divino se veía reanimada en sus acciones igual que en sus palabras.»
- ↑ Leal, 1973, pp. 204.
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- ↑ Piñero, Antonio (2009). Todos los Evangelios. Madrid: Edaf. p. 45. ISBN 978-84-414-2116-5. «Fecha de composición aproximada: después de Marcos, posterior a la destrucción de Jerusalén (año 70, que se presupone en Mateo 22:7 y Mateo 23:38) y anterior al Evangelio de Juan (que conoce el material sinóptico). Por tanto, en torno al año 80 o 90 del siglo I.»
- ↑ Jeremias, 1974, p. 49. «[…] En Mateo la parábola tiene un auditorio totalmente distinto. No se dirige, como en Lucas, a los adversarios de Jesús sino según Mt 18, 1, a sus discípulos. […] la frase final (versículo 14) significa: Dios quiere que vosotros vayáis tras el hermano caído —y precisamente el "pequeño", débil, desamparado— tan fielmente como el pastor de la parábola tras la oveja descarriada. La parábola, por tanto, es en Mateo una parábola de discípulos, que llama a los jefes de la comunidad a una fidelidad de pastor frente a los apóstatas; el acento no recae, como en Lucas, en la alegría del pastor, sino en la ejemplaridad de su búsqueda. Esta gran instrucción para los jefes de la comunidad que representa Mateo 18 […]»
- ↑ Jeremias, 1974, p. 50. «Para la cuestión de la situación original en la vida de Jesús, que le dio motivo para la parábola de la oveja perdida, el contexto de Mateo no nos da ningún punto de apoyo. No hay duda de que Lucas nos ha conservado la situación original.»
- ↑ Dulaey, 1993, p. 6. La autora señala que los tres evangelios involucrados (Lucas, Mateo y Juan) están lejos de ser incorporados por igual en la amalgama propuesta por la tradición. Del Evangelio de Juan se toma la expresión «buen pastor». Del Evangelio de Lucas los autores conservan la imagen del pastor que carga la oveja sobre sus hombros (que recibe el nombre de «pastor crióforo»). De la narración del Evangelio de Mateo se impuso la idea general de que el pastor estaba cuidando su rebaño en las montañas. La referencia de Lucas al desierto solo interviene para introducir otra interpretación secundaria, como es el caso de la del Pseudo-Cipriano, o en los comentarios al Evangelio de Lucas, entre los que destacan solo dos ejemplos bastante tardíos: los comentarios de Agustín de Hipona y de Cirilo de Alejandría. Incluso Ambrosio de Milán, que comenta el Evangelio de Lucas nos dice, como Mateo, que el pastor dejó a sus ovejas en las montañas. Como era de esperar en la Iglesia primitiva, fue la historia de los evangelios sinópticos la que destacó, y no la del Evangelio de Juan. No fue hasta finales del siglo IV o principios del siglo V que aparecieron en el comentario de la parábola de la oveja perdida otras características tomadas del Evangelio de Juan 10, seguidas del resto de la exégesis de la «parábola joánica».
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- ↑ Bovon, 2004, p. 37. «Esta versión se distingue de las otras dos por la descripción de la oveja, caracterizada como "la más grande" […]»
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- ↑ Piñero, Antonio, y col. (2009) [1999]. Textos Gnósticos - Biblioteca Nag Hammadi. Volumen II: Evangelios, Hechos, Cartas (3ª edición). Madrid: Editorial Trotta. pp. 146-161. ISBN 84-816-4138-3.
Ha llegado a ser un camino para los que iban descarriados y conocimiento para aquellos que eran ignorantes, descubrimiento para los que buscaban y apoyo para los indecisos y pureza para aquellos que estaban manchados. (Cristo) Es el pastor que ha dejado las noventa y nueve ovejas que no estaban perdidas y ha ido a buscar a la que estaba extraviada. Se regocijó cuando la encontró, porque noventa y nueve es un número que está en la mano izquierda, que lo contiene. Pero cuando se encuentra el uno, el número entero pasa a la mano derecha. Del mismo modo sucede al que le falta el uno, es decir, la mano derecha completa, que atrae a lo que era deficiente y lo toma del lado de la mano izquierda y lo lleva a la derecha, y de este modo también el número llega a ser una centena. Se trata del signo del que está en su sonido, o sea, del Padre. Incluso en sábado ha trabajado por la oveja que encontró caída en el pozo. Ha reanimado a la oveja subiéndola desde el pozo para que sepáis íntimamente, vosotros, los hijos del conocimiento interior, cuál es el sábado, en el que no es conveniente que la salvación descanse, para que podáis hablar del día de lo alto, que carece de noche, y de la luz que no se oculta, porque es perfecta. Decid, pues, desde el corazón que sois el día perfecto y que en vosotros mora la luz que no desfallece. Hablad de la verdad con los que la buscan y [del] conocimiento a los que han pecado en su error. - ↑ Attridge, Harold W.; MacRae, George W. (1996). «The Gospel of Truth (I, 3 and XII, 2)». En McConkey Robinson, James; Smith, Richard, ed. The Nag Hammadi Library in English. Coptic Gnostic Library Project (4ª edición). Leiden: Brill. p. 46. ISBN 90-04-08856-3. Consultado el 28 de enero de 2016.
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- ↑ a b c Jeremias, Joachim (1980). Jerusalén en tiempos de Jesús: estudio económico y social del mundo del Nuevo Testamento. Madrid: Ediciones Cristiandad. pp. 316-317 y 322. ISBN 84-7057-209-1.
- ↑ Fitzmyer, 1987, p. 648. «T. W. Manson (The Sayings of Jesús as Recorded in the Gospels according to St. Matthew and St. Luke, 282) denomina el conjunto de esta sección como «el Evangelio de los marginados» […] parece tener como objetivo mostrar la cercanía y la misericordia de Dios para con los que, dentro del pueblo, cargan generalmente con el desprecio, e incluso la condena, por parte de sus semejantes. En las parábolas del capítulo 15 eso es evidente: el pastor que busca la oveja que se le ha perdido […]»
- ↑ a b Asterio de Amasea (1857-1866). «Homilía nº 13, sobre la conversión». En Migne, Jacques Paul, ed. Patrologiae Cursus Completus: Series Graeca (PG) 40. París: Imprimerie Catholique. pp. 356-357, 361. Como meditación de la parábola de la oveja perdida, Asterio de Amasea predicó sobre la realidad escondida bajo las imágenes de la oveja y el pastor, y agregó:
«No desesperemos fácilmente de las personas, no dejemos en el abandono a los que están en peligro. Busquemos ardientemente a aquel que está amenazado, reconduciéndolo al buen camino, alegrémonos de su regreso introduciéndolo de nuevo a la comunidad de los creyentes».
- ↑ Stuhlmueller, Carroll (1972). «Evangelio según san Lucas». En Brown, Raymond E.; Fitzmyer, Joseph A.; Murphy, Roland E, eds. Comentario Bíblico "San Jerónimo" III. Madrid: Ediciones Cristiandad. p. 380. ISBN 978-84-705-7117-6.
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- ↑ San Agustín de Hipona (2007). Obras completas. Vol. 16: La ciudad de Dios. (Introducción y notas por Victorino Capánaga. Traducción por Santos Santamarta del Río y Miguel Fuertes Lanero) (6ª edición). Madrid: Biblioteca de Autores Cristianos. ISBN 978-84-7914-880-5. Libro IX, capítulo 5: «¿Y qué es la misericordia sino cierta compasión de nuestro corazón por la miseria ajena, que nos fuerza a socorrerlo si está en nuestra mano?»
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- ↑ Esto se verifica en numerosos escritos de los padres de la Iglesia: Ireneo de Lyon, Exposición sobre la predicación apostólica 33; Ambrosio de Milán, Apología de David 1, 5, 20; Jerónimo de Estridón, Contra Juan de Jerusalén 34, entre otros.
- ↑ Dulaey, 1993, pp. 15-16.
- ↑ Ireneo de Lyon, Adversus haereses 3, 19, 3, entre otros.
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¡A Ti, Pastor bendito, que buscaste
de las cien ovejuelas la perdida,
y, hallándola del lobo perseguida,
sobre tus hombros santos te la echaste!
¡A Ti me vuelvo en mi aflición amarga,
y a Ti toca, Señor, el darme ayuda:
que soy cordera de tu aprisco ausente,
y temo que, a carrera corta o larga,
cuando a mi daño tu favor no acuda,
me ha de alcanzar esta infernal serpiente! - ↑
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Yo soy el pastor
que en vuestras riberas
guardé un tiempo alegre
cándidas ovejas.
[…]
Pero desde el día
que una, la más buena,
huyó del rebaño,
lágrimas me anegan. - ↑ Arellano, Ignacio (2000). Diccionario de los autos sacramentales de Calderón. Edition Reichenberger. Pamplona: Universidad de Navarra. p. 166. ISBN 3-935004-02-8. Entre varios ejemplos, se puede citar el siguiente:
Gracias
os doy, Señor, de que sea
ya en vuestro rebaño yo
aquella perdida oveja
que Vos llevasteis en hombros
al redil de la ley vuestra. - ↑ Calderón de la Barca, Pedro (2003). El pastor Fido. (Edición crítica de Fernando Plata Parga). Pamplona / Kassel: Universidad de Navarra / Reichenberger. p. 167. ISBN 3-935004-60-5. Consultado el 28 de enero de 2016.
¿A ajeno pastor admites
de tan traidoras cautelas
que león de tus ejidos,
que lobo de tus ovejas,
trata más de devorarlas
que de guardarlas, y dejas
al que en la defensa suya
tantos desvelos le cuestas,
que escarchas, que resisteros,
montes penetrando y selvas,
pasó hambre, sed y cansancio,
porque una no se pierda? - ↑ Arellano, Ignacio, ed. (2013). Poesía del Siglo de Oro (Antología). Pozuelo de Alarcón, Madrid: Editex. p. 175. ISBN 978-84-9771-210-1.
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