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Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen

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No confundir con Manuel de la Concha.
Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen.

Manuel Gutiérrez de la Concha e Irigoyen conocido por su título nobiliario de marqués del Duero (Córdoba del Tucumán, Virreinato del Río de la Plata actual Argentina, 3 de abril de 1808 - Monte Muro, Navarra, 27 de junio de 1874) fue un militar y político español de tendencia liberal-moderada, notable por su combate contra las insurrecciones carlistas

Biografía

Manuel de la Concha nació en la actual Argentina, hijo de Petra Irigoyen y de Juan Gutiérrez de la Concha y Mazón, brigadier de marina y entonces gobernador intendente de la provincia de Tucumán. Su padre murió fusilado durante las luchas que siguieron a la Revolución de Mayo de 1810, recibiendo en 1864 honras fúnebres en el Panteón de Marinos Ilustres de San Fernando (Cádiz). Después de la muerte del padre, en 1814, la familia fijó su residencia en España, donde Manuel de la Concha hizo sus estudios preparatorios. Ingresó en la Guardia Real como cadete en 1820, ascendió a alférez en 1825 y a teniente en 1832.

Se adhirió al liberalismo, lo que le valió algunos meses de prisión antes de la muerte de Fernando VII. Habiéndose desencadenado la Primera Guerra Carlista, se unió a la causa de Isabel II y fue destinado al ejército del Norte, distinguiéndose en las acciones de Durango, Alsasua y Zúñiga, por las que obtuvo la Cruz de San Fernando. El 6 de abril de 1836 fue ascendido, recibiendo su primer mando por valentía demostrada en combate. Siguió siendo ascendido, alcanzando el grado de teniente coronel después de la conquista de Urrieta, en la cual se distinguió sobremanera. En la batalla de Belascoain mereció una segunda cruz de San Fernando y el ascenso a coronel. Fue ascendido a mariscal de campo en 1840. Participó entonces en la campañas de Arroniz, en las que mereció una tercera cruz de San Fernando. Habiéndose adherido al partido moderado, fue entonces nombrado comandante general de las provincias de Guadalajara y Cuenca en 1841.

En octubre de ese año participó, con Diego de León y otros militares y políticos moderados, en la tentativa fallida de derribar la regencia de Espartero, razón por la cual tuvo que exiliarse a Florencia. En el verano de 1843 contribuyó activamente a la caída del regente Baldomero Espartero, provocada por Narváez, lo que le valió la promoción a teniente general. Fue entonces nombrado inspector general de Infantería por los moderados entonces en el poder, y después capitán general de Castilla la Vieja.

Muerte del Marqués del Duero, por Joaquín Agrasot, pintura de 1884.

En 1847 recibió orden de encabezar una expedición a Portugal para ayudar a mantener el gobierno de la reina María II de Portugal, siguiendo las directrices de la Cuádruple Alianza. Tras haber vencido el 30 de junio de 1847 a las fuerzas setembristas mandadas por el general Francisco Xavier da Silva Pereira, primer conde das Antas, consiguió restablecer por la fuerza la autoridad de la soberana portuguesa en la ciudad de Oporto. Por ese hecho recibió distinciones honoríficas tanto en Portugal como en España, destacando el marquesado del Duero, con Grandeza de España de primera clase.

Fue nombrado capitán general de Cataluña, poniendo fin en 1849 a la revuelta de los matiners (catalán: madrugadores) en el ámbito de la Segunda Guerra Carlista.

Colaboró con el general Leopoldo O'Donnell durante el Bienio Progresista, ocupando, entre otros cargos, los de capitán general de Cataluña, diputado a Cortes y presidente de la Junta Consultiva de Guerra. Fue capitán general de las Dos Castillas durante el gobierno de la Unión Liberal, y en la década de 1860 fue presidente del Senado durante cinco legislaturas consecutivas.

Mausoleo del Marqués del Duero en el Panteón de Hombres Ilustres.

A pesar de ser ya sexagenario, a petición del general Serrano volvió a la actividad militar y política en 1872, convirtiéndose en uno de los más firmes partidarios de Alfonso XII de España. Su gran capacidad y prestigio militar hicieron que fuese considerado el mejor estratega del siglo XIX español, lo que llevó a que el gobierno de la Primera República en 1874 le entregara el mando del Tercer Cuerpo del Ejército del Norte, una unidad crucial para la defensa del régimen. En los tres meses durante los cuales estuvo al mando del frente carlista del Norte consiguió victorias de gran resonancia y significado, con especial relieve en la liberación de Bilbao, en mayo.

En los preliminares del ataque a Estella, la capital simbólica de los carlistas, una bala le atravesó el pecho durante la batalla de Monte Muro, cerca del pueblo de Abárzuza, en la tarde del 27 de junio de 1874.

Manuel Gutiérrez de la Concha era, con toda la probabilidad, el militar que estaba destinado a proclamar con el apoyo de Antonio Cánovas del Castillo, y tras la victoria inminente sobre el carlismo, la restauración al trono español de los Borbones. Debido a su muerte, sería un subordinado suyo en la campaña carlista, el general Martínez Campos, quien lo haría unos meses más tarde en Sagunto.

Fue el autor de un Proyecto de táctica de las Tres Armas, obra considerada de gran valía técnica su tiempo y que ha sido reeditada recientemente por el Ministerio de Defensa.

San Pedro Alcántara

Estatua ecuestre en Madrid.

Gutiérrez de la Concha estaba casado con Francisca de Paula Tovar y Gasca, marquesa de Revilla, de Aguilares y de Castro de Torres, condesa de Cancelada y de Lences, la cual aportó al matrimonio un gran patrimonio en forma de haciendas y fincas. En una de ellas, en las afueras de Málaga, el marqués logró mejoras en el rendimiento de la caña de azúcar, lo cual debió de animarle a emprender nuevas empresas agrarias relacionadas con la caña de azúcar.

Para ello, comenzó a adquirir tierras en la costa occidental de la provincia de Málaga a finales de la década de 1850. Amparándose en la leyes de fomento de la población rural de 1855, 1866 y 1868, creó la Colonia Agrícola de San Pedro Alcántara, origen del actual pueblo situado en la costa occidental de la provincia de Málaga. Un gran latifundio de cerca de 5.000 hectáreas, que se extendía por los territorios de Marbella, Benahavís y Estepona, al que dotó de los últimos adelantos agrarios, especialmente maquinaria, además de una granja escuela y una moderna fábrica azucarera.

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