Italia (época romana)

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Un fragmento de la Tabula Peutingeriana, un mapa romano del siglo IV, representando la parte meridional de Italia.

Italia, bajo la República Romana y el posterior Imperio, era el nombre que se daba a la Península Itálica.

Bajo la República y la organización de Augusto

Durante la República, Italia, que se extendía entonces desde el Rubicón hasta Calabria, no era una provincia, sino más bien el territorio de la ciudad de Roma, teniendo así un estatus especial: Por ejemplo, los comandantes militares no podían llevar sus ejércitos dentro de ella y por ello cuando Julio César pasó el Rubicón con sus legiones marcó el comienzo de una guerra civil.

El nombre de Italia abarcaba una porción de Italia que cambió a lo largo del tiempo. Según Estrabón (Geografía, v 1), al principio el nombre indicaba la tierra entre el estrecho de Mesina y la línea que unía el golfo de Salerno y el de Tarento; más tarde Italia se amplió hasta incluir toda la península, así como la ciudad istria de Colonia Pietas Iulia (Pola).

Con el final de la Guerra social del siglo II a. C., Roma había permitido a sus aliados itálicos entrar con pleno derecho en la sociedad romana, dando la ciudadanía romana a todos los pueblos itálicos.

Finalmente, Julio César dio la ciudadanía romana a los pueblos de la «Galia Transpadana», esto es, la parte de la Galia Cisalpina que quedaba al otro lado del Po, extendiendo así Italia hasta los Alpes.

Al comienzo del Imperio, Italia era una colección de territorios con diferentes estatus. Algunas ciudades, llamadas municipii, gozaban de cierta independencia de Roma, otros, las colonias, fueron fundadas por los propios romanos. Alrededor del año 7 a. C., Octavio Augusto dividió Italia en once regiones tal como relata Plinio el Viejo en su Historia Natural (iii 46):

La Italia romana (en verde) tal como la organizó Augusto.
  • Regio I Latium et Campania
  • Regio II Apulia et Calabria
  • Regio III Lucania et Brutii
  • Regio IV Samnium
  • Regio V Picenum
  • Regio VI Umbria et Ager Gallicus
  • Regio VII Etruria
  • Regio VIII Aemilia
  • Regio IX Liguria
  • Regio X Venetia et Histria
  • Regio XI Transpadana

La «provincia» italiana se vio favorecida por Augusto y sus herederos, con la construcción, entre otras estructuras públicas, de una densa red de calzadas.

La economía italiana floreció: la agricultura, la artesanía y la industria tuvieron un apreciable crecimiento, permitiendo la exportación de bienes a las otras provincias. La población italiana creció también: Augusto ordenó tres censos, para documentar la presencia de ciudadanos varones en Italia. Eran 4,063.000 en el año 28 a. C. y 4,937.000 en el 14 d. C. Incluyendo a las mujeres y los niños, la población total de Italia en el comienzo del siglo I estaría alrededor de los diez millones.

Italia en los siglos II y III

En este sestercio de Antonino Pío, la personificación de Italia está representada en el reverso.

Cuando la ciudadanía romana se concedió a todo el Imperio, la provincia de Italia comenzó a declinar, en favor de provincias más ricas. Más aún, Italia padeció los ataques de tribus bárbaras, lo que ocurrió a finales del siglo III (véase Crisis del siglo III y los emperadores de los barracones).

Diocleciano dividió el Imperio en cuatro partes (diócesis). La diócesis Italiae, gobernada por el Augusto de Occidente, fue dividida en dos zonas, cada una dividida en territorios menores administrados por correctores:

  • Italia suburbicaria («bajo el gobierno de Roma»)
    • Tuscia et Umbria
    • Valeria
    • Campania et Samnium
    • Apulia et Calabria
    • Sicilia
    • Sardinia et Corsica
  • Italia annonaria, con capital en Mediolanum (Milán)

Las anteriores regiones italianas de los Alpes Poenninae y Alpes Maritimae se convirtieron en parte de la Diocesis Galliarum.

Italia en los siglos IV y V

Cuando los bárbaros se convirtieron en el problema más importante, los emperadores se vieron obligados a salir de Roma, e incluso establecerse en otras provincias, incrementando así aun más el declive de Italia. En 330, Constantino I trasladó la capital del imperio a Constantinopla, con la corte imperial, la administración económica, así como las estructuras militares (como las flotas de Miseno y Rávena).

Tras la muerte del emperador Teodosio en 395, Italia se convirtió en parte del Imperio romano de Occidente. Luego vinieron los años de las invasiones bárbaras, y la capital se trasladó de Mediolanum a Rávena en el año 402. Alarico, rey de los visigodos, saqueó la misma Roma en el año 403; algo que no había ocurrido durante siete siglos. La Italia Septentrional fue atacada por los hunos de Atila y Roma se vio de nuevo saqueada por los visigodos bajo el mando de Alarico en el año 410.

Según la Notitia Dignitatum, una compilación de oficiales y funcionarios civiles y militares que se considera actualizada hasta los años 420 para la parte occidental del Imperio Romano, Italia se vio gobernada por un prefecto, el Prefectus praetorio Italiae (que gobernaba Italia, Ilírico y África), un vicarius, y un comes rei militaris. Las regiones estaban gobernadas por ocho consulares (Venetiae et Histriae, Aemiliae, Liguriae, Flaminiae et Piceni annonarii, Tusciae et Umbriae, Piceni suburbicarii, Campaniae y Siciliae), dos correctores (Apuliae et Calabriae y Lucaniae et Bruttiorum) y cuatro praesides (Alpium Cottiarum, Samnii, Sardiniae y Corsicae).

Con los emperadores controlados por sus generales bárbaros, el gobierno imperial controlaba débilmente Italia, cuyas costas eran constantemente atacadas. En 476, con la muerte de Rómulo Augústulo y el regreso de las insignias imperiales a Constantinopla, el Imperio Romano de Occidente acaba; durante unas pocas décadas, Italia permaneció unida primero bajo el gobierno de Odoacro, rey de los hérulos, y luego bajo los ostrogodos y los bizantinos, pero después de la invasión lombarda fue dividida en varios reinos, y no volvería a unirse de nuevo durante otros trece siglos.

Véase también

Referencias

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