Diferencia entre revisiones de «Golpe de Estado en España de julio de 1936»

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Revisión del 07:44 25 ene 2010

Pronunciamiento del 17 y 18 de julio de 1936
Guerra Civil Española
Parte de Guerra civil española
Fecha 17 y 18 de julio de 1936
Lugar Se inició en Melilla y se extendió por toda España y el Protectorado español de Marruecos.
Casus belli Asesinato de José Calvo Sotelo
Conflicto Sublevación militar con apoyo de elementos civiles
Resultado Indeciso
Consecuencias Inicio de la Guerra Civil Española
Beligerantes
Bandera de España II República española Bandera de España[1]Fuerzas Sublevadas
Comandantes
José Miaja José Sanjurjo (†),
Emilio Mola

El pronunciamiento del 17 y 18 de julio de 1936 fue una sublevación militar dirigida contra el gobierno de la Segunda República Española y cuyo fracaso parcial condujo a la Guerra Civil Española y, derrotada la República, al establecimiento del régimen franquista, que se mantuvo en el poder en España hasta 1975.

La situación política y social en vísperas del pronunciamiento

Desde el advenimiento de la Segunda República Española y especialmente desde la llegada al poder de la CEDA, el clima de violencia y extremismo político se había ido incrementando, casi sin interrupción. Importantísima en este sentido fue la Revolución de 1934 y la consiguiente represión, hasta el punto que algunos autores[2]​ llegan a afirmar que la Guerra Civil comenzó con dicha revolución.

El triunfo del Frente Popular en las elecciones parlamentarias del 16 de febrero de 1936 consolidó la polarización extrema de la vida política. Inmediatamente las organizaciones revolucionarias que integraban o apoyaban dicho Frente (PSOE, UGT, PCE, CNT, POUM, etc.) se lanzaron a una campaña de movilizaciones de masas (huelgas, manifestaciones, algaradas, ocupación de tierras, quema de iglesias...) en un ambiente claramente prerrevolucionario.

Pronto surgieron o entraron en acción grupos paramilitares revolucionarios o contrarrevolucionarios que con sus tiroteos y atentados, muchas veces indiscriminados, crearon una imparable espiral de acción-reacción. Los grupos políticos en auge eran los más extremistas de cada bando: Falange Española que se nutría de los descontentos de la CEDA y prácticamente había absorbido a su rama juvenil[3]​); y los afines a Largo Caballero (a quien significativamente empezaron a llamar El Lenin Español) dentro del PSOE.

Por su parte, la victoria del Frente Popular y el creciente clima revolucionario y violento convencieron a muchos de que la democracia había fracasado y de que la República estaba a punto de caer en manos de revolucionarios marxistas. Esto les llevó a la conclusión de que se imponían soluciones drásticas.

En la sesión parlamentaria del 16 de junio de 1936 el líder de la oposición José María Gil-Robles, presentó un informe sobre los desórdenes ocurridos desde las elecciones que incluía 170 iglesias incendiadas, 251 intentos fallidos de quema de iglesias, 269 muertos y 1.287 heridos por asesinatos políticos y choques callejeros, 133 huelgas generales y 218 parciales. Aunque la exactitud de las cifras es difícilmente verificable y fueron rebatidas por diputados de Frente Popular en la mencionada sesión,[4]​ dan una idea de la magnitud de los problemas y del ambiente de enfrentamiento que se respiraba.

Los motivos de la rebelión

En el ambiente que reinaba en España en la primavera de 1936, las clases medias y altas temían que una oleada implacable de violencia atea y revolucionaria barriese la sociedad y la Iglesia.[5]​ Este temor se acrecentaba con los discursos revolucionarios de Largo Caballero y otros dirigentes extremistas, y con las proclamas de la prensa izquierdista. También contribuían al pánico la prensa derechista y los beligerantes discursos de José María Gil-Robles y José Calvo Sotelo.

Los preparativos

Desde el mismo momento de la victoria electoral del Frente Popular, oficiales reaccionarios y monárquicos comenzaron la preparación de una sublevación militar.[6]​ El asesinato de Calvo Sotelo convenció de la necesidad de dar el golpe de Estado a los militares que aún estaban indecisos, entre ellos y según Preston, a Franco. Este golpe de Estado estaba preparado por Mola (el Director) para mediados o finales de julio desde hacía tiempo y contaba con el apoyo de la Falange y de los movimientos conservadores y católicos.


El papel de Franco durante los preparativos

El detonante: los asesinatos del teniente Castillo y José Calvo Sotelo

En la dinámica de venganzas y represalias de aquellos días, y con la fecha del pronunciamiento fijada para los días 10 al 20 de julio,[7]​ el 12 de julio muere asesinado por pistoleros de extrema derecha, carlistas para algunos historiadores, falangistas para otros,[8]​ el teniente de la Guardia de Asalto José Castillo.

Castillo era conocido por su activismo izquierdista y por negarse a intervenir contra los manifestantes de la Revolución de 1934. Estaba acusado ser el culpable de la muerte de Andrés Sáenz de Heredia, primo de José Antonio Primo de Rivera. Además era miembro de la UMRA, instructor de las milicias de la juventud socialista[8]​ y número dos en una lista negra de oficiales prorrepublicanos supuestamente confeccionada por la UME y cuyo número uno, el capitán Carlos Faraudo ya había sido asesinado.[9]

El mismo día de su asesinato, en Ketama (Marruecos), varios de los golpistas celebraron el llamado juramento del Llano Amarillo, donde se perfilaron los detalles de la próxima sublevación.

A primeras horas del día siguiente, 13 de julio, un grupo de guardias de asalto salió a vengar la muerte de su compañero en la persona de algún político de derechas. Buscaron primero a Antonio Goicoechea y a Gil-Robles, pero al no encontrar a ninguno de ellos secuestran y matan a José Calvo Sotelo miembro del parlamento y líder de Renovación Española.

La rápida condena del crimen por parte del Gobierno y el arresto inmediato de quince oficiales de la Guardia de Asalto no sirvieron para disipar las dudas y varios diputados acusaron al Gobierno de estar implicado en el crimen durante el debate parlamentario que trató del asesinato de Calvo Sotelo. En cualquier caso, para cualquier observador imparcial, era intolerable que un líder de la oposición hubiera sido asesinado por oficiales uniformados conduciendo un vehículo del Gobierno.[10]

La conmoción que siguió al asesinato de Calvo Sotelo fue tremenda y convenció a muchos indecisos, incluido el mismísimo Franco, de que un pronunciamiento militar era la única salida posible. Aunque como hemos visto la conspiración estaba ya muy avanzada y la fecha fijada para el mes de julio, los conspiradores invocaron a posteriori el asesinato de Calvo Sotelo como prueba de que la intervención militar era necesaria para salvar al país, según unos, de la anarquía o, según otros, de la revolución marxista.

Desarrollo: 17 al 20 de julio de 1936

Consideraciones generales

Finalmente, y tras varios aplazamientos, el momento fijado para el inicio de la insurrección fue la mañana del 18 de julio de 1936. Como hemos visto, ya desde su primera instrucción de abril, el general Mola diseña una acción caracterizada por la rapidez y violenta decisión en la que una minoría se impondría a la mayoría mediante la coacción y el terror.[11]​ Mola prevé el empleo de una violencia extrema para reducir a los que se opusieran, que se juzgaban muchos y bien organizados.[12]​ Aunque Mola pensaba probablemente en las autoridades republicanas y dirigentes sindicales y políticos y no en sus compañeros de armas, era consciente de que muchos oficiales sentían escasa simpatía por el movimiento golpista y en una de sus instrucciones advertía:

"Ha de advertirse a los tímidos y vacilantes, que el que no esté con nosotros, está contra nosotros, y que como enemigo será tratado. Para los compañeros que no son compañeros el movimiento triunfante será inexorable".[13]

Las amenazas de Mola se cumplieron plenamente y al estallar la sublevación, ésta vino acompañada sistemáticamente de una represión feroz de la que eran víctimas todos los que oponían resistencia al golpe, incluyendo aquellos militares que optaron por mantenerse leales al poder legalmente establecido o incluso los que mostraron dudas, sin excepciones por parentesco o amistad. Se dio la trágica paradoja de que los oficiales que permanecieron leales a la legalidad republicana se enfrentaron a consejos de guerra en los que sus compañeros golpistas los juzgaban, condenaban y ejecutaban por el delito de rebelión.[14]

A pesar de la descoordinación de los golpistas en todas partes la pauta seguida fue muy similar: insurrección; detención y fusilamiento de jefes y oficiales opuestos o indecisos; adhesión de milicias falangistas y carlistas allí donde existían; control de las calles y puntos estratégicos; incursiones de castigo en los barrios obreros y asesinato de alcaldes, gobernadores civiles, autoridades republicanas y líderes obreros y políticos de izquierda.[15]

Fuerzas sublevadas

Tal como señala el general Casas de la Vega, las guerras las hacen los ejércitos que se enfrentan. En este caso y por tratarse de una guerra civil, en la Guerra de España de 1936 a 1939 intervino un solo ejército que se partió en dos y combatió consigo mismo en una de las más trágicas contiendas de la historia:

Si hemos de ver por qué se combate y cómo se combate en nuestra guerra, parece indispensable saber, primero por qué y cómo se partió el Ejército único e inicial, qué eran aquellos dos Ejércitos que se combaten , quiénes los mandaban y dónde estaban ubicadas sus unidades

Situación final

Áreas controladas por los sublevados al inicio de la guerra.

Aunque no existe ninguna fecha oficial para el final de la sublevación, muchos historiadores[16]​ coinciden en señalar la fecha del 20 de julio de 1936 como el final de la fase de sublevación y el inicio de la guerra propiamente dicha.

En ese momento los sublevados controlaban aproximadamente un tercio del territorio que incluía la práctica totalidad de Galicia, León,[17]Castilla la Vieja[17]​ (excepto Santander), Álava, Navarra, la mitad occidental de Aragón (incluyendo las 3 capitales provinciales), el norte de Cáceres (incluyendo la capital), Canarias (excepto La Palma), Baleares (excepto Menorca), Ceuta, Melilla y todos los territorios coloniales españoles a excepción de la Guinea Española. También estaban bajo control de los sublevados las ciudades de Oviedo, Granada, Córdoba, Cádiz y Sevilla, así como un estrecho corredor que unía a estas últimas.

Los rebeldes controlaban grandes áreas cerealísticas, pero la industria, tanto pesada como ligera, así como las grandes ciudades españolas (Madrid, Barcelona, Valencia, Bilbao) seguían en manos de la República.

Hubo tímidos intentos de llegar a algún compromiso, como por ejemplo una llamada telefónica de Martínez Barrio al general Mola a las dos de la madrugada del 19 de julio, pero ninguno de los bandos en conflicto estaba dispuesto a ceder, por lo que la sublevación se convirtió en una guerra civil que duró 3 años.

Cronología

Notas

  1. Los sublevados utilizaron en los primeros días diversas banderas, entre ellas la bandera oficial republicana. El presidente de la Junta de Defensa Nacional, general Cabanellas, firma un Decreto, el 29 de agosto de 1936, por el que se recupera la bandera tradicional roja y gualda. Véase La bandera en la web de Presidencia del Gobierno de España
  2. Pío Moa en 1934, comienza la guerra civil: el PSOE y la Esquerra emprenden la contienda
  3. Preston, pag.169
  4. Jackson, pag. 202
  5. Preston, pag. 169
  6. Jackson, pag. 206
  7. Jackson pag. 209
  8. a b Jackson pag. 211
  9. Preston pag. 176
  10. Jackson pag. 212
  11. Blanco pag. 200
  12. Preston pag. 168
  13. Instrucción Reservada nº5 emitida el 20 de junio de 1936. Citada en Blanco pag. 201
  14. Blanco pag. 201
  15. Juliá
  16. por ejemplo en Jackson pag. 213 ó García de Cortázar pag. 480
  17. a b Todas las denominaciones regionales que aparecen, singularmente León y Castilla la Vieja, se refieren a la división regional existente en la época.

Referencias

Véase también

Enlaces externos

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