Diferencia entre revisiones de «Suicidio»

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El '''suicidio''' (del [[latín]] ''sui caedere'', 'matar a uno mismo') es el acto de quitarse la propia vida. Muchas religiones lo consideran un [[pecado]], y en algunas [[jurisdicción|jurisdicciones]] se considera un [[delito]]. Por otra parte, algunas [[cultura]]s lo ven como una forma honorable de escapar de algunas situaciones humillantes, sin escapatoria o dolorosas en extremo.
El '''suicidio''' (del [[latín]] ''sui caedere'', 'matar a uno mismo') es el acto de quitarse la propia vida. Muchas religiones lo consideran un [[pecado]], y en algunas [[jurisdicción|jurisdicciones]] se considera un [[delito]]. Por otra parte, algunas [[cultura]]s lo ven como una forma honorable de escapar de algunas situaciones humillantes, sin escapatoria o dolorosas en extremo.


El número de casos ha aumentado a escala MUNDIAL en un 60% en los últimos cuarenta y cinco años. En la actualidad, un millón de personas ponen fin a su [[vida]] todos los años, lo que equivale a una muerte cada cuarenta segundos.<ref> [http://www.watchtower.org/s/20011022/article_01.htm Merece la pena vivir] La mayoría de nosotros amamos la vida y nos aferramos a ella, ¿por qué, entonces, aumenta el índice mundial de suicidios?</ref>
El número de casos ha aumentado a escala planetaria en un 60% en los últimos cuarenta y cinco años. En la actualidad, un millón de personas ponen fin a su [[vida]] todos los años, lo que equivale a una muerte cada cuarenta segundos.<ref> [http://www.watchtower.org/s/20011022/article_01.htm Merece la pena vivir] La mayoría de nosotros amamos la vida y nos aferramos a ella, ¿por qué, entonces, aumenta el índice mundial de suicidios?</ref>





Revisión del 01:02 3 nov 2009

El suicidio, de Edouard Manet (óleo, 1877)

El suicidio (del latín sui caedere, 'matar a uno mismo') es el acto de quitarse la propia vida. Muchas religiones lo consideran un pecado, y en algunas jurisdicciones se considera un delito. Por otra parte, algunas culturas lo ven como una forma honorable de escapar de algunas situaciones humillantes, sin escapatoria o dolorosas en extremo.

El número de casos ha aumentado a escala planetaria en un 60% en los últimos cuarenta y cinco años. En la actualidad, un millón de personas ponen fin a su vida todos los años, lo que equivale a una muerte cada cuarenta segundos.[1]


Introducción

Para considerarse suicidio, la muerte debe ser un elemento carnal y el motivo del acto, y no sólo una consecuencia casi ineludible. Así, los hombres bomba y los mártires no son considerados suicidas, dado que se sacrifican en nombre de una creencia. Tampoco son suicidas los que se sacrifican por otros en caso de emergencias ni los soldados que mueren en una guerra y, en estos casos, los muertos no son proscritos por la religión ni por la ley. En el caso de que el suicidio tenga consecuencias legales, la ley recoge que debe haber prueba de intención de morir así como la propia muerte para que el acto sea considerado un suicidio. Puede que dicho proceso sea costoso en caso de minusvalía y tenga que depender de alguien más, que entraría entonces en una dinámica de cómplice de suicidio y sería posiblemente penado con la cárcel.

El suicidio y la ley

En muchos países como España si un suicidio puede ser evitado por otra persona, debe hacerse. En caso contrario podría ser considerado como un caso de omisión del deber de socorro, lo que está tipificado como delito en diversas legislaciones. Este hecho es justificado en que un intento de suicidio podría ser debido, por ejemplo, a un estado de locura transitorio, a un estado depresivo muy grave u otras situaciones análogas.

De igual manera, en legislaciones como la chilena, el auxilio al suicidio es punible según señala el art. 393 del Código Penal: «El que con conocimiento de causa prestare auxilio a otro para que se suicide, sufrirá la pena de presidio menor en sus grados medio a máximo, si se efectúa la muerte». Aquí la muerte opera como condición objetiva de punibilidad, es decir, sólo será culpable la conducta en la medida que se verifique el resultado de muerte; y siendo así, incurrirá el autor en la pena señalada (541 días a 5 años).

Psiquiatría

El suicidio también puede ser efecto de transtornos psiquiátricos, que comunmente se acompañan de depresión o ansiedad, como el trastorno de ansiedad generalizada, el trastorno de pánico, el trastorno bipolar, la esquizofrenia y todos los transtornos de depresión. En estos casos es principalmente la enfermedad lo que provoca el suicidio y no el análisis lógico del individuo.

Valoraciones morales

Tasa de suicidios en España en el año 2007

La teología dice que para algunos el suicidio consiste en «darse la muerte directamente a sí mismo»; y aclara que aunque ambas opiniones son semejantes, encierran matices distintos. Mientras que para los primeros el suicidio directo es siempre intrínsecamente malo, para los segundos, el suicidio directo es siempre pecaminoso, pero el suicidio indirecto, no lo es. Precisamente, debemos entender que el suicidio directo es aquel en que el ser humano busca mediante un acto que de suyo es capaz de causarla; mientras en el indirecto, la persona se da muerte sin procurarla libremente.

Una clasificación posible de las tantas que se pueden hacer es la que divide los suicidios en:

  • Los vicariantes: se adelantan o aceleran el acto de la muerte que se vislumbra en un futuro, con la justificación de que no hay esperanzas y sólo creen ver a su alrededor sufrimientos y nada puede compensar el período de espera.
  • Los perfeccionistas: no toleran cualquier disminución de los atributos a su persona, lo mismo en la belleza que en la potencia sexual, o un defecto cualquiera, menoscabo económico o social, o la pérdida del poder y prestigio.
  • Los hedonistas: no soportan nada que constituya un impedimento o una disminución del placer de predominio sensual.
  • Los transicionales: ante ciertas crisis vitales de transición inevitables, optan por el suicidio.
  • Los sintomáticos: dependen de una enfermedad mental, psicosis, confusión mental, demencia y depresión.

Evolución histórica

La actitud de los hombres ante la muerte no ha sido la misma a través de los tiempos; cuando un hombre de hoy habla de su muerte, piensa que si le fuera dado escogería una muerte súbita, sin dolor, como un leve sueño. El hombre del medioevo se sentiría aterrado de ello, porque como lo expresa el padre de Hamlet, en la famosa obra de Shakespeare, moriría «en la flor del pecado»; por eso el hombre de la edad media prefería un tiempo de arrepentimiento y de balance de sus deudas con Dios y con los hombres, inclusive en las oraciones medievales se rezaba «líbranos Señor de la muerte repentina».

Las antiguas civilizaciones sacralizaron la muerte, la domesticaron, queriendo restarle dramatismo e integrarla en un sistema de ritos y creencias que tenían por objeto convertirla en una etapa más del destino, por ello, rechazaban y condenaban el suicidio: el cuerpo del suicida era castigado, arrastrado por el suelo, y no tenía derecho a ser sepultado en la Iglesia... solo en el caso del soldado vencido que se suicidaba por honor, o de otras formas de suicidio como el duelo.[cita requerida]

En sociedades donde la sacralidad era la cosmovisión vigente, es lógico que el comportamiento suicida se rechazara, pues el hombre no tenía permitido modificar su destino, que estaba en las manos de Dios, tampoco se le reconocía al ser humano el derecho de imponer a la sociedad la presencia intempestiva de la muerte por una decisión personal, una sociedad así, no permitía que el individuo la forzara moralmente ni a ella ni a Dios.

El suicidio ha estado ligado a la humanidad y sus costumbres: los mayas, según refiere la historia, veneraban a Ixtab, la diosa del suicidio, y en el Lejano Oriente los japoneses se hacían el harakiri para lavar la deshonra.

Fue a partir del siglo XIX cuando se perdió ese sentido de socialización, inserto en la ritualidad. La sociedad emergente rechazó aquel paradigma medieval. La muerte fue liberada y pasó al dominio privado, el cadáver era velado en la casa, sepultado en familia, y en ese sentido la muerte pasó a depender cada vez más de la voluntad del individuo. De este modo, la sociedad occidental se había desvinculado de la muerte y del suicidio en particular

Visión sociológica

El sociólogo francés Emile Durkheim en su obra El suicidio (1897), señala que los suicidios son fenómenos individuales que responden esencialmente a causas sociales. Las sociedades presentan ciertos síntomas patológicos, ante todo la integración o regulación social ya sea excesiva o insuficiente del individuo en la colectividad. Por tanto el suicidio sería un hecho social.

Durkheim comienza su estudio con una definición de suicidio como: «Todo caso de muerte que resulta directa o indirectamente de un acto positivo o negativo realizado por la víctima misma y que, según ella sabía, debía producir este resultado». Ejemplo de un acto positivo: dispararse en la cabeza; ejemplo de un acto negativo: rehusar a ingerir cualquier medicina hasta dejarse morir.

Durkheim distingue cuatro clases de suicidios:

  1. Suicidio egoísta, típico de sociedades donde el individuo carece de integración social
  2. Suicidio anómico, característico de falta de regulación social (anomia), existe una falta de normatividad en tanto que las normas sociales no son interiorizadas como propias por parte del individuo
  3. Suicidio fatalista, cuando existe un alto grado de regulación social
  4. Suicidio altruista, característico de sociedades con alto grado de integración social, el individuo se suicida por su sensación de pertenencia a la sociedad. Se mata por ella, un claro ejemplo son los kamikazes.

Suicidas

El suicidio ha sido un hecho que siempre ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad. Numerosos personajes famosos de la actualidad y del pasado se han suicidado.

Véase también

Referencias

  1. Merece la pena vivir La mayoría de nosotros amamos la vida y nos aferramos a ella, ¿por qué, entonces, aumenta el índice mundial de suicidios?

Enlaces externos