Diferencia entre revisiones de «Contaminación hídrica»
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Revisión del 16:02 14 may 2010
Se entiende por contaminación del medio hídrico o contaminación del agua a la acción o al efecto de introducir materiales o inducir condiciones sobre el agua que, de modo directo o indirecto, impliquen una alteración perjudicial de su calidad en relación a sus usos posteriores o sus servicios ambientales.
Clases de contaminantes
Los contaminantes se dividen en tres grandes tipos: químicos, biológicos y físicos
- Los contaminantes químicos son aquellos que alteran la composición del agua y/o reaccionan con ella.
- Los contaminantes físicos son los que no reaccionan con el agua, pero pueden dañar la vida en el ecosistema.
- Los contaminantes biológicos son organismos o microorganismos, que son dañinos o que se encuentran en exceso (plagas, como los lirios acuáticos, de rápida propagación).
Principales contaminantes de las aguas
- Compuestos orgánicos biodegradables
- Sustancias peligrosas
- Contaminación térmica
- Agentes tensioactivos
- Partículas sólidas en suspensión
- Nutrientes en exceso: eutrofización
- Gérmenes patógenos
- Sustancias radioactivas
Según la OMS (Organización Mundial de la Salud), el agua está contaminada cuando su composición se haya alterado de modo que no reúne las condiciones necesarias para el uso al que se la hubiera destinado, en su estado natural. En los cursos de agua, los microorganismos descomponedores mantienen siempre igual el nivel de concentración de las diferentes sustancias que puedan estar disueltas en el medio. Este proceso se denomina auto depuración del agua. Cuando la cantidad de contaminantes es excesiva, la autodepuración resulta imposible.
Los mares son un sumidero. De forma constante, grandes cantidades de fangos y otros materiales, arrastrados desde tierra, se vierten en los océanos. Hoy en día, sin embargo, a los aportes naturales se añaden cantidades cada vez mayores de desechos generados por nuestras sociedades, especialmente aguas residuales cargadas de contaminantes químicos y de productos de desecho procedentes de la industria, la agricultura y la actividad doméstica, pero también de residuos radiactivos y de otros tipos.
En realidad, los océanos operan como gigantescas plantas de tratamiento de residuos, a condición de no superar el umbral de lo que pueden tolerar. De lo contrario, se generan destrucción y muerte de la fauna y de la flora, e inconvenientes económicos, crisis sanitarias y envenenamientos de la población humana. Esto, a corto plazo. A largo plazo, las consecuencias podrían ser catastróficas. Basta pensar únicamente en los efectos que la contaminación biológica –como consecuencia del incremento de fertilizantes- podría acarrear si la proliferación de formas microscópicas fuera tan grande que se redujera significativamente el nivel de oxigeno disuelto en el agua oceánica.
La contaminación tiende a concentrarse en los lugares próximos a las zonas habitadas y más industrializadas. Así, la contaminación marina de origen atmosférico es, en determinadas zonas adyacentes a Europa (Báltico, mar del Norte, Mediterráneo), por termino general, diez veces mayor que mar adentro, en el propio Atlántico norte; cien veces superior que en el Pacífico norte y mil veces más elevada que en el Pacífico sur. Sin embargo, y como consecuencia de la circulación general de los aires y de las aguas, cada año se detectan nuevos contaminantes en zonas tan apartadas como la Antártida –se ha encontrado DDT en la grasa de los pingüinos antárticos- o las fosas oceánicas.
La contaminación química del medio marino provocada por el hombre es muy superior a la atribuible a causas naturales. Las tasas de aporte de algunos elementos son elocuentes: el mercurio llega al océano a un ritmo dos veces y media superior al que seria debido únicamente a factores naturales; el manganeso multiplica por cuatro dicho ritmo natural; el cobre, el plomo y el cinc por doce; el antimonio por treinta y el fósforo por ochenta.
Algunos de los metales pesados, como el mercurio y el plomo, junto con el cadmio y el arsénico, son contaminantes graves, pues penetran en las cadenas alimentarias marinas, y, a través de ellas, se concentran. Así, por ejemplo, la enfermedad de Minatama –descubierta en los años 20 en la bahía japonesa de mismo nombre- ha provocado, en Japón y en Indonesia, miles de muertes y un número mucho mayor de enfermos con lesiones cerebrales. La causa que la produjo fue el consumo de atún y otros peces con contenidos elevados de mercurio procedente de los vertidos industriales de aquella zona costera. Igualmente, productos químicos como el DDT y los PCB son otros contaminantes químicos muy peligrosos.
La eutrofización de las aguas
La eutrofización es el enriquecimiento excesivo en nutrientes de las aguas, lo que produce un gran crecimiento de algas y otras plantas acuáticas, las cuales al morir se depositan en el fondo de los ríos, embalses o lagos, generando residuos orgánicos que, al descomponerse, consumen gran parte del oxígeno disuelto y de esta manera pueden afectar a la vida acuática y producir la muerte por asfixia de la fauna y flora. El crecimiento de algas puede afectar también al uso recreativo de embalses y lagos, a la circulación del agua en ríos y canales y obturar los filtros de estaciones de tratamiento del agua.
Las aguas superficiales reciben cantidades excesivas de nutrientes (nitrógeno y fósforo en forma de NO2 y P2O5), por los vertidos urbanos e industriales y el arrastre de abonos agrícolas. Los aportes de nutrientes son de naturaleza muy diversa. Las aguas residuales domésticas contienen nitrógeno y fósforo procedente, principalmente, de las deyecciones humanas y de los productos de limpieza. La actividad agraria es también una fuente importante, especialmente por los abonos aportados a los cultivos y los residuos originados por la ganadería.
En estudios realizados en una cuenca con agricultura y ganadería muy intensivas de Bretaña, se han observado sobrantes de 228 tm/ha de nitrógeno y de 55 tm/ha de fósforo, debido a un exceso de abonado químico. Estos sobrantes han conducido a multiplicar por 5 a 7 la concentración de nutrientes en el agua durante los últimos veinte años.[1]
Prácticas para evitar la eutrofización de las aguas
- Practicar la agricultura ecológica: Las técnicas de agricultura ecológica basan la fertilización en los aportes de materia orgánica, los abonos verdes y las rotaciones de cultivos. Éstas técnicas favorecen una buena estructura del suelo, que reduce la erosión, y mantienen niveles bajos de nutrientes libres en el suelo, evitando que puedan ser arrastrados hasta los cursos de agua.
Los fertilizantes orgánicos, como el estiércol, aportan toda la gama de nutrientes que necesitan las plantas, mejoran las propiedades físicas del suelo y favorecen la actividad biológica imprescindible para una correcta fertilidad a la vez que presentan mucha más resistencia al lavado o arrastre de los nutrientes, de esta forma permiten obtener buenas cosechas sin contaminar el agua.
- Ajustar los aportes de abonos: El exceso de abonos no conduce a mejores cosechas, es un derroche que le cuesta caro al agricultor y al medio ambiente. Debemos ajustar los aportes de abono a las necesidades del cultivo y las características de la zona.
- Evitar la erosión: La principal causa de que los nutrientes alcancen las aguas superficiales es la erosión y, en nuestras condiciones, la erosión hídrica. Reducirla no sólo significa evitar la eutrofización sino también conservar la fertilidad del suelo. Por ello, es muy importante tomar medidas para reducir los procesos erosivos, especialmente en aquellas parcelas que no están niveladas. Algunas de estas medidas son:
- Labrar el suelo según las curvas de nivel, nunca en la dirección de la pendiente.
- Mantener el suelo cubierto de vegetación, la cual fija el suelo y evita el impacto de la lluvia, mediante cubiertas herbáceas en los cultivos leñosos, abonos verdes en los periodos sin cultivo y realizar barbechos semillados.
- Cuando el suelo no puede tener vegetación cubrirlo con acolchados, por ejemplo de paja.
- Reducir el laboreo y evitar especialmente aquellas labores que dejan el suelo muy disgregado.
- Impedir los vertidos orgánicos: Tanto las granjas como muchas industrias agroalimentarias (almazaras, bodegas, etc) producen residuos líquidos con una elevada carga orgánica (purines, alpechines, etc). Estos residuos tienen una gran capacidad contaminante por lo que se deben depurar antes de su vertido. Igualmente se deben almacenar durante el menor tiempo posible y en instalaciones que garanticen que no se producen fugas o infiltraciones.
La mayoría de estos residuos pueden ser empleados como abonos con un mínimo de tratamientos sencillos y económicos, como el compostaje. De esta forma pasan de ser residuos a ser un importante recurso para la agricultura.[1]
Contaminación por fitosanitarios
En principio, estos productos son sustancias poco solubles, fácilmente degradables y se absorben fuertemente por el suelo, lo que limita su afección a los acuíferos. Pero si se da la circunstancia de que alcancen a las aguas subterráneas, los procesos de degradación y retención de los contaminantes se ralentizan notablemente y los efectos pueden ser muy graves.
La presencia de plaguicidas se ha constatado en los acuíferos de todos los países desarrollados. Las técnicas analíticas actuales no permiten detectar algunos fitosanitarios o sus productos de degradación a concentraciones muy bajas, es posible que los estudios realizados sean poco realistas, pues el muestreo representativo de pesticidas es bastante complejo, y los elevados costes de las analíticas han limitado a unas pocas las sustancias rastreadas. En definitiva, no se conoce exactamente la contaminación por fitosanitarios de las aguas subterráneas, pero si se sabe con certeza que estos productos están presentes en los acuíferos de todas las regiones con agricultura intensiva.[1]
También se sabe que los productos más problemáticos son los insecticidas organoclorados y organofosforados y los herbicidas del grupo de las triazinas (atrazina, desmetrina, simazina, terbutrina).
Algunos de los metabolitos, o productos resultantes de la descomposición, de los fitosanitarios son tanto o más tóxicos que la sustancia original. El paraoxon es un metabolito del insecticida paratión que aumenta la inhibición del enzima colinesterasa (sistema nervioso), el diazoxon se produce a partir del insecticida diazinon y tiene los mismos efectos que el paraoxon, diversos metabolitos del herbicida atrazina tienen efectos cancerígenos, el etilen-tio-urea (ETU) formado a partir de EBDC y diversos fungicidas (maneb, mancoceb, zineb) tiene igualmente efecto cancerígeno y el DDE es un disruptor hormonal tan potente o más que el DDT del que procede.[2]
Medidas para evitar la contaminación por fitosanitarios
- Practicar la agricultura ecológica:
La agricultura ecológica basa el control de las plagas y enfermedades en conseguir un equilibrio en la parcela que impida la proliferación de los patógenos a niveles que causen daños. Se procura la mayor diversidad posible, se potencia la presencia de enemigos naturales de las plagas, se realizan asociaciones y rotaciones de cultivos y se selecciona las variedades más rústicas y adaptadas a la zona.
Cuando es necesario realizar algún tratamiento se emplean productos naturales que resulten inocuos tanto para el medio ambiente como para la salud de las personas y se degradan rápidamente en sustancias que no presentan ningún riesgo.
- Emplear métodos de control biológicos físicos y culturales:
Actualmente existen en el mercado diversos tipos de trampas con las que capturar las plagas, medida que en algunos casos puede ser suficiente. En otros casos el control de una plaga puede realizarse a través de labores culturales como el laboreo, el riego o la poda.
- Mantener los equipos de tratamiento limpios y en buen estado, ser prudentes durante el transporte, llenado y limpieza de los equipos y extremar las precauciones al tratar cerca de ríos y lagos, pues si hace viento este puede arrastrar parte del producto llevándolo hasta los cauces de agua.
Las mareas negras y los vertederos de petróleo
Las mareas negras son recubrimientos erráticos de hidrocarburos en la superficie del océano, producidos por el vertido accidental de petroleo o gasoliferos desde barcos transportadores o instalaciones petroleras, que provocan la contaminación de aguas y playas.
Distintos orígenes de los vertidos de petróleo
Anualmente más de 3 millones y medio de toneladas de petróleo (casi el 0,1% de la producción mundial) contaminan el medio marino. En realidad, solamente alrededor del 50% de este crudo procede de petroleros, a menudo barcos pequeños y anticuados. El resto, proviene de tierra firme. Esta última mitad llega al mar a través de las aguas y vertidos residuales (un 20% de origen urbano, otro 20% industrial y a través de la atmósfera el 10% restante).
Vertidos accidentales aparte, los petroleros arrojan anualmente y de forma deliberada más de un millón de toneladas de crudo en las operaciones de lavado de sus tanques. Tradicionalmente, dicha práctica consistía en bombear agua y arrojarla –mezclada con las impurezas de los tanques- de nuevo al mar, antes de volver a cargar crudo. En la actualidad puede realizarse una limpieza menos agresiva: el lavado a chorro con petróleo crudo a alta presión procedente de la carga del propio barco. Esta nueva técnica puede efectuarse durante el proceso de descarga, a fin de evitar aquella importante fuente de contaminación. Las pérdidas accidentales de petróleo aportan un volumen global de unas 100000 toneladas de dicho material a los océanos a lo largo del año. Por otra parte, los vertidos de petróleo, provocados por accidentes como la explosión en 1979 del Campeche en la costa mexicana, a consecuencia de la cual se vertieron cerca de 400000 toneladas de petróleo, o el anterior (1978) hundimiento del Amoco Cádiz en el canal de la Mancha, así como el accidente ocurrido en 1989, del Exxon Valdez frente a las costas de Alaska, son fenómenos de gran espectacularidad.
El caso de la mina cobre las Cruces
La contaminación de acuíferos debido a la explotación minera es un riesgo frecuente y en muchos casos las empresas se resisten a respetar las medidas ambientales que regulan este tipo de labores. El caso de la Mina Cobre las Cruces es un claro ejemplo.
La Mina Cobre las Cruces, la mayor explotación minera a cielo abierto de toda Europa, situada entre los municipios sevillanos de Guillena, Gerena y Salteras, fue un proyecto iniciado en el año 2000. Desde entonces ha incumplido en diversas ocasiones las condiciones establecidas por la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (CHG), sobre todo las relacionadas con el acuífero Niebla-Posadas. Este acuífero garantiza el suministro de agua al Aljarafe. Noticia Público
Tras varios avisos por parte del organismo, la Delegación Provincial de la Consejería de Innovación, Ciencia y Empresa el 14 de mayo de 2008 ordenó a la multinacional a la que pertenecía el proyecto, Inmet Minning, la suspensión provisional de las labores. Posteriormente se abrieron diligencias judiciales por parte de la Fiscalía de Sevilla y en noviembre de 2008 se ratificaron las medidas acordadas.Noticia Diario de Sevilla
Sin embargo, la empresa presentó en septiembre de ese mismo año un nuevo Plan Global de gestión de aguas, aprobado en abril de 2009 por la Agencia Andaluza del Agua, nuevo organismo competente desde el 1 de enero de 2009. En este nuevo plan, la empresa mayoritaria, Inmet Minning, ha incorporado técnicas de depuración de aguas e incremento de la vigilancia.Noticia Europa Press
No obstante, el gran problema sigue siendo los pozos negros y los vertidos de metales pesados al río Guadalquivir, según afirma la asociación Ecologistas en Acción. Ecologistas en Acción Andalucía
Contaminación de terbutilazina en el embalse del Dañador (Jaén)
El embalse del Dañador abastece de agua potable a los más de 20.000 habitantes que conforman la Comarca jiennense de El Condado. Este embalse fue construido en 1965 y está situado en el cauce del río Dañador, perteneciente al término municipal de Venta de los Santos (Montizón).
Desde su fundación, la gestión del embalse del Dañador ha pertenecido a la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir (Ministerio de Medio Ambiente), pero recientemente, en enero de 2009, es la Junta de Andalucía la que gestiona estas aguas, más concretamente la Agencia Andaluza del Agua.
El año 2004 contó con una primavera bastante lluviosa y este hecho provocó que los agricultores tuvieran que emplear unas dosis más elevadas de productos fitosanitarios en sus olivares para frenar el nacimiento de las malas hierbas en estos terrenos de explotación agrícola. Como consecuencia de las intensas lluvias, la tierra no fue capaz de absorber toda la cantidad de agua que en ella había, algo que provocó que la sobrante fluyera por los riachuelos de la zona hasta desembocar en el embalse del Dañador. Esta agua contenía unas altísimas concentraciones de plaguicidas, pero, sin embargo, pasó a la red de consumo público una vez que el agua siguió el procedimiento usual al llegar a la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP), situada a unos dos kilómetros del embalse. Fue al día siguiente, el 2 de junio de 2004, cuando, al realizar un análisis rutinario del estado del agua en la localidad de Chiclana de Segura, se detecta la presencia de terbutilazina, pero en unas dosis apenas insignificantes y muy por debajo de los niveles establecidos por las normativas españolas y europeas. Es en estos momentos cuando se despierta el alarmismo entre los responsables del mantenimiento del agua y se recomienda realizar los análisis rutinarios de manera más continuada, con el objetivo de percibir con rapidez cualquier posible riesgo de contaminación del agua.
Los análisis rutinarios se multiplican y es por ello por lo que se llevan a cabo diversas tomas de agua. El 4 de junio se hace una de ellas y se envía al laboratorio de Jerez de la Frontera (Cádiz), donde se realiza el análisis el 8 de junio, dando como resultado 0,235 microgramos por litro. El día 10 de junio se vuelve a hacer otra toma de agua para realizar el contra-análisis y éste se lleva a cabo el 14 de junio en el laboratorio de Jerez. Los resultados son preocupantes, debido a que muestran que hay 0,291 microgramos por litro de agua de terbutilazina. A pesar de ello, se repiten de nuevo los análisis al día siguiente y las dosis de terbutilazina aumentan, dando como resultado 0,335 ppm, unos niveles muy superiores a los 0,1 de valor máximo permitido de este herbicida en agua destinada al consumo humano. Tras hacerse públicos las muestras de estos últimos controles, la Consejería de Salud de la Junta de Andalucía decidió declarar como no apta para el consumo humano el agua procedente del embalse del Dañador hasta que no se neutralizasen por completo los agentes nocivos que provocaban esta contaminación acuífera.
El día 16 de junio la Delegación de Salud de la provincia de Jaén decretó la prohibición para el consumo humano del agua procedente del Dañador. Desde ese día, los más de 20.000 habitantes de la Comarca de El Condado vieron cómo no volverían a beber el agua de sus grifos hasta que ésta no alcanzara de nuevo los niveles óptimos aconsejados para un consumo saludable del agua. La alternativa que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir buscó a esta situación de emergencia, fue la de abastecer de agua a los municipios afectados con una flota de seis camiones cisterna con capacidad para 30.000 litros de agua cada uno. Durante más de ocho días, los vecinos de estos municipios tuvieron que acudir a las plazas de sus pueblos para recoger el agua que necesitaran sólo para consumir, puesto que el agua que llegaba a los domicilios se podía utilizar para el servicio doméstico.
Mientras tanto, los miembros de la Estación de Tratamiento de Agua Potable (ETAP) del embalse del Dañador continuaban trabajando en paliar la presencia de terbutilazina en el agua a través de un tratamiento específico basado en la aplicación de carbono activo. Desde que se comenzó a trabajar siguiendo este procedimiento, se realizaban análisis de agua cada dos días. Los resultados de las muestras de agua remitidas a los laboratorios de Jerez de la Frontera y Castellón precisaron que los niveles de terbutilazina habían ido descendiendo notablemente, habiendo llegado a 0,24 microgramos por litro de agua. Aunque, a pesar de ello, todavía no se había alcanzado el 0,1 de nivel máximo permitido.
El día 2 de julio de 2004 la Delegación de Salud declaró apta para el consumo el agua distribuida por el Dañador. Esta autorización se hizo pública cuando los parámetros de terbutilazina descendieron y los niveles de este herbicida estaban por debajo de los niveles establecidos por la legislación vigente.