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Diferencia entre revisiones de «Teodoro Elmore»

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Confesión bajo amenaza de Elmore.
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En 1880, durante la [[Guerra del Pacífico]], fue destacado como ingeniero de la guarnición peruana en [[Arica]], que estaba al mando del coronel [[Francisco Bolognesi]]. El 2 de junio de 1880, días antes de la [[batalla de Arica]], fue comisionado para colocar unas minas en la orilla norte del [[río Lluta]] y hacerlas explosionar al momento de producirse el avance de las tropas chilenas por esa zona. El artificio bélico no produjo daños de consideración, y Elmore fue apresado por los chilenos, junto con su compañero Pedro Ureta, quien resultó herido y muerto poco después.{{harvnp|Basadre|2005a|p=76}}
En 1880, durante la [[Guerra del Pacífico]], fue destacado como ingeniero de la guarnición peruana en [[Arica]], que estaba al mando del coronel [[Francisco Bolognesi]]. El 2 de junio de 1880, días antes de la [[batalla de Arica]], fue comisionado para colocar unas minas en la orilla norte del [[río Lluta]] y hacerlas explosionar al momento de producirse el avance de las tropas chilenas por esa zona. El artificio bélico no produjo daños de consideración, y Elmore fue apresado por los chilenos, junto con su compañero Pedro Ureta, quien resultó herido y muerto poco después.{{harvnp|Basadre|2005a|p=76}}


El ingeniero Teodoro Elmore reveló a los chilenos el plano de minas de Arica, bajo amenaza de recibir dos tiros en la cabeza. Según fuentes chilenas, el coronel Pedro Lagos ordenó fusilarlo si no entregaba la información. Capitán chileno Belisario Campo, ayudante de Lagos, fue el encargado de obtener el plano.
Un día antes de la batalla, Elmore fue enviado por los chilenos de regreso al campamento peruano, con la misión de convencer a sus compatriotas de que se rindieran, dada la superioridad en número y poderío del ejército chileno. Los oficiales peruanos, que ya habían tomado la decisión de ''«pelear hasta quemar el último cartucho»'' se negaron a reconocer a Elmore en calidad de parlamentario, ya que contrariaba las prescripciones militares del caso. Elmore volvió al campamento chileno, pero antes, aprovechó la oportunidad de describir a sus compatriotas la situación del lado chileno y les previno que el ataque enemigo vendría por las baterías del Este, como efectivamente ocurrió, pero no fue creído.{{harvnp|Basadre|2005a|p=83}}

Momentos después de ser tomados prisioneros, Elmore y Pedro Ureta, fueron conducidos al campamento chileno de Lluta; y en cuanto el coronel Pedro Lagos se bajó del convoy que lo conducía de Tacna con su reserva, en esa mañana el jefe del campamento, comandante don Juan Rafael Vargas, le dio cuenta de lo ocurrido, y le presentó a Elmore en su calidad de ingeniero en jefe de las fortificaciones ariqueñas.

Lagos conversó ligeramente con el prisionero; llamó a su ayudante, capitán de caballería don Belisario Campo, retirado años después del servicio como general de la nación chilena; charló brevemente con él y le entregó a Elmore.

El coronel Lagos entregó a Elmore al capitán don Belisario Campo; éste a su vez tomó cuatro soldados del Cazadores a Caballo; hizo montar a su prisionero en un excelente animal, y a buen paso y sin trepidar, se dirigió hacia el sur; atravesó el río, llevando por guía al autor de aquel inicuo atentado, y se internó resueltamente en el magnífico y espléndido gramadal que se extiende al sur del Lluta.

Elmore, momentos antes de separarse de Pedro Lagos, había sabido por su compañero Ureta quién era el capitán Campo; y por la entrevista brevísima que el coronel tuvo con su ayudante, dándose cuenta cabal de la importancia que para él, Elmore, tenía aquel viaje, emprendido tan a la ligera, después de lo ocurrido en la mañana, por orden de un jefe de la calidad y fama de Lagos, y entregado a un ayudante como el capitán don Belisario Campo.

Elmore, Campo y su escolta, caminaron buen trecho, casi sin cambiar palabra; dejaron atrás el casco del Wateree y sin preocuparse de nada, ni de nadie, siguieron adelante en su silenciosa excursión; ni Campo ni su acompañante cambiaban en el ínterin una sola palabra; aquella marcha no podía ser alegre, ni expansiva; al fin, el ingeniero peruano, que conocía a palmo aquellos parajes, exclamó:

– Nos pueden pajarear, capitán; hay que hacer alto.

Expresión muy de aquella tierra, que traducida en buen romance, quiere decir: “Nos pueden cazar como a pájaros”.

En realidad de verdad, estaban ya casi a tiro de rifle del primer fuerte peruano, de los del norte.

– No le importe a usted nada, mi amigo, todo eso; que lo que yo necesito de usted es que, estando bien cerca de las posiciones enemigas, me dé usted todos los datos necesarios sobre las fortificaciones de la plaza, reductos, minas, hilos eléctricos y sus baterías– contestó Campo.

Elmore se negó a dar los datos que se le pedían, y asilándose en el derecho internacional, alegó que eso no podía exigirse honrada e hidalgamente a un prisionero de guerra; declaró al capitán Campo, que por nada de este mundo daría los datos que se le exigían; que a un oficial de honor, a un caballero, no podía hacérsele proposiciones de esa especie.

Campo le cortó la oración replicando:

– Tengo orden de obtener esos datos de usted; ellos deben de ser absolutamente verídicos y precisos, respondiendo con su vida de su exactitud. Tiene usted cinco minutos para contestar; evite todo discurso y palabrería.

Y sacando su reloj, agregó:

– Lo único que en su obsequio puedo hacer, es dar orden a mis cazadores que en lugar de recibir usted un tiro, se le peguen en la cabeza, simultáneamente, dos. Cuente usted ya los cinco minutos.

Transcurrió un minuto, que fue un siglo para aquellos hombres, especialmente para el infeliz y desgraciado Elmore, que con una sangre fría pasmosa exclamó:

– Sea, daré capitán, los datos que usted quiere.

– Está bien –dijo Campo–; dibuje usted aquí, en mi cartera, los planos de los fuertes de Arica completos; señale todas sus minas; sea usted verídico, porque el día del asalto, si sus noticias fallan, será usted muerto sin piedad.

Elmore obedeció; y con la ligereza del profesional inteligente, que sabe bien su oficio y conoce a fondo el terreno en que opera, dibujó en la cartera del capitán Campo el plano justo, exacto de los baluartes de Arica, con todos los detalles e indicaciones del caso.

Terminado aquel notable episodio del cortísimo asedio de Arica, que nadie interrumpió, y en que no hubo más testigos que los cuatro cazadores que sirvieron de escolta a Campo y Elmore, torcieron bridas, dieron la grupa a los bastiones ariqueños, y a buen paso tornaron hacia Chacalluta, al campamento del coronel Lagos.

Pedro Lagos, estimando en lo que verdaderamente valían los datos, planos y relación de Elmore, dados a Campo, conversó a su vez con el ingeniero peruano, y dando orden al respecto, lo dejó en libre plática en poder del 3º de Línea, que se hizo cargo de su custodia y conservación.

Un día antes de la batalla, Elmore fue enviado por los chilenos de regreso al campamento peruano, con la misión de convencer a sus compatriotas de que se rindieran, dada la superioridad en número y poderío del ejército chileno. Los oficiales peruanos, que ya habían tomado la decisión de «pelear hasta quemar el último cartucho» se negaron a reconocer a Elmore en calidad de parlamentario, ya que contrariaba las prescripciones militares del caso. Elmore volvió al campamento chileno, pero antes, aprovechó la oportunidad de describir a sus compatriotas la situación del lado chileno y les previno que el ataque enemigo vendría por las baterías del Este, como efectivamente ocurrió, pero no fue creído.{{harvnp|Basadre|2005a|p=83}}


Una segunda misión de Elmore como parlamentario tampoco tuvo éxito, ante la decisión inquebrantable del mando peruano de resistir.{{harvnp|Basadre|2005a|pp=83-85}} Luego de la batalla de Arica, surgió la versión de que Elmore había traicionado a su patria, dando a conocer a los chilenos los planos de la red de minas eléctricas cargadas con dinamita, que se hallaban distribuidos en diversos puntos estratégicos del campo atrincherado y hasta en la misma ciudad de Arica.{{harvnp|Basadre|2005a|p=91}} Hay que resaltar que buena parte de la esperanza de los defensores peruanos se hallaba depositada en estas minas, que debían activarse en el momento preciso para causar serias bajas al enemigo. Al no haber funcionado dichas minas, corrió el rumor de que los chilenos la habían desactivado y que esa información solo pudo haber sido dada por Elmore. Éste desmintió esta acusación, con argumentos contundentes, uno de los cuales era que él no conocía toda la red de minas, ya que ese trabajo dependía de cuatro personas distintas; él solo conocía el sector que le había tocado personalmente supervisar, en el llamado Cerro Gordo. La razón de que no funcionaran las minas habría sido simplemente por la precariedad de medios en que se realizó dicha tarea, que requería una técnica y una precisión impecables.{{harvnp|Basadre|2005a|pp=94-95}} Para hacerse una idea de la situación de los defensores de Arica, no alcanzaba el dinero para adquirir una simple vasija en donde poder manejar los ácidos.{{harvnp|Basadre|2005a|p=75}}
Una segunda misión de Elmore como parlamentario tampoco tuvo éxito, ante la decisión inquebrantable del mando peruano de resistir.{{harvnp|Basadre|2005a|pp=83-85}} Luego de la batalla de Arica, surgió la versión de que Elmore había traicionado a su patria, dando a conocer a los chilenos los planos de la red de minas eléctricas cargadas con dinamita, que se hallaban distribuidos en diversos puntos estratégicos del campo atrincherado y hasta en la misma ciudad de Arica.{{harvnp|Basadre|2005a|p=91}} Hay que resaltar que buena parte de la esperanza de los defensores peruanos se hallaba depositada en estas minas, que debían activarse en el momento preciso para causar serias bajas al enemigo. Al no haber funcionado dichas minas, corrió el rumor de que los chilenos la habían desactivado y que esa información solo pudo haber sido dada por Elmore. Éste desmintió esta acusación, con argumentos contundentes, uno de los cuales era que él no conocía toda la red de minas, ya que ese trabajo dependía de cuatro personas distintas; él solo conocía el sector que le había tocado personalmente supervisar, en el llamado Cerro Gordo. La razón de que no funcionaran las minas habría sido simplemente por la precariedad de medios en que se realizó dicha tarea, que requería una técnica y una precisión impecables.{{harvnp|Basadre|2005a|pp=94-95}} Para hacerse una idea de la situación de los defensores de Arica, no alcanzaba el dinero para adquirir una simple vasija en donde poder manejar los ácidos.{{harvnp|Basadre|2005a|p=75}}
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* {{cita libro |apellidos={{versalita|Basadre}} |nombre=Jorge |enlaceautor=Jorge Basadre |año=2005b |título=Historia de la República del Perú {{sin cursiva|5.º periodo: El comienzo de la Reconstrucción (1884-1895). 6.º periodo: La República Aristocrática (1895-1919)}} |url=https://books.google.com/books/about/Historia_de_la_Rep%C3%BAblica_del_Per%C3%BA_1822.html?id=FgE7AQAAIAAJ |edición=9.ª |volumen=11 |editorial=Empresa Editora El Comercio S. A. |ubicación=Lima |isbn=9972-205-73-8}}
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* {{cita libro |apellidos={{versalita|Gutiérrez}} |nombre=Ramón |año=2001 |título= El ingeniero Teodoro Elmore Fernández de Córdova (1851-1920): su contribución a la arquitectura peruana |url=https://books.google.com.do/books/about/El_Ingeniero_Teodoro_Elmore_Fern%C3%A1ndez_d.html?id=Hv5jAAAAMAAJ&hl=es-419 |edición=1.ª |editorial= Proyecto Historia UNI, Universidad Nacional de Ingeniería |ubicación=Lima |isbn=9972921026}}
* Molinare, Nicanor. 1911. Asalto y toma de Arica. 7 de junio de 1880. Santiago de Chile: El Diario Ilustrado.


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Revisión del 19:48 8 jun 2024

Teodoro Elmore


Ministro de Fomento y Obras Públicas del Perú
9 de agosto de 1902-4 de noviembre de 1902
Presidente Eduardo López de Romaña
Predecesor Eugenio Larrabure y Unanue
Sucesor David Matto

Información personal
Nombre completo Teodoro Elmore Fernández de Córdoba
Nacimiento 1850
Lima, Perú
Fallecimiento 8 de abril de 1920 (69 años)
Lima, Perú
Sepultura Cementerio Presbítero Matías Maestro
Nacionalidad Peruana
Familia
Padres Federico Elmore y Josefa Fernández de Córdoba
Cónyuge Irene Letts Basadre
Hijos Edwin Elmore
Familiares Alberto Elmore (hermano); Juan Federico Elmore (hermano)
Educación
Educado en Universidad Nacional Mayor de San Marcos
Información profesional
Ocupación Ingeniero y político

Teodoro Elmore Fernández de Córdoba (Lima, 1850 - Lima, 8 de abril de 1920) fue ingeniero, doctor en Ciencias y docente universitario peruano. Tuvo una destacada labor como ingeniero y constructor al servicio del Estado, así como una prolífica producción como escritor, periodista y editor. Se le recuerda también por haber servido en 1880 con las tropas peruanas en la defensa de Arica, durante la Guerra del Pacífico, siendo acusado, infundadamente, de haber delatado a los chilenos la red de minas eléctricas que defendía dicho puerto. En 1902 fue ministro de Fomento y Obras Públicas, en el gobierno de Eduardo López de Romaña.

Familia y estudios

Hijo del marino inglés Federico Elmore y de la dama quiteña Josefa Fernández de Córdoba Almestar. Sus hermanos, Alberto Elmore y Juan Federico Elmore, fueron abogados, catedráticos y políticos destacados.

Estudió ingeniería y doctorado en Ciencias en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos.

Vida académica

Entre 1869 y 1874 ejerció la docencia en la Facultad de Ciencias de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. A partir de 1876 pasó a integrar la plana docente de la Escuela Especial de Ingenieros de Construcciones Civiles y de Minas (actual Universidad Nacional de Ingeniería).

Posteriormente, luego de su servicio en la guerra del Pacífico, volvió a ser profesor a la Escuela de Ingenieros y luego pasó al Colegio Nacional Nuestra Señora de Guadalupe.

Labor profesional

Tuvo una destacada labor como ingeniero y constructor al servicio del Estado con obras en distintas regiones del país, así como una prolífica producción como escritor, periodista y editor.

Participación en la guerra del Pacífico

En 1880, durante la Guerra del Pacífico, fue destacado como ingeniero de la guarnición peruana en Arica, que estaba al mando del coronel Francisco Bolognesi. El 2 de junio de 1880, días antes de la batalla de Arica, fue comisionado para colocar unas minas en la orilla norte del río Lluta y hacerlas explosionar al momento de producirse el avance de las tropas chilenas por esa zona. El artificio bélico no produjo daños de consideración, y Elmore fue apresado por los chilenos, junto con su compañero Pedro Ureta, quien resultó herido y muerto poco después.[1]

El ingeniero Teodoro Elmore reveló a los chilenos el plano de minas de Arica, bajo amenaza de recibir dos tiros en la cabeza. Según fuentes chilenas, el coronel Pedro Lagos ordenó fusilarlo si no entregaba la información. Capitán chileno Belisario Campo, ayudante de Lagos, fue el encargado de obtener el plano.

Momentos después de ser tomados prisioneros, Elmore y Pedro Ureta, fueron conducidos al campamento chileno de Lluta; y en cuanto el coronel Pedro Lagos se bajó del convoy que lo conducía de Tacna con su reserva, en esa mañana el jefe del campamento, comandante don Juan Rafael Vargas, le dio cuenta de lo ocurrido, y le presentó a Elmore en su calidad de ingeniero en jefe de las fortificaciones ariqueñas.

Lagos conversó ligeramente con el prisionero; llamó a su ayudante, capitán de caballería don Belisario Campo, retirado años después del servicio como general de la nación chilena; charló brevemente con él y le entregó a Elmore.

El coronel Lagos entregó a Elmore al capitán don Belisario Campo; éste a su vez tomó cuatro soldados del Cazadores a Caballo; hizo montar a su prisionero en un excelente animal, y a buen paso y sin trepidar, se dirigió hacia el sur; atravesó el río, llevando por guía al autor de aquel inicuo atentado, y se internó resueltamente en el magnífico y espléndido gramadal que se extiende al sur del Lluta.

Elmore, momentos antes de separarse de Pedro Lagos, había sabido por su compañero Ureta quién era el capitán Campo; y por la entrevista brevísima que el coronel tuvo con su ayudante, dándose cuenta cabal de la importancia que para él, Elmore, tenía aquel viaje, emprendido tan a la ligera, después de lo ocurrido en la mañana, por orden de un jefe de la calidad y fama de Lagos, y entregado a un ayudante como el capitán don Belisario Campo.

Elmore, Campo y su escolta, caminaron buen trecho, casi sin cambiar palabra; dejaron atrás el casco del Wateree y sin preocuparse de nada, ni de nadie, siguieron adelante en su silenciosa excursión; ni Campo ni su acompañante cambiaban en el ínterin una sola palabra; aquella marcha no podía ser alegre, ni expansiva; al fin, el ingeniero peruano, que conocía a palmo aquellos parajes, exclamó:

– Nos pueden pajarear, capitán; hay que hacer alto.

Expresión muy de aquella tierra, que traducida en buen romance, quiere decir: “Nos pueden cazar como a pájaros”.

En realidad de verdad, estaban ya casi a tiro de rifle del primer fuerte peruano, de los del norte.

– No le importe a usted nada, mi amigo, todo eso; que lo que yo necesito de usted es que, estando bien cerca de las posiciones enemigas, me dé usted todos los datos necesarios sobre las fortificaciones de la plaza, reductos, minas, hilos eléctricos y sus baterías– contestó Campo.

Elmore se negó a dar los datos que se le pedían, y asilándose en el derecho internacional, alegó que eso no podía exigirse honrada e hidalgamente a un prisionero de guerra; declaró al capitán Campo, que por nada de este mundo daría los datos que se le exigían; que a un oficial de honor, a un caballero, no podía hacérsele proposiciones de esa especie.

Campo le cortó la oración replicando:

– Tengo orden de obtener esos datos de usted; ellos deben de ser absolutamente verídicos y precisos, respondiendo con su vida de su exactitud. Tiene usted cinco minutos para contestar; evite todo discurso y palabrería.

Y sacando su reloj, agregó:

– Lo único que en su obsequio puedo hacer, es dar orden a mis cazadores que en lugar de recibir usted un tiro, se le peguen en la cabeza, simultáneamente, dos. Cuente usted ya los cinco minutos.

Transcurrió un minuto, que fue un siglo para aquellos hombres, especialmente para el infeliz y desgraciado Elmore, que con una sangre fría pasmosa exclamó:

– Sea, daré capitán, los datos que usted quiere.

– Está bien –dijo Campo–; dibuje usted aquí, en mi cartera, los planos de los fuertes de Arica completos; señale todas sus minas; sea usted verídico, porque el día del asalto, si sus noticias fallan, será usted muerto sin piedad.

Elmore obedeció; y con la ligereza del profesional inteligente, que sabe bien su oficio y conoce a fondo el terreno en que opera, dibujó en la cartera del capitán Campo el plano justo, exacto de los baluartes de Arica, con todos los detalles e indicaciones del caso.

Terminado aquel notable episodio del cortísimo asedio de Arica, que nadie interrumpió, y en que no hubo más testigos que los cuatro cazadores que sirvieron de escolta a Campo y Elmore, torcieron bridas, dieron la grupa a los bastiones ariqueños, y a buen paso tornaron hacia Chacalluta, al campamento del coronel Lagos.

Pedro Lagos, estimando en lo que verdaderamente valían los datos, planos y relación de Elmore, dados a Campo, conversó a su vez con el ingeniero peruano, y dando orden al respecto, lo dejó en libre plática en poder del 3º de Línea, que se hizo cargo de su custodia y conservación.

Un día antes de la batalla, Elmore fue enviado por los chilenos de regreso al campamento peruano, con la misión de convencer a sus compatriotas de que se rindieran, dada la superioridad en número y poderío del ejército chileno. Los oficiales peruanos, que ya habían tomado la decisión de «pelear hasta quemar el último cartucho» se negaron a reconocer a Elmore en calidad de parlamentario, ya que contrariaba las prescripciones militares del caso. Elmore volvió al campamento chileno, pero antes, aprovechó la oportunidad de describir a sus compatriotas la situación del lado chileno y les previno que el ataque enemigo vendría por las baterías del Este, como efectivamente ocurrió, pero no fue creído.[2]

Una segunda misión de Elmore como parlamentario tampoco tuvo éxito, ante la decisión inquebrantable del mando peruano de resistir.[3]​ Luego de la batalla de Arica, surgió la versión de que Elmore había traicionado a su patria, dando a conocer a los chilenos los planos de la red de minas eléctricas cargadas con dinamita, que se hallaban distribuidos en diversos puntos estratégicos del campo atrincherado y hasta en la misma ciudad de Arica.[4]​ Hay que resaltar que buena parte de la esperanza de los defensores peruanos se hallaba depositada en estas minas, que debían activarse en el momento preciso para causar serias bajas al enemigo. Al no haber funcionado dichas minas, corrió el rumor de que los chilenos la habían desactivado y que esa información solo pudo haber sido dada por Elmore. Éste desmintió esta acusación, con argumentos contundentes, uno de los cuales era que él no conocía toda la red de minas, ya que ese trabajo dependía de cuatro personas distintas; él solo conocía el sector que le había tocado personalmente supervisar, en el llamado Cerro Gordo. La razón de que no funcionaran las minas habría sido simplemente por la precariedad de medios en que se realizó dicha tarea, que requería una técnica y una precisión impecables.[5]​ Para hacerse una idea de la situación de los defensores de Arica, no alcanzaba el dinero para adquirir una simple vasija en donde poder manejar los ácidos.[6]

Ministro de Fomento y Obras Públicas

Durante el gobierno del ingeniero Eduardo López de Romaña fue nombrado ministro de Fomento y Obras Públicas, integrando el gabinete ministerial presidido por Alejandro Deustua, cargo que ejerció de 9 de agosto a 4 de noviembre de 1902.[7]

Descendencia

Se casó en 1897 con Irene Letts Basadre. Tuvo ocho hijos, entre ellos Edwin Elmore Letts (1895-1925), escritor y periodista, que murió asesinado a manos del poeta José Santos Chocano, trágico desenlace de una rivalidad ideológica, luego de una serie de agravios e insultos mutuos.[8]

Uno de sus nietos, Augusto Elmore Höltig (1933-2015) [hijo de Teodoro Elmore Letts], fue un periodista destacado, que trabajó en la revista Caretas.[9]

Véase también

Referencias

  1. Basadre, 2005a, p. 76.
  2. Basadre, 2005a, p. 83.
  3. Basadre, 2005a, pp. 83-85.
  4. Basadre, 2005a, p. 91.
  5. Basadre, 2005a, pp. 94-95.
  6. Basadre, 2005a, p. 75.
  7. Basadre, 2005b, pp. 261-262.
  8. Zanutelli Rosas, Manuel (1986). «ELMORE LETTS, Edwin». En Carlos Milla Batres, ed. Diccionario Histórico y Biográfico del Perú. Siglos XV-XX 8 (2.ª edición). Lima: Editorial Milla Batres. pp. 299-301. ISBN 84-599-1820-3. 
  9. Tauro del Pino, Alberto (2001). «ELMORE, Augusto». Enciclopedia Ilustrada del Perú 6 (3.ª edición). Lima: PEISA. p. 902. ISBN 9972-40-149-9. 

Bibliografía