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Diferencia entre revisiones de «La Hoguera Bárbara»

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=== Iglesia Católica ===
=== Iglesia Católica ===
La redacción de una constitución en la que se decretó el Laicismo y que ocasionó la expropiación de tierras a la iglesia católica y la llegada de la Iglesia Evangélica al Ecuador,<ref>{{Cita web|url=https://www.eluniverso.com/2012/09/28/1/1445/12-pastores-evangelicos-reciben-distincion.html|título=12 pastores evangélicos reciben distinción|fechaacceso=31 de enero de 2021|fecha=28 de septiembre de 2012|editor=Diario El Universo}}</ref> Estas medidas liberales atentaban contra el clero lo que causó una oposición política que se predicaba desde el púlpito, condenando a estos impíos, [[Francmasonería|masones]] y anticristos.<ref>{{Cita web|url=https://www.eltelegrafo.com.ec/noticias/guayaquil/1/revolucion-liberal-ideologia-y-religion|título=Revolución Liberal, ideología y religión|fechaacceso=31 de enero de 2021|autor=Ángel Emilio Hidalgo|fecha=28 de julio de 2015|editor=Diario El telégrafo}}</ref> esta oposición llegó a ser tan severa que su llegada a quito en 1895 produjo en la población una fuerte inquietud que esperaban ver al demonio mismo con cuernos y rabo.<ref name=":1">{{Cita libro|apellidos=Avilés Pino|nombre=Efrén|enlaceautor=|título=Historia del Ecuador|url=|fechaacceso=|año=2020|editorial=Editorial Sol 90|isbn=|editor=Editorial|ubicación=|página=216|idioma=|capítulo=XVI}}</ref>
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=== Prensa ===
=== Prensa ===
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== Eventos ==
== Eventos ==
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Desde mediados de 1911, en [[Quito]] y en todo el país, se fue afianzando y extendiendo, un clima anti-alfarista que culminó el 11 de agosto con un golpe de estado militar, que obligó a Eloy Alfaro a dimitir de la presidencia, a refugiarse en la Legación de Chile y posteriormente exiliarse a Panamá. Según estima Cristóbal Gangotena, un testigo presencial de los hechos que dejó una crónica, la vida de Alfaro ya corrió peligro durante su derrocamiento, siendo salvado por los cónsules de Brasil y Chile. Este último, de apellido Eastman, fue el responsable de un acuerdo que permitió que Alfaro salga ileso, pero comprometiéndose a salir del país por lo menos un año. Desde entonces, el ''Viejo luchador'', perdería todo el apoyo en el Congreso, en donde la "mayoría constitucionalista" lanzaba furibundos ataques contra él, llevándose a plantear incluso la colocación de una placa difamatoria contra el Alfarismo en el [[Palacio de Carondelet]] y a pedir su extradición, para juzgarlo, mientras los hombres del antiguo régimen eran apresados y sufrían las consecuencias de la ira de un populacho que enfurecido linchó al [[Coronel Quiroga]]. En este clima, [[Víctor Emilio Estrada]], asumió el poder, pero sus problemas del corazón lo llevaron a la tumba después de tres meses. El Congreso en donde los placistas y conservadores dominaban, eligieron al presidente del Congreso [[Carlos Freile Zaldumbide]] para que se encargue del Gobierno, lo que fue rechazado por los alfaristas de Esmeraldas que eligieron a [[Flavio Alfaro]] como Jefe Supremo, a la vez que el general [[Pedro J. Montero]], fiel seguidor de Alfaro y Jefe Militar de [[Guayaquil]], se proclamó por su parte, como Jefe Supremo del Guayas. El general [[Leonidas Plaza Gutiérrez]] en nombre del Gobierno, como jefe del Ejército, se dirigió a Guayaquil, para combatir el levantamiento de Montero, que había recibido el apoyo de [[Flavio Alfaro]] y del propio Eloy Alfaro, quien regresó de Panamá, ante el pedido de Montero para actuar como mediador y pacificador. Alfaro regresó, para servir de mediador entre los suyos y el Gobierno y evitar mayores problemas para el radicalismo y aún la mismísima desaparición del partido.
Desde mediados de 1911, en [[Quito]] y en todo el país, se fue afianzando y extendiendo, un clima anti-alfarista que culminó el 11 de agosto con un golpe de estado militar, que obligó a Eloy Alfaro a dimitir de la presidencia, a refugiarse en la Legación de Chile y posteriormente exiliarse a Panamá. Según estima Cristóbal Gangotena, un testigo presencial de los hechos que dejó una crónica, la vida de Alfaro ya corrió peligro durante su derrocamiento, siendo salvado por los cónsules de Brasil y Chile. Este último, de apellido Eastman, fue el responsable de un acuerdo que permitió que Alfaro salga ileso, pero comprometiéndose a salir del país por lo menos un año. Desde entonces, el ''Viejo luchador'', perdería todo el apoyo en el Congreso, en donde la "mayoría constitucionalista" lanzaba furibundos ataques contra él, llevándose a plantear incluso la colocación de una placa difamatoria contra el Alfarismo en el [[Palacio de Carondelet]] y a pedir su extradición, para juzgarlo, mientras los hombres del antiguo régimen eran apresados y sufrían las consecuencias de la ira de un populacho que enfurecido linchó al [[Coronel Quiroga]]. En este clima, [[Víctor Emilio Estrada]], asumió el poder, pero sus problemas del corazón lo llevaron a la tumba después de tres meses. El Congreso en donde los placistas y conservadores dominaban, eligieron al presidente del Congreso [[Carlos Freile Zaldumbide]] para que se encargue del Gobierno, lo que fue rechazado por los alfaristas de Esmeraldas que eligieron a [[Flavio Alfaro]] como Jefe Supremo, a la vez que el general [[Pedro J. Montero]], fiel seguidor de Alfaro y Jefe Militar de [[Guayaquil]], se proclamó por su parte, como Jefe Supremo del Guayas. El general [[Leonidas Plaza Gutiérrez]] en nombre del Gobierno, como jefe del Ejército, se dirigió a Guayaquil, para combatir el levantamiento de Montero, que había recibido el apoyo de [[Flavio Alfaro]] y del propio Eloy Alfaro, quien regresó de Panamá, ante el pedido de Montero para actuar como mediador y pacificador. Alfaro regresó, para servir de mediador entre los suyos y el Gobierno y evitar mayores problemas para el radicalismo y aún la mismísima desaparición del partido.



Revisión del 12:28 1 feb 2021

La Hoguera Bárbara

El tren en el cual los generales vencidos fueron trasladados a Quito
Lugar Penal García Moreno y Parque El Ejido, Quito
Blanco Eloy Alfaro y aliados
Fecha 28 de enero de 1912
Tipo de ataque Magnicidio
Arma Linchamiento

La Hoguera Bárbara es el nombre con el que se conoce al magnicidio del expresidente de la república de Ecuador José Eloy Alfaro Delgado y a un grupo de militares y funcionarios leales al mandatario ocurrido el domingo 28 de enero de 1912 en la ciudad de Quito. Entre las víctimas de este homicidio están: El expresidente Eloy Alfaro, su hermano Medardo Alfaro, su sobrino Flavio Alfaro, y el general Ulpiano Páez, el coronel Luciano Coral. Tres días antes y como antesala a los hechos ocurridos, en la ciudad de Guayaquil fue asesinado de igual forma el general Pedro J. Montero.[1]

Antecedentes

Eloy Alfaro gobernó en dos ocasiones 1895-1901 y 1906-1911 a través de golpes de estados, tenía una ideología política de corte liberal, con decretos poco populares para las clases mayoritariamente conservadoras. Lidero un proceso de transformación política que incluyó: La libertad de culto, la participación de la mujer en la función pública y el sufragio, la gratuidad de la educación y la eliminación de impuestos indígenas.[1]

Iglesia Católica

La redacción de una constitución en la que se decretó el Laicismo y que ocasionó la expropiación de tierras a la iglesia católica y la llegada de la Iglesia Evangélica al Ecuador,[2]​ estas medidas liberales atentaban contra el clero lo que causó una oposición política que se predicaba desde el púlpito, condenando a estos impíos, masones y anticristos.[3]​ Esta oposición llegó a ser tan severa que su llegada a quito en 1895 produjo en la población una fuerte inquietud que esperaban ver al demonio mismo con cuernos y rabo.[4]

Prensa

Durante esos años la prensa eran medios de difusión de ideologías, los periodistas eran escritores y políticos, por lo que los diarios de circulación hacían duras críticas a los Alfaros, se han señalado titulares del Diarios como El Comercio, El Telégrafo e incluso de prensa de otras fracciones liberales.[5]​ El 20 de febrero de 1912 Olmedo Alfaro Hijo de Eloy, acusó desde Panamá a Carlos Freile Zaldumbide, Leonidas Plaza y a cuatro periódicos de haber difamado para arengar la opinión pública y promover el asesinato de su padre.[6]

Eventos

Alfaro cabalgando junto a Monteros

Desde mediados de 1911, en Quito y en todo el país, se fue afianzando y extendiendo, un clima anti-alfarista que culminó el 11 de agosto con un golpe de estado militar, que obligó a Eloy Alfaro a dimitir de la presidencia, a refugiarse en la Legación de Chile y posteriormente exiliarse a Panamá. Según estima Cristóbal Gangotena, un testigo presencial de los hechos que dejó una crónica, la vida de Alfaro ya corrió peligro durante su derrocamiento, siendo salvado por los cónsules de Brasil y Chile. Este último, de apellido Eastman, fue el responsable de un acuerdo que permitió que Alfaro salga ileso, pero comprometiéndose a salir del país por lo menos un año. Desde entonces, el Viejo luchador, perdería todo el apoyo en el Congreso, en donde la "mayoría constitucionalista" lanzaba furibundos ataques contra él, llevándose a plantear incluso la colocación de una placa difamatoria contra el Alfarismo en el Palacio de Carondelet y a pedir su extradición, para juzgarlo, mientras los hombres del antiguo régimen eran apresados y sufrían las consecuencias de la ira de un populacho que enfurecido linchó al Coronel Quiroga. En este clima, Víctor Emilio Estrada, asumió el poder, pero sus problemas del corazón lo llevaron a la tumba después de tres meses. El Congreso en donde los placistas y conservadores dominaban, eligieron al presidente del Congreso Carlos Freile Zaldumbide para que se encargue del Gobierno, lo que fue rechazado por los alfaristas de Esmeraldas que eligieron a Flavio Alfaro como Jefe Supremo, a la vez que el general Pedro J. Montero, fiel seguidor de Alfaro y Jefe Militar de Guayaquil, se proclamó por su parte, como Jefe Supremo del Guayas. El general Leonidas Plaza Gutiérrez en nombre del Gobierno, como jefe del Ejército, se dirigió a Guayaquil, para combatir el levantamiento de Montero, que había recibido el apoyo de Flavio Alfaro y del propio Eloy Alfaro, quien regresó de Panamá, ante el pedido de Montero para actuar como mediador y pacificador. Alfaro regresó, para servir de mediador entre los suyos y el Gobierno y evitar mayores problemas para el radicalismo y aún la mismísima desaparición del partido.

Las fuerzas liberales fueron derrotadas en sucesivas batallas en Huigra, Naranjito y Yaguachi, donde mueren cerca de 1000 hombres, en una corta guerra civil. Montero se vio obligado a llegar a un acuerdo de capitulación en el que se pedían garantías para Alfaro y sus compañeros. Ante la inminente derrota del liberalismo, el Viejo luchador firma la rendición, que fue mediada por los cónsules de Estados Unidos y Gran Bretaña en Guayaquil. Contemplaba la rendición de las fuerzas liberales, amnistía a Montero y los partícipes del 28 de diciembre, y el exilio voluntario de don Eloy, en un vapor asignado por el Gobierno. No habría represalias.

Pero la Capitulación no fue respetada, se argumentó que Alfaro tampoco había respetado su compromiso anterior de 1911, y el General Leonidas Plaza, Jefe de las fuerzas gobiernistas, ordena la detención de Eloy y Flavio Alfaro, Pedro J. Montero y Ulpiano Páez; además, se aprehendió a personas que nada tuvieron que ver con los hechos anteriores, sino por el simple hecho de ser liberales, como Medardo Alfaro, el periodista Luciano Coral, director del periódico liberal El Tiempo y Manuel Serrano Renda.

Asesinato de Pedro J. Montero

Fue Pedro J. Montero quien firmó la capitulación de la breve guerra civil que se originó ante el descontento de los grupos liberales con la ascensión a la presidencia de Carlos Freile Zaldumbide.

El General Montero fue juzgado por traición en Guayaquil, bajo el pretexto de estar sujeto a la jurisdicción militar, en donde al final de la sentencia que lo condena a 16 años de prisión, un soldado le disparó en la frente y lo arrojó a la calle desde una ventana. Como en un anticipo macabro de lo que vendrá, el pueblo arrastró el cadáver por las calles de Guayaquil y lo quemó de forma bestial en una plaza.

"El cadáver, entonces, fue abandonado en las calles, descuartizado y por fin quemado en una plaza"[7]

El 25 de enero fue asesinado e incinerado en la plaza San Francisco,[8]​ ese día el general vestía pantalón y zapatos negros, saco plomo, Chaleco de rayas negras, corbata azul claro y llevaba un sombrero manabita. Durante su juicio declaró no poseer religión alguna, lo que tal vez encendió la ira de la muchedumbre. Fue asesinado por su custodio el sargento Alipio Sotomayor, tras un breve cruce de palabras, en donde Montero exclamo ¿Quieren mi vida?, se la dará mañana, ante lo cual Sotomayor respondió: No, ¡Ahora mismo! El cuerpo sin vida fue golpeado, atravesado por bayonetas y tirado desde el segundo piso, a la madrugada siguiente el cadáver fue arrastrado por la calle aguirre hasta Pedro Carbo, donde fue decapitado y mutilado, su corazón fue extirpado para ser exhibido como trofeo de guerra, y con keroseno obtenido de el almacén La Bola de Oro fue encendido en llamas durante una hora hasta que su viuda Teresa Guzmán pidió misericordia.[9]

Asesinato de Eloy Alfaro y su plana mayor

El Presidente Freile ordena que los otros prisioneros sean llevados a Quito. Plaza, aparece como contrario a esta disposición, pero el historiador Roberto Andrade lo acusa de haber manipulado la decisión y planeado el asesinato de los jefes del radicalismo, que finalmente ocurrió en la capital el 28 de enero de 1912 en el Penal García Moreno. Como una ironía histórica, el general Alfaro fue llevado a Quito en el mismo tren que él construyó. cuidadosamente planeada la agenda, primero entraron a Quito los soldados placistas con sus muertos y heridos, luego del medio dia entraron los generales libertarios. Controvertida es aún hoy, la cuestión relativa a los responsables materiales e intelectuales, del asesinato de Alfaro y sus tenientes. La historia oficial atribuye el asesinato a la plebe. El historiador Roberto Andrade, contemporáneo de Alfaro, acusa a Leonidas Plaza; otros investigadores lo liberan. Nadie niega que fuera un crimen político y horrendo, instigado desde varios sectores.

1908: En primera fila, Archer Harman y Eloy Alfaro; segunda fila: Alfredo Monge, Crnel. Belisario Torres, Dr. César Borja Lavayen, Gral. Francisco Hipólito Moncayo, William Fox y Amalio Puga.
"Enseguida desembarcó Plaza con su ejército. Su primera decisión en Guayaquil, fue la violación de las Capitulaciones. En algunos de sus telegramas manifestó sorpresa porque los Generales no habían fugado: ésta es declaración de que él lo hubiera hecho, porque para él nada importa un compromiso. En la mejor acción de este hombre se deja vislumbrar la estrofa de una canalla. Mandó prender á los generales Eloy Alfaro y Ulpiano Páez, quienes se hallaban juntos, esperando la designación del vapor en que debían embarcarse (...) Plaza había tenido buen cuidado de incorporar en el populacho a soldados disfrazados y escogidos, para que mataran a los generales en la calle, cuando los conducían a prisión". Se refiere a Plaza: "Y a su cómplice Valverde le telegrafiaba a Manabí en las mismas horas: "El hecho de haber caído prisioneros todos los cabecillas está revelando que una justicia superior va á destruir el mal de una manera radical y para siempre"[10]

Guardaban el Penal García Moreno el Regimiento No. 4, los batallones "Quito" y "82", y secciones de policía. Se estimó en el año de 1919, en 600 soldados armados a la guarnición que debía proteger la prisión y mantener el orden, pero no lo hizo.

Conducidos por el coronel Alejandro Sierra y sus soldados del batallón Marañón a pie y a caballo, los prisioneros de guerra entraron en Quito. A pesar de que era un secreto a voces que se tramaba un linchamiento -algunos diarios hasta lo insinuaron en sus editoriales, aunque dado el porcentaje de analfabetismo de la época es muy poco probable que hayan influenciado directamente a la masa- Sierra paseó al general Alfaro en un automóvil blanco desde el sector de Chillogallo, en la entrada sur de Quito, al Penal, tomando las calles más concurridas, donde la gente pudo verlo e insultarlo. Según relató Cristóbal Gangontena, el auto iba conducido por un francés llamado Hubert, quien fue insultado por la gente. Gangontena cree que hubo incidentes entre la guardia y la gente, al extremo de haber un muerto y por lo menos un herido.[7]​ Los militares entregaron a Alfaro en la Penitenciaría, donde fue encerrado en la Sección E, junto con sus tenientes. Pero no hubo tiempo ni siquiera de asegurar las celdas, cuando empezó el ataque.

Era poco después del mediodía cuando una turba, estimada en cuatro mil personas (según los resultados de las investigaciones del fiscal Pío Jaramillo Alvarado en el año de 1919), rodeó el Penal para asaltarlo. Los militares, según pudo establecer el fiscal, no solo que no ofrecieron resistencia, sino que llamaron a la gente para darle armas y elementos para el ataque. Solo la guardia interna del Penal resistió, asegurando las puertas con lo que tenían a mano, pero estas fueron rápidamente destruidas. Todos los tiros disparados fueron contra el Penal, sin que se hiciera fuego desde el interior. Según pudo establecer Gangotena en una visita a los pocos días, los asesinos forzaron a tiros una ventana y una puerta de madera, mientras que no pudieron romper la puerta principal. La puerta de madera había sido asegurada con unos adobes, sin éxito. Quienes entraron abrieron luego la puerta principal y supieron rápidamente en donde estaban los presos, pues se dirigieron a la Serie E sin demoras.

El general Alfaro, que tenía 70 años, le dijo al director del Penal, Rubén Estrada, que se ahogaba y pidió un cajón para sentarse, pues en la celda no había mueble alguno. El director declaró que había dispuesto que le den una silla.

Un grupo precedidos por prostitutas, matarifes y cocheros precedieron la barbarie,[4]​ armados con fusiles, pistolas y garrotes, ingresaron con facilidad a las celdas donde se había conducido al expresidente y sus tenientes. Las puertas de las celdas estaban abiertas, pues, según declararon los empleados del presidio, no tuvieron tiempo de asegurarlas con candados, salvo en el caso de la celda de Flavio Alfaro.

Cuando el general anciano sintió un ruido, púsose en pie y se acercó a la puerta, en ademán de imponer silencio. Un cochero llamado José Cevallos, al parecer un sicario contratado por el ministro de Gobierno de Freile, Octavio Díaz, entró en la celda a matarlo. Según Gangotena, el general llevaba consigo una botella de coñac, que lanzó contra él.

El testigo del asesinato del general, Adolfo Sandoval, declaró en el proceso:

“Penetré por medio de aquel populacho hasta la puerta de aquel establecimiento, que ya la encontré despedazada y que habían botado una especie de muro de adobe, que habían hecho para resguardarlo. Habiendo subido la escalera de la Serie ‘E’ encontré en una celdilla a los Generales Eloy Alfaro y Ulpiano Páez, y me consta que el cochero José Cevallos, dirigiéndose al General Alfaro le dijo: ‘dónde están los millones que has robado viejo sinvergüeza’, le dio de golpes con un palo que tenía en la mano, lo boto al suelo, y en seguida con el rifle que tenía, lo mató, y luego hizo lo mismo con el General Páez. Cuando muerto ya el General Páez, el carpintero Emilio Suárez, le dio un barretazo en la cara que le hizo tortilla, sacaron sus cadáveres que los botaron de ese altillo para abajo, y los bajaron. En seguida volvió a subir Cevallos, gritando ‘falta un bandido’, y dirigiéndose a la celdilla en donde había estado el General Flavio E. Alfaro, en cuyas puertas que habían estado aseguradas con candado, rompió éste a balazos, penetró, le hizo un tiro, con el que cayó muerto, en cuyas circunstancias entró un joven con pistola en mano, con la que también le hizo un tiro: no conocí a ese joven, pero debe dar razón el sindicado Cevallos. Vi también al zapatero Montenegro con cuchillo y que gritaba también, que había que matarles a los Flavistas, y el cochero de la señora Isabel Palacios, hacía tiros en las celdillas de los presos, en compañía de muchas personas a quienes no pude conocer porque eran numerosas y debido también a la ofuscación que existía; pues es inexplicable lo que acontecía, puesto que los hechos que pasaban eran terribles”. [11]

Al parecer, Cevallos tras golpear al expresidente le disparó dos tiros, uno en la cara y otro en el ojo, quedando en la celda un charco de sangre y la botella rota.

Carmen Sandoval, una empleada del Penal, relató al fiscal haber visto lo siguiente:

“Ví subir por la escalera de ese altillo a un joven de leva y dos muchachos, armados con rifles, y dirigiéndose a las celdillas en que estaban los Generales Eloy Alfaro y Ulpiano Páez, los victimaron, y sacando arrastrado el cadáver del General Alfaro, lo metieron por las barandas del pasamano de fierro de aquella Serie y lo botaron hacia abajo al empedrado. Vi que el cadáver del General Páez, lo arrastraron y le daban con piedras, sin haber podido conocer a ninguna persona que estos hechos bárbaros cometían. Luego el General Flavio Alfaro, se encontraba solo en su celdilla, era el único que no había sido muerto, cuando vi que se regresaba el cochero Cevallos, de cerca de la puerta principal, y decía “falta un bandido”, y subiendo la escalera, en compañía del zapatero Montenegro y N. Vaca, cochero de la señora Isabel Palacios y unas seis mujeres del pueblo que les seguían, fueron en busca del señor General Flavio Alfaro y dando con él, así mismo lo victimaron. Cevallos estaba armado con un rifle, el zapatero Montenegro con pistola y el zapatero Vaca con un cuchillo que lo tenía a la mano, con el que le punzaba al referido General cuando lo sacaban arrastrando de la celdilla; constándome además que el indicado General aún no moría. Todos los cadáveres sacó la gente arrastrándolos, para la ciudad; y como repito, como el populacho era numeroso y había una fuerte confusión, no se distinguía a las personas. El preso criminal A. Flores, que ya cumplió su condena y salió en libertad, me refirió que él también había visto que el cochero Cevallos, mató al General Flavio E. Alfaro. Lo que dejo relacionado, observamos desde la Bomba, yo, la viuda del Comandante Estrada, la señora Rosa Sierra y la señora Dolores Jara". [11]

Según relató Gangotena, Ulpiano Páez había escondido un revólver en la bota, con el que pudo defenderse y abatir a uno de los atacantes, antes de recibir un tiro fatal en el rostro.

Flavio Alfaro, que tenía la puerta de su celda cerrada, pudo resistir varios minutos a los balazos que le disparaban desde el exterior, pero finalmente fue alcanzado por tiros de rifle.

Los asesinos mataron a un preso común, al que confundieron con uno de los políticos liberales.

En la versión de Andrade, un individuo de apellido Pesantes llamó al pueblo y abrió las puertas, entregó los cadáveres y ordenó, que los arrastrarán y quemasen, según estableció el fiscal Pío Jaramillo Alvarado en 1919 después de su investigación de estos asesinatos, un grupo de artesanos mestizos, llamados José Cevallos, José Emilio Suárez, Alejandro Salvador Martínez, Julio Vaca Montaño, María Mónica Constante, Emilia Laso y Silverio Segura [12]​ fueron los principales cabecillas del grupo de asesinos que ingresó por la fuerza al Penal de Quito y los organizadores del linchamiento, y posterior quema de los restos. A pesar lo escrito por José María Vargas Vila, en su libro "La muerte del Cóndor", no participaron en el crimen indígenas ni personas venidas de otras ciudades, pues casi todos eran personas conocidas como artesanos y cocheros de Quito. Sobre Cevallos, el fiscal no pudo concretar su relación con el ministro de Gobierno, Octavio Díaz, con quien al parecer trabajaba y estuvo pocos minutos antes de sumarse a la turba y liderar el asesinato de Alfaro. Esto fue negado siempre por Díaz.

El espectáculo fue horrendo. Los cadáveres desnudos fueron amarrados por la turba de pies y manos. Al cadáver del coronel Luciano Coral un abogado le cortó la lengua y la llevaba en la punta de su bastón mostrándola a la gente.

Mujeres como María Mónica Constante, alías La Chimborazo y Emilia Laso encabezaron la carnicería, arrastrando ellas mismas los restos de los generales asesinados por prácticamente toda la ciudad, desde el Penal García Moreno en el centro hacia las afueras, a un descampado en el norte de Quito conocido como El Ejido (hoy es un parque de la ciudad) desde tiempos coloniales.

Los cadáveres de Eloy Alfaro y Ulpiano Páez, fueron arrastrados por las calles Rocafuerte, Venezuela y Guayaquil, pasando por las plazas de Santo Domingo y La Independencia, para luego converger hacia El Ejido. Una vez ahí, se encendieron por lo menos cinco hogueras para quemar los restos, ya muy deteriorados por el arrastre a lo largo de muchas cuadras sobre calles pavimentadas de piedra.

Fue desde el tejado de una casa en la Plaza de Santo Domingo, que Gangotena pudo ver lo siguiente:

“Me fui hasta la esquina a tiempo para alcanzar a ver pasar el cuerpo desnudo de don Eloy Alfaro, que fue el que primero bajaron. Iba el cadáver desnudo de cintura arriba, en las piernas conservaba un calzón azul de paño; al lado de de la boca, en el lado izquierdo, tenía una herida, que no pude saber si era de balazo o de arma blanca. La cabeza parecía tener triturados todos los huesos del cráneo, de tal manera que temblaba como una bolsa de gelatina: mil años viviré que no olvidaré nunca lo que he visto. En la caja del cuerpo, que iba descubierta, yo no pude ver herida alguna, aunque decían que tenía una en la tetilla izquierda. Ví, sí, manchas de sangre en el pecho, pero no me parecieron sino provenientes de la herida de la cara. Al ver pasar esa masa horripilante, no pude contener un gesto de horror, me llevé constantemente las manos a la cara y se me escapó un grito "qué horror". Pero entonces un muchacho me increpó, "canalla ajo" me gritó, apuntándome con un revólver (...) El populacho llevó los cadáveres por toda la carrera Guayaquil, hasta la Plaza de La Alameda, en donde se dice que mutilaron el cuerpo de don Eloy Alfaro, cortándole el miembro viril."[7]

Gangotena relata a continuación, que los asesinos armados le obligaron a aplaudir el espectáculo horrendo que presenciaba a punta de pistola.

Aunque la turba gritaba "viva el pueblo católico", la Iglesia Católica no participó en la masacre. El arzobispo de Quito, Federico Gonzáles Suárez, relató luego de los hechos:

"En los momentos en que los cadáveres de los Generales Eloy Alfaro y Ulpiano Páez, eran arrastrados por la Plaza de la Independencia, un grupo del pueblo penetró al Palacio Arzobispal y se dirigió decididamente a los departamentos ocupados por el I. y Rvmo. señor Arzobispo. Al oír el ruido, salió de su cuarto Monseñor González Suárez y adelantándose a los del grupo, les preguntó qué querían. A lo que le contestaron: Dénos su Señoría Ilustrísima el permiso para repicar las campanas de la Catedral, porque el señor Sacristán Mayor (entonces el Presbítero señor José Miguel Meneses) no quiere permitirnos. Y ¿por qué quieren ustedes repicar las campanas de la Catedral?, replicó el I. señor Arzobispo. Porque, contestaron, debemos alegrarnos de que hayan desaparecido los que tanto perseguían a la Iglesia. La Iglesia no puede aplaudir esta conducta, y así ustedes deben retirarse de aquí y les prevengo que no han de poner un dedo en las campanas de ninguna iglesia, concluyó el Prelado. No hubo, pues, repiques de campana en las iglesias católicas, como pretendieron algunos exaltados” [11]

Ni el Ejército ni la Policía presentes intervinieron, hasta cuando los asesinos dejaron la hoguera. Se supo que el Gobierno dio la orden de no reprimir ni intervenir, tanto a los mandos militares, cuanto al intendente de Policía de Quito. El intendente declaró en el proceso que fue el propio Freile quien le dio la orden de no impedir los desmanes, por lo que renunció inmediatamente.

Gangotena relata que la turba arrastró los cuerpos por toda la Plaza de la Independencia y luego bajó hacia San Agustín, en donde vivía Carlos Freile Zaldumbide, en cuya casa intentaron penetrar para dejarle los muertos, cosa que impidió la guardia presente. Freile declaró que estaba enfermo y en cama, por lo que se excusó de salir a ver el espectáculo.

Gangotena describe que fue a ver la escena en el parque capitalino, cerca de las 16:30. Nos precisa que no uno hubo una sola hoguera, sino por lo menos cinco, alineadas de este a oeste en el descampado y que solo la que contenía los despojos de Eloy Alfaro y Luciano Coral, había destruido mayormente los restos. Mezquina hasta con el combustible, la chusma dejó a medio quemar y reconocibles los restos del general Ulpiano Páez, así como los de Medardo y Flavio Alfaro, en cuyos cadáveres mutilados era posible todavía ver las vísceras. Se podían ver también, precisa el testigo, los restos de las cuerdas que los asesinos amarraron en los tobillos de las víctimas. Algunos niños jugaban con los muertos, picándolos con palos.

Sobre los restos de Eloy Alfaro, precisa:

"Había ahí, a las 4 y media que llegué, cuatro (luego destaca que son cinco) piras ardiendo. En el número 1 estaban Eloy Alfaro y Luciano Coral. En el 2 el general Manuel Serrano, en el 3 el general Ulpiano Páez, en el 4, Flavio y Medardo Alfaro, en el 5 había sido puesto Medardo, pero como se apagaba, habían trasladado el cadáver a la hoguera en la que estaba Flavio. A la hora en que yo vi este terrible espectáculo, el fuego estaba ya casi apagado. No había llamas, sino apenas brazas de candela, los cuerpos medio carbonizados con la propia grasa entretenían al fuego expirante,lo que producía mucho humo, de un olor nauseabundo(...) en la primera el que estaba más consumido por el fuego era don Eloy Alfaro, Coral también estaba irreconocible, los dos tenían carbonizadas las cabezas y el flanco del cuerpo y los muslos, don Eloy tenía una canilla enteramente carbonizada, los pies y las manos de los dos, contraídas horriblemente, estaban casi intactas. Esta hoguera parece ser la que más combustible tuvo, y por ende, la que más destruyó los cadáveres." [7]

Empero, como si nada hubiera ocurrido, una banda de música ofreció una retreta frente a la casa de gobierno, el Palacio de Carondelet. Los diarios de la época apenas reportaron el hecho con pequeñas notas. Al término de su relato, Gangotena precisa que el sentir de la opinión pública fue de condena hacia las atrocidades cometidas, pero se justificaban los asesinatos. También anota que solo a balazos podría el Gobierno haber recuperado los cuerpos e impedido la barbarie, pero estima que es poco probable que el Ejército hubiera cumplido la orden de disparar a la turba. Reprocha también al coronel Sierra su absoluta inacción frente a lo que ocurría y el accionar de la prensa con diarios políticos, que representaban a Leonidas Plaza y Julio Andrade.[7]

El fiscal Jaramillo cuestionó duramente la acción del Ejército, que al parecer facilitó el asalto al penal y dio armas a los asesinos como Cevallos y otros. El Ejército había derrocado al presidente Alfaro pocos meses antes y no quería su regreso.

Enrique Ayala Mora, quien ha escrito una moderna historia del Ecuador, señala según su opinión: "No hay elementos suficientes para acusar a Plaza, pero es en cambio incuestionable que fueron los placistas junto con los conservadores y clérigos los que azuzaron a la multitud enloquecida".

José María Vargas Vila atribuyó el crimen tanto a los conservadores, como Carlos R. Tobar, quien había declarado años antes de la tragedia, que a Alfaro había que quemarlo como a un hereje, cuanto a Plaza, por su afán de quedarse con el poder.

Junto a Eloy Alfaro, murieron (aunque no todos en el mismo día ni en el mismo lugar) Manuel Serrano, Flavio Alfaro, Ulpiano Páez, Luciano Coral, Pedro J. Montero, Medardo Alfaro, Belisario Torres, Luis Quirola.

A partir de ese día, se inició en el país la persecución de los alfaristas, y hasta 1916 en que ya gobernaba Leonidas Plaza Gutiérrez, se registraron alrededor de 8.000 muertos, debido a una guerra civil que se desató en la provincia de Esmeraldas.

Legado

En 1943 el escritor e historiador Alfredo Pareja Diezcanseco escribió el libro biográfico de Eloy Alfaro bajo el título de "La Hoguera Bárbara", de donde se surge el término con el cual se conoce al asesinato de Eloy Alfaro y su plana mayor y uno de los hecho más vergonzosos de la Historia del Ecuador.[13][14]

En Ecuador cuando alguien comete un hecho repudiable o vergonzoso que merece un severo reproche, se suele decir: "te van a arrastrar como a Alfaro", esta frase es cada vez menos utilizada entre las jóvenes generaciones.

La hoguera bárbara inmortalizó la ideología liberal en ecuador, la cual ha sido usada por varios grupos políticos de ideología izquierdista y socialista.[6][15][16]

Referencias

  1. a b Ana Alvarado (28 de enero de 2021). Diario El Comercio, ed. «Eloy Alfaro fue asesinado hace 109 años; el 28 de enero es el Día de la Reparación Nacional.». Consultado el 31 de enero de 2021. 
  2. Diario El Universo, ed. (28 de septiembre de 2012). «12 pastores evangélicos reciben distinción». Consultado el 31 de enero de 2021. 
  3. Ángel Emilio Hidalgo (28 de julio de 2015). Diario El telégrafo, ed. «Revolución Liberal, ideología y religión». Consultado el 31 de enero de 2021. 
  4. a b Avilés Pino, Efrén (2020). «XVI». En Editorial, ed. Historia del Ecuador. Editorial Sol 90. p. 216. 
  5. Diario El Universo, ed. (29 de enero de 2012). «¿Fue la prensa la que mató a Alfaro?». Consultado el 31 de enero de 2021. 
  6. a b Diario El Telégrafo, ed. (28 de enero de 2016). «La 'Hoguera Bárbara': condena y reflexión». Consultado el 31 de enero de 2021. 
  7. a b c d e «Especiales El Comercio - Gangotena, Cristóbal: Relato – Eloy Alfaro». 
  8. Diario El Universo, ed. (25 de enero de 2012). «Asesinato del Gral. Pedro J. Montero». Consultado el 31 de enero de 2021. 
  9. Elena Paucar (1 de marzo de 2020). Diario El Comercio, ed. «El fin del "Tigre del Bulubulo" fue el comienzo de la hoguera bárbara». Consultado el 31 de enero de 2021. 
  10. Roberto Andrade
  11. a b c «Jaramillo Alvarado, Pío: La victimación del general Eloy Alfaro y sus tenientes». 
  12. «Jaramillo Alvarado, Pío: La victimación del general Eloy Alfaro y sus tenientes». 
  13. Alfredo Pareja Diezcanseco (1944). Hoguera Bárbara. Media Luna. Consultado el 31 de enero de 2021. 
  14. «El asesinato de Eloy Alfaro Delgado». Diario El Universo. 28 de enero de 2010. Consultado el 31 de enero de 2021. 
  15. «Tataranieto de Alfaro: 'Revolución Ciudadana' no tiene ideología». Diario El Universo. 29 de enero de 2012. Consultado el 31 de enero de 2021. 
  16. «La 'marca Alfaro' está presente en proyecto político del correísmo». Diario El Universo. 15 de enero de 2012. Consultado el 31 de enero de 2021.