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Batalla de Lepanto

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Batalla de Lepanto
Invasión otomana en Europa
Parte de Guerras habsburgo-otomanas
Cuarta Guerra venecia-otomana

La batalla de Lepanto por Paolo Veronese
Fecha 7 de octubre de 1571
Lugar Golfo de Corinto, Mar Jónico
Coordenadas 38°12′N 21°18′E / 38.2, 21.3
Resultado Victoria decisiva de la Liga Santa
Consecuencias Reforzó la hegemonía cristiana en el Mediterráneo sobre el Imperio otomano y sus corsarios aliados
Beligerantes
Liga Santa:

Monarquía católica
República veneciana
Estados Pontificios

Rep. de Génova
Orden de Malta
Gr. Duc. de Toscana
Ducado de Saboya
Imperio otomano
Comandantes
Juan de Austria
Álvaro de Bazán
Alejandro Farnesio
Luis de Requesens
Sebastiano Venier
Agostino Barbarigo
Marcantonio Colonna
Juan Andrea Doria
Alí Bajá
Mehmed Siroco
Uluj Alí
Fuerzas en combate
Armada de la Santa Liga
• 227 galeras
• 6 galeazas
• 76 fragatas o bergantines
• 98.000 hombres
Armada otomana
• 210 galeras
• 87 galeotas y fustas
• 120.000 hombres
Bajas
7.600 bajas, 12 galeras 30.000 bajas, 190 naves, 12.000 cautivos cristianos liberados

La batalla de Lepanto (en italiano: Battaglia di Lepanto; en turco: İnebahtı deniz muharebesi 'batalla naval de İnebahtı') fue un combate naval de gran trascendencia histórica que tuvo lugar el 7 de octubre de 1571 cerca de la ciudad griega de Návpaktos (Lepanto en italiano y de ahí al español).

Se enfrentaron en ella la armada del Imperio otomano contra la de una coalición católica, llamada Liga Santa, formada por el Reino de España, los Estados Pontificios, la República de Venecia, la Orden de Malta, la República de Génova y el Ducado de Saboya. Los católicos, liderados por Juan de Austria, resultaron vencedores, y se salvaron solo 30 galeras turcas. Se frenó así el expansionismo otomano en el Mediterráneo oriental durante algunas décadas y provocó que los corsarios aliados de los otomanos abandonaran sus ataques y expansiones hacia el Mediterráneo occidental.

En esta batalla participó Miguel de Cervantes, que resultó herido, y perdió la movilidad de su mano izquierda, lo que valió el sobrenombre de «manco de Lepanto». Este escritor, que estaba muy orgulloso de haber combatido allí, la calificó como «la más memorable y alta ocasión que vieron los pasados siglos, ni esperan ver los venideros».[1]

Contexto histórico

Durante el siglo XVI los otomanos habían conquistado los territorios que formaban parte del Imperio romano de Oriente. La Europa protestante, en cierta forma, los consideraba un útil aliado contra la contrarreforma católica.[2]Francia, por su parte, estaba atrapada entre la dinastía Habsburgo que gobernaba en Austria y la que lo hacía en España y los Países Bajos. El Imperio otomano estaba aún en expansión gracias a la base de Tolón, ofrecida por el rey de Francia, e incluso estaba en condiciones de amenazar a España y a Malta.[3]

En el combate naval los otomanos aprendieron mucho de los bizantinos, sobre todo en lo que respecta a la navegación fluvial. El Imperio otomano no encontraba una barrera en las montañas sino en la navegabilidad de los ríos, siendo las bases principales Estambul (Constantinopla) y Edirne (Adrianápolis).[4]

Los diferentes estados de Italia hicieron coalición más a menudo con poderes extranjeros (incluídos los otomanos) que entre ellos mismos. Las deficientes comunicaciones terrestres que poseía la península Itálica contribuyeron a una fragmentación crónica.[5]​ Los venecianos definían como antemurale a Chipre y a sus otras posesiones isleñas frente a una amenaza otomana, en referencia a que se podían usar para mantener al enemigo a cierta distancia.[6]

El tratado de Cateau-Cambrésis de 1559 dio a Felipe II una libertad de acción en el Mediterráneo de la que no gozó su padre, Carlos I.[7]​ Además, los antemurale de Felipe II eran sus fortalezas norteafricanas en el sur y Apulia, Calabria y Sicilia en el Mediterráneo central.

En 1510 16.000 soldados dirigidos por García de Toledo invaden la isla de Yerba, en Túnez, pero los musulmanes terminan derrotándolos. Diez años después Hugo de Moncada desembacará unos 15.000 soldados en Yerba provocando la sumisión del jeque local y marchándose posteriormente. Sin embargo, el corsario musulmán Dragut se instaló en la isla y atacó Italia, llegando incluso a apoderarse de los pueblos napolitanos de Pozzuoli y Castellammare. Luego Dragut tomó el pueblo africano de Mahdia, que fue recuperado por una expedición de Andrea Doria que logró también aislar al corsario en Yerba. Solimán tomó la expedición de Andrea Doria como una declaración de guerra y en 1551 mandó una flota que, junto con la de Dragut, recuperó Mahdia, atacó Malta y la isla de Gozo y arrebató Trípoli a los Caballeros de San Juan. Carlos I había mandado a estos caballeros defender Trípoli a cambio de establecerse en Malta en 1530, sin embargo, tras esto, Trípoli se convirtió en un principado corsario que fue subsumido por el Imperio otomano y la isla de Yerba continuó en manos de corsarios aliados del Imperio otomano pero con cierta autonomía.[8]

Los otomanos debían zarpar desde Grecia pero esto exponía sus vías de comunicación marítimas a los Caballeros de Malta. En las aguas situadas entre Zante y Cefalonia el caballero Mathurin d'Aux de Lescout Romegas capturará un barco mercante musulmán. Los turcos aprovecharán este incidente para intentar acabar con este enclave católico en un intento de asedio fallido en 1565.[9]

Los papas habían tenido cierto éxito en la organización de ligas santas en las cuales los intereses de las naciones coincidían. El término Liga Santa ya se había utilizado para dotar de dignidad a las coaliciones contra Francia de Alejandro VI y Julio II en 1495 y 1511 y contra Venecia en 1508.[10]​ Desde la última liga santa de finales de la década de 1530 la contribución anual (subssidio) proporcionado por el Papa, de una décima parte de las rentas eclesiásticas, había servido para reforzar las defensas de la República de Venecia en el mar Adriático. El 27 de febrero de 1570 se aumentó la contribución en una décima parte más, a 100.000 ducados, aunque el Papa condicionó las ayudas posteriores a la participación de Venecia en la próxima liga santa. La política veneciana fue encaminada a aprovechar al máximo los beneficios de una alianza, como obtener grano a un precio ventajoso para compensar las malas cosechas en Venecia y la pérdida de abastecimiento del grano egipcio.[11]​ El Papa también ejercía gran influencia sobre España, ya que sus defensas marítimas también dependían del subssidio. Por ello Felipe II aceptó participar en la Liga Santa contra los otomanos, recibiendo gracias papales como la de la recaudación de las indulgencias de Cruzada y la del mayor contribuyente al diezmo eclesiástico general excusado. Esta situación económicamente ventajosa para España le permitió a la Corona obtener préstamos a interés muy bajo de los banqueros genoveses. Si bien Felipe II quedaba obligado a una expedición militar contra los otomanos cada año, debió de sentirse muy agradado cuando, en 1573, Venecia y el Imperio otomano firmaron la paz, puesto que siguió obteniendo gracias papales sin la obligación de participar en más batallas. En general se puede afirmar que Felipe II salió beneficiado económicamente de la Liga Santa.[12]

Antecedentes

Antecedentes de la Liga Santa

En 1570, después de unos años de tranquilidad, los turcos inician una expansión atacando varios puertos venecianos del Mediterráneo Oriental. Atacan Chipre con 300 naves y ponen sitio a Nicosia.

Venecia pide ayuda a las potencias cristianas, pero sólo el Papa Pío V les responde. El Papa consigue convencer al rey de España para que también ayude, y se forma una armada para enfrentarse a los turcos. Esta armada se reúne en el puerto de Suda, en la isla de Candia (Creta).

En total suman 198 galeras, 11 galeazas, un galeón, 7 naves más, con un total de 1.300 cañones y 48.000 hombres, de los que sólo 16.000 son gente de guerra.

Mientras los generales cristianos discuten la forma de hacer frente a la situación, el 9 de septiembre los turcos toman Nicosia. Juan Andrea Doria, al ver que no hay acuerdo posible entre las fuerzas cristianas, decide volverse a Sicilia el 5 de octubre. En su regreso a sus bases, las fuerzas venecianas y pontificias sufren un temporal en el que se pierden 14 de las galeras venecianas. El Papa y Venecia culparon al almirante español del fracaso de la operación. Los motivos de Juan Andrea Doria para no emprender un ataque contra fuerzas turcas superiores se basaban en el mal estado de las dotaciones y del armamento de las galeras de Venecia.

La Liga Santa

La armada aliada estuvo al mando de don Juan de Austria, secundado en la armada real por Álvaro de Bazán, Alejandro Farnesio, Luis de Requesens y Juan Andrea Doria; mientras que la veneciana iba capitaneada por Sebastián Veniero y la pontificia por Marco Antonio Colonna. Entre todos reunían más de 200 galeras, 6 galeazas y otras naves auxiliares. La escuadra turca —al mando de Alí Bajá (señor de Argel y gran marino a las órdenes del sultán turco Selim II)— contaba con 260 galeras.

Ante el fracaso de esta expedición, Pío V reúne a plenipotenciarios reales y venecianos para tratar de tomar medidas efectivas contra la expansión turca por el Mediterráneo. Las discusiones se centran sobre las misiones de la Liga y la duración de la concentración de fuerzas, con posturas encontradas entre venecianos y españoles. Los primeros quieren restringir su ámbito al Mediterráneo Oriental, mientras que los españoles quieren incluir las costas del norte de África.

Gracias al empeño personal del Papa, el 24 de mayo de 1571 se llega a una solución de compromiso:

  • La duración será ilimitada.
  • Servirá tanto para atacar a Turquía como para atacar las plazas turcas del norte de África.
  • La armada estará formada por 200 galeras, 100 naves, 50.000 infantes y 4.500 jinetes.
  • Esta armada deberá estar preparada para entrar en acción en abril de cada año.
  • España sufragará tres sextos de los gastos, Venecia dos sextos y la Santa Sede el sexto restante.
  • El generalísimo de la Liga será Juan de Austria, y cada nación aportará un Capitán General. Estos tres capitanes generales, reunidos en consejo, acordarán el plan anual de operaciones.
  • Ninguna de las partes podrá ajustar tregua ni paz con el enemigo sin participación y acuerdo de las otras dos.
  • El generalísimo no llevará estandarte propio ni de su nación, sino el especial de la Liga.

Una vez aprobado el tratado, el Papa intenta que se unan a él Portugal, Francia y Austria, sin conseguirlo. Francia incluso pactó con los turcos.

Mientras tanto, los turcos continúan con su campaña de conquista de Chipre, y forman una escuadra de 250 velas y 80.000 hombres para devastar y saquear algunos de los puertos venecianos del Adriático. El 4 de agosto, por falta de vituallas, cae Famagusta, con lo que se completa la conquista turca de Chipre.

Reunión de las escuadras

Una vez escogido el puerto de Mesina como punto de reunión, comienzan a llegar a él las diferentes escuadras. Los primeros son los venecianos, que llegan el 23 de julio y aportan, por el momento, 48 galeras y cinco galeazas. Poco después arriban las 12 galeras del Papa bajo el mando de Colonna. Juan de Austria y Sancho de Leiva parten de Barcelona el 20 de julio con las galeras del rey. Recalan en La Spezia para recoger tropas alemanas e italianas, y llegan a Nápoles el 9 de agosto, donde el 14 recibirá Juan de Austria el estandarte y las insignias de la Liga Santa, diseñados por el Papa y en el que aparecen los símbolos de las tres comandos. Arriban a Mesina el 23 de agosto. Faltan por llegar las escuadras de Álvaro de Bazán, Juan Andrea Doria, Juan de Cardona y 60 galeras venecianas. A primeros de septiembre ya estará toda la flota reunida, y su composición es:

Representación de la batalla.

España:

  • 90 galeras
  • 24 naves
  • 50 fragatas o bergantines.

Venecia:

  • 6 galeazas
  • 106 galeras
  • 14 naves
  • 20 fragatas.

Estados Pontificios:

  • 12 galeras
  • 6 fragatas.

Las galeazas eran los navíos más potentes gracias a su gran aportación artillera. Las galeras eran impulsadas por remeros profesionales o por «chusma», gente que había sido condenada por cualquier delito a este duro trabajo. Las piezas artilleras de toda la escuadra eran 1.250. Pese a la gran cantidad de navíos reunidos, a Juan de Austria le preocupaba el mal estado de muchos de ellos, debido a que muchas de las galeras italianas se habían construido rápidamente y otras tenían los espolones desgastados o podridos a causa de sus largas esperas en los puertos de amarre. Pese a ello se decidió que podrían aguantar.

La Liga Santa logró reunir un total de 91.000 soldados, marineros y chusma. 34.000 soldados, 13.000 tripulantes y 45.000 galeotes. Por la parte real eran 20.231 los soldados, de los cuales sólo 8.160 eran nativos de la Península Ibérica, italianos 5.000 y alemanes 4.987. Además se unieron 1.876 caballeros y aventureros. A causa de la escasez de gente en las galeras venecianas, Juan de Austria decide embarcar en ellas a 4.000 infantes españoles,[13]​ para reforzar su guarnición. También embarca a 500 arcabuceros españoles en cada galeaza.

Salida a la mar de la flota cristiana

El 15 de septiembre salen las naves de César Ávalos para esperar al resto de la flota en el golfo de Tarento. El 16, sale el resto de la flota cristiana. En vanguardia van 8 galeras exploradoras, al mando de Juan de Cardona, general de la escuadra de Sicilia. Sus órdenes son ir 8 millas por delante del grueso de la fuerza. El resto de la fuerza va dividida en cuatro cuerpos. Su formación era la del águila, pero sin pico:

  • El primero, que será el cuerpo derecho en combate, lo manda Juan Andrea Doria, con 54 galeras. Llevan grímpolas verdes.
  • El segundo, que será el centro en combate, lo manda Juan de Austria, y lleva 64 galeras con grímpolas azules.
  • El tercero, cuerpo izquierdo en combate, lo manda Agustino Barbarigo y son 53 galeras con grímpolas amarillas.
  • Y el cuarto, que es la escuadra de socorro o de reserva en combate, lo manda Álvaro de Bazán. Está formado por 30 galeras con grímpolas blancas.

Cada uno de estos cuerpos lleva dos galeazas, que en caso de combate se pondrán por delante de la formación principal. Los cuerpos están formados sin tener en cuenta la procedencia de los buques, intercalando buques venecianos, reales y pontificios. Encuentran tiempo borrascoso y vientos contrarios, lo que les impide pasar Otranto hasta el 24 de septiembre, y las galeras dejaron atrás a las naves de vela. Gil de Andrade, que lleva con sus galeras la exploración lejana, informa de que la flota turca se encuentra en el golfo de Lepanto, al resguardo de sus castillos. Juan de Austria decide dirigirse a Corfú, y convoca un consejo de guerra, ya que, al haber dejado atrás a las naves de vela, no disponen de medios de sitio para atacar los fuertes de Lepanto. Deciden embarcar seis piezas gruesas de artillería de la defensa de Corfú, y salen a la mar el 30 de septiembre.

Se plantea un problema de competencias entre don Juan y los venecianos. El problema se origina en una galera veneciana, donde por defender cada uno a su gente, se enfrentaron con las armas el capitán de la galera y el capitán de los soldados embarcados, con resultado del veneciano herido. El almirante veneciano, Veniero, hace que ahorquen al capitán de los soldados puestos por don Juan, por lo que éste convoca consejo de guerra del cual excluye a Veniero, y llama a Barbarigo en su lugar. Juan Andrea Doria se manifiesta partidario de volverse a España y dejar solos a los venecianos, a los que considera de poco fiar, dada su experiencia anterior. Los generales al servicio del rey que hablan después de él, defienden esta postura, pero Álvaro de Bazán opina lo contrario. Dice que el hecho de que Veniero haya hecho un disparate no es motivo para tirar por la borda todo el esfuerzo hecho hasta el momento. Los que hablan después de don Álvaro apoyan su postura. Cierra el consejo don Juan, diciendo «Adelante, sigamos el parecer del marqués», y deciden salir a la mar muy de mañana, formar línea de combate a 15 millas de las bocas de Lepanto y esperar 2 horas, y, si no saliese el enemigo, disparar sus cañones y volverse.

La batalla

Preparativos de los cristianos

Los vencedores de Lepanto: desde la izquierda, don Juan de Austria, Marco Antonio Colonna y Sebastiano Venier.

Estos fueron —según consta en la orden general de navegación y combate dada por D. Juan de Austria, capitán general de la armada combinada de la Liga Santa o Santa Liga Cristiana, en el puerto de las Leguméniças el 9 de septiembre de 1571—:

Deben tener mucho cuidado los que gobiernan la Armada de mantener vivo en sus gentes el espíritu religioso «á tal que Dios nuestro Señor nos ayude en la santa y justa empresa que llevamos».

También se ordena que la flota viajará con una avanzadilla 20 ó 30 millas delante de la Armada, a cargo de "Fray Pedro Justiniano, Prior de Mesina y Capitán General de las galeras de San Juan de Jerusalén, con seis galeras y dos galeotas". En la misma orden de navegación se ordena que la 4.ª escuadra llamada "El Socorro", y que estará compuesta por 29 galeras, y «por Capitán de ella ha de ir Don Juan de Cardona, Capitán general de las galeras de Sicilia», ha de ir en retaguardia de toda la Armada recogiendo las galeras que se queden retrasadas y evitando que ninguna se quede atrás. Las galeras de la escuadra El Socorro llevaban un «gallardete de tafetán blanco con un asta de pica, cuatro brazas encima del fanal».

Se ordena asimismo que toda la Armada debe proveerse de abundante agua «donde se hubiere de hacer aguada», que se almacene en las galeras y que no se gaste más que para lo necesario, ya que al ser tan grande la Armada, se teme tener dificultades para conseguirla en un único punto y ordena por tanto que intenten aprovisionarse con una distancia de cinco o seis millas una escuadra de la otra y, en caso de tener por necesidad que hacerlo toda la Armada en el mismo punto, lo hará toda la Armada al mismo tiempo. La orden dice que la escuadra de vanguardia debe retrasarse a los lugares ordenados y las galeotas de Fray Scipion Ursino y Francisco de Mecina han de acudir al marqués de Santa Cruz a recibir órdenes.

Las galeazas, según la previsión de la orden de navegación y combate de 9 de septiembre de 1571, cuando llegue el momento de la batalla, se distribuirían de la siguiente manera: La galeaza Capitana y la de Andrea de Pessaro, con la escuadra de batalla para ser remolcadas por ésta, y en el momento preciso se colocarían delante de la escuadra «en derecho de la Real á tiro de cañón», esperando la orden para que se sacaran fuera de la batalla. Las dos del Duque de Florencia, Capitana y Patrona irían al ritmo de la batalla y lucharían en la parte derecha (Capitana) e izquierda (Patrona) de la Real. Las galeazas de Don Ambrosio Bragadini y Jacobo Gozo irían con el cuerpo derecho de la Armada a cargo del Marqués de Santa Cruz, posicionándose para la batalla delante a la misma distancia; el Marqués se tenía que hacer cargo de remolcarlas y pasarlas delante. Las dos galeazas de Antonio Ragadini y Vicencio Quirini irían en el cuerpo izquierdo a cargo del Proveedor Soranzo, quien se encargaría de remolcarlas y posicionarlas para la batalla.

El 30 de septiembre partió la Armada de los molinos (cerca de Corfú) y llegó a Leguminici (Albania) llamado antiguamente Epiro, un puerto con abundantes suministros. Llegó una de las fragatas que había llevado Gil de Andrade, avisando que el turco se encontraba en el puerto de Lepanto, antiguo Naupacto y que había enviado 60 navíos de remo y dos naves a Corn con enfermos para dejarlos allí. Ordenó Don Juan de Austria a los que estaban retrasados en Corfú que se dieran prisa y que pusieran orden, pues el tiempo era de suma importancia. La Armada siguió en Leguminici, incluso después de llegar Antonio Colona (los retrasados en Corfú), por el mal tiempo reinante, salieron del puerto el miércoles 3 al amanecer, si bien llevaban preparándose para la batalla desde el día 1. Al llegar ese mismo día 3 a las 9 de la mañana al Cabo Blanco, cerca de Chafalonia, ordenó Don Juan de Austria prepararse para la batalla a toda la Armada. Don Juan personalmente fue por un lado de la Armada poniendo en orden de batalla y por la otra, el Comendador mayor de Castilla. Navegaron toda la noche hasta las 4 de la mañana y llegaron al puerto de Fiscardo en el canal de Chafalonia. Llegó ese mismo día un barco desde Candia y les contó que Famagusta había caído en manos del turco y que todos habían sido degollados.

Durante los siguientes días hasta el de la batalla, fueron aproximándose al puerto de Lepanto, mientras Don Juan enviaba vigías por mar y tierra para descubrir la armada turca. El domingo, la guardia que estaba en los calces de la Real, avisó de que había descubierto una vela latina, y al poco toda la Armada turca. Don Juan ordenó subir vigías a los calces y que trataran de contar. Al poco llegaron los vigías de tierra confirmando que se trataba de la armada enemiga. Mandó Don Juan disparar una pieza de artillería y otras señales previstas para avisar de la batalla. Se embarcó en una fragata con Don Luis Cardona, caballerizo mayor y con su secretario Juan Soto, y fue animando a sus soldados hablándoles de la victoria segura, pues iban a pelear por Dios, afirmando que lucharían hasta perder la vida, pues si la perdían, la ganarían.

Poco antes de la batalla, se puso Don Juan de rodillas y oró a Dios pidiéndole la victoria para los suyos. Lo mismo hicieron todos los de la galera Real y del resto de la Armada. Tras esto les fue dada la absolución por los padres jesuitas y capuchinos enviados por su Santidad con el jubileo. Cuenta Don Juan que en ese momento «fue el mar aquietado de tanta bonanza, cuanta se pudo desear y forzó a la armada enemiga a plegar su velas y venir a remo», lo que permitió a la Armada cristiana ponerse en orden de batalla, especialmente el cuerpo izquierdo. Según lo acostumbrado, el «Balsâ» disparó una pieza para pedir batalla, que fue contestada por Don Juan con otra aceptando. Tras navegar una o dos millas en dirección al «Balsâ», «mandó Don Juan segundar otra vez significando que aseguraba la batalla». A la vista de la cantidad de velas, algunos propusieron reunión del consejo de guerra, a lo que don Juan responde: «Señores, ya no es hora de deliberaciones, sino de combatir».

Preparativos de los turcos

Alí había llamado a todos sus almirantes para concentrar sus fuerzas en Lepanto. El último en llegar fue Mahomet, rey de Negroponte, con 60 galeras y 3.000 soldados.

En total reunieron 210 galeras, 87 galeotas y 120.000 combatientes, de los cuales 50.000 eran soldados, 15.000 tripulaciones y 55.000 galeotes. La «chusma» estaba compuesta de prisioneros cristianos capturados en distintas batallas o asedios. Además, las piezas artilleras ascendían a 750, menos que las cristianas, aunque los arqueros llevaban flechas envenenadas y fueron muy útiles en los abordajes. Al igual que la flota cristiana, están divididos en cuatro cuerpos. Su formación era de media luna.

  • El primero, cuerpo derecho, al mando de Mahomet Siroco, gobernador de Alejandría, formado por 54 galeras y 2 galeotas.
  • El segundo, centro, mandado por Alí Bajá, general en jefe, con 87 galeras y 32 galeotas.
  • El tercero, cuerpo izquierdo, lo manda el corsario Cara Hodja (Kodja) con 61 galeras y 32 galeotas.
  • El cuarto, o escuadra de reserva o socorro, lo manda Murat Dragut, y tiene 8 galeras y 21 galeotas y fustas.

Las órdenes eran terminantes. El gran señor Selim II ordenó a Alí salir a la mar en busca de los cristianos y combatirlos donde los encontrara. Cuando avistan a la flota cristiana, Pentev y Uluch Alí recomiendan retroceder y ponerse bajo la protección de los castillos, pero Alí, cumpliendo órdenes, manda atacar.

El combate

Fresco de la batalla en el museo del Vaticano

A las 7 de la mañana las dos escuadras se divisaron. En el lado cristiano, Barbarigo, al mando del cuerpo izquierdo, recibió órdenes de pegarse a la costa todo lo que le fuera posible, para evitar que las galeras turcas lo sobrepasasen e hicieran una maniobra envolvente. El centro se colocó a su lado, pero el cuerpo derecho, al mando de Juan Andrea Doria, tardó en incorporarse a la formación, dejando un espacio libre entre el centro y el ala derecha. Las galeazas, fuertemente armadas y artilladas, estaban situadas una milla por delante de la formación cristiana. Los turcos tenían el viento en popa, pero, cuando estaban aproximándose, cambió el viento, lo que les obligó a emplear los remos. Las galeazas abrieron un nutrido fuego de artillería y arcabucería cuando llegaron las primeras galeras turcas a su altura, lo que hizo que algunas naves turcas empezasen a hacer ciaboga. Alí aceleró su ritmo de boga, para así estar menos tiempo sometido al castigo, y los demás lo imitaron. Pero al acelerar la boga, el cuerno derecho turco se adelantó sobre el resto de la formación, por lo que entabló el combate contra el cuerpo izquierdo cristiano. Algunas galeras turcas consiguieron pasar entre las fuerzas de Barbarigo y la costa, y la galera de Barbarigo, la capitana del cuerpo izquierdo cristiano, fue atacada por varias galeras turcas. Barbarigo murió en el combate de un flechazo en un ojo, y, cuando su nave estaba a punto de ser apresada, todas las demás galeras de su grupo acudieron en su auxilio, dieron la vuelta a la situación e hicieron que los turcos se retirasen. Varias galeras turcas vararon en la costa, y sus tripulaciones huyeron por tierra.

En el centro, la capitana de Alí (la Sultana) embiste, proa con proa, a la de don Juan (la Real), de modo que las dos embarcaciones forman una plataforma de 110 metros. Al embicar con el golpe, recibe en su cubierta todo el fuego de artillería y arcabucería de que es capaz la galera de don Juan, lo que le produce muchas bajas, repuestas inmediatamente desde otras galeras. Las galeras de Colonna, Veniero, el Duque de Parma y Urbino se ponen al costado de la de don Juan, con lo que se forma una piña de galeras cristianas y turcas en las que se lucha cuerpo a cuerpo. Álvaro de Bazán, con sus naves de socorro, interviene impidiendo que otras galeras turcas puedan unirse a esa piña, y envía 200 hombres de apoyo a la galera de don Juan. Cae rendida la galera capitana turca y los cristianos se apoderan de su estandarte. La lucha duró una hora y media. Con esto, el centro de la flota turca queda deshecho, al igual que antes su flanco derecho. Alí Baja fue abatido por siete disparos de arcabuz y un soldado de los Tercios, Andrés Becerra, descolgó el estandarte otomano y un galeote cortó la cabeza de Alí ofreciéndosela a Juan de Austria. Éste la despreció con gesto de asco y ordenó que la arrojase al mar.

En el ala izquierda turca, Uluch Alí ve que hay un hueco entre el centro y el ala izquierda cristianos, por lo que hace ademán de apartarse del centro turco, para que Juan Andrea Doria le siga y así aumentar la brecha. Cuando ve que ésta es suficiente, se lanza contra el costado derecho del centro cristiano, con sus 93 buques y la gente fresca, produciendo grandes daños a la capitana de Malta, a 10 galeras venecianas, a dos del Papa y a otra de Saboya. Juan de Cardona acude con 8 galeras y el de Bazán con la escuadra de reserva, de forma que detiene el ímpetu del ataque turco, que estuvo a punto de cambiar la suerte del combate.

Uluch Alí, viendo que todo el centro cristiano se dirige a atacarle y que las galeras de Doria están a punto de llegar, corta los remolques de las galeras que había apresado y consigue huir con 16 galeras. Juan de Austria sufrió una herida en un pie. Hasta la puesta del sol continúa el combate a base de escaramuzas entre galeras aisladas, y, al anunciarse mal tiempo, ordena don Juan reunirse y marchar con las presas al puerto de Petala. Al día siguiente volvieron los cristianos al campo de batalla para recoger y auxiliar a los buques desmantelados y a los náufragos.

Resultados de la batalla

En Petala los cristianos efectúan el recuento de bajas. Se contabiliza la pérdida de 12 galeras cristianas (aunque luego ascendieron a 40 por los graves daños sufridos) y de 7.600 hombres, de los que 2.000 eran españoles, 880 de la escuadra del Papa y 4.800 venecianos. Hubo 14.000 heridos. Se cuentan «170 galeras y 20 galeotas de 12 bancos arriba» apresadas a los turcos, de las que sólo 130 estaban útiles; las otras 60 fueron quemadas. Se hicieron 5.000 prisioneros y se liberó a 12.000 cautivos cristianos. Se estimaron entre 25.000 y 30.000 los muertos del bando turco. Cabe hacer algunas observaciones:

  • Aunque los turcos tenían más hombres y más naves que los cristianos, las galeotas no podían oponerse a las galeras.
  • En las galeras turcas, salvo en las 40 ó 50 galeras reales, había menos hombres de guerra que en las cristianas, gracias a la previsión de don Juan de embarcar tropas españolas en las galeras venecianas.
  • Los cristianos usaban arcabuces, mientras que los turcos preferían las flechas. Consideraban que en el tiempo de cargar un arcabuz un arquero podía disparar seis flechas. Pero ni los daños, ni el alcance, ni la puntería eran comparables.
  • En Mesina, don Juan había ordenado rebajar los espolones de las galeras y cerrar las esculturas de adorno de proa, con lo que los cañones tenían más campo de tiro.
  • Pese a la esperanza puesta en ellas, la potencia artillera de la galeazas no tuvo casi influencia en el combate, pero sirvieron para desbaratar la formación de combate turca, al adelantarse su cuerno derecho.
  • La victoria de la batalla fue atribuida a la Virgen del Rosario, por haberse celebrado el primer domingo de octubre, fecha en la que las cofradías del Rosario, fundadas por la Orden de Predicadores a la que pertenecía el Papa San Pío V. Dicho Papa, que organizó un rosario público el día de la batalla naval en la Basílica de Santa María la Mayor, estableció la fiesta de la Virgen de las Victorias el primer domingo de octubre, que poco después, en 1573, Gregorio XIII la denominó fiesta de la Virgen del Rosario, y la trasladó al 7 de octubre.

Personajes notables

Cabrera de Córdoba describe la batalla

Jamás se vio batalla más confusa; trabadas de galeras una por una y dos o tres, como les tocaba... El aspecto era terrible por los gritos de los turcos, por los tiros, fuego, humo; por los lamentos de los que morían. Espantosa era la confusión, el temor, la esperanza, el furor, la porfía, tesón, coraje, rabia, furia; el lastimoso morir de los amigos, animar, herir, prender, quemar, echar al agua las cabezas, brazos, piernas, cuerpos, hombres miserables, parte sin ánima, parte que exhalaban el espíritu, parte gravemente heridos, rematándolos con tiros los cristianos. A otros que nadando se arrimaban a las galeras para salvar la vida a costa de su libertad, y aferrando los remos, timones, cabos, con lastimosas voces pedían misericordia, de la furia de la victoria arrebatados les cortaban las manos sin piedad, sino pocos en quien tuvo fuerza la codicia, que salvó algunos turcos.

Referencias

  1. En palabras de Cervantes, Novelas Ejemplares, prólogo.
  2. Bicheno, op. cit., p. 19
  3. Bicheno, op. cit., p. 20
  4. Bicheno, op. cit., p. 57
  5. Bicheno, op. cit., p. 59
  6. Bicheno, op. cit., p. 123
  7. Bicheno, op. cit., p. 63
  8. Bicheno, op. cit., p. 165-166
  9. Bicheno, op. cit., p. 51
  10. Bicheno, op. cit., p. 127
  11. Bicheno, op. cit., p. 195
  12. Bicheno, op. cit., p. 195-196
  13. Al decir infantes o arcabuceros españoles se quiere decir «al servicio de España», ya que parte de ellos eran italianos o alemanes.

Bibliografía

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