Sede de la universidad más antigua del mundo, la ciudad de Fez fue fundada en el siglo IX y alcanzó su apogeo bajo la dinastía de los merínidas en los siglos XIII y XIV, cuando reemplazó a Marrakech como capital del reino. El tejido urbano y los principales monumentos de su medina –madrazas, fondacs, palacios, mansiones, mezquitas, fuentes, etc. – datan de este periodo. A pesar del traslado de la capital a Rabat, efectuado en 1912, Fez sigue conservando su condición de capital cultural y espiritual del país. (UNESCO/BPI)[1]
Fundada en 1070-1072 por los almorávides (1056-1147), Marrakech fue durante mucho tiempo un importante centro político, económico y cultural del Occidente musulmán, con una gran influencia en todo el norte de África y Andalucía. De ese periodo datan varias edificaciones impresionantes como la mezquita de Kutubiya, la casba, las murallas almenadas y las puertas monumentales, así como los jardines. Posteriormente, la ciudad se engalanaría con otras joyas arquitectónicas como el palacio Bandia, la madraza de Ben Yússef, las tumbas saadianas, numerosas mansiones señoriales y la plaza de Yamaa El-Fna, verdadero teatro al aire libre. (UNESCO/BPI)[2]
Formado por un conjunto de edificios de adobe rodeados por altas murallas, el ksar es un tipo de hábitat tradicional presahariano. El de Ait Ben Hadu, situado en la provincia de Uarzazat, es un es un ejemplo notable de la arquitectura del sur de Marruecos. (UNESCO/BPI)[3]
Fundada con fines militares en el siglo XI por los almorávides, Mequinez fue la capital del reino en tiempos del sultán Muley Ismaíl (1672-1727), fundador de la dinastía alauita. Este soberano construyó una impresionante ciudad de estilo hispano-morisco, rodeándola de altas murallas, jalonadas de puertas monumentales, que muestran todavía hoy la armoniosa fusión del estilo arquitectónico islámico con el europeo en el Magreb del siglo XVII. (UNESCO/BPI)[4]
Tetuán tuvo una importancia particular en la época islámica, a partir del siglo VIII, como punto de contacto principal entre Marruecos y Andalucía. Después de la Reconquista de la Península Ibérica, la ciudad fue reconstruida por musulmanes andaluces expulsados por los españoles. De ahí que sus obras arquitectónicas y artísticas dejen traslucir una honda influencia andaluza. Pese a ser una de las más pequeñas de Marruecos, su medina es indudablemente la más completa y la que ha quedado más a salvo de influencias externas. (UNESCO/BPI)[5]
Fundada en el siglo III a.C., la ciudad de Volubilis, capital de la Mauritania Tingitana, fue un importante puesto de avanzada militar del Imperio Romano en el que se erigieron múltiples monumentos de gran belleza. El sitio arqueológico, ubicado en una fértil región agrícola, conserva importantes vestigios de muchos de ellos. La ciudad sería más tarde la efímera capital de Idrís I, fundador de la dinastía de los idrísidas, que está sepultado en el lugar próximo de Muley Idrís. (UNESCO/BPI)[6]
Esauira es un ejemplo excepcional de plaza fuerte construida en África del Norte con arreglo a los principios de la arquitectura militar europea de finales del siglo XVIII. Desde su fundación, la ciudad ha sido un puerto de primera importancia para el comercio de Marruecos y sus territorios saharianos con Europa y el resto del mundo. (UNESCO/BPI)[7]
La ciudadela de Mazagán –que hoy forma parte de la ciudad de El-Yadida– está situada a unos 90 kilómetros al sudoeste de Casablanca. Este fuerte colonial construido por los portugueses a principios del siglo XVI en la costa del Atlántico fue tomado por los marroquíes en 1769. Sus bastiones y murallas constituyen uno de los ejemplos más tempranos de la arquitectura militar renacentista. Entre los edificios portugueses aún en pie figuran la cisterna y la iglesia de la Asunción, construida en estilo manuelino (gótico tardío). La ciudad portuguesa de Mazagán fue una de las primeras factorías creadas en las costas del África Occidental por los exploradores portugueses que buscaban la ruta marítima hacia la India. Constituye un ejemplo excepcional de la mutua influencia entre las culturas europea y africana, que ha quedado patentizada en la arquitectura, la tecnología y la planificación urbanística. (UNESCO/BPI)[8]
Situada en el litoral atlántico, al noroeste de Marruecos, la ciudad de Rabat es producto de una simbiosis fecunda de la tradición árabe-musulmana y del modernismo occidental. El sitio inscrito en la Lista del Patrimonio Mundial abarca la llamada “ciudad nueva”, proyectada y construida entre 1912 y el decenio de 1930, en tiempos del protectorado francés, y también algunas zonas más antiguas del casco urbano que datan del siglo XII en algunos casos. La “ciudad nueva”, que representa uno de los proyectos urbanísticos más vastos y ambiciosos realizados en África en el siglo XX y, probablemente, uno de los más completos, abarca el palacio real y conjuntos arquitectónicos administrativos, residenciales y comerciales, así como el Jardin d’Essais, parque y jardín botánico a la vez. En el casco antiguo se hallan: la mezquita de Hassan, cuya construcción comenzó en 1184; las murallas medievales y sus puertas, únicos restos de la gran capital proyectada por el califato almohade; y vestigios moriscos y andaluces que datan del siglo XVII principalmente. (UNESCO/BPI)[9]
La inscripción en esta lista es la primera etapa para cualquier futura candidatura. Marruecos, cuya lista indicativa fue revisada por última vez el 22 de julio de 2016,[10] ha presentado los siguientes sitios:
Los sitios que siguen estuvieron anteriormente en la lista Indicativa, pero fueron retirados o rechazados por la UNESCO. Los sitios que aún se incluyen en otras entradas en la lista Indicativa o que fueron aceptados y son parte de sitios del Patrimonio Mundial no se incluyen aquí.[11]
Incluía la ciudad de Salé, en la orilla norte del Bu Regreg, frente a la ciudad de Rabat, la ciudad muerta de Chellah, que se incluyó en 2012 como parte de Rabat, la capital moderna con el núcleo histórico en el Patrimonio Mundial (Ref 1401).
El Músim de Tan-Tan, en el suroeste Marruecos, es un encuentro anual de pueblos nómadas del Sáhara que agrupa a más de treinta tribus del sur de Marruecos y de otras partes de África del noroeste. En su origen, era un acontecimiento anual que tenía lugar hacia el mes de mayo y que formaba parte del calendario agro-pastoral de los nómadas. Estas reuniones eran una oportunidad para encontrarse, comprar, vender e intercambiar alimentos y otros productos, organizar concursos de crianza de dromedarios y caballos, celebrar bodas y consultar a herboristas. El músim era también pretexto a la manifestación de diversas expresiones culturales: interpretaciones musicales, cantos populares, juegos, concursos de poesía y otras tradiciones orales hassaníes.
Estas reuniones tomaron la forma de músim (una especie de feria anual a la vez económica, cultural y social) en 1963, cuando se organizó el primer músim de Tan-Tan renovado para promover tradiciones locales y facilitar un lugar de intercambio, encuentro y celebración. Se dice que el músim inicialmente fue iniciativa de Mohamed Laghdaf, un resistente a la ocupación franco-española. Éste murió en 1960, y su tumba se encuentra cerca de la ciudad. Entre 1979 y 2004, los problemas de la seguridad de la región no permitieron organizar el músim.
Hoy día, las poblaciones nómadas se preocupan particularmente por la protección de su modo de vida. Las mutaciones económicas y técnicas de la región han alterado profundamente el modo de vida de las comunidades nómadas beduinas, obligándolas a sedentarizarse. Por otra parte, la urbanización y el éxodo rural han contribuido a la pérdida de muchos aspectos de la cultura tradicional de estas poblaciones, tales como la artesanía y la poesía. Debido a estos riesgos, las comunidades beduinas confían fuertemente en que el Músim de Tan-Tan les ayudará a asegurar la supervivencia de sus conocimientos y tradiciones. (UNESCO/BPI)
La Plaza Yemaa el-Fna es uno de los principales espacios culturales de Marrakech y un símbolo de la ciudad desde su fundación en el siglo XI. Presenta una concentración excepcional de tradiciones culturales populares marroquíes que se expresan a través de la música, la religión y diversas expresiones artísticas.
Situada a la entrada de la Medina, esta plaza triangular rodeada de restaurantes, tiendas, hoteles y edificios públicos, es el escenario cotidiano de actividades comerciales y de diversiones. Es un lugar de encuentro para los habitantes de la ciudad, pero también para los forasteros. Durante todo el día, y hasta bien entrada la noche, se pueden comprar frutos, degustar manjares tradicionales y encontrar una variedad de servicios tales como dentistas, curanderos, adivinos, predicadores, tatuadores con alheña o aguadores. También pueden verse y oírse a narradores, poetas, músicos bereberes (mazighen), bailarines gnawis, encantadores de serpientes y jugadores de senthir (hachhuch). Las expresiones orales eran renovadas antaño por los bardos (imayazen) que recorrían los territorios bereberes. Aún hoy día, unen la acción a la palabra para enseñar, divertir y embelesar al público. Ahora, tienden a adaptar su arte al mundo contemporáneo improvisando a partir de la trama de un texto antiguo, haciendo así que sus relatos sean accesibles a un público más vasto.
La plaza de Yemaa el-Fna es un importante lugar de intercambios culturales y goza de protección oficial desde 1922, en tanto que elemento del patrimonio artístico de Marruecos. Pero la urbanización, y en particular la especulación inmobiliaria y el desarrollo de la infraestructura viaria, representa una fuerte amenaza para este espacio natural. Si la plaza de Yemaa el-Fna tiene de una gran popularidad, las prácticas culturales podrían verse afectadas por la aculturación, especialmente a causa del desarrollo del turismo. (UNESCO/BPI)
La dieta mediterránea es un conjunto de competencias, conocimientos, prácticas y tradiciones relacionadas con la alimentación humana, que van desde la tierra a la mesa, abarcando los cultivos, las cosechas y la pesca, así como la conservación, transformación y preparación de los alimentos y, en particular, el consumo de estos. En el modelo nutricional de esta dieta, que ha permanecido constante a través del tiempo y del espacio, los ingredientes principales son el aceite de oliva, los cereales, las frutas y verduras frescas o secas, una proporción moderada de carne, pescado y productos lácteos, y abundantes condimentos y especias, cuyo consumo en la mesa se acompaña de vino o infusiones, respetando siempre las creencias de cada comunidad. La dieta mediterránea –cuyo nombre viene de la palabra griega diaita, que quiere decir modo de vida– no comprende solamente la alimentación, ya que es un elemento cultural que propicia la interacción social, habida cuenta de que las comidas en común son una piedra angular de las costumbres sociales y de la celebración de acontecimientos festivos. La dieta mediterránea ha originado además un conjunto considerable de conocimientos, cantos, refranes, relatos y leyendas. Asimismo, está arraigada en una actitud de respeto hacia la tierra y la biodiversidad y garantiza la conservación y el desarrollo de actividades tradicionales y artesanales vinculadas a la agricultura y la pesca en muchas comunidades de países del Mediterráneo, como Soria en España, Koroni en Grecia, Cilento en Italia y Xauén en Marruecos. Las mujeres desempeñan un papel fundamental tanto en la transmisión de prácticas y conocimientos específicos sobre rituales, gestos y celebraciones tradicionales, como en la salvaguardia de técnicas. (UNESCO/BPI)
En un principio, el hombre utilizó el arte de la cetrería para procurarse alimentos, pero su evolución posterior hizo que hoy en día esté vinculado principalmente a la conservación de la naturaleza, al patrimonio cultural y a las actividades sociales de las comunidades. De conformidad con sus tradiciones y principios éticos, los cetreros doman, alimentan y adiestran para el vuelo aves de presa –halcónidos, y también águilas y acipítridos–, creando un vínculo con ellas y convirtiéndose en sus principales protectores. Practicado en muchos países de todo el mundo, el arte de la cetrería puede presentar algunas variantes prácticas –por ejemplo, en los equipamientos utilizados– pero sus métodos son siempre análogos. Los cetreros se consideran un grupo específico. A veces viajan juntos durante semanas, cazando y contándose luego mutuamente las vicisitudes de cada jornada en las veladas que organizan. Consideran que la cetrería les une al pasado, especialmente cuando pertenecen a comunidades en las que este arte representa uno de sus últimos vínculos con el medio ambiente natural y su cultura tradicional. Las prácticas y conocimientos relacionados con este elemento del patrimonio cultural inmaterial se transmiten de generación en generación en el seno de las familias, así como mediante sistemas de tutoría formal y aprendizaje o cursos de formación impartidos en clubs y escuelas. En algunos países es preciso aprobar un examen de nivel nacional para ser cetrero. La celebración de encuentros y festivales permite a las comunidades de cetreros intercambiar conocimientos, fomentar la diversidad y sensibilizar más al público al valor de su arte. (UNESCO/BPI)[12]
Todos los años, en el mes de junio, los vecinos de la ciudad de Sefrú celebran durante tres días la belleza natural y la riqueza cultural de su comarca, simbolizadas por la cereza y la elección de la nueva Reina de las Cerezas del año, elegida después de un concurso que atrae a numerosas candidatas de la región y de todo Marruecos. El elemento más destacado de la fiesta es el desfile en el que participan compañías teatrales, orquestas de música rurales y urbanas, majorettes, charangas y carrozas que muestran los productos locales. En medio de todas ellas, la Reina de la Fiesta, engalanada con sus mejores atavíos y rodeada por su séquito, va ofreciendo cerezas al público. Toda la población de Sefrú contribuye con sus esfuerzos al éxito de la fiesta: las mujeres fabrican artesanalmente botones de seda para los trajes típicos, los arboricultores proveen las cerezas, los clubs deportivos locales participan en las competiciones y las agrupaciones musicales y de baile animan todos los festejos. La fiesta de las cerezas ofrece a toda la ciudad una oportunidad para presentar sus actividades y realizaciones. Se hace participar a las generaciones más jóvenes en las actividades festivas, a fin de garantizar la perdurabilidad de este elemento del patrimonio cultural. La fiesta de las cerezas constituye un motivo de orgullo para la ciudad y sus habitantes, fortalece su autoestima y aporta una contribución fundamental a su sentimiento de identidad. (UNESCO/BPI)
El árbol del erguén es una especie silvestre endémica, que crece en la Reserva de Biosfera del Erguén, situada al sudoeste de Marruecos. Las mujeres -y en menor medida, los hombres- que viven en las zonas rurales de esa reserva de biosfera utilizan métodos tradicionales para extraer aceite del fruto del erguén. Para extraer ese aceite, usado por sus propiedades alimentarias, medicinales y cosméticas, se requiere realizar toda una serie de operaciones cuyo conocimiento se transmite por imitación, o mediante un aprendizaje no formal. Esas operaciones consisten en recolectar el fruto del erguén, secarlo, quitarle la pulpa, machacarlo, cribarlo, molerlo y mezclarlo con dosis precisas de agua tibia. El peculiar molino de mano utilizado para la operación de la molienda lo fabrican artesanos locales. Todos los aspectos culturales vinculados a la explotación de los arbustos, la extracción del aceite, la preparación de recetas culinarias y productos derivados, y la fabricación de los instrumentos artesanales necesarios para la ejecución de las diferentes operaciones, contribuyen a la cohesión social, el entendimiento entre las personas y el respeto mutuo entre las comunidades. El aceite del erguén se suele ofrecer como regalo de boda y se utiliza con frecuencia para la preparación de los platos típicos de días de fiesta. Las “erguen eras” transmiten a sus hijas –desde su más tierna infancia– las prácticas y los conocimientos tradicionales específicamente relacionados con la extracción del aceite y sus múltiples usos. (UNESCO/BPI)[13]