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*[http://famousamericans.net/josemanuelbalmaceda/ Appleton's Cyclopedia de American Biography], editado por [[James Grant]] Wilson, [[John Fiske]] y [[Stanley L. Klos]] Seis volúmenes, Nueva York: D. Appleton y Compañía, 1887-1889
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Revisión del 16:32 8 dic 2007

José Manuel Balmaceda
Inicio de su mandato: 18 de septiembre de 1886
Fin de su mandato: 29 de agosto de 1891
Predecesor: Domingo Santa María González
Sucesor: Jorge Montt Álvarez
Nacimiento: 19 de julio de 1840
Muerte: 19 de septiembre de 1891
Esposa: Emilia de Toro Herrera
Partido: Partido Liberal

José Manuel Balmaceda Fernández (Hacienda Bucalemu; 19 de julio de 1840 - Santiago19 de septiembre de 1891) fue Presidente de Chile entre 1886 y 1891.

Inició su gobierno con un ambicioso plan de obras públicas y con el ideal político de unir a los liberales en un solo gran partido. Pero pronto inició un enfrentamiento con el congreso por la pugna entre presidencialismo y parlamentarismo, que se transformó en una Guerra Civil en 1891, tras aprobar Balmaceda el presupuesto de la nación sin la firma del Congreso, tras lo cual asumió poderes de dictador. Derrotadas sus fuerzas en las Batallas de Concón y Placilla, se suicidó el 19 de septiembre de 1891 en la legación argentina.

Fue hijo del senador Manuel José de Balmaceda y de Encarnación Fernández. Estudió en el Colegio Sagrados Corazones -de los Padres Franceses- en Santiago, en el Seminario Conciliar, lugar donde desarrolló una temprana vocación mística, la cual abandonó tiempo después pero sin volverse antirreligioso, y en el Instituto Nacional.

En 1865 fue designado secretario de Manuel Montt Torres, durante el trabajo de éste en el Congreso Americano de Lima. El ex-presidente marcó fuertemente a Balmaceda, especialmente su fuerza moral, su capacidad organizadora y la energía creadora.

Cofundador del diario La Libertad y orador del Club de la Reforma, entre 1870 y 1882 fue elegido en cuatro ocasiones consecutivas diputado por Carelmapu.

En 1878 el presidente Aníbal Pinto lo nombró ministro plenipotenciario ante el gobierno argentino, logrando que las autoridades trasandinas se comprometieran a respetar la neutralidad durante la Guerra del Pacífico.

Esta gestión le valió el aprecio de Domingo Santa María, quien lo designaría Canciller en su primer gabinete (1881), para convertirse después en su ministro del interior.

Santa María lo tomó por su sucesor, por lo que fue designado en una convención liberal-nacional como candidato a la presidencia de la república. Su posible contendor, José Francisco Vergara, se retiró de la carrera presidencial y Balmaceda fue electo presidente de la República por 324 electores de 330.

Programa político

Los principales postulados de Balmaceda al iniciar su gobierno eran:

  • Desarrollo económico del país, mediante un grandioso plan de obras publicas, que incluyen ferrocarriles, escuelas, alcantarillados, caminos, hospitales, cárceles, etc.
  • Terminar con el monopolio del salitre (no estatizarlo), convirtiendo esta riqueza pasajera en riqueza estable (según su plan, dotando al país de obras y educándolo).
  • Armonía entre la iglesia y el gobierno, terminando con las luchas teológicas.
  • Y la principal, y tal vez más desgraciada (para Balmaceda), de sus ambiciones era unir al liberalismo en una sola gran familia (hasta el momento divididos en liberales de gobierno, disidentes o luminarias y radicales).

Estos ideales estaban más planteados en sus sueños que en la realidad, y que su intento por realizarlas lo conducirá a la catástrofe.

Primeros ministerios

Balmaceda y sus Ministros: de pie General Velásquez, General Barbosa, Julio Baladas E., Guillermo Mackenna, José M. Valdés Carrera. Sentados: Pedro N. Gandarillas, Enrique S. Sanfuenfes. Presidente Balmaceda, Juan Mackenna.

Juraron junto a Balmaceda el 18 de septiembre de 1886 sus primeros ministros, que serán:

  • Interior: Eusebio Lillo (liberal)
  • Hacienda: Agustín Edwards Ross (nacional)
  • Relaciones: Joaquín Godoy (liberal)
  • Justicia, Culto e Instrucción Publica: Pedro Montt Montt (nacional)
  • Guerra y Marina: Evaristo Sánchez (liberal)

El primer paso del presidente y su gabinete fue concluir con la lucha teológica, terminando con un problema que databa de la administración Pinto. Sucedía que estaba vacante el arzobispado de Santiago desde la muerte de Rafael Valdivieso, pues el gobierno intentó usar el derecho de patronato para dejar en el cargo a don Francisco Paula Taforo, rechazado por los eclesiásticos ultramontanos que boicotearon su elección en Roma.

Este conflicto llegó a ribetes más graves durante la administración Santa María, pues este presidente rompió las relaciones con el Vaticano.

Ahora Balmaceda, aunque liberal y colaborador de Santa María, deseaba reconciliar al gobierno y a la iglesia, y buscó un candidato de consenso entre los dos, del que salió la candidatura de Mariano Casanova.

El 3 de diciembre León XII firmaba la preconización de Casanova, poniendo fin a una lucha del que todo Chile estaba hastiado. El ministerio Lillo repitió los comicios municipales de Santiago, por encontrarse los anteriores viciados. El triunfo lo obtuvo la oposición, mostrando al gobierno una corrección no vista con anterioridad.

Sin embargo este ministerio, que poseía los aplausos de todo un país, tuvo que enfrentar la oposición de los liberales disidentes, que pretendían derribar este ministerio y sustituir ello a los nacionales en el gobierno.

Lillo prestó su renuncia al no contar con el apoyo de estos liberales, quienes realizaban obstrucción parlamentaria valiéndose de la falta de clausura del debate.

El nuevo ministerio estaba encabezado por Carlos Antúnez. Este se dedicó a plantear un nuevo reglamento para la cámara de diputados, para evitar acciones como las que derribaron al ministerio Lillo, pero fue tanta la oposición que sólo se logró aprobar la clausura del debate en las leyes de contribuciones, presupuesto y residencia del ejército. También se elevaron los ministerios de cinco a seis, creándose el de Obras Públicas.

En su discurso presidencial del 1 de junio de 1887, el presidente Balmaceda planteó derechamente la unidad de los liberales, por lo que se creó un nuevo ministerio con liberales disidentes, quienes reclamaban dos ministerios, a pesar de su pobre representación parlamentaria. Así el ministerio quedó formado por dos liberales, dos liberales disidentes y dos nacionales.

En 1888 se realizaron los comicios parlamentarios, más correctos que los anteriores pero no faltos de intervención, en el que la oposición avanzó algunos escaños.

Los disidentes convencieron a Balmaceda para formar un gabinete únicamente liberal, expulsando a los nacionales. El mandatario aceptó la propuesta y los nacionales pasaron a la oposición. Doble error, expulsar a los nacionales les quitó los mejores hombres de la administración y los disidentes ingresados al gobierno serían un caballo de Troya que destruiría las bases de su gobierno.

El conflicto con el congreso

Gabinetes vienen y van, la crisis política protagonizada por la ruptura con los nacionales deja al gobierno con una mayoría cada vez más débil en la cámara de diputados, mientras que algunos liberales de gobierno se escapan del redil para sumarse a los disidentes o a los nacionales (liberales mocetones). Es entonces cuando Balmaceda llama a los radicales para formar parte del gobierno. Su sueño de la unificación de los liberales parece cumplida, pero sería una ilusión frágil que se rompería al primer soplido.

Y este soplido llegó cuando los nacionales, radicales, disidentes y mocetones, cansados de la “versatilidad del presidente”, formaron un grupo político que Balmaceda llamó despectivamente el “cuadrilátero“.[1]​ Esta nueva fuerza tenía un poder casi equiparable al cada vez más débil partido liberal de gobierno, por lo que Balmaceda tuvo que ceder y formar un ministerio con el “cuadrilátero”, cuyo paso sería muy breve, por la lucha entre el “cuadrilátero” y el candidato de Balmaceda para su sucesión, Enrique Sanfuentes.

El programa del “cuadrilátero” se resume en: Libertad electoral, independencia de los partidos respecto al ejecutivo y la implementación de un sistema parlamentario de gobierno.

Balmaceda comprendió finalmente que su sueño de la unificación liberal era un fracaso, y se armó para la batalla contra la oposición, que deseaba despojar al presidente de sus facultades. Sondeó apoyo en el partido conservador, pero no logró el apoyo suficiente. Prescindió de Sanfuentes como candidato, ungiendo a Claudio Vicuña como su candidato, mientras la oposición hace y deshace ministerios presentadores votos de censura, inclusive antes que estos hubiesen siquiera presentado ante el congreso.

El quiebre

José Manuel Balmaceda con su banda presidencial

Al perder la mayoría parlamentaria, Balmaceda debió nombrar gabinetes acordes con la nueva distribución de las fuerzas políticas, lo que duro hasta enero de 1890, en que nombro un gabinete de marcado carácter presidencial, puesto que el congreso había aprobado las leyes periódicas de ese año. El ministerio era encabezado por Adolfo Ibáñez, y tenia la peculiaridad de ser el primer gabinete con integración militar de Balmaceda, con el general José Velásquez como ministro de guerra, lo que significaría el inicio de la politización del ejercito y su subsiguiente división durante la guerra civil.[2]

El 30 de mayo se reformo el gabinete, nombrándose a Sanfuentes ministro del interior, cuestión que enardeció a la oposición parlamentaria, quienes echaron mano del aplazamiento de la discusión de la Ley de Presupuestos de 1891, para provocar el cambio de los ministerios por otro de corte parlamentario.[3]

Los parlamentarios esperan acusar constitucionalmente al gabinete de Sanfuentes, puesto que en tal situación, la constitución establecía que el presidente no podía modificar el ministerio y después de seis meses podía encontrarse incluso inhabilitado para gobernar.

Ante tal presión, el presidente preparo un plan con sus ministros y militares cercanos, para disolver el congreso e instalar la dictadura.[4]​ El golpe de estado se evito con la intervención del arzobispo Mariano Casanova,[5]​ quien logro un acuerdo entre gobierno y oposición para aprobar la ley de contribuciones, con la condición de nombrar en su gabinete de carácter parlamentario.[6]​ Este fue el ministerio de Belisario Prats, que no tenia integración militar y significo una ultima tregua entre los poderes en pugna,[7]​ pero fue disuelto por el problema de las futuras elecciones presidenciales y las insoslayables diferencias entre el presidente y su ministro del interior.[8]​ En octubre de 1890 nombro un gabinete de carácter presidencial, con Claudio Vicuña como ministro del interior. Para evitar la acusación constitucional, Balmaceda clausuro las sesiones extraordinarias del congreso, a pesar de que no se habían aprobado las leyes de presupuesto.[9]

Por otra parte, los niveles de odio político se acrecentaban, y se podía observar a través de la prensa. Además de las acusaciones de tirano que le hacían a Balmaceda, también atacaban su persona, se decía que tenia un “mezquino espíritu de venganza”,[10]​ de lanzar contra la sociedad una banda de asesinos infames, reclutados “en los arrabales y en las cárceles”.[11]​ Se le acusaba de tener apariencias delicadas y facciones de mujerzuela,[12]​ cuestionándose además su salud mental.[13]

El presidente Balmaceda también atacaba a los “judíos y revolucionarios”, que habían osado levantarse contra él.[14]

Ambas partes se negaron a ceder, por lo que al llegar el año 1891, Balmaceda estableció por decreto la prórroga de los presupuestos del año anterior (1 de enero). Esto condujo a la crisis institucional, el Congreso Nacional declaró al Presidente fuera de la ley, a lo que Balmaceda respondió instaurando la dictadura, asumiendo todo el poder publico necesario para la administración y gobierno del estado y el mantenimiento del orden interior.[15]

Apoyándose en la Armada, liderada por el capitán de navío Jorge Montt Álvarez, y parte del ejercito, el Congreso se trasladó a Iquique y desde allí dirigió la guerra contra el Presidente, quien era apoyado por parte del Ejército.

El presidente hizo público el siguiente decreto:

Teniendo presente:

Que el congreso no ha despachado oportunamente la ley de presupuestos para le presente año;
Que no es posible, que mientras se promulga dicha ley, suspender lo servicios públicos y la seguridad exterior de la república, decreto:

Mientras se dicta la ley de presupuestos para el presente año de 1891, regirán los que fueron aprobados para el año 1890 por la ley del 31 de diciembre de 1889

Balmaceda se salía de la constitución al traspasar sus facultades. Paralelamente los congresistas rebeldes lanzan un manifiesto que dice:


1º Que el Presidente de la República, don José Manuel Balmaceda, está absolutamente imposibilitado para continuar en el ejercicio de su cargo, y, en consecuencia, que cesa en él desde este día;
2º Que están igualmente imposibilitados para reemplazarlo en ese cargo sus Ministros del Despacho y los consejeros de Estado que han sido sus cómplices en los atentados contra el orden constitucional.
Y, en consecuencia, designamos a don Jorge Montt para que coadyuve a la acción del Congreso, a fin de restablecer el imperio de la Constitución.

Santiago, a 1º de Enero de 1891.

La guerra civil de 1891

Miembros de la Junta de gobierno de Iquique, 1891.

El 6 de enero se sublevó la escuadra, que trasportaba a los principales líderes de la revolución, mas no se les plegó el ejército, por lo que el conflicto Presidente-Congreso devino en guerra civil.

Ésta, en sus inicios, ni siquiera parecía existir, la escuadra no desembarcaba en ningún sitio y se le tituló “la revolución ambulante”. pero pronto cambiarían las cosas, pues la escuadra se dirigió al norte, donde difícilmente podrán ser atacados por el ejército regular y manejarían las riquezas del salitre. Por los combates de la aduana de Iquique y Pozo Almonte, los revolucionarios dominaron el norte, instaurándose una junta de gobierno, presidida por Jorge Montt, e integrada por Waldo Silva y Ramón Barros Luco.

El gobierno envió al norte a las torpederas “Lynch” y “Condell”, que hundieron el “Blanco Encalada”.

Mientras en Santiago funcionaba el “Comité Revolucionario”, liderado por Carlos Walker Martínez, quien tenía por objetivo coordinar acciones contra el gobierno de Balmaceda en la capital. Este comité tendría que hacerle frente a la amenaza que representaba el ministro Domingo Godoy.

Efectivamente, Balmaceda prácticamente delegó todas sus facultades sobre él, y éste las utilizó cual dictador, procediendo a saqueos, torturas y fusilamientos, todo a sabiendas de Balmaceda que pretendía ocultarse esa realidad. Tanto llegaba la crueldad de Godoy que hacía firmar a los torturados un libro de boletas, para registrar que fueron azotados.

Los enemigos de Godoy dentro del gobierno (que eran muchos) lograron la destitución de éste, al mismo tiempo que se convocaban elecciones parlamentarias y presidenciales, donde solamente fueron electos cercanos al mandatario. Como presidente electo se eligió a Claudio Vicuña.

Ya caído Godoy, se desarrolló uno de los excesos más desdeñables de la guerra civil. El 20 de agosto un grupo de jóvenes opositores a Balmaceda se reunieron en el fundo de Lo Cañas perteneciente al senador conservador Carlos Walker Martínez, esperando instrucciones del comité, cuando fueron rodeados por el ejército. Después de un simulacro de juicio, todo fueron ejecutados previa tortura, llegando algunos a no poder caminar hasta el patíbulo. La masacre fue ordenada por el Coronel Orozimbo Barbosa. Este hecho fue un golpe directo a la moral de los partidarios de Balmaceda y aún hoy se conserva una ya derruida cruz en la intersección de las Avenidas Walker Martínez y Tobalaba, en la comuna de La Florida.

Los revolucionarios preparaban su ejército, improvisado con marineros y trabajadores del salitre, entrenados por el alemán Emilio Koerner, que los adiestraba según las nuevas técnicas prusianas.

Los rebeldes desembarcaron entre los puertos de Valparaíso y Quintero, dirigiéndose a Concón, donde presentaron batalla ante el ejército gobiernista, triunfando los primeros. Esta victoria se ratificó con el Combate de Placilla, en la parte alta de Valparaíso que marcó el final de las esperanzas de Balmaceda y el triunfo de la revolución.

Muerte

Monumento en honor al presidente José Manuel Balmaceda en el Parque Balmaceda (Comuna de Providencia)

Balmaceda delegó el mando en el General Manuel Baquedano, para que mantuviera el orden en Santiago por las posibles reacciones a la victoria revolucionaria. Envió a su familia a la embajada de los Estados Unidos, mientras él hacía lo propio en la legación argentina.

Baquedano no supo o no pudo sobreponerse a los incidentes del día después: los vencedores saqueaban e incendiaban las casas de los derrotados. Muchos de los balmacedistas tuvieron que esconderse y exiliarse.

Después de tres días de mandato, el general confirió el poder al comité revolucionario y se retiró a su domicilio.

Mientras, Balmaceda en la legación argentina no deseaba informarse de los acontecimientos; sólo días después empezó a leer los primeros diarios, que lanzaban feroces ataques en su contra. Pensó en entregarse a la junta, pero consideró que le harían indecibles vejaciones para después fusilarlo.

Decidió, pues, tomar el único camino que le permitiría salvarse de indignidades que como hombre no podía aceptar: El suicidio.

Así, además, cargaría con su sacrificio las culpas de sus familiares y amigos (pensaba), y su lucha sería amplificada por el efecto de su acto. Entre sus amigos estimados estaba José Arrieta y fue por eso que por algún tiempo el cuerpo del presidente permaneció en la tumba familiar de José Arrieta.

Balmaceda se suicidaría al concluir su periodo constitucional, que terminaba el 18 de septiembre de 1891. Ese día escribe cartas a sus familiares y amigos. Su letra es tranquila, sólo se rompe en la carta dirigida a su madre. Deja sobre la mesa también su llamado “testamento político”, del que extraemos los principales párrafos:

Testamento político de Balmaceda.
“Mi vida pública ha concluido. Debo, por lo mismo, a mis amigos y a mis conciudadanos la palabra íntima de mi experiencia y de mi convencimiento político."
"Mientras subsista en Chile el gobierno parlamentario en el modo y forma en que se ha querido y tal como lo sostiene la revolución triunfante, no habrá libertad electoral ni organización seria y constante en los partidos, ni paz entre los círculos del Congreso.
El triunfo y el sometimiento de los caídos producirán una quietud momentánea; pero antes de mucho renacerán las viejas divisiones, las amarguras y los quebrantos morales para el Jefe del Estado."
"Sólo en la organización del Gobierno popular representativo con poderes independientes y responsables y medios fáciles y expeditos para hacer efectiva la responsabilidad, habrá partidos con carácter nacional y derivados de la voluntad de los pueblos, y armonía y respeto entre los poderes fundamentales del Estado."
"El régimen parlamentario ha triunfado en los campos de batalla; pero esta victoria no prevalecerá. O el estudio, el convencimiento y el patriotismo abren camino razonable y tranquilo a la reforma y a la organización del gobierno representativo, o nuevos disturbios y dolorosas perturbaciones habrán de producirse entre los mismos que han hecho la revolución unidos y que mantienen la unión para el afianzamiento del triunfo, pero que al fin concluirán por dividirse y por chocarse. Estas eventualidades están más que en la índole y en el espíritu de los hombres, en la naturaleza de los principios que hoy triunfan y en la fuerza de las cosas."
"Éste es el destino de Chile y ojalá que las crueles experiencias del pasado y los sacrificios del presente induzcan la adopción de las reformas que me hagan fructuosa la organización del nuevo Gobierno, seria y estable la constitución de los partidos políticos, libre e independiente la vida y el funcionamiento de los poderes públicos y sosegada y activa la elaboración común del progreso de la República."
"No hay que desesperar de la causa que hemos sostenido ni del porvenir."
"Si nuestra bandera, encarnación del gobierno del pueblo verdaderamente republicano, ha caído plegada y ensangrentada en los campos de batalla, será levantada de nuevo en tiempo no lejano, y con defensores numerosos y más afortunados que nosotros, flameará un día para honra de las instituciones chilenas y para dicha de mi patria, a la cual he amado sobre todas las cosas de la vida.
Cuando ustedes y los amigos me recuerden, crean que mi espíritu, con todos sus más delicados afectos, estará en medio de ustedes.”


Mausoleo de Balmaceda en el Cementerio General de Santiago


Sus palabras se cumplirían casi como profecía.

Terminado de escribir todas las cartas, al amanecer del 19 de septiembre, se recostó en la cama, apoyando la cabeza en el lado izquierdo. Con la mano derecha se apuntó con un revolver en la sien, y apretó el gatillo.

Eran las ocho de la mañana cuando murió el presidente José Manuel Balmaceda. Con él murió también el régimen portaliano y el autoritarismo presidencial. La última palabra en el poder la tendría ahora la triunfante aristocracia, que sería, desde ahora, una oligarquía.

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Predecesor:
Melquides Valderrama Sáenz de la Peña
Ministro de Relaciones Exteriores
1881-1882
Sucesor:
Luis Aldunate Carrera


Predecesor:
José Francisco Vergara Echevers
Ministro del Interior
1882-1885
Sucesor:
Ramón Barros Luco


Predecesor:
Domingo Santa María González
Presidente de Chile
1886-1891
Sucesor:
Jorge Montt Álvarez

Plantilla:End box

Bibliografía

  • Allendes, Eulogio. 1891. La Revolución de 1891 en Chile. Ed. El Progreso. Santiago.
  • Bañados Espinoz, Julio. 1894. Balmaceda: su Gobierno y la Revolución de 1891 Librería de Garnier Hnos. Paris.
  • Blakemore, Harold. 1977. Gobierno chileno y salitre inglés. Balmaceda y North 1886-1896. Editorial Andrés Bello, Santiago.
  • Encina , Francisco Antonio y Leopoldo Castedo. Historia de Chile. Vol. VII. Balmaceda y la Guerra Civil. Editorial Santiago. 2004.
  • Espinoza, Julio Bañados. 2005. Balmaceda, su gobierno y la revolucion de 1891. Santiago. Centro de Estudios Bicentenario.
  • Jordi Fuentes, Lia Cortes, Fernando Castillo Infante. Diccionario Histórico de Chile. Editorial Zig-Zag S.A. 1989. ISBN 956-12-0545-8.
  • Francisco Frias V. Manual de la Historia de Chile.
  • Nuñez, Jorge. 2003. 1891 Crónica de la Guerra Civil. Santiago, LOM Ediciones, Santiago. ISBN 956-282-527-2.
  • Ortega, Luis. 1991. La Guerra Civil de 1891: 100 años hoy. Universidad de Santiago. Santiago
  • Ramírez Necochea, Hernán. 1972. Balmaceda y la contrarevolución de 1891. Editorial Universitaria. Santiago.
  • San Francisco, Alejandro. "Historiografía y nuevas perspectivas de estudio sobre la guerra civil chilena de 1891" en Bicentenario, Vol.5. Nº1. 2006.
  • San Francisco, Alejandro. 2007. La Guerra Civil de 1891. Tomo I, La Irrupción Politica de los Militares. Santiago. Centro de Estudios Bicentenario.
  • Valdés Vergara, Ismael. 1970. La Revolución de 1891. Buenos Aires y Santiago: Ed. Francisco de Aguirre. Santiago.
  • Hervey, Maurice H, Dark days in Chile; an account of the revolution of 1891 (1891-92)

Notas

  1. Encina-Castedo, Historia de Chile, pp.25-26
  2. San Francisco, La Guerra Civil de 1891, pp. 139-140
  3. Encina-Castedo, Historia de Chile, pp.31-34
  4. Julio Bañados Espinoza, "Diario del Ministerio de Mayo de 1890", domingo 27 de julio, p.164
  5. Julio Bañados Espinoza, "Diario del Ministerio de Mayo de 1890", domingo 27 de julio, p.166-167
  6. San Francisco, La Guerra Civil de 1891, pp. 235-236
  7. Julio Bañados Espinoza, Balmaceda, Tomo I, pp.463-500
  8. San Francisco, La Guerra Civil de 1891, pp. 261-264
  9. Encina-Castedo, Historia de Chile, pp.39
  10. La Libertad Electoral, "La verdadera causa", 13 de diciembre de 1890
  11. La Época, "La sangre derramada", 21 de diciembre de 1890
  12. El Independiente, "Por la uña se conoce al león", 11 de diciembre de 1890
  13. San Francisco, La Guerra Civil de 1891, pp.344-345
  14. San Francisco, La Guerra Civil de 1891, p. 28
  15. Memorandum de la Revolucion de 1891, Imprenta Cervantes, Santiago, p.43

Véase también

Enlaces externos