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Sobre el cielo

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Primera página del tratado Sobre el cielo (Edición de Immanuel Bekker, 1837).

Sobre el cielo (gr.: Περὶ οὐρανοῦ, lat.: De Caelo), es un tratado escrito por Aristóteles, que contiene ideas centrales de su cosmología.

La obra está compuesta por cuatro libros, de longitud decreciente, en el que el autor va desarrollando de manera paralela, más que sucesiva, investigaciones de temas físicos, referidos al universo en general, los cuerpos simples que lo forman, la naturaleza del cielo, de los astros y de la tierra.[1][2]

Contenido

Libro I

La Física y sus objetos. La perfección del cuerpo y el Universo (268a1 - 268b11)

La obra comienza con la enumeración de algunos de los objetos que estudia la Física: los cuerpos (σώματα) y las magnitudes (μεγέθη), los entes dotados de cuerpo y magnitud (las plantas, los animales, los hombres y los astros), y los principios (ἀρχαί) de estos entes (sustrato, forma y privación, según Física, libro I). La consideración sobre el cuerpo (σῶμα) comienza por una definición de "continuo" como lo que se puede dividir siempre en partes a su vez divisibles, para señalar luego que el cuerpo es aquello "divisible por todos lados", esto es, aquello definido por tres dimensiones (entendidas como cantidades continuas divisibles), mientras que la superficie está constituida por dos, y la longitud por una. Como de estas dos últimas magnitudes siempre podemos pensar en un paso a otro género de magnitud (sumando una dimensión a la longitud pasamos a superficie; y sumando una dimensión a la superficie pasamos a un cuerpo), y por ende las pensamos como careciendo de algo, mientras que del cuerpo no podemos pasar a ninguna magnitud de otro género, Aristóteles señala que el cuerpo es una magnitud perfecta y que representa una totalidad. No obstante, observa que teniendo en cuenta que todo cuerpo está en contacto con otro cuerpo, puede ser considerado como integrante de una multiplicidad, y por ende se le puede atribuir una perfección sólo relativa. El todo al que pertenecen los cuerpos en cuanto partes, en cambio, es completamente perfecto.[3]

El quinto elemento, dotado de movimiento circular (268b12 - 269b15)

Tras formular el principio de que todos los cuerpos o magnitudes naturales son móviles, y que la naturaleza es el principio de su movimiento, Aristóteles distingue tres movimientos referidos al lugar (traslación - φορά) simples:

  • Circular, en torno al centro
  • Rectilíneo, que a su vez se define como
    • Ascendente, que se aleja del centro;
    • Descendente, que se acerca al centro.

Define el autor los cuerpos simples por poseer un sólo movimiento natural simple, lo que lo conduce a postular la existencia de un cuerpo simple al que le corresponda el movimiento circular, y que no puede ser identificado con alguno de los elementos ya conocidos de que se componen los entes sublunares: ya que la tierra y el agua poseen un movimiento natural descendente, mientras que el fuego y el aire ascienden por naturaleza.

Otro argumento refuerza la idea de que el movimiento simple debe ser natural para su correspondiente cuerpo simple. Parte del principio de que cada cosa tiene sólo un contrario. Y si no hubiera un cuerpo simple que posea naturalmente el movimiento circular, el cuerpo sujeto a dicho movimiento lo haría en un sentido contrario a su movimiento natural. Ahora bien: si lo que se mueve en círculo es fuego o aire, por ejemplo, el movimiento contrario a su naturaleza es el descendente, y sólo este. Y si fuera agua o tierra, su movimiento contrario sería sólo el ascendente. Es decir, teniendo en cuenta los cuerpos simples conocidos, es imposible que a estos se les atribuya el movimiento circular forzado. Por lo tanto, debe haber un cuerpo simple cuyo movimiento natural sea el circular.

Observa Aristóteles además, que no parece corresponder con el movimiento eterno y continuo que vemos en el cielo, la idea de que el cuerpo simple que lo recorre esté constantemente forzado al mismo, cuando vemos que en todas las demás cosas, lo que se comporta al margen de lo natural se corrompe con más facilidad. Más bien, todo parece señalar que hay un cuerpo simple que, por serle connatural el movimiento circular, que es primero respecto de todo movimiento por ser más perfecto, resulta también más divino y anterior que el resto de los cuerpos simples.[4]

Propiedades del cuerpo dotado de movimiento circular (269b16 - 270b30)

Avanzando a partir de las consideraciones precedentes, Aristóteles define provisionalmente lo pesado o grave (βαρύς) como lo que se acerca al centro, y lo liviano o leve (κοῦφος) como lo que tiende a alejarse del centro. Así, lo más pesado (τὸ βαρύτατον) es lo que tiende a situarse más abajo de todo lo que tiende a bajar, y lo más liviano (τὸ κουφὸτατον), lo que si sitúa por encima de todo lo que tiende a subir. El elemento dotado de movimiento circular no es ni pesado ni liviano: aceptar esto implicaría que puede tener un movimiento rectilíneo (ascendente o descendente), natural o antinatural. Según los postulados ya aceptados, para cada cuerpo simple hay un movimiento simple natural, y los movimientos rectilíneos corresponden naturalmente a los cuatro cuerpos simples del mundo sublunar.

Si aceptamos que el quinto cuerpo simple puede padecer un movimiento antinatural rectilíneo (ascendente o descendente), y además tenemos en cuenta el principio que postula que lo contrario de lo antinatural es lo natural, tendríamos que sostener que el contrario de dicho movimiento rectilíneo antinatural (el descendente o el ascendente, respectivamente), es natural para el quinto cuerpo simple. Sabemos que tiene un movimiento circular natural, por lo que decir que puede sufrir un movimiento antinatural está en contradicción con la correspondencia unívoca entre cuerpo simple y movimiento simple natural que ya ha sido postulada.

Aristóteles descarta que lo que ha dicho para el elemento en general pueda no valer para alguna parte del mismo, al considerar que el movimiento de toda la tierra y de una parte de ella es el mismo, a saber, el rectilíneo descendente; y de allí infiere que el movimiento de cualquier cuerpo compuesto responde al mismo movimiento que afecta a sus partes.

El autor muestra que el cuerpo simple cuyo movimiento natural es circular solo acusa un tipo de cambio: la traslación que lo define, en torno al centro. Otro tipo de cambios (μεταβολή), como la generación y la corrupción, el aumento, o la alteración, no son posibles en este cuerpo simple: porque el cambio sustancial (generación y corrupción) supone un substrato y un contrario. Pero al no haber un contrario del movimiento circular, tampoco puede haber un cuerpo que sea contrario al definido por este movimiento. No puede acusar tampoco un cambio cuantitativo (aumento o disminución) porque no posee materia del mismo género de dónde pueda aumentar. Aristóteles dice que si el cuerpo cuyo movimiento propio es el circular no está sujeto a cambio cuantitativo, es razonable que pensemos que tampoco está afectado por el cambio cualitativo, esto es, la alteración; toda vez que vemos que los cuerpos sometidos a cambios cuantitativos (los seres vivos sujetos al crecimiento) también están determinados por la alteración.

El autor asocia estos atributos a lo divino, señalando que lo que el razonamiento ha concluido coincide con lo que parece según la opinión común, puesto que todos los hombres asocian a lo divino con lo divino, y asignan a los dioses el lugar más excelso, que tiene propiedades semejantes a las inferidas. También coincide con el resultado de innumerables observaciones del cielo a lo largo de muchísimo tiempo, que han mostrado que siempre se comporta de la misma manera, por lo que este elemento o región superior ha sido llamado Éter (αἰθήρ) pues se mueve eternamente (ἀεί, "siempre" y θεῖν, "correr").[n 1][5][6]

Véase también

Referencias

  1. Candel, Acerca del cielo, Introducción, p. 10.
  2. Zubiria, Aristóteles y el cosmos, p. 19.
  3. Zubiria, Aristóteles y el cosmos, p. 23-29.
  4. Zubiria, Aristóteles y el cosmos, p. 29-32.
  5. Moureaux, Du ciel, Introduction, p. XXXVII-XXXVIII.
  6. Zubiria, Aristóteles y el cosmos, p. 37-41.

Notas

  1. En este punto etimológico sigue Aristóteles a Platón, Cratilo 410b. La etimología es, para la filología moderna, falsa: αἰθήρ contiene una raíz común con el verbo αἴθω, "encender", "arder", "brillar". Vid. Candel, Acerca del cielo, p. 53, n. 42; Frisk, Griechisches Etymologisches Wörterbuch, Heildelberg, 1960, citado por Zubiría, Aristóteles y el cosmos, p. 37; y artículo Éter (mitología), sección sobre etimología.

Bibliografía

Ediciones y traducciones

  • Aristóteles (1942). The student's Oxford Aristotle · Volume II · Natural Philosophy: Physica, De caelo, De generatione et corruptione (en inglés). Oxford University Press. 
  • Aristóteles (1965). Du Ciel. Texte établi et traduit par Paul Moraux. París: Les Belles Lettres. 

Estudios

  • Zubiria, Martín (2005). Aristóteles y el cosmos. Buenos Aires: Quadrata. ISBN 987-1139-63-2. 

Enlaces externos