Batalla de Tarapacá

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Plantilla:Infobox Batallas La batalla de Tarapacá fue una acción bélica que se desarrolló en la localidad homónima, el 27 de noviembre de 1879, durante la Campaña terrestre de la Guerra del Pacífico. Se enfrentaron fuerzas chilenas y peruanas, saldándose la batalla con la victoria de estas últimas.


Antecedentes

Tras el desembarco en Pisagua el 2 de noviembre de 1879, el ejército chileno de operaciones inició una serie de penetraciones al interior del departamento peruano de Tarapacá para consolidar sus posiciones y asegurar las vías de comunicación y suministros.

En este contexto, se produjeron dos acciones militares de distinta importancia: un encuentro de caballería muy limitado en Germania, el día 6 de noviembre, y un encuentro en forma en Dolores, el día 18 del mismo mes. Producto de lo anterior, el ejército aliado perú-boliviano inició un repliegue hacia el puerto de Arica, con el fin de reconcentrar fuerzas y reorganizar la resistencia.

Marcha a Tarapacá

Área y puntos mencionados, Batalla de Tarapacá

Las fuerzas peruanas provenientes de Dolores, hacen un alto en su marcha hacia Arica, a unos 140 km al norte de esa posición. Si se observa el croquis adjunto, puede notarse que la cabeza de playa chilena en Pisagua impedía el repliegue directamente hacia el norte, por lo que la fuerza peruana se ve obligada a intentar un rodeo a través de Tarapacá y el desierto interior. Así, se agrupan en la aldea de San Lorenzo de Tarapacá, en la llamada quebrada de Tarapacá. La idea de estos cuerpos era reabastecerse de agua y víveres y descansar a la tropa del trayecto entre Dolores y esta posición, unos 55 km a través del desierto. Al conocerse esta situación en el ejército chileno, el comandante movilizado don José Francisco Vergara solicita autorización al general Escala para hacer un reconocimiento hacia Tarapacá con un escuadrón de caballería y confirmar el número y estado de los efectivos peruanos. Ante este requerimiento y a causa de la información que tenía Escala sobre las fuerzas peruanas en Tarapacá, que se pensaban no superiores a 1.000 hombres mal armados y fatigados, es que el general ordena que a la expedición de Vergara se añadiesen 250 hombres del regimiento Zapadores y dos piezas de artillería al mando del alférez José Manuel Ortúzar. Este grupo salió desde Dolores el día 24 de noviembre, por el camino de Negreiros, unos 400 hombres en total.

Hasta ese momento se pensaba en el mando chileno que la tropa peruana en Tarapacá no pasaba de 1.000 hombres mal armados. Al amanecer del día 25, los exploradores de la columna de Vergara apresan a un arriero argentino, que es tomado por un espía enviado por los peruanos. Al ser interrogado, afirma que en Tarapacá la fuerza es de 1.500 hombres, por lo que Vergara desistió de su plan inicial de atacarlos con una fuerza ahora tan inferior numéricamente. Envía un mensaje, entonces, al cuartel general solicitando una fuerza adicional de 500 hombres de tropa, pero el general Escala, cediendo a las presiones de los oficiales que pensaban que la guerra terminaría pronto, consiente en enviar a la división del coronel Luis Arteaga en su totalidad, unos 1.900 hombres. Arteaga, desconocedor de la guerra en el desierto, no toma los preparativos adecuados de munición (asigna sólo 150 tiros por hombre), agua, víveres o forraje y marcha hacia Tarapacá el día 25. La idea de esta división, era encontrarse con Vergara en Negreiros, pero éste no esperó e incursionó por su cuenta hasta Isluga.

Decisión de Arteaga

Cuando la división Arteaga, al llegar a Negreiros se percata de que Vergara ya no se encuentra allí, sino en Isluga (ver mapa anterior), envía un mensaje a este último para proceder a la concentración de las tropas, para lo cual había dos opciones: o que Vergara deshiciera el camino hasta Negreiros y luego hacerlo nuevamente hacia Tarapacá, o esperar a Arteaga en Isluga. Se optó por esto último, por lo que la División Artega no esperó la llegada de aprovisionamientos y salió de inmediato a Isluga, ya que se temía que por estar tan próxima esta posición al núcleo de las fuerzas peruanas, pudiera ser descubierta y destruida rápidamente a causa de su escaso número. Así, el día 26 de noviembre a las 15:00h, se puso en marcha la división, con 1.900 plazas, casi todas de infantería, sin agua, víveres ni municiones. Estaba conformada por el regimiento 2º de Línea, la artillería de marina con dos piezas de bronce de 4", el regimiento Chacabuco, 4 piezas Krupp y 30 cazadores a caballo.

Acciones de Vergara

En el intertanto, el grupo al mando de José Francisco Vergara en Isluga ocupó el día 26 en realizar reconocimientos sobre Tarapacá. En ellos, se pudo apreciar la llegada a la quebrada de la división peruana al mando del coronel Ríos, por el que los oficiales chilenos tenían gran reconocimiento de su capacidad, como asimismo por otro oficial peruano que también divisaron en la columna Ríos, el comandante del batallón Iquique, coronel Alfonso Ugarte, considerado como distinguido y patriota. La columna de Ríos llegaba en ese momento fatigada y en orden precario. Las patrullas de reconocimiento de Vergara calcularon en unos 1.000 los hombres que llegaban con Ríos, los que sumados a los que se creía en Tarapacá, concentraban, según el mando chileno, unos 2.500 hombres, 1.000 de ellos fatigados.

Preparativos

Concentración chilena y plan de batalla

Plan de combate chileno, Batalla de Tarapacá

A las 24:00h del 26 de noviembre, la división de Arteaga llega a Isluga a reunirse con la avanzada de Vergara. La decepción del encuentro fue mutua entre ambas fuerzas, ya que las dos esperaban que la otra tuviera suministros de agua, víveres y parque, pero nada de eso había. Agua sólo estaba la disponible en Tarapacá, bajo control peruano. Esta situación forzó a ambos comandantes a iniciar de inmediato las acciones, antes que la falta de agua y alimentos se hiciera crítica. De este modo, y tal como se observa en la figura adjunta, se ideó un plan que consistía en dividir la fuerza en tres divisiones. La primera, al mando del coronel Ricardo Santa Cruz, fuerte en 500 hombres daría un rodeo por las alturas de la quebrada para tomar posición en una aldea llamada Quillaguasa, al norte de Tarapacá, con la idea de cortar la retirada peruana hacia esa zona en tanto su fuerza se sintiera atacada por el sur. Una segunda división al mando del coronel Eleuterio Ramírez, avanzaría por el centro de la quebrada, atacando a las tropas peruanas frontalmente en la aldea. Esta fuerza era de 850 hombres. Una tercera división al mando del propio Arteaga con 950 hombres, atacaría de flanco, desde los bordes superiores de la quebrada para encerrar y destruir la fuerza peruana.

Fuerzas peruanas en Tarapacá

Todo el plan de ataque chileno se basaba en la presunción de que en Tarapacá habría en el peor de los casos una fuerza de número similar o ligeramente superior a la chilena. Se contaba con el factor sorpresa como una ventaja decisiva al momento de empeñar el combate. El número de efectivos peruanos, era sin embargo muy superior al que se creía, puesto que desde Dolores se produjo un repliegue peruano más organizado de lo que el mando chileno pensaba. El grueso de la fuerza peruana había arribado el día 22 de noviembre, uniéndosele la división de Ríos el día 26, como ya se ha dicho. El día 24 habían salido de Tarapacá con destino a Arica dos divisiones peruanas al mando del coronel Morales Bermúdez, que en ese momento estaban en Pachica, a unos 15 km al norte de Tarapacá. Según el parte de combate del general Buendía, iniciaron la lucha unos 3.000 hombres, lo que da una fuerza total de unos 4.500 a 5.000 hombres contando las divisiones de Pachica. No se contaba con caballería ni artillería. Los oficiales peruanos eran de reconocida capacidad, entre los que se destacaban Andrés Cáceres, Miguel Ríos, Belisario Suárez, Alfonso Ugarte, Francisco Bolognesi y Roque Sáenz Peña, todos bajo el mando de Juan Buendía, general en jefe de los ejércitos del Sur. La percepción chilena de la fuerza enemiga, era pues, totalmente equivocada.

Combate

Para que el plan de ataque resultara como estaba previsto, era necesario que las tres divisiones chilenas salieran a distintas horas para llegar a las posiciones prefijadas de manera sincronizada. Así, la columna de Santa Cruz salió a las 03:30h del día 27, una hora antes que las otras dos divisiones. Esta división, sin embargo, se encontró con una densa neblina que la hizo extraviar el rumbo totalmente, de modo que cuando comenzó a amanecer esta fuerza se encontrabaa a muy corta distancia de la división de Ramírez, virtualmente en el punto de partida. Siguiendo las órdenes que tenía, Santa Cruz en ese momento emprendió a paso veloz su marcha hacia Quillaguasa enviando como avanzada el batallón de granaderos al mando del comandante Villagrán, aunque a esa hora ya debería estar situándose en ese punto toda su división. La segunda ventaja del plan chileno, la sorpresa, empezaba también a desvanecerse, puesto que la tropa de Santa Cruz quedó a la vista de los peruanos que notaron su presencia de inmediato. Los oficiales peruanos captaron de inmediato el peligro que corrían y lograron comprender en pocos minutos el plan de los atacantes. Rápidamente se impartieron las órdenes respectivas para sacar a sus tropas del fondo de la quebrada y llevarlas a lo alto; así, Cáceres hizo trepar a sus regimientos por un angosto sendero de arrieros para cortar a Santa Cruz por retaguardia, en tanto que Bolognesi trepaba con sus hombres por el flanco contrario junto a la división Ríos para fusilar desde las alturas a la división Ramírez que marchaba por el fondo de la quebrada y esperar eventualmente la progresión de Arteaga que estaba rezagado. El combate comenzó a eso de las 10:00h, y durante el desarrollo de la acción se pueden distinguir tres fases.

Fase 1: Reacción inicial peruana

Estado del combate a eso de las 10:30h, una vez tomada la iniciativa por los peruanos

Como ya se dijo, los peruanos al ver que les tendía una encerrona, reaccionaron con rapidez evitando la progresión de las columnas chilenas, que no pudieron completar las etapas de despliegue acordadas la noche anterior. Así las cosas, el combate se generaliza con la iniciativa de parte de los peruanos. Los chilenos sólo pueden reaccionar ante el nuevo curso de los acontecimientos. El primer cuerpo peruano en entrar al combate fue el regimiento Zepita con Cáceres, seguido del regimiento Dos de Mayo bajo las órdenes del coronel Manuel Suárez. Estas tropas rompieron el fuego por la retaguardia de Santa Cruz a menos de 100 m. Santa Cruz dio frente a la retaguardia formando su línea en arco, teniendo a su izquierda a la artillería que quedó al borde del barranco. Establecida de esa forma la defensa de los ahora sorprendidos chilenos, las bajas comenzaron a producirse en gran número en ambos bandos dada la corta distancia en que estaban rotos los fuegos. En ese momento, los oficiales peruanos logran hacer subir una nueva columna en refuerzo de Cáceres, la división Exploradora al mando del coronel Bedoya, con lo que los peruanos lograron aumentar la fuerza que se oponía a Santa Cruz a unos 1.500 hombres. Una embestida peruana logró en un momento arrebatar la artillería a los chilenos, que a duras penas lograron inutilizarla. Santa Cruz reorganiza a su fuerza sobreviviente perpendicularmente a la quebrada habiendo perdido cerca de un tercio de su tropa entre muertos y heridos. A eso de la 11:00h, los peruanos redoblan el ataque y la tropa chilena de la división Santa Cruz empieza a dispersarse. Mientras se desarrollaban estas acciones, la división Arteaga que se encontraba rezagada, al escuchar que se había entablado batalla redobla el paso y llega al lugar del combate en el momento en que se dispersaba la tropa de Santa Cruz, con lo que los chilenos reorganizan sus filas y vuelven a establecer posiciones defensivas. Un nuevo giro toma la batalla cuando la división peruana del coronel Ríos que estaba pendiente de las evoluciones de Artega, entra en combate por la retaguardia, volviendo la iniciativa de las acciones hacia los peruanos.

División de Ramírez y acciones en el fondo de la quebrada

Mientras todo lo anterior acontecía en lo alto de la quebrada, la división chilena del coronel Ramírez avanzaba por el fondo de la quebrada según el plan. Al igual que Santa Cruz, no se salió de las órdenes que tenía y siguó avanzando por donde tenía previsto, pese a que la estrategia planeada ya no tenía sentido. Sólo destacó dos compañías hacia el frente que dominaba Bolognesi para impedirle descender a voluntad y dividir sus disparos a dos grupos. Al momento de llegar al caserío, recibió la columna de Ramírez un fuego nutrido de un enemigo bien posicionado y que fue muy efectivo ya que comenzó a causar enormes bajas en la tropa chilena. De acuerdo a las versiones que se conservan de esta parte del combate, los primeros soldados chilenos en entrar en el pueblo fueron los portaestandartes, cuya insignia se convirtió en un objetivo de guerra para ambos bandos. Debido a la posibilidad de perder el pabellón, la tropa chilena cargó contra el pueblo en lugar de buscar posiciones más ventajosas, cuestión que causó una cantidad de bajas catastrófica para el regimiento 2º de Línea, cuerpo al que pertenecía el disputado estandarte. Simultáneamente, las compañías enviadas a contener a Bolognesi eran rechazadas con enormes pérdidas. Así las cosas, y perdido definitivamente el estandarte en una lucha en que ni peruanos ni chilenos dieron cuartel, los restos de la división Ramírez se retiran hacia el sur, buscando el poblado de Guarasiña asediados en todo momento por los peruanos. La destrucción de esa columna chilena era inminente, cuando los acontecimientos en lo alto dieron un giro inesperado.

Nuevos acontecimentos en lo alto

Estado del combate tras la carga de los granaderos chilenos. Se produce una confusión posterior en ambos bandos

Tal como se ha reseñado, en lo alto la situación era crítica para los chilenos tras la llegada de la columna de Ríos, cuando el arribo de los granaderos chilenos que regresaron al galope desde Quillaguasa cambió la faz del combate. Dando un rodeo, los granaderos de Villagrán llegaron al sitio del combate. Se formaron en posición de ataque y cargaron contra los peruanos de Cáceres que en ese momento empezaban a quedarse sin municiones. Ante la carga de la caballería y con pocos medios para contrarrestarla, la fuerza peruana retrocede, lo que da un nuevo ímpetu a los chilenos que contraatacan. Lo difícil y estrecho del terreno no hizo posible que los granaderos atacaran la retirada peruana, y la misma presencia de ese cuerpo impedía también una carga de la infantería. La figura adjunta ilustra el estado de cosas tras la carga de Villagrán. Toda esta situación causó una enorme confusión en ambos bandos, que fatigados suspendieron la lucha, retirándose los peruanos para reorganizarse y aprovisionarse de munición, en tanto los chilenos se abalanzaban al fondo del valle, ya sin presencia peruana, para beber y descansar. En este momento, la batalla entraba en una segunda fase. Eran las 13:00h del 27 de noviembre de 1879.

Fase 2: La tregua del agua

Producto del cansancio y tensión de la jornada, sin proponérselo ninguno de los dos bandos, se produjo una tregua. Los chilenos pensando que se se habían adjudicado la victoria, descuidaron las guardias y dejaron pastar a los caballos libremente. Las ambulancias de ambos bandos recogían a los heridos y se contabilizaban las bajas. En el lado peruano, sin embargo, las cosas eran distintas. Ninguno de los oficiales había pensado en dejar escapar una victoria que ya tenían por cierta, y su retirada había sido un repliegue estratégico necesario para rearmarse, ya que la intensidad del combate había vaciado las cartucheras de los soldados. En todo este trajín transcurrieron unas 4 horas. Fue imposible hacer la reorganización de las tropas peruanas en menor tiempo, debido a que las pérdidas de oficiales en la batalla de la mañana había sido considerable y se necesitaba reorganizar el mando casi completamente. Para fortuna de los peruanos, los chilenos estaban totalmente desorientados respecto a lo que estaba sucediendo en realidad y no tomaron medidas especiales de defensa ni de repliegue, lo que significó que la demora en la reorganización peruana no impidiera la reanudación del combate en una postura ampliamente favorable para ellos.

Fase 3: Conclusión y victoria peruana

Retirada chilena tras el último combate luego de la tregua. Con la llegada de las divisiones peruanas de Pachica se selló el resultado de la batalla

Las tropas peruanas que en la mañana del 27 se encontraban en Pachica, llegaron durante la tregua recién referida. Eran unos 1.500 o 2.000 hombres en 4 batallones uno de los cuales, el Nº8 estaba al mando del coronel Morales Bermúdez. Con este refuerzo y con los chilenos habiendo sufrido casi un 60% de bajas, la intención peruana fue intentar rodear y tomar prisionera a la fuerza chilena sobreviviente, utilizando una estrategia similar a la que los chilenos quisieron emplear contra ellos, pero curiosamente, el resultado fue el mismo. Los chilenos alcanzan a advertir la situación y comienzan a ascender por las laderas de la quebrada para no quedar atrapados en el fondo. Al llegar a lo alto, se entabla un nuevo combate con las mismas características e intensidad que el de la mañana. Las dos piezas de artillería que quedaban disponibles a la tropas chilenas son capturadas por los peruanos, que las emplean contra sus antiguos dueños, en tanto la infantería atacaba incesantemente con el fin de evitar la retirada chilena hacia el desierto. En el fondo del valle, perdía la vida el comandante del 2º de Línea y jefe de la segunda división, coronel Eleuterio Ramírez, transformándose en el oficial chileno de mayor graduación muerto hasta el momento en la campaña. Sin dejar de combatir, los chilenos dan definitivamente por perdido el campo y se retiran hostigados en todo momento por los peruanos. En el repliegue chileno, se comisionó al regimiento Artillería de Marina el cuidado de la retaguardia, por lo que este cuerpo sufrió las mayores bajas en la última etapa de la batalla. La figura ilustra esta última fase, con una fuerza chilena muy reducida producto del combate y una fuerza peruana tenaz en la persecución. Por fortuna para los chilenos y desgracia para los peruanos, éstos últimos no contaban con caballería, por lo que la persecución no se pudo mantener. El triunfo de los peruanos en este combate era, sin embargo, definitivo.

Consecuencias

Las bajas en ambos lados fueron enormes. Los chilenos contabilizaron 516 muertos y 179 heridos, más que en las batallas de Pisagua, Germania y Dolores juntas. Los peruanos dieron en sus partes un total de 236 muertos y 261 heridos. Las pérdidas de oficiales en ambos bandos fue enorme. Distinguidos oficiales dejaron la vida en esta acción. Por los chilenos puede mencionarse al Coronel Eleuterio Ramírez, comandante del 2º de Línea y a su segundo comandante, Bartolomé Vivar, que no sobrevive a sus heridas. Del mismo cuerpo, perdieron la vida los capitanes Diego Garfias, Ignacio Silva y José Antonio Garretón, además de un teniente y siete subtenientes. El Zapadores perdió cinco subtenientes, el Chacabuco a su segundo comandante, mayor Valdivieso y su ayudante Ríos y dos tenientes. Los peruanos, por su parte, lamentaron la pérdida del comandante del 2 de Mayo, coronel Manuel Suárez y de los tenientes del mismo cuerpo Torrico y Osorio. El Zepita perdió a su segundo jefe, el teniente coronel Zubiaga, el capitán Figueroa y los subtenientes Cáceres (hermano del coronel Andrés Cáceres) y Meneses. La 2º División a los capitanes Odiaga, Chávez, Vargas y Rivera y tres subtenientes. El 2º Ayacucho un teniente y dos subtenientes; la columna Tarapacá al mayor Perla; el 3º Ayacucho el mayor Escobar, un teniente y dos subtenientes; los Cazadores del Cuzco y el batallón Iquique un subteniente cada uno; la columna Naval al capitán Meléndez, y la 5º División al coronel Miguel Ríos, que al igual que Vivar no sobrevivió a sus heridas.

La derrota chilena de Tarapacá no cambió sus planes de campaña, y sólo ocasionó la renuncia de Vergara a su comisión al ser culpado del desastre, siendo de todos, el que menos responsabilidad tenía. Para el coronel Arteaga fue el fin de su carrera militar.

Para los peruanos, en tanto, la victoria de Tarapacá no cambió su situación, ya que luego de la batalla el ejército abandonó el lugar con destino a Arica, junto con toda la población que temiendo represalias dejó sus hogares. Al llegar a Arica el general Buendía y el Coronel Suárez fueron puestos bajo arresto por el Almirante Montero culpándolos de las derrotas y por haber dejado Tarapacá en manos chilenas. La historiografía peruana negará sistemáticamente cualquier mérito del general Juan Buendía en la acción de Tarapacá y se lo asignará a Cáceres. Las derrotas, sin embargo serán atribuidas por completo al general en jefe.

Tanto en Chile como en Perú se conmemora esta batalla en virtud de las acciones de valor y heroísmo que cada país destaca entre los suyos.

Referencias

Enlaces externos

Páginas chilenas

Páginas peruanas