Diferencia entre revisiones de «Triple A (Argentina)»

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Según Eduardo Gurucharri, Antonio J. Benítez -ministro de Cámpora, de Perón y de Isabel habría presenciado una reunión presidida por Perón antes de asumir la presidencia que la describe de la siguiente manera:
Según Eduardo Gurucharri, Antonio J. Benítez -ministro de Cámpora, de Perón y de Isabel habría presenciado una reunión presidida por Perón antes de asumir la presidencia que la describe de la siguiente manera:
{{Cita|Benítez refiere que López Rega y el comisario Villar exhibieron fotografías y nombraron personalidades políticas que deben ser depuradas de la infiltración marxista. Entre los nombrados están el propio Duhalde, el abogado Mario Hernández y Alberte. Benítez dijo que Perón se limitó a escuchar, sin aprobar ni desaprobar a quienes aludieron a la necesidad de operar por izquierda.}}
{{Cita|Benítez refiere que López Rega y el comisario Villar exhibieron fotografías y nombraron personalidades políticas que deben ser depuradas de la infiltración marxista. Entre los nombrados están el propio Duhalde, el abogado Mario Hernández y Alberte. Benítez dijo que Perón se limitó a escuchar, sin aprobar ni desaprobar a quienes aludieron a la necesidad de operar por izquierda.}}

Los mitos son, por definición, narraciones fabulosas e imaginarias que intentan explicar algún suceso o aspecto de la realidad. Constituyen, por tanto, meras creencias no sujetas a pruebas de veracidad que, por lo general, no resultan de procesos que deriven de la razón, sino de emociones y pasiones.

En este orden de cosas, la militancia setentista, apoyada y financiada por el oficialismo y las estructuras estatales, en su intento por diagramar su estrafalaria historieta que ha hecho de los años 70, no ha escatimado esfuerzos en implementar y propagar una serie de mitos relativos a los sucesos ocurridos el 24 de marzo de 1976, cuyo aniversario número 34 se cumple en el día de la fecha.

¿Fue un golpe militar?

En razón de ser la venganza un objetivo primordial del setentismo, resulta clave que el papel desempeñado por la sociedad civil en los hechos del 24 de marzo haya sido arbitrariamente omitido por el historietismo oficial, a los efectos de instalar en la opinión pública aquella falsedad de que se produjo un golpe exclusivamente militar (apuntando todas las responsabilidades sobre el ambiente castrense y exculpando al resto de la sociedad). Pero, en verdad, los sectores civiles, representados por su clase dirigente, tuvieron decisiva participación en el derrocamiento de Isabel Perón.

Desde 1975, la partidocracia se alarmaba por el exasperante vacío de poder que reinaba en la Argentina: "Pero, ¿quién gobierna? ¿Ese conjunto colegiado de ministros que, además, no produce ninguna confianza al país? Eso sigue siendo anarquía. Y, lo peor, anarquía organizada", afirmaba el líder del Partido Federal, Enrique "Paco" Manrique, (tercera fuerza electoral de entonces) desde la pantalla del histórico programa de TV Tiempo Nuevo , a fines de julio. Desde la otra punta del abanico ideológico, el izquierdista Oscar Allende ponía de relieve que "el desgobierno ha colmado la paciencia de los argentinos" (1). El diputado Monsalve diría, por su parte, que "no puede transcurrir un minuto más en el más absoluto desorden" (2). Incluso, desde el mismo sector oficialista, se ofrecían lecturas similares, como la del diputado justicialista Carlos Palacios Deheza, quien afirmó que "así no llegamos a 1977, sino ni siquiera a 1976", o la del mismísimo gobernador peronista de Buenos Aires, Victorio Calabró, quien, a fines de 1975, pronunciaba que "si las cosas siguen así, no llegamos al 77" (3).

De esta manera, la clase política (incluido el oficialismo mismo) empezaba a avizorar una salida facilitada por las Fuerzas Armadas. Ya a comienzos de 1976, la UCR definía su postura a través de una declaración oficial del comité nacional, que rezaba: "El país vive una grave emergencia nacional. Toda la Nación percibe y presiente que se aproxima la definición de un proceso que, por su hondura, vastedad e incomprensible dilatación, alcanza su límite". Era, por tanto (según expresa el comunicado radical), "incomprensible" la continuidad del gobierno, tales las propias palabras del partido que se jacta de ser el más democrático de la Argentina, y, por tal razón, las reuniones secretas entre políticos con jefes militares comenzaban a tener lugar con extremada frecuencia.

A fines de 1975, en cálida reunión entre el Dr. Ricardo Balbín (líder de la UCR) y el Gral. Jorge Rafael Videla, el radical le expresó: "General, yo estoy más allá del bien y del mal. Me siento muy mal, estoy afligido. Esta situación no da más. ¿Van a hacer el golpe? ¿Sí o no? ¿Cuándo?". A lo que su interlocutor respondió: "Doctor, si usted quiere que le dé una fecha, un plan de gobierno, siento decepcionarlo, porque no sé. No está definido. Ahora, si esto se derrumba, pondremos la mano para que la pera no se estrelle contra el piso". Balbín replicó, impaciente: "Háganlo cuanto antes. Terminen con esta agonía" (4).

La presión que los políticos ejercían sobre las FF. AA. abarcó a todos los sectores ideológicos. En rigor, hasta el propio Partido Comunista se pronunció en este sentido, cuando, el 12 de marzo, "reiteró su propuesta de formación de un gabinete cívico-militar" (6). Amplios sectores del peronismo tomaban posiciones similares, como el líder de la CGT, Casildo Herreras, quien se entrevistó en secreto con Videla, "para decirle que, aunque en público no podían declararlo, también ellos consideraban que el gobierno era un desastre, que eran sus amigos y que deberían tenerlos en cuenta después del golpe, si finalmente lo llevaban a cabo" (7).

Por su parte, el viejo amigo de Perón, Jorge Antonio, el 22 de marzo, esgrimió sin tapujos, desde una conferencia de prensa en un hotel céntrico de Buenos Aires: "Si las Fuerzas Armadas vienen a poner orden, respeto y estabilidad, bienvenidas sean" (8). Numerosos sectores obreros, el 20 de marzo, anticiparon su simpatía por la eventual solución militar, declarando, a través de cuarenta y una organizaciones sindicales, que no acatarían un paro general de actividades, en caso de interrupción del orden constitucional.

El pedido de una reacción por parte del sector militar era tan visible que, desde el Parlamento, se admitían las reuniones con uniformados: "Debo confesar que en el día de hoy he golpeado las puertas [?] de la Policía Federal, la de algunos hombres del Ejército. Y el silencio es toda la respuesta que he encontrado" (5), admitía el senador Eduardo Angeloz, a catorce días del 24 de marzo. Días después, nada menos que Victorio Calabró entregaría a oficiales de las Fuerzas Armadas los mapas de la Casa de Gobierno, a los fines de que las tropas del Regimiento de Infantería 7 no se cruzaran con la policía, el 24 de marzo (9).

El grueso de la sociedad, el 24 de marzo de 1976, permaneció en sus hogares. No hubo resistencia siquiera por parte de los militantes del partido derrocado, sino que el vicepresidente 1º de este, Felipe Bittel, le gritaba a Osvaldo Papaleo (secretario de Prensa de Isabel): "Chau, Papá, hasta mañana. Esto hay que festejarlo con champaña. Todo se ha disipado" (10).

Las organizaciones terroristas, ¿ya estaban aniquiladas?

Además de anular o ignorar ex profeso el papel de la civilidad como actor propiciador del golpe, otro mito consistió en minimizar el rol de las organizaciones terroristas subversivas en la tragedia de los años 70 alegando que "la guerrilla ya estaba diezmada, el 24 de marzo de 1976", con la evidente intención de formar la idea de que la guerra interna era una mera excusa de sectores castrenses. La realidad indica completamente lo contrario. Según confirmó la sentencia que juzgó a la junta de comandantes, en 1975, se produjeron 893 hechos terroristas (promediando un atentado cada ocho horas, durante el año precedente al golpe). 1976 no fue menos: el 22 de marzo, el matutino "La Tarde" (dirigido por el kirchnerista Héctor Timerman) informó: "Un récord que duele: cada 5 horas, asesinan a un argentino". Y, a renglón seguido, expresaba: "Terrorismo: Sigue la escalada de crímenes". El 19 de marzo, el diario de izquierda "La Opinión" arrojó una estadística similar: "Un muerto cada cinco horas, una bomba cada tres".

Los propios documentos internos de Montoneros contabilizaban, en 1976, "1.000 atentados con 500 víctimas fatales", producidos sólo en ese año (11). El Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), por su parte, en documento interno, indicaba que, para esta fecha (1976), todavía se contaba con 4.950 guerrilleros organizados (12).

A fines de 1977, el comandante del Ejército Montonero, Horacio Mendizábal, afirmaba, públicamente, que, durante ese año, "se realizaron más de 600 operaciones militares" (13). Si para muestra basta un botón, fue en julio de 1976 cuando se produjo el atentado terrorista más dramático de toda la década del 70, cuando una bomba montonera hizo volar el comedor de la superintendencia de la Policía Federal, mutilando a 60 personas y asesinando a otras 22.

El 24 de marzo, ¿se dio inicio a la represión ilegal?

Otro insistente mito en torno de la fecha en cuestión consiste en utilizar el 24 de marzo como punto de partida de la utilización de métodos ilegales por parte de las Fuerzas Armadas para enfrentar la subversión terrorista. Pero, ¿cómo se la combatía antes de esta fecha? Los historietistas del setentismo no ponen mucho empeño en explicarlo.

En puridad, el combate conforme a metodologías irregulares data de fines de 1973; más precisamente, luego de la muerte del secretario general de la CGT, José Ignacio Rucci, cuando el propio Perón, a la sazón presidente de la Nación, confeccionaba un documento interno para su partido que expresaba: "En este estado de guerra que se nos impone, no pueden ser eludidos y nos obliga no solamente a asumir nuestra defensa, sino, también, atacar al enemigo en todos los frentes y con la mayor decisión (...) El Movimiento Nacional Justicialista entra en estado de movilización de todos sus elementos humanos y materiales, para afrontar esta guerra (...) Quien rehúya su colaboración para la lucha, queda separado del movimiento". Así nacía la Triple A (Alianza Anticomunista Argentina), como el primer intento al margen de la ley que el gobierno constitucional empleaba para enfrentar el terrorismo marxista. Centenas de guerrilleros o sospechados de tales cayeron en manos del polémico aparato paraestatal de marras (cerca de 500 muertos fueron responsabilidad de la triple A).

Poco después, como respuesta al terrorismo que había diseminado focos rurales en Tucumán, el gobierno democrático emitió, en febrero de 1975, el decreto secreto Nº 261 del Poder Ejecutivo, que ordenaba a las FF. AA. "ejecutar las operaciones militares que sean necesarias a efectos de neutralizar y/o aniquilar el accionar de los elementos subversivos que actúan en la provincia de Tucumán". En octubre, se amplía el terreno de operaciones de las Fuerzas Armadas a toda la Nación, a través del decreto 2.772, ordenando "ejecutar las operaciones militares y de seguridad que sean necesarias a los efectos de aniquilar el accionar de los elementos subversivos en todo el país". Los desaparecidos anteriores al 24 de marzo contabilizados por la Conadep (Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas) ascienden a 900 casos. El informe de la secretaría de Derechos Humanos de la Nación computa, por su parte, un total de 642 desaparecidos en democracia peronista, y 525 abatidos, lo que suma 1.167 casos que son responsabilidad de la clase política que tuvo el poder en aquellos años y que se constituía en la creadora de la metodología irregular que, lamentablemente, se continuó practicando luego del 24 de marzo.

Concluida la guerra, el terrorista Enrique Gorriarán Merlo dirá que "las técnicas represivas de ese gobierno surgido de elecciones fueron (aunque parezca difícil de creerlo) más feroces que las instrumentadas por el gobierno defacto de Onganía, Levingston y Lanusse" (14). Julio Santucho, hermano del jefe máximo del ERP, expresará, por su parte, que "en un solo año de gobierno popular, nuestro pueblo tuvo más muertos que en siete años de dictadura militar (...) la represión actuada por el gobierno peronista fue diez veces mayor que la de la Revolución Argentina proclamada por el general Onganía" (15).

A 34 años del 24 de marzo de 1976, numerosos sectores cobijados por el aparato estatal han reducido la historia por la memoria, cambiado la justicia por la venganza, suprimido la verdad por el engaño y convertido una gran tragedia del ayer en un exitoso negocio del presente.

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(1) Yofre, Juan Bautista. Nadie fue. Buenos Aires, Edivern, 2006, p. 252.
(2) García Montaño, Diego. Responsabilidad compartida. La sociedad civil antes y durante el Proceso . Córdoba, El Copista, 2004, p. 104.
(3) Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 243.
(4) Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 333.
(5) Díaz Bessone, Ramón Genaro. Guerra revolucionaria en la Argentina (1959-1978) . Buenos Aires, Círculo Militar, 1996, p. 240.
(6) Márquez, Nicolás. La mentira oficial. El setentismo como política de Estado . Buenos Aires, edición del autor, 2008, p. 144.
(7) Márquez, Nicolás. Ob. Cit., p. 142.
(8) Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 358.
(9) Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 380.
(10) Yofre, Juan Bautista. Ob. Cit., p. 373.
(11) Documento citado en Díaz Araujo, Enrique. La guerrilla en sus libros . Tomo II. Mendoza, El Testigo ediciones, 2009, p. 91.
(12) Documento citado en Yofre, Juan Bautista. Fuimos todos. Cronología de un fracaso, 1976-1983. Buenos Aires, Sudamericana, 2008, p. 33.
(13) Informe completo en Larraquy, Marcelo. Fuimos soldados. Historia secreta de la contraofensiva montonera. Buenos Aires, 2º ed., Aguilar, 2006, p. 124.
(14) Gorriarán Merlo, Enrique. Memorias de Enrique Gorriarán Merlo. De los setenta a La Tablada. Buenos Aires, Planeta/Catálogos, 2003, pp. 368-369.
(15) Santucho, Julio. Los últimos guevaristas. La guerrilla marxista en la Argentina . Edición de 1988. Pp. 160-162.


En enero de 1974 el actual diputado [[Carlos Kunkel]] renunció a su banca de diputado, después de que Perón lo amenazara a él y al grupo de peronistas de izquierda donde él estaba con la siguiente expresión: «En una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato».
En enero de 1974 el actual diputado [[Carlos Kunkel]] renunció a su banca de diputado, después de que Perón lo amenazara a él y al grupo de peronistas de izquierda donde él estaba con la siguiente expresión: «En una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato».

Revisión del 08:02 28 mar 2010

José López Rega, señalado como jefe de la organización parapolicial Triple A.

La Alianza Anticomunista Argentina (AAA), conocida como Triple A, fue un grupo parapolicial de extrema derecha de la Argentina, que llevó a cabo cientos de asesinatos contra guerrilleros y políticos de izquierda durante la década de 1970, además de amenazar a artistas e intelectuales. Sus acciones fueron catalogadas como delitos de lesa humanidad por el juez federal Norberto Oyarbide en 2006.[1]

Orígenes

Aunque su liderazgo era encubierto en ese momento, hoy se sabe que estuvo bajo la dirección de José López Rega,[2]​ secretario personal y ministro de Juan Domingo Perón, quien la empleó para combatir los sectores de izquierda del propio movimiento peronista. López Rega y el entonces comisario general de la Policía Federal Argentina, Alberto Villar, organizaron la Triple A durante el gobierno interino de Raúl Lastiri, en 1973. López Rega estaba al frente del Ministerio de Bienestar Social, cuyos fondos habría desviado para financiar la organización y el armamento del grupo paramilitar. Seguiría en ese cargo durante el gobierno de Perón y, a su muerte (1 de julio de 1974), en el de su mujer, Isabel Martínez, sobre la cual ejercía una extraordinaria influencia basada en una compartida devoción espiritista.[2]

Perón, ¿fundador de la Triple A?

En los últimos años se ha iniciado un debate acerca de la responsabilidad de Juan Perón como responsable último de la constitución de la Triple A como fuerza paramilitar. A esta teoría suscriben los periodistas Juan Bautista Yofre[3]​, Hugo Gambini[4]​, Pacho O'Donnell[5]​, Joaquín Morales Solá y Marcelo Larraquy[2]​, entre otros.

El mismo Morales Solá cita al presidente Raúl Alfonsín quien señaló a Juan Perón como responsable último de la cración de la Triple A:[4]

Tuvo razón Alfonsín cuando afirmó ante el juez que la Triple A precedió al gobierno de Isabel, y fue Perón el que precedió a Isabel.
Joaquín Morales Solá

Ya durante la primera presidencia de Juan Perón, se perpretaron un gran número de violaciones de los derechos humanos.

En 1946 Perón creó la oficina, Control de Estado, cuya jefatura confió a un siniestro sujeto, el gendarme Guillermo Solveyra Casares, autor de las instrucciones de aniquilamiento de opositores e introductor de la picana eléctrica portátil.

Entre los más destacados represores del primer gobierno peronista se destacan los hermanos Luis Amadeo y Juan Carlos Cardoso; los policías Cipriano Lombilla y José F. Amoresano; el coronel Jorge Osinde; el comisario Benítez; el "manco" Gutiérrrez; Juan Simón Etchart; Salomón Wasserman, torturador de Cipriano Reyes y Roberto Petinatto, director de presidios (como dato curioso es el padre del conductor de televisión del mismo nombre), señalado como «el torturador número uno de la época de Perón».[6][7]

El asesinato de Rucci, a quien Perón consideraba como un hijo, habría motivado al líder justicialista a crear una organización paramilitar para combatir a la izquierda peronista.

Poco después del asesinato de Rucci, Perón le confiesa al gobernador Oscar Bidegain la necesidad de crear una organización paramilitar al estilo del somatén catalán de la Guerra civil española: «Lo que hace falta en la Argentina es un somatén».[8][9]

Según Eduardo Gurucharri, Antonio J. Benítez -ministro de Cámpora, de Perón y de Isabel habría presenciado una reunión presidida por Perón antes de asumir la presidencia que la describe de la siguiente manera:

Benítez refiere que López Rega y el comisario Villar exhibieron fotografías y nombraron personalidades políticas que deben ser depuradas de la infiltración marxista. Entre los nombrados están el propio Duhalde, el abogado Mario Hernández y Alberte. Benítez dijo que Perón se limitó a escuchar, sin aprobar ni desaprobar a quienes aludieron a la necesidad de operar por izquierda.

En enero de 1974 el actual diputado Carlos Kunkel renunció a su banca de diputado, después de que Perón lo amenazara a él y al grupo de peronistas de izquierda donde él estaba con la siguiente expresión: «En una semana se termina todo esto, porque formo una fuerza suficiente, lo voy a buscar a usted y lo mato».

Primeras actividades

El primer atentado registrado de la Triple A tuvo lugar el 21 de noviembre de 1973, cuando la organización —como represalia por el asesinato del sindicalista conservador José Ignacio Rucci a manos de los Montoneros un mes antes— colocó una bomba en el automóvil del senador radical Hipólito Solari Yrigoyen. El artefacto explotó e hirió en las piernas al senador, pero no logró matarlo; dos años más tarde repetirían el intento sin lograr su objetivo.

Actividades terroristas y criminales comprobadas

Durante los dos años siguientes, la Triple A llevó a cabo múltiples atentados, incluyendo algunos contra figuras gubernamentales, judiciales y policiales consideradas permisivas o afines a las organizaciones armadas; la lista incluye a Silvio Frondizi, hermano del ex presidente Arturo; al ex subfeje de la Policía Bonaerense Julio Troxler; al defensor de presos políticos Alfredo Curutchet; al ex vicegobernador cordobés Atilio López y el sacerdote Carlos Mugica.

La CONADEP ha probado la intervención de la Triple A en 19 homicidios en 1973, 50 en 1974 y 359 en 1975; se sospecha además de su participación en centenares de otros. Además, sus amenazas de muerte llevaron al exilio a muchos, incluyendo a científicos como Manuel Sadosky; periodistas como Pepe Eliaschev; psicoanalistas como Marie Langer; artistas como Héctor Alterio y Nacha Guevara y políticos como José Ber Gelbard.

De acuerdo a las investigaciones más citadas al respecto,[10]​ sólo entre los meses de julio y septiembre de 1974, la Triple A habría realizado 220 atentados, de los que resultarían 60 víctimas mortales y 44 heridas de gravedad, además de 20 secuestros. La estimación global se coloca en el orden de los 1500 crímenes, algunos de los cuales se encuadran como crímenes de lesa humanidad.[11]

Según anexos del informe Nunca Más del 30 aniversario del golpe, desde el comienzo del gobierno constitucional de Héctor Cámpora, el 25 de mayo de 1973, hasta el golpe de Estado del 24 de marzo de 1976, que derrocó a la presidenta María Estela Martínez de Perón, las desapariciones forzadas previas al golpe de 1976 fueron unas 600 y las ejecuciones sumarias, unas 500.[12]

Según el Archivo Nacional de la Memoria, un organismo creado por el presidente Néstor Kirchner, en diciembre de 2003, entre el 20 de junio de 1973, el día de la llamada Masacre de Ezeiza, hasta el inicio de la dictadura militar, hubo 900 desapariciones y 1500 asesinatos. Además, estiman que unas 3000 personas fueron apresadas por causas políticas.[12]

Conexiones con la Masonería

López Rega era miembro de la logia masónica irregular Propaganda Due, dirigida por Licio Gelli, la cual trabajó en la Operación Gladio. El modus operandi de la masacre de Ezeiza fue similar al de los sucesos de Montejurra o a la masacre de la plaza Taksim en Estambul[cita requerida].

El almirante Massera, que junto a otros derrocaría a Isabel Martínez de Perón poco después de la caída en desgracia y exilio de López Rega, era también miembro de la organización.[13]

Fin de sus actividades

El 19 de julio de 1975, los Granaderos descubrieron, al desmontar la sede del renunciante López Rega en el Ministerio, un arsenal de armas de guerra, incluyendo ametralladoras, granadas y fusiles de francotirador. El escándalo consecuente lo implicó, así como a Isabel, en acusaciones de corrupción por malversar fondos del gobierno.[14]

Según el periodista Hernán López Echagüe, la actividad de la extrema derecha pasó a ser regenteada por el sindicalista Lorenzo Miguel,[15]

Sin embargo, esta apreciación fue desmentida por su ladero, el también metalúrgico Herminio Iglesias.[16]

No obstante, el periodista Alberto Moya halló relaciones entre Miguel y la Triple A, desde el sur del conurbano, cuando el presidente del Concejo Deliberante de Quilmes, Indalecio Castro, le pasó el mando de la patota de su guardaespaldas, el "Polaco" Dubchack, al líder metalúrgico que ya regenteaba otras patotas. Ese vínculo nació en la misma ciudad de Quilmes de donde salió la mayoría de los integrantes de la revista El Caudillo, vocera de los intereses del peronismo ortodoxo que simpatizaba con la Triple A.[17]

Para el inicio del Proceso de Reorganización Nacional, la más sangrienta dictadura argentina, la Triple A ya había sido desmantelada, y las acciones represivas fueron llevadas a cabo en lo sucesivo por la dictadura. Aunque algunos investigadores, como el periodista Juan José Salinas sostienen que varios de sus miembros, por caso Aníbal Gordon, pasaron a trabajar para los militares porque ya venían haciéndolo en la SIDE.[18]

Referencias

  1. Causa N° 1075/2006 caratulada “Triple A”
  2. a b c [Larraquy, Marcelo: López Rega. La biografía. Bs. As.: Sudamericana, 2004. ISBN 950-07-2441-3]
  3. La historia negra de la Triple A
  4. a b Perón, creador de la Triple A
  5. Los montoneros no fueron las principales víctimas del golpe
  6. La Justicia de Perón: ¡10 puntos!
  7. Las "mazmorras" de Pettinato, premiadas por Kirchner
  8. La leyenda del payador Perseguido II
  9. Perón y la Triple A
  10. González Janzen, Ignacio (1986). La Triple A. Buenos Aires: Contrapunto. 
  11. Los que se adelantaron al terror del '76, Página/12, 24 de diciembre de 2006
  12. a b Hubo 600 desaparecidos antes del 76
  13. [Uriarte, Claudio: Almirante Cero. Bs. As.: Planeta, 1992]
  14. [Gasparini, Juan: La fuga del Brujo. Bs. As.: Norma, 2005]
  15. [López Echagüe, Hernán: El hombre que ríe. Bs. As.: Sudamericana]
  16. [Entrevista del periodista Alberto Moya en la revista Veintitrés N° 451, pp 26; 22 de febrero de 2007: "Ni Lorenzo ni yo fuimos de la Triple A"]
  17. [Nota en la revista Veintitrés, febrero de 2007, y adelantos del libro del periodista Alberto Moya en http://www.realidadweb.com.ar]
  18. [Salinas, Juan; en revista Zoom. Bs. As.: 2008]

Enlaces externos