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Decena Trágica
Revolución mexicana
Parte de Revolución Mexicana

Soldados sublevados en acción durante la Decena Trágica
Fecha 6 de febrero de 1913 - 18 de febrero de 1913
Lugar Ciudad de México, Distrito Federal
Resultado Traición de Huerta, Victoria Felisista y asesinato de Francisco I. Madero
Beligerantes
República de México Felisistas, Reyistas y Porfiristas
Comandantes
Lauro Villar
Ángel Ortiz Monasterio
Victoriano Huerta
Felipe Ángeles
Félix Díaz
Bernardo Reyes
Manuel Mondragón
Aureliano Blanquet
Victoriano Huerta
Bajas
5.500 muertos

Se conoce como Decena Trágica al movimiento armado propiciado por Félix Díaz, Bernardo Reyes y Victoriano Huerta con la posterior adhesión de diversos generales mexicanos y con la ayuda del embajador estadounidense Henry Lane Wilson, que duró aproximadamente 10 días con el fin de derrocar al gobierno de Madero. Culminó con el asesinato de Madero y Pino Suárez.

Cronología

En 1912 la sublevación de Félix Díaz y Bernardo Reyes contra el gobierno de Francisco I. Madero fracasa. Y habiendo resultado condenados a muerte en el juicio marcial que se les siguió, Madero encarcela a los rebeldes, perdonándoles la vida.

El 9 de febrero de 1913 la Escuela Militar de Aspirantes de Tlalpan y la tropa del cuartel de Tacubaya se levantan en armas contra el gobierno. Una de las primeras maniobras de los sublevados, al mando de los generales porfiristas Gregorio Ruiz y Manuel Mondragón, fue liberar de sus prisiones a Félix Díaz y Bernardo Reyes. Los rebeldes se dirigieron al Palacio Nacional, defendido por el general Lauro Villar. A su llegada, Bernardo Reyes y Lauro Villar se acercaron a escasos metros uno del otro, Villar le ordenó a Reyes "deponer las armas", en eso Reyes intenta echarle el caballo encima a lo que Villar respondió con la orden de fuego y fue la ametralladora de Bassó la que fulminó con Bernardo Reyes, en esos momentos se desataba una balacera, que duró si acaso 10 minutos, después, los rebeldes huyeron a la Ciudadela. El Intendente del Palacio, Capitán de Navío Adolfo Bassó Bertoliat, se ponía en comunicación con el Ministro de Guerra, el General Ángel García Peña y con el Comandante Militar del lugar, el General Lauro Villar y Ángel Ortiz Monasterio, para organizar la defensa de la residencia del Palacio Nacional.

Díaz y Mondragón se refugiaron en La Ciudadela. Mientras tanto, el presidente Madero salió del Castillo de Chapultepec sede de la residencia presidencial, rumbo al Palacio Nacional, escoltado por cadetes del Colegio Militar y en compañía de algunos secretarios de estado y amigos en un acto que con el tiempo se denominó Marcha de la Lealtad. Durante una pausa que hizo frente al Palacio de Bellas Artes, el presidente cometió su segundo error lamentable: nombró comandante militar de la plaza a Victoriano Huerta, en sustitución del general Villar, que había sido herido durante el combate.

Muerto en combate.

Al llegar a Palacio, Madero organizó la defensa, mandó llamar a varios cuerpos militares de Tlalpan, de San Juan Teotihuacán, de Chalco, de Toluca y el propio presidente decidió ir a Cuernavaca a traer a Felipe Ángeles y sus fuerzas. Huerta, mientras tanto, no perdía tiempo en su favor pues había entrado en tratos con los sublevados y se había sumado a la conspiración.

Francisco Madero fue advertido de dos hechos que colocaban a Huerta en calidad de traidor. Uno que se había reunido con Bernardo Reyes en una Casa de la Colonia Roma y el otro que se había permitido pasar comida a la Ciudadela, lugar donde se encontraban refugiados los alzados. Madero llamó a Huerta y le cuestionó ambas acciones a lo que Huerta negó rotundamente su reunión secreta e hizo pasar por un error el abastecimiento. Madero le dio dos días a Huerta para que tomara la Ciudadela y demostrase así su lealtad y sus palabras. Gustavo A. Madero desconfiaba de Huerta, éste había informado al presidente sobre la reunión de Huerta. Madero le creyó a Huerta y para que ambos personajes limaran asperezas los persuadió para reunirse en un restaurante lo que se concretó en una cita.

Finalmente, el 17 de febrero, Madero, el vicepresidente José María Pino Suárez y Felipe Ángeles (a quién más tarde dejaría libre), fueron hechos prisioneros. Mientras tanto, el embajador Henry Lane Wilson intrigaba en contra del gobierno mandando insinuaciones de que sólo se podría evitar la intervención armada de los Estados Unidos con la renuncia de Madero. El papel de Wilson durante este episodio fue deplorable: hacía ostentación ante miembros del cuerpo diplomático de conocer los proyectos desleales de Huerta y notificó al Departamento de Estado de Estados Unidos que los rebeldes habían aprehendido al presidente y vicepresidente, hora y media antes de que esto sucediera. (La conocida participación de Wilson bien podría deberse, entre otros motivos, a promesas petroleras incumplidas por Gustavo A. Madero a quien el embajador llamaba "pillo").

Cuando Madero y Pino Suárez fueron hechos prisioneros, Wilson ofreció a Huerta y a Felix Díaz el edificio de la embajada norteamericana para que llegaran a acuerdos finales, en lo que se llamó el Pacto de la Ciudadela, para hacer creer que había sido firmado ahí, y conocido popularmente como pacto de la embajada. En este pacto se desconocía al gobierno de Madero y se establecía que Huerta asumiría la presidencia provisional antes de 72 horas, con un gabinete integrado por reyistas y felicistas; que Félix Díaz no tendría ningún cargo para poder contender en las futuras elecciones; que notificarían a los gobiernos extranjeros el cese del ejecutivo anterior y el fin de las hostilidades.

Al Pacto de la Ciudadela siguió la tortura y asesinato de Gustavo A. Madero, hermano del presidente. A éste le arrancaron el único ojo que tenia, lo patearon, lo humillaron, lo golpearon continuamente hasta matarlo. Aún después de muerto continuaron maltratando su cadáver.

A Pino Suárez, Madero y su familia el embajador de Cuba les había comunicado el ofrecimiento de darles asilo político de parte del gobierno Cubano. Cuba había dispuesto una embarcación en Veracruz para tal fin.

Las condiciones que puso Madero para firmar su renuncia fueron entre otras que se le permitiera su exilio y se respetase a su familia.

Francisco Madero y Pino Suárez se encontraban encerrados en la intendencia de Palacio Nacional. Victoriano Huerta persuadió al Ministro de Relaciones Exteriores de Madero, Pedro Lascuráin de que consiguiera del presidente y del vicepresidente su renuncia. Huerta le había prometido a cambio respetar la vida de ambos. Huerta hizo saber a Lascuráin su plan: al renunciar Madero y Pino Suárez, Lascuaráin como Ministro del Exterior sería nombrado presidente, inmediatamente él debía nombrar a Huerta Secretario de Estado del Despacho de Gobernación para después renunciar y así quedar este como presidente legal de México. Lascuráin pidió a Huerta garantías de su palabra de respetar a los presos y éste con una imagen de la Virgen de Guadalupe que dijo le había dado su madre desde su infancia y que conservaba desde entonces, juró por esa imagen a Lascuráin que cumpliría con su palabra.

Lascuráin visitó a los presos e informó del ofrecimiento de Huerta. Madero y Pino Suárez le entregaron su renuncia. Un tren especial los llevaría a Veracruz y de ahí tomarían el barco dispuesto por el gobierno Cubano hacia ese país. Todo había sido arreglado conforme a este ofrecimiento.

Después se presentaron las renuncias del presidente y vicepresidente ante un Congreso reunido en sesión extraordinaria y que para simular el quorum se tuvo que llamar a los suplentes. El congreso dudó de la autenticidad de las firmas pero Lascuráin comunicó que él mismo había sido testigo de ellas, por lo que su honorabilidad valió para que en la votación que se llevó en el Congreso para dar validez a las firmas resolviera a favor del documento. El congreso nombró presidente a Pedro Lascuráin, que había sido Ministro de Relaciones Exteriores de Madero, quien a su vez como único acto de gobierno -y de acuerdo al pacto- nombró a Victoriano Huerta Ministro de Gobernación para inmediatamente renunciar, y dejar a Huerta como presidente provisional legal de México.

Desde su aprehensión, Madero y Pino Suárez permanecieron en el Palacio Nacional, esperando en vano un tren que los conduciría al puerto de Veracruz, de donde se embarcarían a Cuba, cuyo embajador Manuel Márquez Sterling hasta se había quedado a dormir "en zapatos" en su improvisada habitación, al exilio. De nada sirvieron las gestiones de sus familiares, amigos, los ministros de Cuba, Chile y Japón, ante Wilson para que hiciera valer la influencia que tenía sobre Huerta, ya que el embajador les respondió que él, como diplomático, no podía interferir en los asuntos internos de México. El embajador de Cuba había ido a visitar a los prisioneros y ante el temor de Pino Suárez de ser asesinados pasó la noche con ellos. Madero tenia mejor humor y motivó a los presentes para pasar una velada agradable. Pino Suárez dijo que al ya no serles de utilidad a Huerta, serían asesinados. Escribió una carta a su amigo Serapio Rendón donde le pedía velar por sus hijos y consolar a su esposa. Sarita, como se conocía a la esposa de Madero, tenia protección de la delegación japonesa. Ella había ido a entrevistarse con el embajador norteamericano para abogar por la vida de su esposo. El embajador le comentó que él le había advertido a Madero mucho tiempo atrás que eso pasaría y que ahora pagaba las consecuencias de su mal gobierno. Al final dijo a Sara que no se preocupara, que no le pasaría nada a Madero.

El 22 de febrero Madero recibió en su prisión improvisada la visita de Sara -su esposa- y de su madre. La madre de éste informó a Francisco de la muerte de su hermano. Su esposa luego trató de reconfortarlo y motivarlo para pensar en una vida tranquila en París, luego se dieron un beso y soltó en llanto Sara. A las 22:00 los mandaron a acostarse para que a las 22:20 los despertásen con la noticia de que serían trasladados, Madero preguntó al guardia por qué no se les había informado antes para estar vestidos, pero no le respondió. Bajo órdenes del general Aureliano Blanquet, confirmadas por Huerta y Mondragón, se trasladó a ambos en ese momento y en distintos coches a la Penitenciaría de Lecumberri.

Personas en la Ciudadela durante la Decena Trágica

Al momento de llegar a Lecumberri (y resumiendo) se desviaron los coches hacia un lado de la penitenciaría, Francisco Cárdenas, el hombre encargado de asesinar a Madero, lo ordenó: «Baje usted, carajo» y ante la negativa de este, le disparó en la cabeza, muriendo en el asiento del coche. Por su parte, Pino Suárez, custodiado por Rafael Pimienta, igualmente se niega a bajar al oír el disparo, pero Pimienta le apunta con la pistola, haciendo que Pino Suárez intente huir corriendo pero Pimienta le alcanza a disparar, ya caído, Cárdenas le ordena a Pimienta matarlo, pero este se resiste y lo acaba matando el mismo Cárdenas.

La ciudad se levantó con la noticia ¡¡¡Ya mataron a Madero!!! y aunque la primera reacción fue de indignación, la mayoría de los habitantes de la capital se alegraron del cese de hostilidades, se lanzaron jubilosos a las calles, adornaron las fachadas de sus casas y, en unión de la prensa, ensalzaron a los vencedores y condenaron a los caídos. Apresaron a todos.¨[cita requerida]|

Véase también