Desarrollo psicosexual

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En la psicología freudiana, el desarrollo psicosexual es un elemento central de la teoría psicoanalítica de las pulsiones sexuales que sostiene que el ser humano, desde el nacimiento, posee una libido instintiva (energía sexual) que se desarrolla en cinco etapas. En esta teoría, desarrollada hacia finales del siglo XIX y comienzos del siglo XX, Freud propone un concepto ampliado de la sexualidad humana, idea revolucionaria en su época, que postula la existencia de una sexualidad infantil, cuyo desarrollo está organizado en fases. Cada una de estas fases está caracterizada por una zona erógena que es la fuente de la pulsión libidinal durante esa etapa. Estas fases son (en orden de su aparición): oral, anal, fálica, de latencia y genital. Freud creía que si durante cualquiera de estas fases el niño experimentaba frustración sexual en relación a cualquier estado de desarrollo psicosexual, el/ella podía experimentar ansiedad que podría persistir en la edad adulta como una neurosis, un trastorno mental funcional.[1][2]

Antecedentes

El neurólogo Sigmund Freud, c. 1921.

Sigmund Freud (1856–1939) observó que durante las etapas predecibles del desarrollo en la primera infancia, el comportamiento de los niños se orientaba alrededor de determinadas partes del cuerpo, ej. la boca durante el amamantamiento, el ano durante el baño o la higiene. El propuso que la neurosis (trastorno mental funcional) adulta tienen sus raíces en la sexualidad infantil, por lo tanto, dicho comportamientos adultos neuróticos eran expresiones de sus fantasías sexuales y deseos. Esto es por que los seres humanos, durante su primera infancia, son "perversos polimorfos", los infantes pueden derivar su placer sexual desde cualquier parte del cuerpo, y que la socialización dirige los impulsos libidinales instintivos hacia la heterosexualidad adulta.[3]​ Dada la escala de tiempo predecible de comportamiento infantil, propuso el "desarrollo libidinal", como un modelo de desarrollo sexual normal infantil , en la que el niño progresa a través de cinco etapas psicosexuales - el oral; la anal; la fálica; la latente; y la genital - en el que la fuente de placer se encuentra en una zona erógena diferente.

Desarrollo psicosexual freudiano

Infantilismo sexual: durante esta búsqueda de satisfacción de su libido (deseo sexual), el niño experimenta (fracasos y reprimendas por parte de sus padres o la sociedad) por lo que podrá asociar la angustia con la zona erógena en particular. Para evitar esta angustia, el niño crea fijación, preocupado por los temas psicológicos relacionados a esta zona en cuestión, que persiste en la adultez y subyace en la personalidad y la psicopatología del hombre o la mujer, incluyendo neurosis, histeria, trastornos de personalidad, etc.

Fase Rango de edad Zona(s) erógena(s) Consecuencias de la fijación psicológica
Oral 0-1 años Boca Oralidad Agresiva: Signos que incluyen mascar chicle o lapiceras.
Oralidad Pasiva: Signos que incluyen fumar/comer/besar/fellatio/cunnilingus[4]
La fijación a esta fase puede dar como resultado pasividad, credulidad, inmadurez y una personalidad fácil de manipular.
Anal 2-3 años Eliminación intestinal y urinaria Retención anal: Obsesión con la organización y pulcritud excesiva.
Expulsividad anal: Imprudencia, negligencia, rebeldía, desorganización, coprofilia
Fálica 4-6 años Genitales Complejo de Edipo (solo en niños, de acuerdo a Freud)

Complejo de Electra (solo en niñas, luego desarrollado por Carl Jung)

Latencia 7-10 años (hasta la pubertad) Sentimientos sexuales latentes (Las personas no tienden a fijarse a esta etapa, pero si lo hacen, tienden a ser sumamente frustrados sexualmente.)
Genital 11+ años (Pubertad en adelante) Intereses sexuales maduros Frigidez, impotencia, relaciones insatisfactorias

Fase oral

La primera etapa del desarrollo psicosexual es la fase oral, la cual dura desde el comienzo de la vida hasta el primer año. Durante la misma, el foco de la satisfacción está en la boca y el placer se obtiene por los cuidados, pero también a través de la exploración del entorno (los pequeños tienden a llevarse objetos nuevos a la boca). En esta etapa el Ello es el que domina ya que ni el Yo ni el Superyó están totalmente desarrollados. A causa de esto el bebé no tiene noción de sí mismo y todas sus acciones están basadas en el principio de placer.

El yo, sin embargo, está bajo formación durante esta primera etapa. Hay dos factores que contribuyen a la formación del mismo. En primer lugar, la imagen corporal es desarrollada, lo cual implica que el niño reconoce que su cuerpo se diferencia del mundo exterior. Por ejemplo, comenzará a darse cuenta que uno siente dolor solamente cuando éste se aplica al propio cuerpo. A través de la identificación de los límites de su cuerpo, uno comienza a desarrollar el sentimiento del yo. Un segundo factor al que le es atribuido la formación del yo son las experiencias implicadas en el retraso de la satisfacción que conducen a la comprensión de que conductas específicas pueden satisfacer algunas necesidades. El infante gradulamente se da cuenta de que la satisfacción no es inmediata y que tiene que producir determinados comportamientos para iniciar acciones que conduzcan a esa satisfacción. Un ejemplo de conducta semejante es el llorar, que parece no tener finalidad durante los primeros dos meses de vida, pero luego parece ser usado productivamente y está conectado con determinadas necesidades.[5]

La experiencia clave en esta fase es el destete, durante el cual el niño pierde mucho del contacto íntimo con su madre y esto da lugar al primer sentimiento de pérdida. El destete también le provee al bebé conciencia de sí mismo, desde que aprende que no todo está bajo su control, y tampoco la satisfacción es siempre inmediata.

En esta etapa, la satisfacción de las necesidades conducen a la formación de la independencia (desde que el bebé se forma una idea clara sobre los límites de sí mismo y forma su yo) y la confianza (desde que el bebé aprenden que comportamientos específicos conducen a la satisfacción). Por otro lado, la fijación puede llevar a la pasividad, credulidad, inmadurez y un optimismo no realista, y también la formación de una personalidad fácil de manipular debido a la formación inadecuada del yo. Esto puede ser el resultado tanto de la excesiva como de la insuficiente satisfacción. En el caso de demasiada satisfacción, el niño no aprende que no todo está bajo su control y que la satisfacción no siempre es inmediata (los cuales son resultado del destete), dando lugar a una personalidad inmadura. Por otro lado, las necesidades del niño pueden ser satisfechas insuficientemente, y debido a ello el niño se vuelve pasivo porque aprende que de todas formas, lleve a cabo la conducta o no, la satisfacción no sobrevendrá. En algunas sociedades es común que los niños sean cuidados por sus madres durante varios años mientras que en otras este tiempo es más corto. El chupar y comer, de todas formas, componen los recuerdos más tempranos de los niños en todas las sociedades. Esta etapa tiene especial importancia ya que algunas sociedades tribales, comúnmente encontradas en el Suroeste del Pacífico y en África, consideran que el estómago es la sede de las emociones.

Fase anal

En la etapa anal del desarrollo psicosexual, el foco de la energía pulsional (zona erógena) mueve desde el tracto digestivo superior al final inferior y el ano. Esta fase dura desde aproximadamente el 15º mes hasta el tercer año de vida. Durante la misma la formación del Yo continúa.

De acuerdo a la teoría, la experiencia más importante durante esta etapa es el entrenamiento en la higiene personal. Éste ocurre alrededor de los dos años (pueden haber diferencias con respecto a la edad según la sociedad que corresponda), y da como resultado un conflicto entre el Ello, que demanda satisfacción inmediata de las pulsiones que involucran la evacuación y las actividades relacionadas con ella (como el manipular las heces) y las demandas de los padres. La resolución de este conflicto puede ser gradual y no traumático, o intenso y tormentoso, dependiendo de los métodos que los padres usen para manejar la situación. La solución ideal vendría si el niño trata de regularse y los padres son moderados, para que el niño pueda aprender la importancia de la limpieza y el orden gradualmente, los cuales dan lugar a una persona adulta controlada. Si los padres ponen demasiado énfasis en la higiene personal mientras el niño decide acomodarse a ésta, se puede dar lugar al desarrollo de un comportamiento compulsivo, extendiéndose a lo concerniente con el orden y la pulcritud. Por otra parte, si el niño decide prestar atención a las demandas de su Ello y los padres acceden a esto, el niño probablemente desarrolle una personalidad tendiente al desorden e indulgente para consigo mismo. Si los padres reaccionan, el infante debe cumplir, pero desarrollará un débil sentimiento de sí, ya que los padres son los que controlan la situación, no su propio Yo.

Fase fálica

La tercera etapa del desarrollo psicosexual es la etapa fálica, que abarca desde los tres a seis años, en los cuales los genitales del niño son su principal zona erógena. Es en esta tercera etapa de desarrollo infantil que los niños se vuelven conscientes de su propio cuerpo, los cuerpos de los otros niños, y los cuerpos de sus padres, y satisfacen la curiosidad física por desnudarse y explorarse entre sí y los genitales, y así aprender la física (sexual), las diferencias entre lo "masculino" y lo "femenino" y las diferencias de género entre el "niño" y la "niña". En la etapa fálica, la experiencia psico-sexual decisiva de un niño es el complejo de Edipo, su competencia es el padre por la posesión de la madre. Este complejo psicológico deriva del personaje mitológico griego del 5 siglo A.C de Edipo, que sin querer, mató a su padre, Layo, y poseía sexualmente a su madre, Yocasta. Análogamente, en la fase fálica, la experiencia psicosexual decisiva de una niña es el complejo de Electra, su competencia es la madre por la posesión psicosexual del padre. Este complejo psicológico deriva del personaje mitológico griego del 5 siglo A.C de Electra, quien cobró venganza matricida a Orestes, su hermano, en contra de Clitemnestra, su madre, y Egisto, su padrastro, por el asesinato de Agamenón, su padre, (cf. Electra, de Sófocles).[6][7][8]

Inicialmente, Freud aplicó igualmente el complejo de Edipo al desarrollo psicosexual de los niños y niñas, pero luego desarrolló los aspectos femeninos de la teoría como la actitud femenina de Edipo y el complejo de Edipo negativo;[9]​ Sin embargo, fue su alumno-colaborador, Carl Jung, quien acuñó el término complejo de Electra en 1913.[10][11]​ No obstante, Freud rechazó el término de Jung como psicoanalíticamente inexacto: "lo que hemos dicho sobre el complejo de Edipo se aplica con rigor completo sólo al hijo varón, y que tienen razón en rechazar el término 'complejo de Electra', que busca destacar la analogía entre la actitud de los dos sexos".[12][13]

Complejo de Edipo: Oedipus explica el enigma de la esfinge, Jean Auguste Dominique Ingres. (ca. 1805)
Complejo de Electra: Electra en la tumba Agamemnon, por Frederic Leighton, c.1869

Edipo: A pesar de la madre sea el progenitor que satisfaga todos los deseos del niño, este último comienza a formar una identidad sexual discreta — "chico", "chica" — que altera la dinámica de la relación entre padres e hijos, los padres se convierten en el foco de la energía libido infantil. El niño centra su libido (deseo sexual) en su madre, y los celos y rivalidad emocional contra su padre - porque es el que duerme con la madre. Para facilitar lo que lo une con su madre, el niño quiere unirse a la madre y matar al padre (al igual que Edipo), pero el ego, pragmático basándose en la principio de la realidad, sabe que el padre es el más fuerte de los dos hombres que compiten para tener una mujer. Sin embargo, el niño también quiere al padre, por eso sus sentimientos son ambivalentes sobre el lugar de su padre en la familia, que se manifiesta como miedo a que el padre lo castre, dicho miedo es irracional, una manifestación inconsciente de la identificación infantil.[14]

Electra: Mientras que el niño desarrolla angustia de castración, la niña desarrolla envidia del pene, envidia sentida por las mujeres frente a los hombres debido a que los hombres poseen pene. Esta envidia tiene sus raíces en el hecho de que sin el pene las mujeres no pueden poseer sexualmente a la madre tal como son conducidas por el Ello. Como resultado de esta comprensión, ella dirige su deseo sexual hacia el padre. Luego, después de la etapa fálica, el desarrollo psicosexual de la niña incluye transferir, total o parcialmente, su principal zona erógena desde la infantil clítoris a la vagina adulta. En algún momento la niña pequeña también debe abandonar su primera elección de objeto, la madre, para tomar a su padre como nueva elección de objeto, más apropiado. Su eventual introducción en la heterosexualidad femenina, que culmina al dar a luz, deja paulatinamente de lado sus tempranos deseos infantiles, y su propio hijo es el que toma el lugar del pene de acuerdo a una antigua equivalencia simbólica. En general Freud consideraba más intenso el conflicto de Edipo experimentado por niñas que el experimentado por varones, dando como resultado, potencialmente, una personalidad más sumisa y menos segura.[15]

Defensa psicológica: Los que proveen resoluciones transitorias del conflicto entre las pulsiones del Ello y las del Ego son los mecanismos de defensa. El primer mecanismo de defensa es la represión, que implica el bloqueo de recuerdos, impulsos e ideas desde la mente consciente, pero no conduce a una resolución definitiva del conflicto. La segundo mecanisno de defensa es la identificación que implica la incorporación de las características del padre del mismo sexo dentro del propio Yo del niño. El varón, adoptando este mecanismo busca reducir el miedo a la castración, ya que su similaridad con el padre le hace pensar que lo protegerá de él. La identificación de las niñas con su madre es más fácil ya que se da cuenta de que ni ella ni su madre tienen pene. Algunas escuelas de psicoanálisis consideran que la dinámica psicosexual presentada en niñas en este punto de su desarrollo tiene su término (sin embargo Freud no lo considera así) en el Complejo de Electra. La teoría freudiana de la sexualidad femenina ha sido duramente criticada, particularmente lo que se refiere a la envidia del pene, y por lo tanto no son antagonistas.[16]

Desenlace La competencia psicosexual no resuelta por el padre del sexo opuesto puede producir una fijación de fase-fálica que dará lugar a una mujer adulta que continuamente se esfuerce por superar a los hombres (a saber, envidia del pene), o bien como una mujer extraordinariamente seductora (alta autoestima) y que coquetea, o como una mujer inusualmente sumisa (baja autoestima). En un niño, una etapa de fijación fálica podría llevarlo a convertirse en un hombre excesivamente ambicioso y vanidoso. En general, el Complejo de Edipo es muy importante para el desarrollo del Superyó, ya que, a través de la identificación con uno de los padres, el niño internaliza la moral, y en consecuencia, la elección de cumplir con las normas sociales, en lugar de tener que cumplirlas mediante acto reflejo por miedo al castigo.

Período de latencia

La cuarta etapa de desarrollo psicosexual es el período de latencia que se extiende desde la edad de seis años hasta la pubertad, en la que el niño consolida los hábitos de carácter que él o ella ha desarrollado en las tres etapas más tempranas del desarrollo psicológico y sexual. Independientemente de que el niño haya resuelto con éxito el complejo edípico, las pulsiones instintivas del ello son inaccesibles para el ego, porque durante la etapa fálica los mecanismos de defensa fueron reprimidos.

Por lo tanto, como dijo que se retrasan las pulsiones latentes (ocultas) y la gratificación - a diferencia de en la fase oral, anal, y fálica anteriores - el niño debe derivar el placer de la gratificación del proceso de pensamiento secundario, que dirige los impulsos libidinales hacia las actividades externas, tales como la educación, las amistades, los pasatiempos, etc. Cualquier neurosis establecida durante la cuarta etapa, la latente, del desarrollo psicosexual pueden derivar de la resolución inadecuada, ya sea en el conflicto de Edipo o de la falta del Ego para dirigir sus energías hacia actividades socialmente aceptables.

Fase genital

La quinta etapa del desarrollo psicosexual es la etapa genital, que abarca la pubertad y la edad adulta, por lo que ocupa la mayor parte de la vida de un hombre y de una mujer, cuyo propósito es el desprendimiento de la psicología cognitiva y la independencia de los padres. La etapa genital brinda a la persona la capacidad de enfrentar y resolver sus restantes conflictos infantiles psicosexuales. Al igual que en la etapa fálica, la etapa genital se centra en los órganos genitales, pero la sexualidad es consensual y adulta, en lugar de solitaria e infantil. La diferencia psicológica entre las etapas fálica y genital es que en este última se establece el ego, la preocupación de la persona cambia desde la gratificación-impulsiva principal (instinto) a la aplicación de proceso de pensamiento secundario para gratificar el deseo simbólico e intelectual por medio de la amistad, una relación de amor, la familia y las responsabilidades que conciernen a los adultos.

Críticas

Científica

Una crítica habitual de la validez científica (experimental) de la teoría de la psicología freudiana del desarrollo psicosexual humano es que Sigmund Freud (1856-1939) estaba personalmente obsesionado por la sexualidad humana, por lo tanto, estaba a favor de definir al desarrollo humano con una teoría normativa del desarrollo psicológico y sexual.[17]​ Por lo tanto, la etapa fálica resultó polémica, por basarse en observaciones clínicas del complejo de Edipo.

En el Analysis of a Phobia in a Five-year-old Boy (Análisis de la fobia de un niño de cinco años de edad) (1909), el estudio de caso del muchacho "Pequeño Hans" (Herbert Graf, 1903-1973), quien padecía equinofobia. La relación entre los miedos de Hans - a los caballos y al padre - derivaban de factores externos tales como el nacimiento de su hermana, y a factores internos, como el deseo su Ello de reemplazar a su padre como compañero de la madre, así como la culpa por disfrutar de la masturbación habitual de un chico de su edad. Por otra parte, admitió querer procrear con la madre se consideró prueba de la atracción sexual del niño al padre del sexo opuesto, era, por lo consiguiente, un hombre heterosexual. Sin embargo, el joven Hans era incapaz de relacionar los caballos que temía con el temor a su padre. El psicoanalista Freud señaló que "Hans tuvo que haber dicho muchas cosas que no podía decirse a sí mismo" y que "el niño se presenta con pensamientos que hasta el momento no había mostrado signos de poseer".[17]

Muchos críticos de Freud creen que los recuerdos y las fantasías de seducción infantil de reportadas por Freud no eran recuerdos reales, sino construcciones que Freud creó y forzó a sus pacientes.[18]​ De acuerdo con Frederick Crews, la teoría de la seducción que Freud abandonó a finales de la década de 1890 actuó como un precedente de una ola de falsas acusaciones de abuso sexual infantil entre los años 1980 y 1990.[19]

Feminista

Contemporáneamente, se critica como sexista a la teoría del desarrollo psicosexual de Sigmund Freud, ya que se informó con su introspección (auto-análisis). Para integrar la libido femenina (deseo sexual) al desarrollo psicosexual, propuso que las niñas desarrollan "envidia del pene". Como respuesta, el psicoanalista neo-freudiano alemán Karen Horney, propuso contrapropuso que las niñas en vez desarrollan "envidia de poder", en lugar de la envidia del pene. Ella propone, además, el concepto de "envidia del útero y de la vagina", la envidia de los machos de la capacidad femenina para tener hijos , sin embargo, las formulaciones contemporáneas desarrolladas posteriormente argumentaron envidia desde lo biológico (procreación) a lo psicológico (crianza), envidia del derecho de las mujeres de la crianza.[19]

Antropológica

Desarrollo psicosexual: Bronisław Malinowski y nativos, Islas Trobriand (1918).

Investigadores científicos contemporáneos han criticado la universalidad de la teoría freudiana de la personalidad (Ello, Yo y Superyó) discutiendo en el ensayo "Introducción del narcisismo" (1914) en el que dijo que: "Es imposible suponer una unidad comparable al Yo que exista desde el comienzo". Amplia evidencia documenta un funcionamiento del Yo en infantes, incluso en los recién nacidos, contrariamente a lo que Freud sostenía. El recién nacido muestra una sorprendente habilidad para seguir distintos objetivos móviles, diferenciar un estímulo familiar de uno que no lo es y reaccionar positivamente con la persona que lo cuida. Aún más, los niños muestran signos de un Superego en funcionamiento más temprano que lo propuesto por Freud, quien sostenía que asomaba recién luego de que se resolviese el Complejo de Edipo. Consideraciones culturales han influenciado ampliamente las teorías dentro de la perspectiva psicodinámica. Freud indicó que el Complejo de Edipo es universal y esencial para el desarrollo.

Bronisław Malinowski, un antrópologo que estudió el comportamiento de los habitantes de las Islas Trobriand, cuestionó la opinión de Freud acerca del Complejo de Edipo y su universalidad. En la sociedad de Trobriand los varones son disciplinados por los hermanos de sus madres en lugar de sus padres biológicos (sociedad avuncular). Tal como desarrolla en su trabajo, "Sexo y represión en la sociedad salvaje" (1927), Malinowski encontró que los varones tenían sueños donde el blanco de los miedos no era su padre sino su tío. Basado en esta observación, Malinowski argumentó que el poder, no los celos, es la base para la tensión edípica. Como resultado, Segall et al. hipotetizó que la teoría freudiana estaba basada en una interpretación equivocada de una variable que da lugar a confusión.[20]​ Por otra parte, la investigación contemporánea confirma que, si bien los rasgos de personalidad correspondientes a la etapa oral, la etapa anal, la etapa fálica, la etapa latente, y la etapa genital se puedan observar, ellos siguen sin estar claros como fases fijas de la infancia, y como se derivan, desde la infancia, los rasgos de personalidad adulta.[21]

Véase también

Referencias

  1. «Introduction to Sigmund Freud, Module on Psychosexual Development» (en inglés). Cla.purdue.edu. Consultado el 1 de setiembre de 2013. 
  2. Bullock, A., Trombley, S. (1999) The New Fontana Dictionary of Modern Thought Harper Collins:Londres pp. 643, 705
  3. Myre, Sim (1974) Guide to Psychiatry, 3rd ed. Churchill Livingstone:Edinburgh and Londres, p. 396
  4. Myre, Sim (1974). "Guide to Psychiatry, 3rd edición" Churchill Livingstone, Edinburgh y Londres, ISBN 0-443-01161-3. página 35, página 407
  5. Leach, P. (1997) Your baby and child: From birth to age five. 5th edition. New York: Knopf
  6. Murphy, Bruce (1996). Benét's Reader's Encyclopedia Fourth edition, HarperCollins Editorial:New York p. 310
  7. Bell, Robert E. (1991) Women of Classical Mythology: A Biographical Dictionary Oxford University Press:California pp.177–78
  8. Hornblower, S., Spawforth, A. (1998) The Oxford Companion to Classical Civilization pp. 254–55
  9. Freud, Sigmund (1956). On Sexuality. Penguin Books Ltd. 
  10. Scott, Jill (2005) Electra after Freud: Myth and Culture Cornell University Press p. 8.
  11. Jung, Carl (1970). Psychoanalysis and Neurosis. Princeton University Press. 
  12. Sigmund Freud, On Sexuality (Londres 1991) p. 375
  13. «"Sigmund Freud 1856–1939" entry». Encyclopaedia of German Literature. 2000. Consultado el 2 de setiembre de 2009.  Texto «Routledge: Londres » ignorado (ayuda);
  14. Bullock, A., Trombley, S. (1999) The New Fontana Dictionary of Modern Thought Harper Collins: Londres pp. 607, 705
  15. Bullock, A., Trombley, S. (1999) The New Fontana Dictionary of Modern Thought Harper Collins: Londres pp. 259, 705
  16. Bullock, A., Trombley, S. (1999) The New Fontana Dictionary of Modern Thought Harper Collins: Londres pp. 205, 107
  17. a b Frank Cioffi (2005) "Sigmund Freud" entry The Oxford Guide to Philosophy Oxford University Press:New York pp. 323–324
  18. Crews, F. C. (2006). Follies of the Wise: Dissenting Essays. Shoemaker & Hoard. ISBN 1-59376-101-5.
  19. a b Berzoff, Joan; Flanagan, Laura Melano; Hertz, Patricia (2008). Inside Out and Outside in: Psychodynamic Clinical Theory and Psychopathology in Contemporary Multicultural Contexts (en inglés). Nueva York: Jason Aronson. pp. 229-242. ISBN 978-0-7657-0432-0. Consultado el 19 de octubre de 2013. 
  20. Segall, Marshall H., Dasen, Pierre R., Berry, John W., & Ppoortinga, Ype H. Human Behavior in Global Perspective: An Introduction to Cross-Cultural Psychology (Second Edition). Boston: Allyn and Bacon, 1999. 399pp. (p).
  21. Fisher S., Greenberg R.P. (1977) The Scientific Credibility of Freud's Theories and Therapy Basic Books:New York p. 000

Enlaces externos