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En América Latina[editar]

Si bien pueden ubicarse experiencias de educación para adultos desde la época colonial, es Domingo Faustino Sarmiento uno de los primeros impulsores de la modalidad en todo el continente, creando las primeras escuelas para adultos en la Provincia de Buenos Aires, Argentina. En la mayoría de los países de América Latina la preocupación por la enseñanza a los adultos nace junto con el surgimiento de los sistemas escolares modernos. Esta preocupación fue tanto de los gobiernos de cada país como de diversos actores de la sociedad civil, como iglesias, organizaciones sindicales o partidos políticos, que desarrollaron también experiencias educativas para adultos. En sus orígenes, esta educación no se consideraba prioritaria porque se esperaba que la extensión del sistema educativo en la infancia diera paso a la eliminación del analfabetismo. [1][2]

Recién a partir de la década de 1940, luego de la Primera Conferencia Mundial de Educación de Adultos, organizada por UNESCO en Elsinor (1949), comienza a instalarse como problema especifico en el campo pedagógico y en las políticas publicas. [3]​ De forma general, pueden distinguirse tres períodos en el desarrollo de la modalidad en el continente:

  • Las décadas de 1940 y 1950, en donde se da impulso al desarrollo de la modalidad, con gran influencia norteamericana;
  • Las décadas de 1960 y 1970, en donde surge con gran impulso la perspectiva de la Educación Popular, influenciada especialmente por la propuesta de Paulo Freire;
  • La década de 1980 en adelante, en donde se registra una influencia de las políticas educativas neoliberales. [3]

En Argentina[editar]

Hacia fines del siglo XIX e inicios del siglo XX, el panorama de la Educación de Adultos en Argentina fue heterogéneo y poco centralizado, siendo la principal preocupación la alfabetización. La sanción de la Ley 1420 de Educación Común (1884), permite que ésta comience a reglamentarse. Inicialmente es considerada dentro de las escuelas especiales, y comienzan a funcionar escuelas para adultos en las escuelas primarias comunes, pero en turno vespertino. Más allá de esta reglamentación, continuaron existiendo iniciativas -que en muchos casos preexistían a la sanción de la ley- vinculadas a sectores de la sociedad civil, anarquistas y socialistas especialmente. [1][2]

En esta época también comienzan a darse los primeros debates relevantes sobre educación de adultos, durante la realización del Congreso Pedagógico (1900), que continúan hasta 1922, en donde el Consejo Nacional de Educación sanciona una nueva reglamentación, especifica para la Educación de Adultos, en la que se establecen tres tipos de escuelas: primarias, superiores y complementarias. Se organiza, de esta manera, por primera vez un subsistema para la Educación de Adultos, siendo el estado el principal regulador y debilitando otras experiencias y discursos existentes.[4]

La política educativa de los gobiernos de facto durante la llamada década infame (de 1930 a 1943) estuvo centrada específicamente en el analfabetismo. Se desarrolla en el año 1934 el Congreso Nacional de Analfabetismo, haciendo mucho énfasis en la educación para el trabajo. [1]

La llegada del primer gobierno Peronista marca una enorme expansión y masividad del sistema educativo, con un fuerte fomento de la educación técnica en los niveles secundarios y universitarios. Para el Peronismo, el sujeto adulto ya no será más interpelado en tanto analfabeto sino en tanto trabajador, siendo así un sujeto político, económico y cultural. Las escuelas nocturnas se expanden y se focalizan en la preparación para el trabajo. Además se conforman, en vinculación con los sindicatos, espacios de capacitación político-sindical, en donde se ofrecían cursos para las personas que no habían finalizado la primaria. [5][1]

A partir del gobierno de Illia, la Educación de Adultos cobra especial relevancia, en el marco del proyecto desarrollista que la vinculaba a la modernidad y progreso. Este discurso estuvo influido por las políticas de organismos internacionales en la materia. Se crea en 1965 el Programa Nacional Intensivo de Alfabetización y Educación de Adultos, siendo la primera campaña de alfabetización masiva organizada desde el Estado Nacional. [1]

Más adelante, en 1968, durante el gobierno de facto de Onganía, se crea la Dirección Nacional de Educación del Adulto (DINEA). Esta dirección era la responsable de generar acciones educativas nacionales para adultos, reivindicando la adultez como una etapa particular de la educación, y necesaria para el proyecto desarrollista. La DINEA lleva adelante la creación de los Centros Educativos de Nivel Secundario (CENS) y Nivel Terciario (CENT), a partir de la firma de convenios con sindicatos, empresas y organizaciones de la sociedad civil. [1]

Bajo el gobierno de Cámpora en 1973, se crea la Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción (CREAR), que no fue pensada únicamente como una campaña de alfabetización sino como una propuesta educativa acorde a los intereses y necesidades de los/as adultos, inspirada en postulados freireanos. [1][6][7]

Todos estos avances fueron interrumpidos bruscamente a partir de la última dictadura cívico-militar iniciada en 1976, donde la mayoría de los proyectos de educación para adultos se suspenden. En 1981 la DINEA comienza a desmantelarse, siendo transferidas los CENS y escuelas de adultos a las provincias.

En la década de 1980, nuevamente aparece un énfasis en la alfabetización, sin políticas tendientes a reconstruir el desmantelamiento generado por el gobierno militar. Entre 1984 y 1990, funcionó el Plan Nacional de Alfabetización, única política a nivel nacional llevada adelante durante el periodo. También, se creó la Comisión Nacional de Alfabetización Funcional y Educación Permanente (CONAFEP), de la cual la DINEA pasa a formar parte.

En 1992 la DINEA fue cerrada definitivamente y en abril de 1993 el Gobierno Nacional sanciona la Ley Federal de Educación N° 24.195, que marca un claro giro neoliberal al respecto de las políticas educativas a nivel general. Con respecto a la Educación de Adultos, esta es considerada por la ley dentro de los “regímenes especiales”, junto con la educación especial y la educación artística. La Educación de Adultos es, así, principalmente entendida en términos compensatorios, quitandole especificidad y quedando librada a las posibilidades provinciales, lo que conllevo una amplia heterogeneidad en las propuestas a lo largo del país. [4][8]

En diciembre de 2006 se sanciona la Ley 26.206 de Educación Nacional (LEN). Entre sus aspectos fundamentales, se destaca la consideración de la educación como un bien público y un derecho de las personas. También, determina la extensión de la obligatoriedad escolar desde los 5 años hasta la finalización del nivel secundario en todo el territorio nacional. [8]​ En este marco de esta Ley, hay cambios en la Educación de Adultos. Esta es, por un lado, incorporada como una modalidad del sistema educativo, dándole mayor jerarquía y adquiriendo una centralidad que había perdido en décadas anteriores. Se aprueba el “Plan Federal de Educación Permanente de Jóvenes y Adultos 2007-2011”, que determinaba el diseño de programas para el cumplimiento de la obligatoriedad escolar en mayores de 18 años. Entre estos programas, se destaca el Plan de Finalización de Estudios Primarios y Secundarios (Plan FinES). Por otro lado, la ley define a esta modalidad como “Educación Permanente de Jóvenes y Adultos”, siendo así la educación pensada como posibilidad a lo largo de la vida de los sujetos, y no únicamente como instancia de finalización de la escolaridad formal.

Producto de la crisis educacional iniciada con los avances del neoliberalismo, y la gran vacancia educativa de escuelas para adultos en todo el país, entre fines de los años 90 y principios del 2000 comienzan a surgir, especialmente en la Ciudad y la Provincia de Buenos Aires, experiencias de Educación de Adultos promovidas por organizaciones sociales, conocidas como Bachilleratos Populares. [9]​ En la actualidad, existen una enorme diversidad de propuestas educativas con muy diversos actores sociales. Las nuevas ofertas propuestas por la LEN se sumaron a las históricas, se entrecruzaron diversos modelos institucionales y programas de diversas jurisdicciones pueden superponerse.

  1. a b c d e f g Wanschelbaum, Cinthia (2012). «La Educación de Jóvenes y Adultos como corolario de los privilegios de clase en la educación». Dossier. Revista del IICE /32. 
  2. a b Elisalde, Roberto (2013). Historia de la Educación Popular. Experiencias hegemónicas y contrahegemónicas. 1870-1940. Editorial de la Facultad de Filosofía y Letras. Universidad de Buenos Aires. ISBN 978-987-3617-06-5. 
  3. a b Rodriguez, Lidia (2009). «Educación de adultos en la historia reciente de América Latina y el Caribe». Perspectivas históricas de la educación de personas adultas. Vol 3, Nº1. Universidad de Salamanca. 
  4. a b Rodriguez, Lidia (1996). «Educación de Adultos y Actualidad. Algunos elementos para la reflexión». Revista del Instituto de Ciencias de la Educación. Año 5 n°5. 
  5. Pineau, Pablo (1994). «El Concepto de "Educación Popular": un rastreo histórico comparativo en la Argentina». Revista de Educación n. 205. 
  6. «Campaña de Reactivacion Educativa de Adultos para la Reconstruccion». Consultado el 23 de enero de 2018. 
  7. Tosolini, Mariana (2011). «La Campaña de Reactivación Educativa de Adultos para la Reconstrucción. Una propuesta de educación popular (Argentina 73/74)». Revista Interamericana de Educación de Adultos, vol. 33, núm. 2. 
  8. a b Montesinos, Maria Paula; Sinisi, Liliana y Schoo, Susana (2010). «Aportes para pensar la Educación de Jóvenes y Adultos en el nivel secundario. Un estudio desde la perspectiva de los sujetos». VI Jornadas de Sociología de la UNLP. 
  9. Gluz, Nora (2013). Las luchas populares por el derecho a la educación: experiencias educativas de movimientos sociales. CLACSO. ISBN 978-987-1891-76-4.