Expedición Malaspina

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En septiembre de 1788, Alejandro Malaspina, junto con su colega José de Bustamante y Guerra, propone al gobierno español la organización de una expedición político-científica, con el fin de visitar casi todas las posesiones españolas en América y Asia. Este viaje se conocería como expedición Malaspina.

Es evidente el deseo de emular los viajes de Cook y La Perouse a través de un océano una vez considerado como un mar español (durante dos siglos y medio, desde que la expedición de Magallanes había cruzado el Pacífico y descubierto las Filipinas, España lo había considerado como de su exclusiva propiedad, controlando las Filipinas en el oeste y la casi todalidad de su orilla este, desde Chile hasta California).

Los propósitos de la expedición serían los siguientes: incrementar el conocimiento sobre ciencias naturales (botánica, zoología, geología), realizar observaciones astronómicas y "construir cartas hidrográficas para las regiones más remotas de América". El proyecto recibió la aprobación de Carlos III, dos meses exactos antes de su muerte. La expedición, que contaba con las fragatas Atrevida y Descubierta zarpó de Cádiz el 30 de julio de 1789, llevando a bordo a la flor y nata de los astrónomos e hidrógrafos de la Marina española, acompañados también por grandes naturalistas y dibujantes, como el profesor de pintura José del Pozo, los pintores José Guío y Fernando Brambila, el botánico Luis Née, los naturalistas Antonio Pineda y Tadeo Haenke (la calidad de la tripulación no se reducía a su dotación científica: también participó en la expedición Alcalá Galiano, que moriría heroicamente en Trafalgar). Los navíos fueron diseñados y construidos especialmente para el viaje y fueron bautizadas por Malaspina en honor de los navíos de James Cook Resolution y Discovery (Atrevida y Descubierta).

Después de fondear durante unos días en las islas Canarias, navegaron por las costas de Sudamérica hasta el Río de la Plata, llegando a Montevideo el 20 de septiembre. De ahí, siguieron hasta las islas Malvinas, recalando antes en la Patagonia. Doblaron el Cabo de Hornos y pasaron al Pacífico (13 de noviembre), explorando la costa y recalando en la isla de Chiloé, Valparaíso, Santiago de Chile, El Callao, Guayaquil y Panamá, llegando finalmente a Acapulco en abril de 1791.

Al llegar allí, les llegó el encargo del rey Carlos IV de encontrar el Paso del Noroeste, que se suponía unía los océanos Pacífico y Atlántico. Malaspina, en lugar de visitar Hawaii, como pretendía, siguió las órdenes del rey, llegando hasta la bahía de Yakutat y el fiordo Prince William (Alaska), convenciéndose de que no había tal paso. Volvió hacia el sur, hasta Acapulco (a donde llegó el 19 de octubre de 1791), después de haber pasado por el puesto español de Nutka (en la isla de Vancouver) y el de Monterrey en California.

En Acapulco, Malaspina recibió las órdenes del virrey de Nueva España de reconocer y cartografiar el estrecho de Juan de Fuca, al sur de Nutka. Malaspina requisó dos pequeños navíos, la Sutil y la Mexicana, poniéndolas bajo el mando de dos de sus oficiales, Alcala Galiano y Cayetano Valdez. Dichos barcos dejaron la expedición y se dirigieron al estrecho de Juan de Fuca para cumplir la orden.

El resto de la expedición se dirigió al Pacífico, navegando luego a través de las islas Marshall y Marianas y fondeando en Manila (Filipinas) en marzo de 1792. Allí, las fragatas se separaron. Mientras que la Atrevida se dirigió a Macao, la Descubierta exploró las costas filipinas. En Manila moriría por unas fiebres el botánico Antonio Pineda. Reunidas de nuevo, en noviembre de 1792, ambas fragatas dejaron Filipinas y navegaron a través de las Célebes y las Molucas, dirigiéndose posteriormente a la isla Sur de Nueva Zelanda (25 de febrero de 1793), cartografiando el fiordo de Doubtful Sound. La siguiente escala fue la colonia británica de Sydney, desde donde regresaron al puerto de El Callao tocando en la isla de Tonga y desde allí, por el Cabo de Hornos, regresaron a Cádiz el 21 de septiembre 1794.

La expedición levantó mapas, compuso catálogos minerales y de flora y realizó otras investigaciones científicas. Pero no abordó simplemente cuestiones relativas a la geografía o a la historia natural. En cada escala, los miembros de la expedición establecen inmediato contacto con las autoridades locales y eventuales científicos para ampliar las tareas de investigación.

A su regreso a España, presentó un informe, Viaje político-científico alrededor del mundo (1794), que incluía un informe político confidencial, con observaciones críticas de carácter político acerca de las instituciones coloniales españolas y favorable a la concesión de una amplia autonomía a las colonias americanas y del Pacífico, lo que le valió que, en noviembre de 1795, fuera acusado por Manuel Godoy de revolucionario y conspirador y condenado a diez años de prisión en el castillo de San Antón de La Coruña.

Resultados de la expedición Malaspina

El objetivo de Malaspina era realmente ambicioso. Aspiraba a dibujar un cuadro razonado y coherente de los dominios de la monarquía española. Para ello, no sólo contaba con los trabajos de sus colaboradores, sino que también investigó en los materiales de los principales archivos y fondos de la América española. A través de sus diarios y escritos, tuvieron cabida los distintos aspectos de la realidad del imperio, desde la minería y las virtudes medicinales de las plantas hasta la cultura, y desde la población de la Patagonia hasta el comercio filipino. De esta forma culmina, siguiendo los principios de la Ilustración, la experiencia descubridora y científica de tres siglos de conocimiento del Nuevo Mundo y la tradición hispana de relaciones geográficas y cuestionarios de Indias. Y lo hacen bajo una fórmula característica del período pues, imbuido del credo cientifista y naturalista de la Ilustración, lo que hizo Malaspina en realidad fue componer una verdadera física de la Monarquía.

A su regreso, la expedición Malaspina había acumulado una cantidad ingente de material: la colección de especies botánicas y minerales, así como observaciones científicas (llegaron a trazar setenta nuevas cartas náuticas) y dibujos, croquis, bocetos y pinturas, era impresionante y, sin duda, la mayor que habrían de reunir en un solo viaje navegantes españoles en toda su historia.

De todo ese cúmulo de conocimientos y de la insuperable experiencia, apenas se publicó un Atlas con 34 cartas náuticas. Durante el proceso de Malaspina en 1795 se habían pretendido eliminar los materiales de la expedición, que sin embargo fueron preservados en la Dirección de Hidrografía del Ministerio de Marina, en Madrid. El grueso de aquel trabajo habría de permanecer inédito hasta 1885, cuando el teniente de navío Pedro de Novo y Colson publicó su obra Viaje político-científico alrededor del mundo de las corbetas Descubierta y Atrevida al mando de los capitanes de navío D. Alejandro Malaspina y D. José Bustamante y Guerra desde 1789 a 1794 (desgraciadamente, algunos materiales, como ciertas observaciones astronómicas y de historia natural se habían perdido para siempre). Sin embargo parte de las colecciones de historia natural acopiadas durante la Expedición, sobre todo las relacionadas con la Botánica corrieron mejor suerte: el herbario de Luis Née fue donado al Real Jardín Botánico de Madrid, donde se conserva actualmente, y muchas especies fueron descritas gracias a estos materiales por su director de entonces, Antonio José Cavanilles.

Bibliografía

  • Sagredo Baeza, Rafael; Gonzales Leiva, José Ignacio, "La Expedición Malaspina en la Frontera Austral del Imperio Español", Ed. Universitaria, Stgo, Chile, 2004. 939 pp.
  • Pío Aladrén, M.P. ; Higueras Rodríguez, M.D., eds. La armonía natural : la naturaleza en la expedición marítima de Malaspina y Bustamante (1789-1794). -- Madrid: Real Jardín Botánico, C.S.I.C. ; Lunwerg ; Caja Madrid Obra Social, 2001.