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La '''rejería gótica española''' se empezó a establecer a finales el siglo XIII, coincidiendo con la finalización de las grandes obras constructivas del mismo estilo en [[España]]. Durante el siglo XIV comenzó a instaurarse de forma habitual y no fue hasta el siglo XV cuando alcanzó su época de mayor auge y esplendor, etapa en la que se tornó más suntuosa y formó parte importante de los grandes templos góticos.
La '''rejería gótica española''' se empezó a establecer a finales el siglo XIII, coincidiendo con la finalización de las grandes obras constructivas del mismo estilo en [[España]]. Durante el siglo XIV comenzó a instaurarse de forma habitual y no fue hasta el siglo XV cuando alcanzó su época de mayor auge y esplendor, etapa en la que se tornó más suntuosa y formó parte importante de los grandes templos góticos.

Revisión del 11:25 8 may 2021

Reja gótica, Pamplona.

La rejería gótica española se empezó a establecer a finales el siglo XIII, coincidiendo con la finalización de las grandes obras constructivas del mismo estilo en España. Durante el siglo XIV comenzó a instaurarse de forma habitual y no fue hasta el siglo XV cuando alcanzó su época de mayor auge y esplendor, etapa en la que se tornó más suntuosa y formó parte importante de los grandes templos góticos.

Historia

Estudios han demostrado que en la península ibérica el hierro ya se utilizaba en la Edad del Bronce, aunque las piezas que han aparecido en las excavaciones arqueológicas indican que su uso era básicamente decorativo. Fueron los pueblos indoeuropeos quienes a su llegada comienzan a explotar los yacimientos, utilizando hornos y fraguas para la transformación del material. En sus inicios los hornos eran instalados en zonas poco pobladas de bosques y, con esto, se procuraba el aprovisionamiento de leña, al mismo tiempo se tendía a situarlos en zonas elevadas para aprovechar el viento que, mediante hendiduras, servían a manera de tiros naturales. Con la llegada del pueblo celta, el uso del hierro se amplía utilizándose para dar forma a armas variadas como flechas, espadas, lanzas, así como a herramientas, hachas, martillos y multitud de fíbulas. [1]

La riqueza de la minería en la península era importante y sirvió de aliciente para los pueblos griegos y fenicios, facilitándoles ser grandes comerciantes de estos objetos. Después serán los cartagineses los que vieron el potencial minero y, siguiendo los mismos procedimientos de sus antecesores, utilizaron el hierro para fabricar sus armas.

Cuando la Península es conquistada por los romanos, estos descubren la calidad del hierro y siguen con la tradición de sus antecesores para extraer y tratar el material. Es en esta época cuando se asienta la utilización de la rejería como protección de espacios que a la vez permita su ventilación e iluminación natural, y cuando la palabra “reja” proveniente del latín “regula”, se instaura en la industria de forma definitiva.

Tras la caída del pueblo romano por la invasión de los visigodos, la industria minera sigue ostentando un papel importante, fabricándose armamento y útiles de trabajo agrícola, así como hebillas y fíbulas. Algunos de estos objetos eran embellecidos con piedras preciosas e incrustaciones de plata y oro. Respecto de la obra de rejería, debieron existir modelos similares a los romanos.

Con la entrada de los musulmanes, la industria metalúrgica gana en importancia, ya que contaban con grandes expertos en el trabajo del hierro, que enriquecían las piezas con gran detalle y combinándolo con la orfebrería y la cerrajería. En contraposición al regio arte del metal que había sido implantado en la península, los musulmanes dotan su industria de formas romboides y curvilíneas, rosetones y cenefas geométricas. La rejería es poco frecuente por el uso habitual de celosías de varios materiales para cubrir sus vanos.

Aún así existen fuentes que testimonian la importante labor herrera de la comunidad musulmana en la península. Se tiene constancia que, en el año 1204 durante el reinado de Pedro II, concedió a un importante maestro cerrajero llamado Abdelam, la realización de los trabajos en el Monasterio de Montearagón.[2]​ Posteriormente, en el año 1373, existen pruebas documentales, en el Ayuntamiento de Sevilla, de trabajos ferreros encargados al maestre Hame Johany y al maestre Nahe. En el siglo XV, en Segovia, se formaría un gremio herrero con participantes cristianos y moros.[3]

Sin embargo, en la época de la Reconquista, las rejas si comienzan a hacerse habituales en las construcciones religiosas que las sociedades mozárabes edifican en tierras musulmanas. Principalmente se hacen verjas y barandales en los templos como medidas de seguridad. Estas rejas cubrían las ventanas, no muy grandes, y estaban compuestas de gruesos barrotes que se cruzaban entre si formando una estructura sencilla.

En las zonas reconquistadas por los cristianos el uso de las rejas está más asentado y comienza a adquirir importancia, en el siglo XI se comienza a dividir al conjunto de los fieles mediante el uso de verjas. Estas medianerías comenzarán a ganar en altura, dejándose una puerta como único acceso. Este aumento en la frecuencia rejera es, en parte, debido a la explotación de minas olvidadas por los mismos habitantes de los monasterios con las consecuentes complicaciones. Se comienza a sustituir el horno de origen romano por las llamadas “fraguas catalanas” y su uso se expande por toda Europa. Este método permitirá moldear el mineral con formas artísticas y la rejería comienza a decorarse con curvas afiladas, anunciando lo que sería las futuras volutas.

El siglo XI finaliza con una nueva invención: la soldadura a fuego o “a calda”, proceso que permite la elaboración de rejas más enrevesadas.

Reja Capilla del Sagrario, Catedral de Palencia.

La importancia de la rejería en España comienza a hacerse patente, incluso comienza a tener presencia escrita en algunos códices como, por ejemplo, el de León del año 1090.

Durante el siglo XII el uso de la reja se hace definitivo pasando a formar parte de la arquitectura en la que ejerce su función como tabique, muro o lienzo, adaptándose también al cubrimiento de vanos al permitir la visibilidad sin restar la iluminación natural de la estancia.

La reja románica seguirá presente hasta el siglo XIII muy frecuente en las obras originadas con motivo de las rutas de peregrinación a Santiago y en la arquitectura de la Reconquista. Durante el período inicial de esta época, el uso de la reja se utiliza sobre todo para reforzar, a base de herrajes y chapas, las robustas puertas y postigos de madera mediante largos clavos que sujetaban bandas de hierro.

Podemos ver algún ejemplo en la iglesia de Marsebols en la región de Pirineos o en la puerta norte de la catedral de Lugo, entre otros.

Avanzado el siglo XII y durante todo el siglo XIII es cuando la reja se independiza definitivamente de la madera, adquiriendo un protagonismo autónomo. Su estructura básica consiste en barrotes cuadrados colocados verticalmente entre los que se colocan las ya asentadas volutas, sujetas mediante clavos y ceñidores, pudiendo ser de forma sencilla, hierro enrollado o decoradas con ornamentación floral. Las rejas generalmente se rematan horizontalmente, aunque también pueden decorarse sus salientes con motivos vegetales, flores o hojas, preludio de lo que serán las cresterías góticas. De este período podemos destacar las de la capilla del Sagrario en la catedral de Palencia o las que están en el Alcázar de Segovia.

La etapa gótica de la rejería española no se comenzará a dar hasta finales del XIII, continuando durante el XIV y XV, ganando en altura y esbeltez y proyectando su uso en construcciones religiosas y civiles.

La forja gótica en España

Comienza su implantación tardía en el final del siglo XIII e irá adaptándose a las nuevas formas arquitectónicas hasta vivir su momento cumbre en el XV, uniéndose al esplendor y suntuosidad de los nuevos templos góticos.

Con la verticalidad de las construcciones, las rejas comienzan a alargar sus formas de manera que comienzan a realizarse en dos cuerpos separados por franjas y son finalizadas con adornos de cresterías, ayudando así a ganar en altura.

La estructura constaba de manera habitual de tres paños: en el central se encuentra la puerta que pasa de una hoja a dos y un cuerpo a cada uno de sus lados similar en tamaño y barras de hierro cuadradas con base de escocia y toros y remate sencillo. La riqueza decorativa iba en aumento añadiéndole ya a finales del siglo XIII, hojas cubriendo los bastidores.

El comienzo de un nuevo siglo trae consigo una labor rejera fecunda, las estructuras ganan en solidez y altura, se continúan los tres paños con puerta en la central enmarcada generalmente con motivos florales o cordones rodeando el dintel. En los dos cuerpos restantes abundan los arcos ojivales y rematando sus pinchos con cresterías floreadas ayudando al carácter defensivo del conjunto.

Los barrotes siguen siendo cuadrados, pero ya se comienzan a ver algunos de formas retorcidas y desplegándose a veces con forma de corazones o figuras geométricas.

Durante el siglo XIV y ya implantada la aportación del repujado simple a la obra rejera de España, cabe destacar la labor de los maestros Bartolomé y Juan Morey, que elaboraron importantes cerramientos en capillas del claustro de la Catedral de Barcelona y trabajos de herrería que decoran las puertas de Santa María del Mar.

Al avance arquitectónico durante el siglo XV se le une el avance de la rejería en igual medida, ganando en riqueza y en nuevos procedimientos técnicos. Se instauran definitivamente las grandes escuelas peninsulares, que a su vez tendrán sus propios talleres. La estructura vendrá a ser similar que durante el siglo anterior ganando en complejidad decorativa.

Los barrotes durante este siglo podrán ser de hasta seis formas diferentes, los capitales sueles tener forma hexagonal sobre una basa y rematados con estrangulación. Estos barrotes suelen ser recios y son los que marcan las calles por los que se disponen barrotes cuadrillados; torsos; torsos con apertura central en forma de corazón, rombo o cuadradas; redondeados sin basa y rematados con formas redondeadas de mayor tamaño que el barrote al que pertenecen y finalmente otros con apertura central ojival y barrote torso, de sección cuadrangular, hexagonal o cilíndrica. La mezcla artística de la forja del XIV y del XV da lugar al enriquecimiento visual propio del gótico florido.

Dibujo de friso gótico de lienzos y torretas.

La estructura de las calles del cuerpo de la reja que marcan los barrotes capitales se libera mediante bandas intercorporales y se cierran con un friso.

Los frisos y las bandas serán los lugares donde se encuentra un mayor despliegue decorativo en el siglo XV. Encontramos diversos modelos, pero los más frecuentes son los que simulan una fortaleza o muralla con pequeñas almenas y torres a sus lados, su parte central puede aparecer decorada con hojas de cardo o cardinas horadadas o clavadas.

El conjunto rejero se completará con una decoración final que consiste en una figura compuesta por cuatro varillas pudiendo contener en su interior otras dos varillas convexas uniéndose en sus puntas con dos de las superiores, este remate suele ser el más sencillo.

Crestería gótica siglo XII

Otro elemento más complejo artísticamente que también se utiliza para rematar la reja es la crestería, consta de un barrote redondeado y retorcido con hojas de chapa adosadas a sus extremos.

El tercero de los tipos de remates es el más rico en ornamentación, la crestería compuesta de lirios, hojas y flores que en su mayor parte son azucenas, en su conjunto este tipo de remate presenta un importante dinamismo, muy frecuente en Cataluña.

También será frecuente coronar las obras de rejería con engarces de barras en forma de S y barras torsas y un último modelo será implantado rozando el Renacimiento y estará formado por arcos conopiales y escudos heráldicos.

Cabe destacar que, aunque la mayoría de los talleres tuvieron como producción principal estos armazones compuestos de barrotes, frisos y remates, existieron otros modelos de rejas para fines diversos, como pueden ser el utilizado para “defensa” o para uso “decorativo”.

La llamada de defensa es utilizada para protección de enclaves, encontrándose por lo tanto en las entradas principales, al no tener finalidad decorativa sino funcional está compuesta por un enjambre de barrotes de base cuadrada y entrecruzados formando una composición recia y resistente. Existe otro tipo de reja defensiva formada de barras gruesas de forma cilíndrica o cuadrillada que se introducen en el mismo dintel o suelo de la superficie a cubrir. Este tipo de rejas son los usados para proteger estancias que albergan objetos importantes como los tesoros de las catedrales y en construcciones civiles en las puertas principales de viviendas privadas.

En cuanto a la reja de uso decorativo, aparte de la función protectora que ejerce existe una preocupación por su decoración artística. Generalmente se encuentra en las grandes construcciones góticas religiosas, como pueden ser catedrales y monasterios y también frecuentemente en los palacios, adaptándose a las características del estilo artístico.[1]

Catedral de Barcelona, reja tabique de la Capilla San Cosme y San Damián

El tipo decorativo puede ser de varias clases dependiendo de su uso. La llamada reja-muro es la utilizada para cerramiento de exteriores, patios, claustros o atrios, no permite el paso, pero si la entrada de luz y ventilación.

La reja-tabique, reja de interior, la encargada de cerrar los altares, coros o pequeñas capillas, separa, pero permite ver su interior y la entrada de luz.

Por último, la reja-lienzo, de gran tamaño que generalmente consta de tres partes: en la parte central se encuentra la puerta de acceso y en las partes laterales las ventanas, este modelo seguirá presente en el interior de los templos más importantes del Renacimiento. Con frecuencia se encuentran en la parte trasera del altar mayor que coincide con el centro de la girola.

Estos modelos ya establecidos durante el siglo XV perdurarán durante siglos configurando la historia rejera de España.

Respecto a la decoración u ornamentos y su simbolismo, el mensaje sigue siendo el propio del estilo religioso y moral. Se pueden distinguir tres tipos de decoración dependiendo de la zona: los compuestos por torres y lienzos a modo de fortificación eran propios de regiones castellanas; en las zonas catalanas, conjuntos de lirios, por su cercanía con Francia; y un último tipo que se daba en zonas levantinas y que se componía de decoración vegetal de aspecto cardoso.

La decoración castellana tipo fortificación hacía alusión a la defensa del hombre frente al mal, posiblemente procedente de los talleres de Toledo. Los conjuntos de lirios que aparecen en la región catalana, seguramente forjados por el gremio rejero de Barcelona, hacen referencia, según las Sagradas Escrituras a la “entrega total y confianza en Dios para la salvación eterna”, y finalmente la decoración levantina de vegetación cardosa alude al dolor y el sufrimiento que acompaña a los santos y a la Pasión de Cristo. [4]

Tipología geográfica

Cataluña

Es en esta zona donde dan comienzo las grandes obras rejeras con la reja del presbiterio de la catedral de Tarragona, que se finalizó en 1443 y es adjudicada a un maestro de Morella. Tiene 16 metros de anchura por 6 metros de alto con decoración de crestería y puerta con arco conopial.

Respecto a la catedral de Barcelona, fueron varias las obras rejeras que podemos encontrar. El cerramiento de la capilla de Santa Clara y Santa Catalina, fueron obra del maestro rejero Joan Vilalta hacia 1450 por encargo de la esposa de Arquimbau de Foix, recibiendo como pago la cantidad de 335 florines, así mismo queda documentado que también fueron abonados 55 florines a Joan Cabrera, pintor que se encargó de embellecer con dorados parte de la estructura.[5]

Otra de las obras rejeras del templo catedralicio que se adjudican al período gótico es la de la capilla de San Mateo y San Matías. Esta composición según consta documentado, fue encargada por Guillem Almugaver, mercader barcelonés, que ofreció para su ejecución 100 libras, pidiendo que se añadiera su escudo heráldico rodeando el acceso central. Se trata de una reja sencilla y robusta. Tres cuerpos con acceso doble en su cuerpo central y barrotes de base circular, que se insertan directamente en el pavimento. La decoración de crestería simple se compone de florones atravesados con espina central.[6]

Esta composición de compleja ornamentación pertenece al período del gótico florido, constaba de arcos conopiales sobre las puertas de acceso y gabletes, con un cuerpo central y laterales donde se sigue la continuidad de los pasamanos y barras. La decoración consta de crestería vegetal, varios tipos de hojas vegetales, cardinas, roble, palma y espigas, presentes en los remates superiores de la estructura y en los bastidores.

El maestro Loquer es el encargado de elaborar la obra rejera de la subida al púlpito, concluidas e instaladas en 1443. Posteriormente comienzan a cerrarse algunas de las capillas y del claustro, debido a estos encargos comienzan a surgir nuevos talleres de producción rejera en la zona, siendo uno de los más importantes el del Maestro Bartolomé Desplá cuyos discípulos continuaron con su obra posteriormente. El tipo más frecuente era la reja-tabique compuesta de barras de base circular y cresterías ornamentadas con lirios.

Otro gran maestro de la forja catalana es el Maestro Juan Arnau, Canciller en 1494, cargo que le fue concedido por el propio Gremio Herrero de Barcelona.

Castilla

En la zona castellana comienzan a formarse talleres que irán adquiriendo importancia durante la segunda mitad del siglo XV, como pueden ser los de Sigüenza, Burgos, Toledo y Salamanca. En tierras burgalesas, concretamente en la catedral, fue muy importante el Maestro Bujil ejecutor de la obra de rejería de la capilla de las Reliquias. En Salamanca las obras anónimas en el convento de la Anunciación, en la capilla de Santa Catalina y las magníficas rejas de la Casa de las Conchas, estas últimas con friso y pequeñas torrecillas.

Rejas en las ventanas de la Casa de las Conchas, Salamanca.

En tierras de Sigüenza, la obra del Maestro Martín García referida a las rejas-tabique de varias de las capillas de la catedral y el claustro.

Es en Toledo ya avanzado el siglo cuando comienza su andadura un taller que será influyente en las dos castillas, su fundador fue el Maestro Pablo siendo el responsable de la implantación de los modelos de reja-tabique y reja-lienzo y convirtiéndose en Maestro Mayor Rejero del templo catedralicio. Se encargará entre 1480 y 1500 de la elaboración de la reja de la capilla de San Ildefonso y de la de doña Teresa de Haro, así como la gran obra rejera de la portada del Reloj. Todas de hierro macizo, compuestas de dos cuerpos y rematadas. Los barrotes de base cuadrada sobre basas y ornamentadas con bandas de chapa que forman agrupaciones de hojas de cardo y torres en los laterales.

La reja de la portada del Reloj tiene 5,15 metros de alto por 9,80 m. de ancho, consta de dos cuerpos y se sabe que el Maestro Pablo recibió como pago 90.050 maravedíes en 1482, fecha de la finalización del trabajo.

La reja de la Capilla de Doña Teresa de Haro fue terminada un año después, en 1483, de estructura similar a la portada del Reloj, destacando en sus remates escudos de armas sustentadas por serafines. En 1484, y tras una reforma en la Capilla de San Ildefonso, se añaden las rejas de la entrada y los arcos anexos, encargos por los que cobra 103.220 maravedíes. [7]

Algún otro ejemplo que podemos hallar en tierras castellanas, es la iglesia de San Antolín de Tordesillas en la cual encontramos una puerta que recibe el nombre de “puerta del tesoro de Doña Juana”, el apelativo le viene dado por ser el acceso a una estancia cuya función era de caja fuerte, formada por barras que se entrecruzan de manera horizontal y vertical formando un conjunto reticulado sobre una base de hierro y remaches de clavos. Dispone de cerrojos y cerradura con llave.[8]

Dentro de la arquitectura civil, también se encuentran conjuntos rejeros pertenecientes a fortificaciones y castillos, ejemplo de ello, el castillo de Fuensaldaña del siglo XV al que pertenecen varias estructuras rejeras que sirven de elemento protector en las ventanas. Las rejas están compuestas de barras de sección circular, a las que atraviesan horizontalmente otras semejantes formando secciones cuadradas, estas composiciones se introducen en el muro por todos sus lados y por el margen inferior continúan hasta terminar en puntas afiladas.

Aparte de la protección de los vanos en grandes construcciones también encontramos de manera frecuente en tierras castellanas, instalaciones de puertas en viviendas particulares con fines defensivos, conjuntos robustos con remaches de clavos esféricos y dotadas de cerraduras con llave.

Levante

Reja del altar mayor, Catedral de Murcia, siglo XV.

Por último, en la zona levantina de la península, también hubo una importante industria rejera, con su eje central situado en la ciudad de Murcia. Con la construcción de la catedral de la ciudad, y la necesidad de los profesionales de la zona de ser los que se ocuparan de la producción rejera del templo, se constituye bajo el amparo de San Eloy el primero gremio de rejeros, evitando de esta forma la intromisión de maestros ajenos a la zona levantina.[9]​ Los primeros trabajos de forja de los que se tiene certificación escrita se deben al maestro Bernat Jufré, fue autor de las primeras puertas de la catedral, seguidas por encargo del ayuntamiento de otras semejantes para la Casa de la Corte. La composición de Bernat debía seguir el modelo más usual de la época, apareciendo ya en sus remates la cardina gótica, que se convertiría en componente ornamental frecuente en la producción rejera de la zona levantina.[10]

Posteriormente el Maestro Antón de Viveros, discípulo de Bernat Jufré, será el encargado de la realización de obras rejeras de carácter monumental. Su obra tendrá un sentido horizontal muy marcado, herencia sin duda de su maestro, conservando la misma estructura y cuadro compositivo, pero añadiéndole ornamentación de carácter simbólico y místico. Su obra más importante fue la reja del Altar Mayor del templo catedralicio de Murcia ya de finales del siglo XV, firmada y fechada por el propio autor. Como innovación ornamental propia de Viveros es la figura reiterativa de dragones, que supuestamente debían incrementar el significado protector de la obra rejera, y conserva a su vez los motivos florales y las cardinas herencia orfebre de la zona. Del mismo período es la reja que cierra el coro de la catedral.[11]

La importante nobleza de su forja y la habilidad a la hora de adaptar las rejas al marco arquitectónico del templo consiguieron que su taller tuviera una vida prolífica hasta casi mediados del siglo XVI.[12]

Gremio de los rejeros

Se tiene constancia de que las explotaciones mineras en época romana dependían del Estado, siendo un cuestor el encargado de llevar las cuentas, como sucedía con algunas de las más importantes en País Vasco, Emporión o Cantabria. Posteriormente algunas de ellas pasaron a formar parte de sociedades mediante el pago de una parte de los beneficios al Estado.

En la península romana comienza a crearse una especialización en el trabajo minero. Desde el minero que se encarga de la extracción del material, pasando por el herrero como encargado de su tratamiento en los hornos, el fundidor, que afila el fundido previo y terminando con el forjador que a golpe de martillo da forma al producto final. Toda una serie de oficios que forman parte de una comunidad especializada.

Es en la plenitud del período románico en España, en el año 1200, concretamente en Cataluña, cuando se hace constar la constitución del primero gremio de herreros, mencionado en algunos documentos públicos por la importancia de su rejería, que será reconocida en toda Europa y como muestra de ello el encargo que recibieron los maestros Blay y Buñol, para la elaboración de la obra rejera de Notre Dame de París en el año 1250.

Sobre la compleja estructura de los gremios herreros se sabe que está en constante evolución a lo largo del tiempo. Básicamente existen tres rangos que van desde el aspirante o aprendiz hasta el maestro. El aprendiz comenzaba su andadura desde el mismo domicilio de su maestro, donde aprendía lo más básico del oficio. En este período era mantenido en todos los aspectos por su maestro y cuando se consideraba preparado se le realizaba una prueba que le permitiría ascender a un rango más alto, en este caso oficial. Si aprobaba su paso de grado, se le asignaba un salario que le permitiría poder vivir de manera independiente. El paso a tercer grado, y el más importante, era más complejo, debía presentar ante el Colegio de Cerrajeros y Examinadores de Forja y Lima, un escrito de solicitud y un certificado de buena conducta. Si era aceptado se le realizaba un “ejercicio de pasantía”, consistente en elaborar un objeto, tipo llave o cerradura, ante los Grandes Examinadores. Una vez aprobado era considerado maestro pudiendo ejercer por su cuenta y tener sus propios aspirantes.

Sobre la constitución de los gremios rejeros en España tenemos información suficiente para saber que era de gran importancia, dada su organización y actividad desde los últimos años del siglo XIII, mientras que en Europa existían focos aislados y escasos de industria del hierro, implantándose el primero gremio en París un siglo más tarde.

En un principio las asociaciones gremiales tenían un objetivo religioso y benéfico, pero su función también era el intermediar en los problemas que pudieran surgir entre los socios del gremio y artesanos de otra índole, evitando la rivalidad desleal. Lo conveniente para los artesanos era terminar perteneciendo al gremio.

En 1380 se firman los primeros Capítulos Fundacionales del Gremio de Cerrajeros y Herreros de Barcelona, de carácter social y benéfico, en ellos se hacía referencia de las aportaciones que debían hacer los componentes del gremio y las obligaciones que debían cumplir, como por ejemplo la obligatoriedad de acudir al sepelio de uno de los agremiados, el rezo que se consideraba apropiado para venerar a San Eloy, su patrón, y otros actos varios de obligado cumplimiento. [13]

Técnicas

Las técnicas en el tratamiento del hierro van variando a través de las épocas, introduciendo sobre todo nuevas formas de fundición y manejo de herramientas que facilitaban la producción rejera de la península.

Esquema de forja catalana

Aunque la época musulmana en España no dejó grandes obras rejeras, fue durante este período cuando se introduce el uso de la plancha, la varilla y la lima.

En época de la Reconquista, son los propios frailes quienes trabajan las minas abandonadas cercanas al monasterio, y el uso habitual de la rejería aumenta. Por esta época se comienza a sustituir el horno de origen romano por la llamada “fragua catalana” apelativo que recibe por ser en estas tierras donde comienza a utilizarse y será conocida con este nombre no solo en España sino en toda Europa. El procedimiento consistía en excavar un hueco que posteriormente se revestía de algún elemento refractario, como el ladrillo, la cavidad se llenaba de brasas de origen vegetal colocando sobre ellas el mineral procurando que combustionara rápidamente y ayudándose de un fuelle. El hierro que se derretía se acumulaba en la parte baja de la cavidad mezclado con algo de carbón, a este primer hierro se la llamaba “hierro cedab” que posteriormente se iba depurando hasta obtener el llamado “hierro pudelado” mucho más manejable.

Llegado a este punto solo quedaba darle forma utilizando un martillo y sobre un yunque.

Hasta este momento los herreros no habían conseguido eliminar las rugosidades del mineral y la licuefacción mediante el uso de las fraguas catalanas consigue objetos mucho más finos y mejor trabajados y la posibilidad de formas más artísticas.

Es en el siglo XI, y se cree que, de manera casual, cuando se comienza a soldar a la calda, consistente en unir dos piezas juntas en el mismo fuego, consiguiéndose una sutura perfecta. Aún en la actualidad este método es utilizado por importantes artistas herreros.

En la reja románica de los siglos XI y XII se observa sobre todo su uso defensivo y fortalecedor en estructuras de madera, utilizándose para ello bandas y listones de hierro cedab producido en las fraguas antes mencionadas y que luego se forjaban. Las bandas de hierro van formando volutas que ascienden y descienden cubriendo el espacio. Esta manera de trabajar el hierro comienza a darse, según estudios, en el ámbito pirenaico, aunque también parece tener cierta influencia árabe, con la diferencia de que estos utilizaban bronce en vez de hierro.

Estas creaciones llevaban sencillos mecanismos de cierre incrustados en la madera.

Llegando al período gótico encontramos que, aparte de la visible altura de la obra rejera con el fin de adaptarse a las altas construcciones de la época, el arte de la forja gana en ornamentación. Los maestros forjadores se iniciaron en el uso de las planchas lisas que fueron evolucionando en sus formas hasta volverse más irregulares. Se instaura el uso de la grafidia, basado en realizar sobre papel un boceto del modelo a seguir recortándolo posteriormente y señalarlo sobre el hierro a modo de escantillón, lo que permitía elaborarlos en series iguales, ganando en rapidez.

Durante la rejería del siglo XIV se comienza a utilizar el método del repujado simple, consistente en la elaboración de frisos y decoración vegetal a base de recortar chapas, lo que permitía una elaboración más rápida, pero restaba parte del trabajo artesanal del forjado con el martillo sobre el yunque.

Es en este siglo cuando se instaura el uso de la fuerza hidráulica para el movimiento del martillo, lo que infringe ligereza y soltura a la elaboración. De esta innovación queda constancia en el Fuero de los Ferroneros de Oyarzum y de Irúm, que otorgó Alfonso XI, en este fuero se hace constar que ya se realizaba trabajo de forja con este método en la zona de las Vascongadas. Los grandes talleres de forja comienzan a trasladarse al margen de los ríos para aprovechar la fuerza hídrica.

Como última innovación en el proceso del tratamiento del hierro en la península ibérica durante la Edad Media, destacan “los altos hornos primitivos” a partir del siglo XV. Esta creación surge en tierras alemanas, concretamente en Renania y rápidamente se extiende por Europa. En estos hornos se elabora el denominado “hierro dulce”, totalmente líquido debido a la estructura de la calera y a la constante inyección de aire que permiten que el material se licue rápidamente. [14]

Referencias

  1. a b Bonet Correa, Antonio (1987). Historia de las Artes Aplicadas e Industriales en España. Madrid: Ediciones Cátedra, S.A.
  2. Torres Balbas, 1946, p. 406.
  3. Torres Balbas, 1946, pp. 406-407.
  4. Alonso, F. d.-F. (1997). La reja arquitectónica medieval en España. Su implantación, desarrollo,simbolismos y tipologías. Anales de Historia del Arte. UCM, 7., pp. 87-98.
  5. Auladell Marqués, Jordi; Simon Arias, Júlia (2015). «Resultados». Metalúrgica medieval aplicada a la construcción. Las rejas góticas de la Catedral de Barcelona. Consultado el 29 de abril de 2021. 
  6. Auladell Marqués, Jordi; Simon Arias, Júlia (2015). «Resultados. «3.3. Estudio arqueometalúrgico del enrejado 7»». Metalúrgica medieval aplicada a la construcción. Las rejas góticas de la Catedral de Barcelona. Consultado el 29 de abril de 2021. 
  7. Alonso, F. d.-F. (20 de Marzo de 1974). La rejería toledana: obras rejeras en la catedral. Madrid.
  8. Gallego de Miguel, Amelia, 1981, p. 32.
  9. Belda Navarro, 1971, p. 210.
  10. Belda Navarro, 1971, pp. 210-211.
  11. Belda Navarro, 1971, pp. 212-215.
  12. Belda Navarro, 1971, p. 214.
  13. Morera, E. T. (2009). Calendario del Ermitaño de los Pirineos. Obtenido de http://www.calendariermita.cat/es/la-forja-y-el-gremio-de-cerrajeros-y-herreros/
  14. Alonso, F. d.-F. (1997). Guía práctica de la forja artística. León: Gráficas CELARAYN S.A. p.14

Bibliografía

  • Alonso, F. d-F. (1997). Guía práctica de la forja artística. Gráficas CELARAYN S.A. 
  • Alonso, F. d-F. (1997). La reja arquitectónica medieval en España. Su implantación, desarrollo,simbolismos y tipologías. Anales de Historia del Arte. UCM, 7., 87-98. 
  • Bonet Correa, Antonio (1987). Historia de las Artes Aplicadas e Industriales en España. Ediciones Cátedra, S.A. 
  • Gallego de Miguel, Amelia (1981). Rejería Castellana Valladolid. Institución Cultural Simancas. p. 32. ISBN 9788450051193. 
  • Belda Navarro, Cristóbal (1971). «La obra de rejería de la Catedral de Murcia» (PDF). Digitum. Consultado el 29 de abril de 2021. 
  • Torres Balbás, Leopoldo (1946). Ars Hispaniae: historia universal del arte hispánico 4. Plus Ultra.