Diferencia entre revisiones de «Lautaro»

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Después de aprender sobre táctica y estrategia militar española, se fugó en algún momento del año 1552 a caballo y además con la corneta de Pedro Godinez, el maestro de campo de Valdivia, regresando con su pueblo.
La fuga del paje de Valdivia no pasó más allá para los españoles como un hecho casi habitual y no le persiguieron.
Según se cuenta en el [[poema épico]] [[s:es:La Araucana|La Araucana]], Lautaro se presentó ante los sorprendidos Lonkos presididos por [[Colo Colo (mapuche)|Colo Colo]] y alguno de sus "capitanes": [[Paicaví]], [[Lemo-Lemo]], [[Lincoyán]], [[Tucapel]] y [[Elicura]].
Ya vencidos los naturales recelos, Lautaro demostró resueltamente sus naturales dotes de líder innato, le enseñó a su gente a perder el miedo a las cabalgaduras, aprendieron a montar y a utilizar el caballo como un ser entero, tomándolo como una extensión corpórea para combatir.
Convocó a reuniones a campo abierto y les enseñó las artes militares y el uso de armas nuevas. Así también diseñó una serie de tácticas militares: el uso de escuadrones, les propuso que había que dejar el ataque masivo y enfrentarlos en bloques o grupos sucesivos, la elección del terreno, las tácticas de emboscadas y de guerrillas. De esta manera, teniendo la autoridad de los Lonkos pues los caciques no existen en el Pueblo Mapuche, fue elegido Toqui, jefe màximo en estado de guerra y dirigió una gran sublevación militar contra los españoles, quienes hasta el momento se paseaban victoriosos en todo el ámbito entre el [[río Valdivia]] y el [[Biobío]].


== El liderazgo de Lautaro ==
== El liderazgo de Lautaro ==

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Lautaro, habitualmente considerado como el mayor estratega mapuche, según retrato idealizado de principios del siglo XX.

Lautaro (del mapudungun Lef-traru o Lev-Traru, «Traro veloz», n. Tirúa, ca. 1534 – Peteroa, 1557) fue un destacado líder militar mapuche en la Guerra de Arauco durante la primera fase de la conquista española.

Levtraru o Leftrarü, hijo del lonco de la zona llamado Curiñancu (KuRü: Negro, Ñangkü: Águila, en Mapudungún) vivió una vida normal hasta que en 1546 y teniendo alrededor de 11 años de edad, fue capturado por las huestes de Pedro de Valdivia en las inmediaciones de Concepción. Tras la captura se le hizo yanacona. Permaneció como prisionero de los españoles durante seis años, en los que llegó a ser paje personal de Valdivia. Como era difícil para los españoles el pronunciar su nombre original, se le dio el nombre de Felipe Lautaro, finalmente se le llama Lautaro.

En sus tareas habituales de paje era el cuidar de los caballos de Valdivia y debía acompañarlo siempre a batallas y ejercicios militares. Fue así que aprendió a no temer al caballo, aprendió a montar hasta hacerse un buen jinete. Además, observó las disposiciones de batalla de los españoles, aprendiendo de Valdivia sus tácticas militares.

Durante este período, hizo un cierto grado de amistad con uno de los capitanes de Valdivia, Marcos Veas, quien le enseñó el uso de algunas armas y tácticas de caballería. Esta práctica era habitual, ya que Lautaro en calidad de yanacona, debía servir como indio auxiliar en las batallas.

En 1550, durante la batalla de Andalién (22 de febrero) y la batalla de Penco, el (12 de marzo), Lautaro fue testigo de los escarmientos a los que Valdivia hizo someter a los derrotados mapuches, mutilando a los prisioneros y liberándolos después, como ejemplo para evitar futuras rebeliones; esto lo impactó profundamente. Es probable que a raíz de estos hechos violentos hacia su pueblo, se engendrara en su interior una terrible decepción y rebelión en su ser respecto de Valdivia y los españoles. Evidentemente resolvió fugarse a la primera ocasión.


Fuga del campamento español

Busto de Lautaro en la plaza Cañete.

Después de aprender sobre táctica y estrategia militar española, se fugó en algún momento del año 1552 a caballo y además con la corneta de Pedro Godinez, el maestro de campo de Valdivia, regresando con su pueblo. La fuga del paje de Valdivia no pasó más allá para los españoles como un hecho casi habitual y no le persiguieron. Según se cuenta en el poema épico La Araucana, Lautaro se presentó ante los sorprendidos Lonkos presididos por Colo Colo y alguno de sus "capitanes": Paicaví, Lemo-Lemo, Lincoyán, Tucapel y Elicura. Ya vencidos los naturales recelos, Lautaro demostró resueltamente sus naturales dotes de líder innato, le enseñó a su gente a perder el miedo a las cabalgaduras, aprendieron a montar y a utilizar el caballo como un ser entero, tomándolo como una extensión corpórea para combatir. Convocó a reuniones a campo abierto y les enseñó las artes militares y el uso de armas nuevas. Así también diseñó una serie de tácticas militares: el uso de escuadrones, les propuso que había que dejar el ataque masivo y enfrentarlos en bloques o grupos sucesivos, la elección del terreno, las tácticas de emboscadas y de guerrillas. De esta manera, teniendo la autoridad de los Lonkos pues los caciques no existen en el Pueblo Mapuche, fue elegido Toqui, jefe màximo en estado de guerra y dirigió una gran sublevación militar contra los españoles, quienes hasta el momento se paseaban victoriosos en todo el ámbito entre el río Valdivia y el Biobío.

El liderazgo de Lautaro

Lautaro demostró tener condiciones innatas de líder, pronto además demostraría tener condiciones de estratega militar. Con un elocuente discurso, pronto su pueblo le respondió a sus exigencias y planteamientos, siguiéndole en su aventura militar. Enseñó a su pueblo, en base a demostraciones propias, a luchar en escuadrones, aprovechando el terreno y usando formas defensivas contra las cargas de caballería. Les enseñó que la retirada no era cobardía, sino una forma táctica de combate. Asimismo, inculcó el uso del toque de corneta, como elemento de obediencia táctica de los escuadrones, como hacían los españoles. Además creó un verdadero servicio de "investigaciones e inteligencia", utilizando hombres, mujeres y adolescentes. A ellos se les brindaba una preparación profesional, por ejemplo en caracterizaciones: simulaban ser borrachos, locos, cristianos o traidores de su pueblo con el fin de trabajar como falsos colaboradores, sirvientes o esclavos de los españoles, simulando no entender el idioma español y así sacar información vital, además de difundir noticias o datos incorrectos sobre los posibles ataques del Ejército Mapuche; además realizaban entrenamientos de visibilidad nocturna, sometiendo al agente a vivir durante días sin ver la luz del sol, con el fin de que posteriormente en las noches, hiciera el trabajo de espionaje nocturno, viendo como si fuese de día; además se les enseñaba el exclusivo sistema de comunicación mediante el movimiento de ramas de árboles. Lautaro eligió e instruyó a comandantes para las diversas secciones de su completo y jerarquizado ejército; Incluyendo a un Toqui jefe del servicio de investigaciones, el cual supervisaba y daba cuenta de las acciones de su servicio. Físicamente, Lautaro era un joven no muy alto, más bien grueso, de unos ojos negros penetrantes, cuerpo robusto y rostro lleno. Anchas espaldas y torso levantado, de agradable apariencia. Vestía una camiseta colorada española, un bonete de cuero grana. La cabeza rapada era coronada con un copete que se dejaba como insignia de generalato; además portaba la simbólica Toki Kura, emblema de piedra que cuelga del cuello, además de la Clava que portaba en su mano, símbolos del jefe de guerra o Toki.

Emboscada y muerte del Gobernador Pedro de Valdivia

Lautaro sabía que las fuerzas bajo su mando, recién entrenadas, estaban ahora en una línea denominada "Línea interior", es decir, entre dos fuerzas, las del fuerte Purén por el sur y las de Concepción por el norte. Para ello elige neutralizar una de ellas y usa una estratagema: engaña a Gómez de Almagro en el fuerte Purén y se asegura de que sus tropas no se junten con la de Valdivia en el fuerte de Tucapel.

Lautaro captura un emisario y se entera de que Valdivia marcha hacia el sur y necesariamente tiene que pasar por Tucapel. En efecto, Valdivia a mediados de diciembre de 1553 sale de Concepción y se dirige a Quilacoya, donde toma algunos soldados en su marcha a Arauco, los espías mapuches siguen la columna desde las alturas de los cerros y no le presentan batalla, dejándole hacer su camino. Valdivia muestra extrañeza de no recibir alguna noticia del fuerte de Tucapel y que además no sea hostigado en el camino.

El día 24 del mismo mes, decide tomar rumbo a Tucapel, esperando encontrar a Gómez de Almagro en éste. La tranquilidad y los espóradicos avistamientos de indígenas a lo lejos le despiertan sospechas y envía en una avanzada a Luis de Bobadilla con cinco hombres para que exploren el camino y den información de la presencia del enemigo. No los vuelve a ver. Extrañado Valdivia de no tener más noticias de Bobadilla pernocta a media jornada del fuerte de Tucapel.

El día de Navidad de ese año, se pone temprano en marcha y al llegar a las inmediaciones le extraña el silencio absoluto reinante. Al arribar a la loma donde está el fuerte, lo encuentra totalmente destruido. No aparecían ni Gómez de Almagro ni Bobadilla por ningún lado. Valdivia aun así decide seguir y hacer campamento en las ruinas humeantes del fuerte. Cuando ya avanzaban los preparativos, de súbito el bosque se llenó de chivateos y sin más aviso una masa se precipitó hacia el enclave español.

Valdivia, experto militar, apenas pudo armar sus líneas defensivas y aguantar el primer choque, mientras la caballería cargaba sobre la retaguardia del enemigo. Los mapuches, previendo esta maniobra, habían dispuesto lanceros y contuvieron la carga. Con mucho valor y resolución los españoles lograron descomponer la carga mapuche, que volviéndose a los bosques se retiraron de la loma. Los españoles saborearon la victoria. Pero cual sería su sorpresa cuando apareció un nuevo escuadrón indígena presentándose al combate y de nuevo hubo que armar líneas y nuevamente dar carga con la caballería.

Los mapuches además de los lanceros llevaban hombres cargando mazas, boleadoras y lazos con los que lograban desmontar al jinete y asestarle un definitivo mazazo en la cabeza una vez en el suelo. Se repitió la misma escena, y al toque de un lejano cuerno el escuadrón se retiró, no sin dejar algunas bajas y un tercer escuadrón se presentó a la batalla; esta vez Lautaro estaba detrás. Valdivia, viendo desesperada la situación, dado el cansancio y las bajas, reunió a los hombres disponibles y se lanzó a la lucha que adquirió ribetes muy encarnizados: ya la mitad de los españoles yacían en el campo y los indios auxiliares mermaban.

En un momento de la lucha, Valdivia se dirige a quienes aún le rodean y les dice: "¿Caballeros qué haremos?". El capitán Altamirano responde: "¡Qué quiere vuestra señoría que hagamos si no que peleemos y muramos!". Valdivia, al ver perdida la batalla, dispuso la retirada pero el propio Lautaro cayó por el flanco produciendo el desbande. Era justo lo que Valdivia no deseaba y los indios se dejaron caer uno a uno sobre los españoles aislados. Sólo Valdivia y el clérigo Pozo, que montaban muy buenos caballos, lograron tomar camino de huida. Pero al cruzar unas ciénagas, los caballos se empantanaron y los indios les capturaron.

Se dice que durante su juicio ante los Lonkos, después de ser capturado en la batalla de Tucapel, un Cacique llamado Leucotón fue quien le dio muerte, propinándole un fuerte mazazo en la nuca. Aunque existen otras versiones es poco probable que este haya sido el fin del conquistador español ya que su cráneo fue usado como trofeo por más de 50 años.

El vencedor araucano arrasó luego sistemáticamente las ciudades españolas. Por dos veces saqueó e incendió Concepción, centro de los asentamientos españoles en el sur de Chile.

La batalla de Marihueñu

Lautaro, vencedor de Tucapel

Pasada la victoria de Tucapel, los mapuches prácticamente sitiaron Concepción depredando sus ganados, destruyendo las labranzas y quemando toda vivienda que caía en sus manos. Lautaro prefería provocar a los españoles que batirlos a campo raso fuera del fuerte.

Concepción, débilmente defendida con 370 soldados y 2.000 yanaconas, se dispuso para la batalla al mando del gobernador sucesor de Valdivia, Francisco de Villagra, que reunió este ejército para enfrentarle.

Sin duda era el ejército más fuerte que se le podría presentar a los mapuches: estaban armado con seis culebrinas de terreno y, además, se hicieron de mantas de madera para protegerse de las lanzas y flechas. Esta es la primera vez que se hace uso de artillería en la Guerra de Arauco.

Bien organizado Villagra y con la moral en alto se dispuso a la marcha el 23 de febrero de 1554. Los araucanos no los molestaron en el paso del Bío-Bío y repitieron la misma conducta cuando observaron a Valdivia en su marcha hacia el fuerte Tucapel.

Así avanzó la columna española hasta el valle de Chivilingo, dejando un destacamento para proteger las balsas. De ahí tomaron la senda de los altos de Marihueñú para atravesar la cordillera de la costa. El camino pasaba por bosques espesos, así que Villagra ordenó como precaución al capitán Alonso de Reinoso el avanzar con 30 hombres en exploración. Al llegar a la cima, que se extendía como una planicie cortada por un precipicio por un lado y por una foresta cerrada al otro extremo, fueron atacados por los mapuches obligándoles a retroceder peleando hasta juntarse nuevamente con el grueso.

Tan pronto ganó la cumbre, Villagra hizo formar en escuadra de combate a sus fuerzas, con los emplazamientos artilleros a retaguardia. El sol levantaba con fuerza a las ocho de la mañana. Pronto un chivaterío ensordecedor se dejó sentir junto con la salida del primer escuadrón mapuche, quienes atacaron a los españoles del mismo modo que con Valdivia en Tucapel. Y una vez más se retiraron hacía el bosque siendo reemplazado por un segundo escuadrón, luego por un tercero y un cuarto que combatían con el mismo ímpetu y arrojo.

Ya para el mediodía habían caído muerto muchos castellanos y un millar de yanaconas sin que los mapuches dieran cuartel, una embestida más y algunos mapuches lograron penetrar el círculo defensivo español y lacearon al mismo Francisco de Villagra bajándolo del caballo. Los mapuches gritaban entusiasmados : -Apo(Jefe)-, Apo...!!.

A costa de mucho trabajo lograron quitarle su preciada presa a los indígenas no sin antes quedar bien aturdido por los incontables golpes de maza que le propinaron los mapuches, dejándole su armadura toda abollada.

Pasada las 4 de la tarde aun se bregaba la batalla y los españoles empezaron a mostrar pánico, en una arremetida mapuche lograron cazar a los sirvientes de los cañones y mataron a todos sus 20 sirvientes, entonces Villagra dio por perdida la batalla y resolvió la retirada, pero para su estupor, los mapuches habían cortado el camino dejando sólo una senda que conducía al precipicio, muchos tomaron la senda y perecieron a golpe de una maza o despeñados.

Villagra logró perforar una salida en la emboscada y por ahí se salvaron apenas 66 soldados y algunos cientos de yanaconas, habían quedado 88 castellanos en poder de las eufóricas huestes mapuches, además se había perdido la artillería completa más bagaje y cabalgaduras. La figura de Lautaro como líder militar estaba consolidada.

El despueble de Concepción en 1554

La derrota sufrida por Francisco de Villagra a manos de Lautaro causó pánico en la naciente población, quienes aterrorizados emprendieron el despueble de Concepción en procura de Santiago. Los pobladores de Concepción salvaron de ser exterminados gracias a que la masa victoriosa de Lautaro se entregó al "Admapu" y a botinajear lo dejado en el campo de batalla por los españoles (los antiguos cronistas españoles cifran en 30.000 a 100.000 guerreros mapuches aunque esto es seguramente una exagreación)[2]. Sin duda, esta fue la oportunidad dorada que perdió Lautaro de terminar con los deseos de conquista español, ya que no pudo convencer a sus huestes de pelear más y tuvo que dejarlos beber y profitar mientras a lo lejos se veía la columna de asustados pobladores alejarse de la ciudad. Los mapuches pasados el Admapu se dejaron caer sobre la desierta Concepción y luego de desvalijarla la redujeron a escombros humeantes. Se dice que fue entonces que dijo su famosa frase: “Yo soy Lautaro, que acabé con los españoles; yo soy el que los derroté en Tucapel y en la cuesta. Yo maté a Valdivia, y puse en huida a Villagrán. Yo les maté sus soldados; yo abracé la ciudad de Concepción.”[1]​ La sobrepoblación en Santiago se hizo pesada para sus habitantes y pronto comprendieron los españoles que era necesario devolverlos a sus hogares en el sur.

Ataque a los Confines de Angol e intento de reconstruir Concepción

Estatua de Lautaro en la Plaza de Armas de Concepción

Desde abril hasta noviembre de 1554 no hubo mayor actividad de Lautaro, además las cosechas no se habían realizado por la guerra y la hambruna empezaba a aparecer entre su pueblo, a eso se le sumó las nuevas enfermedades traídas por el español, tales como el tifus. En diciembre de ese año una avanzada española viniendo por tierra y mar empezó a recostruir Concepción. Lautaro reunió a su gente, formando un ejercito de 4.000 guerreros (las cifras mas alcistas son de 50.000 a 100.000 hombres, aunque se exagera [3]) y se dirigió primero a Angol, la cual fue abandonada por sus habitantes para ir a refugiarse a La Imperial. Los mapuches destruyeron Angol y ésto envalentonó a las huestes de Lautaro quienes se volvieron hacia Concepción donde vencieron nuevamente a los españoles iniciándose el segundo despueble.

El período de 1554-1556

Durante dos años no se volvió a saber de españoles en la región. Mientras tanto, la situación del pueblo mapuche a raíz de la guerra y la sequía habían provocado una gran hambruna que hacía estragos entre los mapuches. Las cosechas se habían malogrado debido a una estación de fuerte sequía y aparecieron actos de canibalismo, primero se devoraron a sus prisioneros españoles y luego se canibalizaron entre ellos mismos, dándose incluso actos de autolaceración. Además el tifus se asentó entre ellos haciendo disminuir la fuerza guerrera de Lautaro.

La campaña de fines de 1556

Lautaro, a pesar de la hambruna y el tifus logró acaudillar a más de 2.000 guerreros y con estos cruzó por primera vez el Bío-Bío y siguió hacia el norte y empezó a reclutar gente entre los picunches, mucho más pacíficos que los mapuches. Lautaro mantenía una rígida disciplina en sus hombres pero dejaba que cometieran toda clase de tropelías contra aquellas comunidades indígenas que no se plegasen a su causa llegando hasta a quemar vivos a algunos naturales.

En Santiago se despachó con urgencia a Diego Cano y solo 14 hombres para averiguar la real situación del Maule.

Al acercarse al campamento de Lautaro, este ya a sabiendas por sus espías los dejaron acercarse para luego dejarse caer en el cruce de un río sobre ellos, aquí resultó muerto un español y los demás lograron huir. Lautaro hizo despellejar el cadáver español y mandó colocarlo en lo alto de un roble. En Santiago, cundió el pánico y se empezaron hacer defensas en la ciudad mientras aun se mantenía un litigio por la sucesión real de Valdivia.

La campaña en 1557

Pedro de Villagra, primo como Juan de Villagra de don Francisco de Villagra inició una campaña reuniendo 50 jinetes, doce arcabuceros y 300 yanaconas. Supo que Lautaro tenía cuartel en un pucará situado en Peteroa y pronto estuvo en las inmediaciones fortín mapuche, Lautaro lo atacó por la retaguardia, haciendo uso por primera vez de caballería mapuche armada como lanceros e hizo replegarse a Pedro de Villagra hacía un valle encajonado y envió emisarios hacia Santiago para pedir refuerzos. En el camino se encontraron con Diego Godinez que traía 30 jinetes los cuales por casualidad se toparon con 180 mapuches que iban camino a reunirse con su caudillo. Se trabó una furiosa batalla donde Godinez quedó tan mal herido que tuvo que retirarse.

Mientras tanto Lautaro cruzó el río Itata y reagrupó sus fuerzas en la orilla norte del río.

Hay un episodio dentro de esta época que narra una entrevista concertada a distancia, entre dos cerros, que ocurrió entre Lautaro y uno de los capitanes de Villagra, Marcos Veas, antiguo amigo de Lautaro en tiempos de Valdivia, en que este soldado español insta a Lautaro a deponer las armas ya que no se podría oponer por siempre al poderío español. Lautaro respondió rudamente a Veas fijando al Maule como frontera para los españoles y además pidiéndoles un tributo en caballos, mujeres y armas a cambio de no ser atacada la colonia. La oferta de Lautaro fue rechazada ipso facto por Veas y terminó la entrevista y la amistad.

Lautaro avanzó hacía el río Maule y una vez cruzado se enteró que Francisco de Villagra había salido de Santiago con un batallón punitario de 50 jinetes y 30 arcabuceros más un millar de yanaconas. Bien juzgando Lautaro que la capital quedaba desguarnecida avanzó hacia el norte, dejando pasar a Francisco de Villagra hacía el sur.

Para entonces Lautaro se había ensorbecido por sus victorias y su ascendiente sobre su pueblo se transformó en un dictador y volvió a cometer toda clase de tropelías en contra del pueblo picunche y los promaucahues ganándose numerosos enemigos, entre ellos un indio joven quien vio morir quemado delante de él a su padre, este indio que dejaría vivo sería su perdición. En el actual sector de Chillan, Lautaro sufrió la deserción de su gran aliado, un cacique llamado Chillicán quien no pudo soportar el grado de abusos de su caudillo y se alejó con sus huestes desistiendo de la empresa de Lautaro. Esta importante baja en sus fuerzas fue un duro golpe al orgullo de Lautaro y lo hizo desistir de avanzar hacia el norte en pos de Santiago y como estaba avanzado el otoño y sin alimentos prefirió retornar a regañadientes hacia Mataquito y reagruparse en Peteroa.

Muerte de Lautaro

Las avanzadas españolas capitaneadas por Francisco de Villagra, quienes estaban al sur de las fuerzas araucanas fueron informadas en Reinoguelen por un indio (ya mencionado anteriormente) de que Lautaro acampaba en un fortín en el río Mataquito, al norte del pueblo del mismo nombre, en la falda de un cerro llamado Caune (actualmente llamado Caone) de difícil perfil, donde había un sendero denominado camino de Las Palmas, muy cerca del lugar llamado Peteroa. Villagra tan pronto se dio cuenta de la información que tenía envió por la avanzada del capitán Godinez para que se reuniera con el en el pueblo de Mataquito. Reunidas las fuerzas, Villagra avanzó en la noche oculto hasta las inmediaciones viniendo por la orilla del río Mataquito. Las informaciones obtenidas por Lautaro le hacían suponer lejos al enemigo que había dejado al sur y por tanto descuidó la vigilancia del emplazamiento y no supo del acercamiento de Villagra y Godinez, ya sea por que los naturales de la zona no dieron la alarma o bien ocultaron la información. Además le fue informado que la noche anterior las huestes de Lautaro había estado embriagándose en una celebración, si la maniobra salía bien la sorpresa iba a ser total. En el amanecer del jueves 1º de abril de 1557, Francisco de Villagra más su primo Juan de Villagra, Diego de Altamirano y 57 jinetes, cinco arcabuzeros y más de 400 yanaconas, si se compara, era una fuerza relativamente pequeña si se piensa que al menos eran 800 mapuches en el campamento. Villagra con mucha cautela hizo avanzar algunos yanaconas exploradores y estos volvieron diciendo que no habían centinelas, lo que le hizo predecir a Villagra que el campamento estaba en el más absoluto reposo. Las huestes españolas se acercaron de amanecida al fortín subiendo por una serranía empinada y tendieron su línea de ataque, Villagra en voz baja dirigió unas palabras a sus acompañantes representándoles la responsabilidad del éxito y que la suerte de la colonia dependía de esta acción. Villagra ya había organizado la forma de ataque cuando un trompeta impaciente tocó la señal antes de tiempo. De inmediato, los mapuches salieron a empuñar sus armas y Villagra gritaba -¡Santiago y cierra España, adelante!! estos sorprendieron a las huestes lautarinas totalmente, creándose el desconcierto y la huida. El lugar donde estaba Lautaro era conocido por los espías indígenas de Villagra, por tanto se dirigieron resueltamente a la ruca que albergaba a Lautaro quien estaba en compañía de su mujer Guacolda. Lautaro salió de su ruca, con la espada de Valdivia en mano y murió atravesado en la misma puerta de un lanzazo mientras que los suyos eran tomados por sorpresa y masacrados, los españoles jubilosos gritaron: -¡Aquí españoles que Lautaro es muerto!!-(1557). A pesar de la muerte del líder los mapuches dieron una valiente resistencia durando más de 5 horas de brega, en la que al final cayeron 663 indios y capitanes, logrando apenas escapar unos 130. Con el fin de Lautaro, desaparece una figura notable de la guerra de Arauco, nadie más llegó a igualar sus condiciones de líder ni su genio militar, que estuvo a la altura de los grandes estrategas de su época.

Los españoles causaron más de 650 bajas mapuches, y los españoles perdieron a Juan de Villagra (primo de Francisco de Villagra) quien murió de un lanzazo en plena boca, además de todos los castellanos heridos, más 200 yanaconas heridos o muertos más muchos caballos. El cadáver de Lautaro fue desmembrado y su cabeza se exhibió en la plaza de Armas de Santiago por largo tiempo ensartada en una lanza española.

Otros líderes de la Guerra de Arauco

Aunque Lautaro fracasó en expulsar a los españoles del territorio mapuche, después de su muerte éstos se mostraron más cautos a la hora de fundar nuevas ciudades, creando sólo siete al sur del Río Biobío. Pronto, otros caudillos tales como Caupolicán, el mestizo Alejo y Pelantarú asolarían las ciudades españolas siguiendo el ejemplo de Lautaro, pero carentes del genio militar de este. Los mapuches las arrasarían todas en la gran sublevación de Pelantaro, el año 1602.

Legado ideológico y estratégico

La extinta Logia Lautarina o Logia Lautaro, creada en el siglo XIX en Cádiz por José de Gurruchaga, José de San Martín, Bernardo O'Higgins y Carlos María de Alvear, lleva su nombre por el ejemplo de resistencia ante los españoles.

Referencias

Enlaces externos