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Revisión del 11:06 16 jun 2016
Juan Curcuas | ||
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Información personal | ||
Nacimiento | Tokat (Turquía) | |
Religión | Cristianismo | |
Familia | ||
Hijos | Romano Curcuas | |
Información profesional | ||
Ocupación | Militar | |
Años activo | 915-946 | |
Cargos ocupados | Doméstico de las escolas | |
Lealtad | Imperio bizantino | |
Rango militar | General | |
Conflictos | Guerras árabo-bizantinas | |
Juan Curcuas (en griego: Ἰωάννης Κουρκούας; transliteración: Ioánnes Kourkoúas). Fue uno de los generales más destacados del Imperio bizantino. Sus victorias contra los estados musulmanes situados al este del Imperio cambiaron definitivamente el curso de las guerras árabo-bizantinas, las cuales se prolongaron por varios siglos, y marcaron el inicio de la era de conquistas bizantinas del siglo X.
Curcuas provenía una familia de origen armenio, que produjo notables generales bizantinos. Como comandante de uno de los regimientos de la guardia imperial, llegó a contarse entre los más cercanos colaboradores del emperador Romano I Lecapeno (920-944), a quien incluso ayudó a ascender al trono. En 923, Juan Curcuas obtuvo el nombramiento de comandante en jefe de los ejércitos bizantinos estacionados a lo largo de la frontera oriental, frente al Califato abásida y a varios emiratos árabes semiautónomos. Mantuvo este puesto por más de veinte años, en el que obtuvo triunfos militares decisivos para los bizantinos que alteraron el equilibrio estratégico de la región.
Durante el siglo IX, el Imperio bizantino había recuperado gradualmente su poder y estabilidad interna, mientras que el Califato empezó a perder poder y a fracturarse, debido a conflictos internos. Bajo el liderazgo de Curcuas, los ejércitos bizantinos penetraron en los territorios musulmanes, por primera vez en casi doscientos años, expandiendo las fronteras del Imperio. Se logró conquistar los emiratos de Melitene y Ḳālīḳalā, lo que extendió el control bizantino al Alto Éufrates y Armenia Occidental. Los príncipes íberos y armenios que no fueron absorbidos en el territorio imperial se convirtieron en súbditos bizantinos.
Curcuas también desempeñó un importante papel en la derrota de una gran expedición Rus' en 941, y contribuyó en la recuperación del Mandylion de Edesa, una reliquia sagrada que se creía representaba el rostro de Jesucristo. Como resultado de las intrigas de los hijos de Romano I Lecapeno, Juan Curcuas fue retirado del cargo en 944. Volvió a contar con la confianza imperial durante el reinado de Constantino VII, de quien llegó a ser embajador en 946. Se desconoce lo que le ocurrió posteriormente.
Biografía
Primeros años
Juan era miembro de la noble familia armenia Curcuas,[1] una de las muchas que se refugiaron en el Imperio bizantino huyendo de las invasiones islámicas. El apellido original de la familia Gurgen (armenio: Գուրգեն) fue helenizado a Curcuas. Los Curcuas se labraron un puesto destacado en la aristocracia militar y latifundista de Anatolia del siglo IX.[2][3] El abuelo homónimo de Juan había sido comandante del selecto tagma de Hikanatoi durante el reinado de Basilio I (867-886). El hermano de Juan, Teófilo Curcuas, también descolló como general, al igual que su propio hijo, Romano Curcuas, y su sobrino nieto, Juan Tzimisces, que reinaría luego como emperador entre 969 y 976.[4]
Poco se sabe sobre los primeros años de Juan Curcuas. Su padre era funcionario del palacio imperial. Juan nació en Docea (actual Tokat), en la región de Dárbidos, parte del Thema Armeniaco. Su educación estuvo a cargo de su pariente Cristóbal, obispo de Gangra.[5] Durante la regencia de Zoe Karbonopsina (914-919), Curcuas fue nombrado comandante (drungario de la guardia) del tagma Vigla de la guardia imperial del palacio.[6]
Aprovechando este puesto, Curcuas apoyó a su compañero armenio, el almirante Romano I Lecapeno y arrestó a varios oficiales superiores que se le oponían.[7] Este hecho allanó el camino a Lecapeno para que sustituyese como regente a la emperatriz Zoe en 919. Lecapeno consiguió asumir gradualmente más poderes, hasta ser coronado emperador en diciembre de 920.[8] Como recompensa por el apoyo a su causa, Romano Lecapeno elevó a Curcuas al puesto de doméstico de las escuelas, lo que en la práctica era equivalente a comandante en jefe de todos los ejércitos imperiales de Anatolia.[9] Según la crónica de Teófanes Continuatus, Juan Curcuas mantuvo ese puesto durante veintidós años y siete meses.[10][11]
Durante los primeros años del mandato de Curcuas, los bizantinos estuvieron ocupados principalmente en las guerras en los Balcanes contra el Primer Imperio búlgaro, después de la desastrosa derrota que sufrieron en la batalla de Aqueloo en 917.[12] La primera misión de Curcuas como doméstico de las escuelas consistió en sofocar la revuelta de Bardas Boilas, el strategos (gobernador militar) del Thema de Caldia, un área de gran importancia estratégica en la frontera del noreste de Anatolia.[13] Cumplió rápida y exitosamente este cometido, y el hermano de Juan, Teófilo Curcuas, sustituyó a Boilas como gobernador de Caldia.[14] Como comandante del sector septentrional de la frontera oriental, Teófilo demostró ser un soldado competente y prestó un valioso soporte a las campañas de su hermano.[15][16]
Primer sometimiento de Melitene y campañas en Armenia
Después de las conquistas musulmanas de mediados del siglo VII, el conflicto bizantino-árabe se caracterizó por constantes incursiones y contraataques a lo largo de una frontera relativamente estable, definida de facto por la línea conformada por las cadenas montañosas de Tauro y Antitauro.[17] Solo después de 863, con la victoria en la batalla de Lalakaon, los bizantinos empezaron a recuperar paulatinamente algunos territorios perdidos, emprendieron incursiones en el interior de Siria y Mesopotamia, y se anexionarons el Estado pauliciano, centrado en Tefrique (actual Divriği, en la provincia turca de Sivas).[18]
En 912, los árabes, que habían sido forzados a mantenerse detrás de los montes Tauro y Antitauro, alentaron a los armenios a rechazar la alianza con los bizantinos y a pactar con el califato, motivo por el cual muchos armenios comenzaron a servir en los ejércitos árabes, en número cada vez mayor.[19] La progresiva declinación del Califato abásida, particularmente durante el reinado de Al-Muqtadir (908-932), en el cual el gobierno central enfrentó varias revueltas, facilitó el reavivamiento del poder bizantino. En los territorios fronterizos del califato, la relajación del control central propició la aparición de varios estados semiautónomos.[20] Por añadidura, el tratado de paz acordado con los búlgaros después de la muerte del zar Simeón permitió que la atención y los recursos de los bizantinos se volcaran en el oriente.[12]
En 925, Romano Lecapeno sintió que poseía el poder suficiente para exigir el pago de tributos a las ciudades musulmanas ubicadas en la orilla occidental del Éufrates. Cuando estas rechazaron la exigencia en 926, Curcuas atravesó la frontera al frente de un ejército,[21] con el apoyo de su hermano Teófilo y un contingente armenio comandado por el estratega del Thema de Licando, Melias.[22] Curcuas marchó sobre Melitene (actual Malatya), entonces capital de un emirato que hacía mucho tiempo era especialmente molesto para los bizantinos.[23][24] Las tropas bizantinas arrasaron la ciudad, pero la ciudadela resistió. El conflicto acabó con un tratado por el cual el emir aceptaba convertirse en tributario del imperio.[21][22]
En 927-928, Curcuas emprendió una incursión de gran envergadura en el interior de la Armenia aún controlada por los árabes, tomó Samosata, importante reducto enemigo en el Éufrates, y avanzó hasta la capital armenia de Dvin.[22] Sin embargo, una contraofensiva árabe forzó a los bizantinos a retirarse de Samosata días después de haberla conquistado. Dvin fue también abandonada, con gran pérdida de vidas. A la vez, los árabes de Tarso realizaron varias correrías exitosas en el interior de la Anatolia meridional.[25] Los bizantinos centraron entonces su atención en el sur de Armenia, saquearon la región del lago de Van y tomaron la ciudad de Jliat, lo cual desencadenó el éxodo de los musulmanes de la región.[26][27][28] Esta incursión, a más de quinientos kilómetros del territorio bizantino más próximo, contrastó fuertemente con la actitud puramente defensiva que los bizantinos habían mantenido durante los siglos anteriores y evidenció las nuevas capacidades del ejército imperial.[12] Sin embargo, el hambre existente en Anatolia y las exigencias de las campañas en el Catapanato de Italia debilitaron a las fuerzas de Curcuas. Muflij-las-Sadji, un familiar del emir de Azerbaiyán desbarató la campaña armenia de 929 y obligó a Curcuas a retirarse.[26][27][29]
En 930, Melias atacó nuevamente Samosata, pero sufrió una seria derrota, y como consecuencia, fueron hechos prisioneros varios de sus principales oficiales, entre los cuales se contaba su propio hijo. Estos cautivos fueron prontamente enviados a Bagdad.[29] Más tarde, el mismo año, Curcuas y su hermano Teófilo cercaron Teodosiópolis (actual Erzurum), capital del emirato de Kalikala.[30] La campaña se complicó por las intrigas de sus aliados, los gobernantes ibéricos de Tao-Klarjeti. Descontentos por la extensión de la autoridad bizantina a los territorios adyacentes a sus propias fronteras, los íberos habían enviado suministros a la ciudad sitiada. Cuando los bizantinos conquistaron la ciudad, sus coligados les reclamaron que les entregasen varias ciudades capturadas, pero, cuando efectivamente se les cedió una de ellas, el fuerte de Mastato, se apresuraron a devolvérsela a los árabes. Curcuas no reaccionó a esta afrenta, pues necesitaba mantener a los íberos apaciguados y sabía que los príncipes armenios observaban atentamente su conducta.[31] Tras varios meses de asedio, Teodosiópolis cayó en la primavera de 931, y quedó como tributaria de los bizantinos. Según la obra de Constantino VII, De Administrando Imperio, todo el territorio al norte del río Aras se concedió al rey ibérico David II. Tanto en Teodosiópolis como en Melitene, el control bizantino se mantuvo con dificultad y la población se encontraba inquieta. Una revuelta popular expulsó a los bizantinos de Teodosiópolis en 939. Curcuas solo consiguió subyugar de nuevo la ciudad en 949; la incorporó entonces al Imperio bizantino y expulsó a la población musulmana, que fue sustituida por colonos griegos y armenios.[31][32][33]
Conquista definitiva de Melitene
Luego de la muerte del emir Abu Hafs en 928, Melitene se rebeló contra los bizantinos.[21] Tras diversas tentativas fallidas para capturar la ciudad instigando tumultos e intrigas, los bizantinos establecieron un anillo de fortalezas en las colinas que rodean la planicie de Melitene y se dedicaron a devastar metódicamente la región. A inicios de 931, los habitantes de la ciudad habían claudicado y aceptado pagar tributo al imperio, e incluso suministrar un contingente militar para combatir a las órdenes de Constantinopla.[12]
Sin embargo, los demás estados musulmanes no se quedaron de brazos cruzados: en marzo, lanzaron tres incursiones sucesivas en Asia Menor, capitaneados por el comandante abásida Mu'nis al-Jadim (Munis al-Muzafar). En agosto, Suml, emir de Tarso, encabezó una incursión de gran envergadura que penetró en territorio bizantino hasta Ancira (actual Ankara) y Amorio y de la que retornó con 136 000 prisioneros, cuyo rescate rindió igual número de dinares de oro.[34] Mientras tanto, los bizantinos se empeñaban en contender con el emir de Azerbaiyán en el sur de Armenia, donde obtuvieron varias victorias y rindieron las fortalezas de Perkri y Malazgirt. Seguidamente marcharon sobre Mesopotamia y conquistaron nuevamente Samosata.[34][35]
Los habitantes de Melitene solicitaron urgente ayuda a los gobernantes hamdanidas de Mosul. En respuesta, el príncipe hamdanida Said ibn Hamdan atacó a los bizantinos y los obligó a retirarse. Samosata tuvo que ser abandonada y, en noviembre de 931, la guarnición bizantina de Melitene también se retiró.[34][36] Sin embargo, Said no se hallaba en condiciones de permanecer en la zona, ni de mantener una guarnición eficaz en la ciudad, y cuando volvió a Mosul, los bizantinos retornaron y reanudaron el bloqueo de Melitene, así como la política de tierra quemada.[12]
No existen registros de campañas militares bizantinas importantes en 932, año en el cual el imperio afrontó dos revueltas en el Thema Opsiciano.[36] En 933, Curcuas retomó los ataques contra Melitene y Mu'nis al-Jadim envió tropas para socorrer a la ciudad asediada. En las escaramuzas que se siguieron, los bizantinos vencieron, hicieron abundantes prisioneros y obligaron a los árabes a replegarse sin poder auxiliar a la ciudad. A comienzos de 934, Curcuas atravesó la frontera al frente de cincuenta mil hombres y marchó sobre Melitene. Los otros estados musulmanes no ofrecieron ayuda a esta, pues se hallaban preocupados por los tumultos que siguieron a la deposición del califa abásida Al-Qahir. Curcuas volvió a conquistar Samosata y cercó Melitene.[34][36]
Las noticias de la llegada de tropas bizantinas llevaron a muchos habitantes de la ciudad a huir, y el hambre obligó a los que se quedaron a rendirse el 19 de mayo de 934. Conocedor de las rebeliones del pasado, Curcuas solo autorizó que permaneciesen en la ciudad los habitantes que profesaban la religión cristiana o aquellos que aceptaran convertirse al cristianismo, así que muchos lo hicieron, y los restantes fueron expulsados.[12][36][37] Melitene pudo ser incorporada al Imperio bizantino y la mayor parte de su fértil tierra se transformó en propiedad imperial (kouratoreia). Romano I tomó esta medida inusual para evitar que la poderosa aristocracia latifundista de Anatolia se adueñara de la provincia. Además, era una forma de aumentar la presencia y control imperiales sobre los nuevos territorios fronterizos, de vital importancia estratégica.[36][38]
Ascenso de los hamdanidas
La caída de Melitene constituyó un gran revés para el mundo musulmán de la época. Por primera vez, una ciudad importante había sido conquistada e incorporada al Imperio bizantino.[39] Curcuas continuó sus triunfos sometiendo parte de la región de Samosata en 936 y arrasando completamente la ciudad.[40] Hasta 938, la parte oriental del Imperio bizantino permaneció relativamente tranquila. Los historiadores sugieren que los bizantinos probablemente estaban enfrascados en la pacificación de Melitene, y los emiratos árabes, privados del potencial apoyo del califato, eran reacios a provocarlos.[39][41]
Con el declive del califato y su evidente incapacidad para defender sus provincias fronterizas, una nueva dinastía, los hamdanidas, emergió como la principal antagonista del Imperio bizantino en la región septentrional de Mesopotamia y Siria. Los hamdanidas estaban acaudillados por al-Hasan, llamado Nasir al-Dawla («Defensor del Estado»), y por su hermano Alí, más conocido como Sayf al-Dawla («Espada del Estado»).[41] Aproximadamente en 935, la tribu árabe de los Banu Habib, vencida por los hamdanidas, desertó, se pasó al bando bizantino, se convirtió al cristianismo y puso doce mil hombres a disposición del imperio. Los Banu Habid se desplegaron a lo largo del margen occidental del Éufrates con la misión de guardar cinco nuevos themas allí creados: Melitene, Charpezikion, Asmosaton (Arsamosata), Derzene y Cozano.[40][42]
El primer enfrentamiento bizantino con Sayf al-Dawla tuvo lugar en el año 936, cuando intentó socorrer Samosata, pero una revuelta en su país lo obligó a replegarse.[40] En otra invasión realizada en 938, al-Dawla capturó el fuerte de Charpete y derrotó a la vanguardia de Curcuas, apoderándose de un gran botín y obligando a este a retirarse.[40][43] Ese mismo año, se firmó un acuerdo de paz entre Constantinopla y el califato. Las negociaciones las había motivado el creciente poder de los hamdanidas, que causaba preocupación a los dos bandos.[44] A pesar del hecho de que oficialmente había paz con el califato, continuaron registrándose refriegas aisladas entre los bizantinos y los gobernantes musulmanes regionales, apoyados ya por los hamdanidas. Los bizantinos intentaron sitiar Teodosiópolis en 939, pero tuvieron que abandonar el cerco al saberse de la aproximación de las fuerzas enviadas en socorro de la ciudad por Sayf al-Dawla.[40]
En esa época, los bizantinos habían capturado Arsamosata y otros lugares de importancia estratégica en las montañas del suroeste de Armenia, amenazando directamente los emiratos musulmanes alrededor del lago de Van.[41] Para invertir la situación, en 940 Sayf al-Dawla emprendió una campaña partiendo de Martirópolis (Silvan), cruzó el paso de Bitlis y entró en Armenia, donde capturó varias fortalezas y aceptó el sometimiento de varios señores locales, tanto musulmanes como cristianos. Arrasó las posesiones bizantinas alrededor de Teodosiópolis y asedió Colonea (Aksaray), hasta que Curcuas llegó con un ejército y lo obligó a retirarse.[45][46][47] Sayf al-Dawla no fue capaz de continuar sus campañas contra el Imperio bizantino. Hasta 945, los hamdanidas estuvieron ocupados con los acontecimientos internos en el califato y con la guerra contra sus rivales, los búyidas y los ijsidas de Siria.[48][49]
Incursión Rus' de 941
La distracción de los abásidas con los hamdanidas fue providencial para el Imperio bizantino. A principios del verano de 941, Curcuas se preparaba para reanudar la campaña en el oriente, pero desvió su atención debido a un hecho inesperado: la aparición de una flota de rus' que asoló los alrededores de la misma Constantinopla. El ejército y la marina bizantinas se encontraban entonces ausentes de la capital, y la presencia de la flota extranjera causó pánico en la población. Se formó una improvisada escuadra de viejos barcos, armados con fuego griego y puestos bajo el mando del protovestiarios Teófanes, quien derrotó a la flota rus' el 11 de junio y los obligó a abandonar su avance hacia la ciudad. Los rus' supervivientes desembarcaron en las costas de Bitinia y saquearon los campos, que carecían de defensa.[50][51]
El patricio Bardas Focas el Viejo se dirigió a la zona con las tropas que pudo reunir para detener a los asaltantes, esperando la llegada del ejército de Curcuas.[52] Cuando este llegó, cayó sobre los desprevenidos rus', que se habían dispersado para saquear el campo, y hizo una gran carnicería.[52] Los supervivientes se retiraron a sus naves e intentaron atravesar el mar para huir a Tracia al amparo de la noche.[52] Sin embargo, la armada bizantina pudo darles caza y aniquilarlos.[53][52][54]
Campañas en Mesopotamia para recuperar el Mandylion
En enero de 942, Curcuas lanzó una nueva campaña en oriente que duró tres años. En el primer avance, cayó sobre el territorio de Alepo; las fuentes árabes refieren la captura de diez a quince mil prisioneros por parte de los bizantinos.[48] A pesar de un breve contraataque lanzado desde Tarso por Suml, Curcuas emprendió una nueva invasión en otoño. Al frente de un ejército excepcionalmente grande de unos ochenta mil hombres, cruzó desde la aliada Taron e ingresó por el norte de Mesopotamia.[48][55] Mayafiriqin, Amida (actual Diyarbakır), Nísibis y Dara, lugares que no veían bizantinos desde los tiempos de Heraclio trescientos años antes, fueron atacados y saqueados.[48][56][57]
El verdadero objetivo de estas campañas era Edesa, el lugar donde se encontraba el Mandylion, un lienzo que se creía que Jesucristo había empleado para limpiarse el rostro, dejando impresa su imagen. El lienzo había sido después ofrecido al rey Abgaro V de Edesa. Para los bizantinos, especialmente tras el periodo iconoclasta y el restablecimiento de la veneración de imágenes, el Mandylion era una reliquia con un profundo significado religioso. Su captura traería al régimen de los Lecapenos un gran aumento de popularidad y legitimidad.[56][58]
Curcuas atacó Edesa desde 942 y devastó los campos cercanos a la ciudad, tal como había hecho en Melitene. Finalmente, el emir aceptó firmar la paz y jurar no volver a tomar las armas contra el Imperio bizantino. Asimismo, entregó el Mandylion como pago por la liberación de doscientos prisioneros.[56][59]
El Mandylion fue llevado a Constantinopla, a donde llegó el 15 de agosto de 944, día en que se celebraba la Dormición de la Theotokos. Se organizó una entrada triunfal para la venerada reliquia, que se depositó finalmente en la iglesia de Virgen de Faros, la capilla del Gran Palacio de Constantinopla.[56][57] Curcuas concluyó la campaña saqueando Macedonópolis (actual Birecik) y Germanicia (hoy Kahramanmaraş).[60]
Despido y recuperación del favor imperial
A pesar de sus triunfos, era inminente la caída de Curcuas y la de su amigo y protector el emperador Romano I Lecapeno. Los dos hijos mayores de Romano I, los coemperadores Esteban y Constantino, estaban celosos de Curcuas; en el pasado habían intentado desacreditarlo, aunque sin éxito.[61]
Tras las victorias de Curcuas en oriente, Romano I consideró emparentar a su general de confianza con la familia imperial mediante el matrimonio de la hija de Curcuas, Eufrosina, con el nieto del emperador, el futuro Romano II, hijo de su yerno y coemperador Constantino VII Porfirogéneta. Aunque tal unión hubiese consolidado la lealtad del ejército y fortalecido la posición de la línea dinástica macedónica representada por Constantino VII, también hubiese socavado las pretensiones imperiales de los hijos de Romano I.[58][62][63] Como era de esperarse, tanto Esteban como Constantino se opusieron a esta boda pretendida por su padre, y consiguieron que Curcuas fuera despedido en otoño de 944, contribuyendo a esto el hecho de que Romano I ya estaba bastante viejo y enfermo.[61][64]
El reemplazante de Curcuas, un tal Panterio, fue casi inmediatamente derrotado por Sayf al-Dawla en diciembre, mientras se encontraba en campaña cerca de Alepo. El 6 de diciembre, Esteban y Constantino Lecapeno depusieron a su padre Romano I, confinándolo a un monasterio ubicado en la isla de Prote (actualmente Kınalıada). Algunas semanas después, otro golpe de Estado derrocó a los jóvenes Lecapenos y restauró la autoridad imperial de Constantino VII.[56][61][65] Aparentemente, Curcuas volvió rápidamente a contar con el favor imperial, lo cual se deduce del hecho que Constantino VII le otorgó dinero para reparar su palacio, que un terremoto había dañado. Existen registros de que en 946 se lo habría enviado junto con el magister officiorum Cosmas para negociar un intercambio de prisioneros con los árabes de Tarso.[66] No se tiene más registro de él en fechas posteriores.
La caída de los Lecapenos marcó el fin de una era en términos de personalidades, pero la política expansionista iniciada por Curcuas continuó; lo sucedió como doméstico de las escuelas Bardas Focas el Viejo, a quién le siguió Nicéforo Focas (que reinó como emperador Nicéforo II, entre 963 y 969), y Juan I Tzimisces, este último sobrino nieto de Juan Curcuas, emperador entre 969 y 976. Todos ellos expandieron las fronteras bizantinas hacia oriente, recuperando Cilicia, el norte de Siria y Antioquía, además de convertir al Emirato de Alepo en protectorado bizantino, hacia fines del siglo X.[67]
Evaluación
Se considera a Juan Curcuas uno de los jefes militares más brillantes del Imperio bizantino. Los cronistas bizantinos lo aclamaron como el general que devolvió la frontera imperial al Éufrates.[68] En una historia contemporánea de siete volúmenes escrita por un protospatario (jefe de la guardia personal bizantina) llamado Miguel, perdida pero de la que se conserva un breve resumen en Teófanes Continuatus, Curcuas es aclamado como un «segundo Trajano o Belisario».[69]
Es cierto que su éxito militar se debió en parte a las acciones y estrategias de quienes lo antecedieron: Miguel III el Beodo (842-867) derrotó al Emirato de Melitene en la batalla de Lalakaon en 863; Basilio I (867-886) destruyó a los paulicianos en Téphrikè (hoy Divriği); León VI el Sabio (886-912) creó el Thema de Mesopotamia, que se revelaría estratégicamente vital; y la emperatriz Zoe Karbonopsina (914-919) extendió la influencia bizantina nuevamente en Armenia, y creó el Thema de Licando.[35][61] Pero Curcuas y sus campañas fueron las que cambiaron definitivamente el equilibrio de fuerzas a favor de los bizantinos en la zona norte de Oriente Próximo, asegurando las provincias fronterizas contra las incursiones árabes, y convirtiendo al Imperio bizantino en una potencia expansionista.[35][70]
En palabras del historiador Steven Runciman:
Un general menos brillante... podría haber expulsado a los sarracenos del imperio y defendido eficazmente sus fronteras; pero [Curcuas] hizo aún más. Infundió un nuevo espíritu en los ejércitos imperiales, y los dirigió victoriosamente a lo profundo del país de los infieles. La extensión efectiva de sus conquistas no fue muy grande, pero sí lo suficiente para revertir los roles ancestrales de Bizancio y los árabes. Bizancio ahora era el agresor... [Curcuas] fue el primero de una serie de grandes conquistadores, y por serlo, es digno de elogio.Steven Runciman[71]
Véase también
Referencias
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- ↑ Runciman, 1988, p. 150.
Bibliografía
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