Diferencia entre revisiones de «Nacionalcatolicismo»

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Sin embargo, la situación habría de cambiar. En la cerrada España de la posguerra, podía mantenerse hasta cierto punto la pureza de fe y costumbres. Pero el mismo concordato dio el pistoletazo de salida a la apertura del régimen al exterior, que comienza el mismo año 1953 con la firma de los acuerdos con los [[Estados Unidos]]. Los tecnócratas del Opus Dei en el poder modernizan la economía. El turismo y la emigración se añadirán eficazmente a todo ello. Las costumbres y la moral tradicionales no sobrevivirán a la transformación de la [[sociedad preindustrial]]. Algunos consideran como momento culminante del espíritu nacionalcatólico al [[Congreso Eucarístico de Barcelona]] de 1952.
Sin embargo, la situación habría de cambiar. En la cerrada España de la posguerra, podía mantenerse hasta cierto punto la pureza de fe y costumbres. Pero el mismo concordato dio el pistoletazo de salida a la apertura del régimen al exterior, que comienza el mismo año 1953 con la firma de los acuerdos con los [[Estados Unidos]]. Los tecnócratas del Opus Dei en el poder modernizan la economía. El turismo y la emigración se añadirán eficazmente a todo ello. Las costumbres y la moral tradicionales no sobrevivirán a la transformación de la [[sociedad preindustrial]]. Algunos consideran como momento culminante del espíritu nacionalcatólico al [[Congreso Eucarístico de Barcelona]] de 1952.


== El ''aggiornamento'' ==
== El ''aggiornamiento'' ==
Desde el [[Concilio Vaticano II]], la iglesia católica se aleja del franquismo. Obispos como [[Vicente Enrique y Tarancón]] dirigen un proceso que acabará con una cárcel especial llena de sacerdotes opositores al régimen y un obispo nacionalista vasco ([[Antonio Añoveros Ataún]]) prácticamente declarado persona non grata. Los cambios sociales experimentados durante los cuarenta años del franquismo habían vuelto a alejar a muchos fieles de las iglesias y vaciado los seminarios. Los [[movimientos cristianos de base]], próximos ideológicamente a la [[teología de la liberación]] que empezaba a formularse en América Latina por sacerdotes locales y otros provenientes de España, mostraban una oposición al Régimen no menos radical que las de los ilegales partidos de izquierda, y al igual que los [[sindicatos verticales]] eran utilizados por [[Comisiones Obreras]], cobijaban las actividades de muchos opositores. La [[HOAC]], hermandad obrera de [[Acción Católica]] se había ido separando de las posturas oficiales del [[Movimiento Nacional]] y de sus miembros salieron los cuadros de un sindicato como la [[Unión Sindical Obrera|USO]].
Desde el [[Concilio Vaticano II]], la iglesia católica se aleja del franquismo. Obispos como [[Vicente Enrique y Tarancón]] dirigen un proceso que acabará con una cárcel especial llena de sacerdotes opositores al régimen y un obispo nacionalista vasco ([[Antonio Añoveros Ataún]]) prácticamente declarado persona non grata. Los cambios sociales experimentados durante los cuarenta años del franquismo habían vuelto a alejar a muchos fieles de las iglesias y vaciado los seminarios. Los [[movimientos cristianos de base]], próximos ideológicamente a la [[teología de la liberación]] que empezaba a formularse en América Latina por sacerdotes locales y otros provenientes de España, mostraban una oposición al Régimen no menos radical que las de los ilegales partidos de izquierda, y al igual que los [[sindicatos verticales]] eran utilizados por [[Comisiones Obreras]], cobijaban las actividades de muchos opositores. La [[HOAC]], hermandad obrera de [[Acción Católica]] se había ido separando de las posturas oficiales del [[Movimiento Nacional]] y de sus miembros salieron los cuadros de un sindicato como la [[Unión Sindical Obrera|USO]].


No obstante, seguía habiendo grupos ultracatólicos, con presencia de obispos como [[Guerra Campos]], a los que puede englobarse en el llamado [[búnker]] con la [[federación de excombatientes]] y la parte más inmovilista del [[Movimiento Nacional]] (valga el [[oxímoron]]) que intenta impedir una transición a la democracia a la muerte de Franco. Algunos, como los [[Guerrilleros de Cristo Rey]], llegan a recurrir a la violencia contra manifestaciones de la oposición e incluso atentan contra librerías que utilizan la tímida apertura para sortear la censura.
No obstante, seguía habiendo grupos ultracatólicos, con presencia de obispos como [[Guerra Campos]], a los que puede englobarse en el llamado [[búnker]] con la [[federación de excombatientes]] y la parte más inmovilista del [[Movimiento Nacional]] (valga el [[oxímoron]]) que intenta impedir una transición a la democracia a la muerte de Franco. Algunos, como los [[Guerrilleros de Cristo Rey]] llegan a recurrir a la violencia contra manifestaciones de la oposición e incluso atentan contra librerías que utilizan la tímida apertura para sortear la censura.
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== La democracia ==
== La democracia ==

Revisión del 16:48 16 ago 2009

El nacionalcatolicismo es la denominación con la que se conoce una de las señas de identidad ideológica del franquismo, el régimen dictatorial con el que Francisco Franco gobernó España entre 1936 y 1975. Su manifestación más visible fue la hegemonía que tenía la Iglesia Católica en todos los aspectos de la vida pública e incluso privada.

La cruz del Valle de los Caídos se levanta sobre la tumba de Franco

Los católicos, familia del Régimen

La creación del término es posiblemente peyorativa, por comparación del régimen de Franco con el nacionalsocialismo alemán que fue su aliado. Como lectura de una división interna dentro de las llamadas familias del franquismo, puede compararse al nacionalsindicalismo, componente esencial de la ideología y práctica política del falangismo, y que era la familia que dentro régimen manifestaba una más fuerte oposición a la familia católica, de más tradición dentro de la derecha española, luego rebautizados como tecnócratas. La habilidad de Franco para apoyarse sucesivamente en una u otra familia, repartiendo responsabilidades entre ellas, es una de las claves que le mantuvo en el poder.

El cambio de expectativas sobre el resultado de la Segunda Guerra Mundial, fue trascendental para que Franco decidiera abandonar la retórica fascista de los falangistas y apostara decididamente por la retórica católica, más asumible por los aliados occidentales.

La homologación internacional de la ideología nacionalcatólica ha de hacerse a lo que Hugh Trevor-Roper ha definido como Fascismo clerical, siendo el más tardío y exitoso de éstos. Es imposible la homologación con la Democracia cristiana, cuyas señas de identidad en la posguerra europea eran el europeísmo y el antifascismo (aparte de las que sí compartiría, como el anticomunismo y la vinculación a valores religiosos).

Antecedentes

Desde antes de la Guerra Civil Española era claro que uno de los focos de tensión durante la Segunda República Española fue la división entre las dos Españas de las que hablaba Antonio Machado. Sin pretender establecer prioridades, la lucha de clases y el nacionalismo (centrífugo en Cataluña y País Vasco y centrípeto en la derecha española), serían dos de esas líneas divisorias, pero la tercera era el enfrentamiento entre la Iglesia católica de un lado, y de otro la intelectualidad republicana y lo que podría llamarse las masas (muy poco articuladas entre sí).

El anticlericalismo tenía precedentes rastreables muy atrás, al menos hasta la quema de conventos de 1835, en medio de la Primera Guerra Carlista. Desde ese momento el clero, al tiempo que pierde su riqueza territorial por el proceso de desamortización, hereda el papel de chivo expiatorio que habían tenido hasta entonces los judíos en la historia de España; no para toda la población, sino para las masas urbanas y los campesinos no propietarios en proceso de descristianización y para las élites burguesas. Se había encontrado una válvula de escape para el descontento popular que lo desplazaba a un objetivo desprotegido y lejos de donde está el verdadero poder económico.

La recuperación de posiciones de la Iglesia empezó en cuanto con más o menos fortuna se desvincula de los carlistas, se firma el concordato de 1851 bajo Isabel II y se integran los neocatólicos en el sistema político de la restauración a través del partido conservador de Cánovas del Castillo. La depuración de los más conspicuos liberales de la Universidad que se vieron obligados a fundar la Institución Libre de Enseñanza para ejercer su libertad de cátedra, nos indica en qué estado estaba el panorama intelectual: radicalizado entre ultracatólicos (Marcelino Menéndez y Pelayo) y librepensadores (Francisco Giner de los Ríos).

Desde finales del XIX se aplica con éxito desigual la doctrina social de la Iglesia, que busca el encuadramiento de los obreros católicos y los pequeños propietarios rurales para contener el avance de sindicatos y partidos de clase. Ya en el siglo XX, un activo periodismo católico (Ángel Herrera Oria, El Debate) ponía de forma moderna al servicio de su mensaje un poderoso medio de comunicación. En 1935 aparece el Ya, periódico de la Editorial Católica, que desde su cabecera muestra la impaciencia de este pujante movimiento. Será el periódico católico durante todo el franquismo.

La derecha aprovechó con habilidad el anticlericalismo de la Segunda República española: tanto la política soberanista y laicista (disolución de la Compañía de Jesús, enseñanza laica), como los casos de violencia anticlerical (incendios, profanaciones, atentados contra religiosos); para sustraer a la mayoría de los católicos del apoyo a la República. Se interpretó que la mayoría relativa de la CEDA en las elecciones de 1933, en que votó la mujer por primera vez, tuvo que ver con ello.

La ajustada mayoría del Frente Popular en las elecciones de 1936, y el recrudecimiento de la violencia, que fue extraordinariamente intensificada con el estallido de la sublevación militar, dieron el empujón definitivo para que la mayoría de los católicos de toda España (con la notable excepción de Guipúzcoa y Vizcaya) apoyaran a los sublevados. Los asesinatos de clérigos (la mayoría de los obispos entre ellos) y la destrucción más o menos espontánea de edificios y todo tipo de arte religioso proporcionó argumentos e imágenes valiosísimos al bando nacional. Símbolo de todo ello, el fusilamiento del Monumento al Sagrado Corazón de Jesús, que reinaba en el centro geográfico de España. Miles de soldados nacionales llevaban sobre el corazón una estampita que rezaba: «¡Tente bala, el Sagrado Corazón de Jesús está conmigo!». Era una lucha a vida o muerte. Muchos de los obispos supervivientes se dejan ver levantando el brazo en saludo falangista, para mostrar su apoyo a Franco. Uno de los más activos es el Cardenal Gomá, redactor de un texto definitivo: la Carta Colectiva del Episcopado Español. El Alzamiento Nacional se había convertido en una Cruzada, y Franco, hombre providencial, en el nuevo Don Pelayo.

«Por el Imperio hacia Dios»

Con semejantes consignas se atravesó la dura posguerra de veinte años —hasta 1959— en que Franco iba obteniendo paso a paso el reconocimiento internacional, con el inestimable apoyo del Vaticano, que obtiene en 1953 un Concordato extraordinariamente favorable. La católica es la religión oficial, quedando las demás relegadas al ámbito privado. El estado pone en nómina a los clérigos y se dota a la Iglesia de una exención muy amplia de impuestos. Se les proporcionan prácticamente manos libres en la educación, que pasa a ser una imagen invertida de la escuela laica de la República (véase El florido pensil).[1]​ Los maestros, figura equivalente en la represión del bando nacional a los curas en el bando rojo, habían pasado por una dura depuración tras la guerra a cargo de la Comisión de Cultura y Enseñanza de la Junta Técnica del Estado presidida por el católico José Mª Pemán. A cambio, Franco hereda de la Monarquía Católica el derecho de presentación de obispos y la costumbre de entrar bajo palio en los templos. En las monedas aparece su efigie rodeada por la expresión: «Caudillo de España por la Gracia de Dios». Se erigieron templos característicos, sirviendo como ejemplo la Basílica del Valle de los Caídos (tumba de Franco), la Basílica de la Macarena en Sevilla, que fue tumba de Queipo de Llano, o el Monumento del Sagrado Corazón de San Juan de Aznalfarache en Sevilla que fue monumento funerario del cardenal Segura y sus familiares, y otros muchos por toda España.

Las instituciones y personas próximas a la familia católica (por ejemplo, el Banco Popular) o el Opus Dei experimentan un éxito social y económico sin precedentes.

Al igual que con los partidos que apoyaron el alzamiento (parte de la CEDA, el Tradicionalismo, JONS, Falange) se formó el Movimiento Nacional (con las siglas FET y de las JONS), se procuró la unificación de los grupos católicos de la Segunda República (Asociación Católica Nacional de Propagandistas) en la Acción Católica, que sin embargo será rebasada en influencia a partir de los años cincuenta por el Opus Dei, prelatura personal fundada por José María Escrivá de Balaguer.

La sociedad es recristianizada ya sea de grado o forzadamente. Miles de niños y jóvenes no bautizados en los años anteriores, lo hacen ahora, ya que para diversos trámites administrativos, se necesita certificado de bautismo. Se declaran inválidos los matrimonios únicamente civiles, y los divorcios. Es la época de las vocaciones tardías o precoces (mil sacerdotes anuales entre 1954 y 1956), los noviazgos eternos y castos, los seriales radiofónicos y la censura moral en películas y libros. Que Gilda se quitara un guante bailando fue un escándalo de proporciones apocalípticas. Es buen reflejo el ensayo de Carmen Martín Gaite Usos amorosos de la postguerra española (1987).[2]

Sin embargo, la situación habría de cambiar. En la cerrada España de la posguerra, podía mantenerse hasta cierto punto la pureza de fe y costumbres. Pero el mismo concordato dio el pistoletazo de salida a la apertura del régimen al exterior, que comienza el mismo año 1953 con la firma de los acuerdos con los Estados Unidos. Los tecnócratas del Opus Dei en el poder modernizan la economía. El turismo y la emigración se añadirán eficazmente a todo ello. Las costumbres y la moral tradicionales no sobrevivirán a la transformación de la sociedad preindustrial. Algunos consideran como momento culminante del espíritu nacionalcatólico al Congreso Eucarístico de Barcelona de 1952.

El aggiornamiento

Desde el Concilio Vaticano II, la iglesia católica se aleja del franquismo. Obispos como Vicente Enrique y Tarancón dirigen un proceso que acabará con una cárcel especial llena de sacerdotes opositores al régimen y un obispo nacionalista vasco (Antonio Añoveros Ataún) prácticamente declarado persona non grata. Los cambios sociales experimentados durante los cuarenta años del franquismo habían vuelto a alejar a muchos fieles de las iglesias y vaciado los seminarios. Los movimientos cristianos de base, próximos ideológicamente a la teología de la liberación que empezaba a formularse en América Latina por sacerdotes locales y otros provenientes de España, mostraban una oposición al Régimen no menos radical que las de los ilegales partidos de izquierda, y al igual que los sindicatos verticales eran utilizados por Comisiones Obreras, cobijaban las actividades de muchos opositores. La HOAC, hermandad obrera de Acción Católica se había ido separando de las posturas oficiales del Movimiento Nacional y de sus miembros salieron los cuadros de un sindicato como la USO.

No obstante, seguía habiendo grupos ultracatólicos, con presencia de obispos como Guerra Campos, a los que puede englobarse en el llamado búnker con la federación de excombatientes y la parte más inmovilista del Movimiento Nacional (valga el oxímoron) que intenta impedir una transición a la democracia a la muerte de Franco. Algunos, como los Guerrilleros de Cristo Rey llegan a recurrir a la violencia contra manifestaciones de la oposición e incluso atentan contra librerías que utilizan la tímida apertura para sortear la censura.

La democracia

El nuevo concordato (firmado previamente a la constitución y de constitucionalidad debatida) y la constitución de 1978, definen a España como un estado aconfesional y reconocen a la Iglesia católica como una institución con que el estado ha de tener una relación especial, sobre todo en asuntos educativos.

Más allá de los reproches de la parte más conservadora del clero, que denunciaba que la palabra Dios no estaba en el texto, la Constitución marca otro punto de inflexión en la relación de la Iglesia y el Estado. A partir de ese momento, y bajo gobiernos de distinto signo, la Iglesia empieza a funcionar como un grupo de presión muy influyente que pretende frenar cambios legislativos (divorcio, aborto, anticonceptivos, matrimonio homosexual, ley de identidad de género) o impulsarlos (conciertos educativos).

Las actitudes más conservadoras de los obispos activos en el periodo del pontificado de Juan Pablo II, como el Cardenal Rouco Varela, explican una intensificación de la presión de la Iglesia sobre el gobierno, tanto si era del Partido Popular como si era del PSOE. Las leyes de enseñanza y el papel de la asignatura de religión, y la defensa de la concepción católica de la familia son los temas más sensibles que fomentaron las macromanifestaciones de los años 2005 y 2006. Asuntos menos religiosos, como el debate territorial y las negociaciones del gobierno de Zapatero con ETA no han sido ajenas a ello.

También sería un asunto espinoso la financiación, que provisionalmente, pero sin que ningún gobierno haya propuesto suspenderla, depende de una asignación tributaria extraída del impuesto de la renta IRPF y que los contribuyentes pueden marcar en su declaración. Nunca es suficiente para cubrir las necesidades de la Iglesia y ha de suplirse con otros fondos estatales.

Referencias

Bibliografía

  • BOTTI, Alfonso, Cielo y dinero. El nacionalcatolicismo en España (1881–1975), Madrid, Alianza Editorial, 1992 ISBN 84-206-2717-8 (ed. or. Nazionalcattolicesimo e Spagna nuova (1881–1975), Milano, Franco Angeli, 1992. ISBN 88-204-7242-2)
  • PAYNE, Stanley G. (1999). El primer franquismo, 1939–1959. Los años de la autarquía. Madrid, Temas de Hoy. ISBN 84-7679-325-1. 

Notas

  1. SOPEÑA MONSALVE, Andrés (1994), El florido pensil. Memoria de la escuela nacionalcatólica, Crítica, Barcelona. ISBN 84-7423-673-8
  2. MARTÍN GAITE, Carmen (1990), 9ª edición, Usos amorosos de la postguerra española. Barcelona, Anagrama. ISBN 84-339-0085-4

Enlaces externos