Batalla de Otumba
Después de que Hernán Cortés se viera obligado a evacuar la ciudad de Tenochtitlan durante la lluviosa Noche Triste (9 de noviembre de 1519), en la que los aztecas mataron casi la mitad de las fuerzas españolas en la ciudad, el nuevo emperador mexica Cuitláhuac decidió perseguir a los españoles con el fin de destruirlos antes de que pudieran refugiarse dentro de las tierras de sus aliados tlaxcaltecas. Un impresionante ejército de casi 40.000 guerreros mexicas (en su mayoría tenochcas, pero también tepanecas, xochimilcos y miembros de otras tribus sometidas o aliadas) les alcanzó en los llanos de Otompan (Otumba), donde les cortó el paso. Sabedores de que los aztecas siempre sacrificaban a sus prisioneros, los alrededor de 500 españoles y sus aliados tlaxcaltecas se decidieron a luchar o morir, a pesar de no disponer de artillería y haber perdido buena parte de sus caballos y arcabuces durante la huida de la capital azteca.
Los aztecas rodearon enseguida a los españoles, que resistieron durante horas intercambiando flechas por disparos de arcabuz y ballesta. A pesar de su superioridad técnica, la aplastante diferencia numérica inclinaba el combate a favor de los indígenas, ya que los muertos que causaban las armas de fuego y las espadas de acero eran reemplazados rápidamente. Hernán Cortés, aconsejado por la Malinche, decidió entonces jugar su última carga atacando al tepuchtlato (portaestandarte/caudillo) Cihuacóatl Matlatzincátzin, el más alto y adornado de los guerreros aztecas y por tanto indicio claro de que era el jefe supremo de su ejército. Por primera vez en la historia de la Conquista de México, los españoles realizaron una modesta carga de caballería formada por 13 jinetes que se abalanzaron sobre Cihuacóatl al grito de "¡SANTIAGO!".
El tepuchtlato jefe fue pillado desprevenido (pues hasta ese momento sólo había visto a los caballos siendo usados como medio de transporte y carga y no como arma de guerra) y muerto de un espadazo por el soldado Juan de Salamanca, quien también se hizo con su insignia. Al ver esto, el temor se apoderó del ejército azteca, que rompió filas y huyó en retirada, siendo perseguido por la caballería española. Tras esta victoria que inicialmente parecía imposible, los españoles pudieron retirarse a la ciudad aliada de Tlaxcala sin ser perseguidos más. Días después el emperador Cuitláhuac envió emisarios a los tlaxcaltecas proponiéndoles la paz a cambio de la entrega de Cortés y sus hombres, pero éstos rechazaron su idea y en su lugar acordaron una nueva alianza con los españoles para reconquistar Tenochtitlan.