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Curación del ciego Bartimeo

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Jesús curando a Bartimeo, por Johann Heinrich Stöver, 1861

Bartimeo, hijo de Timeo, personaje del Nuevo Testamento, es protagonista del último milagro de curación de Jesús narrado en Marcos 10:46. Una de las curiosidades del texto es que nos indica el nombre del ciego, poco usual. Jesús pasaba por la antigua Jericó a 30 km de Jerusalén, una de las más antiguas ciudades de Palestina. Un mendigo ciego, Bartimeo, oye ruido. Está al borde del camino, fuera del seguimiento de Jesucristo, y se entera de que Jesús está pasando cerca de él.

Bartimeo es el primero en llamar públicamente a Jesús «Hijo de David», una denominación mesiánica, y lo hace después la confesión de Pedro, en la que reconoce a Jesús como el Mesías. Jesús manda traer al ciego. Los que le hacían callar, son los que le dan ánimo para que crea en él. Bartimeo se levanta de un salto y tira su manto, deja su antigua vida, por una nueva.

Es muy probable que el manto se trate de un talit. La palabra griega "jimátion" (ἱμάτιον) es la usada para describir el talit. (Mateo 9:20) Como judío, Bartimeo (hijo de honor) debe cumplir con la ordenanza de usar el tallit todo el día. (Números 15:37-41) Solo un judío hubiera llamado a Jesús "Hijo de David". La fe que este hombre tuvo en la ley hebrea ahora la deposita en el Mesías. Por eso la conclusión del relato, "lo seguía por el camino", no indica solo el seguimiento físico, sino también que Bartimeo se ha convertido en un discípulo, que sigue a Jesús en el camino que lo lleva a la cruz.

Texto bíblico

El evangelista san Marcos [2] lo relata de la siguiente manera:

Llegan a Jericó. Y cuando salía él de Jericó con sus discípulos y una gran multitud, el hijo de Timeo, Bartimeo, un mendigo ciego, estaba sentado al lado del camino. Y al oír que era Jesús Nazareno, comenzó a decir a gritos: —¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! Y muchos le reprendían para que se callara. Pero él gritaba mucho más: —¡Hijo de David, ten piedad de mí! Se paró Jesús y dijo: —Llamadle. Llamaron al ciego diciéndole: —¡Ánimo!, levántate, te llama. Él, arrojando su manto, dio un salto y se acercó a Jesús. Jesús le preguntó: —¿Qué quieres que te haga?Rabboni, que vea —le respondió el ciego. Entonces Jesús le dijo: —Anda, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista. Y le seguía por el camino.[1]

San Lucas lo describe del siguiente modo:[3]

Cuando se acercaban a Jericó, un ciego estaba sentado al lado del camino mendigando. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué era aquello. Le contestaron: —Es Jesús Nazareno, que pasa. Y gritó diciendo: —¡Jesús, Hijo de David, ten piedad de mí! Y los que iban delante le reprendían para que se estuviera callado. Pero él gritaba mucho más: —¡Hijo de David, ten piedad de mí! Jesús, parándose, mandó que lo trajeran ante él. Y cuando se acercó, le preguntó: —¿Qué quieres que te haga?Señor, que vea —respondió él. Y Jesús le dijo: —Recobra la vista, tu fe te ha salvado. Y al instante recobró la vista, y le seguía glorificando a Dios. Y todo el pueblo, al presenciarlo, alabó a Dios.[2]

Interpretación de la Iglesia católica

El ciego percibe el movimiento y ruido de la gente y pregunta qué pasa. Cuando oye que es Jesús, su petición se vuelve insistente: «Temo que Jesús pase y no vuelva» [3]​ Cuando Jesús le pregunta, responde con sencillez. Su fe le consigue la curación y, además, la alabanza a Dios de todo el gentío. Es el resultado de haber vencido los respetos humanos.

Cuando un cristiano cualquiera empieza a vivir bien y a practicar las obras buenas con fervor y a despreciar al mundo, desde el principio comienza a recibir las críticas y la contradicción de los cristianos fríos; pero si persevera, con su constancia los vencerá, y los mismos que antes le molestaban, después llegarán a respetarle.[4]

La sencilla jaculatoria «Señor, que vea» puede aflorar con frecuencia a los labios de las personas, salida de lo más profundo del corazón. Es útil repetirla en momentos de duda, cuando no se entienden los planes de Dios, cuando no se ve claro cómo comportarnos para mantenerse fuertes en la fe, cuando se ensombrece el horizonte de la entrega a Dios. También es muy valiosa para quienes buscan a Dios sinceramente, sin que todavía tengan el don inapreciable de la fe.

Ponte cada día delante del Señor y, como aquel hombre necesitado del Evangelio, dile despacio, con todo el afán de tu corazón: Domine, ut videam! —¡Señor, que vea!; que vea lo que Tú esperas de mí y luche para serte fiel.[5][6]

Marcos describe en este milagro muchos detalles que informan sobre Bartimeo y su actitud ante Jesús: la fuerza y la insistencia de su petición, la despreocupación por sus cosas ante la llamada, la fe y la sencillez en su diálogo con Jesús. Como consecuencia de su fe, la situación de Bartimeo cambia radicalmente: de estar ciego y sentado al borde del camino ha pasado a recobrar la vista y a seguir a Jesús.

El camino hacia la fe de Bartimeo puede ser el de cualquier persona si se es capaz de repetir en la vida de cada uno las acciones de Bartimeo. En primer lugar, su oración, su clamar ante Jesús, que se contiene todos los matices que puede tener una invocación al Señor: le llama «Rabboni», es decir, mi maestro, «Hijo de David», es decir, Rey Mesías, misericordioso como Dios, y, sobre todo, «Jesús»:

El Nombre que todo lo contiene es aquel que el Hijo de Dios recibe en su encarnación: Jesús. (…) El Nombre de Jesús contiene todo: Dios y el hombre y toda la Economía de la creación y de la salvación. Decir “Jesús” es invocarlo desde el propio corazón [7]​.

La fe de Bartimeo no se manifiesta sólo en la petición, abarca también las obras: deja el manto, salta para acercarse a Jesús, y le sigue camino de Jerusalén:

Tú has conocido lo que el Señor te proponía, y has decidido acompañarle en el camino. Tú intentas pisar sobre sus pisadas, vestirte de la vestidura de Cristo, ser el mismo Cristo: pues tu fe, fe en esa luz que el Señor te va dando, ha de ser operativa y sacrificada. No te hagas ilusiones, no pienses en descubrir modos nuevos. La fe que Él nos reclama es así: hemos de andar a su ritmo con obras llenas de generosidad, arrancando y soltando lo que estorba.[8][9]

Hijo de David

Vernon K. Robbins subraya que la curación de Bartimeo es la última de las curaciones de Jesús en Marcos, y vincula la enseñanza anterior de Jesús sobre el sufrimiento y la muerte del Hijo del Hombre con su actividad de Hijo de David en Jerusalén.[10][11]​ El relato mezcla el énfasis marcano en la 'ceguera' de los discípulos -su incapacidad para comprender la naturaleza mesiánica de Jesús- con la necesidad de seguir a Jesús hasta Jerusalén, donde su sufrimiento y muerte le hacen reconocible para los gentiles como Hijo de Dios (véase Marcos 15: 39 donde, en la crucifixión, el centurión romano dice "ciertamente este hombre era hijo de Dios").[12]

Paula Fredriksen, que cree que títulos como "Hijo de David" se aplicaron a Jesús sólo después de la crucifixión y resurrección, argumentó que Marcos y Mateo situaron esa curación con la proclamación "¡Hijo de David! " justo antes de "la partida de Jesús hacia Jerusalén, el lugar largamente ensombrecido de sus sufrimientos".[13]​ El título "Hijo de David" es un nombre mesiánico.[14][15]​ Así, la exclamación de Bartimeo fue, según Marcos, el primer reconocimiento público de Cristo, después de la Confesión privada de san Pedro en Marcos 8:27-30.

Nombre de Bartimeo

El nombre de Bartimeo es inusual en varios aspectos: (a) el hecho de que se da un nombre en absoluto, (b) el extraño híbrido semítico-griego, con (c) una traducción explícita "Hijo de Timeo". Algunos estudiosos ven esto como la confirmación de una referencia a una persona histórica;[16]​ Sin embargo, otros estudiosos ven un significado especial de la historia en la referencia figurativa al Timaeus de Platón, que entrega el tratado cosmológico y teológico más importante de Platón, que implica la vista como fundamento del conocimiento.[17]

Véase también

vayase

Referencias

  1. Facultad de Teología. Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (pp. 3201-3202). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  2. Facultad de Teología. Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 3308). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  3. San Agustín, Sermones 88,13
  4. San Agustín, Sermones 88,18
  5. Josemaría Escrivá, Forja, n. 318
  6. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 9548). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  7. Catecismo de la Iglesia Católica, n. 2666
  8. Josemaría Escrivá, Amigos de Dios, n. 198
  9. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (pp. 9327-9328). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  10. Jesus the Teacher: Una interpretación sociorretórica de Marcos, de Vernon K. Robbins 2009, ISBN 978-0-8006-2595-5. 41-43.
  11. Vernon K. Robbins, "La curación del ciego Bartimeo (10:46-52) en la teología de Marcos". Archivado el 24 de septiembre de 2015 en Wayback Machine., Journal of Biblical Literature 92 (1973), 224-243
  12. Vernon K. Robbins, "The Reversed Contextualization of Psalm 22 in the Markan Crucifixion: A Socio-Rhetorical Analysis" [1] Archivado el 21 de diciembre de 2018 en Wayback Machine. (1992)
  13. Fredriksen, De Jesús a Cristo, p. 181.
  14. "Reflexiones: El ciego Bartimeo: Mark 10:46-52," 24 de octubre de 2009, The Manila Bulletin, The Manila Bulletin website Archivado el 26 de octubre de 2009 en Wayback Machine., citando365 Days with the Lord, (St. Paul's, Makati City, Philippines) de Paul's website , consultado el 28 de octubre de 2009.
  15. Barrie Wetherill, "Jesús cura al ciego Bartimeo", de La vida de Jesucristo, en EasyEnglish Bible study. Consultado el 28 de octubre de 2009.
  16. Vincent Taylor. El Evangelio según San Marcos. 1966 St. Martin's Press Inc. p 448.
  17. Mary Ann Tolbert, Sowing the Gospel: Mark's World in Literary-Historical Perspective 1996, Fortress Press. p189.

Bibliografía

  • Casciaro, Aranda, Ausín, García-Moreno, Belda, José María, et all (1990). Comentarios a la Sagrada Biblia (cuarta edición). Navarra: Eunsa. p. 397. ISBN 84-313-0434-0. 
  • Paula Fredriksen, From Jesus to Christ (2000), ISBN 0-300-08457-9
  • Vernon K. Robbins, Jesus the Teacher: A Socio-Rhetorical Interpretation of Mark 2009, ISBN 978-0-8006-2595-5
  • Agustín de Hipona, Comentarios sobre el Evangelio de San Juan
  • Iglesia católica, Catecismo
  • P. Horacio Bojorge S.J., Las multiplicaciones de panes y peces - comidas de alianza y hospitalidad.
  • G. Camps, La Biblia día a día Ediciones Cristiandad. Madrid 1981.
  • Escrivá de Balaguer, Josemaría (2001). Amigos de Dios. Madrid: Rialp. ISBN 9788432133671. 

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