Rondas campesinas
Ronda campesina es el nombre que la población dio al tipo de organización comunal de defensa surgido de manera autónoma en las zonas rurales del Perú a mediados de los años 70 en la zona norte del Perú (departamentos de Cajamarca y Piura). Posteriormente, durante los años 80 este tipo de organizaciones se extendieron en todo el territorio peruano, principalmente para participar en la lucha antiterrorista que se libró en ese país peru.
Surgieron como una respuesta a la carencia de protección estatal de los derechos de las personas de la zona rural. Actualmente, en el Perú, su actividad está regulada por la Ley Nº 27908 y su reglamento, que les reconoce el derecho a participar de la vida política del país, capacidad conciliatoria, y apoyo a la administración de justicia en general.
Las rondas tienen por características principales el ser organizaciones autónomas, diseñadas para la protección de derechos en tiempos de paz, e impera principios democráticos en su funcionamiento.
Existe confusión con los Comités de Autodefensa, cuyos miembros también se hacen llamar ronderos, que fueron impulsados por las fuerzas del orden durante la insurrección del grupo Maoísta, Sendero Luminoso, y por el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru, actuando, por tanto como organización paramilitar, su vida orgánica está regulado por el Decreto Ley 741, dado por Alberto Fujimori.
Tipos de rondas campesinas
Desde el nacimiento de la primera ronda campesina en Cajamarca en 1976, esta institución ha atraído la atención no solamente de antropólogos y abogados por igual, sino también de legisladores, políticos y líderes campesinos. Es la intención en el presente texto establecer tentativamente una tipología y explorar los diferentes tipos de rondas campesinas que existen en diversos ambientes geográficos y naturales en el Perú, buscando las dinámicas específicas de cada tipo.
La ronda campesina, una institución que existe principalmente en el Perú y que tal vez podemos llamar una institución netamente andina, tiene sin embargo sus contrapartidas en otros países[2]: la policía comunitaria en el Estado de Guerrero en México[3] y la guardia tribal de los indígenas nasa en el Valle del Cauca en Colombia[4].
Varios detalles llaman la atención en la ronda campesina. El primero es que existe en estrecha simbiosis con el estado o, más precisamente, en la violencia o terrorismo del estado. Mientras que el estado se ha obligado formalmente, en la constitución de cada país, a garantizar los derechos individuales de los ciudadanos, esta obligación se pasa tranquilamente por el arco del triunfo, y los mismos ciudadanos tienen que organizarse para defender sus derechos contra la entidad que supuestamente los defiende[5].
Otro detalle es el hecho de que la ronda campesina muy rápidamente desbordó su propio espacio y se difundió por todo el país. Desde el momento de creación de la primera “ronda nocturna” en Chota en 1976, las rondas campesinas se multiplicaron con una sorprendente rapidez, y puede ser que “el efecto de demostración de las primeras rondas esto es, su inesperada eficacia para combatir el abigeato, puede considerarse como el factor de impulso más importante para explicar su masiva aceptación y su rápida difusión en todo el departamento de Cajamarca”[6], y al principio de los años 1990 leemos que “actualmente se calcula que en la sierra norte, en Cajamarca y Piura, existen más de 3,500 rondas que aglutinan alrededor de 280,000 ronderos”[7].
Las cifras más actuales no son menos impactantes: “A partir de la información recogida en diversos eventos y localidades, se estima que actualmente existirían entre 200,000 y 250,000 ronderos, los cuales se encontrarían agrupados en unos 8,000 comités de rondas. Los comités de Rondas Campesinas del norte, a pesar de no tener el dinamismo y participación masiva que tuvieron en los 80, son actualmente las organizaciones ronderas más numerosas a nivel nacional, estimándose que actualmente sus integrantes suman entre 120 y 130 mil. En Cajamarca, cuna de las rondas campesinas, se cuentan unos 100,000 ronderos activos, en Piura con unos 15,000 y un número similar de ronderos actúan en en los departamentos de La Libertad, Amazona, San Martín y Ancash”[8].
En lo referente a los Comités de Autodefensa, “se estima que actualmente los Comités de Autodefensa agrupan entre 70,000 y 80,000 campesinos. La mayor parte de estos ronderos, unos 50,000, se encuentran en Ayacucho, mientras que en Huanuco y Junín habría 25,000 y unos 5,000 en los departamentos de San Martín, Apurímac y la parte de selva de Cusco”[9].
Generalidades
Históricamente, la ronda campesina tiene su origen en la región de Cajamarca, en el norte del país: “A mediados de la década de mil novecientos setenta, en el departamento de Cajamarca ubicado en la sierra norte del Perú, se comenzaron a organizar grupos de protección y vigilancia, para el control de robos que efectuaban bandas organizadas de abigeos. Así surgieron las rondas campesinas, que se convirtieron en el producto de la reacción de la población campesina ante la incapacidad del Estado para resolver sus problemas por razones como, la escasez de personal y la corrupción e inaccesibilidad para administrar justicia en diversas zonas del país. Posteriormente el Estado estimuló la constitución de los comités de autodefensa como estrategia para combatir el terrorismo y el narcotráfico. En el Perú se vivían momentos de grave crisis económica y ésta se advertía con más fuerza en las zonas rurales, en donde los abigeos habían logrado imponerse frente a la población y sus autoridades locales (jueces, policías y fiscales) quienes en algunos casos actuaban en complicidad con los abigeos. Del mismo modo el robo entre vecinos recrudeció. Ambos hechos perjudicaban gravemente la situación del campesino. De esta manera las rondas se plantean como una respuesta organizada y efectiva para combatir el robo y el abigeato. Su eficacia hizo por tanto que esta experiencia se expandiera rápidamente, en un principio por las zonas aledañas, para luego ser promovidas en otras partes, como fue el caso del sur del país en donde la iglesia y las ONGs de alguna manera favorecieron la difusión de esta experiencia”[10].
Más precisamente, “la primera ronda se fundó en Cuyumalca, estancia contigua a la ciudad de Chota, a las 2 p. del 29 de diciembre de 1976. Esta histórica decisión la tomaron los padres de familia de la escuela, y fue ratificada en días siguientes por todas las familias de Cuyumalca. El Nombre original fue Rondas Nocturnas”[11], como se desprende del Acta Histórica de la Fundación que reza como sigue:
“En la estancia de Cuyumalca, siendo las 2:00 pm. del día veintinueve de diciembre de mil novecientos setenta seis, reunidos los ciudadanos de dicha comunidad, luego de intercambio de ideas se llegó al acuerdo de organizar “Rondas Nocturnas” para defender los intereses del centro educativo y de toda la comunidad a consecuencia de los continuos robos que se vienen suscitando en agravio de dicho centro y de algunos vecinos. Esta acta tiene la finalidad de organizar a la comunidad y solicitar la licencia respectiva a fin de que sea posible comprar sus armas.
El encargado de organizar las rondas será el Teniente Gobernador, quien previo empadronamiento de la ciudadanía, distribuirá el personal; será también el encargado de seguir los trámites correspondientes para el buen desempeño de sus funciones.
Con lo que se dio por terminado el acta siendo las 3:15 pm.
Copia de la presente acta será remitida a las autoridades respectivas de la provincia a fin de solicitar garantías y parejas de Guardias Civiles cuando el caso lo requiera. Asimismo, la comunidad acordó dirigirse, mediante un memorial, al Presidente de la Corte Superior de Justicia de Lambayeque pidiendo el nombramiento de un juez único de primera nominación por intermedio del juez instructor de nuestra provincia”.
Lo anterior es el momento de nacimiento de la ronda campesina, su inicio histórico para así decirlo, pero quedándonos en la dimensión histórica podemos descubrir algunos antecedentes de esta institución: según algunos, “en las rondas parecen confluir tres vertientes institucionales: las guardias de las haciendas por su función, la comunidad campesina, por su organización, y el servicio militar obligatorio, como requisito para ejercer algunos roles”, según otros, “es posible afirmar que no existe sino un solo fenómeno – a diferencia de lo que creen algunos estudiosos de las rondas – que se puede considerar como antecedente de esta organización: las guardias campesinas de las haciendas, encargadas por el hacendado de vigilar su propiedad y de perseguir a los abigeos”[12].
“Una serie de factores confluyen en el surgimiento de las rondas campesinas. La crisis económica, el abigeato, la corrupción de la justicia y el vacío de autoridad estatal aparecen mencionados de modo prácticamente unánime en los estudios”[13], mientras que Orin Starn añade otra razón: “la recompensa cultural que en el campo norteño tiene el ser rudo, terco y temerario”[14].
Si nos imaginamos tentativamente la existencia de clases sociales en estas comunidades, algunos son de la opinión de que la creación de las rondas campesinas de alguna manera refleja los diversos intereses de clase y podemos plantear la pregunta: “¿quiénes son los más interesados en la conformación de las rondas? Según Pérez Mundaca, anclado en una visión clasista de la diferenciación campesina, en Cajamarca son los “campesinos ricos” los que impulsan la creación de las rondas, dado que esta organización representaba un mecanismo de defensa de la propiedad privada. Pérez sostiene que son los ganaderos acomodados quienes más ganan con la conformación de las rondas, por la “apropiación inadvertida a su favor de una parte del trabajo que, en función de la ronda, despliega el resto de campesinos”[15]. Otros, sin embargo, sostienen que la formación de clases y los intereses diferenciales de los integrantes de las diversas clases no sean el motor detrás de la formación y el funcionamiento de las rondas campesinas: “Al menos para la primera fase de las rondas, cuando se trató casi exclusivamente de combatir el abigeato, las coincidencias de intereses entre pobres y acomodados eran obvias. Un campesino al cual le quitan su único carnero resulta, en términos relativos, más perjudicado que un ganadero, el cual pierde la mitad de sus sesenta cabezas” [16].
La variedad de rondas campesinas
Es claro que en tal cantidad de instituciones que existen en regiones muy alejadas y de muy diferente carácter y con trayectorias históricas muy diversas, no todas las rondas pueden ser idénticas, deben de existir diferentes tipos de rondas campesinas, lo que sí es evidentemente el caso, y podemos inicialmente distinguir cuatro tipos de rondas campesinas.
- “Un primer tipo de rondas campesinas son aquellas surgidas sobre la base de los caseríos, donde no han existido comunidades campesinas, como en el caso de Cajamarca, San Martín y Amazonas fundamentalmente.
- El segundo tipo, “las que han surgido dentro de las comunidades campesinas, como es el caso de las de Piura, Ancash, La Libertad y del sur andino (casi todas las rondas campesinas de Carabaya en Puno y de las provincias de Espinar y Canas y del distrito de Quispicanchis en Cusco?, que cumplen el papel de órgano auxiliar de las comunidades y dependen de éstas” [19].
- El tercer tipo, “las rondas campesinas de comunidades nativas de la selva peruana” [20], donde en muchos casos han tenido que coexistir con el narcotráfico y otras actividades ilícitas que existen debido a la casi total ausencia del estado y de sus representantes.
- El cuarto tipo, los denominados “comités de autodefensa” es probablemente el más problemático, como se señala en el informe final de la Comisión de Verdad: “En ningún otro actor de la guerra, la línea divisora entre perpetrador y víctima entre héroe y villano, es tan delgada y porosa como en los comités de autodefensa (CAD) o rondas campesinas contrasubversivas” [21].
Dinámicas
Una definición genérica de las rondas campesinas “son órganos de vigilancia y protección propia de las comunidades campesinas; su función es cautelar la vida, la integridad y el patrimonio de los comuneros frente a la existencia de posibles actos que vulneren sus derechos fundamentales”[47]. Según otro investigador, “son organizaciones de campesinos que en forma voluntaria realizan labores comunales de seguridad de sus pueblos, resuelven pacíficamente los conflictos en sus comunidades y participan activamente en el desarrollo de sus localidades”[48]. Mientras que para la Defensoría del Pueblo “las rondas campesinas son formas de organización comunal y campesina, que representan y organizan la vida comunal, ejercen funciones de justicia, interlocución con el estado y realizan tareas de desarrollo, seguridad y paz comunal, dentro de su ámbito territorial”[49].
Es claro que la dinámica en cada uno de estos cuatro tipos de ronda campesina (una tipología que sirve solamente como un primer acercamiento a las muy diversas rondas a través del país) y podemos plantear como hipótesis que los factores que vienen a determinar la dinámica de cada tipo sea: la tenencia de la tierra y la estructura política de la comunidad, la relación con la sociedad global (principalmente el estado), las condiciones ecológicas y el proceso histórico, todo eso tal vez comprimido taquigráficamente en el concepto de cultura.
Recientemente “el día cinco de noviembre de 2007, la Segunda Sala Penal de la Provincia de San Román, Juliaca, efectuó la audiencia de la lectura de sentencia del Proceso Judicial No. 010-2005, página 9, seguido por el delito de secuestro u otro, en contra de dos ronderos de la Ronda Campesina de Santa Rosa (Atilio Ancco Chihuanhua y Saturnina Bernardina Italanocca) en agravio de Leonardo Conde Lima y el Estado. Este nuevo fallo consolida y ratifica una vez más posiciones jurisdiccionales manifestadas en sentencias anteriores. De esta manera queda demostrado que las Rondas Campesinas no cometen el delito de secuestro. Por otra parte, se efectúa una vez más el reconocimiento de su facultad jurisdiccional, es decir la de administrar justicia de acuerdo al derecho consuetudinario”[50].
Finalmente, el concepto de cultura, que es la obsesión de los antropólogos pero no de los abogados y jurisconsultos (a menos que sean antropólogos, caso que cada día se da más frecuentemente, y recordando que los primeros “antropólogos”, los padres fundadores de la disciplina antes de su existencia, eran casi todos abogados: Morgan, Maine, McLennan, Bachofen, y hasta Carlos Marx), tan omniabarcador e inmanejable que lleva al lema de Evans-Pritchard de que “nada humano me es ajeno”, nos promete una solución, pero cada vez se antoja más lejana esta solución, pues el problema es que el estado y sus autoridades son todavía menos antropólogos que los abogados. Encapsulado en la cultura encontramos los tres elementos que Esteban Krotz enfatiza en la esencia de la antropología jurídica: los sistemas ideológicos, los sistemas de control social y los conflictos, incluyendo los mecanismos para la solución de los conflictos[51].
Lo que le da relevancia a las observaciones aquí presentadas es, en primer lugar, que la ronda campesina en La Toma no es, de ninguna manera, un fenómeno aislado y excepcional, pues a partir del inicio de esta institución su difusión fue un poco como un incendio en la pradera: desde el momento de creación de la primera “ronda nocturna” en Chota en 1976, las rondas campesinas se multiplicaron con una sorprendente rapidez, y puede ser que “el efecto de demostración de las primeras rondas esto es, su inesperada eficacia para combatir el abigeato, puede considerarse como el factor de impulso más importante para explicar su masiva aceptación y su rápida difusión en todo el departamento de Cajamarca”[52], y al principio de los años 1990 leemos que “actualmente se calcula que en la sierra norte, en Cajamarca y Piura, existen más de 3,500 rondas que aglutinan alrededor de 280,000 ronderos”[53]. Y esta cifra no pertenece al pasado, el trabajo de campo de este texto se hizo en 2007 y 2008.
En segundo lugar, con la marginación retórica del estado nos encontramos en una situación en la cual las comunidades campesinas e indígenas se ven obligadas a defenderse de una manera nunca antes vista, y estas instituciones que podemos llamar “de defensa de la comunidad” están surgiendo en muchas partes del mundo. Para limitarnos a América Latina, podemos mencionar que instituciones de este tipo se encuentran, aparte de muchas regiones indígenas y no indígenas en el Perú, en México y en Colombia.
En México, donde encontramos una institución muy similar, la “policía comunitaria” en el Estado de Guerrero, un estado donde la violencia ha sido el pande cada día durante largos años: “La Policía Comunitaria (PC) nace en octubre de 1995. Se fundó, en la comunidad de Santa Cruz El Rincón, municipio de Malinaltepec, encontrándose integrada por grupos de voluntarios pertenecientes a 36 comunidades decididas a frenar los asaltos, violaciones sexuales y abigeato que asolaban la región. Empezaron acompañando a las camionetas de pasaje, que constantemente eran asaltadas, y haciendo rondines por los caminos. Durante este proceso intervinieron organizaciones cafetaleras Luz de la Montaña y Unión Regional Campesina, así como el Consejo 500 Años de Resistencia Indígena, Negra y Popular, el Consejo de Autoridades Indígenas, la SSS Café-Maíz, el Consejo Comunitario de Abasto y el párroco de El Rincón, Mario Campos Hernández, aun que no todas continúan colaborando en el proyecto. En este proyecto participan 62 comunidades de los municipios de San Luís Acatlán, Malinaltepec, Marquelia, Copanatoyac, Metlatónoc y Atlamajalcingo del Monte, cuya asamblea integra el primer nivel de este sistema de justicia. En el segundo nivel está la Asamblea Regional de Autoridades Comunitarias. En el tercero, la Coordinadora Regional de Autoridades Comunitarias (CRAC), compuesta por seis coordinadores comisarios -que son los jueces que ordenan investigaciones y dictan sentencias- y el comité ejecutivo de la PC, integrado por seis comandantes regionales que tienen bajo su mando a los grupos de la PC, cada uno con su comandante comunitario. En total hay 612 policías comunitarios, en su mayoría indígenas tlapanecos, mixtecos y nahuas, aunque también hay mestizos. En 1997 vino un salto conceptual: puesto que los delincuentes que detenía la PC eran remitidos al Ministerio Público, de acuerdo con testimonios recogidos en la región, "más tardaban en entregarlos que en soltarlos por la enorme corrupción que había", por lo se tomó la decisión de introducirse a la impartición de justicia, naciendo el Sistema Comunitario de Seguridad, Impartición de Justicia y Reeducación. Este sistema de justicia se caracteriza por ser interétnico, multilingüe e intermunicipal”[54].
En Colombia, entre los indígenas nasa, donde Eduardo Sandoval Forero en una ponencia recientemente presentada “expone el proceso de resistencia cultural pacífica de los indígenas Nasa, la cual entrelaza lo tradicional con lo moderno en todos los ámbitos de la vida cotidiana, con reconstrucciones discursivas en un presente que se hace emergente para la existencia de la vida de los pueblos indígenas. Se aborda la organización de la guardia de los Nasa, sus símbolos, rituales, ceremonias, servicio a la comunidad, actividades y acciones que cohesionan un proyecto identitario de etnicidad y de política en escenarios de violencias contra los indígenas, con respuestas de resistencia pacífica activa”[55].
Así que nos encontramos en una situación en la cual el Estado nunca cumplió con sus obligaciones, solamente arrogándose el poder que emana del supuesto cumplimiento de estas y de su consecuente soberanía, y donde el proceso de globalización está marginando dicho estado y dejando a una gran parte de la población mundial – los campesinos y los indígenas, más también las clases subalternas en las ciudades – totalmente indefensas y dependientes de su autodefensa y de las instituciones para tal autodefensa.
Una última palabra acerca del papel de la antropología en esta situación: en una ocasión uno de los autores de este texto, Leif Korsbaek, hablé por teléfono con una antropóloga alemana, Mechthild Rutsch, diciendo que parece que la antropología es el estudio de todos los modos de pensar y actuar habidos y por haber dentro del marco del estado nacional, a lo que contestó sencillamente que “por supuesto”. Así que existe la posibilidad de que nos encontremos frente a un nuevo y más alto nivel de conflictos, y además que tengamos necesidad de un nuevo tipo de antropología para captar la dinámica de esta nueva situación.
Referencias
[1] Antropólogo Social de la Universidad de Copenhague, Dinamarca, Doctor en Ciencias Antropológicas por la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) Iztapalapa, México D. F. Profesor-Investigador de la División de Postgrado en Antropología Social de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), México, fue Profesor-Investigador invitado en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos en Lima, Perú, durante el año 2007.
[2] Korsbaek & al., 2008.
[3] Al respecto, véase Martínez, 2001, para una comparación de la policía comunitaria con la ronda campesina, véase Korsbaek & al., 2008.
[4] Al respecto, véase Sandoval, 2008.
[5] Korsbaek, 2009; Korsbaek & al., 2008.
[6] Zarzar, 1991: 109.
[7] Vargas & Montoya, 1993: 71, haciendo referencia a Degregori, 1992: 431.
[8] Laos & al., 2003: 20.
[9] Laos & al., 2003: 22.
[10] Flórez, Churats y Laats, s. f.: 1.
[11] Rojas, 1990: 89, de donde proviene también el siguiente documento citado. Firmaron legiblemente en las dos páginas seguidas del cuaderno donde está el acta, los siguientes ciudadanos: José Isael Idrogo Marín, Artidoro Huanambal, Arturo Díaz Campos, César Benavides Mejía, Aladino Burga Huanambal, Santos Saldaña Gálvez, José Oblitas C., Octavio Benavides H., Régulo Oblitas Herrera, Clodomiro Idrogo Marín (Siguen trescientas firmas).
[12] Zarzar, 1991: 108. En varias otras ocasiones (entre otros lugares, en Korsbaek, 2005) he señalado que “los antropólogos somos particularmente torpes en nuestro tratamiento del factor tiempo”, y creo que esta debilidad ha afectado también nuestra capacidad para captar la dinámica presente en el nacimiento de las rondas campesinas.
[13] Degregori & Ponce, 2000: 395.
[14] Starn, 1991: 38.
[15] Pérez Mundaca (1992, 1996) y Pérez Mundaca, 1996: 17, citado en Degregori & Ponce, 2000: 393.
[16] Huber, 1995: 84..
[17] Origen del mapa: Laos & al., 2003: 21.
[18] Rodríguez Aguilar, 2007: 17-18.
[19] Rodríguez Aguilar, 2007: 17-18.
[20] Rodríguez Aguilar, 2007: 17-18.
[21] Del Prefacio al Informe Final de la Comisión de Verdad y Reconciliación.
[22] Huber, 1995: 17.
[23] Huber, 1995: 121-122.
[24] Pérez, 1992; Huber, 1995
[25] Degregori & Ponce, 2000: 404.
[26] Gitlitz y Rojas, 1985; Huamani et al., 198; Pérez Mundaca, 1996, 2003; Sánchez Ruíz, 1992; Starn, 1991, 1999; Vargas Tarrillo, 1994; Zarzar, 1991
[27] Huber & Guerrero, 2006: 13.
[28] Como señalan Huber y Guerrero en la historia de las rondas campesinas de Chota y San Marcos, ya hacia 1972 en la sierra norteña del Perú el 88% de los agricultores campesinos eran dueños de sus parcelas, característica que al parecer tiene origen en los minifundios de la época colonial, haciendo referencia a John Gitlitz desde los autores. Huber y Guerrero, 2006: 13
[29] Korsbaek & al., 2008.
[30] Starn; 1991
[31] Korsbaek & al., 2008.
[32] Véase por ejemplo a Rodríguez Aguilar, 2007.
[33] Decoster & Rivera, 2009: 44.
[34] Las observaciones ecológicas se deben a Lourdes Eliana Sánchez Báez, bachillera de antropología social de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco.
[35] Los datos provienen de los apuntes de José Antonio Valverde, bachiller de antropología social de la Universidad Nacional San Antonio Abad del Cusco.
[36] Roger Rumrril, en Le Monde Diplomatique, México Centroamérica, No. 12, agosto 2009, p. 20, haciendo referencia a OTCA y PNUMA: “Perspectivas del Medio Ambiente en la Amazonía GEO Amazonía”, 2002; Roger Rumrril: “La Amazonía peruana La última renta estratégica del Perú en el siglo XXI o la Tierra Prometida”, Lima, PNUD-Conam, 2008; Elmer Altvater & Birgit Mahnkopf: “Las limitaciones de la globalización”, México, Siglo XXI, 2008.
[37] Peña, 2009: 37.
[38] Peña, 2009: 61.
[39] Bautista & Ruíz, 2009: 13, 15.
[40] Bautista & Ruíz, 2009: 19.
[41] Castañeda, s. f.: 1.
[42] En realidad podemos buscar los antecedentes del modelo ya en la temprana colonia, alrededor de 1600, en la política de congregación. En la Relación de Metepec leemos acerca de los indígenas que “aullaban como coyotes, pero se dejaron congregar”.
[43] Arthur Lepic, de la Red Voltaire: “Última limpieza antes de la descolonización, 1948-1960: Estado de emergencia en Malasia”.
[44] Citando de un breve texto del internet: “Las guerras americanas y los enfrentamientos con Europa”
[45] El texto es una editorial de CHUJ WALIJO'Q , Información mensual de la Defensoría Maya, de Guatemala, No. 4, de mayo 1997. De Guatemala se encuentra una narración de Santiago Atitlán, de 1990, de donde los habitantes habían logrado expulsar al ejército y a la policía judicial, después de un total de 1100 asesinatos durante una década, en Ricco & Korsbaek, 1992.
[46] La fuente de esta información es Castañeda, s. f.: 1-2.
[47] Adalina Machaca: “Rondas campesinas”, en revista Runa, Ayaviri, Vicaría de Solidaridad de Ayaviri, No. 43, p. 9. A lo que César Rodríguez Aguilar comenta que “es incompleta porque no incorpora otras funciones que ejercen estas organizaciones, limitándolas solamente a ejercer funciones de seguridad y paz comunal” (2007: 14-15).
[48] Laos, Paredes & Rodríguez, 2003: 13.
[49] Defensoría del Pueblo. El reconocimiento estatal de las rondas campesinas. Compendio de normas y jurisprudencia. Lima, Perú, 2004: 13.
[50] Noticia de F. Rosenberg Gutiérrez, SER, Puno.
[51] Krotz, …..
[52] Zarzar, 1991: 109.
[53] Vargas & Montoya, 1993: 71, haciendo referencia a Degregori, 1992: 431.
[54] Citado de Korsbaek, Mercado & Flórez,2007, en ela cual se hace referencia a Martínez Sifuentes, 2001, y a Bermejillo Eugenio. Veredas, Ojarasca 59, la Jornada. Marzo 2002. México.
[55] Sandoval Forero, 2007: 1.
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