Medicina indígena chilena

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La Medicina Chilena autóctona es aquella que fue desarrollada por los pueblos originarios del país, antes de la llegada española al continente Americano, destacando la del pueblo Araucano. Se reconocen en esta Medicina elementos propios de las culturas prehistóricas, las cuales desarrollaron una práctica médica basada en lo mágico-religioso. Aunque no tuvo una gran influencia en el desarrollo de la medicina chilena, constituye un objeto de estudio recurrente.[1]

Historia

La medicina nació de un carácter instintivo del hombre y su reacción frente al dolor o la afección. Es en este carácter donde se fundan las primeras manifestaciones de su práctica y su interpretación de la enfermedad como un concepto mágico-religioso, atribuido al incumplimiento de una norma, hechizo o posesión por un espíritu demoníaco, magia e incluso pérdida del alma.[2][3]​ Existía además una figura importante en este contexto prehistórico: la del hechicero o curador, el cual poseía la capacidad de sanar al resto de la comunidad gracias a acciones terapéuticas inclinadas al uso de plantas medicinales basadas en la experiencia del hechicero y también gracias a la magia presente en rituales o ceremonias de curación. Dependía de la gravedad del problema la actitud a tomar por el sanador, que podía ir desde curar hasta dejar morir.[4]

Los pueblos precolombinos poseen los mismos elementos antes mencionados denotando un retraso que les impidió llegar a la Edad del Bronce; aproximadamente cuatro mil años separaban a estas culturas del desarrollo español cuando llegaron a América.[5][6]

En este contexto, la medicina desarrollada en el territorio chileno se localiza anterior a la llegada hispánica al nuevo mundo, es decir, en un estadio primitivo. Con diversidad dentro de sus propios pueblos respecto al desarrollo alcanzado, pescadores, recolectores y cazadores formaron un mosaico de formas de medicina primitiva.[7][8]

Medicina del pueblo araucano

Antes de la llegada hispana al territorio este pueblo se asentaba en la zona central desde Copiapó hasta la Isla de Chiloé,[9]​ inclusive al otro lado de la cordillera de los Andes abarcaban la zona desde San Juan hasta Neuquén. Dentro del pueblo araucano se reconocieron variables de su lengua que originó a los pincunches al norte, mapuches en la zona centro, huilliches al sur, pehuenches hacia la cordillera y ranqueles al otro lado de la cordillera, esta distinción se basa en estudios antropológicos, ya que historiadores consideran a todos como uno solo, como el pueblo araucano con lengua araucana común.

Se afirmaba que este pueblo había adquirido todo su conocimiento a partir de los Incas,[10]​ pero en la actualidad se considera que sólo tomaron algunos elementos, los asimilaron y perfeccionaron ya que su propia cultura poseía niveles de desarrollo importantes. Aunque su nivel de evolución distaba del poseído por los españoles a su llegada, fueron capaces de desarrollar una forma de vida y hábitos distintivos (incluyendo su área médica), que sorprendió a los descubridores a su llegada tanto que llevó al soldado y poeta Alonso de Ercilla a escribir su célebre obra La Araucana.

Los Machis

La figura del hechicero con labores médicas fue lo más llamativo para los cronistas e historiadores españoles a su llegada.[11]​ Los machis representaban una especie de casta y cumplían funciones médicas sacerdotales, se encargaban de la sanación de cuerpo y alma, además eran consejeros del caudillo y de los demás integrantes de la tribu, esto debido a su poder basado en conocimientos de la medicina y su relación con los espíritus, aunque estos conocimientos médicos eran rudimentarios,[12]​ sólo dieron nombre a las partes del cuerpo más simples y la mayoría de estos fue extrapolado desde la disección de animales, tampoco poseían conocimiento sobre la fisiología del organismo. Tenían funciones de oráculos, de procurador de la guerra o la paz, era el responsable de traer la lluvia en los tiempos de sequía y de mediar con los espíritus, sabios, profetas, adivinadores del futuro, fabricantes de amuletos, artistas, y según la instancia declaraban sentencia ante los delitos cometidos. Eran reconocidos, considerados sagrados y respetados, en él se depositan las tradiciones y creencias de la tribu, además de ser el representante de lo moral e intelectual de su pueblo, teniendo en ocasiones mayor importancia incluso que el caudillo.[13]

Su posición privilegiada dentro de la tribu, le permitía vestir diferente, llevar una vida solitaria del resto de la comunidad, retirándose a cuevas en la cordillera, donde a su vez ejercía la labor de maestro, enseñaba su arte a discípulos que según autores como Claude son elegidos por el dios Nguenechen o Nguenemapu por sus características psicológicas o según Martin Guisande, elegidos por consideraciones de aptitudes innatas, ya que no cualquier persona podía ser aprendiz. Servían aquellos que eran enfermizos, aquejados de problemas gástricos, frecuentemente mareados y de vista nublada. Cuando se consideraba que su enseñanza estaba completa, se hacía una graduación pública, ceremonia llena de simbolismos y misticismo, donde el iniciado bebía brebajes preparados por su maestro y se realizaba el rito de simulación de intercambio de ojos y lengua entre alumno-maestro, también a veces se agregaban sacrificios humanos.[14]

Con respecto a su apariencia, relatos de la época los describen como demonios, debido a sus vestiduras y adornos, llevaban una mantichuela, que parecía una falda india y sobre esta una camisa larga, se hace referencia a su cabello largo al igual que sus uñas descritas en forma de cuchara, de facciones feas, bajos en estatura y pequeños en contextura, además se destacaba que su vestimenta era afeminada, debido al uso de orfebrería típica, como anillos, aros, gargantillas. Conocida es la carencia de conocimiento científico que poseían para la curación, pero en cambio si tenían elementos terapéuticos a su disposición en su entorno más cercano, como lo son las plantas medicinales, las fuentes de aguas minerales y el desarrollo de una cirugía básica, constituyendo un cuerpo de medicina empírica; cuando estos recursos fallaban se recurría a una ceremonia que también llamó la atención de los conquistadores: el machitún.[15]​ Con el paso de los años se ha visto una transición desde un papel netamente masculino hasta la machi, lo que no varió es el respeto y admiración infundida por la figura del hechicero, y de sus símbolos como lo son el Rehue usado en ceremonias y asuntos mágicos.[16]

Se ha escrito la presencia de especializaciones dentro de los curanderos araucanos, reconociéndose principalmente 3 tipos:[17][18]ampiver empíricos en su quehacer, luego de realizar un diagnóstico básico, tomar el pulso, trataban con plantas medicinales realizando curas simples; los vileus que eran metódicos y se encargaban de las infecciones que aseguraban se provocaban por insectos y los machis que atribuían toda enfermedad a causa sobrenatural, misma naturaleza de sus tratamientos, y que actuaban cuando los anteriores no encontraban solución. También estaban los cirujanos: los gutarve encargados de curar heridas y problemas de huesos y los cupove descritos como patólogos debido a que abrían cuerpos buscando la localización del veneno mágico en los fallecidos.

Machitún

Cuando no se lograba mejorar al paciente y se determinaba que la enfermedad era por causa sobrenatural se recurría al machitún, ceremonia de diagnóstico y curación ampliamente descrita. En ella se deposita al enfermo en un lugar iluminado artificialmente, en una esquina del lugar se coloca un ramo de hojas de laurel y con una rama de canelo al centro, del cual cuelga un kultrún, se dispone de un carnero que será sacrificado, se comienza a entonar una canción por los presentes al ritmo de sus tambores, el machi lanza humo de tabaco 3 veces al enfermo, a las cantoras, al carnero y al ramo de canelo, luego mata al carnero, le saca el corazón y lo ensarta en el ramo, entonces se acerca al enfermo y simula que abre su pecho y examina la localización de la afección o veneno, para finalmente comenzar a danzar y cantar tocando su kultrún además de relizar gestos y contorsiones extrañas. La ceremonia acaba cuando el mal es extraído. Debido a la incredulidad de la posibilidad de la extracción de algún poder maligno se le ha otorgado a esta ceremonia un alto efecto placebo sobre el enfermo.[19]

Práctica quirúrgica

Su carácter de pueblo guerrero los llevó a poseer y desarrollar conocimiento quirúrgico[20]​ y anatómico, utilizado por sus especialistas, que se enfrentaban frecuentemente a heridas, envenenamientos, abscesos, fracturas, contusiones, luxaciones, inflamaciones, tumores externos, entre otros. Para esto empleaban lavados con infusiones y aplicaban todo su conocimiento sobre la herbolaria de la zona cociéndolas y haciéndolas jugos. Realizaban procedimientos básicos con elementos quirúrgicos simples tal como una piedra afilada para la operación de abscesos, los cuales eran abiertos, se retiraba el pus y el área se rellenaba con hierbas molidas; también para las luxaciones se utilizaban hierbas en forma de pasta, que se aplicaba luego de inmovilizar la parte afectada, pero la práctica más frecuente eran las sangrías que consistían en punciones específicas con una varilla de punta de pedernal afilado, se detenía el flujo cuando se consideraba suficiente y luego se aplicaban hierbas sobre el área. En esta sección también se encuentra el catatum[21]​ operación que consistía en hacer mascar al enfermo hojas de chamico para luego realizar una incisión en su pecho a la altura del hígado, se retiraba un trozo de este y de vesícula biliar para que el paciente se lo comiera, luego se cosía la herida.

Plantas medicinales

Los araucanos supieron aprovechar la cantidad de plantas medicinales a su alrededor, constituyéndose como grandes conocedores y dominadores de la herbolaria,[22]​ este conocimiento a veces llegó de forma casual observando el comportamiento de animales luego de comer alguna planta o por la experiencia pasada oral entre generaciones. Los machis y los ampive eran expertos conocedores, estos conocían la parte de la planta en que se encontraban sus propiedades y según esto eran las partes que se ocupaban. Entre las más ocupadas, estaba su sagrado canelo, que fue estudiado por Winter[23]​ y que los nativos usaban para sanar afecciones intestinales, su posterior uso se aplicó a la sarna, empeines y patologías de la piel, sus hojas y su corteza fueron usados para tratar estados reumáticos y parálisis. Las hojas del Pichi fueron ocupadas para sanar patologías renales, vesicales y hepáticas, la hualtata también se hizo conocida por el uso que los nativos le dieron.

Principales plantas medicinales y sus usos[24]

Planta Medicinal Uso
Añpe hemorragias y curación de úlceras
Chillüm curación de úlceras y llagas
Daldal picaduras de insectos y animales ponzoñosos
Llaküd hojas son purgante
Notru cicatrizante
Kulen para heridas de guerra
Pirkun-l-awen purgante intenso
Wellno contraveneno
Pellupellu purgante y vomitivo
Mayu dolor de huesos

Medicina de los aborígenes australes

Los primeros habitantes del territorio austral llegaron al continente aproximadamente hacia al final de la última glaciación, luego la geografía determinó la división de estos en dos tipos de culturas diferentes en la manera de obtención de alimento: pescadores al lado occidental por la existencia de canales que otorgaban peces y mariscos; cazadores hacia el oriente debido a la presencia de animales en las estepas atlánticas. Los cambios climáticos llevaron a la merma de los animales de la zona obligando a aceptar un nuevo orden alimenticio incluyendo la pesca a su dieta. Estos con el pasar de las Edades se diversificaron y dividieron tanto lingüística como culturalmente en grupos que en el siglo XIX se denominaron: yamanas, selknam, alacalufes y tehuelches.[25]

Alacalufes

Eran pescadores nómadas de los canales occidentales, caracterizados por ser de talla pequeña, tanto hombres como mujeres, navegaban en botes fabricados con corteza para cazar lobos marino, pájaros, pescar peces y mariscos que cocían luego en sus canoas. Su estadio de desarrollo llegó a la recolección, brindándoles lo necesario para vivir. Frente a este contexto primitivo su desarrollo médico no se compara con el de los araucanos, su medicina era meramente instintiva, basada en los cuidados brindados por la madre a sus hijos[26]​ y por el uso de algunas plantas medicinales disponibles en la zona, usaron el canelo como laxante y el senecio candidans para fines antireumáticos.

Yamanas

Habitaban desde la costa sur de Tierra del Fuego hasta el Cabo de Hornos, poseían casi la misma talla que los alacalufes pero fueron más avanzados que ellos, su alimentación se basaba en algas, pescados, aves marinas y algunas verduras terrestres. En el ámbito médico no poseían mayor atención a los partos, las madres eran ayudadas por otra mujer, estas se dirigían a un río y ahí daba a luz. Si se reporta la existencia de un hechicero o chamán denominado yekamus, al igual que en los araucanos había una escuela para los aprendices, sus tratamientos se basaban en el uso de ungüentos, masajes y simulaciones de extracciones sanadoras de la enfermedad. También realizaba una ceremonia para la expulsión de espíritus de los cuerpos.[27]

Selknam

Eran cazadores, de considerable mayor estatura que los yamanas y alacalufes. En lo médico el parto realizado en el agua era de connotación purificadora para el recién nacido, recibían buenos cuidados y una larga lactancia. Había un chamán llamado xon o yobon su preparación duraba 3 años y era realizada de padre a hijo, estos chamanes poseían funciones de curación de enfermedades mediante el canto, fricciones y el uso de la magia.[28]

Tehuelches

Fueron los llamados patagones, de ellos no se tiene conocimientos de prácticas médicas.[29]

Referencias

  1. http://escuela.med.puc.cl/publ/historiamedicina/AnexoIntroduccion.html
  2. http://escuela.med.puc.cl/publ/historiamedicina/AnexoMedicina.html
  3. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  4. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  5. http://escuela.med.puc.cl/publ/historiamedicina/AnexoMedicina.html
  6. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  7. http://escuela.med.puc.cl/publ/historiamedicina/AnexoMedicina.html
  8. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  9. http://escuela.med.puc.cl/publ/historiamedicina/AnexoMedicina.html
  10. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0018448.pdf
  11. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0018448.pdf
  12. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  13. http://www.memoriachilena.cl/archivos2/pdfs/MC0018448.pdf
  14. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  15. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  16. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  17. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  18. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  19. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  20. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  21. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  22. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  23. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  24. Pardal R. Medicina Aborigen Americana. 2.ª edición. Editorial Reconocimiento. España. 1998
  25. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  26. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  27. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  28. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995
  29. Cruz-Coke R. Historia de la Medicina Chilena. Editorial Andrés Bello. Santiago de Chile. 1995

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