José María Urbina y Viteri

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José María Urbina y Viteri
Archivo:5 Jose María Urbina.png


Presidente Constitucional de la República del Ecuador
13 de julio, 1852-16 de octubre, 1856
Vicepresidente Pacífico Chiriboga (1852 - 1854)
Manuel Bustamante (1854 - 1855)
Marcos Espinel (1855 - 1856)
Predecesor Diego Noboa
Sucesor Francisco Robles

Información personal
Nacimiento 19 de marzo de 1808 Ver y modificar los datos en Wikidata
Píllaro (Ecuador) Ver y modificar los datos en Wikidata
Fallecimiento 4 de septiembre de 1891 Ver y modificar los datos en Wikidata (83 años)
Guayaquil (Ecuador) Ver y modificar los datos en Wikidata
Sepultura Cementerio General de Guayaquil Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Ecuatoriana
Familia
Cónyuge Teresa Jado
Hijos Francisco Urbina Jado
Información profesional
Ocupación General del Ejército de la República del Ecuador.
Tratamiento ex-Presidente de la República del Ecuador

José María Mariano Segundo de Urbina y Viteri (19 de marzo de 18084 de septiembre de 1891). Presidente de Ecuador, desde el 13 de julio de 1851 hasta el 16 de octubre de 1856. Fue el pionero en la abolición de la esclavitud

Biografía

Nació en Píllaro (Tungurahua) el 19 de Marzo de 1808. Muy joven ingreso en la Escuela Náutica y participo en las últimas luchas emancipadoras, hombre de gran ingenio y dotes de diplomacia, pero de tortuosos caminos. Muchos lo han tenido por discípulo e imagen de Juan José Flores, su protector y del cual fue su edecán; y sin duda se parecieron en las disposiciones mentales y habilidad militar. Una vez desterrado Diego de Noboa se declaró como Jefe Supremo, lanzando el programa “Guerra a los déspotas, paz a los vecinos fraternidad entre ecuatorianos”. Prefirió manejar la política con mano de hierro, apoyándose en un ejército de incondicionales mantenidos a su lado a fuerza de concesiones e impunidad; frenó a sus adversarios con destierros, con fuertes multas y contribuciones pecuniarias, Manipuló las elecciones para el cuadrienio de 1852 a 1856 a su favor. Puso una tónica de honradez en los cuatro años de su función administrativa. Entre Febrero a Junio de 1852 se intentó nuevamente una invasión floreana que volvió a fracasar. Urbina formó, buscando el apoyo de los contingentes africanos del Guayas, un Ejército Nacional de negros, los “Tauras” de feroz recuerdo. En su administración expulsó a los jesuitas que llegaron al pais en 1851, esto despertó el odio de los conservadores, acción que lo hizo por la influencia económica, política y social de esta congregación religiosa, a más de congratularse con sus similares de Nueva Granada, López y Obando. También implemento en el país los estudios libres para los estudiantes secundarios y universitarios lo cual produjo un funesto atraso cultural. Sin embargo su administración tubo luces y es que en su gobierno con el decreto del 25 de Julio de 1851 se abole la esclavitud en nuestro país. Murió en Guayaquil el 4 de Septiembre de 1891.

Urvina fue el mandatario más popular del siglo XIX según el historiador Enrique Ayala. Y uno de los más discutidos hasta en la ortografía de su apellido de origen vasco, escrito con "b", aunque el presidente lo escribía con "v" y sus descendientes con "b" o "v". Garcia Moreno dijo que Urvina era un monstruo "que hasta el patíbulo infamara", y el historiador Luis Robalino calificó al régimen urvinista de "terror sin sangre". Urvina dominó el período marcista desde su adhesión al triunvirato de 1845 pese a su condición de gobernador de Flores, hasta su apoyo decisivo al presidente Francisco Robles entre 1856 y 1859.

Su influjo en los años marcistas fue tridimensional; horizontalmente, arbitrando entre la Sierra y la Costa e inclinándose a la Costa sur; verticalmente, con su preocupación por los estratos marginados; transversalmente, posibilitando el que las generaciones herederas de las bases populares chihuahuas de 1834 se formaran en la generación montonera del alfarismo de 1895. El español Gabriel Femández de Urbina y Olarte, ministro tesorero de las Cajas Reales, viudo, escogió por compañera a Rosa Viteri. De esa unión nació Urvina, en Píllaro. Fue bautizado en Quito y no entrado aún en la adolescencia se marchó a Guayaquil donde el general Juan Illingworth lo educó con cariño, pues quedó impresionado por el talento y el ánimo despierto del niño Urvina.

De guardia marina a los 16 años de edad estuvo en el bloqueo de El Callao, último reducto español en América del Sur. A los 20, ya alférez de Navío, combatió, fue herido y alabado en la batalla de Punta Malpelo contra la invasión peruana del mariscal José de La Mar. Unos meses después pasó al Ejército y combatió en Tarqui contra el mismo mariscal. Ascendido a coronel, estuvo en Miñarica junto a Flores y Rocafuerte. Nombrado por éste encargado de Negocios en Bogotá el año 1835, fue cancelado por "malgastador y travieso" como dice el ensayista Wilfrido Loor. Flores comentó con sorna el episodio: "¿De dónde sacará tanto orgullo este mocosillo que tan mal se ha conducido en Bogotá?". Urvina, sin embargo, había impresionado bien en esa fría y culta capital. En el período marcista sucedió a Cucalón como secretario del Gobierno Provisional. Ocupó la presidencia de la Cámara de Representantes en la que apoyó con brío el encargo de la presidencia a Ascásubi en 1849. Murió en Guayaquil a los 83 años de edad. "Ingenio claro y penetrante; palabra segura, pronta y fluida; talento oratorio; alma reposada y flexible; antipático a los hombres de ciencia; nada versado en la Historia ni en Teorías Políticas ni en nada que suponga estudio". Así lo veía el sesudo estadista Benigno Malo.


Presidencia

Llegó al poder mediante un golpe de estado a Diego Noboa. Urvina no pudo convocar enseguida una Asamblea Constituyente para legitimar su poder porque tuvo que combatir una nueva invasión de Flores apoyada por el Perú y los conservadores de casa adentro. Una vez que hubo sofocado este doble peligro con energía, diplomacia, sobornos y el talento militar del general Robles, convocó la Asamblea que, luego de reformar la Constitución, lo eligió presidente por 23 votos contra 12 de Francisco X. Aguirre.

La Asamblea excitó al presidente a expulsar a los jesuitas. Tras alguna vacilación combatida por el ministro de Colombia en Quito, los sacó del país. Salidos los padres jesuitas, Colombia prometió a Ecuador "una paz permanente". Entonces Urvina reclamó a Perú satisfacciones e indemnización por la ayuda prestada a Flores, el invasor, y todo se arregló con un Convenio de Paz. A cuatro días de firmado el Convenio, el Gobierno peruano creaba el departamento de Loreto en la margen izquierda del Amazonas. Ecuador protestó, Perú adujo la Cédula Real de 1802, la Asamblea Constituyente le negó validez y declaró la libre navegación de los afluentes en la margen izquierda del Amazonas. También la Asamblea autorizó que el presidente consolidara los intereses atrasados de la deuda inglesa contraída para financiar las guerras de la Independencia. La deuda subía a 424.000 libras esterlinas; y los intereses, a casi dos millones y medio de libras. La consolidación dejó la deuda en 1'820.000, suma sobre la cual habría que emitir "bonos ecuatorianos de la deuda externa consolidada". El resto de intereses vencidos por 1'480.000 libras se descompuso en un descuento de 400.000 esterlinas concedido por los tenedores ingleses, 516.000 libras traspasadas en bonos a la deuda peruana, como pago por la ayuda ecuatoriana a ese país en la Independencia, y el sobrante de 566.000 esterlinas en certificados agrarios para la concesión de 100.00 cuadras cuadradas de terrenos baldíos a la Ecudor Land Company. Esta negociación fue oficializada en el Convenio Espinel-Mocatta, apellidos del ministro ecuatoriano y del representante de los tenedores de bonos.

Urvina suprimió los impuestos arancelarios a los productos de exportación y eliminó los gravámenes a los bienes de primera necesidad. Creció, pues, la exportación del cacao y de la cascarilla, materia prima de la quinina, único remedio conocido contra el paludismo. Hubo inversión de capitales en estos rubros y tanto la Costa sur como la Sierra sur empezaron a convalecer. También liberalizó la educación superior, privatizó la educación media e impulsó la primaria para lo cual expidió la controvertida Ley de Libertad de Estudios. El Estado respondía solamente por la educación primaria, financiada, además, con lo presupuestado para los colegios secundarios. Urvina estaba convencido de que la educación era la base del progreso y de que había que empezar por la del pueblo pobre. De 10.679 alumnos en 1849,se había bajado a 5.682 en 1854. Gracias a la ley de 1853, los alumnos aumentaron a 11.659 en dos años. Los universitarios podían rendir sus exámenes y grados cuando quisieran, no estaban obligados ni a matricularse ni a asistir a clases y cualquier persona podía establecer libremente centros de enseñanza siempre que no atacara a la religión católica.

En cuanto se proclamó Jefe Supremo, decretó la manumisión de los esclavos y destinó gran parte del presupuesto para indemnizar a los propietarios. Luego de un encendido debate entre los representantes de la Sierra y de la Costa sobre el plazo para ejecutar este decreto, la Asamblea Constituyente se decidió por la manumisión inmediata. Fue un golpe para algunos latifundistas serranos, cuyos libertos emigraron a la Costa. Urvina obtuvo que el Congreso suprimiera las protectoras de indígenas. "Los indios ", argumentó, "c on los ilotas (esclavos) del Ecuador; fecundizan la tierra con su trabajo; erogan gruesas contribuciones para el sostenimiento del culto y aumento de los fondos del erario nacional, y en reciprocidad no obtienen del orden social sino una suma muy limitada de bienes ". Suprimió el cobro anticipado de los tributos a los indígenas y dio a algunas comunidades campesinas la posesión de aguas hasta entonces monopolizadas por los terratenientes. Evocando ante los ojos de los notables el fantasma de un probable estallido social de los oprimidos, les preguntaba: "¿Estará en el corazón de la autoridad el mandar a reprimir a balazos por haber cedido a los consejos de su desesperación?". Ningún presidente ecuatoriano había amenazado así al poder económico y político.

Todas estas medidas requerían el apoyo del pueblo y el sostén de las armas. El pueblo pueblo estaba con él, pero le faltaba organización y presencia ciudadana. Así pues, consolidó el Ejército poniendo los sueldos al día en la medida de lo posible, alfabetizándolo, mejorando el equipo armado y logístico. y usando como fuerza de convicción a los afroecuatorianos libertos los temidos "tauras", a quienes llamaba con finura volteriana sus "canónigos". Con lo más "selecto" de ellos formó su guardia personal. Los "tauras" reprimieron con eficacia a floreanos y golpistas. De allí "el terror sin sangre", porque Urvina "ablandaba" sin llegar al asesinato. De hecho, la Constitución de 1852 había suprimido la pena de muerte por delitos políticos. También trató de secularizar la cultura de la época librándola de la tutela de la Iglesia Católica; a ello apuntaba la Ley de Libertad de Estudios; pero no atacó al clero e incluso incorporó al arzobispo de Quito en el Consejo de Gobierno. Urvina planeaba continuar su obra. Para ello movió los recursos del poder y de su astucia en la elección de sucesor. Urvina, sin embargo, no previó la violencia de la reacción terrateniente que se había fortalecido desde el nacimiento de la República. Según datos consignados por el sociohistoriador Rafael Quintero, las haciendas de la Sierra Norte habían aumentado de 159 en 1830 a 775 hacia 1860, y estaban en manos de las familias principales y de la Iglesia. De este sector, en buena parte, iba a nacer la crisis que cortó la obra del sucesor de Urvina, Francisco Robles, y sumió la Nación en una crisis de muerte.


Véase también

Enlaces externos


Predecesor:
Diego Noboa
Presidente de Ecuador

1852 - 1856
Sucesor:
Francisco Robles