José María Jarabo

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José María Jarabo
Información personal
Nombre en español José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez Morris Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacimiento 28 de abril de 1923
Madrid, España
Fallecimiento 4 de julio de 1959 (36 años)
Madrid, España
Causa de muerte Garrote vil Ver y modificar los datos en Wikidata
Nacionalidad Española
Familia
Hijos José Ronaldo Jarabo
Educación
Educado en Colegio Nuestra Señora del Pilar Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Asesino relámpago Ver y modificar los datos en Wikidata
Información criminal
Cargos criminales Asesinato
Condena 4 penas de muerte

José María Jarabo Pérez-Morris, más conocido como Jarabo (Madrid 28 de abril de 1923 - ibídem, 4 de julio de 1959), fue un criminal español popular en la crónica social de su época por haber asesinado en Madrid entre el 19 y el 21 de julio de 1958 a cuatro personas, una de ellas embarazada, en una vivienda de la calle Lope de Rueda 57, 4º ext. izq. y en una casa de empeño de la calle Alcalde Sainz de Baranda 19, por lo que fue ejecutado a garrote vil un año más tarde.

Biografía

Orígenes

Bautizado como José María Manuel Pablo de la Cruz Jarabo Pérez-Morris, nació en Madrid, en el seno de una adinerada familia formada por José María Jarabo Guinea, abogado, y Teresa Pérez-Moris Cañal (la familia modificó el apellido en Morris). Fue alumno del Colegio Nuestra Señora del Pilar en Madrid. Acabada la guerra, la familia se traslada a Estados Unidos y Puerto Rico, donde José María contrajo matrimonio con Luz Marta Álvarez, matrimonio que acabó pronto en divorcio por la condición moral de Jarabo. Cumplió diversas condenas en EE.UU. y fue expulsado del país. Regresa, con diez millones de pesetas, a España en el año 1950, mientras su familia permanece en Puerto Rico. En tan sólo un año gastó esos millones, una fortuna en la época. Al encontrarse escaso de dinero y con la amenaza familiar de regresar a España (lo que habría acabado con su tren de vida), se dedica a estafar y "sablear" a cuantos puede, fingiendo diversas identidades, empeñando propiedades y diversas alhajas e hipotecando el lujoso chalet familiar de la calle Arturo Soria.

Asesinato de la familia Fernández

En el verano de 1958, una de sus amantes, la ciudadana inglesa Beryl Martin Jones, comenzó a apremiarlo para que le restituyese una joya de brillantes, obsequio de su marido, que le había entregado para que Jarabo la empeñase en la casa Jusfer, propiedad de Emilio Fernández y Félix López Robledo, situada en el 19 de la calle Alcalde Sainz de Baranda. Jarabo declaró que dicha joya le fue entregada, supuestamente, como regalo, y no como prenda de empeño. Sea como fuere, Jarabo obtuvo 4000 pesetas (un importe infinitamente menor del valor real de la joya, unas 50.000 pesetas), así como una carta de la propietaria autorizando la operación, además de detalles personales que ponían de manifiesto la relación adúltera de la señora Jones.

Los prestamistas tomaron la carta como garantía de devolución y exigieron otras 6000 pesetas para devolver la misiva. Sin dinero para recuperar lo empeñado, el 19 de julio de 1958, pasadas las nueve de la noche, Jarabo se dirigió, no a la tienda, como había quedado, sino al domicilio de Emilio Fernández, en la calle Lope de Rueda, 57, 4º exterior izquierda. Al llegar, aprovecha un descuido del sereno para colarse en el portal sin ser visto. Jarabo abre las puertas del ascensor valiéndose de los codos y aprieta el botón del piso al que va con la uña del pulgar derecho para no dejar huellas dactilares, según explicó después a la Policía. Le abre la criada, Paulina Ramos Serrano, de 26 años, que según el relato del fiscal le acompaña hasta donde se encuentra el dueño de la casa. Así lo refleja el episodio de "La huella del crimen" donde se relata el hecho.

Sin embargo, lo más probable es que las cosas sucedieran de otro modo: cuando Jarabo llega al piso, la criada está sola. Pregunta por Emilio Fernández y Paulina le lleva al salón, donde queda a la espera. Al rato, José María Jarabo, que tiene todo decidido, se encamina a la cocina. Convencido de que debe eliminar testigos molestos, golpea a Paulina con una pesada plancha en la cabeza y cuando la muchacha trata de gritar y defenderse, la sujeta por detrás, apretándole fuertemente nariz y boca con la mano izquierda, mientras que con la derecha le parte el corazón, hundiéndole en el pecho el cuchillo que estaba usando Paulina. Traslada el cuerpo de la infortunada joven hasta su cuarto, donde la arroja sobre la cama. Con posterioridad, llega a la vivienda Emilio Fernández, le abraza haciéndose pasar por su mujer, y le dispara en la nuca en el cuarto de baño, disparo que le causa la muerte de forma instantánea.

La esposa, Amparo Alonso, llega a la casa y se encuentra con Jarabo, que se hace pasar por inspector de Hacienda. La simpatía y labia de Jarabo calman a la señora, haciéndole creer que Emilio y Paulina han salido con unos compañeros suyos, también inspectores, para aclarar un asunto de tráfico de objetos robados. Amparo queda muy extrañada, pero el hombre la envuelve en un parloteo que tiene cierta coherencia, hasta que se da cuenta de que su aspecto no se corresponde con lo que estaba hablando. Ella huye por la casa, él la atrapa en su dormitorio y le dispara en la nuca. Esta muerte fue doble al estar Amparo embarazada.

En la vivienda no están ni la carta ni la joya que Jarabo intentaba recuperar. Aun así, se cambió la camisa ensangrentada, preparando la escena y los cadáveres de tal forma que dieran la impresión de un crimen de índole sexual. Jarabo pasó allí la noche durmiendo al estar la puerta del portal cerrada. Al día siguiente por la mañana abandona la casa del crimen y se encamina al popular cine Carretas, un local de sesión continua, y luego pasa la tarde descansando en la pensión donde reside, a la espera del lunes para intentar su última jugada con el socio de Emilio Fernández, Félix López Robledo.

El lunes, 21 de julio de 1958, Jarabo esperó a Félix López Robledo en Jusfer. Usa el llavín de Fernández para colarse en la tienda y esperar a López. Sin darle tiempo a nada, le disparó dos tiros en la nuca, muriendo éste en el acto. Jarabo hace un registro completo sin encontrar la joya ni la carta. Se apoderó de varios efectos y se cambió de traje, pues el suyo está escandalosamente manchado de sangre. A continuación, Jarabo cometió el error de llevar el traje ensangrentado a una tintorería de su confianza, Julcán, en el número 49 de la calle Orense, donde se inventa una pelea con unos norteamericanos "de la base de Torrejón" para justificar la sangre. Se dirigió al bar Chicote y pasó la noche con dos mujeres que conoció allí. La mañana del martes 22 de julio, la policía, advertida por los dueños de la tintorería, lo detuvo en la puerta del establecimiento cuando se disponía a retirar su traje limpio. Otras versiones apuntan a que fue el comisario Viqueira,[1]​ el encargado del caso, quien se puso a rastrillar las tintorerías de la capital, ya que las muertes "dejaban mucha sangre, demasiada", y el asesino podría haber buscado un establecimiento de limpieza.

Se habían descubierto los cadáveres y el propietario de la tintorería había informado a la policía del encargo que le había hecho Jarabo. Sin oponer resistencia fue conducido a la Dirección General de Seguridad, en la Puerta del Sol. Con una sangre fría tremenda pidió que subieran comida para todos desde el restaurante Lhardy, una botella de coñac francés, y consiguió que le dieran una inyección de morfina. Después fue contando los hechos. Manifestó que sentía profundamente la muerte de las dos mujeres, pero no así las de los que le habían chantajeado.

Juicio

El 29 de enero de 1959 se inició el juicio en el Palacio de Justicia de Madrid. La sala se llenó de famosos y conocidos, artistas como Zori o Sara Montiel, algún torero e incluso esposas de altos funcionarios, hambrientos del morbo de una causa célebre, la más importante de la década. Durante los cinco días que duró el juicio, Jarabo estrenó traje cada día, hecho un dandi.

Recibió con cierta frialdad la condena de cuatro penas de muerte. El general Franco firmó el "Enterado" de la ejecución, fijada para el 4 de julio de 1959, con la idea de dar cierta ejemplaridad al asunto. En la calle, sin embargo, se daba por hecho que Jarabo saldría bien librado del juicio. Es probable que si Jarabo no hubiese matado a las dos mujeres (una de ellas embarazada), la condena no habría sido a muerte.

La noche antes de la ejecución la pasó fumando y bebiendo whisky. Se presentó vestido de gala, buscando dar apariencia de firmeza, aunque se vino abajo ante la visión del garrote. Dada su fortaleza física frente a la debilidad del verdugo, Antonio López Sierra, Jarabo tardó unos veinticinco minutos en morir.

En el cementerio de la Almudena se produjeron varios incidentes al correr el rumor de que no había sido ejecutado gracias a sus influencias. Se dice que el comisario, al oír que quien iba en el féretro era un gitano que también estaba condenado a muerte, puso la pistola en la sien del conductor y le obligó a abrir el féretro para desmentir los rumores. Fue inhumado en la sepultura de sus abuelos maternos.

Entre los testigos designados por el ayuntamiento madrileño para presenciar la ejecución estaba el escritor vizcaíno Luis de Castresana, a la sazón vecino de la Villa y Corte.

La historia de Jarabo fue llevada a la pequeña pantalla por Juan Antonio Bardem en la serie "La huella del crimen" y protagonizada por Sancho Gracia, en 1984.

Referencias

  1. Ebc (1 de abril de 2012). «El comisario Viqueira relata como hizo la investigación». Consultado el 20 de diciembre de 2014. 

Enlaces externos