Homosexualidad en el Antiguo Perú

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Cerámica erótica del Museo Larco en Lima.

La prueba de comportamientos homosexuales en el antiguo Perú ha sobrevivido desde la conquista española del Perú en forma de cerámicas o «huacos» eróticos. Dicha alfarería se originó en varias civilizaciones antiguas del Perú, siendo las más famosa de ellas las culturas Moche y Chimú.

Llegada del español y prohibición de la homosexualidad

Una vez que llegaron los españoles, en el siglo XVI, nunca vieron prácticas sexuales de los nativos. El virrey Francisco de Toledo y los sacerdotes se horrorizaron al descubrir que la homosexualidad masculina y femenina era aceptada[1]​ y que la población indígena tampoco prohibía las relaciones sexuales prematrimoniales ni consideraba que la castidad femenina fuera de particular importancia.[2]

Existen testimonios de algunos cronistas de Indias sobre los comportamientos homosexuales entre los incas. Gonzalo Fernández de Oviedo lo comenta en su Historia General y Natural de las Indias, Por su parte, Pedro Cieza de León menciona en varias ocasiones el "pecado nefando de la sodomía" en su obra Crónica del Perú:[1]

Y en estos otros por los tener el demonio más presos en las cadenas de su perdición se tienen ciertamente que en los oráculos y adoratorios donde se daban las respuestas hacía entender que convenía para el servicio suyo que algunos mozos desde su niñez estuviesen en los templos, para que a tiempos y cuando se hiciesen los sacrificios y fiestas solemnes, los señores y otros principales usasen con ellos el maldito pecado de la sodomía.

Esta visión de la sexualidad fue suprimida, aunque la homosexualidad en el Perú fue despenalizada en 1837.[3]

Huacos eróticos

Huaco chimú (1000-1400) representando una escena de coito anal.

Durante un período de 800 años, las culturas andinas centrales precolombinas, especialmente la moche, crearon al menos decenas de miles de cerámicas llamadas huacos que muestran a menudo esqueletos realizando el coito anal lésbico y el coito anal masculino gay.[4]

Muchas de las cerámicas, junto con la mayoría de los íconos indígenas, fueron destruidas. En la década de 1570, el virrey Toledo y sus consejeros clericales se organizaron para eliminar la sodomía, la masturbación y una práctica social común, el servinacuy, que, en términos generales, se traduce del quechua nativo que significa "matrimonio de prueba".[1]​ Como lo describe Terrazos, "No podías hablar de ellos porque eran considerados [pornográficos]". Fueron prohibidos debido al "tabú impuesto por la religión cristiana de que los hombres solo tienen relaciones sexuales para procrear y que las mujeres no experimentan placer sexual".

A pesar de este esfuerzo organizado para destruir estos artefactos, muchos han sobrevivido hasta nuestros días. Durante décadas, las cerámicas eróticas se mantuvieron alejadas del público, a las que solo podía acceder un grupo de élite de científicos sociales peruanos. Ocasionalmente y de mala gana se pusieron a disposición de investigadores extranjeros seleccionados de los Estados Unidos y Europa. El Museo Larco en Lima, Perú, es bien conocido por su galería de cerámica erótica precolombina.

Véase también

Referencias

  1. a b c Fayanas Escuer, Edmundo (6 de marzo de 2017). «La cultura inca y la sexualidad». nuevatribuna.es. Consultado el 7 de enero de 2019. 
  2. «Erotic Ceramics Reveal Dirty Little Secret». Associated Press (Los Angeles: LA Times). Associated Press. 7 de marzo de 2004. Consultado el 1 de diciembre de 2009. 
  3. «Where is it illegal to be gay?». BBC News. Consultado el 23 de febrero de 2014. 
  4. Sex Pots: Eroticism in Ceramics. New Brunswick, New Jersey: Rutgers University Press. 2003. pp. 23-28. ISBN 0-8135-3293-0. Consultado el 1 de diciembre de 2009.