Diferencia entre revisiones de «Sermón»

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Los obispos miraban el ministerio de la predicación como muy propio de su dignidad y en su presencia no solía predicar ningún [[presbítero]]. Estos predicaban en ausencia del obispo en la iglesia metropolitana y comúnmente en las iglesias parroquiales. A veces, varios presbíteros uno después del otro, hacían su exhortación al pueblo después del canto del Evangelio en la misa y finalmente, el obispo. Si el presbítero por poca robustez no podía predicar, el [[diácono]] leía algún sermón u homilía de los [[Santos Padres]]. En casos extraordinarios podía el obispo permitir que algún clérigo de menores o algún seglar de singular fama, virtud y ciencia predicase públicamente en la iglesia con arreglo a lo dispuesto públicamente en el [[concilio IV de Cartago]] pero nunca a las mujeres por santas y doctas que fuesen.
Los obispos miraban el ministerio de la predicación como muy propio de su dignidad y en su presencia no solía predicar ningún [[presbítero]]. Estos predicaban en ausencia del obispo en la iglesia metropolitana y comúnmente en las iglesias parroquiales. A veces, varios presbíteros uno después del otro, hacían su exhortación al pueblo después del canto del Evangelio en la misa y finalmente, el obispo. Si el presbítero por poca robustez no podía predicar, el [[diácono]] leía algún sermón u homilía de los [[Santos Padres]]. En casos extraordinarios podía el obispo permitir que algún clérigo de menores o algún seglar de singular fama, virtud y ciencia predicase públicamente en la iglesia con arreglo a lo dispuesto públicamente en el [[concilio IV de Cartago]] pero nunca a las mujeres por santas y doctas que fuesen.


El predicador solía al comenzAr implorar brevemente el auxilio divino, saludar al pueblo y concluía con la alabanza o invocación a la [[Santísima Trinidad]] y con alguna oración. El predicador solía estar sentado aunque se levantase algunas veces. Los oyentes en algunas provincias estaban sentados y en otras, de pie. A veces, el auditorio interrumpía al orador con aclamaciones cuya costumbre deseaba abolir San Crisóstomo pues como decía [[San Jerónimo]] ''el llanto de los oyentes es elogio del orador sagrado''.
El predicador solía al comenzar implorar brevemente el auxilio divino, saludar al pueblo y concluía con la alabanza o invocación a la [[Santísima Trinidad]] y con alguna oración. El predicador solía estar sentado aunque se levantase algunas veces. Los oyentes en algunas provincias estaban sentados y en otras, de pie. A veces, el auditorio interrumpía al orador con aclamaciones cuya costumbre deseaba abolir San Crisóstomo pues como decía [[San Jerónimo]] ''el llanto de los oyentes es elogio del orador sagrado''.


Los predicadores solían llevar preparado lo que habían de decir mientras que los más ejercitados improvisaban. Algunos notarios copiaban muchas veces los sermones valiéndose para ello de notas o abreviaturas.<ref name=ref_duplicada_1>Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914)</ref>
Los predicadores solían llevar preparado lo que habían de decir mientras que los más ejercitados improvisaban. Algunos notarios copiaban muchas veces los sermones valiéndose para ello de notas o abreviaturas.<ref name=ref_duplicada_1>Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914)</ref>

Revisión del 18:33 10 mar 2010

Sermón de Martín Lutero en Wartburg

Se denomina sermón u homilía al género de la oratoria que consiste en un discurso de tema religioso, por lo general pronunciado durante la misa cristiana. El sermón se pronunciaba, en la primera liturgia cristiana, en latín, pero después, en vista de que el pueblo ya no entendía el latín culto, empezó a pronunciarse en lengua vernácula, mientras que el resto de la liturgia continuaba pronunciándose en latín. Algunos autores piensan que ese fue el origen de cierto transvase de voces, proverbios y cuentecillos cultos a la lengua vulgar, dando origen a buena parte de la literatura folclórica.

El sermón podría ser dogmático, místico, ascético o parenético. Era dogmático si trataba sobre de dogmas; los que explicaban los misterios, eran los sermones místicos; los que trataban sobre las prácticas religiosas, se denominaban ascéticos y los que versaban sobre cuestiones morales, parenéticos. Estos últimos se subdividían a su vez en homilías, pláticas y sermones propiamente dichos. También existe el fervorín (antes de comulgar), la oración fúnebre (glosando las virtudes de un difunto) y el panegírico (en honor de un santo).

La expresión del sermón

En la primitiva Iglesia sólo estaba permitida la predicación de los obispos. San Juan Crisóstomo fue, según la opinión de algunos autores, el primer presbítero que subió a la cátedra del evangelio en Antioquía. Orígenes y San Agustín predicaron igualmente no siendo más que simples sacerdotes, pero estos casos eran raros principalmente, en Occidente.

Los obispos miraban el ministerio de la predicación como muy propio de su dignidad y en su presencia no solía predicar ningún presbítero. Estos predicaban en ausencia del obispo en la iglesia metropolitana y comúnmente en las iglesias parroquiales. A veces, varios presbíteros uno después del otro, hacían su exhortación al pueblo después del canto del Evangelio en la misa y finalmente, el obispo. Si el presbítero por poca robustez no podía predicar, el diácono leía algún sermón u homilía de los Santos Padres. En casos extraordinarios podía el obispo permitir que algún clérigo de menores o algún seglar de singular fama, virtud y ciencia predicase públicamente en la iglesia con arreglo a lo dispuesto públicamente en el concilio IV de Cartago pero nunca a las mujeres por santas y doctas que fuesen.

El predicador solía al comenzar implorar brevemente el auxilio divino, saludar al pueblo y concluía con la alabanza o invocación a la Santísima Trinidad y con alguna oración. El predicador solía estar sentado aunque se levantase algunas veces. Los oyentes en algunas provincias estaban sentados y en otras, de pie. A veces, el auditorio interrumpía al orador con aclamaciones cuya costumbre deseaba abolir San Crisóstomo pues como decía San Jerónimo el llanto de los oyentes es elogio del orador sagrado.

Los predicadores solían llevar preparado lo que habían de decir mientras que los más ejercitados improvisaban. Algunos notarios copiaban muchas veces los sermones valiéndose para ello de notas o abreviaturas.[1]

Historia

El sermón de la montaña

El sermón de la montaña pronunciado por Jesucristo (San mateo, V, VI y VII) puede ser considerado como el sermón más antiguo. Las epístolas de los apóstoles, los escritos de los primeros Padres son por lo menos en cuanto a su objeto verdaderos sermones si bien hasta el siglo IV no nace este género particular de elocuencia que los griegos llamaban homilía.

Los protestantes citan entre sus sermones los de Calvino, Lutero, Melanchton, Schleiermacher, etc.[1]

Véase también

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Referencias

  1. a b Diccionario enciclopédico popular ilustrado Salvat (1906-1914)