Atleta

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Un atleta (del griego antiguo αθλος (athlos), que significaba 'competición') es una persona que posee una capacidad física, fuerza, agilidad y/o resistencia superior a la media, y en consecuencia, es apto para actividades físicas, especialmente para las competitivas.

En palabras más específicas, un atleta es quien practica o practicó el atletismo, o quien por ejemplo participaba en los antiguos Juegos Olímpicos. Una persona que practica actividad física con intensidad 3 o mas veces por semana y que lleva una dieta y estilo de vida acorde para rendir físicamente. [1]

Se pueden considerar muchos factores para elegir al mejor atleta, ya que los cuatro pilares de un atleta son la resistencia, la fuerza, la velocidad y la agilidad, y muchos atletas se destacan en distintas disciplinas (ej. Carl Lewis como velocista y Mariusz Pudzianowski como atleta de fuerza). Especialmente se dedican a competir en distintos deportes.

Historia

Apoxiomenos, estatua romana copia de una griega en bronce

Se llamaban así entre los griegos unos hombres robustos y valerosos que se dedicaban a los ejercicios del cuerpo para disfrutar el premio en la carrera, en la lucha, etc. y también los poetas, historiadores y músicos que combatían públicamente para alcanzar el premio propuesto a los vencedores en aquellos certámenes. En Roma indicaba propiamente los luchadores y aquellos que combatían en el pugilato, puesto que todos los otros atletas tenían nombres particulares.

La institución de los combates atléticos es antiquísima. Se cree que Licaon fue el primero que estableció los de Arcadia, y Hércules aquellos que hicieron célebre a Olimpia. Según el testimonio de Homero parece que antes de la guerra de Troya se celebraron ya para hacer más solemnes los funerales de los grandes hombres. Pero es de creer que entonces no sería una profesión diferente, sino parte de los ejercicios militares como sucedió después un siglo antes de Platón cuando la frecuencia de los mismos juegos y la esperanza del premio y de la fama puso en sumo crédito la gimnástica de los atletas.

En Grecia, los atletas eran de condición libre, al paso que entre los romanos eran esclavos o libertos.

Estos juegos, inventados por el valor y la virtud, degeneraron en vicio y vanidad. El oficial que presidía los ejercicios se llamaba agonistarco, nombre derivado de la voz griega agon, combate o pelea, por lo que se llama agonística -la ciencia de los combates o arte de los atletas y también gimnástica por pelear desnudos.

Preparación

Boxeador en reposo, escultura griega s. III adC

Los atletas observaban un régimen de vida particular. En los primeros tiempos, si creemos a Plinio y a Pausanias, no se mantenían sino de higos secos, nueces y queso tierno. Según Plinio, un famoso maestro de palestra llamado Pitágoras, contemporáneo del filósofo del mismo nombre, fue el primero que les permitió el uso de la carne y el primer atleta que la comió se llamaba Eutímenes. En tiempo de Hipócrates la comían efectivamente, como se deduce de su Epidemia. Sin embargo, no comían indistintamente de cualquiera especie de carne: la más sólida y por consiguiente la más propia para suministrar fuerza y un alimento más nutritivo era preferida a todas las otras. El buey y el tocino condimentados con vinagre, con una especie de pan sin levadura muy pesado, cubierto con queso tierno llamado coliphium, eran sus manjares; y estas carnes eran más bien asadas que hervidas o guisadas, modo de alimentarse llamado por algunos autores gerophagia, esto es, nutrimento seco. Ordinariamente comían los atletas con exceso semejantes alimentos. Galeno cuenta que un atleta creía haber hecho una comida muy frugal cuando no había comido más que dos minas o dos libras de carne y el pan proporcionado. Milon de Crotona apenas estaba saciado con veinte minas de carne, otras tantas de pan y quince pintas de vino.

Sin embargo de estos excesos, los antiguos aplauden en general su templanza:

  • Primero, porque usaban con mucha moderación el vino y las mujeres
  • Segundo, porque preparaban con extrema simplicidad sus alimentos
  • Tercero, porque se abstenían mucho más de ellos al tener que entrar a la liza y porque sufrían con una paciencia constantísima las fatigas y los golpes.
Lanzador de jabalina, s. VI adC

La naturaleza de los ejercicios atléticos, el calor del clima y la estación en que se celebraban aquellos juegos obligaban a los atletas a combatir desnudos. Llevaban no obstante una especie de ceñidor o faja llamada zona, cuyo uso cesó entre los griegos en la Olimpíada XV. con motivo de que habiéndosele caído a un tal Orispo en medio de la palestra y enredádose sus pies con ella cayó y fue vencido.

La desnudez de los atletas facilitaba el uso de las unciones destinadas a comunicar a todas las partes del cuerpo la flexibilidad necesaria. Por lo común se usaba el aceite mezclado con una determinada cantidad de cera y de polvos, con lo que se hacía una especie de ungüento llamado ceroma, nombre que algunas veces se daba también al lugar mismo en que los atletas se untaban llamado eleothesion, alepterion y unctuarium.

Los atletas se hacían untar por los criados de la palestra llamados aliptæ unctores y algunas veces se untaban ellos mismos mutuamente. Después de untados, se cubrían por lo común los atletas con el barro que había en la palestra y con más frecuencia, de arena o de polvo, revolviéndose en él o bien haciéndoselo echar encima. Era esto un preliminar tan esencial a la lucha y al pancracio, que los griegos decían de un atleta, que hubiese llevado el premio sin combatir, que había vencido sin polvo, es decir, sin fatiga y sin pena. Después del certamen los atletas se limpiaban y se ungían de nuevo.

   Danijela Milivojević
   20 hours ago
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Los premios

Entrega de la corona y la palma en la palestra, s. VI adC

Las recompensas de las penosas y terribles fatigas de los atletas eran en un principio las aclamaciones con que los espectadores honraban su victoria, y en seguida los premios, que variaron según los tiempos y lugares. En los juegos llamados tematici o argiriti se proponían por premio diversas cosas que podían cambiarse por dinero y en los nombrados stefaniti no se distribuían más que coronas. Los primeros se daban, según Píndaro en diversos lugares de Grecia, como en Lacedemonia, en Tebas, Argos, etc.; y parece que fueron estos los más antiguos que conocemos, como que con estos se honraron los funerales de Patroclo y de Anquises. Los premios propuestos en semejantes juegos consistían en esclavos, caballos, mulos, bueyes, vasos de bronce con su trípode, en tazas de plata, en vestidos y armas. Había dos o tres premios para cada ejercicio: en Homero se ven cuantos son los combatientes.

Los juegos en los que no se distribuía más que coronas eran los más famosos de Grecia. El agonoteta las distribuía: un heraldo las ponía sobre la cabeza del vencedor en el lugar mismo en que había combatido y algunas veces los mismos vencedores las tomaban del lugar en que estaban colocadas y se las ceñían con su propia mano. Se honraba también a los vencedores con una palma que llevaban en la mano izquierda y era este un segundo premio que se daba en todos los juegos de la Grecia.

Después de que un atleta vencedor había recibido la corona y la palma y que se hallaba revestido con una ropa cubierta de flores, era conducido por un heraldo por todo el estadio y se proclamaba en alta voz su nombre y su patria en medio de los aplausos de los espectadores, los cuales se esmeraban en victorearle y en hacerle regalos.

La ceremonia del triunfo enético terminaba siempre con banquetes. Eran estos de dos especies:

  • los unos, se hacían a expensas del público. Estaban en uso en Olimpia, en donde los atletas vencedores eran mantenidos en el Pritaneo todo el tiempo que duraban los juegos olímpicos;
  • los otros, a expensas de los particulares. Eran costeados por los amigos del vencedor. Los atletas generosos y de distinción regalaban también a sus parientes y amigos y algunas veces, a muchos de los espectadores. Alcibiades y Leofron dieron un convite a toda la asamblea.

El primero y principal cuidado de los atletas después de la victoria era de dar gracias a los dioses y cumplir los votos hechos a los mismos para obtenerla, consagrando en sus templos estatuas, escudos y otras ofrendas de valor.

Privilegios

Escena de lucha, cerámca de 470 adC.

Gozaban los atletas vencedores de grandes privilegios:

  1. presidían los juegos públicos
  2. entre los espartanos combatían al lado del rey en las expediciones militares
  3. eran alimentados durante su vida a expensas de la patria: Solon había asignado 500 dracmas de pensión a cada atleta vencedor
  4. estaban exentos de todos los cargos y funciones civiles
  5. se anotaban sus nombres en los archivos públicos y se distinguían las olimpíadas con el nombre de los vencedores: los poetas componían versos en su loor, se les erigían estatuas y se grababan inscripciones para eternizar la memoria de su victoria
  6. finalmente, se les prodigaban los honores divinos: a pesar de los esfuerzos que hacían los elanódicos para reprimir estos excesos.

El primer elemplo de estos abusos fue el de Filipo Crotoniato vencedor en los juegos olímpicos, el cual era el hombre más hermoso y bien formado de su tiempo. Los egestianos le elevaron después de su muerte, según el testimonio de Heródoto, un soberbio monumento y le hicieron sacrificios como a un héroe. El segundo ejemplo fue el de Eutimio de Locrion atleta célebre en el pugilato, el cual recibió en vida los honores divinos por orden del oráculo. El tercero es el de Teagenes, adorado después de su muerte por los tasios sus compatriotas y por otros pueblos griegos y bárbaros.

No eran solamente los hombres adultos los que entraban en la liza: en la olimpiada 37 se establecieron en Olimpia varios premios por la corrida y por la lucha de jóvenes adetas.

En estos juegos o combates estaba privado el que asistiesen las mujeres. Calipatua madre de Posidonio coronado vanas veces en los juegos olímpicos, queriendo conducir ella misma a su hijo, se disfrazó de maestro de los ejercicios del juego. El joven fue vencedor también y la madre arrebatada de gozo saltó la barrera y tirándose al cuello de su hijo dio a conocer su sexo por la violencia de sus transportes. Los jueces disculparon un exceso del amor maternal y la perdonaron; pero dispusieron que de allí en adelante los maestros de los atletas debían presentarse enteramente desnudos, lo mismo que estos, según dice Pausanias.

Atletas en la Antigua Roma

Silla fue el que trasportó de Grecia a Roma los atletas y todos los ejercicios atléticos, con el objeto de que el pueblo romano descansase o se distrajese de las grandes fatigas que había tenido que sufrir durante las guerras civiles y en la de Mitridates.

En un principio combatían estos en el gran circo y de aquí eran conducidos con mucha pompa al Capitolio atravesando el foro: pero habiéndose multiplicado los ejercicios, se fabricaron anfiteatros particulares o gimnasios destinados solamente a los ejercicios de los atletas.

Los romanos igualmente que los griegos erigieron estatuas a los atletas célebres, algunas de las cuales han llegado hasta nosotros.[2]

Referencias