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Arqueoastronomía

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Reloj solar en Machu Picchu.

La arqueoastronomía es el estudio de yacimientos arqueológicos relacionados con el estudio de la astronomía por culturas antiguas. También estudia el grado de conocimientos astronómicos poseído y los instrumentos utilizados por los diferentes pueblos antiguos. Uno de los aspectos de esta disciplina es el estudio del registro histórico de conocimientos astronómicos anterior al desarrollo de la moderna astronomía.

Estudios realizados

Stonehenge.

Un ejemplo de este tipo de estudios se encuentran en el extenso registro producido por la antigua astronomía china en busca de referencias a «estrellas invitadas», objetos o estrellas observados por los antiguos astrónomos chinos y registrados como objetos pasajeros. Algunos de ellos eran cometas mientras que otros constituyen supernovas cercanas cuya aparición en tiempos históricos permite estudiar en detalle la evolución temporal de estos fenómenos.

Otro tipo de estudios de carácter más cultural estudia los alineamientos de construcciones y monumentos antiguos de acuerdo con las posiciones del Sol y la Luna. Existen numerosas afirmaciones sobre la naturaleza del monumento megalítico de Stonehenge como representante de un «antiguo observatorio». Éste y muchos otros monumentos antiguos poseen alineamientos que parecen significativos en los puntos del solsticio y equinoccio.

En los años sesenta, Alexander Thom realizó un exhaustivo catálogo de monumentos megalíticos en Gran Bretaña. Como resultado de sus investigaciones sugirió que dichos monumentos constituían una indicación para la elaboración de un antiguo calendario.

En Mesoamérica, también ha sido común los estudios arqueoastronómicos, especialmente aquellos dedicados hacia las salidas y puestas de los astros (pricipalmente el sol) no sólo hacia puntos con una importancia astronómica a simple vista como los equinoccios, solsticios o pasos del sol por el cenit del lugar, sino hacia fechas con especial significado en los calendarios y rituales de cada grupo que perteneció a ésta vasta región del continente americano. Hoy en día, los principales promotores de dichos estudios en áreas de Mesoamérica son principalmente investigadores tales como Anthony Aveni, Jesús Galindo, Stanislaw Iwaniszewski, Ivan Sprajc, Arturo Montero, Ruben Morante y Orlando Casares

Escuelas arqueoastronómicas

Para deducir su grado de inteligencia, nuestros ancestros han dejado la huella de sus conocimientos astronómicos.

Se funda su basamento, en el hecho de que desde inicios de la cultura humana, los humanos hicieron observaciones meticulosas de fenómenos (clima) a la par que observaciones muy precisas y sistemáticas de los ocasos y ortos, vespertinos y matutinos de las constelaciones (movimiento cíclico de los astros a lo largo del año). Con esos dos grupos de observaciones definieron una relación. Y en esta relación «científica» mostraron la regularidad de los fenómenos cíclicos asociados a precisas situaciones de constelaciones a lo largo del año, que también eran cíclicos.

O sea que nuestros ancestros descubrieron una regularidad de los fenómenos en coincidencia con la regularidad en los movimientos de los astros: estrellas reunidos en constelaciones que aparecían en el cielo mirando al norte, tras el ocaso del sol, o en los «grupos estelares» que aparecían antes del amanecer / antes de la salida del astro sol (ortos helíacos), sin fijarse apenas en la posición de los grandes astros: el sol, la luna, o los planetas. Y con esos dos grupos de observaciones definieron una relación «científica», unas reglas de las que podían sacar inferencias inductivas del clima esperado con cierto grado de probabilidad con determinadas constelaciones vespertinas o matutinas en determinados días del año (los 22 días de fiestas).

Gracias a esta observación astronómica conocían el «tiempo atmosférico asociado a constelaciones». De forma que con ello «adivinaban» cuándo, por ejemplo, era el tiempo más adecuado para sembrar para que germinara las semillas, porque en tal momento sabían que iba a llover; o «adivinaban» cuándo era el momento mejor para la recolección de los frutos porque sabían cuándo iba o no a hacer calor que haría o no madurar los frutos; o «adivinaban» si era el momento para viajar, porque sabían que iba o no a haber tormentas o tempestades, etc.

Y este conocimiento lo codificaron en un lenguaje metafórico y con una explicación religiosa. Por eso a la vez celebraban determinados rituales durante los 22 días de fiestas del año, para convencer a la Madre Naturaleza que cumpliera con su responsabilidad y enviase el fenómeno esperado en ese momento del año. O sea que el fundamento de sus mitos, rituales,... era de alguna manera «científico», pero tenían la finalidad de pedir a la Divinidad que asegurara de manera «mágica» el alimento y la supervivencia, de acuerdo con el período del año (clima) en los que se encontraban (no pedían que los defendiera de la helada en verano, sino cuando el calendario lo indicaba).

Véase también

Referencias

Enlaces externos