Alberto Ulloa Cisneros

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Alberto Ulloa Cisneros

Alberto Ulloa Cisneros.
Información personal
Nacimiento 15 de mayo de 1862
Lima, Perú Perú
Fallecimiento 13 de febrero de 1919
(56 años)
Lima, Perú Perú
Nacionalidad Peruano
Familia
Padres José Casimiro Ulloa Bucelo
Catalina Cisneros
Cónyuge Octavia Sotomayor Vigil
Hijos Octavia Ulloa Sotomayor y Alberto Ulloa Sotomayor
Educación
Educado en Universidad Nacional Mayor de San Marcos Ver y modificar los datos en Wikidata
Información profesional
Ocupación Periodista, diplomático y político
Cargos ocupados Diputado de Perú Ver y modificar los datos en Wikidata

Alberto Ulloa Cisneros (Lima, 15 de mayo de 1862 – Lima, 13 de febrero de 1919), fue un periodista, diplomático y político peruano. Secretario de la legación en Ecuador (1887-91), ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay (1893-94), y luego en Colombia (1900-02). Auspició en 1896 la creación del Archivo de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores del Perú. Director del diario El Tiempo que luego se fusionó con La Prensa de Lima; dirigió este último entre 1905 y 1915, destacando por sus combativos y fogosos editoriales contra los gobiernos de turno. Fue finalmente parlamentario en el Congreso de la República del Perú entre 1913 y 1918.

Perteneciente a una gloriosa estirpe de intelectuales limeños, fue hijo de José Casimiro Ulloa Bucelo, padre de Alberto Ulloa Sotomayor y abuelo de Manuel Ulloa Elías.

Primeros años

Sus padres fueron José Casimiro Ulloa Bucelo, médico y periodista, y Catalina Cisneros, hermana del poeta Luis Benjamín Cisneros y del orador Luciano Benjamín Cisneros.

Estudió en el Colegio Peruano dirigido por Melchor T. García, para pasar luego a la Facultad de Letras de la Universidad de San Marcos (1878), donde solo estuvo un año, pues se incorporó al ejército al estallar la guerra con Chile en 1879. Actuó primero como secretario de su padre, que era cirujano en jefe de las tropas encargadas de la defensa de Lima. Luego, con el grado temporal de capitán pasó a integrar el Estado Mayor del dictador Nicolás de Piérola. Peleó en las batallas de San Juan (13 de enero de 1881) y Miraflores (15 de enero del mismo año) y se dice que fue camarada de armas de Augusto B. Leguía, quien años después llegaría a ser presidente. Sus impresiones de aquellos días los volcó en el folleto titulado “Lo que yo vi”.

Al ser ocupada la ciudad de Lima por los chilenos, marchó con Piérola hacia el interior del país. Finalizada la guerra y en medio de la pobreza general, trabajó en la agricultura en Yungay y en Palpa. Se dedicó en la compra y venta de vinos y aguardientes.

Cuando el presidente Miguel Iglesias desterró a su padre, regresó a Lima y tomó parte en la revolución del general Andrés A. Cáceres contra dicho gobierno (1885). Se posesionó de la torre de la Iglesia de San Francisco en Lima, junto con un grupo de jóvenes. La revolución triunfó y Cáceres subió a la presidencia.

Labor en la Cancillería

Ingresó al servicio diplomático, iniciándose como Secretario de segunda clase de la legación acreditada ante el gobierno de Ecuador (1887-1891), de la que fue enseguida encargado de negocios, por ausencia del titular. Luego fue elevado a Oficial Mayor del Ministerio de Relaciones Exteriores (1892, y nuevamente de 1898 a 1901); y pasó a ejercer como ministro plenipotenciario en Argentina y Uruguay (de 9 de febrero de 1893 a 7 de agosto de 1894).

Gracias a su iniciativa y constancia se creó en 1896 el Archivo de Límites del Ministerio de Relaciones Exteriores, confiándosele su dirección. Así se inició la organización documental de la defensa peruana en las cuestiones territoriales y de límites, de suma importancia en una época en que el Perú empezaba a tener problemas con sus vecinos, azuzados por la perfidia de Chile. Con Carlos A. Romero inició la edición de la Revista de Archivos y Bibliotecas Nacionales, de 1898 a 1900, que publicó documentación muy valiosa.

De 3 de noviembre de 1900 a 10 de junio de 1902 fue ministro plenipotenciario en Colombia. Su labor en Bogotá fue notable. Uno de sus aspectos fue el descubrimiento y la publicación de los protocolos secretos chilenos-colombianos Herbozo-Abadía Méndez (suscritos el 27 de septiembre de 1901), que demostraron las maquinaciones chilenas de urdir una alianza con uno o dos vecinos septentrionales del Perú, palmariamente dirigidas contra este país, en momentos en que se agravaba el litigio peruano-chileno a raíz del incumplimiento del plebiscito de Tacna y Arica. Ulloa consiguió el texto de esos protocolos, pagando con su propio dinero. Pero la cancillería peruana terminó por restar importancia al asunto y Ulloa renunció a su cargo, pasando a Europa, donde publicó los documentos en el diario The Sun de Londres, en octubre de 1902. Descubierta las negociaciones chilenas-colombianas, estas se frustraron. Posteriormente Ulloa publicó el libro La opinión colombiana y la cuestión de Tacna y Arica (Lima, 1905) en el que recogió el testimonio de destacadas personalidades colombianas sobre el litigio con Chile.

Director de La Prensa

Tras su estadía en Europa, Ulloa volvió a Lima e inició su carrera de periodista. Asumió la dirección de El Tiempo, diario del que era propietario asociado desde 1898. Entre los artículos que publicó allí, entre los años 1903 y 1905, destacan las “Reflexiones de un cualquier”, bajo el seudónimo de “J. I.”, cuyo secreto guardó celosamente.

En 1905 la empresa propietaria de El Tiempo se fusionó con la de La Prensa (diario éste fundado dos años atrás por Pedro de Osma y Pardo, para ser el vocero del pierolismo). El Tiempo cesó de aparecer y continuó La Prensa cuya dirección ejerció Ulloa hasta 1915, lapso en el cual escribió uno o más artículos diariamente, casi siempre editoriales, pero también otro tipo de contribuciones. Asimismo, modernizó el diario, adquiriendo una máquina rotativa y una linotipia, y brindó acogida a una brillante promoción de escritores y periodistas, como Enrique Castro Oyanguren, Luis Fernán Cisneros, José María de la Jara y Ureta, Leonidas Yerovi, y posteriormente, Abraham Valdelomar, José Carlos Mariátegui, Julio Málaga Grenet.

Como partidario y admirador de Piérola, Ulloa atacó duramente a los gobiernos civilistas de José Pardo y Barreda (1904-1908) y de Augusto B. Leguía (1908-1912). En mayo de 1908 se comprometió en la revolución de Augusto Durand, por lo que sufrió prisión, mientras que su diario fue cerrado. Tras su liberación volvió a su labor periodística, pero nuevamente fue encarcelado, a raíz de la intentona golpista del 29 de mayo de 1909 contra el presidente Leguía, siendo enjuiciado por tenencia ilegal de armas. Tras un año de encierro fue puesto en libertad, prosiguiendo con imperturbable calma y valentía su campaña contra el régimen. Al finalizar el gobierno de Leguía, despidió a este presidente con palabras muy subidas de tono que publicó en la editorial de su diario.

En 1912 ejerció gran influencia para el surgimiento de la ola popular que elevó a la presidencia a Guillermo Billinghurst. Pero acabó por distanciarse de dicho gobernante y fue uno de los instigadores de la revolución que lo derrocó el 4 de febrero de 1914. Un día antes, el gobierno había clausurado La Prensa, tras la publicación de su famoso artículo titulado “Dos palabras”. El diario pasó luego a ser vocero del Partido Liberal de Augusto Durand.

Orador parlamentario

En 1915 Ulloa partió al destierro, tras abandonar definitivamente la dirección de La Prensa, cuyas acciones vendió a Augusto Durand. De retorno al Perú, incursionó esporádicamente en el periodismo, pero siguió interviniendo en la política, esta vez como diputado por la provincia de Yauyos en el Congreso de la República (de 1913 a 1918). Como parlamentario mostró la misma independencia como en sus tiempos de periodista. Fue también autor de notables discursos, demostrando sus conocimientos de los problemas del Perú y su visión de estadista.

Falleció en Lima, el 13 de febrero de 1919.

Obras

Sus publicaciones fueron parcialmente compiladas y editadas por su hijo, Alberto Ulloa Sotomayor, en Reflexiones de un cualquiera (1945) y Escritos históricos (1946).

Semblanza

“Periodista y maestro de periodistas, entendió su función como faena de combate, como cátedra de orientación de la opinión pública, como tribuna de fiscalización de la vida política, como sacerdocio cívico. Recio, intransigente, fervoroso, llevó a su prosa antipatías y afectos, idealismos y pasiones que fueron profundos y a veces arrebatadores pero siempre sinceros. Su estilo fue sencillo y directo. Las palabras salían en él eficaces y exactas como una voz clara y fuerte. No eran ampulosas ni triviales. Los párrafos parece que están compuestos de un solo bloque, con pasmosa facilidad, sin haber sido corregidos. No se percibe el jadear de los gañanes de la pluma, ni el desaliño de los irreflexivos, ni el colorete con que adornan sus frases los petimetres idiomáticos. De pronto una cita o una referencia histórica ponía un fulgor de oro viejo en medio de los oropeles del carnaval criollo, delatándolo. Siempre estuvo lejos del chiste que suele ser un parapeto de los frívolos o de los mezquinos. Supo producir, en cambio, el golpe del sarcasmo, la emoción del contraste, el vigor del claroscuro al reflejar la amargura del anhelo frente a la realidad, de la esperanza chocando con la desilusión. A veces se empinó sobre el momento fugaz y esbozó normas de orientación permanente. El periodista superó lo periodístico, se trocó en publicista y hasta en hombre de Estado. Se puede no estar de acuerdo con él en algunas cosas, quizás en todo o casi todo, pero no se puede negar que buscó afanosamente lo noble, lo justo, lo verdadero. El mismo escribió alguna vez: "Vivo identificado con el medio en que me hallo, pero libre el espíritu de viles ataduras, no pago a la relatividad de la moral de estos tiempos el tributo que pagan los otros. Vivo animado del afán de decir la verdad, educado en su seno, habituado a quererla, corriendo en su busca, embriagado en su huella, como el sabueso que rastrea al ciervo fugitivo y ligero". Su propósito fue convertirse en invisible abogado del pueblo. No tuvo miedo: la polémica era para él una fiesta, le hacía circular mejor la sangre.”
Jorge Basadre: Historia de la República del Perú. 1822 - 1933

Bibliografía

  • Basadre, Jorge: Historia de la República del Perú. 1822 - 1933, Octava Edición, corregida y aumentada. Tomos 14, págs. 3454-3458. Editada por el Diario "La República" de Lima y la Universidad "Ricardo Palma". Impreso en Santiago de Chile, 1998.
  • Chirinos Soto, Enrique: Historia de la República / 1930 -1985. Tomo II. Desde Sánchez Cerro hasta Alan García. Lima, AFA Editores, 1985.
  • Tauro del Pino, Alberto: Enciclopedia Ilustrada del Perú. Tercera Edición. Tomo 16. TAB/UYU. Lima, PEISA, 2001. ISBN 9972-40-165-0