Diferencia entre revisiones de «Delincuencia juvenil»

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(La delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo desde el siglo pasado, la delincuencia juvenil es uno de los problemas criminológicos que crece cada día más, no solo en nuestro país, sino también en el mundo entero; es una de las acciones socialmente negativas que va a lo contrario fijado por la ley y a las buenas costumbres creadas y aceptadas por la sociedad)
(La delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo desde el siglo pasado, la delincuencia juvenil es uno de los problemas criminológicos que crece cada día más, no solo en nuestro país, sino también en el mundo entero; es una de las acciones socialmente negativas que va a lo contrario fijado por la ley y a las buenas costumbres creadas y aceptadas por la sociedad)

Revisión del 19:10 23 oct 2017

La delincuencia juvenil hace referencia a los delitos cometidos por frunzir las nalgas menores de edad. La mayoría de los sistemas jurídicos, al abordar tales conductas, utilizan órganos judiciales como los tribunales de menores, prevén determinadas especialidades procesales para su enjuiciamiento y cuentan con medios coercitivos específicos para su represión, como los centros juveniles de detención.

(La delincuencia juvenil es un fenómeno muy representativo desde el siglo pasado, la delincuencia juvenil es uno de los problemas criminológicos que crece cada día más, no solo en nuestro país, sino también en el mundo entero; es una de las acciones socialmente negativas que va a lo contrario fijado por la ley y a las buenas costumbres creadas y aceptadas por la sociedad)

Los delitos juveniles suelen recibir gran atención de los medios de comunicación y políticos. Esto es así porque el nivel y los tipos de crímenes juveniles pueden ser utilizados por los analistas y los medios como un indicador del estado general de la moral y el orden público en un país y, en consecuencia, pueden ser fuente de alarma y de pánico moral.

Como la mayoría de los tipos de delitos, los crímenes cometidos por jóvenes se han incrementado desde mediados del siglo XX. Existen múltiples teorías sobre las causas de los crímenes juveniles, considerados especialmente importantes dentro de la criminología. Esto es así, porque el número de crímenes cometidos crece enormemente entre los quince y los veinticinco años. En segundo lugar, cualquier teoría sobre las causas de la delincuencia deberá considerar los crímenes juveniles, ya que los criminales adultos probablemente habrán tenido un comienzo en la delincuencia cuando eran jóvenes.

Por otra parte, otro posible origen de la delincuencia juvenil son problemas como la esquizofrenia, trastornos conductistas/mentales, estrés postraumático, trastorno de conducta o trastorno bipolar.

Teorías de la delincuencia juvenil

Teoría de la elección racional

La criminología clásica considera que las causas del crimen tienen principalmente su origen en el propio delincuente, más que en su entorno externo. Para los clasicistas, lo que motiva a los delincuentes es el propio interés racional, y se remarca la importancia de la decisión libre y de la responsabilidad personal. La teoría de la elección racional es el ejemplo más claro de este planteamiento.

Teoría social de la desorganización

Los planteamientos positivistas actuales generalmente se centran en la cultura, lo que produciría la ruptura de las relaciones de familia y con la comunidad, de los valores y con un mayor individualismo. Estudios demuestran que solamente un 16 por ciento de los niños harán algo malo, al contrario que un 26 por ciento de los adultos hará algo ilegal.

Teoría de la tensión

La teoría de la tensión se asocia principalmente al trabajo de Robert Merton. Merton creía que en la sociedad hay trayectorias institucionalizadas hacia el éxito. La teoría de la tensión sostiene que el crimen es causado por la dificultad que tienen los que viven en pobreza para alcanzar por medios legítimos metas socialmente valoradas. Para aquellos que, por ejemplo, no consiguen logros educativos es más difícil alcanzar la riqueza y el estatus social asegurado por un empleo bien pagado, y por tanto, es más probable que utilicen medios criminales para obtener estas metas. Merton sugiere cinco adaptaciones a este dilema:

  1. Innovación: individuos que aceptan metas socialmente aprobadas, pero no necesariamente los medios socialmente aprobados.
  2. Retirada: los que rechazan metas socialmente aprobadas y los medios para adquirirlos.
  3. Ritualismo: los que compran en un sistema de medios socialmente aprobados, pero pierden de vista las metas. Merton creía que los consumidores de droga están en esta categoría.
  4. Conformidad: los que se ajustan a los medios y a las metas del sistema.
  5. Rebelión: gente que niega metas y medios socialmente aprobados creando un nuevo sistema de metas y de medios aceptables.

Una dificultad con la teoría de la tensión es que no explica por qué los niños de familias con ingresos bajos tendrían un mal desempeño educativo en un primer momento. Indicar el hecho de que mucho crimen juvenil no tiene una motivación económica. La teoría de la tensión no logra explicar el delito violento, el tipo de crimen juvenil que causa la mayor ansiedad al público.

Teoría de subculturas

Se relaciona con la teoría de la tensión. La dificultad de la juventud para alcanzar objetivos y un status socialmente reconocido produce grupos de gente joven que forman subculturas delincuentes y desviadas del buen camino, que tienen sus propios valores y normas. Dentro de estos grupos el comportamiento criminal puede ser valorado realmente, aumentando el estatus de un joven. La noción de subculturas delincuentes es relevante para los crímenes que no están motivados económicamente. Los miembros masculinos de las bandas pueden discutir para tener sus propios valores, tales como respeto por la habilidad para luchar y por el atrevimiento. Sin embargo no está claro por qué los hace diferentes de los jóvenes normales "no-violadores de la ley". Además no hay una explicación de porqué la gente incapaz de alcanzar metas socialmente reconocidas debe elegir necesariamente sustitutos criminales. Las teorías de subculturas también han sido criticadas por haber mantenido una distinción demasiado grande entre lo que es "normal" y lo que es un comportamiento "desviado". Hay también dudas sobre si la gente joven rechaza conscientemente los valores generalmente aceptados.

Teoría de asociación diferenciada

La teoría de la asociación diferenciada trata de los jóvenes en un contexto de grupo, y mira cómo la presión de los compañeros y la existencia de bandas puede conducir al crimen. Sugiere que los jóvenes son impulsados a cometer crímenes por compañeros delincuentes, de los que aprenden destrezas criminales.

Teoría del etiquetado

La teoría del etiquetado indica que una vez que han etiquetado a la gente joven como criminal, es más probable que delinca. La idea es que una vez que se ha etiquetado a un joven como diferente, este puede aceptar el papel y es más probable unirse a otros que han sido etiquetados del mismo modo. Los teóricos del etiquetado dice que existe una mayor probabilidad que los niños masculinos de familias pobres sean etiquetados como diferentes, y esto se puede explicar parcialmente porqué existen más delincuentes masculinos jóvenes de clase baja.

Perspectivas psicológicas de la delincuencia juvenil

Teoría del aprendizaje social

Ronald Akers postula, desde el aprendizaje social, una teoría para explicar las conductas delictivas. Supera la teoría de Bandura (condicionamiento vicario), la teoría de Skinner (condicionamiento operante) y la teoría de la asociación diferencial de Sutherland: «La conducta antisocial se desarrolla sobre la base de una serie de procesos que incluyen el modelado o imitación de la conducta de otros, el refuerzo diferencial, y la evaluación que realizan los otros significativos de las conductas como buenas o malas».[1]​ Son importantes los grupos del entorno por la significación que pueden adquirir para el individuo (grupos de pares o familia). Los grupos no solo son modelos de conducta sino además de catalogación y establecimiento de normas y valores. La conducta como producto final es el resultado de que se han encontrado más refuerzos que castigos al producirla comparada a su vez con otras conductas.

Teoría ecológica

Belsky, en 1980, aplicó y adaptó el modelo ecológico de Bronfenbrenner para estudiar el abuso infantil. Dentro del nivel microsistema ubicó a la familia; en el exosistema al vecindario, el trabajo, y las relaciones informales; finalmente, en el macrosistema, a los valores culturales y los sistemas de creencias. El modelo de estudio fue tomado por investigadores para aplicarlo a la realidad delincuencial juvenil mexicana. Se demostró que el contexto cultural sí afectaba la forma en la que los jóvenes se relacionaban entre sí dentro de sus vecindarios y sus escuelas. Las relaciones vecinales también influían en sus relaciones familiares que, a su vez, afectaban en la conducta delictiva del menor. Se encontró que la cultura y subcultura, los factores familiares y el grado de integración en la sociedad eran variables significativas para explicar el desarrollo de las conductas desviadas en los jóvenes adolescentes.[2]​ También se aplicó el modelo de investigación de Belsky en un estudio correlacional en el Perú. Se quería comprobar si los adolescentes que presentaban disfunciones a nivel, micro, exo y macrosistema desarrollarían una conducta antisocial y delictiva. Las conclusiones de los resultados mostraron que, a nivel del microsistema, la variable “abandono familiar de los padres” era un factor de riesgo para el origen de conductas desviadas. En cuanto al exosistema, se encontró que las variables “escuela” y “ambiente de barrio” desfavorables podían generar las mismas conductas, tales como robos y formación de pandillas delictivas. Finalmente, en el nivel macrosistema, se encontró que a mayores creencias y valores distorsionados respecto a la violencia y la ley existen más posibilidades de que se desarrollen conductas delictivas.[3]​ La Organización Mundial de la Salud, en su Informe Mundial sobre la violencia y la salud de 2002, utilizó el modelo ecológico para estudiar la naturaleza multifacética de la violencia.[3]

Factores de riesgo

Sin perder generalidad, considerando el caso de las bandas en Estados Unidos,[4]​ los expertos han identificado un gran número de factores de riesgo que estadísticamente aparecen vinculados a la adhesión a pandillas y actividades delictivas. Estos factores de riesgo abarcan las diferentes dimensiones de la vida de un joven y por lo general se agrupan en cinco categorías (dominios del desarrollo social):

  • Individuo.- Sus formas de ocio (TV, videojuegos, Internet) pueden fomentar la violencia y la agresividad, la incomunicación y la pérdida de relaciones sociales. El consumismo o la diversión van desplazando al esfuerzo.
  • Familia.- Las normas de disciplina y la relación con los padres juegan un papel vital en el comportamiento social (en este caso, antisocial) del menor. Tan perjudicial puede ser una actitud demasiado laxa y falta de interés de los progenitores como una actitud autoritaria que merme la comunicación.[5]
  • Escuela.- El bajo rendimiento y el fracaso escolar favorecen la delincuencia. La colaboración entre el centro y los progenitores es básica.
  • Amistades.- El contacto con “malas influencias” aumenta el riesgo, aunque el menor proceda de un ambiente socializado. Los jóvenes tienden a imitar las conductas más cercanas.
  • Vecindario ó comunidad.- Víctimas de la discriminación social y excluidos de las decisiones importantes, muchos jóvenes carecen de planes o proyectos de vida, y son considerados incapaces de adaptarse al medio social, por lo cual toman la delincuencia como alternativa de supervivencia. El fácil acceso a las drogas, la falta de oportunidades de empleo, salud, educación y espacios para la cultura y el deporte. (Howell y Griffiths, 2016).[6]

Es importante destacar, sin embargo, que estos estudios han demostrado que no hay un único factor de riesgo responsable; más bien, es la acumulación de múltiples factores de riesgo a través de múltiples categorías los que aumentan en gran medida la probabilidad de actividades delictivas. Por lo tanto, la delincuencia no es atribuible a un solo factor de riesgo, ya que algunos jóvenes expuestos al factor de riesgo no lo cumplen y otros jóvenes sin el factor de riesgo si se ven inmersos en estos comportamientos.

La delincuencia juvenil es un comportamiento precursor de la pertenencia a pandillas. Dicho de otro modo, prácticamente todos los jóvenes que se unen a una pandilla evidencian haber participado en actos delictivos con anterioridad. Los estudios también muestran que los antecedentes de la participación en pandillas empiezan a entrar en juego mucho antes de llegar a la edad típica para unirse a una pandilla. Para los jóvenes de mayor riesgo, un patrón clave que se repite parece comenzar en edades de 3-4 años, con la aparición de problemas de conducta, seguido por el fracaso en la escuela primaria a edades de 6-12 años; el inicio en la delincuencia en torno a 12 años de edad; unión a pandillas en torno a las edades de 13-15; y delincuencia crónica, seria y violenta, en adelante desde mediados de la adolescencia (Howell y Egley, 2005).[7]

Trastornos mentales

Los trastornos de conducta normalmente se desarrollan en la niñez y se manifiestan generalmente durante la vida adolescente. (Holmes y otros: 2001 p.183) Un cierto comportamiento juvenil se atribuye al trastorno diagnosticable conocido como trastorno de conducta. De acuerdo con el DSM-IV-TR códigos 312.xx (donde xx varía de acuerdo con el subtipo específico) los adolescentes que tienen trastornos de conducta también muestran una carencia de empatía y una despreocupación por las normas sociales. El DSM es el Manual diagnóstico y estadístico de los trastornos mentales publicado por la Asociación Psiquiátrica Americana y referenciado a menudo por Psiquiatras para diagnosticar trastornos mentales. Los delincuentes juveniles que reinciden en el sistema de justicia penal a veces se les diagnostica trastornos de conducta porque muestran una indiferencia continuada sobre su seguridad y la de otros y de sus pertenencias.

Una vez que el joven continúa teniendo los mismos patrones de comportamiento y llega a los dieciocho, entonces está en peligro de diagnóstico con un trastorno antisocial de la personalidad y es mucho más propenso a convertirse en un criminal serio .[8]​Uno de los elementos principales usado en el diagnóstico de un adulto con Trastorno antisocial de la personalidad consiste en presentar un historial documentado de trastorno de conducta antes de los 15 años. Estos dos trastornos de personalidad son análogos en su comportamiento errático y agresivo.

Esta es la razón por la que delincuentes juveniles habituales diagnosticados con trastorno de conducta es probable que muestren signos de Trastorno antisocial de la personalidad en la madurez. Una vez que los adolescentes alcazan la madurez, su comportamiento social inaceptable se ha convertido en un estilo de vida y se convierten en criminales de carrera.

Los criminales de carrera comienzan con un comportamiento antisocial antes de entrar en la escuela de grado y son versátiles en el sentido que se enganchan a un arsenal de comportamientos destructivos, delinquen a unas tasas muy altas, y es menos probable que paren de delinquir mientras van envejeciendo.”

La investigación cuantitativa relativa a Estados Unidos fue hecha hace bastante tiempo, sobre 9.945 delincuentes masculinos juveniles entre edades de 10 y 18 en los años 70. La cohorte longitudinal de nacimientos fue utilizada para examinar la tendencia de un pequeño porcentaje de los criminales de carrera que explicaron el porcentaje más grande de la actividad criminal. La tendencia mostró un nuevo fenómeno entre los delincuentes habituales. Para este estudio los delincuentes habituales eran jóvenes que tuvieron más de cinco detenciones de la policía.[9]​ El fenómeno indicó que solamente el 6% de la juventud estaba dentro de la definición de delincuente habitual pero que era responsable del 52% de la delincuencia dentro de todo el estudio.[9]​ El mismo 6% de delincuentes crónicos explicaron el 71% de los asesinatos y el 69% de los asaltos con agravante.[9]​ Este fenómeno fue investigado más adelante entre una población adulta en 1977 y dio lugar a resultados similares. El S.A. Mednick hizo una cohorte de nacimientos de 30.000 varones y encontró que el 1% de los varones eran responsables de más de la mitad de la actividad criminal. El comportamiento criminal habitual de jóvenes descubierto es similar al de los adultos. Los delincuentes habituales “harán “una carrera” de malas decisiones y mal comportamiento y terminarán probablemente, más pronto o más tarde, muertos o en prisión”.[8]​ Estos delincuentes juveniles necesitan tratamiento porque tienen una predisposición negativa y una alta propensión a continuar cometiendo crímenes.[8]

Prevención de la delincuencia

La prevención de la delincuencia es el término general empleado para todos los esfuerzos encaminados a evitar que la juventud participe en actividades criminales o antisociales. Cada vez más, los gobiernos están reconociendo la importancia de asignar recursos para la prevención de la delincuencia. A menudo es difícil que los estados proporcionen los recursos financieros necesarios para la adecuada prevención, las organizaciones y las comunidades. Por todo esto los gobiernos trabajan en colaboración para la prevención.

Con el desarrollo de la delincuencia en la juventud, influenciada por numerosos factores, perspectivas de esfuerzos en la prevención son comprensibles. Entre los servicios para la prevención se incluyen actividades tales como educación y tratamiento del abuso de sustancias estupefacientes, asesoramiento de la familia, tutoría y protección de la juventud, educación parental, ayuda educativa e intervención social.

Un factor preventivo podría ser el tratar de erradicar la violencia en los medios de comunicación. Actualmente la violencia se asoma en todos los programas, no solo en películas o series, incluso en los horarios dedicados a los niños. La violencia se convierte en algo habitual desde la infancia. Según Schneider, esa "familiaridad" de los niños con la violencia "puede provocar comportamientos violentos y delictivos cuando son adolescentes y adultos". La impresionabilidad y la capacidad emocional de reaccionar a la violencia disminuye y la agresividad se acepta como una pauta de comportamiento. Aunque es complicado eliminar la violencia en los medios de comunicación, los padres deberían de controlar la situación y establecer y hacer que se cumplan las reglas establecidas.[10]

Intervenciones psicológicas

Las estrategias que tienen mayor aceptación y éxito son las intervenciones o tratamientos en los que se busca la prevención, ya que se trabaja con los factores de riesgo de las conductas antisociales. Es decir, se centran directamente en las causas del problema para evitar la reincidencia de las conductas delictivas. Para ello, los psicólogos trabajan con especialistas de las áreas de victimología, criminología, sociología, educación, trabajo social y derecho. Los tratamientos psicológicos tienen el objetivo de disminuir los factores de riesgo relacionados con conductas delictivas y consisten en intervenciones psicoeducativas que van dirigidas a delincuentes convictos y jóvenes en riesgo de delinquir. Andrews y Bonta tienen un programa en el que se hace alusión a cuatro grandes factores de riesgo para la delincuencia juvenil:

  1. las cogniciones antisociales
  2. las redes y vínculos prodelictivos,
  3. la historia individual de comportamiento antisocial y
  4. los rasgos y factores de personalidad antisocial.

Las habilidades o competencias que se deben reforzar en delincuentes juveniles se concretan en cuatro grupos:

  1. desarrollo de habilidades tales como hábitos de comunicación, responsabilidad familiar, motivación de logro por medio de condicionamientos operantes de refuerzo y castigo para moldear o extinguir determinadas conductas del individuo.
  2. desarrollo moral y desarrollo de pensamiento para la resolución cognitiva de problemas interpersonales, en donde se le enseña al sujeto a reconocer y entender un problema, identificar emociones asociadas a este, crear opiniones, ver las consecuencias y buscar y escoger posibles soluciones para aplicarla. En caso del desarrollo moral, se aplican técnicas y niveles de desarrollo moral de Piaget y Kohlberg.
  3. control de la ira y regulación emocional, ya que la ira y el descontrol emocional son los principales motivos de conductas violentas y delictivas. Se intenta entrenar al sujeto en tres aspectos: habilidades para el manejo de situaciones, interpretación adecuada en la interacción social y evitación de exasperación emotiva.
  4. prevención de recaídas utilizando la generalización de los logros terapéuticos obtenidos. Para ello, se puede aplicar la técnica psicológica de generalización y mantenimiento, donde se utilizan programas de reforzamiento intermitente, entrenamiento de habilidades en diversas situaciones con inclusión de personas cercanas al individuo, uso de consecuencias y autocontrol.[11]

Consecuencias para la sociedad

La primera consecuencia de la delincuencia juvenil es la pérdida de la escala de valores, seguida de la violencia en la calle, trayendo consigo el temor de la población por el incremento de estos grupos.

Otras consecuencias son los daños físicos, tanto por las heridas o la muerte de personas atacadas por los delincuentes, dando lugar a nuevas víctimas como son la familia, que a su vez acarrean consecuencias psicológicas. Generalmente la sociedad se preocupa más por la prevención, castigo y rehabilitación del delincuente que por atender a las personas agredidas; es importante tratar a los delincuentes pero también lo es tratar a las víctimas.

Una consecuencia positiva para la sociedad es el fomento de centros para la lucha y prevención contra delitos y adicciones, así como instituciones que brindan apoyo psicológico a familias, las cuales son el primer núcleo donde se puede terminar con la delincuencia.

Trastornos mentales no tratados

Una vez que el delincuente juvenil alcanza la madurez es probable que continúe mostrando comportamientos de desadaptación y que aumente su riesgo de ser procesado a través del sistema de justicia penal como delincuente adulto. Debido al pequeño porcentaje de delincuentes adultos y juveniles habituales que contribuyen en alto porcentaje a los delitos violentos (es decir, asesinato y asalto con agravantes) el sistema de justicia penal debe supervisar esa pequeña población de criminales profesionales en un esfuerzo para prevenir la proliferación de delincuentes violentos serios.

Si los trastornos mentales tales como el trastorno de conducta no se diagnostican y no se tratan el delincuente juvenil tiene el potencial creciente de desarrollar un trastorno antisocial de la personalidad y continuar más adelante su vida como un criminal profesional. La mayoría de delincuentes violentos exhibe rasgos del trastorno antisocial de la personalidad y los muestran antes de los 15 años. El trastorno antisocial de la personalidad es un diagnóstico común para un asesino en serie. Los autores Álvarez y Bachman encontraron que una similitud entre los asesinos en serie eran sus anteriores convicciones criminales. En este caso el trastorno de conducta se puede convertir en un elemento probable para el asesino en serie si no se diagnostica y se trata antes de que se convierta completamente en la edad adulta en un trastorno antisocial de la personalidad.

El trastorno de conducta y el trastorno antisocial de la personalidad se categorizan como trastornos de personalidad con definiciones extremadamente similares en DSM-IV-TR y según lo explicado arriba en trastornos mentales. Algunas de las características comunes incluyen el incumplimiento constante de normas sociales, el comportamiento agresivo hacia la gente, y una desvinculación de la emoción de la empatía. Estos rasgos son también comunes entre los asesinos en serie y si los comportamientos de desadaptación no se tratan tienen el potencial de crear a una persona que fantasea con matar a varias víctimas y después satisfacer su impulsividad cuando ya no son capaces de reprimirse.

Delincuencia juvenil en América Latina

Chile

Desde fines del siglo XX han aumentado las cifras del número de jóvenes que realizan conductas delictivas.[12]​ En agosto del año 2000 se promulgó el Nuevo Código de los Niños y Adolescentes cuya vigencia está desde junio de 2001 hasta la actualidad. En aquel código se proponen derechos, deberes y obligaciones de los niños y adolescentes que se deben tener en cuenta cuando suceden problemas de índoles penales y jurídicos.[13]​ El tipo de legislación del sistema legal peruano no considera a los menores de 18 años como delincuentes; sino, solo como infractores.[14]

El pandillaje es una de las formas más comunes en la que se hace presente la delincuencia juvenil. La población que lo conforma son, mayormente, jóvenes que viven en espacios urbanos marginales. Las acciones violentas de los jóvenes son una reacción de su descontento hacia precarias condiciones materiales de vida, la desigualdad social, la falta de oportunidades y la tradición política autoritaria que establece relaciones de subordinación antes que de integración y diálogo.[14]

Los datos registrados acerca de la situación de los centros de Detención de menores infractores de la ley penal o Centros juveniles del Perú del 2007 y 2012 fueron publicados por la Defensoría del Pueblo. De acuerdo a ello, se señala que funcionan nueve centros juveniles a nivel nacional. Además, en el año 2007 y 2012 los Centros Juveniles estuvieron conformados, en su mayoría, por varones siendo, respectivamente, un 95.9% y un 96.8% de la población frente a un 4.10% y 3.2% de la población femenina.[12]

La edad de los menores infractores debería oscilar entre los 14 y 17 años. En el año 2012 se encontró población mayor de edad dentro de los centros juveniles. Los jóvenes de 18 años representan el 20.3% de la población. Los de 19, 20 y 21 años llegan a ser el 9.7% de la población. Los jóvenes de 16 años representan el 32.9 % y los de 17 años representan el 24.3% del total de la población.[14]​ Los porcentajes de población menor de 18 años en los Centros de detención calculados de acuerdo al motivo de su ingreso demuestran que a diferencia del 2007, en el 2012 la conducta delictiva contra el patrimonio tuvo un aumento del 13.7%. En el 2007 el porcentaje de la población era del 46.7% y aumentó a 60.1% en el 2012.

El ingreso por tráfico ilícito de drogas, también ascendió de 3.3% en el 2007 a 6.4% en el 2012. Los demás motivos de ingreso que son: actos antisociales contra el cuerpo y la salud, contra la libertad sexual, el pandillaje, el terrorismo y otros han descendido, ya que en el 2007 las cifras eran, respectivamente, 16.6%, 28.1%, 3.3%, 2.2%, 0.1% y 3.2% y en el 2012 descendieron, respectivamente, a 10.9%, 18.9%, 1.0%, 0% y 2.6%.[12]

Véase también

Notas y referencias

  1. Mirón, Lourdes (2005). Jóvenes delincuentes. Editorial Ariel. ISBN 8434409186. 
  2. Frías-Armenta, Martha; López-Escobar, Amelia y Sylvia Díaz-Méndez (2003). Predictores de la conducta antisocial juvenil: un modelo ecológico 8 (1). pp. 15-24. 
  3. a b Carpio de La Torre, Renato; Alay García, Danitza (2012). Modelo ecológico aplicado al estudio de la conducta antisocial 2 (2). pp. 167-179. ISSN 2221-786X. 
  4. «Frequently Asked Questions About Risk Factors». National Youth Gang Center. 
  5. Carlos Vázquez González. «Delincuencia juvenil , consideraciones penales y criminologías». Consultado el 4 de marzo de 2016. 
  6. Howell, James C. (2015). Gangs in America's Communities. SAGE Publications, Inc. ISBN 9781483379722. 
  7. Howell & Egley, James C. & Arlen (2005). «Moving Risk Factors into Developmental Theories of Gang Membership». Youth Violence and Juvenile Justice. 
  8. a b c DeLisi, Matt (2005). Career Criminals in Society. Sage Publications. p. 39. ISBN 9781412905541. 
  9. a b c Wolfgang, Martin E.; Robert M. Figlio, Thorsten Sellin (1972). Delinquency in a Birth Cohort. The University of Chicago Press Books. ISBN 9780226905587. 
  10. Carmen Defez Cerezo. «Delincuencia juvenil». Consultado el 4 de marzo de 2016. 
  11. De la Peña, Elena (2010). Conducta social en adolescentes: factores de riesgo y de protección. Madrid: Universidad Complutense de Madrid. ISBN 9788469394960. 
  12. a b c Burga Coronel, Angélica María (2013). «El sistema penal juvenil peruano». Ius: Revista de Investigación Jurídica 6: 1-35. ISSN 2222-9655. 
  13. Gómez Mendoza, Gonzalo (2013). Delincuencia juvenil. Normas Jurídicas SAC. ISBN 978-612-46253-2-9. 
  14. a b c Secretaria Nacional de la Juventud (2013). Criminalidad y violencia juvenil en el Perú. 

Enlaces externos