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Europa y la cuestión cubana 1897-1898[editar]

Esperando el veredicto--el jurado forense indudablemente encontrará que el difunto se suicidó. Louis Dalrymple (1866-1905).

La Guerra hispano-estadounidense de 1898 supuso un conflicto armado entre el Reino de España y los Estados Unidos de América. Encontramos el origen de este conflicto en las guerras de carácter insurgente que asolaban la isla de Cuba desde 1868 y que la metrópoli española no lograba controlar; y por otra parte, la nueva política exterior de carácter expansionista que promulgaba la nueva administración republicana del presidente McKinley, avecinándose tiempos convulsos para la presencia española en Cuba.

En el contexto internacional de 1897-1898, las delicadas relaciones entre España y los Estados Unidos, que avanzaban por derroteros poco halagüeños para las autoridades españolas debido a la insistencia norteamericana de intervenir en la pacificación de la isla de Cuba, aunque el nuevo gobierno liberal de Sagasta, se había propuesto lograr la pacificación de la isla. La diplomacia europea observó la cuestión cubana con cierto recelo, pues evidenciaba el surgimiento de los Estados Unidos de América como potencia mundial y su entrada en el concierto internacional, produciendo por ello un cambio esencial en la evolución de las relaciones internacionales, las cuales pasaron de una visión puramente eurocéntrica hacia una visión a nivel mundial.

Reina-regente María Cristina de Habsburgo-Lorena con su hijo el futuro Alfonso XIII en brazos.

Son evidentes las gestiones diplomáticas, llevadas a cabo por las potencias europeas de la época, con el protagonismo

del Imperio Alemán y el Imperio Austrohúngaro con el fin de socorrer a la reina regente María Cristina y a España como su país de adopción, aunque este apoyo se basaba principalmente en la defensa del principio monárquico español frente a las tendencias agresivas por parte de la administración estadounidense y su posible colapso ante el inminente conflicto en Cuba.

Podemos marcar como fecha de inicio de la intervención diplomática europea en el 13 de septiembre de 1897,  cuando Stewart Lyndon Woodford nuevo embajador norteamericano ante el Reino de España entregó sus credenciales a la reina-regente María Cristina, y en sus primeras conversaciones con el ministro español de asuntos exteriores, el Duque de Tetuán, el embajador norteamericano le hizo entrega de una nota enviada por su administración, la cual fue observada por los círculos diplomáticos europeos como un sutil ultimátum ya que en la conversación entre el embajador y el ministro español, éste primero hizo patente la gravedad de la situación a ojos de Washington y la necesidad de su pronto término.

Actuación Alemana[editar]

La diplomacia alemana, ante este contexto fue la más madrugadora, y su embajador en Madrid  Joseph Maria von Radowitz  no tardaría en transmitir a Berlín sus “pesimistas provisiones sobre la futura marcha de las relaciones hispano-norteamericanas a causa de la cuestión cubana... requerían un atento seguimiento”[1]​ por parte del Imperio Alemán, pues “los acontecimientos en curso y su eventual desarrollo posterior podían afectar a los intereses comerciales y coloniales del Imperio Alemán y a su papel de gran potencia en el concierto internacional”[1]​.

Emperador Guillermo II de Alemania (15/06/1888 - 9/11/1918).

El impulso inicial de la diplomacia alemana vino directamente del emperador Guillermo II, de carácter impulsivo y romántico, preocupado por la

suerte de la reina-regente María Cristina, mostrándose decidido en un inicio a adoptar una política favorable a España. Su postura venía influida por sospechas de una connivencia anglosajona, en clara referencia a Estados Unidos y Gran Bretaña “en contra de los intereses coloniales de las potencias continentales europeas”[1]​, defendiendo los derechos históricos de España sobre Cuba y “se pregunta si Europa está dispuesta a tolerar que uno de sus Estados fuese despojado de sus colonias. Esto podría sentar un peligroso precedente para que los “yankees”, animados por la impunidad presente, aplicaran la misma táctica de financiar insurrecciones para arrebatar a Europa o a parte de ella sus territorios ultramarinos”[1]​, apelando por ello a “una acción conjunta de las potencias continentales europeas, para contrarrestar los proyectos expansionistas de las dos potencias anglosajonas”[1]​, con el fin de lograr este objetivo, traslada a sus más directos colaboradores las instrucciones de ponerse en contacto con las cancillerías europeas con el fin de sondear su disponibilidad y puntos de vista.

Ante tales expectativas, el ministro de asuntos exteriores alemán Bernhard von Bülow se centrará en modificar los pensamientos de su emperador, debido a los problemas que planteaban las propuestas de Guillermo II, puesto que, en el contexto internacional de 1898, Francia y Gran Bretaña podrían aprovechar el apoyo alemán a España para enemistarles con Estados Unidos, a la vez que exponía “datos referentes al intercambio comercial con los Estados Unidos, que ponían en relieve como el Imperio Alemán ocupaba el segundo lugar, tanto en exportaciones como en importaciones”[1]​, haciendo hincapié finalmente en la necesidad de encontrar la táctica adecuada sobre la cuestión cubana.

Marco general del contexto internacional:[editar]

Lo primero a mencionar se debe a la defensa de María Cristina por parte de Guillermo II, pues “el agravamiento de la situación en la isla antillana y la eventual pérdida de la misma a causa de una intervención norteamericana, previsible desde la llegada a la presidencia de la administración republicana de McKinley, podían significar un grave riesgo para la estabilidad del régimen monárquico en España”​ a la vez que el engrandecimiento norteamericano en el plano “económico y territorial, preocupaba a las potencias europeas, en general, y a las grandes monarquías, en particular, por representar la emergente potencia estadounidense el principio republicano”​.

Joseph Maria von Radowitz. Embajador del Imperio Alemán frente al Reino de España.

Las potencias europeas se encontraban enormemente preocupadas por la política proteccionista norteamericana (Dingley Tariff), lo que lleva a Guillermo II ante el riesgo de una guerra comercial en el Atlántico a proponer ante Rusia y Austria-Hungría el establecimiento de ”una especie de bloqueo continental europeo a los productos norteamericanos”​, destacando la opinión al respecto del embajador alemán en Viena Philipp zu Eulenburg, “señalando que la idea de su soberano bien podría constituir la base de un futuro programa para Europa”​, a la vez que también se proponía “la idea de crear un sistema de defensa conjunta contra los Estados Unidos”​.

La animosidad alemana hacia los estadounidenses también se debía a rivalidad colonial y geoestratégica “concentrada, en aquel momento, especialmente en la cuestión de las islas Samoa, sin olvidar las viejas aspiraciones alemanas a contar con alguna base en el Caribe[2]​ observando Estados Unidos con prevención tales aspiraciones alemanas, oponiéndose “en nombre de la doctrina Monroe, a cualquier nueva intromisión de potencias europeas en América, en general, y en especial en el área del Caribe, en particular.”[2]

Bernhard von Bülow. Ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Alemán (20/10/1897-14/07/1909)

También eran observadas en toda Europa con cierto recelo las  cada vez más fuertes aspiraciones expansionistas norteamericanas, evidentes en la anexión de Hawái, “hecho que ponía al descubierto las ambiciones y tendencias expansionistas que iban a impregnar la acción de McKinley en política exterior” siendo “la interpretación dominante entre los comentaristas europeos, y lo ponían en relación con la cuestión cubana y la de Samoa"[3]​, sobre este asunto cabe destacar las declaraciones de Guillermo II aparecidas en el Times de Londres: “No preveo complicaciones inmediatas en la política europea, pero estoy menos tranquilo que antes porque percibo en el horizonte dos peligros, a saber: el creado por la expansión alarmante e insaciable de una de las potencias europeas, armada de todos los medios y recursos que la civilización moderna puede poner al servicio de un Gobierno ambicioso y el de la intervención del Nuevo Mundo, que comienza a revelar apetitos hasta hoy ignorados y que pretenden sin duda muy en breve intervenir y mezclarse en los asuntos del mundo antiguo”[3]​ en clara alusión primero a Gran Bretaña y segundo a los Estados Unidos, siendo evidente “el temor de Guillermo II a que en torno a la cuestión cubana, se produjera una conjunción de intereses”[3]​ entre las potencias anglosajonas.

A su vez en el contexto internacional de 1897 y 1898, se producen múltiples combinaciones de alianzas enmarcadas dentro de la diplomacia del siglo XIX, evidenciando posteriormente la formación de bloques de alianzas, que se enfrentarán finalmente en la primera guerra mundial, siendo resultado de un juego de fuerzas contrapuestas y encontrando como “punto de partida… el conflicto hispano-norteamericano”[3]​ el cual “constituyó un importante elemento clarificador”[3]​.

Finalmente cabe destacar dentro del marco general de finales del siglo XIX “los cambios que se estaban operando en la orientación política, interior y exterior” del Imperio Alemán, que evidenciaba el gobierno personal de Guillermo II, en lo que la historiografía alemana se denomina “Neuen Kurs” o "nuevo curso", siendo determinante el papel del emperador y su iniciativa en la “formulación, orientación y dirección de la política exterior del Imperio”[3]​.

Criterios y medidas de la diplomacia alemana:[editar]

La diplomacia alemana veía necesario para llevar a cabo una acción conjunta europea en defensa de España, la necesidad que se adscribieran a tal eventualidad Francia y Gran Bretaña, viendo más posible la primera opción, alegando el propio Bülow “la defensa de los intereses coloniales europeos frente a las ambiciones anglo-norteamericanas”[4]​, con el fin de contar con el apoyo francés. En el caso de España, “proponía que fuera Austria la que tomara la iniciativa”[4]​ pero en un primer momento, era evidente que “ningún país quería correr el riesgo de enemistarse con los Estados Unidos”[4]​. Ante esta situación Bülow perfilará los criterios a seguir por parte de la diplomacia alemana en lo referente a la cuestión cubana:

  • Que la ayuda a España no debe acarrear inconvenientes políticos y económicos al Imperio Alemán.
  • La necesaria participación de Francia y Gran Bretaña, especialmente la primera.
  • Austria y Rusia no arriesgaban prácticamente nada, debido a sus escasos intereses económicos en Estados Unidos.
  • La acción debía ser por ende dirigida por Francia-Rusia o solamente Francia
  • Austria debería asumir el papel de “abogado natural de la soberana española"[4]​, para atraerse el apoyo francés, ruso e inglés.

Gestiones diplomáticas y su interrupción:[editar]

Agenor Goluchowski, ministro de Asuntos Exteriores del Imperio Austrohúngaro.

Es evidente que Bülow quería evitar por todos los medios que fuera el Imperio Alemán quien dirigiera la eventual acción conjunta europea, debido a las grandes perdidas que ello provocaría al Imperio, intentando ante esta realidad, que fuera otro país el que asumiera el papel protagonista, dirigiéndose por ello en primera instancia al Imperio Austrohúngaro, el cual aceptó de buen agrado los criterios alemanes sobre la cuestión cubana, pero limitándose a no tomar medidas hasta que “España solicitara expresamente esta intervención en las respectivas cancillerías”[5]​, cosa que no era posible en este momento debido a la mala dirección diplomática por parte de los políticos españoles.

Segismundo Moret, Ministro de Ultramar.

Es este contexto se produce un cambio de gobierno, llegando el partido liberal de Sagasta al poder, con Pío Gullón como ministro de Exteriores y Segismundo Moret como ministro de Ultramar. Sagasta se proponía buscar la solución al problema de Cuba mediante “una política de apaciguamiento que diera satisfacción a las exigencias estadounidenses de una pronta y definitiva paz en Cuba: destitución de Weyler, anulación de sus métodos de lucha contra los insurrectos; concesión de amplias reformas políticas y administrativas en la isla antillana; tomar en consideración la oferta de mediación norteamericana para garantizar el proceso de pacificación”[5]​. Aún así la respuesta española a la nota norteamericana entregada por su ministro plenipotenciario no se hizo esperar, en ella, las autoridades españolas “hacen hincapié en el carácter interno del problema cubano y su derecho, que asistía a España, para resolverlo sin intromisiones extranjeras… pero no cabía poner un plazo fijo a la pacificación definitiva de la isla, mientras persistieran las ayudas recibidas por los insurrectos desde suelo norteamericano”[6]​ y mostrando “su disponibilidad de atender cuantas sugerencias y propuestas le llegaran de Washington, siempre y cuando no interfirieran en la competencia de la metrópoli”.[6]

Pero es evidente según las opiniones de diferentes embajadores europeos en Madrid, la mala praxis llevada a cabo los dirigentes españoles, caracterizada por un “optimismo infundado, hermetismo, pasividad y tácticas dilatorias”[7]​, siendo evidente el nivel pusilanimidad que “había conducido la política de aislamiento preconizada por Cánovas del Castillo[8]​, evitando en todo momento admitir la dura realidad a la que se enfrentaba España y actuando en el contexto internacional, a la zaga de los acontecimientos.

Esta etapa diplomática de la cuestión cubana tendrá su fin en octubre de 1897, cuando las noticias procedentes de Madrid y Washington marcaban una tendencia tranquilizadora, lo que hace a la diplomacia alemana aparcar o suspender su plan de acción en defensa de España.

Actuación española en las cancillerías europeas[editar]

William McKinley, 25º Presidente de los Estados Unidos

A inicios de diciembre de 1897, el ministro de Ultramar a la sazón Segismundo Moret, propugna un cambio en las relaciones con Washington, buscando implicar a las potencias

europeas en el tema. Este cambio de dirección se debía a la información confidencial recibida por el propio Moret, según la cual “los sectores favorables a los independentistas cubanos estaban ganado la partida”[9]​ apremiando Moret ante esta situación a preparar la flota para que estuviera dispuesta y reunida para ser utilizada, a la vez que incitar a las potencias europeas para que hicieran el papel mediador entre Madrid y Washington.

Sondeos sobre la mediación europea:[editar]

Moret logra imponer sus criterios, con el fin de conformar un instrumento de presión frente a los Estados Unidos y lograr así que el presidente McKinley no cediera ante las pretensiones de los más radicales. Esta primera tentativa de sondear a las potencias europeas sobre su postura ante el inminente conflicto se inicia con la exposición por parte de Moret de las preocupaciones que embargaban al gobierno español frente al cuerpo diplomático acreditado en Madrid. Su propuesta se limitaba “a que las cancillerías europeas manifestaran en Washington, de manera amistosa, su interés en que la cuestión cubana no se convirtiera en un conflicto internacional”[10]​, y en conversación posterior con Radowitz “consideraba de mayor importancia, para el buen éxito de la eventual mediación europea… que Alemania tomara parte activa en ella”[10]​.

Por lo tanto, los primeros sondeos en las cancillerías europeas no tuvieron resultado alguno. Gran Bretaña “se reservaba responder directamente”[10]​,

Francia debía consultarlo en consejo de ministros, Rusia “no consideraba oportuno intervenir en un asunto que no le concernía”, mientras que Alemania y Austria mantenían una postura dubitativa pero cercana a las intenciones españolas.

Tensiones entre España y los Estados Unidos:[editar]

Viktor Dubský von Třebomyslice. Embajador del Imperio Austrohúngaro ante el Reino de España.

Iniciado el año 1898, se producen “una serie de incidentes en cadena, que conducen a un paulatino deslizamiento hacia la declaración de hostilidades entre España y los Estados Unidos”[11]​:

Un primer suceso menor el 12 de enero, con “el asalto a locales de algunos periódicos de La Habana por parte de un grupo de oficiales”[11]​, suceso aprovechado por los sectores estadounidenses partidarios de la intervención en cuba. Este suceso y la reacción norteamericana son “calificadas como exageradas por el embajador alemán en Whasington”[11]​. McKinley presionado por los más radicales, finalmente cede y ordena un masivo despliegue naval en el Golfo de México y las Antillas, movimiento que provoco desagrado en Madrid, aumentando la tensión y desconfianza con la noticia de la visita del Maine al puerto de La Habana, destacando sobre este último punto la falta de comunicación de tal visita a las autoridades españolas, evidente en que el propio embajador austriaco en Madrid, Viktor Dubský von Třebomyslice se había enterado 24 horas antes que el propio gobierno español por medio del embajador Woodford, síntoma claro de las verdaderas intenciones norteamericanas, a la vez que en la propia opinión de Dubsky se hace evidente que “no le parecía la forma más adecuada, para manifestar la cacareada buena voluntad de la Casa Blanca hacia España, el envío de un buque de guerra a un lugar, donde su presencia produciría escasa alegría a los defensores de la soberanía española sobre la isla y sí mucha satisfacción y estímulo a sus enemigos”[11]​.

El segundo incidente se debe a la publicación en la prensa norteamericana de una carta del embajador español en Washington, Enrique Dupuy de Lome, la cual “contenía juicios peyorativos hacia el carácter y la política de McKinley”[12]​, problema solucionado rápidamente con el cese de Dupuy del cargo.

Stewart L. Woodford. Embajador de los Estados Unidos ante el reino de España.

Pocos días después se producirá el último y fatal incidente que conllevará a la declaración de hostilidades entre España y los Estados Unidos, la explosión del Maine el 15 de febrero de 1898, en el puerto de La Habana, pretexto que usará Estados Unidos para declarar finalmente la guerra a España.

Búsqueda de apoyos en Europa:[editar]

Pocos días antes de la voladura del Maine, la diplomacia española no perdía la esperanza y volvió a sondear a las potencias europeas con el fin de que éstas mediaran ante el inminente conflicto, aunque es evidente que esta maniobra iba acompañada de la creciente tensión entre ambas naciones, obligando a los políticos españoles a lanzarse en la búsqueda de socorro.

Ya a finales de enero el embajador español en Berlín, Méndez de Vigo, había logrado conversar con el propio Guillermo II sobre la cuestión cubana, y éste le mostro acérrimo defensor de la dinastía española y “no vacilaría en adherirse a aquellas iniciativas que se consideraran necesarias para evitar semejante peligro”[13]​.

Finalmente, Madrid solicitará a su embajador en Berlín que “formulara la oportuna instancia diplomática ante el ministerio de Asuntos Exteriores alemán"[13]​. El 12 de febrero de 1898, Méndez de Vigo expuso a su a Bernhard von Bülow “la creciente preocupación del gobierno español ante el peligroso giro que estaban tomando sus relaciones con los Estados Unidos”[13]​ y la posibilidad de desembocar en un conflicto abierto. Cabe destacar la habilidad de la diplomacia española para presentar su alegato “no en defensa de unos seres particulares… sino en argumentos de carácter ideológico, basados en el principio general de la solidad monárquica frente a un estado republicano”[13]​.

La diplomacia alemana deliberó sobre el asunto, pidiendo a su embajador en Madrid un riguroso informe sobre el estado de la situación, en el cual hacía hincapié en la postura del embajador norteamericano que “expresaba con más fuerza que nunca, la decidida voluntad de su gobierno a llevar adelante sus propósitos respecto a Cuba, si el primero de mayo, no ha sido dominada la insurrección”[13]​. Ante ello Bülow respondió a la petición española, descartando el protagonismo alemán, pero poniéndose a disposición de apoyar cualquier iniciativa europea.

Intervención de la reina María Cristina de Habsburgo:[editar]

"Se está volviendo demasiado débil para sostenerlos", representando a la reina española María Cristina de Austria luchando por sostener a dos niños fuertes, "Cuba" y "Filipinas". de J. S. Pughe (1870-1909).

Ante la negativa alemana, España sondeará a las diferentes potencias europeas, obteniendo limitadas esperanzas de una acción común europea en Washington, pues mientras

Austria-Hungría no se veía con el suficiente peso en Washington y remitía la cuestión a Francia, ésta la devolvía a Austria-Hungría debido al parentesco entre su emperador Francisco José y María Cristina, y a los escasos intereses marítimos y comerciales de Austria-Hungría con Estados Unidos.

Ante esta situación, la reina-regente María Cristina, angustiada por grave situación en la que se encontraba España y en especial tras la voladura del Maine y las noticias recibidas el 2 de marzo de 1898 por orden expresa del emperador Guillermo II, según las cuales el cónsul alemán en Hong-Kong y por medio del cónsul americano, recibía la siguiente información sobre “cuatro unidades navales de los Estados Unidos, de las cuales dos se encontraban en Hong-Kong, habían recibido la orden de estar preparados para atacar Manila”[14]​.

Ante tal contexto la reina-regente, pide al Imperio Alemán que envíe en calidad de visita amistosa un buque de guerra a Manila, que tras una respuesta negativa seguirá una positiva, a la vez que sondeaban a través de su embajador en París, León y Castillo, la posible asistencia francesa en la cuestión cubana. Pero ante este contexto María Cristina se vio obligada a convocar al embajador austriaco, Viktor Graf Dubsky von Trebomislyc, donde explicándole la situación de su país de adopción “se veía precisada a recabar la ayuda de su augusto familiar[14]​, es decir, romper con la dinámica iniciada en 1897 y dar el impulso inicial a la posible actuación conjunta europea, pidiéndole al embajador austriaco que trasladara a Viena su encarecido ruego, el cual fue bien recibido en la corte vienesa, la cual asumió la iniciativa y sondeó a las cancillerías europeas, las cuales se mostraron reticentes sobre la cuestión cubana, pero que finalmente, gracias a que la diplomacia austriaca no perdió la esperanza frente al aumento de condiciones alemanas, el recelo francés, la negativa de Rusia e Italia y el silencio inglés, logró materializarse este baile diplomático entre las cancillerías europeas en la presentación de dos notas conjuntas en Washington y Madrid los días 7 y 9 de Abril de 1898, notas que desafortunadamente fueron totalmente ignoradas por los Estados Unidos.

Finalmente cabe destacar que España se encontró en los años 1897 y 1898 con un contexto internacional muy poco favorable a su causa, ya que éste se encontraba dominado por las tensiones entre las grandes potencias, las cuales actuaban con mucho recelo con el fin de no perder su papel prominente en la escena internacional a la vez de no dar ningún paso en falso que pudiera permitir a otras potencias usarlo a su favor y en detrimento de la misma. Los principales actores en éste juego diplomático arriba expuesto, sabían de antemano que solo surtía el efecto deseado en Washington una serie maniobras navales conjuntas europeas que mostraran cierto poder militar a los Estados Unidos, las cuales nunca llegaron a realizarse.


  1. a b c d e f Álvarez Gutiérrez, Luis (1994). «La diplomacia alemana ante el conflicto hispano-norteamericano de 1897-1898: primera tomas de posición». Revista Hispania LIV/1, núm.186. 
  2. a b Álvarez Gutiérrez, Luis (1994). «La diplomacia alemana ante el conflicto hispano-norteamericano de 1897-1898: primera tomas de posición». Revista Hispania LIV/1, núm.186. 
  3. a b c d e f Álvarez Gutiérrez, Luis (1994). «La diplomacia alemana ante el conflicto hispano-norteamericano de 1897-1898: primera tomas de posición». Revista Hispania LIV/1, núm.186. 
  4. a b c d Álvarez Gutiérrez, Luis (1994). «La diplomacia alemana ante el conflicto hispano-norteamericano de 1897-1898: primera tomas de posición». Revista Hispania LIV/1, núm.186. 
  5. a b Álvarez Gutiérrez, Luis (1994). «La diplomacia alemana ante el conflicto hispano-norteamericano de 1897-1898: primera tomas de posición». Revista Hispania LIV/1, núm.186. 
  6. a b Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196. 
  7. Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196. 
  8. Álvarez Gutiérrez, Luis (1994). «La diplomacia alemana ante el conflicto hispano-norteamericano de 1897-1898: primera tomas de posición». Revista Hispania LIV/1, núm.186. 
  9. Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196. 
  10. a b c Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196. 
  11. a b c d Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196. 
  12. Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196. 
  13. a b c d e Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196. 
  14. a b Álvarez Gutiérrez, Luis (1997). «Los imperios centrales ante el progresivo deterioro de las relaciones entre España y los Estados Unidos». Revista Hispania LV/II/2, núm.196.