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“La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo”[editar]

Gueorgui Dimitrov, Secretario General de la Internacional Comunista desde 1934 hasta su disolución.

“La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo” es el nombre por el que se conoce el informe presentado por Gueorgui Dimitrov el 2 de agosto de 1935 en el VII Congreso de la Internacional Comunista. Este informe, cuyo contenido sería aceptado por el Congreso, supuso la cristalización de la política de Frente Popular desarrollada por la Internacional Comunista, y por tanto por los partidos comunistas en ella representados, para hacer frente al auge del fascismo, además de una caracterización de clase del mismo.

El VII Congreso de la Internacional Comunista o Comintern se celebró entre el 25 de julio y el 20 de agosto de 1935 en Moscú, y en el estuvieron representados 65 partidos comunistas a través de 510 delegados. Se trata del último Congreso de la Comintern que se celebraría, ya que la organización internacional se disolvió el 15 de mayo de 1943, durante la Segunda Guerra Mundial. Asimismo, Gueorgui Dimitrov, autor del informe y presidente del VII Congreso, sería el ultimo Secretario General de la Internacional Comunista, responsabilidad ostentada desde 1934.

Antecedentes: la posición de la Comintern sobre la socialdemocracia[editar]

La Tercera Internacional, más conocida como Internacional Comunista o Comintern, se fundó en 1919, por iniciativa de Vladimir Ilich Lenin, como una nueva organización internacional de la clase obrera tras la bancarrota de la II Internacional.

Desde su fundación se celebraron una serie de Congresos internacionales, como máximos órganos de decisión, a los que acudirían delegaciones en representación de los distintos partidos comunistas, a medida que se iban creando a lo largo de todo el mundo.

El I Congreso, celebrado en 1919, es el que marca la fundación de la Comintern. En el II Congreso, en 1920, se estableció su estructura orgánica. Los tres siguientes Congresos (celebrados en 1921, 1922 y 1924) establecerían, en cuanto al tratamiento por parte de los comunistas de la socialdemocracia, una política de atracción de las bases de los partidos socialdemócratas, pero de crítica a sus dirigentes y sus políticas. El VI Congreso, celebrado en julio de 1928, establecería a la socialdemocracia (siempre respecto a los partidos y sus dirigentes, no respecto a los militantes de base) como el principal enemigo de los Partidos Comunistas, inaugurando un periodo de lucha abierta entre los comunistas y socialistas en los distintos países.

Sin embargo, a partir especialmente del ascenso del nazismo al poder en Alemania, se daría un cambio de tendencia respecto al tratamiento de la socialdemocracia en varios países. En Francia, desde la Conferencia Nacional de Ivry del PCF de junio de 1934 se acercaron posturas con respecto a la unidad entre el Partido Socialista francés y el Partido Comunista de Francia, estableciendo un pacto un mes entre si un mes después. En España, la experiencia de la insurrección de octubre, durante la cual se formaron Alianzas Obreras y Campesinas, fue una experiencia practica de unidad entre socialistas, comunistas y algunos sectores de la burguesía liberal.

Son muchos los motivos que provocaron esta nueva política comunista: las nuevas condiciones en Europa debido al auge del fascismo, la presión de las masas populares partidarias de un entendimiento, el giro de la política exterior soviética que se acerco a Francia tras el acercamiento entre la Alemania nazi y Polonia, la propia línea política anti-sectaria defendida por Gueorgui Dimitrov, Secretario General de la Internacional Comunista desde 1934…

En ocasiones se ha acusado a los partidos comunistas de oportunismo a los partidos comunistas y a la propia Comintern, debido al cambio con respecto a la postura sobre la socialdemocracia. Con respecto a esto, no podemos olvidar que en todos los Congresos de la Comintern se aposto siempre por un acercamiento de las bases de los partidos socialdemócratas, a lo que se añade que el propio Dimitrov en “La ofensiva del fascismo y las tareas de la Internacional en la lucha por la unidad de la clase obrera” afirma que

“No seríamos marxistas revolucionarios, leninistas, discípulos de Marx, Engels, Lenin y Stalin si, modificada la situación política y dadas las transformaciones sobrevenidas en el movimiento obrero mundial, no modificáramos de manera adecuada nuestra política y táctica”. (p.218)

En definitiva, el famoso Informe de Dimitrov supone la cristalización de una política nueva de acercamiento para hacer frente al fascismo, que ya habían emprendido con anterioridad algunos partidos comunistas europeos, de lo que tanto la Unión Soviética como el propio Dimitrov tenían constancia y apoyaron.

El Informe Dimitrov[editar]

El informe presentado por Gueorgui Dimitrov esta formado por tres secciones:

I. El fascismo y la clase obrera.[editar]

Dimitrov caracteriza al fascismo de la siguiente manera:

“El fascismo no es un poder por encima de las clases […]. El fascismo es el poder del capital financiero. Es la organización de la represión terrorista contra la clase obrera y la parte revolucionaria de los campesinos e intelectuales. El fascismo, en política exterior, es el chovinismo en su forma más grosera, alimentando un odio animal contra los demás pueblos” (p.155).

Según las tesis comunistas, el fascismo es una herramienta empleada por la burguesía para hacer frente preventivamente a un posible auge revolucionario. Su discurso anticapitalista es demagógico, pues en la practica todas sus medidas son favorables a la burguesía, o al menos a un sector de ella.

En cuanto a los motivos por los que el fascismo ha sido capaz de llegar al poder, Dimitrov señala, además de la propia demagogia fascista que atrae a algunos sectores de la sociedad, la política de conciliación con la burguesía que desarrolla la socialdemocracia, y la subestimación de los partidos comunistas ante el avance fascista.

No obstante, afirma que la victoria del fascismo no es inevitable. Contenerlo depende de la fuerza del proletariado, de la existencia de una organización revolucionaria, y de la capacidad de atraerse a campesinos, intelectuales, pequeña burguesía y jóvenes. En este sentido hace referencia a los pasos hacia la política del frente único que ya se estaban dando en países como Francia o España, política que ampliará a continuación.

II. El frente único de la clase obrera contra el fascismo[editar]

Dimitrov expone la necesidad de formar un Frente Único del Proletariado en el que se incluyan socialdemócratas y comunistas, diferenciándolo con el Frente Único Antifascista que incluiría también a sectores del campesinado, la pequeña burguesía, los intelectuales…

“La Internacional Comunista no formula ninguna condición para la unidad de acción, a excepción de una sola, elemental, aceptable por todos los obreros. La siguiente: Que la unidad de acción esté dirigida contra el fascismo, contra la ofensiva del capital, contra la amenaza de la guerra, contra el enemigo de clase. Ésta es nuestra condición”. (p. 171)

El Frente Único (tanto Proletario como Antifascista) no debe limitarse a un mero acuerdo formal o a la creación de vías de comunicación entre partidos, sino que debe organizar acciones conjuntas en defensa de los intereses económicos y políticos de los obreros y de las demás masas populares incluidas en la alianza contra el fascismo.

Para el Secretario General de la Comintern, la política de Frente Único no debe limitarse a los países de gobierno burgués, sino que, en la medida de lo posible, los comunistas de los países en los que el fascismo ha conquistado el poder también han de realizar un trabajo de acercamiento de todas las masas populares a la lucha antifascista, incluso desde el interior de las organizaciones fascistas (las únicas legales).

Además, Dimitrov concede una importancia esencial a la unidad sindical, incluso a nivel orgánico. También hace hincapié en el trabajo entre los jóvenes, las mujeres, las masas populares de las colonias, y en realizar una lucha ideológica constante contra el fascismo, para desenmascarar su demagogia anticapitalista.

Por último, se abre la puerta a la constitución de un Gobierno de Frente Único, siempre y cuando éste sea un gobierno de lucha contra la ofensiva fascista. No obstante, Dimitrov recalca que este gobierno, en el que se incluirían elementos pequeñoburgueses, no constituye una solución final ni una fase de transición al socialismo; solo el poder soviético, la revolución, es la solución definitiva.

III. La consolidación de los partidos comunistas y la lucha por la unidad política del proletariado[editar]

En esta última sección Gueorgui Dimitrov expone que, para que los comunistas puedan ser la fuerza directora del Frente Único Antifascista, han de reforzarse, tanto a nivel ideológico (expulsando a revisionistas y desviacionistas) como a nivel orgánico (creciendo en número y capacidad).

Por último, aborda el tema de la unidad política del proletariado, como un paso más allá del Frente Único, estableciendo una serie de condiciones para que ésta unidad más completa pueda realizarse:

“Esta unidad no es posible, en primer lugar, más que a condición de una completa independencia respecto a la burguesía y de una ruptura total del bloque de la socialdemocracia con la burguesía.

En segundo lugar, a condición de que la unidad de acción sea realizada previamente.

Tercero, reconociendo la necesidad del derrumbamiento revolucionariamente de la dominación burguesa y la instauración de la dictadura del proletariado con la forma de los soviets.

Cuarto, negativa a sostener a su burguesía en la guerra imperialista.

Quinto, construcción del partido sobre la base del centralismo democrático, garantizando la unidad de voluntad y acción comprobada por la experiencia de los bolcheviques rusos” (p. 215)

La resolución del VII Congreso de la Internacional Comunista que aprobaría el informe de Dimitrov y, por tanto, la puesta en marcha definitiva de la política de Frente Único para luchar contra la ofensiva fascista, fue aprobada el 20 de agosto de 1935, el último día de la celebración del Congreso.

Consecuencias y repercusión internacional[editar]

Tras el VII Congreso de la Internacional Comunista quedo consagrada entre los partidos comunistas la táctica del Frente Popular o del Frente Único Antifascista, táctica que se desarrollaría en varios países.

En España, el PCE propondría la formación de un Frente Popular al PSOE, Izquierda Republicana, POUM, Juventudes Socialistas, Partido Sindicalista, UGT y Unión Republicana, coalición que lograría la victoria electoral el 16 de febrero de 1936 en un ambiente de tensión entre fuerzas derechistas e izquierda obrera. Además, en diciembre de 1935 los militantes comunistas de CGTU habían ingresado en bloque en UGT, y en abril de 1936 las Juventudes Socialistas y la Juventud Comunista se unieron en la Juventud Socialista Unificada. Estos esfuerzos por establecer un Frente Único no impedirían a las fuerzas derechistas y fascistas perpetrar un golpe de Estado contra la II República, pero facilitarían la defensa de la misma durante la Guerra Civil.

En Francia, el Frente Popular impulsado por el PCF también alcanzaría una victoria electoral en las elecciones de abril-mayo de 1936. Leon Blum propondría a los miembros del PCF participar en el gobierno, propuesta rechazada por los comunistas.

En Inglaterra y los países escandinavos no se formó ninguna organización ni coalición conjunta debido al recazo de los socialistas a unirse a los comunistas. En Italia se produjo una alianza formal entre socialistas y comunistas, pero sus resultados prácticos fueron prácticamente nulos.

En la Alemania nazi, tanto socialistas como comunistas se encontraban en la clandestinidad, lo que dificulto avanzar en el camino de la unidad; además de la negativa de los socialistas. Se formaría un Frente Popular integrado por comunistas y algunos grupos socialistas marginales, que tendría una corta vida.

En Checoslovaquia surgió un vivo movimiento de unidad antifascista en el que el Partido Comunista tenía una gran preponderancia, aunque no se llegó a ningún acuerdo formal. En Yugoslavia y en Bulgaria no se estableció ningún acuerdo formal, pero si que se produjo un acercamiento entre los Partidos Comunistas y los respectivos partidos socialdemócratas e incluso de la burguesía liberal.

En Rumania, Hungría o Polonia, los Partidos Comunistas no tenían la suficiente fortaleza política como para impulsar un proyecto de envergadura como es un Frente Popular.

Fuera de Europa, en China, pese al odio y la guerra civil abierta entre los comunistas de Mao Tse Tung y el Kuomintang de Chiang Kai-chek, la ofensiva japonesa de julio de 1937 provocaría un acercamiento y finalmente un acuerdo entre las dos facciones que contribuyó decisivamente al triunfo de la guerra contra Japón.

En América Latina, la táctica de los Frentes Populares tuvo escasas repercusiones prácticas, pero fue la época en la que los Partidos Comunistas latinoamericanos adquirieron realmente importancia política. En Chile se estableció un pacto de Frente Popular entre comunistas, socialistas y radicales que vencerían en las elecciones al Senado. En México y Colombia se daría una colaboración tacita, pero no formal entre socialistas y comunistas.

Bibliografía[editar]

Comité Central del PCE “La República”. En Historia del Partido Comunista de España, 63-119. Paris: Éditions Sociales, 1960.

Gueorgui, Dimitrov. “La ofensiva del fascismo y las tareas de la internacional comunista en la lucha por la unidad de la clase obrera contra el fascismo”. En Fascismo, democracia y Frente Popular. VII Congreso de la Internacional Comunista, 153-220. Coyoacán: Ediciones Pasado y Presente, 1984.

Juliá Diaz, Santos. “La Internacional Comunista: de la ofensiva revolucionaria al Frente Popular”. En Europa en crisis 1919-1939, coord. por Pablo Martin-Aceña Manrique, Santos Juliá Diaz, Mercedes Cabrera Calvo-Sotelo, 287-319. Madrid: Editorial Pablo Iglesias, 1991.

Saña, Heleno. La internacional comunista: 1919-1945. Madrid: Editorial ZYX, 1972.

Spenser, Daniela. “Las vicisitudes de la Internacional Comunista”. Desacatos: Revista de Ciencias Sociales no. 7 (2001): 133-148.