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Asentamientos prefundacionales[editar]

Se encontraron restos de un antiguo asentamiento en la cima del monte Malmasín que datan del siglo III a. C. o siglo II a. C.[1][2]​ Asimismo se hallaron restos de enterramientos en los montes Avril y Archanda de 6000 años de antigüedad. Algunos autores también identifican a Bilbao con Amanun Portus, citado por Plinio, o con Flaviobriga, por Claudio Ptolomeo.[2]​ Por otro lado, existen unas ruinas de murallas, descubiertas en las profundidades de la iglesia de San Antón que datan del siglo XI o XII.[2]

Edad Media[editar]

Fundación y primeros años[editar]

Bilbao fue fundada por Diego López de Haro V mediante una carta puebla fechada en Valladolid el 15 de junio de 1300 y confirmada desde Burgos, el 4 de enero de 1301, por el rey Fernando IV de Castilla:

En el nombre de Dios y de la virgen bienaventurada Santa María: Sepan por esta carta quantos la vieren y oyeren como yo Diego López de Haro, señor de Vizcaya en uno con mio fijo Don Lope Díaz y con placer de todos los Vizcaynos, fago en Bilvao de parte de Begoña nuevamente población y villa qual dicen el puerto de Bilvao.
Carta puebla de Bilbao, 15 de junio de 1300.

Se trataba de una de las primeras villas que nacieron al calor del gran impulso fundacional llevado a cabo por la Corona de Castilla durante el siglo XIV: en solo ese siglo, se crearon el 70 % de las villas vizcaínas, entre ellas Portugalete —1323—, Ondárroa —1327—, Lequeitio —1335—, y Munguía y Larrabezúa —1376—. El señor de Vizcaya estableció a la nueva villa en la orilla derecha de la ría de Bilbao, en terrenos de la anteiglesia de Begoña, y le concedió el fuero de Logroño, cuyos privilegios y derechos resultarían fundamentales para su posterior desarrollo.

Por privilegio del 4 de enero de 1301, los pobladores de Bilbao quedaron eximidos de pagar portazgo en todo el reino, excepto Toledo, Sevilla y Murcia. Esta disposición, que fue aprobada a petición del señor de Vizcaya, sería confirmada el 30 de julio de 1315 por Alfonso XI, el 10 de octubre de 1359 por Pedro I y el 1 de septiembre de 1371 por Enrique II.

En 1307, Diego López de Haro reunió las Juntas Generales y reconoció a su prima María Díaz de Haro como legítima sucesora en el gobierno del Señorío. Puesto que Diego López, aprovechando el periodo turbulento que siguió a la muerte de Sancho IV (1295), había usurpado el señorío contra los derechos de ella y su esposo, Juan de Castilla el de Tarifa, resulta evidente que la legalidad de todos sus actos políticos, incluyendo la fundación de Bilbao, podría ser cuestionada en el futuro. Por ello, María Díaz de Haro expidió una nueva carta puebla el 25 de junio de 1310, en la cual se confirmaban los extremos recogidos en el documento del 1300 y, aún más importante, se ampliaban los privilegios comerciales de la villa. Esta carta estableció que el camino que iba de Orduña a Bermeo, la ruta comercial más importante del señorío, pasaría por Bilbao en vez de por Echévarri, y también concedía a la villa el control exclusivo del comercio en el camino que iba desde Areta (Las Arenas) a la propia Bilbao.

El 24 de febrero de 1335, desde Lerma, el señor Juan Núñez de Lara concedió a la villa el molino sito en El Pontón y la autorizó a cobrar dos dineros nuevos por cada acemila que pasar por el puente. El 3 de febrero de 1341 exime a los bilbainos del portazgo de mercaderías en Santa Gadea.

Juan de Trastámara, futuro Juan I de Castilla, confirmó la carta puebla el 11 de enero de 1372 desde Burgos, concediendo nuevos privilegios. Por un lado, se extendía hasta Santurce y Arrigúnaga la libertad de tránsito y la exención de impuestos a las embarcaciones que se dirigían a Bilbao o partían de allí. Por el otro, la cédula ordenaba que desde Areta hasta Baracaldo, por la orilla izquierda, y hasta Zamudio, por la derecha, no existiese otro lugar alguno de venta y contratación comercial, lo que vino a completar la disposición de la carta puebla de 1310. Finalmente, se establecía que la carga y descarga del hierro no podía hacerse más allá de la Sendeja de Uríbarri.

Juan de Trastámara, ya como monarca de Castilla, volvió a confirmar la carta puebla el 10 de agosto de 1379 y, ese mismo día, expidió un nuevo privilegio, la transcripción del fuero de Logroño, que sería confirmado por él mismo el 24 de octubre y, ya por sucesivos reyes, el 15 de diciembre de 1393 y el 19 de octubre de 1411.

Estructura urbana[editar]

El perímetro sobre el cual se asentaba Bilbao comprendía seis puntos de referencia: el fondón de Zorroza, el monte Pagasarri, Buya, el vado de Echávarri, el monte Ganguren y el fondón de Deusto frente a Luchana.[3]​ Éstos configuraban un área de sesenta kilómetros cuadrados, dentro del cual Diego López de Haro V otorgó a los habitantes la posibilidad de explotar aquellos recursos (montes, tierras, aguas) de titularidad del señor. En la orilla derecha del Ibaizábal, el espacio de la villa se encontraba limitado por la propia curva del meandro de Begoña, que se cerraba en un un ángulo muy profundo en lo que actualmente es el Arenal y la primera manzana entre las calles de Bidebarrieta y Correo, y por la pendiente de la colina de Begoña.[4]

No está claro en cuántas etapas tuvo lugar el crecimiento del espacio urbano bilbaíno. Según una hipótesis, se desarrolló a lo largo de tres momentos fundamentales. El primero de ellos abarcaría más de un siglo, tiempo durante el cual la ciudad solo contó con tres calles: Somera, Francos o Artecalle y Tendería.[4]​ El segundo momento tendría su inicio, aproximadamente, en torno al año 1425, cuando se agregaron al casco urbano otras cuatro calles: Pesquería o Belaosticalle, Carnicería, Barrencalle la susera y Barrencalle la yusera.[4]​ Una tercera y última etapa se desarollaría desde 1463 y, sobre todo, 1483 en adelante: se realizó un segundo ensanche, representado en la creación de la calle de Bidebarrieta y, más tarde, de las restantes que unen ésta con el pie de la colina begoñesa marcada hoy por las calles de la Cruz y Ascao.[4]

Sin embargo, otros autores refieren que el proceso urbanístico se desplegó en dos fases, no tres.[4]​ En la primera de ellas, el proyecto del año 1300 ya incluiría la configuración de las siete calles. En la segunda, finalizando el siglo XV, se daría lugar a la creación de la calle Bidebarrieta como vía de empalme entre el casco urbano y el arrabal que estaba creciendo en el arenal, en torno a la ermita de San Nicolás.

La sociedad bilbaína[editar]

La puebla de Bilbao se implantaba sobre una población anterior compuesta, escencialmente, por labradores, pero tampoco faltaban personas dedicadas a las actividades extractivas del hierro y de la pesca. Muy pronto, el protagonismo que el comercio y la industria jugaron en el desarrollo económico de la villa dotó a sus pobladores de una tipología propia, diferenciándolos de los pueblos del término rural circundante.

La ciudadanía media, por su parte, la integraban profesionales de todo tipo: escribanos, oficiales de talleres y algunos otros miembros de cofradías, físicos, maestros, pequeños comerciantes, barberos, panaderos, etc, que disfrutaban de un nivel aceptable de fortuna. Por encima de ellos estaban los hidalgos, generalmente segundones de familias poco adineradas que se veían atraidos por el atractivo desarrollo de la villa. Su inclusión entre el resto de los vecinos conllevaba la pérdida de su estatus privilegiado, con contadas excepciones.

En la cima de la escala social se encontraban los linajes la villa, agrupados en facciones. Por el bando gamboino estaban avecindados los linajes de Artunduaga y Martiartu y, al frente de ellos, la familia Leguizamón, una de las más antiguas de Bilbao. En torno al bando oñacino se agrupaban los linajes de los Basurto, Anuncibay, Zunzunegi y Arbolancha, liderados por los Zurbarán. Sus posibilidades de enriquecimiento iban desde la explotación del hierro y el comercio con la lana, hasta la percepción de derechos señoriales y el aprovechamiento de recursos agrarios, ganaderos y forestales. Sin embargo, el control que cada parcialidad pretendía ejercer sobre los órganos de gobierno local —el concejo— convertían a estos linajes en fuente constante de conflictos y disturbios ciudadanos (la llamada guerra de bandos).

Otro grupo de poder importante eran las cofradías, instituciones que agrupaban a miembros de diversos oficios y dedicaciones profesionales de la villa. En este caso, los intentos por imponer sus principios proteccionistas en la villa fue el motivo más frecuente de enfrentamiento, tanto con el común de los vecinos como con los linajes.

Al igual que en todas las urbes de la época, existía un heterogéneo sector de marginados de la sociedad. Este grupo comprendía tanto a los vagabundos, que tenían prohibido permanecer más de un día en la ciudad sin permiso del alcalde, como a otros dos sectores atraídos por la actividad comercial de Bilbao: los foráneos, que sólo podían ejercer un oficio con permiso del regidor y tras garantizar su estadía en la villa —como condiciones de avencidamiento, una ordenanza de 1463 exigía la limpieza de sangre y origen, ser avalado por dos vecinos y presentar los bienes necesarios para habitar allí diez años—, y a los judíos, cuya presencia solo estaba permitida por un tiempo limitado y siempre y cuando se aposentasen en el arrabal.[5]

Las luchas de bandos[editar]

En 1320, los pobladores rechazaron un intento de asalto por Martín Pérez de Leguizamon, miembro de uno de los linajes bilbainos. La villa aún estaba indefensa de cualquier ataque exterior, ya que no fue hasta 1334 que Alfonso XI, tras acampar en ella con sus tropas, mandó a construir murallas y un alcazar. Éste fue demolido en 1366.

Otro enfrentamiento tuvo lugar en 1342, cuando los vecinos salieron de la villa para enfrentar al banderizo Juan de Avendaño en su castillo de Malpica, aunque fueron derrotados. La tregua «por cien años y uno más» se alcanzó el 26 de noviembre de 1353, siendo aprobado por todo el pueblo reunido en la iglesia de Santiago dos días después. Juan de Avendaño murió ese mismo día, a mano del conde Don Tello, señor de Vizcaya, quien decidió cobrar venganza por los daños ocasionados a la villa.

Entrando el siglo XV, las luchas banderizas entre los dos bandos locales en pugna —Leguizamon y Zurbarán— se recrudecieron notablemente, lo que forzó a la villa a redactar nuevas ordenanzas en 1435. Este cuerpo normativo, como se verá en la próxima sección, intentó cortar la influencia directa que tenían los bandos sobre el poder concejil, principalmente con respecto a la elección de las autoridades.

El concejo local durante la Baja Edad Media[editar]

La carta fundacional de Bilbao reconoce el derecho de la villa a elegir sus propias autoridades:

Et que ayades vuestros alcalle et jurados et prevoste et escrivanos publicos et sayon vuestros vecinos et no otro ninguno.
Carta puebla de Bilbao, 15 de junio de 1300.

El primer modelo de concejo municipal lo integraban dos alcaldes que eran elegidos por cada parcialidad de la villa, y en los cuales recaían las máximas atribuciones en el campo judicial y gubernativo, así como un preboste, de nombramiento señorial, y un determinado número de regidores, jurados y fieles.

La reforma de 1435 fijó un organigrama compuesto por un solo alcalde, dos fieles, ocho regidores, dos escribanos de cámara y seis jurados. En el caso de la alcaldía, este cargo pasaría a ser ejercido por una sola persona, que fuese «hombre común y no de bando», el cual se elegiría por sorteo de entre una terna de nombres propuestos por el concejo saliente. Para el resto de los oficios, la elección se realizaría por votación mayoritaria, procurando en todo momento que los escogidos fuesen «buenas personas, e vecinos ricos e abonados tales que darán buena cuenta de los dichos oficios». Estaba prohibido que una misma persona ocupase dos años consecutivos el mismo oficio, aunque sí podría ir alternando en años sucesivos los diferentes cargos del gobierno municipal.

Las personas adscritas a una u otra parcialidad tendrían vetado el acceso a los oficios del gobierno municipal, lo que obviamente les impedía elegir a los cargos del concejo, sobre todo la alcaldía, que pasaba a ser de ejercicio único y no, como antes, de dos oficiales por cada bando. Para vigilar el cumplimiento de estas nuevas ordenanzas, se nombraron veinticuatro hombres principales de la villa: ocho del bando-linaje de Leguizamón, otros ocho de los los linajes de Zurbaran, Basurto, Arbolancha, Barraondo y Anuncibay y, finalmente, otros ocho de la comunidad de vecinos.

Lo cierto, sin embargo, es que la lucha de bandos en Bilbao no se extinguió con la reforma de 1435. Ésta, por su parte, fue acompañada por otras dos en 1483 y 1487, reinando ya los Reyes Católicos: la prohibición de que las cofradías de Santa María, Santiago, San Agustín, San Nicolás, San Miguel y San Sebastián intervinieran en el gobierno concejil, y el capitulado del licenciado Chinchilla.

El capitulado de Chinchilla confirmó la escencia de la reforma de 1435, excluyó del gobierno de Bilbao a las personas ajenas al concejo e introdujo el oficio de diputado. Habría veinticinco de estos oficiales: siete de ellos para representar la voluntad popular (el pueblo llano), los cuales serían elegidos por cada una de las siete calles en que se dividía la ciudad, y el resto, en número de dieciocho, designados por el alcalde y oficiales del concejo para asesorar a la justicia. Al parecer, se buscaba evitar la existencia de un concejo abierto donde cualquier vecino tuviese voz y voto, canalizando la participación popular mediante la elección de diputados por calles, donde los hidalgos pudiesen imponerse facilmente ante los demás al aparecer como los más idóneos para detentar el cargo, el cual, se especificaba, debía ser ocupado por personas «ricas, llanas y abonadas».

Edad Moderna[editar]

Economía[editar]

El consulado de Bilbao[editar]

El crecimiento comercial de Bilbao, a lo largo de toda la Baja Edad Media, había generado conflictos con la ciudad de Burgos.[6]​ La tensión entre los comerciantes, de origen burgalés o representados por ellos, y los transportistas, procedentes de los puertos cantábricos y representados por los bilbaínos, se hizo muy evidente dentro de la comunidad de marineros y mercaderes asentados en Brujas, principal plaza comercial del condado de Flandes.[7]​ Los primeros estaban en posesión de los cargamentos de lana que exportaban hacia los Países Bajos y de los paños flamencos que, luego, importaban a Castilla.[8]​ Los segundos, por su parte, eran dueños de los barcos utilizados para transportar dichos productos y, también, hierro; organizaban los fletes y su navegación.

Los intentos de ambas partes por prevalecer llevaron a la formación de dos corporaciones o naciones en las plazas comerciales de Flandes.[9]​ Posteriormente, también surgieron en las ciudades enfrentadas dos respectivas corporaciones, una de mercaderes, en Burgos, y otra de mareantes, en Bilbao (1489). Ante los intentos de los bilbaínos de asegurarse el monopolio del transporte y navegación por la ría de Bilbao, cobrando los correspondientes derechos de avería, los mercaderes burgaleses consiguieron de los Reyes Católicos la creación de un Consulado de Burgos en 1494. Cuando los mareantes de Bilbao negaron a los diputados de esta institución ejercer su jurisdicción en la ría, los burgaleses amenazaron con utilizar otros puertos para la exportación de la lana.[9]

Con el objetivo de defender sus intereses comerciales, la ciudad solicitó el mismo privilegio obtenido por Burgos en 1494. De esta manera, el 22 de junio de 1511, por una real cédula expedida en Sevilla, la reina Juana I de Castilla aprobó las ordenanzas para la constitución del «Consulado de Bilbao, Casa de Contratación y Juzgado de los hombres de negocios de mar y tierra».[10]​ Esta será la institución más influyente de la villa durante varios siglos y se encargará de ejercer la jurisdicción sobre la ría, así como de los trabajos para su mejora y mantenimiento, además de otros muchos aspectos relativos al comercio.

Comercio[editar]

Las rivalidades comerciales configuraron dos áreas diferenciadas: una dominada por el Consulado de Burgos, que comprendía zonas ricas desde el punto agropecuario, así como a las grandes urbes de la Cuatro Villas cántabras, y otra dominada por el Consulado de Bilbao, que englobaba todo lo que es el País Vasco (Vizcaya —incluyendo las Encartaciones—, Álava y Guipúzcoa).[11]

Por Bilbao ingresaba una gran parte de los productos manufacturados que importaba Castilla: lienzos, paños, varios instrumentos de trabajo (agujas, alfileres, brocas de zapateros, cardas y mallas de herrero para tejedores, tintes y mordientes etc.), ciertos alimentos (granos y legumbres), pesca (salmón, arenques, sardinas etc.) y otros objetos diversos como velas, cueros, plomo y cobre, espejos, vidrios y muebles.[12]​ Esta actividad comercial favoreció el desarrollo de los astilleros de ribera.[13]​ Sin embargo, sólo una pequeña fracción de los productos se vendían en la misma villa (alrededor del 15% hacia mediados del siglo XVI, cuando la compañía mercantil de Miguel de Zamora compró al rey, por cuatro años, el monopolio de importación de productos franceses).[14]

El estallido de la Guerra de los Ochenta Años (1568) conllevó un incremento de las cargas fiscales, de modo que las ferias de Medina del Campo, a partir de 1575, comenzaron a pagar alcabalas.[15]​ El hecho de que Vizcaya fuese territorio franco de este impuesto benefició a Bilbao, su capital, puesto que los mercaderes pasaron a efectuar la primera venta en la villa, en un contexto donde el volumen general de negocios tendía a reducirse a causa del conflicto. Así, una nota escrita en 1580 describía una villa poblada y próspera al calor de los intercambios mercantiles.[15]​ El montante del impuesto de averías, que gravaba las mercancías que entraban y salían por el puerto, se movía en un rango de 400.000 a 800.000 maravedíes entre 1561 y 1629, sin que se aprecie en esta etapa un colapso grave de la actividad comercial.[16]

En 1624, Burgos elevó una petición al rey para que la aduana se trasladase a su ciudad, de forma que los productos importados se vendiesen allí y no en el puerto. Sin embargo, el reclamo no prosperó.[17]

Tras la derrota de la Gran Armada (1588), se acentuó una tendencia que ya se veía años atrás: gran parte del tráfico comercial con Francia y el norte europeo se realizó en navíos extranjeros.[18]​ La ayuda de la Corona, que necesitaba galeones para reconstruir su Armada, se plasmó en la creación, hacia 1614, de un astillero en el barrio de Zorroza.[19]​ Años después, se eligió el barrio del El Arenal para montar otra invención flamenca: alquitranar jarcia en estufa.[20]​ La superioridad del hierro vizcaino motivó estas empresas y, además, la de la fabricación de anclas, en 1626.[21]

El fin de la Tregua de los Doce Años en 1621, la alianza de Holanda con Inglaterra —las dos grandes potencias marítimas de su tiempo— y el declive del comercio con América a partir de 1630 se tradujo en una menor demanda de naves y de transporte marítimo, con la consiguiente reducción del volumen comerciado.[22]​ La reanudación del conflicto trajo consigo la presencia de veedores en los puertos, entre ellos Bilbao, para impedir el ingreso de mercancías procedentes de países enemigos, y provocó tensiones entre esos inspectores y algunos comerciantes.

La recuperación comenzó a darse a partir de 1648, con el fin de las hostilidades entre España y Holanda.[22]​ El nuevo choque bélico, esta vez entre Inglaterra y las Provincias Unidades, dificultó el comercio y el transporte de británicos y holandeses, lo que fue aprovechado por algunos vizcainos para reiniciar la navegación a Flandes y a Terranova en naves propias.[23]​ El montante de los arriendos del Peso y lonjas del Arenal da cuenta de la recuperación económica de Bilbao en la segunda mitad del siglo XVII.

Población y urbanismo[editar]

A principios del siglo XVI, dentro del espacio urbano aún estaban en obras la iglesia de Santiago —cuyo proyecto debía haberse comenzado hacia el 1400— y de San Antón —construida en el limite de la cerca, en un solar donde, hasta 1334, se asentaba el alcázar—.[24]​ En 1511, pero fuera de la villa, las obras de la capilla mayor de la iglesia del convento de San Francisco, en la orilla de Abando, estaban avanzadas, y al mismo tiempo se concebía construir un segundo puente que enlazase aquél convento y el casco urbano.[25]​ Asimismo, estaba cerca el momento de colocar las primeras piedras del convento dominico de la Encarnación, en el arrabal de Ibeni o Achuri, y del convento de San Agustín en Uríbarri, en el solar en que hoy se erige el ayuntamiento de Bilbao.

La población, por entonces de 5000 habitantes, estaba agrupada en tres áreas diferenciadas.[25]​ La primera de ellas se situaba en la orilla izquierda y estaba habitada por ferrones y curtidores; se destacaba el edificio de la lonja de hierro o rentería.[25]​ La segunda área se situaba en el margen derecho y constaba de siete calles, de seis metros de anchura cada una, cortadas por algunos cantones que corrían perependicularmente a ellas: la calle Somera, por ejemplo, era utilizada para el tránsito de las personas y mercancías que cruzaban por el puente de San Antón, situado a los pies de la iglesia, pudiendo luego, tras salir de Bilbao por el portal de Zamudio, dirigirse hacia el valle de Asúa y el camino de Bermeo.[25]​ Entre dicha salida y la ribera de la ría se extendía la calle de Artecalle que, junto con el río y la muralla de Bilbao, configuraría el mercado y, desde 1535, la plaza mayor.[25]​ La tercera área, finalmente, ocupaba unas cuantas casillas de pescadores y marineros, así como también, probablemente, de campesinos trabajadores en los viñedos y las huertas de la Sendeja y Uríbarri, todas desperdigadas sobre el arenal del margen derecho de la ría, en torno a la ermita de San Nicolás.[26]

En 1571 tuvo lugar un incendio que consumió y redujo a escombros la mayor parte de la villa, que por entonces, con excepción de las murallas, iglesias y algunas torres, estaba edificada en madera.[27]​ La reconstrucción se hizo ya en piedra y ladrillo.

En 1622 las religiosas de la Cruz construyeron un convento e iglesia en la actual plaza de Unamuno, terminando por abrir y empedrar la calle que llevaba a la fuente de Ascao (futura Iturribide).[28]​ Dos años después, en 1624, los jesuitas también comenzaron a edificar su colegio y templo de San Juan.[28]​ Las obras civiles, por su parte, se basaron en derribar la muralla del portal de Zamudio (c. 1624), levantar el muelle del Arenal (1663-1664) —que posibilitó el alargamiento de las calles de Santa María y Santiago y dio lugar la de la Cinturería y el camino hacia el juego de la Pelota—, y construir el tercer arco del puente de San Antón (1667), el nuevo ayuntamiento, la alhóndiga y la sacristía de San Antón.[28]​ Todos estos proyectos dan cuenta de la holgura de las cuentas municipales y el crecimiento del comercio. De hecho, el párroco de Santurce consignó que «en Bilbao se edificaron en este tiempo unas cuarenta o cincuenta casas».[28]

Ya en el siglo XVIII, surge la calle Nueva (iniciada en 1734) y la del Correo, se canaliza el agua para las fuentes públicas y, en 1786, de la mano del procurador síndico de la villa, se proyecta un ambicioso plan urbanístico, aprobado en 1792.[29]

Gobierno local[editar]

A principios del siglo XVI, el gobierno municipal bilbaino estaba compuesto por un preboste, cargo vitalicio de designación real vinculado a la familia Leguizamón, un alcalde, dos fieles, seis regidores, cuatro diputados, un escribano, un abogado y un número variable de jurados.[30]​ Este esquema se modificó a mediados de la centuria, cuando una real cédula del 29 de septiembre de 1543 estableció doce regidurías perpetuas en el concejo.[31]​ El alcalde, según se asentó en el regimiento del 5 de enero de 1544, sería elegido por dos bandos, oñacinos y gamboínos, que se turnarían anualmente en la designación del cargo.[32]​ Todos los integrantes del concejo que estuviesen adscriptos al bando al que le tocaba la designación ese año elegirían tres personas que se sortearían: el primero en salir sería investido alcalde, y los otros dos auxiliares del mismo en caso de impedimento del titular.

Esta división por parcialidades se plasmaría en el resto de los oficios municipales: cuando el alcalde saliese por el bando oñacino, entonces el escribano y el letrado debían ser gamboínos y el síndico y el bolsero oñacinos, y viceversa en caso de que el alcalde fuese de la parcialidad gamboina.[33]​ Los jurados se nombrarían por mitad, mientras que oficios menores, como los mayordomos de las iglesias de la villa y de Begoña, azoqueros, fontaneros etc., podrían ser designados por mera conformidad de todo el concejo, aunque, si no se alcanzace el consenso, entonces la provisión debía ser por parcialidades.[34]

Si bien el monarca confirmó este nuevo esquema el 3 de marzo de 1544, su duración fue efímera.[35]​ En 1551, el alcalde en ejercicio consiguió la disolución del regimiento perpetuo, previa compensación de 50.016 ducados.[35]​ La elección de oficiales pasó a realizarse el 30 de diciembre de cada año, a través de la intervención de dos barrios, el de San Pedro y el de San Pablo, remedo de los bandos oñacino y gamboino.[36]​ Para la designación del alcalde, los regidores del barrio al que le correspondía la elección escribían el nombre de los candidatos en sendas papeletas, las cuales se introducían en un cántaro.[37]​ Posteriormente, un niño pequeño extraía tres papeletas de él, que serían el alcalde titular y los dos auxiliares, respectivamente. Los mismos electores repetían el procedimiento para la elección de seis regidores, y lo mismo hacían los del otro barrio. El procurador general y su suplente eran elegidos por parte del barrio que no eligió al alcalde.[37]​ Por las ordenanzas de 1593 se sabe la designación de los oficios secundarios (escribano, letrado, procuradores, mayordomos etc.) corría a cargo de uno de los barrios, y del otro al año siguiente.[37]​ El preboste de la villa, que había asistido al concejo y votaba en el ayuntamiento, renunció a su voz y voto en 1549, y el cargo de preboste mayor, a partir de 1578, fue elegible por los del barrio que no escogía al alcalde.[37]

Acontecimientos históricos[editar]

Guerra de las Comunidades de Castilla[editar]

Bilbao se mantuvo al margen de la revuelta comunera de 1520-1521. El 30 de julio de 1520, poco antes del incendio de Medina del Campo, la villa escribió una carta al rey Carlos garantizando la fidelidad de toda la provincia vizcaína.[38]

Entrada de las villas a la Junta General[editar]

Desde el capitulado de Chinchilla, en 1487, las veintiun villas vizcainas, así como la única urbe con título de ciudad, Orduña, tenían vetado el acceso de la Junta General, y naturalmente no participaban en la elección de sus oficios. La concordia del 14 de marzo de 1628 intentó solucionar una cuestión que era fuente de conflictos entre los componentes del señorío, pero el alcalde de Bilbao se opuso y el día 26 convocó un ayuntamiento donde, además de los regidores y oficiales municipales, se pronunciaron algunos vecinos principales de la villa.[39]​ A pesar de la discrepancia de opiniones, la resolución final fue la de no firmar el capitulado, lo que produjo que al día siguiente algunos vecinos se reuniesen por su cuenta para debatir el asunto.[40]​ Los lideres de esta iniciativa fueron encarcelados.

Los argumentos de Bilbao para oponerse a la concordia eran la «ofensa a la autoridad y justicia de la villa» en relación al punto sobre las precedencias del Diputado General ante los alcaldes, la no conveniencia de la unión de dos entidades, villas y anteiglesias, con formas de gobierno tan distintas, y el capitulado de Chinchilla, que aún seguía vigente.[41]​ Sin embargo, la posición de Bilbao no tuvo apenas eco entre las demás villas, excepto Orduña y Valmaseda, de modo que la concordia fue aceptada por noventa y cuatro votos a favor y tres en contra en la Junta del 2 de mayo.[42]​ La situación se destrabó al año siguiente, cuando el texto de un nuevo capitulado de diecisiete puntos, consensuado entre las villas y el señorío, fue aprobado por unanimidad en la Junta General del 11 de septiembre de 1630.[43]​ Bilbao acordó imprimir este acuerdo e incorporarlo a las ordenanazas municipales el 17 de noviembre de 1681.[44]

El motín de la sal[editar]

El motín de la sal (1631-1634) se desarrolló en un contexto económico más dificil que el de los años precedentes, debido a la reanudación de la guerra entre Holanda y la monarquía española. Aunque su estallido está fuertemente ligado a los decretos de Felipe IV sobre el estanco de la sal en todo el señorío de Vizcaya, la revuelta dejó entrever un complejo entramado de agravios político-sociales que se desprendían de la marginación del pueblo llano en el Antiguo Régimen.

El 11 de septiembre de 1629, la comisión salida de la Junta de Guernica aprobó un servicio militar para cuyo pago se establecieron impuestos especiales sobre el vino de la cosecha propia y foránea, el pescado exportado por el señorío y el que viniese de fuera salado y de todas las manufacturas importadas.[45][46]​ Bilbao, que encabezaba la oposición de las villas vizcainas, apuntó duramente contra los comisionados de la Junta y pidió que el reparto se efectuase de forma equitativa, es decir, conforme al vecindario de cada pueblo y el caudal de cada vecino.[47][48][nota 1]​ Por el contrario, el criterio de la Junta, es decir, de los mayorazgos o jaunchos de la tierra, era que la contribución debía recaer sobre las actividades comerciales, la pesca y el vino.[49]

En febrero de 1630, un vecino de la villa, administrador de Duarte Díaz Enríquez, tesorero general de las rentas de los diezmos de la mar y puertos secos de Castilla, se personó en el ayuntamiento para cobrar tales derechos, así de los hierros y aceros que los mercaderes cargaban.[50]​ El concejo y el síndico del Consulado protestaron enérgicamente contra la novedad, y el síndico procurador de la villa se negó a dar los pregones que exigía el administrador.

Estos antecedentes encrisparon el ambiente dentro de las clases populares y sirvieron para crear un importante resentimiento contra las oligarquías locales, a quienes se acusó de colaboración con el gobierno a cambio de beneficios personales (posición, contratos, hábitos de Santiago, etc.).[49][51]​ Pero la orden que hizo estallar la revuelta llegó a Bilbao en enero de 1631, y se trataba de una pragmática del monarca Felipe IV notificando un nuevo impuesto y nuevas medidas: la confiscación de la sal de Vizcaya, el transporte de la sal a depósitos reales y el estanco de la misma, es decir, el monopolio regio de tal producto, que pasaría a venderse con un incremento en el precio de hasta el 44%.[52]

En un clima de exasperación por el nuevo impuesto, el 13 de abril de 1632 llegó a Bilbao el Juez Mayor de Vizcaya para comenzar el cobro de un donativo voluntario, recibiendo una mala acogida por parte de la población.[53]​ Los incidentes comenzaron el 16 de octubre, cuando el corregidor auxiliar, Juan Calderón de la Barca, intentó publicar un decreto sobre el precio de la sal.[54]​ Apoyado por los miembros de la Junta, el alcalde de Bilbao se negó a pregonarlo, y una muchedumbre exaltada se reunió en la plazuela de Santiago, frente al edificio donde se celebraba la Junta.[55]​ La situación se aquietó con la publicación del pregón, pero la negativa del concejo a hacer público otro decreto del Señorío y firmar el auto, el día 20, hizo que la multitud irrumpiese en la sala del ayuntamiento y obtuviese lo que quería a la fuerza.[56]

Al día siguiente, los incidentes se reprodujeron con más violencia. Los amotinados atacaron la casa del licenciado Echávarri y el ex Diputado General Pedro de Urasendi,[57]​ y seguidamente secuestraron los papeles en posesión del veedor Francisco de Barrionuevo para quemarlos en una hoguera.[58]​ El día 22 de octubre asaltaron la casa del escribano Aparicio de Uribe y la saquearon, tras lo cual asesinaron a Domingo de Castañeda, procurador de la Audiencia del Corregidor.[59]​ Un mes después, el 25 de noviembre, atacaron la casa de Pedro Fernández del Campo, administrador de los diezmos de la mar.[60]

Los amotinados, que se hicieron con el control de la ciudad, eran personas de extracción media-baja, al igual que sus lideres: Ugarte, clérigo e hijo de un carnicero, Diego de Charta, sastre, el licenciado Morga y Saravia, estimado como jurista, Martín Ochoa de Bedia, sastre, y los hermanos Juan y Domingo de Vizcaigana, herreros, entre otros.[61]​ El 23 de octubre presionaron al concejo de la villa para que se diese sanción oficial a un texto de ocho reivindicaciones populares, que fue firmado a la fuerza por una gran cantidad de vecinos.[62]

La primera respuesta del poder real fue envíar dos agentes, el antiguo corregidor Lope Morales y el duque de Ciudad Real, que entraron a Bilbao en septiembre de 1632.[63]​ El duque, elegido alcalde en las elecciones de diciembre de ese año,[64]​ intentó acercar posiciones con los rebeldes, pero un nuevo desencuentro se produjo muy pronto, el día 24, al entregar las varas del corregimiento a Lope de Morales.[65]​ La tensión continuó en los primeros meses de 1633, debido al rechazo que Morales inspiraba en los amotinados.[66]​ Estos esperaban que el rey diese el visto bueno a las reivindicaciones formuladas.[67]

El 23 de enero de 1633 llegó a Bilbao un nuevo corregidor, el licenciado Vallejo de Santa Cruz, pero los rebeldes se negaron a aceptar su investidura sin que se cumpliesen los requisitos que exigía el fuero.[68]​ El duque de Ciudad Real resolvió entonces que la toma de posesión se realizase en una Junta celebrada en Guernica el 15 de febrero próximo. Esta Junta, a pesar de las previsiones tomadas, fue interrumpida por un grupo armado de amotinados para aprobar veinticuatro decretos contra el sistema impositivo real.[69]

Dentro de Bilbao, la paz continuaba comprometida. El 16 de abril, Lope de Moral logró abortar, por vías pacíficas, un plan que contemplaba el saqueo de las casas de varios personajes principales, entre ellos, la del veedor Ochoa de Irazagorria.[70]​ Dos semanas antes, el 30 de marzo, había llegado una orden para que todas mercancías que entraran en Vizcaya fuesen supervisadas por el veedor de comercio, so pena de confiscación de la mercancía.[71]

Por esos meses, sin embargo, la monarquía en Madrid ya proyectaba una represión bien desplegada, que castigase los delitos cometidos durante la revuelta pero sin dar lugar a nuevos disturbios.[72]​ Tras una estancia en Madrid, el duque de Ciudad Real entró en Bilbao el 20 de abril de 1634, acompañado de un oidor de la Audiencia de México y un alcalde de hijosdalgo de la de Granada. Allí constituyó una milicia de notables bilbainos bajo sus ordenes y se ocupó de amedrentar a los amotinados, cuya moral y decisión ya comenzaban a flaquear, en tanto el momento del castigo se veía inminente.[73]

El golpe final quedó fijado para las cuatro de la mañana del 24 de mayo.[74]​ A esa hora se dio un pregón mandando que ningún hombre o mujer saliesen de su casas, excepto los llamados por la justicia. El duque de Ciudad Real paseó por las calles acompañado de nueve caballeros y, ayudado por la justicia y los cabos desplegados en toda la ciudad, comenzaron las detenciones: el licenciado Morga y Sarabia; Juan de la Puente y Urtusaustegui; Martín Ochoa de Ojarabide, secretario del Señorío; Juan de Larabaster, capitán; los hermanos Juan y Domingo Bizcaigana, herradores.[75]​ Prevenidos los cargos y acusaciones por el corregidor, todos ellos fueron ejecutados en la tarde y noche del mismo día.[76]

Días después, Gonzalo de Ugarte entró en la villa para comunicar dos cédulas reales: la abolición del estanco de la sal y el perdón general a los rebeldes.[77]

Guerra de Sucesión Española[editar]

Bilbao celebró la proclamación de Felipe V como rey de España el 20 de diciembre de 1700.[78]​ Toda la región se mantuvo leal al Borbón durante el enfrentamiento sucesorio de 1701-1713 pero, a diferencia de Castilla o Andalucía, Vizcaya y el norte peninsular no fueron el escenario prioritario de la guerra. No obstante, la amenaza de las costas era un peligro latente, como lo demuestra el acuerdo del ayuntamiento, en enero de 1703, de que se busque el dinero que hiciese falta para reforzar las fortificaciones de la costa, en particular las de Portugalete, ante el riesgo de que el enemigo optara por entorpecer la construcción de dos galeones para el rey.[79]

Conflicto por el traslado de las aduanas[editar]

El señorío vizcaíno tenía sus aduanas en Orduña y Valmaseda, de tal forma que lo que se importaba para el consumo de Vizcaya y los productos vizcaínos exportados no pagaban derechos de aduanas.[80]​ Esta situación, que facilitaba el contrabando, fue desafiada por un grupo de mayorazgos y nobles rurales, probablemente recelosos de la prosperidad con la que vivían los mercaderes, y llamaron la atención de la monarquía sobre este problema.[80]

El envío de un administrador de aduana con guardas de pie y a caballo fue el prólogo del conflicto.[80]​ El 31 de agosto de 1717, el rey mandó trasladar las aduanas de Orduña y Valmaseda a la costa, a Bilbao y Bermeo, lo cual se llevó a cabo en 1718.[81]​ La oposición de los labriegos y pescadores, que veían encarecer los productos que utilizaban para su trabajo, no se hizo esperar,[82]​ a pesar de algunas voces que veían el peligro de que una queja abierta desembocase en otra orden real, tal vez trasladando el comercio de Bilbao a Santander.[83]

Bilbao designó a Pedro Nicolás de Herquiñigo y a José de Jarabeitia, primeramente, y después, por renuncia de éstos, a Pedro de Víldosola y a Juan Bautista de Viar y Valle, como apoderados a la Junta General que se celebró el 8 de marzo de 1718.[84]​ En ella se decretó elevar un memorial al rey para contradecir la medida. Sin embargo, la monarquía se negó a ceder; los primeros altercados tuvieron lugar en agosto, cuando uno de los recaudadores aduaneros fue asesinado en la villa.[85][82]​ Al calor de juntas secretas en las repúblicas del Señorío, el historiador Teófilo Guiard Larrauri señala el surgimiento de un sentimiento de odio contra Bilbao:[86]

A este egoismo de Bilbao, que era la razón de vida impuesta por su destino, quería referirse por sus enemigos la ruina de la libertad en el Señorío, y sentían acaso algunas anteiglesias que daban con la causa principal de aquél hundimiento en achacando este interés a la Villa solamente (...). Este encendido sentimiento contra Bilbao y sus hombres llevó a los lamentables tumultuos de septiembre de 1718.

El domingo 4 de septiembre, un gran número de aldeanos procedentes de las anteiglesias comarcanas entraron en Bilbao sin alboroto.[87]​ Sin embargo, cuando el corregidor se negó a firmar el decreto que exigían los aldeanos de Begoña para impedir el traslado de las aduanas, se inició un tumulto en la plazuela de Santiago.[88]​ Los amotinados rodearon la casa de Enrique de Arana, Diputado General del Señorío, robaron lo que había en ella y quemaron algunos papeles y muebles.[89]​ Si bien el Diputado consiguió escapar, luego fue capturado y asesinado por la multitud,[90]​ al igual que Miguel de Orovio, yerno del marqués de Vargas —cuya casa fue atacada y saqueada—, y Juan Ángel García de Antesana, secretario de la Ronda de los Guardas.[91]​ Se atacaron las casas de varios personajes importantes, como el marqués de Vargas, Nicolás de Echeverría, Diego de Allende, Lorenzo de Sierralta, Domingo de Gondia, Manuel de Bolivar y Antonio de Ribas, y algunos conventos religiosos, que fueron saqueados.[92]

La respuesta armada de los vecinos, dos días después, evitó el incendio de la villa, que fue cerrada y defendida por las plazas y caminos principales.[93]​ El 11 de noviembre, el mariscal Blas de Loya llegó desde Madrid al mando de 3000 hombres.[94]​ Un total de dieciséis personas, de Ochandiano, Bermeo y Albia, fueron detenidas y ejecutadas por su participación en el ataque a la villa.[95]​ Tras la represión, en 1722, las aduanas retornaron a Valmaseda y Orduña y se pudo importar y exportar libremente, aunque ciertos productos coloniales y el tabaco no pudieron ser introducidos por Bilbao con destino al mercado castellano sino bajo ciertas condiciones especiales.[82]

Edad contemporánea[editar]

Véase también[editar]

Notas[editar]

  1. La pasión que los dichos comisarios han tenido, cegandoles su propio interés pues con ser todos ellos de los caballeros más recios y poderosos de Vizcaya, así en rentas como en propiedades de montazgos, herrerías y molinos que tienen en este señorío; no arbitran daño ninguno en ello ni vienen a pagar un solo maravedí para este servicio, que según el modo que han tomado todo es para que lo paguen las pobres gentes y particulares.

Referencias[editar]

  1. Asociación de Periodistas de Vizcaya. «Crónica de siete siglos». Bilbao 700: 24. Archivado desde el original el 24 de julio de 2008. Consultado el 17 de julio de 2008. 
  2. a b c Sánchez-Beaskoetxea, 2006, p. 28
  3. García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 19.
  4. a b c d e García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 20.
  5. Val Valvidieso, 1985, p. 319.
  6. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 37.
  7. García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, pp. 25-26.
  8. García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 25.
  9. a b García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 26.
  10. García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 15.
  11. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 38.
  12. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, pp. 38-39.
  13. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 40.
  14. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 39.
  15. a b Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 41.
  16. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, pp. 42-43.
  17. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, pp. 41-42.
  18. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 43.
  19. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 44.
  20. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, pp. 45-46.
  21. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 45.
  22. a b Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 46.
  23. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 48.
  24. García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, pp. 20-21.
  25. a b c d e García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 21.
  26. García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 22.
  27. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 51.
  28. a b c d Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 52.
  29. Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 54.
  30. García de Cortázar Ruiz de Aguirre, 2004, p. 31.
  31. Guiard Larrauri, 1905, p. 279.
  32. Guiard Larrauri, 1905, pp. 281-282.
  33. Guiard Larrauri, 1905, pp. 283-284.
  34. Guiard Larrauri, 1905, p. 284.
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  36. Guiard Larrauri, 1905, pp. 285-286.
  37. a b c d Fernández de Pinedo Fernández, 2004, p. 57.
  38. Pérez, 1977, p. 410.
  39. Guiard Larrauri, 1905, pp. 174-178.
  40. Guiard Larrauri, 1905, p. 176.
  41. Guiard Larrauri, 1905, pp. 185-187.
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  48. Guiard Larrauri, 1906, pp. 37-38.
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  50. Guiard Larrauri, 1906, p. 47.
  51. Guiard Larrauri, 1906, p. 38.
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  86. Guiard Larrauri, 1908, pp. 15-16.
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  91. Guiard Larrauri, 1908, p. 35.
  92. Guiard Larrauri, 1908, pp. 21-22 y 35-36.
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  94. Guiard Larrauri, 1908, pp. 42-43 y 51.
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