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Crimen

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Noche de la desaparición

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La tarde del viernes 13 de noviembre de 1992, Míriam García Iborra, de 14 años, María Deseada Hernández Folch (Desirée), de la misma edad, y Antonia Gómez Rodriguez (Toñi), de 15 años, salen de sus casas en Alcácer después de decirles a sus padres que iban a la discoteca Coolor, situada en las afueras del vecino municipio de Picasent.[1]

Para llegar hasta la discoteca desde Alcácer hay que recorrer una carretera que enlaza los dos municipios, que se encuentran separados entre sí unos dos kilómetros. El último tramo es oscuro y no hay viviendas junto a la carretera. Es habitual encontrar en los alrededores de Coolor a jóvenes de las poblaciones cercanas haciendo autoestop, a pesar de que los fines de semana el dueño del establecimiento fleta un autobús y alguna furgoneta para transportar a estos clientes.[1]

Aquella noche, las tres niñas deciden desplazarse haciendo autoestop, pero desaparecen antes de llegar a su destino.[2]

Búsqueda de las niñas

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El lunes 16 de noviembre, las familias de las niñas esperaban su regreso a casa después de una aventura juvenil de fin de semana. Sin embargo, las niñas se habían ido con lo puesto y casi sin dinero. Este hecho descartaba la idea de una huida voluntaria pero empezaba a alimentar la teoría de un rapto.[1]

Los primeros días, varios testigos aseguraron haber visto a las niñas la noche de su desaparición. Un vecino de Alcácer que regresaba de Coolor aseguró haberlas visto caminando en dirección a la discoteca. Una semana después, una anciana declaraba haberlas visto subiéndose a un coche blanco en el que viajaban otras tres personas.[1]

Las fuerzas de seguridad centraron sus primeras investigaciones en amigos de las menores, clientes habituales de la discoteca y sus dueños, llegando a la conclusión de que las niñas no habían llegado al local en ningún caso.[1][2]​ También se indagó entre los reclusos de la prisión de Picasent puestos en libertad durante aquellos días.[1]​ Además, se investigó a los delincuentes sexuales de la zona: durante dos semanas, fueron tras la pista de un perturbado que satisfacía sus obsesiones sexuales en un descampado con muñecas grandes que compraba de una tienda.[2]

El Ayuntamiento de Alcácer editó miles de carteles con datos de las pequeñas y los medios de comunicación se volcaron en la búsqueda de las niñas.[1]​ Cientos de españoles aseguraron haber visto a las menores. Se llegaron a organizar dispositivos policiales en Granada y en Pamplona siguiendo las pistas de la colaboración ciudadana.[1]

Desde el gobierno, el ministro del Interior, José Luis Corcuera, se interesó personalmente por el caso y se entrevistó con los padres de las niñas.[1]​ Su Ministerio formó un equipo especial conjunto de la Guardia Civil y la Policía Nacional para colaborar en la búsqueda.[2]​ El presidente, Felipe González, recibió en Nochebuena a las tres familias y les transmitió su «profunda preocupación como padre».[1]

La búsqueda se amplió fuera de España y se puso al corriente a los servicios de Interpol. Las familias de las desaparecidas distribuyeron carteles en varios idiomas por algunos países de África (una pista llevaba a Marruecos, donde las niñas podrían habrer sido llevadas como esclavas sexuales) y Europa.[2]​ El día en el que se hallaron los cuerpos sin vida de las tres niñas, el padre de Míriam, Fernando García, se encontraba en Londres con periodistas para difundir allí su búsqueda.[1]

Hallazgo de los cadáveres

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El 27 de enero de 1993, un apicultor de 69 años y su consuegro suben a un monte del paraje de La Romana, en el término municipal de Tous, a revisar unas colmenas de su propiedad. En las proximidades descubren un brazo humano semienterrado con un reloj en la muñeca.[2]​ Se trataba de los cadáveres de las tres niñas, que se encontraban apilados y descompuestos.[1]

Además de los cuerpos, se hallaron diversos objetos en los alrededores de la fosa. Entre los restos de tierra se descubrió un cartucho sin percutir. Junto a unos matorrales, se encontraron unos trozos de papel. Tras su reconstrucción, resultaron ser un volante del Hospital La Fe de Valencia a nombre de Enrique Anglés, por haber sido atendido de sífilis unos meses atrás.[2]

Autores

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Primeras detenciones

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A partir de la pista del volante hospitalario hallado en la fosa, Enrique Anglés y su amigo Miguel Ricart son detenidos el mismo día 27 de enero,[2][3]​ aunque Enrique Anglés, que presenta trastornos mentales, es puesto en libertad esa noche.

Quien fue realmente al hospital es el hermano de Enrique, Antonio Anglés, un delincuente fichado por la policía que había suplantado su identidad.[2]

Confesiones de Miguel Ricart

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Miguel Ricart confiesa su participación en el crimen y realiza una primera descripción de lo ocurrido: él y Antonio Anglés recogen a las tres niñas en un Opel Corsa y, en lugar de llevarlas a la discoteca Coolor, las llevan a una caseta en la partida de la Romana. Allí las torturan, violan y mutilan. Luego, obligan a las niñas a caminar, a la luz de unas velas, hasta una fosa, donde las asesinan de un tiro en la cabeza. A continuación, envuelven los cadáveres de las niñas en un trozo de moqueta y las entierran.[2]

Hasta su juicio, Miguel Ricart da versiones diferentes del crimen en una decena de declaraciones, llegando a desmentir su autoinculpación.[3]

Fuga de Antonio Anglés

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La policía no consigue dar con el paradero de Antonio Anglés, que había emprendido su huida desde el primer momento. Una de las primeras pistas le sitúan el viernes 29 de enero de 1993 en una peluquería de Valencia. Los dueños del negocio alertaron a la policía después de haber atendido a un cliente que había acudido para que le quitaran el rubio teñido del pelo y que flirteaba con las empleadas; a una de ellas llegó a preguntarle por la hora a la que terminaba de trabajar para pasar a por ella.[2]

Las siguientes pistas le sitúan primero en Minglanilla (Cuenca) y más adelante en Portugal. Un colaborador de la policía antidrogas de ese país aseguraba en marzo de 1993 haber convivido con Antonio Anglés durante dos semanas en la localidad costera de Caparica. Según este colaborador, Anglés le robó el pasaporte con la intención de tomar un barco que le llevase a Brasil (su país de nacimiento). El 15 de marzo de 1993, la tripulación del barco mercante City of Plymouth descubre a un polizón portugués que, al ser descubierto, se lanza (o lanzan) al mar con un chaleco salvavidas. Este chaleco sería encontrado más adelante en la bocana del puerto sin rastro del polizón.[2]

Desde entonces, el rastro de Antonio Anglés se pierde en el mar, aunque su búsqueda no cesa. El 11 de septiembre de 1995, se encuentra una calavera en una playa del condado de Cork (Irlanda) con el tabique nasal desviado, como el de Antonio Anglés. Sin embargo, la prueba de ADN que se le practicó resultó negativa. Por otro lado, en marzo de 1996, dos guardias civiles se desplazan a Uruguay para buscar al cliente de una prostituta cuya descripción coincidía con la de Antonio Anglés, pero tampoco logran dar con él.[2]

En la actualidad, Antonio Anglés aparece en la web de Interpol como una de las personas más buscadas del mundo.[4]

Autopsias

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Primeras autopsias

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Pruebas posteriores

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La escasez y el deterioro de los restos orgánicos de los implicados requerían análisis complejos. Debido a la insistencia de varias acusaciones, el sumario fue reabierto en varias ocasiones para incluir nuevas pruebas periciales, que fueron retrasando el inicio del juicio.[3]

Se realizó un análisis de ADN a 15 pelos encontrados en los cadáveres y su ropa. Doce de ellos no pertenecían a Miguel Ricart, mientras que los tres restantes se encontraban dañados y no se pudieron analizar. Este hecho confirmaría la participación de terceras personas en el crimen.[3]

El viernes 9 de mayo de 1997, tres días antes del comienzo del juicio, el forense y perito de la acusación particular, Luis Frontela, remite al tribunal un nuevo informe pericial en el que se documentan posibles manchas de sangre, semen y otros fluidos orgánicos hallados en la alfombra que envolvía los cadáveres de las niñas. Para hallar las manchas, Frontela utilizó una nueva técnica que requería unos aparatos de los que no disponía hasta unos meses antes, y explica la necesidad de realizar nuevos análisis. Sin embargo, el Instituto Nacional de Toxicología no encontró en la alfombra dichas manchas.[5][3]​ El informe no consiguió aplazar el juicio.[3]

Interpretaciones alternativas

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A medida que se van conociendo nuevos datos periciales sobre el crimen de las niñas, el padre de Míriam (Fernando García) y el periodista y criminólogo Juan Ignacio Blanco aumentan sus apariciones en los medios de comunicación, especialmente en el programa de televisión Esta noche cruzamos el Mississippi de Pepe Navarro.

García y Blanco sostienen la teoría de que Anglés y Ricart no fueron los únicos participantes en el crimen, sino que éstos seguían las órdenes de una banda organizada de asesinos, entre los que podrían encontrarse productores de vídeos snuff o personajes relevantes. Desde su punto de vista, Ricart sólo se habría encargado de enterrar los cadáveres de las niñas, a las que se les habría dado muerte en otro lugar no determinado, mientras que Anglés habría sido asesinado para evitar que delatase a los verdaderos culpables. Esta teoría es apoyada también por la familia de Toñi, pero no por la de Desirée.[3]

García y Blanco, además, acusan a la Guardia Civil y al juez de manipular y destruir las pruebas para proteger a los verdaderos criminales. Estas acusaciones provocaron desmentidos oficiales, varias querellas y la ruptura del padre de Míriam con la Asociación Clara Campoamor,[3]​ que se presentaba como acusación popular.

Juicio

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Intento de aplazamiento

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Como consecuencia de los informes periciales conocidos el viernes 9 de mayo de 1997, Fernando García, portavoz de las familias de Toñi y Míriam y padre de ésta última, exige la suspensión del juicio hasta que se analicen las nuevas pruebas aportadas. Fernando García afirma que no hay suficientes evidencias que incriminen a Miguel Ricart y asegura que en el crimen podrían haber participado al menos seis personas más. García, además, renuncia a su abogado porque no quiere formar parte de "una pantomima". Una manifestación en Alcácer, en la que participaron unas 1500 personas, apoya el aplazamiento del juicio el mismo día en el que se conoce el informe.[3]

Por su parte, la familia de Desirée sí está de acuerdo con que el juicio se inicie en la fecha prevista.[3]

Desarrollo

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A pesar de las peticiones de aplazamiento, el juicio por el crimen de Alcácer comenzó el lunes 12 de mayo de 1997, en la Sección Segunda de la Audiencia Provincial de Valencia.

El abogado de Miguel Ricart, el único acusado en el juicio, pedía la absolución de su cliente al creer que contra él sólo existían "meros indicios". Sin embargo, el fiscal y las acusaciones populares consideraban que había pruebas suficientes para condenarle por rapto, violación y asesinato.[3]

Sentencia

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Medios de comunicación

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"Nacimiento de la telebasura"

  • Quién sabe dónde
  • Nieves Herrero
  • Esta noche cruzamos el Mississippi
  • El Juí d'Alcàsser

El programa de TVE Quién sabe dónde, conducido por Paco Lobatón, se vuelca en la búsqueda de las niñas.[2]

Consecuencias

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Referencias

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  1. a b c d e f g h i j k l «75 dias de angustia». elpais.com. 28 de enero de 1993. Consultado el 21 de septiembre de 2014. 
  2. a b c d e f g h i j k l m n Duva, Jesús (11 de noviembre de 2012). «Ni entre los vivos ni entre los muertos». elpais.com. Consultado el 21 de septiembre de 2014. 
  3. a b c d e f g h i j k Velert, Sara (11 de mayo de 1997). «El juicio por el tríple crimen de Alcasser comienza con un único acusado en el banquillo». elpais.com. Consultado el 21 de septiembre de 2014. 
  4. «Interpol: Antonio Anglés Martins». Consultado el 5 de octubre de 2014. 
  5. Velert, Sara (10 de mayo de 1997). «Halladas manchas de sangre y semen en la alfombra que envolvió a las niñas de Alcàser». elpais.com. Consultado el 24 de septiembre de 2014.