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Usuario:Jándalo/Taller

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La Hermandad de la Santa Caridad de Sanlúcar de Barrameda -cuya actual sede es la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados es una fundación religiosa católica creada en 1441 por Alonso Fernández de Lugo, padre del conquistador de las Islas Canarias, en la Iglesia y Hospital de la Santísima Trinidad. Se constituyó como una confraternidad formada por veinticuatro hermanos fundadores, con la función de asistir a los pobres desamparados. A lo largo de los siglos, la Hermandad de Obras de Misericordia se dedicó a atender a las personas sin recursos económicos y a otros necesitados. Así la cofradía daba limosna, de comer, vestía, alojaba a los que estaban de paso, daba asistencia sanitaria a los enfermos, dotaba a las doncellas huérfanas, redimía a los cautivos, daba sepultura a los pobres y a los fallecidos en la calle o ahogados en el mar, celebraba misas en sufragio por sus almas, etc.

En 1628, en tiempos del octavo Duque de Medina Sidonia, la Iglesia de la Trinidad se convirtió en ayuda de la Parroquia de Nuestra Señora de la O, lo que provocó que la Hermandad atravesara una crisis que determinaría su futuro. Por voluntad ducal en el Hospital se instaló un Colegio de Niños de la Doctrina, que tenían la función de servir al Santísimo Sacramento. Esto provocó que la Hermandad tuviera que abandonar el Hospital y trasladar su labor sanitaria a una casa contigua. Esta situación debilitó a la Cofradía, cuyos miembros se reagruparon en torno a tres hermandades: la Esclavitud del Santísimo Sacramento, la de la Trinidad y la de Nuestra Señora de los Desamparados. Esta última, dotada de regla en 1643, dejó la Iglesia de la Trinidad en 1645 para trasladarse a la calle de San Juan, al edificio que había sido la Casa de la Mancebía, clausurada desde 1623. Este inmueble, donde se habilitaron capilla y hospital, fue cedido por D. Alonso Pérez de Guzmán y Silva, Patriarca de las Indias y Arzobispo de Tiro, que era hijo del VII duque de Medina Sidonia y hermano del octavo. En 1661 el Patriarca entregó definitivamente la propiedad del inmueble a la Hermandad, aunque siguió siendo dueña de la Iglesia de la Trinidad, en la que siguieron celebrándose sus funciones anuales y cabildos hasta 1672. Por esos años, el número de hermanos seculares estaba limitado a 300 pero -buscando el mejor cumplimiento de sus funciones-, en la Corporación podían ingresar cuantos médicos y cirujanos quisieran, así como justicias mayores, sacerdotes y clérigos y hasta una docena de "pobres mozos y de buena vida", que sirvieran de muñidores y porteadores.

Con la regla de 1643, la salida de la Iglesia de la Trinidad y el traslado definitivo al inmueble de la calle de San Juan, en 1672, se inició una nueva etapa en la Hermandad, que se vio impulsada definitivamente gracias a las donaciones de la familia Eón del Porte. Así, en 1686, la Santa Caridad obtuvo permiso para decir misa en su oratorio privado, en 1694 para dar sepultura en la nueva casa y en 1695 para erigir una capilla con su propia campana, para uso público. Asimismo, en 1703 se le concedió el privilegio de que los pobres que trasladaran a enterrar a la Parroquial de la O, tuvieran derecho a llevar la cruz alta en su entierro, el mismo privilegio que tenía la Santa Caridad de Sevilla. De hecho, la Cofradía sanluqueña argumentaba que siempre había estado hermanada en sus funciones con la sevillana. No es de extrañar que a principios del siglo XVIII la Santa Caridad de Sevilla -reformada a partir de 1663 por Miguel de Mañara-, se hubiera convertido en el modelo a seguir no solo en Sanlúcar sino en toda la baja Andalucía. No obstante, debemos recordar que la Santa Caridad de Sanlúcar había sido fundada en 1441, mientras que la hispalense consta desde 1456, quince años después.

A pesar de estos avances alcanzados a finales del siglo XVII, a principios del XVIII el clero sanluqueño -que estaba muy presente en la hermandad- fue abandonándola, debido a desavenencias internas, quedando escasos hermanos seculares, por lo que la Corporación casi se extingue. Sin embargo, la situación se revirtió y en 1713 se realizó la imagen de la Virgen de los Desamparados, que los expertos consideran obra del sevillano Ignacio López. Además, en 1732, en el nuevo inmueble de la Hermandad, se comenzó a edificar una iglesia nueva, siguiendo las trazas de los arquitectos Ignacio Díaz de los Reyes y Juan Rodríguez, templo que no se concluyó hasta 1762. En el siglo XVIII hubo importantes hermanos mayores, como Pedro Manuel Durán y Tendilla y Gaspar de San Miguel y Perea, durante cuyo mandato se escribió la primera historia de la Hermandad, por parte de Juan Pedro Velázquez-Gaztelu. Asimismo, la familia Eón del Porte dio muchas limosnas y donó importantes obras de arte, entre las que todavía se conservan varias pinturas. Aunque el hecho más trascendente de dicha centuria quizá fue la herencia que la Hermandad recibió en 1744. Se trataba de un mayorazgo sobre 300 aranzadas de tierra y diversas casas, que en 1686 instituyó un regidor de Sanlúcar de padre francés. Nos referimos al Capitán D. Juan Eón del Porte, de quien era heredera su sobrina Catalina Díaz Romero Eón del Porte, que murió sin descendencia. Con las rentas de este mayorazgo se mantenían en el hospital seis camas de incurables y se podía asistir a las personas que pidieran asilo. Por todo ello, el escudo de la familia Romero Eón del Porte se pintó bellamente en el centro de la bóveda de la sacristía. Este esplendor dieciochesco se vio truncado por la desamortización de Mendizábal, que provocó la incautación de los bienes de la Cofradía y la venta del Hospital. Con ello se interrumpió la labor asistencial de la Santa Caridad, que pronto pasó a adherirse a la Beneficencia Pública, limitándose a mantener a cuatro pobres en el Hospital Municipal.

Desde entonces hasta ahora, la Santa Caridad ha sobrevivido con los avatares y altibajos propios de los tiempos, pero manteniendo dignamente su patrimonio material y espiritual. Actualmente sigue siendo propietaria de la Iglesia de Nuestra Señora de los Desamparados, con su Sacristía y dependencias anejas, inmueble cuyo uso comparte con la Hermandad del Cautivo y de la Estrella. Entre sus bienes muebles se incluye una pequeña pero interesante colección de obras de arte y un importante patrimonio documental en forma de archivo. En los últimos años, la Hermandad -reconocida por la Administración pública bajo la personalidad jurídica de una Fundación- ha experimentado un notable resurgimiento, habiendo adaptado sus estatutos a la Constitución Española en 2018.