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Chiapas bajo el dominio español (siglos XVI a XIX).[editar]

Gobierno y estructura administrativa[editar]

En el caso del territorio chiapaneco y sus habitantes, el proceso de incorporación a la Monarquía Hispánica cobró fuerza a mediados del siglo XVI. Este proceso estuvo marcado por dos acontecimientos: la creación de la Audiencia de los Confines (en 1543) que a partir de entonces funcionó como el tribunal de justicia más importante para toda la región de la actual Centroamérica [1][2]​ y la organización del obispado por parte de los frailes dominicos en 1545, siendo fray Bartolomé de las Casas su primer obispo.

La administración civil[editar]

Diferentes instancias conformaron la estructura del gobierno civil, siendo su máxima autoridad el rey español y en seguida, para la particular administración de los reinos americanos, el Consejo de Indias.

La Audiencia de los Confines y la Capitanía General de Guatemala.[editar]

Desde 1543 la máxima autoridad en el territorio chiapaneco pasó a ser la Audiencia de los Confines. Su jurisdicción incluyó originalmente a las gobernaciones de Guatemala (con San Salvador), Nicaragua (con Costa Rica), Honduras y Chiapa, además de las provincias de Veragua y el Darién. Asimismo, Yucatán, Tabasco y Cozumel fueron incluidas desde 1543, sin embargo, las distancias respecto a dicho tribunal justificaron que permanecieran bajo la Audiencia de México hasta 1550, cuando se volvió a ordenar su adscripción a la Audiencia de Guatemala; no obstante, Tabasco y Yucatán se desagregaron hacia la séptima década del siglo XVI.[3][4]​ Soconusco finalmente se incluyó en 1556.

La Audiencia no estuvo subordinada al virrey de Nueva España, pues, además del tribunal, el territorio estuvo bajo el resguardo de un capitán general (un cargo castrense). Esto hizo que la Audiencia adquiriera un carácter militar, por ello también era denominada como una audiencia pretorial. Tal condición permitió que mantuviera comunicaciones directas con el órgano de gobierno peninsular encargado de los territorios ultramarinos (el Consejo de Indias), sin la intervención de alguna otra autoridad.[5]​ A su cargo quedaba la administración y gobierno de toda la Capitanía General de Guatemala (o Reino de Guatemala). Como juzgado que era, debía atender y dar seguimiento a las causas judiciales que llegaran a presentarse en su espacio de acción. Su primer asentamiento fue la villa de Valladolid de Comayagua, en 1543. Pero un año después se trasladó a Honduras, en Gracias a Dios. Para 1549 la residencia del tribunal pasó a la ciudad de Santiago, acercando la institución al espacio chiapaneco en el proceso y facilitando la comunicación entre estas regiones.[6]​ Salvo un lustro (1564-1569), cuando el juzgado se disolvió a causa de la creación de otro tribunal en Panamá, la sede de la audiencia en la región no volvería a ser alterada por el resto de los años de dominio español. Desde entonces el juzgado estaría en la ciudad de Santiago. Durante este periodo de 5 años el territorio chiapaneco estuvo sujeto al gobierno de Guatemala, sin embargo, las apelaciones judiciales tenían que remitirse a la Audiencia de México.[1]

Entre los territorios que estaban sujetos al gobierno de la Capitanía y la Audiencia de Guatemala, las regiones de Chiapa y el Soconusco resultan de gran importancia, ya que ahora esos espacios forman parte del actual estado de Chiapas. Como eran zonas diferenciadas, tal división fue patente en que cada una siguió una organización política distinta. Estos espacios se dividieron informalmente en varias unidades administrativas llamadas partidos.[7]

La alcaldía mayor de Chiapa.[editar]

Entre 1520-1530 Chiapa formó parte del gobierno de la Nueva España. El entonces gobernador de la Ciudad de México, Alonso de Estrada, nombró a Diego de Mazariegos teniente para que administrara la zona, cargo que mantuvo de 1527 a 1529. Dicho teniente fue reemplazado por Juan Enríquez de Guzmán, alcalde mayor teniente de capitán general de Chiapa, que fue nombrado por su pariente, Nuño de Guzmán, entonces presidente de la Audiencia de México.[8]​ El gobierno de Enríquez duró poco, ya que Pedro de Alvarado logró que el rey le nombrara gobernador de Guatemala, incluyendo a Chiapa bajo su jurisdicción. Sin embargo, a su regreso de España (1530), Alvarado volvió a nombrar tenientes para la administración de esta región. El cabildo de Ciudad Real (ver adelante), después de quejarse directamente con el monarca, logró que éste prohibiera en 1535 la designación de tenientes por parte de los gobernadores. Con esta orden la administración de la provincia recayó por unos años en el gobierno municipal.[9]​ Sin embargo, en 1539, un acuerdo entre Pedro de Alvarado y Francisco de Montejo -el entonces gobernador de Honduras- permitió a este último ser nombrado gobernador de Chiapa a cambio de dejar el gobierno que estaba a su cargo en manos de Alvarado. Hasta el establecimiento de la audiencia guatemalteca, Chiapa fue una gobernación que, no obstante, quedó bajo el cuidado de los tenientes señalados por el gobernador Montejo, en quienes siguió delegando la administración del territorio.[1]​ Esta situación llevó al cabildo a reiterar la prohibición contra este tipo de nombramientos, lo que finalmente condujo a la inclusión de Chiapa en la jurisdicción de la Audiencia de Guatemala (en 1543).[9]

En los años siguientes, en los que el asiento del juzgado superior (la audiencia) estaba por definirse, surgió una discusión sobre la mejor forma en que la provincia de Chiapa sería administrada. Para 1577 se determinó que sería gestionada por alcaldes mayores (ya no habría un gobernador), subordinados a la autoridad de Guatemala.[10]​ Por un breve periodo la facultad de nombrar al alcalde mayor recayó en el presidente de la Audiencia guatemalteca. No obstante, a finales de esta década del siglo XVI, comenzaron a nombrarse delegados reales para ocupar este cargo (el primero fue Juan de Mesa Altamirano), los cuales eran electos por el Consejo de Indias a intervalos de cuatro años. Pese a ser nombrados por el Consejo debían seguir actuando como subordinados de la Audiencia y Capitanía general de Guatemala.[1]​ Esta situación provocó serios conflictos en el gobierno local, en la medida en que la actuación de alcaldes mayores –nombrados por el Consejo– no siempre fue del agrado de las autoridades que presidieron el tribunal (y viceversa). La inconformidad también la expresaron los frailes dominicos, pues entraron en serias disputas legales con los alcaldes, las cuales debieron resolverse en el juzgado de Santiago de Guatemala.[11]

Chiapa estuvo dividida en distintas sub-regiones, normalmente referidas como partidos.[7]​ El primero de ellos correspondió al partido de Chiapa, que incluyó a Ciudad Real (actualmente San Cristóbal de las Casas) y sus alrededores. Al Norte de ésta se encontraba el partido de Coronas y Chinampas en las cimas montañosas. Al Noreste de Ciudad Real el partido de Los Zendales se extendió hasta Palenque. El partido de Los Zoques fue el más cercano a la jurisdicción de Tabasco. Dos sub-regiones hacían referencia a la administración religiosa que prevaleció en esos espacios, a saber: la Guardianía de Huitiupán (al Norte de Coronas y Chinampas) y el Priorato de Chiapa (al sur de Ciudad Real). Al Sureste de Ciudad Real, el partido de Los Llanos se extendió hacia Guatemala. Por último, el partido del Valle de Jiquipilas se encontraba en el extremo poniente respecto al conjunto de provincias.

La gobernación de Soconusco[editar]

Tras la Conquista, Hernán Cortés se adjudicó el control de esta provincia y, muy particularmente, de su producción cacaotera. Sin embargo, a diferencia de Chiapa, desde muy temprano (entre 1527-1529) la región del Soconusco pasó a ser una unidad tributaria directa de la Corona. Sus autoridades (en principio un corregidor) pasaron a ser electas por la Audiencia de México y su nombramiento recayó en el virrey de Nueva España.[12][13]​ Después, en 1551 el cargo de corregidor fue sustituido por el de alcalde mayor, y en 1556 la región quedó incorporada a la jurisdicción de la Audiencia de los Confines. Cinco años más tarde su principal autoridad pasó a a ser un gobernador, el cual sólo podría ser designado por la autoridad real. Durante el lustro en que la Audiencia de Panamá estuvo en funciones, las apelaciones en Soconusco se redirigieron al juzgado de México, pero con el establecimiento definitivo del tribunal guatemalteco en la ciudad de Santiago, la administración militar y fiscal volvió a recaer en manos del presidente de la Audiencia de Guatemala.[12]​ Ahora bien, los constantes cambios de adscripción jurisdiccional, la lejanía respecto al tribunal y particularmente que la provincia fuera (en principio) un territorio directamente manejado por la Corona, hicieron que, como en Chiapa, las diferencias entre las autoridades resultaran en una administración llena de conflictos, siendo los más importantes aquellos entre obispos y los gobernadores de la región.[12]​ En Soconusco, sin embargo, los gobernadores lograron concentrar mayores capacidades administrativas que sus homólogos (los alcaldes mayores) en Chiapa.[12]

La división territorial en Soconusco fue menos fragmentada que aquella en Chiapa. Las sub-regiones del territorio se limitaron a dos: la provincia de Soconusco y la conocida como el Despoblado, ambas entre los litorales del Pacífico y la Sierra Madre. La primera refiere a la zona previamente controlada por la Triple Alianza, región que no dejó de ser de interés, en parte por el tributo de cacao que pagaba desde entonces. La segunda debe su nombre precisamente a su baja densidad demográfica, al menos durante los siglos XVI y XVII.[14]

Gobierno local: cabildos y pueblos[editar]

Dentro de los distintos niveles de gobierno civil, aquél de menor escala correspondía a los cabildos locales. Estos cuerpos se fundaban en las principales villas y ciudades de cada provincia, sus miembros también tuvieron labores de gobierno, hacienda y justicia. En el caso de la provincia de Chiapa, las primeras villas españolas de San Cristóbal de los Llanos y Villa Real llegaron a tener su propio cabildo. Ambas se reunieron en el asentamiento de la segunda en 1528 y cuando la Villa Real obtuvo la categoría de ciudad en 1536, el cabildo de ésta, ahora Ciudad Real, comenzó a acrecentar su importancia.[15]​ Rápidamente los encomenderos usaron este cuerpo político para salvaguardar sus intereses, pero en pocos años encontraron oposición, primero por parte del gobernador Montejo, luego con la llegada de los frailes dominicos y, más adelante, con el envío de los alcaldes mayores, que eran representantes directos de los intereses monárquicos.[16]​ El caso de Soconusco resalta por la ausencia de un cabildo español, pues fue hasta 1813 que Tapachula y Tonalá alcanzaron el estatuto de villa.[12]​ Previo al siglo XIX, el asiento del gobierno en la región cambió de lugar varias veces, primero estuvo en Cacaluta y luego pasó a Huehuetlan en la cuarta década del XVI. A finales del XVII el gobernador vivía en Escuintla, y sólo a partir de 1794 la capital del territorio estableció su asentamiento en Tapachula.[12]

Por otra parte, fue en las congregaciones de indios, o bien, los pueblos de indios, que los habitantes locales lograron conservar cierta organización propia, aunque siempre vigilada por la autoridad española.[1]​ Esta política fue implementada con mayor firmeza en Chiapa[17]​ y no así en el Soconusco, donde el cultivo de cacao supuso un obstáculo[18]​ En tanto que la siembra requería de una atención y cuidado casi permanente (por el riego o para eliminar depredadores),[19]​ apartar a los indios de los cacaotales que ya explotaban previo a la conquista podía comprometer seriamente la producción de esta semilla.

Cambios hacia el siglo XVIII.[editar]

La organización política del territorio no sufrió cambios importantes hasta la segunda mitad del siglo XVIII. En primer lugar, Chiapa fue dividida en dos alcaldías mayores en 1769, siendo la residencia de sus respectivos alcaldes los asentamientos de Tuxtla y Ciudad Real, ambas autoridades subordinadas al capitán general de Guatemala. El siguiente cambio vino en 1786 con la fundación de la Intendencia de Chiapa, la cual agrupó a las dos alcaldías referidas y a la gobernación de Soconusco. A su vez, esta intendencia primero se subdividió en tres partidos (uno por alcaldía y gobernación), no obstante, a principios del siglo XIX comenzaron a aumentar su número hasta alcanzar un total de 12 partidos. Estos cambios buscaron mejorar el control del territorio y su población, particularmente en cuanto a la organización y recaudación del tributo pagado por los indios.[20]

La administración religiosa[editar]

La Iglesia tuvo un papel fundamental en la construcción de la sociedad colonial en América. La cristianización de los indios constituía en efecto una condición indispensable a la integración de los territorios americanos dentro de la Monarquía hispánica. Para sostener este proceso de conversión religiosa de los indios, pero también para darles la posibilidad de vivir como buenos cristianos, se procedió a la creación de distintas unidades administrativo-religiosas. A la largo del tiempo, se fue dibujando una geografía religiosa del territorio, reflejo de los proyectos de los diferentes actores de la Iglesia que participaron en la administración espiritual de los indios de la región. Estos actores eran las órdenes religiosas (principalmente dominicos y franciscanos) y el clero secular.[21]

El obispado (o diócesis) de Chiapa y Soconusco[editar]

El obispado de Chiapas y Soconusco fue creado en el año 1539. Sin embargo, fue solamente seis años después que fray Bartolomé de las Casas llegó a la sede episcopal del obispado de Chiapas y Soconusco, para fungir como primer obispo de la diócesis. La jurisdicción episcopal, negociada en Madrid por el obispo dominico antes de su llegada a Chiapas, cubría un extenso territorio, conformado por la alcaldía mayor de Chiapa, el Soconusco, Tabasco, Verapaz y Yucatán.

La diócesis conoció sin embargo reajustes de sus límites territoriales durante cincuenta años, hasta adquirir su forma definitiva en el año 1592. Durante el resto de la época colonial, el obispado abarcó los territorios de la provincia de Chiapa y de la gobernación de Soconusco.[22]

El obispado de Chiapa y Soconusco fue sufragáneo del arzobispado de México durante dos cientos años, hasta 1745, fecha de la elevación del diócesis de Guatemala al rango de arzobispado, al cual fue adscrito desde entonces.[23]

Prioratos, guardianías y beneficios[editar]
Los prioratos y las vicarías dominicas.[editar]

Debido a la importancia de la orden dominica en la conquista espiritual de la región, los frailes predicadores quedaron a cargo, durante casi toda la época colonial, de la administración religiosa de una gran parte del territorio, que dividieron en distintos prioratos y vicarías.

A cada priorato (o vicaría), le correspondían uno o varios pueblos, sobre los cuales el prior o el vicario ejercían su autoridad, y un convento principal, en donde éste residía. Las vicarías consistían en un nivel administrativo y de autonomía inferior comparado al priorato y estaban destinadas generalmente a transformarse con el tiempo en prioratos.

Los distintos prioratos o vicarías de la región fueron los siguientes:

  • El priorato de Ciudad Real, fundado en 1546 en Zinacantán y trasladado a Ciudad Real en 1547
  • El priorato de Copanaguastla, fundado en 1557, trasladado a Socoltenango en 1629
  • El priorato de Tecpatán, fundado en 1564 en la provincia de Los Zoques
  • El priorato de Chiapa de Indios, fundado en 1576
  • El priorato de Comitán, fundado en 1576
  • La vicaría de Chapultenango, fundada a finales del siglo XVII
  • La vicaría de Ocosingo
  • La vicaría de Tapijulapa, fundada en 1679 (situada en Tabasco pero que administraba algunos pueblos del obispado de Chiapa y Soconusco)

Los prioratos o vicarías dominicos del territorio chiapaneco dependían de la provincia de San Vicente de Chiapa y Guatemala de la orden de los predicadores, provincia creada en el año 1551.

Varios elementos entraban en juego en la conformación de cada priorato: se buscaba limitar el número de lenguas mesoamericanas que se hablaban en cada uno para facilitar la evangelización de los indios, sin descartar otros factores más pragmático como, por ejemplo, la calidad de las tierras, la cercanía con una sede de poder o con puntos estratégicos para el comercio.[24]

Esta organización territorial de los prioratos dominicos cambió en el año 1705 por una bula papal, que ordenaba la supresión de los conventos con menos de ocho religiosos. Desaparecieron entonces los conventos de Socoltenango, Ocosingo, Chapultenango-Tacotalpa, que fueron agregados respectivamente a los conventos de Comitán, de Ciudad Real y Tecpatán.[25]​ Esta reconfiguración espacial conllevó consecuencias importantes en la administración espiritual de la región al alejar los doctrineros de la autoridad de sus superiores, los priores.

Las guardianías franciscanas[editar]

Los franciscanos jugaron un papel menor en la administración espiritual de la región de Chiapas. Disponían de dos guardianías (equivalente de los prioratos dominicos):

  • El convento de San Antonio en Ciudad Real en donde la orden franciscana estaba a cargo de dos barrios de indios de la ciudad (San Diego y San Antonio) y el pueblo de San Felipe, colindante a Ciudad Real.
  • La Guardianía de Huitiupan

Los franciscanos de Chiapas dependían de la provincia del Santísimo Nombre de Jesús de Guatemala, que abarcaba el territorio que se extiende desde de Chiapas hasta Nicaragua.[26]

Los beneficios seculares[editar]

El clero secular disponía al principio de pocos beneficios seculares en la región. Estaban a cargo del cuidado espiritual del Soconusco, de Palenque y tres pueblos cercanos (dos pueblos de habla chol –Tila y Túmbala- y un pueblo tzeltal –Petalcingo), así como de los pueblos del valle de Jiquipilas. Estos beneficios fueron en su mayoría cedidos por los frailes dominicos por estar ubicados en zonas pocas pobladas o en los confines de la alcaldía mayor.[27]

Doctrinas y curatos[editar]

El territorio de la diócesis estaba también dividido en una serie de parroquias, llamadas doctrinas, si éstas se encontraban a cargo de las órdenes regulares, o curatos, si pertenecían al clero secular.

La situación que prevalecía en los reinos americanos en la que los frailes administraban parroquias en lugar del clero secular fue considerada con el tiempo como una anomalía por la Corona española, por lo que se ordenó que las doctrinas se volvieran curatos y que la labor de los frailes se limitara a la evangelización y a la vida conventual. Este proceso se conoce como la secularización de las doctrinas.[28]

Sin embargo, si bien varios obispos intentaron actuar en acuerdo con esta política en la diócesis de Chiapas y Soconusco, distintos factores frenaron estos impulsos reformadores.[29]​ Primero, el clero secular no podía cubrir todas las necesidades pastorales del territorio. Por otra parte, el hecho que la mayoría de los clérigos no hablaba ninguna lengua mesoamericana consistía en un argumento de mucho peso para los frailes mendicantes, que desde la evangelización habían apostado en dar su doctrina en las lenguas locales para facilitar la cristianización. Y finalmente a lo largo de los años, los dominicos habían adquirido mucho poder social y económico y disponían de muchos medios de presión para limitar la acción de los obispos en este sentido.

Fue soló a partir de la mitad del siglo XVIII que esta política secularizadora pudo llevarse a cabo, con el ímpetu de los reformadores borbónicos. Los obispos fray José Vital de Moctezuma (1754-1766) y de fray Juan Manuel García de Vargas y Rivera (1770-1774) llevaron a cabo la secularización de varias doctrinas importantes.[30]​ Esta política provocó sin embargo muchos descontentos. En efecto, la falta de conocimientos en lenguasmesoamericanas de parte de los curas creó un distanciamiento entre los indios y sus pastores, y en consecuencia de la religión cristiana.

Otras órdenes religiosas estuvieron presentes de manera muy marginal en la alcaldía mayor de Chiapa y se dedicaron principalmente a proporcionar servicios religiosos a los españoles de Ciudad Real. Fue el caso de los mercedarios, que llegaron desde fechas muy tempranas en la región. En el año 1537, se fundó el convento de nuestra Señora de la Merced en Ciudad Real. El convento perteneció a la provincia de la Redención de Cautivos de la Presentación de la orden mercedaria, basada en la ciudad de Guatemala.[31]Los jesuitas estuvieron también presentes en Ciudad Real a partir de la segunda mitad del siglo XVII, en donde fundaron un colegio de la compañía de Jesús y erigieron la iglesia de San Agustín.[32][33]

Economía y Sociedad[editar]

La organización política del territorio chiapaneco estuvo acompañada de la explotación de sus recursos naturales y de la población local que lo habitaba. Fueran encomenderos, frailes, mercaderes, autoridades, todos buscaron obtener algún beneficio de las nuevas posesiones ultramarinas. Por ello en esta sección se ofrece un panorama demográfico del territorio (la mano de obra aprovechable) y, después, un recuento de las principales actividades económicas realizadas en ambas provincias.

Formas de explotación[editar]

Un aspecto importante respecto a la producción económica fue la ya mencionada política de congregaciones, la cual incidió en la población de dos maneras: por una parte permitió concentrar la mano de obra indígena en un sitio fijo, articulando así trabajo y producción. En este sentido, las congregaciones fueron esenciales para el real erario, en la medida en que los ingresos pagados por los indios como tributo siempre fueron de gran importancia para las arcas del rey español.[34]​ El tributo que debían cubrir los habitantes de los pueblos de indios consistió en una cantidad de dinero y mercancías (incluyendo, pero sin limitarse a: maíz, mantas, gallinas, frijol, etc). Desde 1560 comenzaron a elaborarse tasaciones y cálculos del monto que cada pueblo debía pagar en función de su número de tributarios, sin embargo, las cantidades y tipo de mercancías variaron según el contexto y posibilidades de cada lugar.[35]​ La participación de los indios en la fabricación de bienes estaba asegurada a través de algunos métodos legales e ilegales; siendo estos últimos ampliamente tolerados.

Por una parte estaban las encomiendas, a través de las cuales se recompensó a los conquistadores (y sus sucesores) con el trabajo y tributo de los indios que le fueron encomendados a cada uno, a cambio el encomendero debía garantizar la evangelización y buen trato de los indios.[36]​ Poco a poco la corona intentó limitar el poder y beneficio económico de los encomenderos, particularmente al limitar el tiempo durante el cual sería efectiva esta situación, en otras palabras, limitando que fueran heredadas por más de cierto número de "vidas". Una vez que los hijos (en otras ocasiones los nietos) de los encomenderos fallecieran, las encomiendas serían restituidas al patrimonio de la Corona.[37]​ Por otra parte, con frecuencia se asignaron “jueces de milpas” a las provincias, un cargo no reconocido por la Corona, pero cuya función era aumentar la producción indígena para asegurar el sustento de los asentamientos españoles.[38]

Otro método consistió en los distintos “repartimientos”. Una de estas prácticas consistió en obligar a los indios a comprar las mercancías “repartidas” por los alcaldes mayores. Del mismo modo, los alcaldes también repartían materiales (insumos) para la confección de manufacturas de su interés, mismas que después recuperaban para su comercialización y beneficio personal. Finalmente existió el repartimiento de dinero, el cual era un adelanto a cambio de que la próxima cosecha quedara comprometida como forma de pago.[39]​ Los repartimientos no siempre fueron forzosos,[40]​ ya que los indios también tuvieron interés en obtener préstamos, o bien un ingreso extra por el excedente de una buena cosecha, por lo que llegaron a participar de forma activa en tales intercambios.[41]​ Sin embargo, la explotación en estas congregaciones (de recursos y trabajo) sirvió, por un lado, para que los indios obtuviesen un sustento básico -además de otro tanto para los españoles que los gobernaban- y, por otro lado, para la elaboración de textiles, tintes, metales y cacao (principalmente) para su comercialización en el mercado internacional.

Cabe mencionar la importancia de las haciendas como formas de explotación económica en Chiapas. Consistían en unidades de producción agrícola o ganadera que dependían de mano de obra india y en algunos casos de esclavos africanos.[42]​ Dos aspectos resultan característicos de las haciendas. El primero es que abarcaban extensiones de tierra bastante grandes. Por otra parte, aunque cada una llegó a concentrarse en algún bien particular (añil, azúcar, ganado o cacao), su producción fue diversa. Lo cual ayudaba a evitar que los insumos básicos necesarios para la producción se compraran en otros lugares, obteniendo así un margen de autosuficiencia.[43]​ Estas unidades, se ubicaron en ciertas regiones de Chiapas, particularmente en la Rivera de Ixtacomitán, en Los Llanos de Comitán y las Llanuras del Pacífico, y en menor medida, en las regiones de Cuxtepeques y la Frailesca.[42]​ El desarrollo de las haciendas durante el siglo XVIII las convirtió en importantes focos de concentración poblacional, alcanzando un momento de esplendor a partir del último tercio de dicha centuria y durante gran parte del siglo XIX.[42]

Demografía[editar]

Ahora bien, el otro efecto de las congregaciones para la población fue que, al concentrar a los indios, facilitó que las enfermedades traídas desde Europa encontraran reunidos a huéspedes sin las defensas inmunológicas suficientes para resistir el contagio; la viruela, el sarampión, la malaria y la fiebre amarilla estuvieron entre los padecimientos más importantes que mermaron la población india.[44]​ Cabe recordar que el impacto demográfico causado por el proceso de Conquista fue enorme. En términos generales, en Mesoamérica la población disminuyó -aproximadamente- a un tercio de su total para finales del XVI y principios del XVII.[45]​ En el obispado de Chiapas y Soconusco, un derrumbe de estas proporciones redujo el total de la población a unos 80 mil individuos.[46]​ No obstante, la caída demográfica tuvo variaciones en el espacio y en el tiempo. A diferencia de Nueva España, donde los niveles de población comenzaron a recuperarse desde la primera mitad del XVII, la tendencia a la baja en Chiapas fue generalizada y continuó hasta el primer tercio del XVIII.[45]​ En este mismo sentido, las repercusiones fueron aún más graves en el Soconusco, pues se ha calculado una pérdida del 93% de sus habitantes para 1570.[46]

Otros aspectos que repercutieron en la demografía del territorio chiapaneco fueron las hambrunas y las pestes. Sobre el primero de ellos resalta el periodo de malas cosechas que comenzó en 1691 y que se alargó por 20 años.[47]​ A este contexto se sumó la inestabilidad social, ya que en esos años se produjeron un motín y dos rebeliones, todas con repercusiones demográficas importantes (ver más adelante)[47]​ En cuanto a las plagas, la más importante fue de chapulines, más grave durante los años de 1769 a 1771. Tanto la región de Chiapa, como la cabecera de la recientemente fundada alcaldía de Tuxtla, vieron gravemente mermada su población, pues perdieron al menos la mitad de sus tributarios.[48]

Sin embargo, hay que considerar otro factor en el desarrollo demográfico del territorio chiapaneco: la movilidad de los indios. Con todo y la política de congregaciones, el abandono (la “fuga” o “huida” de personas) de estos pueblos fue una constante, muchas veces referido por las autoridades que veían con recelo la disminución de los tributarios/trabajadores que estaban bajo su control.[49]​ Frente a las enfermedades y las excesivas cargas impositivas, los indios del territorio chiapaneco no dudaron en cambiar su residencia momentánea o definitivamente. Todo esto dificultó un recuento demográfico preciso de la provincia. Fue en el siglo XVIII que las autoridades de la región redoblaron esfuerzos para solucionar el problema que suponían estos asentamientos “informales”.[49]

Otro elemento a tener en cuenta es el papel que tuvo el Camino Real en la organización socioeconómica de la región, pero también en su demografía. Este camino fue la principal vía de comunicación entre Nueva España y Guatemala, a través de él se efectuaban los intercambios entre estos espacios.[50]​ Desde la ciudad de Santiago hasta el Golfo de México, muchos pueblos y congregaciones de indios comenzaron a establecerse en torno a este lugar de tránsito por el cual pasaron frailes, autoridades, noticias, órdenes reales y, claro, mercancías.[51]​ El camino atravesaba el valle del Río Grande y se concentró en su rivera norte, conectó las poblaciones de Coapa, Copanaguastla, San Bartolomé de los Llanos, Ostuta, Chiapa de Indios, Tuxtla, entre otras. Si bien representaba el curso para acercarse a las redes de comercio -tanto a los mercados internacionales como locales- también fue el principal medio de dispersión de las enfermedades que llegaron con la Conquista, coadyuvando así al descenso poblacional.[52]

Para el siglo XVIII, las enfermedades, pestes, hambrunas y el trabajo excesivo ya habían causado graves estragos en la población, pero a partir del segundo tercio de esta centuria comenzó a vislumbrarse una lenta recuperación demográfica. No obstante, este proceso se caracterizó por ocurrir de manera diferenciada en las regiones de Chiapas. El contraste más significativo fue entre el valle del Río Grande (actualmente el río Grijalva) y las regiones de Los Zendales, Coronas y Chinampas y la Guardianía de Huitiupán. El hecho de que el Camino Real atravesara el valle del Grijalva explica por qué esta región fue, en un principio, la más poblada, pero también explica que se viera más rápidamente afectada por las enfermedades, de manera que la disminución poblacional siguió constante hasta finales de esta centuria. En cambio, en las zonas montañosas este efecto pudo atenuarse y, por ello, hacia el último tercio del siglo XVIII la mayor concentración demográfica se localizó en estas zonas.[53]​ En otras palabras, la constante mengua demográfica en el valle fue compensada, a la larga, por una tendencia al alza en las regiones de Los Zendales, Coronas y Chinampas y la Guardianía (tendencia que comenzó a finales del siglo XVI).[54]​ Esto trajo como consecuencia una alteración en el viejo Camino Real, que cayó en desuso. En su lugar la vía de comunicación también ascendió a las montañas, siendo los puntos que ahora comunicaba: Comitán, Teopisca, Ciudad Real, Zinacantán, Ixtapa, Chicoasén, donde conectaba con la región Zoque.[55]​ Por otra parte, en la región de Los Zoques la caída demográfica comenzó a revertirse ligeramente en el segundo tercio del XVIII, en parte por el desarrollo cacaotero de la rivera de Ixtacomitán.[56]

Por último, a partir de 1776 inició un crecimiento demográfico rápido y extenso. La región del valle del Grijalva por fin comenzó a recuperarse, mientras que el continuo crecimiento en Los Zendales se manifestó con la fundación de nuevos pueblos al Norte o hacia la selva Lacandona. Asimismo, el crecimiento también incluyó a la región de Los Zoques y aunó a su crecimiento económico.[57]​ (J.P. Viqueira y T. Obara-Saeki, El arte de contar tributarios…p. 598-616)

Las principales actividades económicas[editar]

Se puede distinguir dos tipos de actividades económicas: las actividades orientadas hacia un consumo local, destinadas principalmente a la subsistencia de las poblaciones, y las actividades orientadas a la exportación. La integración de Chiapas a la Monarquía hispánica significó en efecto la conexión de la región a un mercado global, que procuró oportunidades para algunos agentes económicos.

Agricultura[editar]
El maíz, frijol y chile[editar]

El maíz, el frijol y el chile, parte esencial de la alimentación de las poblaciones indígenas, fueron producidos durante la época colonial para el consumo local. Estos productos de subsistencia se cultivaron en todas las zonas del actual Chiapas. Las tierras fértiles o más productivas de la región se encontraban en el valle del Rio Grande.[58][59]

Cacao[editar]

En la época colonial, uno de los productos más codiciados y apreciados por los españoles fue el cacao. Producido desde la época prehispánica, se alentó su producción para exportarlo a la Nueva España y Europa.[60][61]​ Se producía en tres regiones: el Soconusco, las tierras bajas de la región zoque y el valle del rio Tulijá.

En la región del Soconusco, cuando llegaron los españoles, ya existía “un delicado sistema de cultivo en las huertas de cacao”.[62]​ En un primer momento, se respetaron los múltiples asentamientos que organizaban la producción y su tradición de cultivo.[63]​ Si bien los indios no fueron despojados enseguida de sus plantaciones, los españoles impusieron un monopolio de su comercio.[64][65]​ Las plantaciones de cacao del Soconusco fueron durante toda la época colonial un polo de atracción para trabajadores de otras regiones de Chiapas. Esta migración se debió a la falta de mano de obra para suplir a las necesidades de la producción en estas tierras cálidas e húmedas, propicias a la propagación de enfermedades.[66][67]

En la región zoque, la producción de cacao, ubicada principalmente en la Rivera de Ixtacomitán, se volvió muy importante a partir del último tercio del siglo XVII. Existen también testimonios de la explotación de cacaotales en el valle de Tulijá en Los Zendales a partir de la segunda mitad del siglo XVII.[68][69]

La caña de azúcar[editar]

Los españoles introdujeron la producción de la caña de azúcar en la región.[70]​ Los dominicos, en particular, desarrollaron grandes haciendas azucareras. El cultivo intenso de la caña se concentró en el valle del Rio Grande y en las regiones de Ocosingo y Comitán.[71][72]

Ganado[editar]

Los españoles introdujeron reses, caballos y mulas en el Nuevo Mundo. En Chiapas, las primeras estancias de ganado en la Depresión Central nacieron para transportar el oro recogido en el Rio Grande. Las haciendas ganaderas se multiplicaron posteriormente a lo largo del camino Real, para alimentar a los viajeros y para abastecerlos de bestias de carga.[73][74][75][76][77]

La ganadería se desarrolló también en otras regiones. Se puede mencionar por ejemplo las estancias ganaderas en El Despoblado de la gobernación de Soconusco a partir de 1560, la importancia de la producción porcina en Los Zendales o las haciendas ganaderas dominicas de Ocosingo y Comitán.[78][79][80][81]​ Al igual que para la producción azucarera, los frailes predicadores tuvieron un papel importante en la explotación ganadera de Chiapas.[82]

El ganado no fue solamente destinado al consumo local (alimentación o transporte). Se vendía vacas, pero también caballos de gran calidad en la ciudad de México, Puebla y Oaxaca.[83][84][85]

Tintas: la grana cochinilla y el añil[editar]

Se recolectaba grana cochinilla silvestre, principalmente en las tierras frías de Los Zoques.[86][87][88]​ Aunque no era de primera calidad, se exportaba hacia España. Otra tintas como el añil (o indigo) se producía sobre todo en el pueblo de Tonalá y en menor medida en Comitán.[89][90][91]

Algodón, seda y mantas[editar]

Se cultivaba algodón en Los Zoques, Los Llanos, Los Zendales y la Guardianía de Huitiupan. Por otra parte, la región de Tecpatán fue un lugar de recolección de seda silvestre.[92][93][94][95][96]

A partir de estas materias primas, se producía mantas muy apreciadas como producto de comercio por los españoles. Las mantas de Chiapas se vendían en regiones lejanas como Guatemala, San Salvador, Honduras, Tehuantepec y Oaxaca o se exportaba hacia la Península Ibérica.[97][98]​ En los documentos tributarios, se menciona diversas calidades de manta: las mantas del Rey, de Ostuta, de los Zoques - todas éstas mantas de alta calidad- y las mantas de Quelenes, de los Zendales, más económicas.[99]

Oro y ámbar[editar]

Con la llegada de los españoles, se encontró oro en el rio Grande (especialmente en la zona de Copanaguastla).[100]​ La explotación duró algunos pocos años y se agotó rápidamente a principios de la década de los años 1540.[101]​ El ámbar era otro producto muy codiciado por los españoles. Se explotaron durante todo este periodo vetas de ámbar en la Guardianía de Huitiupán y en Totolapa.[102][103]

Resistencias[editar]

A lo largo de la época colonial, los indios mostraron reticencia en integrarse dentro de las estructuras de poder de la Monarquía hispánica. Existían diversas formas de resistencias, desde la huida en las montañas, la pervivencia de cultos de origen prehispánico a escondidas hasta la rebelión violenta.

En Chiapas, el final del siglo XVII y los principios del siglo XVIII, se caracterizó por un recrudecimiento de enfrentamientos entre poblaciones indias y las autoridades españolas. El periodo conoció un motín y dos rebeliones en el transcurso de veinte años.

Esta situación se debe, en parte, a una crisis agrícola, ligada a una larga temporada de malas cosechas que asolaron las tierras americanas. La escasez, a veces el hambre y la enfermedad, de estos tiempos volvieron los pagos de tributo a la Corona una fuerte carga para los indios.[104]​ Por otra parte, corresponde a un momento de vacío o debilidad tanto del poder monárquico por la guerra de Sucesión española, como de las instituciones locales de la región de Chiapas (en el caso de la rebelión de 1712).

Motín de Tuxtla (1693)[editar]

En 1693, los indios zoques de Tuxtla mostraron su descontento contra el gobernador indio Pablo Hernández por sus maltratos en contra de la población. Se le acusaba, junto con el teniente del alcalde mayor don Nicolás de Trejo, de haber embargado bienes y dinero por la fuerza (entre otras cosas).[105]

Los indios zoques acudieron a la Audiencia de Guatemala para pedir la destitución del gobernador. La demanda fue aceptada y se ordenó al alcalde mayor de Chiapas que hiciera efectiva esa destitución. Pero, en vez de cumplir las órdenes de la Audiencia, el alcalde mayor Manuel de Maisterra, en una visita a Tuxtla, ordenó que se instalaran las horcas para atemorizar a los naturales y mandó a apresar a un indio. Molestos, los indios de Tuxtla atacaron a pedradas al cabildo del pueblo y mataron tanto al alcalde mayor, como al gobernador indio.[106]

Para castigar los actos de violencia y reprimir el motín, salió de Chiapa de Indios a Tuxtla un grupo de 30 o 50 soldados españoles. El 19 de mayo, la tropa apresó a 69 indios zoques que enviaron a Chiapa de Indios bajo custodia. A mediados de junio, 21 reos, incluyendo 5 mujeres, fueron condenados a muerte y 48 reos se pusieron a disposición de los dominicos guatemaltecos, quienes los llevaron a un trapiche azucarero de la orden religiosa.[107]

Rebelión de Lamadrid (1700-1701)[editar]

En 1700 y 1701, la Capitanía General de Guatemala sufrió una grave crisis política. La Corona española envió al visitador Francisco Gómez de Lamadrid para hacer una inspección general de la capitanía como respuesta a las quejas del presidente de la Audiencia, Gabriel Sánchez de Berrospe, contra la compañía miliciana del barrio de San Jerónimo, acusada de insubordinación y de alborotar la ciudad de Santiago en 1697, y en contra de dos oidores: Pedro de Ozaeta y Bartolomé de Amézquita.[108]​ La visita también tenía el objetivo de poner fin a los fraudes en el pago de impuestos relativos a la explotación de la mina de oro en la Provincia de Honduras.[109]​ Desde su llegada, el visitador empezó a intervenir en varios asuntos tanto civiles como eclesiásticos y entró en conflicto con los dos oidores y con el presidente y capitán general de Guatemala.[110]

El visitador fue expulsado del reino de Guatemala por la Audiencia. Pero, tras permanecer unas semanas fuera de la jurisdicción guatemalteca, se refugió en el Soconusco. El presidente de la Audiencia mandó sus tropas para apresarlo, pero el visitador escribió a los pueblos para que se levantaran en armas contra el presidente y el ejército de la Audiencia. Cuando llegaron las tropas de Guatemala a Soconusco para combatir a los pueblos sublevados e intentar arrestar al visitador, este decidió huir a Yucatán, buscando en Mérida el amparo del obispo de aquella diócesis.[111]

Rebelión Zendal (1712)[editar]

La rebelión de los Zendales de 1712 fue un levantamiento en armas de los pueblos de las provincias de Los Zendales, Coronas y Chinampas y la Guardianía de Huitiupan, que tuvo lugar de agosto a finales de noviembre de ese año.

Se puede considerar a esta rebelión como un movimiento socio-religioso, ya que estuvo envuelto de apariciones milagrosas y profecías, que estuvieron íntimamente ligados al estallido de la revuelta. En efecto, en Cancuc, una joven india afirmó que le había aparecido la Virgen para pedirle la construcción de una ermita, avisarle de la muerte del rey y ordenarle la ejecución de todos los españoles. Los dirigentes de la sublevación convocaron a todos los pueblos de la región a juntarse en Cancuc con sus imágenes religiosas, lo que dio inicio a la rebelión. Los indios dejaron de pagar sus tributos, ordenaron a sus propios sacerdotes y autoridades y tomaron las armas contra el dominio español.[112][113]

Los rebeldes atacaron los pueblos de Chilón y Ocosingo, en donde se había concentrado la mayoría de los españoles, mestizos, mulatos y negros de la región, y mataron ahí a muchos de ellos.[114][115]​ Sitiaron luego Huixtán y a las tropas españolas que iban a combatirlos y estuvieron a punto de derrotarlas, de no ser por la llegada de refuerzos compuestos principalmente de indios leales de Chiapa de Indios..[116][117]​ Sólo meses después gracias a la llegada de tropas de Guatemala y Tabasco, las autoridades españolas pudieron vencer a los indios sublevados, primero en Oxchuc y finalmente en Cancuc el 21 de noviembre.[118][119]​ Ahí, casi cuatro meses después del principio del levantamiento, la sublevación fue derrotada. Muchos indios de Los Zendales abandonaron sus casas para refugiarse en los montes, de tal forma que las tropas españoles se tardaron varios meses en convencerlos de regresar a sus pueblos.[120]

Las autoridades españolas castigaron a los sublevados con mucha dureza. Destruyeron el pueblo de Cancuc, ejecutaron a más de cien dirigentes indios y mandaron al exilio a muchos otros. De manera general, la revuelta y su represión tuvieron consecuencias muy negativas para la región durante varias décadas.[121][122]

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