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Diferencia entre revisiones de «Nombre»

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Por lo que respecta a los nombres propios, si bien no tienen significado lingüístico, históricamente pueden derivar de palabras léxicas o términos que en sí mismo si tuvieron significado lingüístico. El estudio del origen histórico de los nombres propios es competencia de la [[onomástica]], que se dividen principalmente en la [[antroponimia]] o estudio de nombres de personas y en la [[toponimia]] o estudio de nombres de lugares.
Por lo que respecta a los nombres propios, si bien no tienen significado lingüístico, históricamente pueden derivar de palabras léxicas o términos que en sí mismo si tuvieron significado lingüístico. El estudio del origen histórico de los nombres propios es competencia de la [[onomástica]], que se dividen principalmente en la [[antroponimia]] o estudio de nombres de personas y en la [[toponimia]] o estudio de nombres de lugares.


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Revisión del 19:32 9 jul 2009

El nombre es la designación o denominación verbal (las denominaciones no verbales las estudian la iconología y la iconografía) que se le da a una persona, animal, cosa o concepto tangible o intangible, concreto o abstracto, para distinguirlo de otros. Como signo, en general es estudiado por la semiótica, y como signo en un entorno social, por la semiología.

Estudio de los nombres

Desde un punto de vista gramatical, más exactamente morfosintáctico los nombres son denominados sustantivos. Desde un punto de vista léxico los nombres son clasificados como lexías, unidades fraseológicas o títulos. Mientras que la semántica se ocupa de ver como los nombres se dividen en campos semánticos.

Los nombres pueden venir acuñados ya por la tradición o ser creados para describir una nueva realidad. En este segundo caso son escogidos por su brevedad y extrañeza, a fin de que la identificación de la persona, cosa o concepto sea fácil, rápida y clara. Con frecuencia eso no es posible, así que se recurre a procedimientos de abreviatura como el clipping, acortamiento, sigla o acrónimo, o se recurre a una palabra extranjera más o menos adaptada, el llamado préstamo léxico.

La onomástica investiga los nombres propios, sus significados y su origen histórico y la etimología su origen y causa. Una disciplina más general, la simbología, con sus disciplinas asociadas la Iconología y la Iconografía, estudia las denominaciones no verbales.

Nombres científicos

La diversas disciplinas científicas necesitan catalogar las realidades que va descubriendo, y para ello necesita una taxonomía clara que le provea de una nomenclatura o escala onomástica para clasificar en un orden regular de más general a más concreto las denominaciones comunes. Estas denominaciones tienen que ver con las similitudes o disimilitudes existentes entre las entidades catalogadas y para ello la ciencia debe adoptar unos criterios fijos y objetivos de denominación. El primer intento exitoso en este sentido lo realizó la Biología con la nomenclatura de Carlos Linneo.

Los animales y plantas son conocidos por un nombre común, el cual puede variar según el idioma, la cultura, la geografía, etc. Sin embargo, para evitar errores, los científicos identifican cada especie con su nombre en latín, es decir, con un nombre científico.

El nombre en filosofía

Los filósofos antiguos consideraron que los conceptos, y por tanto su expresión lingüística los nombres comunes, representaban adecuadamente la realidad común,[1]​ y consideraban a los conceptos bajo el punto de vista de la universalidad como comprensión de lo real. Hoy en día no se acepta tal capacidad representativa de los conceptos que se consideran una "interpretación subjetiva y cultural" de la realidad de las cosas y su relación con los objetos reales meramente extensional o de pertenencia a una clase,[2]​ como simple explicación del conocimiento de lo real. Este problema de las denominaciones o de los universales dio lugar en la filosofía escolástica medieval a dos corrientes, la de los Realistas y la de los Nominalistas.

Designación

Designar es lo que hace el niño pequeño cuando todavía no domina el lenguaje y señala con el dedito lo que quiere, “eso”. Más tarde aprendemos a designar cosas más complejas, como los sentimientos, los deseos y las acciones, pero fundamentalmente a través del aprendizaje de las palabras, antes de convertirlas en concepto.

Un niño aprende antes su propio nombre, que es como le designan los demás, que el concepto de yo. Por eso es frecuente que se designe a sí mismo con su nombre propio, pues es así como se siente designado o llamado. Si no tuviéramos nombres comunes y lenguas composicionales, tendríamos que dar a cada objeto y situación un nombre, lo que haría muy difícil la comunicación objetiva y compleja tal y como la tenemos los seres humanos.

Por eso reservamos el nombre propio para la designación de aquellos objetos que tienen especial relevancia en nuestro mundo, empezando por los nombres de las personas, que constituyen el elemento más significativo de los nombres propios, los antropónimos que tratamos a continuación; algunos animales también poseen signos equivalentes a los nombres propios, como los delfines.

Los nombres propios se aplican también a animales u objetos que tienen una significación especial bien sea simbólica o real, nuestros animales de compañía, objetos de cierta relevancia como la casita en la sierra; o bien objetos que son únicos, una obra de arte, un club, etc. Tienen relevancia los nombres propios referidos a la nacionalidad, ideología, religión, etc., pues adquieren un elevado papel simbólico-sentimental.

En la época actual son de especial significado los nombres de las empresas, pues es lo que las hace únicas y diferentes de cualquier otra que pueda competir en la misma actividad. Tan es así que el nombre registrado, junto al logotipo, puede llegar a ser un valor importante en los activos de una empresa. A veces el nombre propio se confunde o se convierte o hace las funciones de marca, siendo entonces incorporado a un valor de mercado.

Por sí mismos, los nombres propios no tienen significado sólo referencia ya que, por definición, tienen una única referencia posible. Pero dado el efecto social que tienen los nombres, y la dificultad, ya señalada antes, de tener que individualizar la designación, ya de antiguo los nombres se ponían de forma que reflejara alguna cualidad. Un modo especial de nombrar a las personas es el mote o el alias.

Onomástica

La onomástica se ocupa de los nombres propios, básicamente su contexto histórico y su origen etimológico. La onomástica es de hecho una disciplina auxiliar de las historia y en ese contexto se suele dividir en:

  • Antroponimia que incluye el estudio de los nombres de pila y los apellidos, que, si son nobles, son estudiados por la Heráldica.
  • Toponimia que incluye el estudio de los nombres de regiones, ciudades, hidronímicos y otros topónimos especiales.

La onomástica en general, y más específicamente la antroponimia o estudio de los nombres propios de persona, y toponimia que se refiere a los nombres propios de lugar, es una rama de la lexicología que estudia los nombres propios con sus origenes y significado, usando para ello métodos comunes a la lingüística, así como también investigaciones históricas y antropológicas.

Nombres propios y comunes

Como se ha dicho anteriormente la función principal de los nombres es realizar la función comunicativa de designar o apuntar a un referente. Desde este punto de vista los nombres se pueden clasificar en:

  • Los nombres propios tienen como referente un único elemento, y carecen de significado lingüístico, ya que se comportan como meras etiquetas que representan a un objeto o entidad única.
  • Los nombres comunes (substantivos) por el contrario designan a un conjunto de elementos. Así las palabras 'árbol', 'casa' o 'perro' designan a objetos que son clasificados como árboles, casas o perros. La referencia de un substantivo se determina a partir del significado lingüístico de dicho nombre.

El estudio de los nombres comunes compete generalmente a la gramática y a la semántica, que se encargan de determinar sus propiedades combinatorias sintácticas, de significado lingüístico como su estructura interna o morfológica.

Por lo que respecta a los nombres propios, si bien no tienen significado lingüístico, históricamente pueden derivar de palabras léxicas o términos que en sí mismo si tuvieron significado lingüístico. El estudio del origen histórico de los nombres propios es competencia de la onomástica, que se dividen principalmente en la antroponimia o estudio de nombres de personas y en la toponimia o estudio de nombres de lugares.

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  1. Platón y los neoplatónicos cristianos los consideraban reales bien en sí mismos o en la mente de Dios; los escolásticos los consideraban "entes de razón con fundamento in re", tenían "algo" de realidad
  2. en Matemáticas eso se expresa como "ser elemento de un conjunto"

Bibliografía

  • José María Albaigés Olivart, Enciclopedia de los nombres propios Barcelona: Planeta, 1995.

Enlaces externos