Mateo 21

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Evangelio de Mateo 21:34-37 en el lado recto del Papiro 104, de c. AD 250

Mateo 21 es el vigésimo primer capítulo del Evangelio de Mateo de la sección del Nuevo Testamento de la Biblia cristiana. Jesús triunfall o majestuoso llega a Jerusalén y comienza su último ministerio antes de su Pasión.

Texto[editar]

Mateo 21,19-24 en Uncial 087, siglo VI

.

El texto original fue escrito en Griego koiné. Este capítulo está dividido en 46 versículos.

Testigos textuales[editar]

Algunos manuscritos antiguos que contienen el texto de este capítulo son:

Texto bíblico[editar]

[3]

Estructura[editar]

La narración puede dividirse en las siguientes subsecciones:

Referencias del Antiguo Testamento[editar]

Paralelos del Nuevo Testamento[editar]

Entrada triunfal en Jerusalén (21:1-11)[editar]

La narración retoma algunos temas de los capítulos anteriores:

  • el cumplimiento de las profecías (cf. 1:22-3, etc.)
  • la entrada de Jesús en Jerusalén (16:21; 20:17)
  • su mansedumbre (11:29)
  • su condición de "rey" (2:1-12)
  • Hijo de David" (1:1-18)
  • 'el que viene' (cf. 3:11; 11:3), y
  • 'profeta' (cf. 13:57)[5]

La "gran multitud" (versículo 8) había seguido a Jesús a través de la vecina ciudad de Jericó en el capítulo anterior.[6]​.

La parte inicial de la narración también ofrece dos "primicias":

  • (1) la "reivindicación pública de la realeza mesiánica" (indirecta) de Jesús, y
  • (2) el "reconocimiento de esa realeza" por parte de la multitud (contraste 16:13-14).

Estas dos "primicias" desafían al pueblo de Jerusalén a tomar una decisión sobre "quién es este Jesús" (cf. versículo 10).[5]

La entrada triunfal de Jesús en la Ciudad Santa expresa su manifestación como Rey Mesías. Mateo ve en la presencia del asna atada con su borrico el cumplimiento de la profecía de Zacarías. El asno, antigua montura de los príncipes [7][8][9][10]​, fue sustituido en tiempos de la monarquía israelita por el caballo, manifestación de poder. Por eso el vaticinio de Zacarías, con el asno, quería significar un rey de paz que triunfa no con armas ni violencia, sino con humildad y mansedumbre.

Los Santos Padres han visto en este episodio un simbolismo: el asna madre representaría al judaísmo, sometido al yugo de la Ley, mientras que el borriquillo sería la gentilidad. Jesús introduce a unos y otros en la Iglesia, la nueva Jerusalén. Y le aclaman como el Salvador: la palabra hebrea Hosanna tuvo en un principio ese sentido, una súplica dirigida a Dios: «Sálvanos». La muchedumbre manifiesta su entusiasmo gritando: «¡Viva el Hijo de David!». Se entiende así que la Iglesia haya recogido estas aclamaciones en el prefacio de la Santa Misa, pues con ellas se pregona la realeza de Cristo:

Ha sido costumbre muy general y antigua llamar Rey a Jesucristo, en sentido metafórico, a causa del supremo grado de excelencia que posee y que le encumbra entre todas las cosas creadas. Así se dice que reina en las inteligencias de los hombres, no tanto por el sublime y altísimo grado de su ciencia, cuanto porque Él es la Verdad y porque los hombres necesitan beber de Él y recibir obedientemente la verdad. Se dice también que reina en las voluntades de los hombres, no sólo porque en Él la voluntad humana está entera y perfectamente sometida a la santa voluntad divina, sino también porque con sus mociones e inspiraciones influye en nuestra libre voluntad y la enciende en nobilísimos propósitos. Finalmente, se dice con verdad que Cristo reina en los corazones de los hombres, porque con su supereminente caridad y con su mansedumbre y benignidad, se hace amar por las almas de manera que jamás nadie —entre todos los nacidos— ha sido ni será nunca tan amado como Cristo Jesús. [11][12]

Expulsión de los mercaderes del Templo (21:12-17)[editar]

En el libro del Éxodo se mandaba a los israelitas que no se presentasen en el Templo con las manos vacías, sino que aportasen alguna víctima para el sacrificio. Para facilitar el cumplimiento de este mandato a los que venían de lejos, se había organizado en los atrios del Templo un servicio de compraventa de animales para los sacrificios. Lo que en principio pudo ser útil había degenerado. Jesucristo, movido por el celo de la casa de su Padre, con santa indignación los arrojó de allí. Quiso dar al templo el culto y respeto que se le debía por ser la casa de Dios.[13]

A propósito de esta mirada de indignación del Señor, comenta San Agustín:

Estas afecciones, dirigidas y enderezadas por la recta razón hacia su fin propio, ¿quién se atreverá a llamarlas enfermedades del alma o pasiones viciosas? El Señor, que se dignó llevar una vida humana en forma de siervo, pero que carecía totalmente de pecado, hizo uso de ellas cuando juzgó que debía hacerlo. Porque la verdad es que en Él, que tenía verdadero cuerpo y verdadera alma de hombre, no era falso ese afecto. Por eso se dicen cosas verdaderas cuando se cuenta que se contristó con ira por la dureza de corazón de los judíos.[14]

Maldición de la higuera (21:18-22)[editar]

El episodio anterior de la expulsión de los mercaderes del templo, está enmarcado en otro que es similar en cuanto al contenido: la maldición de la higuera. Es, a le vez, un ejemplo de la omnipotencia divina. Quien tiene fe lo puede todo: hará cosas más difíciles todavía.

Cuando ya nadie me escucha, Dios todavía me escucha, cuando ya no puedo hablar con ninguno, ni invocar a nadie, siempre puedo hablar con Dios. Si ya no hay nadie que pueda ayudarme (…) Él puede ayudarme.[15][16]

La autoridad de Jesús cuestionada (21:23-27)[editar]

A lo largo de dos capítulos, el evangelio describe las disputas de los jefes del pueblo con Jesús. La purificación del Templo por parte del Señor les ha encrespado los ánimos. Ahora los príncipes de los sacerdotes y los ancianos —los miembros laicos del Sanedrín— le piden a Jesús una prueba de la autoridad con que actúa o la clara confesión de que Él es el Mesías. Pero Jesús, que conoce la mala intención de sus interlocutores, no da una respuesta directa, y les interpone una pregunta previa sobre la misión de Juan el Bautista, puesto que éste fue el «precursor», el heraldo que anunció al Mesías. El evangelista hace notar que ellos no creyeron a Juan, pero a la luz de lo que dice Jesús en el siguiente pasaje sabemos que ni siquiera se esforzaron por hacerlo. Se hacen así acreedores del silencio del Señor: nada de lo que diga puede moverlos a penitencia. Facultad de Teología. Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 9183). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.

Empieza el tercer día en Jerusalén. Se compone de diversas enseñanzas de Jesús, muchas de las cuales forman parte de la polémica con miembros del judaísmo oficial. En el centro de la irritación de las autoridades está probablemente la purificación del Templo mediante la expulsión de los mercaderes obrada por Jesús. Desde aquel momento buscaban el modo de prenderle. Ahora, le piden cuentas por esa acción y más tarde la usarán, totalmente tergiversada para condenarle a muerte. Jesús ya había ofrecido pruebas de su mesianidad y Juan Bautista había dado también su testimonio. Jesús acepta el diálogo, pero, antes de dar la respuesta, les sitúa ante la verdadera cuestión: aceptar o no el ministerio de Juan Bautista como Precursor. Porque aceptar a Juan era reconocer también el ministerio de Jesucristo. Aquellos hombres, como anota el evangelista, no estaban dispuestos a ese reconocimiento y su ceguera les condujo a organizar la muerte de Jesús:[17]

Por un lado temían al pueblo, por otro lado, a la verdad. De una parte eran tímidos, de otra, envidiosos; pero, en cualquier caso, ciegos. La prueba de la huida es el temor del corazón: temían que el pueblo les apedrease si decían que el bautismo de Juan procedía de los hombres, temían quedar convictos por Cristo si decían que procedía del cielo.[18]

Parábola de los dos hijos y de los viñadores homicidas (21:28-32)[editar]

Estas dos parábolas refieren el rechazo de Israel hacia Jesús a hacia su Dios, y también, a la decisión divina de crear un nuevo pueblo que fue lo que más les dolió ya que se consideraban el único pueblo elegido para la salvación. La parábola de los dos hijos sólo viene recogida en Mateo y pone de manifiesto la necesidad de la conversión: Israel es como el hijo que dijo «sí» a Dios pero luego no creyó y no dio frutos, como los fariseos que «dicen pero no hacen» (23,3). En cambio, los pecadores dicen «no» a las obras de la Ley con su conducta, pero se convierten ante los signos de Dios, cumplen la voluntad del Padre y entran en el Reino de Dios.

El Jesús señala tres hitos en el camino que lleva a la fe: ver, arrepentirse y creer.

Cuando el pecado está en el hombre, el hombre ya no puede contemplar a Dios. Pero puedes sanar, si quieres. Ponte en manos del médico, y él punzará los ojos de tu alma y de tu corazón. ¿Qué médico es éste? Dios, que sana y vivifica mediante su Palabra y su sabiduría. (…) Si entiendes todo esto y vives pura, santa y justamente, podrás ver a Dios; pero la fe y el temor de Dios han de tener la absoluta preferencia de tu corazón, y entonces entenderás todo esto. [19]

La parábola de los viñadores homicidas es como un compendio de la historia de la salvación. Comienza con una evocación implícita, donde Jesús comparaba a Israel con una viña que, pese a todos los cuidados divinos, en vez de dar frutos había dado agrazones.

En el contexto en que Jesús pronunció la parábola y en el que vivieron poco después los evangelistas, se ve la alegoría: los viñadores, encargados por Dios del cuidado de su pueblo, simbolizan a las clases dirigentes religiosas de Israel. Dios había enviado en diversos tiempos a los profetas, que no habían recogido el fruto, sino que fueron maltratados o muertos.. Finalmente, Dios ha enviado a su Hijo Único, Jesús. Así se indica la diferencia entre Jesús, el Hijo, y los profetas. Pero también a Éste se disponen a matarlo, fuera de la viña, esto es, fuera de Jerusalén.. Mateo es el único evangelista que al narrar la parábola habla de que la viña se entregará a «un pueblo que rinda sus frutos» aludiendo a la Iglesia, nuevo Pueblo de Dios. <ref>Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (pp. 9184-9185). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra. Edición de Kindle.

Véasetambién[editar]

Referencias[editar]

  1. «Liste Handschriften». Münster: Instituto para la Investigación Textual del Nuevo Testamento. Consultado el 27 de agosto de 2011. 
  2. Thomas, J. David. The Oxyrhynchus Papyri LXIV (Londres: 1997), pp. 7-9.
  3. Facultad de Teología. Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 3126-3129). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  4. Kirkpatrick, A. F. (1901). The Book of Psalms: with Introduction and Notes. The Cambridge Bible for Schools and Colleges. Book IV and V: Psalms XC-CL. Cambridge: At the University Press. p. 838. Consultado el 28 de febrero de 2019. 
  5. a b Allison, 2007, p. 871.
  6. Mateo 20:29
  7. Génesis 22,3; 49,11
  8. Éxodo 4,20
  9. Números 22,21
  10. Jacob 5,10
  11. Pío XI, Quas primas, n. 4
  12. Facultad de Teología. Sagrada Biblia: Comentarios a la Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 9179-9180). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  13. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 9181). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra
  14. Agustín de Hipona, De civitate Dei 14,9,4
  15. Benedicto XVI, Spes salvi, n. 32
  16. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 9182). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  17. Facultad de Teología. Comentarios a la Sagrada Biblia: Universidad de Navarra (Spanish Edition) (p. 9335). EUNSA Ediciones Universidad de Navarra.
  18. Agustín de Hipona, Sermones 308A,7
  19. Teófilo de Antioquía, Ad Autolycum

Bibliografía[editar]

Enlaces externos[editar]


Capítulos del Nuevo Testamento
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