Ir al contenido

Diferencia entre revisiones de «La caída del Imperio romano»

De Wikipedia, la enciclopedia libre
Contenido eliminado Contenido añadido
TiriBOT (discusión · contribs.)
m Bot: Cambiada Categoría:Películas sobre el Imperio Romano; cambios triviales
Línea 19: Línea 19:


== Argumento ==
== Argumento ==
[[Viena]], año [[180|180 d. C.]]: las tropas de [[Marco Aurelio]] se aposentan en las inmediaciones del [[río Danubio]]. El emperador y su consejero Timoniades reciben a los reyes y procónsules del imperio con el fin de anunciarles que va a delegar el poder en el general Livio y no en su hijo [[Cómodo]]. Marco Aurelio fallece envenenado y Livio renuncia en cargo a favor de su amigo Cómodo, quien le encomienda la defensa del imperio ante la mirada disgustada de Lucilla, la otra hija de Marco Aurelio, quien deberá casarse con el rey de [[Siria]] (Sohamus) para controlar a los enemigos del Este.
[[Viena]], año [[180|180 d. C.]]: las tropas de [[Marco Aurelio]] se aposentan en las inmediaciones del [[río Danubio]]. El emperador y su consejero el cacas Timoniades reciben a los reyes y procónsules del imperio con el fin de anunciarles que va a delegar el poder en el general Livio y no en su hijo [[Cómodo]]. Marco Aurelio fallece envenenado y Livio renuncia en cargo a favor de su amigo Cómodo, quien le encomienda la defensa del imperio ante la mirada disgustada de Lucilla, la otra hija de Marco Aurelio, quien deberá casarse con el rey de [[Siria]] (Sohamus) para controlar a los enemigos del Este.


Livio con ayuda de Timoniades convence al jefe de los bárbaros (Ballomar) para aceptar la ciudadanía romana. En el Senado se vota a favor de la [[paz romana]], desencadenando la ira del emperador, quien acepta obligado y envía a Livio a la frontera este, y a Lucilla a Siria, país al que Cómodo ha sometido a una fuerte presión fiscal.
Livio con ayuda de Timoniades convence al jefe de los bárbaros (Ballomar) para aceptar la ciudadanía romana. En el Senado se vota a favor de la [[paz romana]], desencadenando la ira del emperador, quien acepta obligado y envía a Livio a la frontera este, y a Lucilla a Siria, país al que Cómodo ha sometido a una fuerte presión fiscal.

Revisión del 17:43 12 ene 2010

La caída del Imperio romano es una película épica de 1964 dirigida por Anthony Mann y producida por Samuel Bronston que fue filmada en Madrid.

Argumento

Viena, año 180 d. C.: las tropas de Marco Aurelio se aposentan en las inmediaciones del río Danubio. El emperador y su consejero el cacas Timoniades reciben a los reyes y procónsules del imperio con el fin de anunciarles que va a delegar el poder en el general Livio y no en su hijo Cómodo. Marco Aurelio fallece envenenado y Livio renuncia en cargo a favor de su amigo Cómodo, quien le encomienda la defensa del imperio ante la mirada disgustada de Lucilla, la otra hija de Marco Aurelio, quien deberá casarse con el rey de Siria (Sohamus) para controlar a los enemigos del Este.

Livio con ayuda de Timoniades convence al jefe de los bárbaros (Ballomar) para aceptar la ciudadanía romana. En el Senado se vota a favor de la paz romana, desencadenando la ira del emperador, quien acepta obligado y envía a Livio a la frontera este, y a Lucilla a Siria, país al que Cómodo ha sometido a una fuerte presión fiscal.

Lucilla y Sohamus se rebelan contra el imperio. Cómodo vuelve a llamar a Livio para sofocar la rebelión. Sohamus fallece en la batalla. Cómodo propone a Livio gobernar juntos a cambio de que crucifique a los sublevados derrotados. Éste se niega. El emperador manda asesinar a los bárbaros. Timoniades perece en el asalto. Livio es encarcelado y sus amigos lo traicionan a cambio de oro. Cómodo ofrece a Livio la oportunidad de salvar su vida en un improvisado cuadrilátero. Livio lo vence. El pueblo le aclama como emperador, pero éste declina la oferta, furioso por la negligencia de un Senado y una ciudadanía doblegada a los designios del hijo de Marco Aurelio.

Sobre el proyecto

Durante los títulos de créditos de La caída del Imperio romano se escucha la banda sonora compuesta por Dimitri Tiomkin, cuyo leit-motiv es un tema religioso de cierto halo funerario. Una melodía que sintetiza el espíritu de la película, un réquiem al final de una época marcada por una determinada civilización. Conociendo las inclinaciones ideológicas de su productor, Samuel Bronston, se puede interpretar que la película identifica al Imperio romano como una especie de paraíso perdido, y al que su corrupción interna lo empuja hacia la destrucción: de hecho no faltan escenas llenas de figurantes que bailan felices gracias al oro con el que Cómodo los ha comprado en Roma, la nueva Babilonia: esa nueva Babilonia podría ser, sugiere Broston, la misma en que se puede convertir el mundo occidental coetáneo a él, en el que tuvieron lugar diversas convulsiones sociales. De ahí que en el último plano de la película —un plano general en el que la mitad del encuadre queda cubierta por el humo de un fuego que consume a los amigos de Lucila y Livio mientras que en la segunda estos descienden por una escalinata, declinando la oferta de reinar como emperadores, horrorizados por la barbarie— se preste a lecturas conservadoras del filme.

Dejando al lado esas disquisiciones, lo cierto es que de todas las producciones de Samuel Broston filmadas en España, es la única que conserva cierto prestigio. El crítico Quim Casas notó en su análisis del filme que «se nota en la película la pugna entre los conceptos del productor y las ideas del director: esta colisión de intereses da a veces estimables frutos, como en la secuencia del desfile de príncipes, embajadores y procónsules: es un momento muy propio de Bronston, pero Mann le usurpa premeditadamente algo de solemnidad con las divertidas confusiones de Marco Aurelio y su consejero griego Timoniades, incapaces de saber la identidad de la mitad de los personajes que lo saludan»; o en una escena con carreras de cuadrigas entre Cómodo y Livio, concebida como «expresión de una relación, la de rivalidad/aprecio entre dos personajes».

De esta manera en La caída del Imperio romano se pueden ver dos películas: una espectacular llena de figurantes que «obedece a los deseos megalómanos de Bronston, y Mann filma los decorados para mostrar su lujosa construcción, no como escenarios de un drama colectivo que se le escabulle entre las manos». La segunda es «un filme casi abstracto cuya acción avanza lentamente durante la época invernal, en el claustrofóbico decorado de fortificación en la frontera —muy westerniano— y con atisbos de tragedia shakesperiana: el diálogo de Marco Aurelio consigo mismo sobre la proximidad de la muerte».

De esta manera para Casas conviven de manera descompensada dos películas en la que se detecta en ciertos encuadres y temas el sello del director —cf. las conflictivas relaciones familiares; el duelo entre Livio y Sohamus; el encuadre en el que Livio proclama, a espaldas de la cámara, a Cómodo nuevo emperador mientras Lucilla a la izquierda del fotograma se tapa el rostro y desaparece del hogar preocupada por el futuro de Roma y dolida por la aparente traición de Livio—, y otra plagada de intrigas palaciegas con un sentido del espectáculo pomposo. En todo caso, La caída del Imperio romano queda como la producción más tétrica ya no de Bronston, sino de Hollywood sobre el mundo romano, con permiso de Espartaco.