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En el verano de 997, asoló [[Santiago de Compostela]], después de que el obispo [[Pedro de Mezonzo]]<ref name="mezonzo">{{cita libro |apellidos=Vaqueiro | nombre=Vítor | título=Guía da Galiza máxica, mítica e lendaria | año=1998| editorial=Galaxia| isbn=8482882058}} pág. 448.</ref> evacuara la ciudad. Quemó el templo [[Arte prerrománico|prerrománico]] dedicado a Santiago, respetando su sepulcro. Esto permitió la continuidad del [[Camino de Santiago]]. La leyenda cuenta que los prisioneros cristianos cargaron con las campanas del templo de Santiago hasta Córdoba y que, al parecer, hicieron el camino de regreso dos siglos y medio más tarde, por prisioneros musulmanes cuando [[Fernando III de Castilla|Fernando III, el Santo]] las recuperó para la cristiandad. |
Revisión del 09:39 12 ago 2010
Abu ʿAmir Muhammad ben Abi ʿAmir al-Maʿafirí (en árabe, أبو عامر محمد بن أبي عامر ابن عبد الله المعافري), llamado Al-Manṣūr billah (المنصور بالله), el Victorioso por Allah o el victorioso por Alá, más conocido como Almanzor (c. 938 - Medinaceli (?), 11 de agosto de 1002), fue un militar y político andalusí, caudillo del Califato de Córdoba y valido de Hisham II.
Vida
Juventud
Aunque existen dudas acerca de la fecha exacta de su nacimiento todo parece indicar que éste se produjo en algún momento del año 938. Vino al mundo en el seno de una familia terrateniente árabe de origen yemení,[1] de la tribu Mâafir, establecida desde la conquista de la Hispania visigoda en Turrux, una alquería perteneciente a la cora de Algeciras, junto a la desembocadura del río Guadiaro.[2] En este lugar había recibido su familia de manos de Tarik Ben Ziyad unas tierras como premio a la destacada actuación de un antepasado, un general de Muza de nombre Abd Al-Malik,[3] en la conquista de Carteia y Al-Yazirat Al-Hadra en el año 711.[4] La abundancia de topónimos derivados del árabe Turrux en Andalucía y principalmente en las provincias de Málaga y Granada ha propiciado que varias ciudades hayan sido señaladas equivocadamente como cuna del militar andalusí.[5]
Algunos amiríes ocuparon las funciones de cadíes y de juristas relacionados con los yemeníes ma'afir. A su padre, Abd Allah, se le describe como un hombre piadoso, bondadoso y ascético, que murió en Trípoli cuando regresaba de su pereginación a La Meca.[1] Su abuelo materno se destacó en el reinado de Abderramán III como médico y ministro del Califa.
Muy joven, ammad ibn Abū ʿĀmir se trasladó a Córdoba, donde acabó sus estudios de Derecho y de Letras bajo la tutela de sus tíos. Después de ocupar un modesto puesto de memorialista en la Mezquita de Córdoba, el joven pronto destacó por sus cualidades e inició su fulgurante carrera política como escribano de la sala de audiencias del cadí jefe de la capital, Muhammad ibn al-Salim. Pronto llamó la atención del visir Yafar al-Mushafi, amo de la administración civil, que le introduciría en la Corte califal.
Durante el califato de al-Hakam II, ocupó importantes cargos administrativos, como los de director de la ceca (967) o intendente del ejército del general Galib (972).
En el 967 se convirtió en intendente del príncipe Abderramán, hijo y heredero del califa Alhakén II y de su favorita, la vascona Subh, con la cual estableció una relación privilegiada sumamente beneficiosa para su carrera. Convertido en director de la ceca, en 968 fue nombrado tesorero del califa. Al año siguiente, fue promovido a cadí de Sevilla y de Niebla y en 970, a la muerte del príncipe Abderramán, pasa a ser el administrador del joven heredero, Hisham. Comenzó a llenar sus bolsillos con el dinero de las arcas reales, siendo acusado de malversación. Sin embargo, gracias a sus contactos, fue capaz de maquillar las cuentas y salir no ya impune, sino beneficiado del proceso. Así, Almanzor recibió una disculpa oficial y obtuvo el mando de la shurta media (policía).
Convertido ya en uno de los personajes más importantes del Califato, se hizo construir un suntuoso palacio en Al-Rusafa, a una legua al Norte de la capital. Poco después se convirtió en gran cadí de las posesiones omeyas en el Magreb, lo que le permitió establecer estrechas relaciones con los jefes bereberes.
La conquista del poder
El fallecimiento del califa Alhakén II en 976 inauguró un nuevo periodo en la carrera política de Almanzor. Al-Andalus atravesaba en aquel momento una grave crisis de sucesión, porque el sucesor designado, Hisham, nacido en 965, era demasiado joven para reinar. Ante esta situación, el entorno del difunto se dividió. Había quienes eran partidarios de designar un regente, al-Mushafi, mientras que otros preferían dar el título califal al hermano del difunto, al-Mughira. Sintiendo que esta designación entrañaría el final de su carrera política, Al-Mushafi decidió asesinar a al-Mughira, y para realizar tan vil trabajo escogió al ambicioso y carente de escrúpulos Almanzor.
Éste rodeó el palacete de al-Mughira con un destacamento de cien soldados de origen eslavo, irrumpió en él y notificó al infante la muerte del Califa y la entronización de Hisam II. El joven quedó aterrado y manifestó lealtad y obediencia a su sobrino. Entonces, ante las dudas de Almanzor, al-Mushafi exigió el cumplimiento de lo acordado, con lo que el desgraciado al-Mughira fue estrangulado delante de sus mujeres y colgado de una viga de la techumbre, como si se hubiera suicidado. Como jefe de la policía, Almanzor se apresuró a ocultar el crimen y ordenó que su víctima fuera enterrada allí mismo.
Hisham II fue investido califa la mañana del lunes 4 de safar de 366 H[6] con el título de al-Mu'yyad bi-llah, es decir, el que recibe la asistencia victoriosa de Dios. Se encargó de tomar el juramento de fidelidad a la gente, delante del nuevo califa, su tutor, jefe de la Policía Media, de la Ceca y de Herencias Vacantes, el omnipotente y omipresente Muḥammad ibn Abū ʿĀmir. Seis días después de su investidura, el 8 de octubre de 976, Hisham nombró hayib o primer ministro a al-Mushafi y visir y delegado del hayib a Almanzor, que tenía entonces 36 años.
Sin embargo, las relaciones entre los dos se deterioraron al poco tiempo y para hacerse con nuevos aliados, Ibn Abi Amir utilizó numerosas estratagemas. Se propuso hacerse con el control del ejército, y para ello no dudó en ganarse al generalísimo Galib, el poderoso gobernador de la Marca Media. Participó en varias campañas para granjearse el favor de los militares y se casó con Asma, la hija de Galib. Se atrajo la simpatía de la población al restaurar el orden en Córdoba y multiplicó sus gestos piadosos para ganarse a los fuqaha (juristas, alfaquíes) malikíes: así, censuró la biblioteca del califa y ordenó destruir las obras de filosofía y astronomía juzgadas incompatibles con la ortodoxia sunní. En este mismo sentido, copió el Corán con su propia mano e hizo ampliar la mezquita de Córdoba algunos años más tarde, en 987.
Almanzor, caudillo de Al-Andalus
Su política demagógica y populista le permitió hacerse con nuevos apoyos y dar un auténtico golpe de Estado. En 978 expulsó a al-Mushafi y se convirtió en hayib. Al año siguiente salvó al príncipe de un complot y desde ese instante empezó a aparecer como el salvador de la dinastía y protector del Califa. Con este título trasladó la Administración desde Medina Azahara a Medina Alzahira, su residencia personal, cuya construcción comenzó en 979 y duró dos años. En 994 el joven califa delegó sus poderes en Almanzor, el cual recluyó a su señor en la jaula dorada de Medina Alzahira. Esta política fue vivamente combatida por su suegro Galib, pero este último terminó derrotado y muerto en la Batalla de Torre Vicente, no lejos de Atienza. A pesar de su parentesco, Almanzor no dudó en acabar con el prestigioso militar para allanar el camino que le conduciría al poder, y no se privó de enviar a su esposa Asma la cabeza de su infortunado padre.
Muhammad ibn Abū ʿĀmir adoptó entonces el título honorífico (laqab) de Al-Mansur y comenzó a reinar como verdadero dueño y señor de al-Andalus. Contrariamente a una opinión extendida, ni él ni sus sucesores llevaron en el laqab el epíteto de bi-l-llāh, incluyendo la palabra Alá, sin duda por prudencia, para evitar atribuirse un nombre honorífico propio de los califas.
Después de apartar a Subh del poder, Almanzor hizo asesinar a varios dignatarios molestos, como Ya'far ibn Hamdun (983), al-Mughira (984), su propio primo Askaladja o incluso a Ibn al-Rumahis, el almirante de la flota califal. Otro hito de su política interna fue el aumento de la presencia de contingentes extranjeros en el ejército, una política iniciada por Abderramán III después de la derrota de Simancas (939). De tal modo instaló contingentes de bereberes Sanhadja cerca de Elvira (Granada), Maghrawa (en la región montañosa de Córdoba) y a los Banu Birzal y Banu Ifran en la región de Jaén. Esta política estaba encaminada a alejar a los opositores árabes del ejército y permitir a Almanzor rodearse de guerreros fieles tan sólo a su persona, y odiados por la población local, lo que impedía que pudieran traicionarle.
Las campañas del Magreb
Almanzor prosiguió en el Magreb la política omeya con la intención de controlar las salidas de las rutas comerciales del desierto, por las que llegaban los esclavos y el oro. Nunca intervino personalmente y prefirió apoyarse en las tribus bereberes zanata, en particular en los Banu Maghrawa, los Banu Ifran y los Banu Miknasa. Esto le permitió contrarrestar la influencia de los fatimíes que, después de trasladarse a Egipto, habían dejado estas regiones bajo el control de los ziríes. La estrategia amirí comenzó por la fortificación de las ciudades costeras, como Ceuta, y por la construcción de una gran ciudadela en Belyounesh. En 980 las tribus zanata se apoderaron de la ciudad de Sidjilmasa, donde se fundó un principado pro-andalusí gobernado por Khazrun ibn Falful. Los ziríes no tardaron en reaccionar y, después de haber atacado Ceuta en 980, en 991 infligieron una gran derrota a las tropas cordobesas.
En 994 fundaron en su provecho un pequeño principado centrado en Oujda, que pronto se alió con Almanzor para sacudirse de la tutela fatimí. Cuando en 997 se sublevaron contra Córdoba, Almanzor envió un ejército al mando de su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, que aplastó a los rebeldes en menos de un año.
Razias contra los cristianos
El control sobre el oro africano permitió a Almanzor contar con fondos casi ilimitados y acuñar dinares que reafirmaban su prestigio. Paralelamente a las campañas del Magreb, Almanzor estuvo consagrado a la guerra contra los reinos cristianos de España. Nada menos que 56 razias realizó Almanzor entre 978 y 1002:
- 981 - Zamora
- 985 - Barcelona
- 987 - Coímbra
- 988 - Sahagún y Eslonza
- 997 - Braga y Santiago de Compostela
- 999 - Pamplona
- 1000 - Batalla de Cervera
- 1002 - San Millán de la Cogolla
En el verano de 997, asoló Santiago de Compostela, después de que el obispo Pedro de Mezonzo[7] evacuara la ciudad. Quemó el templo prerrománico dedicado a Santiago, respetando su sepulcro. Esto permitió la continuidad del Camino de Santiago. La leyenda cuenta que los prisioneros cristianos cargaron con las campanas del templo de Santiago hasta Córdoba y que, al parecer, hicieron el camino de regreso dos siglos y medio más tarde, por prisioneros musulmanes cuando Fernando III, el Santo las recuperó para la cristiandad.
Perdió la vida por causas naturales, muriendo a los 73 años. Se desconoce el lugar exacto del óbito, ya que sus datos biográficos se diluyen entre lo histórico y lo legendario, pero lo más probable es que fuera en Medinaceli - Madinat al-Salim. La Crónica Silense sentencia:
Pero, al fin, la divina piedad se compadeció de tanta ruina y permitió alzar cabeza a los cristianos, pues pasados doce años Almanzor fue muerto en la gran ciudad de Medinaceli, y el demonio que había habitado dentro de él en vida se lo llevó a los infiernos.
Antes de morir nombró sucesor a su hijo Abd al-Malik al-Muzaffar, lo que generó una guerra interna entre sus sucesores y los de Hisham II.
Su cuerpo fue cubierto con el lienzo que sus hijas tejieron con sus propias manos y cuya materia prima procedía de la hacienda heredada de sus antepasados en Turrox, solar de su estirpe. Sobre sus restos colocaron un ladrillo fabricado con el polvo que, después de cada batalla contra los cristianos, sus servidores limpiaban de sus ropas. El cadáver, así dispuesto, recibió primera sepultura en la frontera, antes de ser trasladado a Córdoba. Según el historiador árabe Ibn Idari, los siguientes versos se esculpieron en mármol, a manera de epitafio:
Sus huellas sobre la tierra te enseñarán su historia,
como si la vieras con tus propios ojos.
y condujera los ejércitos como él.
Por Dios que jamás los tiempos traerán otro semejante,
que dominara la península
Véase también
Referencias
Notas
- ↑ a b Delgado Hernández, Antonio; et al. (2001). Estudios de Numismática arábigo-hispana: Considerada como comprobante histórico de la dominación islámica de la Península. Real Academia de la Historia,. p. 127. ISBN 8489512892.
- ↑ Cano Borrego, Pedro Damián (2004). Al-andalus: El Islam y los pueblos ibéricos. Silex Ediciones. p. 483. ISBN 8477371318.
- ↑ Kresdez, Juan (2007). La conjura de Cordoba. Ediciones Nowtilus S.L. p. 245. ISBN 8497633490.
- ↑
- ↑ Martínez Enamorad, Virgilio; Torremocha Silva, Antonio (2003). Almanzor y su época. Editorial Sarrià. p. 59. ISBN 84-95129-55-8.
- ↑ 2 de octubre de 976
- ↑ Vaqueiro, Vítor (1998). Guía da Galiza máxica, mítica e lendaria. Galaxia. ISBN 8482882058. pág. 448.
Bibliografía
- Beladiez Navarro, Emilio. Almanzor: un César andaluz. Escelicer, Madrid, 1959.
- Espinosa Durán, Ángel. Almanzor, Al-Mansur el victorioso. Alderabán, Madrid, 1998. ISBN 84-88676-37-9
- Manzano Moreno, Eduardo. Conquistadores, emires y califas. Los omeyas y la formación de al-Andalus. Crítica, Barcelona, 2006. ISBN 84-8432-674-8
Enlaces externos
- Almanzor, el martillo de Alá, por Fernando Díaz Villanueva.
- La ruta de Almanzor