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Gabriel de la Corte

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Mascarón con rosas y tulipanes, Museo Nacional del Prado

Gabriel de la Corte (Madrid, 1648-1694) fue un pintor barroco español, especializado en la pintura de flores.

Biografía

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Según Antonio Palomino, quien sin duda lo trató, fue hijo de un desconocido Francisco de la Corte, pintor de perspectivas. Desde Ceán Bermúdez se ha pensado que pudiera tratarse de una confusión con el más conocido Juan de la Corte, pintor de batallas, muerto cuando Gabriel tenía doce años. Sin embargo Palomino podría estar en lo cierto, de confirmarse la existencia en Antequera de un Francisco de la Corte, hermano de Juan. Dice también Palomino que «no habiendo aprovechado mucho en la escuela de su padre, o porque es achaque de hijos, o porque le faltó de poca edad; se aplicó a pintar flores, copiando algunas del natural, y otras de Arellano y Mario [Nuzzi]».[1]

Casó en 1667 en la iglesia de San Sebastián de Madrid con Águeda de los Ríos, actuando como testigos Diego de la Cruz, que tenía abierta tienda de pintor en la calle Mayor, y Francisco Pérez Sierra, también pintor de flores.[2]​ Hizo guirnaldas y pintó flores para composiciones ajenas, a las que añadían figuras e historias Antonio Castrejón y Matías de Torres, conservándose en colección particular dos guirnaldas con las figuras de San Joaquín y Santa Ana pintadas por este. Según Palomino, como no sabía hacer otra cosa, llevó una vida sumamente miserable, obligado a exponer en público los juegos de floreros de distintos tamaños que pintaba y que daba, por la fuerza de la necesidad, a muy bajo precio.

Murió en Madrid el 6 de agosto de 1694, siendo enterrado en la misma iglesia de San Sebastián.

Obra

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El estilo de las obras de Gabriel de la Corte, aunque derivado de Arellano, es de mayor dinamismo y alegre colorido, simplificando las formas con densas pinceladas. Pero además, él no se limitó a pintar los consabidos floreros y guirnaldas, innovando composiciones imaginativas con las que preludiaba el rococó. Así en la guirnalda de flores de la Universidad Complutense, firmada en 1687, rompía no sólo con la simetría, colocando descentrado un jarrón de cerámica rebosante de flores, sino también con la propia forma de la guirnalda, que dejará de ser oval para trepar entre roleos arquitectónicos de forma caprichosa. Innovadores son también los dos mascarones con flores ingresados en 2006 en el Museo Nacional del Prado con otras obras de la colección Naseiro, presentados en la exposición Lo fingido verdadero, en los que fundía en el espacio pintado y trataba de forma semejante, mascarones arquitectónicos de carácter vegetal y flores naturales, jugando así con la paradoja —propia de toda naturaleza muerta— de la representación artística, a la vez fingida y verdadera.[3]

Referencias

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  1. Palomino (1988) p. 465.
  2. Fernández García (1995) p. 151.
  3. Lo fingido verdadero. Bodegones españoles de la colección Naseiro adquiridos para el Prado, catálogo de la exposición, Museo Nacional del Prado, 2006, pp. 82-83.

Bibliografía

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Enlaces externos

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