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Monedas del reino visigodo

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Las monedas del reino visigodo fueron acuñadas por los visigodos en Galia e Hispania entre principios del siglo V y principios del VIII.

Entre ellas destacan dos monedas de oro como las más utilizadas, el sólido y el tremís. La acuñación empezó en la Galia, donde los visigodos se habían establecido al comienzo del s. V, y siguió, desde la primera mitad de la centuria siguiente, en la ex Hispania romana, adonde se había desplazado el centro del reino y del poderío visigodo después de la batalla de Vouillé (507). Aquella victoria y, algún tiempo después, la toma de Tolosa, habían permitido en efecto a los francos arrebatar a los visigodos la máxima parte de sus posesiones gálicas.

Las primeras monedas, por lo general llamadas pseudo-imperiales, imitaron al comienzo aquellas que circulaban en la parte occidental del Imperio romano, y tras la caída de éste, las que tenían curso legal en el Imperio bizantino, reproduciendo las efigies y nombres de los emperadores romanos, hasta que durante el reinado de Leovigildo (572-586) se empezaron a emitir monedas en las que en lugar de los emperadores bizantinos salían los monarcas visigodos. La acuñación de monedas se detuvo en la segunda década del siglo VIII, a raíz de la conquista islámica de la península ibérica que puso término al Reino visigodo.

Chindasvinto: tremís, ceca de Hispalis
+CN•SVINLVS PX
+ISPΛLIS PIVS

Amonedación en la Galia

Los visigodos llegaron a la península ibérica a comienzos del s. V, en el contexto de las invasiones que los pueblos bárbaros llevaron a cabo en el Imperio romano, firmando un pacto con los romanos en el año 418, a los que ayudaron en sus guerras con los pueblos del entorno, y estableciéndose en Aquitania, donde fundaron el reino visigodo de Tolosa.

Al igual que los restantes pueblos bárbaros, los visigodos no tenían moneda propia, haciendo uso para sus relaciones comerciales del trueque, el metal al peso o la moneda romana, que desde los tiempos de Constantino I tenía como base el solidus de 4,5 g. de oro y el tremís o triente, que tenía la tercera parte de aquel. Aunque los reyes germánicos tenían el poder efectivo en sus respectivos territorios, éstos seguían formando parte del Imperio romano, del que el emperador de Roma seguía siendo el soberano, y así cuando comenzaron sus propias acuñaciones lo hicieron replicando las romanas, con el mismo peso y tamaño y la efigie, nombre y título del emperador, aunque con un estilo más tosco.

Tremís visigodo en honor del emperador Honorio.

Las primeras monedas visigodas de que se tiene constancia fueron acuñadas en Tolosa y Narbona durante los reinados de Walia (415-418) y Teodorico I (418-451), imitando las que por las mismas fechas se fabricaban en la ceca de Rávena con la efigie de los emperadores Honorio y Valentiniano III. En estos primeros tiempos se acuñaron también algunas silicuas de plata.

Durante el reinado de Eurico (466-484) los visigodos extendieron su influencia por la península ibérica tras la caída del imperio, y durante el de Alarico II se produjo la llegada en masa de los visigodos, quizás presionados por los francos. De esta época datan las monedas a nombre de Mayoriano, Libio Severo y Antemio.

Amonedación en Hispania

Monedas pseudo-imperiales (509-576)

Alarico II murió en la batalla de Vouillé del 507 contra los francos, y el rey ostrogodo Teodorico el Grande impuso su dinastía, en un periodo conocido como el Intermedio ostrogodo, que se extendió hasta la muerte de Teudiselo en el 549. Para entonces la corte se había asentado en Toledo, dando lugar al estado que se conoció como el Reino visigodo de Toledo.

Durante esta época se acuñaron sólidos y tremises a nombre de los emperadores bizantinos Anastasio I, Justino I y Justiniano I. Se supone que para las transacciones de escaso valor se utilizaban las abundantes monedas de plata y bronce de época romana.

Tremís de Leovigildo.

Monedas reales (576-710)

Fue Leovigildo (567-586) quien inauguró una nueva época numismática. Durante los primeros años de su reinado se siguieron emitiendo monedas pseudo-imperiales con la efigie de Justiniano I, que había muerto dos años antes; después se acuñaron trientes con la leyenda "CVRRVCVRRV", que no quería decir nada: se supone que fueron series de prueba, emitidas con el fin de comprobar si eran aceptadas como buenas sin necesidad de llevar el nombre del emperador;[1]​ a éstas siguieron otras monedas que llevaban en el anverso el tipo imperial, y en el reverso el del propio Leovigildo y la leyenda con su nombre LIVVIGILDVS REGIS, y a éstas, otra serie más (c. 576) en la que las referencias al emperador desaparecían completamente. La acuñación de moneda de oro era una prerrogativa exclusiva del emperador, por lo que algunos autores han interpretado este cambio en las monedas como la independencia no ya de facto, sino de iure, del reino visigodo respecto del imperio.[2][3]​ Durante el reinado de Leovigildo también aparecieron monedas acuñadas por su hijo Hermenegildo, sublevado en la Bética.

A partir del reinado de Recaredo ya sólo se acuñaron tremises. El tipo más común incluye en el anverso el nombre y título del rey, mientras en el reverso se graba el epíteto DN (Dominus noster), FELIX, INCLITVS, VICTOR, IVSTVS o PIVS, y el nombre de la ceca, todo en caracteres latinos que varían en los nombres de los reyes y las poblaciones; también es habitual la inclusión de anillos, glóbulos, estrellas o palmas. Otras representan en el anverso al rey y en el reverso al príncipe asociado al trono, como son los casos de Leovigildo-Recaredo o Égica-Witiza, o son conmemorativas de victorias militares; desde Chindasvinto aparecen las leyendas INDN (in nomine Domini) o INDNNN (in Domini nomini). La grafía sustituye a veces las letras por puntos, como en CE:ARACO:TA (Cesaragusta).

Tremís de Ervigio, con el busto de Cristo y la cruz sobre gradas.

Cecas

Se han contabilizado casi 100 talleres de fabricación de monedas, aunque la mayor parte de éstas proceden de unas pocas cecas. Las más importantes fueron Narbona en Septimania; Tarraco y Cesaraugusta en la Tarraconense; Toleto y Mentesa en la Cartaginense; Ispali, Corduba y Eliberri en la Bética; Emerita, Egitania y Elvora en Lusitania; y Bracara, Luco y Tude en Gallaecia; en esta última provincia se han localizado, ubicadas en poblaciones de escasa importancia, casi la mitad del total de cecas, habiéndose encontrado en ocasiones sólo una o dos monedas de cada una, lo que ha llevado a pensar que pudieran tratarse de talleres móviles que se desplazaban junto con las expediciones militares. Probablemente los encargados de acuñar las monedas no se dedicaran exclusivamente a esta labor, desempeñando también trabajos de orfebrería.[4]

Bibliografía

Referencias

  1. Ya en el año 537 Teodeberto I de Austrasia había emitido sólidos con su nombre, que no fueron aceptados.
  2. Alberto González García: La imperialización de los reinos romano-germánicos.
  3. Jesús Vico: La moneda visigoda Archivado el 4 de marzo de 2016 en Wayback Machine..
  4. Ruth Pliego Vázquez: La acuñación monetaria en el reino visigodo de Toledo. El funcionamiento de las cecas, en Els tallers monetaris: organització i producció, XII Curs d’Història monetària d’Hispania, pp. 117-141 (2008).

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